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Mensajes del libro «Servir en el espíritu humano»
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CAPÍTULO CUATRO

SERVIR EN NUESTRO ESPÍRITU HUMANO

  Lectura bíblica: Hch.17:16; 18:25; 19:21: 20:22; Ro. 1:9; 2:29; 7:6; 12:11; 1 Co. 2:4; 4:21; 5:3-4; 2 Co. 2:13; Gá. 6:1; Col. 2:5; 2 Ti. 1:7

  En varios versículos el apóstol Pablo nos dice que él servía a Dios en su espíritu, que él ejercitaba su espíritu de muchas maneras diferentes en su servicio al Señor. Si oramos-leemos todos estos versículos podemos recibir una impresión profunda en cuanto a la manera en que el apóstol Pablo servía al Señor. En la narración que hace Pablo de la manera en que servía al Dios de sus antepasados en la religión judía antes de su conversión, él no mencionó nada acerca de su espíritu en relación con el servicio a Dios. (Véase Hch. 22:2-4; 26:4-5, 9-11; Fil. 3:5-6 y Hch. 9:1-2). Sin embargo, existen muchos versículos que nos dicen de qué manera o con qué órgano, él servía a Dios después de su encuentro con el Señor Jesús en el camino a Damasco. Queda muy claro que el apóstol Pablo servía a Dios en su espíritu.

CÓMO SERVIR: EN NUESTRO ESPÍRITU

  En estos mensajes estamos considerando cómo debemos servir. El primer punto que hemos abordado es que tenemos que servir en el Cuerpo. En este mensaje abordaremos el segundo punto, a saber, que tenemos que servir en nuestro espíritu. Estamos hablando aquí de nuestro espíritu, nuestro espíritu humano. Quizás pensemos que servir en espíritu significa servir solamente en el Espíritu Santo y es posible que descuidemos completamente el asunto de servir a Dios en nuestro espíritu humano. En el Nuevo Testamento hay muchos versículos que aclaran el asunto del espíritu humano.

El Espíritu Santo y nuestro espíritu humano: el poder y el interruptor

  Sabemos, como cristianos, que para servir a Dios necesitamos al Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo, no tendríamos la posibilidad de servir a Dios. Sin embargo, necesitamos una visión, una revelación, y ésta es, que para servir a Dios es necesario que además conozcamos nuestro espíritu humano. El Espíritu Santo es el poder para que podamos servir a Dios, y el espíritu humano es el órgano, el medio, el instrumento, para que nosotros recibamos y contengamos el poder y lo apliquemos.

  La manera de usar nuestro espíritu humano puede representarse con la aplicación de la electricidad. Antes de todo, es necesario que se instale la electricidad en un edificio. Después de que la electricidad se instala, ¿qué tenemos que hacer para usarla? Sería absurdo llamar a la compañía eléctrica y pedirles que envíen algo de electricidad. Lo que necesitamos hacer es simplemente usar el interruptor para aplicar la electricidad. Si nos damos cuenta que la electricidad ya ha sido instalada, simplemente necesitamos ir al lugar donde exista algún medio para que apliquemos la electricidad. Cuando encendemos el interruptor, inmediatamente la electricidad trabaja para nosotros.

  Podemos compararnos con el edificio, y el Espíritu Santo con la electricidad celestial y divina. Esta “electricidad” espiritual es el Señor mismo, y Él ya ha sido instalado en nosotros. Tenemos que darnos cuenta de que ya tenemos la electricidad celestial instalada en nosotros. ¡Aleluya realmente ya tenemos esta instalación! Recibimos esta maravillosa instalación de Cristo en nosotros cuando le aceptamos. Ahora sabemos que necesitamos al Espíritu Santo, pero tal vez no entendamos claramente cómo aplicar al Espíritu Santo, el cual ha sido instalado en nosotros como la electricidad celestial. No hay necesidad de que ayunemos y oremos por tres días y tres noches sin dormir. No hay necesidad de que oremos fervientemente en voz alta y que derramemos lágrimas. La electricidad celestial ya ha sido instalada en nosotros y existe un interruptor dentro de nosotros. Cuando necesitamos la electricidad para algo, simplemente vamos al lugar adecuado a fin de tocar el órgano apropiado, que es el medio para aplicar la electricidad. Tocamos el interruptor y se enciende la electricidad. Es así de sencillo. Éste es el secreto maravilloso de aplicar la electricidad celestial.

