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Mensajes del libro «Servir en el espíritu humano»
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CAPÍTULO SEIS

EL SERVICIO DEL SACERDOCIO

  Lectura bíblica: 1 P. 2:5, 9; Ro. 12:1-2, 4-6

  En la vida cristiana siempre existen dos aspectos, el aspecto de la vida y el aspecto del servicio. Somos hijos del Señor, como tales, necesitamos una vida espiritual apropiada y necesitamos el servicio espiritual apropiado. El servicio cristiano apropiado es un asunto de vida y se encuentra en el Cuerpo. Dicho servicio espiritual se presenta como el sacerdocio en 1 Pedro 2:5: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.

  El sacerdocio santo en este versículo es la casa espiritual. La casa espiritual que ha sido edificada con los santos juntos es el sacerdocio santo. La casa es el sacerdocio, y el sacerdocio es la casa. Éstos son dos aspectos de una sola cosa, dos aspectos de la edificación de los santos. Esta edificación es la casa de Dios y es el sacerdocio de Dios, no solamente sacerdotes, sino un sacerdocio.

  El versículo 9 continúa con el real sacerdocio: “Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable”. Este real sacerdocio es la casa espiritual. Estos tres asuntos son cruciales: la casa espiritual, el sacerdocio santo y el real sacerdocio. Por una parte, el sacerdocio es santo; por otra, el sacerdocio es real.

  Pablo trata con el asunto de la vida cristiana y el asunto del servicio cristiano en el libro de Romanos. El servicio se encuentra en Romanos 12. “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional. No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios; lo bueno, lo agradable y lo perfecto” (vs. 1-2). Muchos cuerpos son ofrecidos como un solo sacrificio único, no muchos sacrificios, sino un sacrificio con muchos cuerpos.

  La voluntad buena, agradable y perfecta de Dios continúa en el versículo 4: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y miembros cada uno en particular, los unos de los otros. Y teniendo dones que difieren según la gracia que nos es dada, si el de profecía, profeticemos conforme a la proporción de la fe; o si de servicio, seamos fieles en servir; o el que enseña, en la enseñanza”. Todo servicio cristiano se encuentra en el Cuerpo. Si se tiene al Cuerpo con la práctica del Cuerpo, la expresión del Cuerpo y la vida del Cuerpo, entonces se tiene también el servicio cristiano.

VIDA Y SERVICIO

  En este capítulo, estamos abordando el aspecto práctico de la vida cristiana, a saber, el servicio. Nosotros los cristianos siempre estamos relacionados con dos aspectos. El primer aspecto trata de la vida cristiana, un asunto de vida, y el segundo aspecto trata del servicio cristiano, un asunto de servicio. Como hijos del Señor que somos, por una parte necesitamos llevar una vida apropiada, una vida espiritual, y por otra necesitamos un servicio apropiado, un servicio espiritual.

  En Mateo 25 el Señor habló con dos parábolas, la parábola de las diez vírgenes, que tiene que ver con la vida cristiana, y la parábola de los talentos, la cual se relaciona con nuestro servicio. En cuanto a nuestra vida, debemos ser vírgenes con el testimonio de luz en la mano mientras dejamos este mundo para salir a encontrarnos con nuestro Novio. Ésta es nuestra vida, el aspecto de vida. Necesitamos el aceite y necesitamos el testimonio de luz. Necesitamos salir de este mundo, esperar la venida del Señor y salir a Su encuentro cuando Él venga. En esto consiste la vida cristiana.

  Inmediatamente después de esta parábola, el Señor nos habló con la parábola de los talentos, la cual tiene que ver con nuestro servicio. Debemos usar el talento, el don que el Señor nos ha dado, para negociar y obtener una ganancia para el Señor. Los hijos del Señor siempre están relacionados con estos dos aspectos, la vida y el servicio. Debemos crecer en vida con el aceite, con la luz, y al dejar este mundo para salir a Su encuentro cuando Él venga. También debemos usar de una manera apropiada lo que el Señor nos ha dado como don, como talento.

  En la Epístola a los Romanos, el apóstol Pablo cubre estos dos aspectos. En la mayor parte de este libro, el apóstol trata con el aspecto de la vida. Romanos nos describe la secuencia del andar cristiano, de la vida cristiana. En el principio, en los dos primeros capítulos y medio, se encuentra un pecador ante Dios. Después en los capítulos 3, 4, y la primera parte del capítulo 5, este pecador es justificado, perdonado, redimido, y salvado por medio de la redención de Cristo. Desde la segunda parte del capítulo 5 hasta el 8, esta persona redimida, justificada y perdonada anda en la vida nueva, en el Espíritu. Él se da cuenta que el viejo hombre ha muerto y que en el viejo hombre no hay nada bueno. El viejo hombre, la vieja naturaleza ha sido puesta en la cruz. Ahora el Espíritu Santo de Cristo, la corporificación de Cristo como nuestra vida, está viviendo dentro de nosotros. Debemos andar en pos de Él y andar en Él. De modo que esta misma persona que originalmente era un pecador es ahora un santo que anda en pos del Espíritu. Luego en el capítulo 12, muchos de los redimidos andan en el Espíritu y están concertados juntos en el Espíritu como un solo Cuerpo. Ellos son miembros de este Cuerpo único.