  La pregunta crucial entonces es dónde podemos encontrar el interruptor, dónde podemos encontrar el órgano, el medio para aplicar la electricidad celestial. Es evidente que el órgano adecuado no son nuestros ojos ni nuestra mente ni siquiera nuestro corazón. Dios creó el espíritu humano como el órgano específico para este propósito. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu [en el espíritu humano] [...] es necesario que adoren” (Jn. 4:24). Algunos se han opuesto al énfasis que ponemos en el espíritu humano puesto que ellos sólo prestan atención al Espíritu Santo y no reconocen la diferencia entre el espíritu, la mente y el corazón.

  No hay manera de explicarles a las personas cómo pueden ser regenerados si no reconocen que Dios ha creado nuestro espíritu humano para tener contacto con Él. Ciertamente una persona que no es salva no puede ser regenerada en otra parte de su ser, ¡ni en su mente ni en su corazón! La regeneración se lleva a cabo en el espíritu humano. Juan 3:6 nos dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. En este versículo vemos dos espíritus: el Espíritu Santo y el espíritu humano. Lo que es nacido del Espíritu Santo es el espíritu humano. El espíritu humano es el órgano específico que nos sirve para tener contacto con Dios, quien es el Espíritu. Nuestro espíritu humano es el interruptor, el órgano adecuado o el medio para aplicar la electricidad que ha sido instalada en nosotros.

  Hoy en día sabemos dónde podemos encontrar el interruptor y sabemos cómo usar el interruptor, cómo usar nuestro espíritu humano para tener contacto con el Señor, quien es la electricidad divina. ¡Qué lástima daría si no pudiéramos encontrar el interruptor o no supiéramos cómo accionarlo, cómo usarlo, para tener contacto con el Señor! El interruptor es el espíritu humano. Cuando hablamos de manejar, usar o tocar el interruptor, estamos hablando de ejercitar nuestro espíritu humano. Es tan sencillo. Si pudiera dejar en ustedes una profunda impresión en cuanto al ejercicio del espíritu humano, no necesitaría hablar más. ¡Qué importante es que aprendamos a usar nuestro espíritu humano, que sepamos cómo usar el interruptor!

El espíritu humano de Pablo fue provocado por los ídolos

  El apóstol Pablo no sólo podía decir que servía a Dios en su espíritu, sino que también podía ser provocado en su espíritu humano cuando vio que toda la ciudad de Atenas estaba llena de ídolos (Hch. 17:6). No fue provocado en su parte emotiva, ni en su corazón ferviente, sino en su espíritu. El pronombre su indica de manera definitiva que fue el espíritu de Pablo el que fue provocado. No fue el Espíritu Santo dentro de Pablo el que fue provocado al ver los ídolos, sino el espíritu humano de Pablo, el cual había sido regenerado por Dios el Espíritu y en el cual moraba Dios el Espíritu. Tal espíritu humano fue provocado al ver la idolatría de Atenas.

  Quizás no sepamos cómo enojarnos en el espíritu, en el espíritu humano. Existe una gran diferencia entre enojarse en la parte emotiva y enojarse en el espíritu. Sabemos cómo enojarnos en la parte emotiva, pero quizás no sepamos cómo enojarnos en el espíritu. Supongamos que un hermano me mira con cara larga; esto puede ofenderme y causar descontento en mí. Mi tristeza ciertamente está en mi parte emotiva. Entonces supongamos que él me reprende un poco y eso causa que me enoje con él. Mi enojo también proviene de mi parte emotiva. Entonces, supongamos que más adelante yo veo una debilidad en este hermano, y en cierto sentido, me siento algo contento al ver el defecto del hermano, puesto que él me reprendió, me ofendió y causó que me enojara con él. El gusto que me dio el defecto en este hermano también surge de mis emociones. Todos estos sentimientos, mi tristeza, mi enojo y mi descontento provienen de mi parte emotiva. Por otra parte, supongamos que me usted me causa tristeza e incluso me reprende. Sin embargo, cuando le veo como un querido hermano en una situación donde ha fracasado, en lo más profundo de mi espíritu realmente siento lástima por usted. Tal sentimiento debe ser de mi espíritu. A pesar de que me ha ofendido, me duele profundamente ver su debilidad. Existe una gran diferencia entre los sentimientos en la parte emotiva y los sentimientos en el espíritu.