EL CRECIMIENTO EN VIDA

  Primero tenemos el aspecto de la vida, y después el aspecto del servicio. Primero resolvemos el aspecto de la vida, y después, con base en este hecho, tenemos el aspecto del servicio. Sin la vida y sin el crecimiento adecuado en vida, no podemos tener el servicio. Los niños pequeños pueden hacer muchas cosas, pero no pueden servir, debido a que simplemente no tienen el crecimiento en vida adecuado.

  Para servir al Señor se requiere que tengamos un crecimiento en vida adecuado. El servicio no se menciona en Romanos 6 y 7. No se menciona hasta el capítulo 12, donde vemos que los pecadores han sido redimidos, justificados, liberados de la vieja naturaleza y que andan en el Espíritu. Ellos tienen el verdadero crecimiento en vida. Ahora son los miembros prácticos del Cuerpo que ejercen sus funciones. El servicio cristiano es un resultado del crecimiento de vida.

  Si no tenemos vida, no podemos servir. Incluso si tenemos la vida, pero carecemos de crecimiento en vida, y somos jóvenes, como niños, aún como bebés, no podemos servir. El servicio requiere de vida y del crecimiento en vida, la madurez en vida. Es un asunto de la vida y es un asunto del crecimiento en vida. No podemos servir al Señor sin crecer en la vida del Señor. Esto es algo muy básico. Y por esto hemos estado recalcando el asunto de la vida con la expectativa en mente de llevar una vida de iglesia con el servicio. Sin crecimiento en vida, no existe posibilidad de que la iglesia sea edificada, y sin la edificación de la iglesia, no existe posibilidad de tener el servicio de la iglesia, el servicio cristiano.

EL SERVICIO EN EL CUERPO

  El servicio cristiano es un asunto de vida y en el Cuerpo. Es un asunto en el Cuerpo y un asunto del Cuerpo. No se puede servir al Señor como un cristiano individual. Para servir al Señor, es necesario darse cuenta de que servir al Señor es algo en el Cuerpo.

  Todo creyente es un miembro del Cuerpo, una parte del Cuerpo. Una persona individual no es el Cuerpo. Un miembro del Cuerpo no puede ejercer sus funciones sin el Cuerpo. Nuestra mano es buena, muy útil, pero si se corta del cuerpo, no sólo muere, sino que se vuelve fea, terrible e incluso aterradora. Quizás le guste darme la mano, pero si esta mano estuviera separada del cuerpo, sería terrible.

  Hoy muchos cristianos están apartados, separados de la realidad del Cuerpo. Pareciera que fueran miembros incorpóreos. Los miembros del cuerpo son hermosos siempre y cuando estén unidos al lugar que les corresponde en el cuerpo, pero en cualquier otro lugar, son terribles. Que triste es que muchos cristianos hoy son como orejas que han sido separadas y colocadas sobre los hombros. ¿Cómo pueden servir al Señor? ¿Cómo podemos nosotros servir al Señor sin ser edificados juntos como los miembros del Cuerpo? Es imposible.

  No estoy hablando de este asunto según el conocimiento o la doctrina. Por la misericordia del Señor, puedo testificarles por mi propia experiencia, que por muchos años simplemente he sido incapaz de servir al Señor sin el Cuerpo. Es imposible servir al Señor sin el Cuerpo, sin la vida de iglesia, sin la práctica de la iglesia.

  La vida del Cuerpo se encuentra en Romanos 12, y el servicio de la iglesia se halla en esta vida del Cuerpo con los miembros del Cuerpo, de la iglesia, que ejercen sus funciones y sirven. Este asunto está muy claro en la Palabra. Debemos examinarnos a nosotros mismos para comprobar si tenemos la realidad de la vida del Cuerpo. Si no la tenemos, somos santos que estamos deambulando. Si ustedes dicen que están en la realidad del Cuerpo, deben considerar seriamente dónde está el Cuerpo de forma práctica. Si podemos abandonar el servicio del Señor, no habría necesidad de hablar acerca del Cuerpo, acerca de la vida de iglesia. Pero si tenemos un corazón sincero de servir al Señor, tenemos que darnos cuenta de que el servicio se lleva a cabo en el Cuerpo.

EL SACERDOCIO Y EL CUERPO

  El servicio cristiano es el servicio de los sacerdotes. Sabemos que todos los creyentes son sacerdotes, y que la función, el deber, la responsabilidad de los sacerdotes es servir al Señor. El servicio de los sacerdotes en el Antiguo Testamento no se llevaba a cabo por sacerdotes individuales que servían al Señor. Todos los sacerdotes que sirven al Señor tienen que ser edificados juntos como un solo cuerpo. El servicio sacerdotal no es un servicio de personas individuales, sino el servicio de un cuerpo colectivo. Para servir al Señor, tenemos que ser edificados con otros como un cuerpo colectivo. Pedro nos dijo que seríamos el sacerdocio, después de haber sido edificados juntos como casa espiritual (1 P. 2:5).

EDIFICADOS Y COORDINADOS

  La palabra griega que se traduce “sacerdocio” es bastante difícil de traducir. Pero según la realidad espiritual, el sacerdocio es la edificación de los sacerdotes, la coordinación, la cooperación de todos los sacerdotes. Ningún sacerdote sirve de manera individual, sino que todos sirven en coordinación.

  Mientras estoy ministrando, todo mi cuerpo está sirviendo en coordinación. Mi boca no habla sin tener ninguna expresión en mis ojos o sin que mueva mis manos. Incluso la boca necesita a los pies, a las piernas y a todo el cuerpo como apoyo. La boca necesita las manos y los pies, y las manos y los pies necesitan la boca y los ojos. Éste es el cuerpo en coordinación, y éste es el principio básico del servicio cristiano.

  Muchos de nosotros estamos interesados por la predicación del evangelio. Si vamos a predicar el evangelio, necesitamos ser edificados. Primero necesitamos la coordinación. Cuando seamos edificados juntos como casa espiritual y tengamos la coordinación de los sacerdotes, entonces podremos predicar el evangelio.

  La primera vez que se predicó el evangelio fue en el Día de Pentecostés, cuando ciento veinte personas se edificaron y entraron en coordinación. Esas ciento veinte personas eran ciento veinte sacerdotes, que como un solo cuerpo actuaba en coordinación. Yo creo que ese día, cuando Pedro se levantó, no sólo era Pedro, ni tampoco Pedro con los otros once, sino realmente Pedro con los ciento veinte. Cuando Pedro les dijo a los judíos: “A este Jesús a quien vosotros crucificasteis”, estoy seguro que todos los ciento veinte dijeron: “¡Amén!”. “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis”. Otra vez dijeron: “¡Amén!”. No sólo era un miembro del Cuerpo, no era solamente la boca de Pedro la que hablaba, mientras que los demás dormían o charlaban, dejaron que el pobre Pedro hablara solo. No, el evangelio no se predicó de esa manera en aquel día. Más bien, predicaron el evangelio de una manera prevaleciente, en una coordinación de todos los santos, donde todos estaban coordinados como uno solo. Por tanto, su predicación fue poderosa y prevaleciente.

  Para que el evangelio se predique de manera prevaleciente, no se necesita tanto a los gigantes espirituales o a los evangelistas poderosos, sino al Cuerpo, un Cuerpo edificado bajo una coordinación. Grupos de personas serán conducidos al Señor por medio de la iglesia edificada. Si todos nosotros estuviéramos unidos en el Cuerpo y nos pusiéramos de pie juntos, incluso el más débil entre nosotros que está en la coordinación sería más fuerte que cualquiera que es fuerte por sí solo.

  Algunos están preocupados porque no tienen un don especial o porque no saben cómo servir al Señor. Esas cosas no son importantes. Siempre y cuando estemos en la realidad del Cuerpo, es maravilloso. Todos necesitamos ser edificados en el Cuerpo. Si llegamos a ser una casa edificada, entonces seremos un sacerdocio que lleva a cabo el servicio, un sacerdocio que sirve en coordinación. Esto es lo que necesitamos, a saber, una coordinación por medio de la edificación.

SACERDOTES SANTOS Y SACERDOTES REALES

  Por una parte somos el sacerdocio santo, y por otra el real sacerdocio. En el Antiguo Testamento existen dos tipos de órdenes sacerdotales: el orden de Aarón y el orden de Melquisedec. El orden de Aarón es el orden santo. Ser santo es estar apartado de las cosas comunes, de las cosas mundanas, para el Señor. El orden santo es un orden separado del mundo, de las cosas comunes, para que el Señor lo pueda usar. Para obtener el servicio de la iglesia, todos necesitamos ser juntamente edificados, y debemos ser personas apartadas, separadas del mundo, de las cosas comunes, del camino común. Estar apartado para Dios es ser santo para Dios. Ser santo simplemente significa ser santificado, y ser santificado simplemente significa estar apartado de las cosas comunes para las cosas divinas. Éste es el orden santo, el sacerdocio santo.