  Muchas veces en la vida de iglesia, nuestros sentimientos son los que tenemos en la parte emotiva y no en el espíritu. Cuando algo corresponde con lo que a nosotros nos gusta tenemos cierto sentimiento en nuestra parte emotiva y abandonamos a nuestro espíritu. Incluso cuando vamos a la reunión pareciera que dejáramos nuestro espíritu en casa. Estamos presentes en la reunión, pero todos nuestros sentimientos están en la parte emotiva y no en el espíritu. Todos tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu hasta el grado de saber cómo ser provocados en el espíritu y enojarnos en nuestro espíritu. Nunca nos ofenderemos si aprendemos a permanecer en nuestro espíritu. No debemos enojarnos excepto cuando este enojo provenga del ejercicio del espíritu.

  Si ustedes son personas que siempre están en su parte emotiva serán ofendidos por otros en todo tipo de situaciones. A veces yo ofendo a las personas por no hablarles, y a veces las ofendo simplemente por hablarles. Finalmente no sé si hablar o no hablar, puesto que los demás se ofenden tan fácilmente. Es muy fácil ofender a cualquiera que está en la parte emotiva. Si por naturaleza ustedes están en gran medida en la parte emotiva, se ofenderán muy fácilmente. Sin embargo, les digo a los hermanos, e incluso con más énfasis a las hermanas, que si están en su espíritu nadie podrá ofenderlos jamás. Incluso si alguien les reprende, en lugar de ofenderse, alabarán al Señor y lo recibirán como algo para su beneficio, algo que ha sido medido para ustedes por el Dios que está en el trono.

Ejercitar el espíritu para poner fin a los chismes

  En cualquier sociedad humana, y también en la iglesia, es muy fácil chismear. Cuando un chisme se propaga, siempre cambia un poco; se omite algo o se añade algo. Esto siempre sucede cuando se propaga un rumor. Por ejemplo, una persona le dice a otra que algo probablemente sucederá pronto. La segunda persona repite la historia pero omite la palabra probablemente. La tercera persona repite la misma historia, pero como si ya hubiera ocurrido.

  El chisme, los rumores y tergiversar las palabras son medios que propagan muerte. Incluso entre los hermanos y hermanas se puede presentar esta clase de problemas. Como un ejemplo de tergiversar palabras que propagan muerte, quisiera relatarles que en algunas reuniones les dije a las personas que orar en el nombre del Señor debería ser una realidad y no una formalidad. Simplemente añadir las palabras: “En el nombre del Señor Jesús” al final de una oración puede ser una formalidad. Mis palabras fueron tergiversadas, y más tarde me acusaron por escrito de haber dicho que no había necesidad de orar en el nombre del Señor Jesús. Nunca les dije a las personas que no había necesidad de orar en el nombre del Señor Jesús, pero sí les dije que no hicieran de esto una formalidad. De hecho, yo mismo muchas veces digo en mi oración: “En el precioso nombre del Señor”. Éste es un ejemplo de cómo los rumores tergiversan las palabras y propagan muerte.

  Si aprendemos a estar en nuestro espíritu, estaremos alerta contra los rumores que propagan muerte. Durante muchos años de experiencia y sufrimiento he aprendido un secreto para evitar estas situaciones: no me gusta comunicar las palabras de una persona a otra. Más bien, he aprendido a aconsejarles a los hermanos y hermanas que escriban sus mensajes y los envíen por correo en lugar de depender de mí para comunicar el mensaje. No me considero confiable, puesto que es fácil que se me olvide e incluso si me acuerdo, quizás omita algo, o incluso puede ser que añada algo a sus palabras. Esto perjudicaría su mensaje. Si nunca pasamos las palabras de una persona a otra evitaremos este tipo de sufrimiento en la vida de iglesia.

  Si estamos en el espíritu, muchas cosas llegarían a su fin. Nunca habría mortandad o situaciones de muerte en la vida de iglesia producidas por los chismes. En la vida natural nos gusta conocer las cosas y los asuntos de otros y como resultado hay chisme. Si estamos en el espíritu, seríamos tan sencillos. No nos interesaría saber cosas de los demás, y el chisme llegaría a su fin. Preferiríamos no saber nada acerca de los demás a menos que fuera necesario debido a la carga que el Señor nos dio por ellos.

Las riquezas divinas en el espíritu mezclado

  Debemos dedicar tiempo a leer y orar-leer todos los versículos referentes a la manera en que el apóstol Pablo servía a Dios en su espíritu. Antes Pablo había sido una persona celosa en su servicio al Dios de sus antepasados, pero era celoso en sus emociones naturales. Ahora ya no es celoso en sus emociones naturales, sino que es ferviente en su espíritu regenerado y tiene carga en su espíritu.

  Hechos 19:21 dice que “Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén”, y Hechos 20:22 dice que él iba a Jerusalén “ligado en espíritu”. Algunas versiones de la Biblia escriben la palabra espíritu con mayúscula en estos dos versículos, puesto que en el griego aparece con el articulo definido: el Espíritu. Es muy difícil determinar si el espíritu mencionado en Hechos 19:21 y 20:22 es el Espíritu Santo o si es el espíritu humano de Pablo, puesto que en aquel entonces el Espíritu Santo era un solo espíritu con el de Pablo. El apóstol Pablo era una persona que tenía un espíritu mezclado. Según 1 Corintios 6:17: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. ¿Quién puede decir si este espíritu es humano o divino?

  Necesitamos ver que todo lo que el Padre es, está ahora en el Hijo, y todo lo que el Hijo ha obtenido, logrado y realizado, con todo lo que el Padre es, se halla ahora en el Espíritu Santo (Jn. 16:14-15), y el Espíritu Santo, que es la electricidad celestial, ha sido instalado en nuestro espíritu. ¡Esto es estupendo, es algo muy maravilloso! Estamos unidos al Señor quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, somos un solo Espíritu con Él (1 Co. 6:17). Siempre que ejercitemos nuestro espíritu, incluso un poco, el Espíritu divino y todo-inclusivo con toda la plenitud y las riquezas de la Trinidad de la Deidad, se mueve inmediatamente dentro de nuestro espíritu. Todo lo que está incluido en esta electricidad celestial se mueve y opera en nosotros. No es algo insignificante prender el interruptor. Cuando encendemos el interruptor, obtenemos todos los elementos de la electricidad. Si ejercitamos nuestro espíritu, todas las riquezas, toda la plenitud de la Trinidad de la Deidad—el Padre, el Hijo y el Espíritu— están disponibles a nosotros.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU PARA EL CUERPO DE CRISTO

  Hemos visto claramente que el Cuerpo de Cristo está absolutamente en el Espíritu Santo y que el Espíritu Santo está absolutamente en nuestro espíritu. Por tanto, el Cuerpo de Cristo es un asunto totalmente en nuestro espíritu. El libro de Efesios confirma esto. Efesios 1 nos dice que sólo podemos ver la iglesia en nuestro espíritu (vs. 17-23). Efesios 2 nos dice que la edificación de la iglesia, el Cuerpo, tanto universal como localmente, es en nuestro espíritu (vs. 20-22). Después el capítulo 3 nos dice que tenemos que ser fortalecidos en nuestro hombre interior, el espíritu humano regenerado (v. 16). El capítulo 4 nos dice que somos renovados en el espíritu de nuestra mente (v. 23), y el capítulo 5, que tenemos que ser llenos en nuestro espíritu humano hasta la medida de la plenitud de Dios (v. 18, con 3:19). Por último, el capítulo 6 nos dice que tenemos que orar como la iglesia, como el Cuerpo, en el espíritu (v. 18). En todos estos versículos, podemos ver que el Cuerpo es algo que es completamente en nuestro espíritu.

  Siempre que nos volvemos a nuestro espíritu y ejercitamos nuestro espíritu, tocamos el Cuerpo, puesto que el Cuerpo está en nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu y tocamos el Cuerpo, no sólo obtenemos poder, sino también la autoridad, debido a que el Cuerpo se identifica con la Cabeza que está en el trono, con el señorío, con la posición como cabeza y el reinado. La autoridad de la Cabeza se halla en el Cuerpo. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, tocamos el Cuerpo, y cuando tocamos el Cuerpo, estamos en la autoridad de la Cabeza. Al realizar cualquier negocio se necesita trabajar con cierto capital. Podríamos decir que la autoridad de la Cabeza es el capital para nuestro servicio. El capital que necesitamos para servir es la autoridad de la Cabeza, y la manera de tocar esta autoridad es por el ejercicio de nuestro espíritu. Tocamos el poder de la electricidad al encender el interruptor. De la misma manera, tocamos la autoridad de la Cabeza cuando ejercitamos nuestro espíritu. Esto no es un asunto insignificante.

  Muchos queridos santos son débiles puesto que dañan su espíritu. Entonces, en la práctica, se encuentran fuera de la realidad del Cuerpo. Cuando estamos fuera de la realidad del Cuerpo, somos impotentes, carecemos de poder porque hemos perdido la conexión práctica con el Cuerpo. Nuestro espíritu puede ser dañado por un poquito de chisme, una pequeña murmuración o un pequeño descontento. Incluso un pedazo de papel muy delgado que se mete entre los cables del interruptor puede cortar la corriente eléctrica. Cuando esto ocurre, se pierde el poder. Alguna murmuración, algún chisme o estar un poco descontentos con ciertos hermanos es suficiente para cortarnos del fluir de la electricidad divina.

  Quizás pensemos que un chisme o alguna crítica de otros no tiene importancia. Pero tal como un pedazo de papel muy delgado puede cortar la corriente eléctrica, un solo chisme o crítica es suficiente para sacarnos del espíritu, y por tanto, sacarnos de la realidad del Cuerpo. Por experiencia, conozco muy bien que un asunto muy pequeño en mi espíritu puede desconectarme del fluir de la electricidad celestial. Entonces mi experiencia del poder y de la autoridad se acaba, se termina por completo. Ya no hay poder ni autoridad, puesto que el poder y la autoridad de la Cabeza están en el Cuerpo y no en mí de forma individual, y el Cuerpo es un asunto totalmente en el espíritu. Por tanto, todo el tiempo necesitamos mantenernos en nuestro espíritu conectado al Espíritu Santo. Entonces no sólo tendremos el poder, sino también la autoridad de la Cabeza. Cuando nos volvemos al espíritu, entramos en la realidad del Cuerpo, y en el Cuerpo somos vigorizados y autorizados por la Cabeza.

Ministrar a Cristo a los demás al ejercitar el espíritu

  El propósito principal del servicio espiritual consiste en ministrar vida a los demás, ministrar a Cristo a los demás. Este Cristo está en nuestro espíritu como vida. Si no sabemos cómo ejercitar nuestro espíritu, cómo aplicar nuestro espíritu, nos resultará imposible ministrar a Cristo como vida a los demás. Quizás no ministremos vida, sino que ministremos conocimiento, enseñanzas teóricas, puesto que no sabemos cómo ejercitar nuestro espíritu y debido a que no estamos en nuestro espíritu. En esa clase de ministerio no hay vida y no se ministra al Cristo viviente.

Demostración del Espíritu

  En 1 Corintios 2:4 Pablo dice que, cuando fue a los corintios, él no usó palabras atractivas y persuasivas, sino que fue a ellos con demostración de su espíritu. “Ni mi palabra ni mi proclamación fue con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”. Las palabras persuasivas de sabiduría provienen de la mente humana y salen de la boca; la demostración del Espíritu procede del espíritu humano. Las palabras de Pablo procedían de su espíritu con la liberación del Espíritu y por tanto con poder. Quizás los corintios pensaban que Pablo era un insensato, pero ahí estaba la demostración del Espíritu. Donde está la demostración del Espíritu, allí también está el poder. No se trata de hablar con palabras persuasivas de sabiduría mediante el ejercicio de nuestra mente, sino de ejercitar nuestro espíritu para liberar a Cristo como vida y ministrarlo a otros.

  En la reuniones de la iglesia, todos debemos actuar con la demostración del Espíritu. No nos debe importar hablar con elocuencia. Todos tenemos que demostrar nuestro espíritu. En vez de elocuencia, necesitamos expresión. La expresión es diferente de la elocuencia. La elocuencia es algo natural. Algunas personas nacen con elocuencia y otras carecen de elocuencia y son torpes al hablar. Sin embargo, es posible que sepan como demostrar el Espíritu y tener la expresión adecuada. La expresión procede del espíritu.

  Nuestra única necesidad es aprender a ejercitar nuestro espíritu humano. Cristo ha logrado todo, ha obtenido todo y ha alcanzado la posición de ser Cabeza. Todo está terminado, todo está listo, y gracias a Él todo ha sido instalado en nosotros. Por mi propia experiencia, puedo decirles que lo necesario es aprender a ejercitar nuestro espíritu.

El bautismo del Espíritu Santo sobre el Cuerpo

  Hoy muchos cristianos que hablan del bautismo del Espíritu Santo. Por más de cuarenta años he prestado atención a este asunto en diferentes grupos de creyentes que intentaban de diferentes maneras experimentar el bautismo del Espíritu Santo. Ahora puedo darles las buenas noticias que el bautismo del Espíritu Santo ya se ha llevado a cabo completamente sobre el Cuerpo, de la misma manera que la crucifixión de Cristo ya ha sido realizada. Al final de la crucifixión el Señor Jesús dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). Para llevar a cabo la redención, la crucifixión ya ha sido consumada. Por tanto, la redención hoy es un hecho consumado. No hay necesidad de que hagamos algo o de que Él haga algo. Simplemente necesitamos recibirla. El bautismo del Espíritu Santo sigue el mismo principio. La Cabeza ascendida ha bautizado a toda la iglesia, Su Cuerpo, en el Espíritu Santo (1 Co. 12:13). Este bautismo es un hecho consumado y se ha realizado sobre el Cuerpo.

  En el Día de Pentecostés la Cabeza bautizó la parte judía de Su Cuerpo directamente introduciéndola en Sí mismo (Hch. 2:4). Después, en la casa de Cornelio, la Cabeza ascendida bautizó la parte gentil de Su Cuerpo introduciéndola en Sí mismo (10:44-47). Puesto que la Cabeza bautizó al Cuerpo directamente en estas dos ocasiones no hubo imposición de manos. Por medio de estos dos pasos, con estas dos secciones del bautismo que Él realizó, la Cabeza ascendida ya ha llevado a cabo el bautismo del Espíritu Santo sobre el Cuerpo. De ese momento en adelante, todos aquellos que son salvos y se unen al Cuerpo disfrutan del bautismo sobre el Cuerpo. En algunos casos en particular existe la necesidad de la imposición de manos, como en Hechos 8:14-17; 9:17; y 19:2-7. Imponer las manos sobre alguien significa representar al Cuerpo y aceptar al nuevo miembro para transmitirle lo que está sobre el Cuerpo. Como hemos visto, el Cuerpo está en nuestro espíritu. Por tanto, siempre que nos volvemos a nuestro espíritu, tenemos derecho a reclamar el bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es nuestro. Lo único que todos necesitamos aprender es a ejercitar nuestro espíritu.

Una vida flexible en el espíritu

  Hemos cubierto dos aspectos principales del ejercicio del espíritu. Número uno, que para tocar el Cuerpo y tener la autoridad en el Cuerpo, necesitamos volvernos al espíritu. Después, número dos, que para ministrar a Cristo como vida a otros necesitamos volvernos al espíritu. Este último punto requiere más ejemplos. Supongamos que tengo la carga de visitar a cierto hermano. Como norma general, antes de ir oraría y consideraría qué iba a hacer y qué le iba a decir. Entonces llevaría a cabo lo que había decidido. Pero digo enfáticamente que esto es incorrecto. Con el tiempo aprendí la lección de orar solamente: “Señor, voy a visitar a mi hermano. Señor, Tú ven conmigo. No sé qué decir, pero Tú sabes”. Muchas veces en el pasado decidí decirle algo a un hermano, pero cuando me encontré con él, había algo diferente en mi espíritu. Si hubiera llevado a cabo lo que había decidido, habría estado en la mente y no en el espíritu. No debemos hacer esto. Debemos estar abiertos a que el Señor nos guíe y ser flexibles hacia Él. Muchas veces antes de ir a ver a un hermano, tenía la carga de decir algo, pero cuando llegó el momento no dije nada. Simplemente estaba allí, eso es todo. El hermano me preguntaba por qué había venido y le decía que simplemente había venido para estar allí con él. Finalmente, esto acabó siendo la mejor manera. Todos necesitamos aprender a estar en el espíritu. A veces tuve que cambiar lo que iba a decir a la mitad de la oración. Después de haber enunciado el sujeto, tuve que cambiar el predicado en lugar de lo que había planeado. Sin ese cambio, hubiera causado daño, pero con el cambio se produjo algo de provecho en lugar de daño. Todos tenemos que aprender a estar vivientes en nuestro espíritu, a ser flexibles en el espíritu, sin haber decidido nada, sin tener nada establecido, nada predeterminado. Ésta es una lección que tenemos que aprender. Si ejercitamos nuestro espíritu, estamos en el Cuerpo, tenemos derecho, obtenemos la autoridad con el Cuerpo y tenemos algo de Cristo que ministrar a los demás como vida, puesto que estamos en el espíritu con Él. Él es el Espíritu vivificante y como tal está en nuestro espíritu. Si ejercitamos nuestro espíritu, Él se manifestará junto con el ejercicio de nuestro espíritu y eso sería vida que se ministra a los demás.

Ya no somos polvo para ser el alimento de la serpiente

  En el aspecto negativo, todos sabemos que en la Biblia Satanás, el maligno, es representado por una serpiente. En Génesis 3, Dios destinó a la serpiente a comer polvo. El polvo es la comida de la serpiente. Todos necesitamos darnos cuenta de que nuestra vida natural es una vida compuesta de polvo. Nuestra vida natural, nuestra vida del alma, está llena de polvo, es muy terrenal y sirve de comida para la serpiente, el diablo. Siempre que actuemos en el alma, calificamos para ser la comida de la serpiente. No deben pensar que un chisme es algo insignificante. Un solo chismecito nos convierte en buen alimento para la serpiente. En 1 Pedro 5:8 se nos dice que el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar sobre la tierra. Sin embargo, él no es tonto, por lo contrario, es muy astuto y es muy sutil. Él puede entrar en nosotros sin que nos demos cuenta de que lo ha hecho, tal como lo hacen los gérmenes, los cuales no podemos ver, entran en nosotros y nos causan enfermedad. Antes de que nos demos cuenta de que la serpiente está allí, él ya nos ha comido.

  La única manera de escaparse de ser devorado por la serpiente es volvernos a nuestro espíritu. Siempre que vivamos, nos comportemos, actuemos, nos movamos y hagamos cosas en el alma, somos aptos para que la serpiente nos coma. Ésta es la razón por la cual hay muchos miembros en el Cuerpo, pero sólo unos cuantos ejercen su función. Muchos son comida para la serpiente. ¡Los pequeños zorros son tan astutos, tan sutiles! Algunos hermanos y hermanas se ofenden porque alguien puso una cara larga. Otros se ofenden al escuchar algunas instrucciones o comunión que no es de su agrado. Entonces los que están ofendidos intentan justificarse al ir a éste y a aquél para afirmar que están en lo cierto y que los demás están equivocados. Quizás estén en lo correcto, pero en ello son comida para el enemigo. Una vez que nos involucremos tan solo un poco en este tipo de situación, experimentaremos muerte en nuestro interior.

  Por experiencia, hemos aprendido que el problema hoy en la práctica de la vida de iglesia radica completamente en nosotros. Si nos mantenemos en el espíritu todo el tiempo, nunca seríamos comida para alimentar a la serpiente. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. No importa si me ponen cara larga, no importa que tipo de instrucciones o comunión me den, debo estar en el espíritu. Mientras esté en el espíritu, ya no sirvo de alimento para la serpiente.

  Solamente las cosas terrenales, las cosas llenas de polvo, son comida para la serpiente. La vida carnal y la vida del alma son aptas para servir de comida para la serpiente. Por ello, en la vida de iglesia, no hay posibilidad de que vivamos en el espíritu y aun así haya críticas, autovindicación y auto-justificación. Todos sabemos que siempre que decimos algo a favor de nosotros mismos, siempre que vindicamos algo nuestro, se termina la experiencia del espíritu. Quizás tengamos razón según el árbol del conocimiento del bien y del mal, pero somos aptos para servir de comida para la serpiente. Propagamos muerte a los demás, y nosotros mismos somos absorbidos por el enemigo. Entonces estamos derrotados. Podemos ir a la reunión y participar del servicio, pero no habrá vida ni ministerio de vida. No habrá espíritu ni nada viviente. La vida no puede imitarse ni copiarse. Si nos ponemos de pie para hablar sin vida, los demás podrán detectar la muerte y el efecto de la muerte, puesto que no estamos en el espíritu, sino en el alma. La práctica de la vida de iglesia es algo que se lleva a cabo exclusivamente en el espíritu humano.

  Siempre y cuando estemos en el espíritu humano, estamos en el Cuerpo, tenemos la autoridad, no sólo el poder, sino también la autoridad en el Cuerpo y somos uno con Cristo para ministrarle como vida. También somos liberados de la sutileza de la pequeña serpiente, la cual nunca nos podrá comer y hacernos daño debido a que estamos en el espíritu.

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