  El orden de Melquisedec es el orden real. Melquisedec era un rey y era un real sacerdote. Por una parte, somos los hijos de Aarón, los sacerdotes santos que están apartados del mundo para el Señor. Por otra parte, somos Melquisedec, los reales sacerdotes.

  Permítanme dar el siguiente ejemplo. Supongamos que la iglesia aquí va a predicar el evangelio. Antes que todo, tenemos que ser edificados juntos en un solo cuerpo; debemos ser formados como un ejército. Entonces todos tenemos que apartarnos del mundo para el Señor. Todos tenemos que ir ante el Señor y orar un tiempo, como los ciento veinte en Hechos quienes oraron por diez días. Ellos se apartaron de las cosas mundanas para el Señor y permanecieron con el Señor por diez días. Como consecuencia, todos fueron llenos con el Señor. En ese momento eran los sacerdotes santos. Después de aquellos diez días, cuando salieron a decirles a las personas que Jesús es el Señor, el Salvador, lo hicieron de una manera real. Cuando fueron ante el Señor, eran santos. Cuando salieron de la presencia del Señor con la autoridad celestial, eran reyes, eran reales.

  Cuando somos edificados juntos, apartados del mundo para el Señor y oramos ante el Señor, seremos los sacerdotes santos. Después de mucha oración, todos seremos llenos del Señor y llenos con el Señor de autoridad. Entonces salimos como reales sacerdotes, como reyes y sacerdotes con la autoridad celestial para decirles algo a las personas acerca del Señor. Cuando nosotros como Cuerpo vamos ante el Señor y permanecemos en Su presencia, somos los sacerdotes santos, los que están apartados, los que son santos delante de Dios. Después de orar y de recibir la carga del Señor y de ser equipados con la autoridad celestial, salimos de la presencia del Señor para ir a las personas y servirles, incluso ministrarles al Señor. En ese momento, somos los reales sacerdotes, los reyes y sacerdotes, los que somos celestiales con la autoridad celestial como reyes celestiales que ministran al Señor a los demás. Lo que procede de nosotros no es solamente la predicación de la palabra o del evangelio, sino la predicación del evangelio con la autoridad real y celestial.

  Los sacerdotes del orden de Aarón siempre le presentan a Dios las necesidades de las personas; ellos son santos. Pero un sacerdote del orden de Melquisedec presenta a los demás algo de Dios, para suministrar a otros. En esto consiste el real sacerdocio.

  Cuando abandonamos el mundo y vamos al Señor y oramos por los pecadores: “Señor, ten misericordia, acuérdate de ellos, sálvalos, rescátalos”, entonces somos los sacerdotes santos. Pero cuando salimos de la presencia del Señor después de mucha oración para ministrar algo del Señor como vida de una manera poderosa, con autoridad celestial, somos los reales sacerdotes.

TRES ASUNTOS VITALES

  Si queremos servir al Señor en el servicio de la iglesia, tenemos que prestar toda nuestra atención a estos tres asuntos. Primero, necesitamos ser edificados como un Cuerpo. No podemos tener ningún servicio fuera de la vida de iglesia, fuera del Cuerpo. Tenemos que ser edificados.

  En segundo lugar, cada uno de nosotros debe ejercitarse para poner a un lado todo lo que es mundano. Debemos separarnos de las cosas comunes y apartarnos para el Señor, a fin de aprender a permanecer en la presencia del Señor y a orar trayéndole al Señor las necesidades de las personas, las necesidades del mundo pecaminoso. Entonces seremos los sacerdotes santos.

  Después de ofrecer suficientes oraciones al Señor, salimos de Su presencia para ministrarlo al mundo con poder, como Salvador, la vida, el suministro de vida y la luz. En ese momento somos los reales sacerdotes.

  Es necesario tener coordinación, de ser apartados y tener autoridad celestial. Necesitamos la coordinación del Cuerpo, la separación de los sacerdotes santos del mundo para el Señor y la autoridad celestial de los reales sacerdotes. Entonces estaremos capacitados y tendremos el poder para ministrar al Señor a los demás como reales sacerdotes, como reyes y sacerdotes con la autoridad celestial. Para tener el verdadero servicio de la iglesia, estas tres cosas son básicas e incluso, vitales.

  Si usted siente la carga de ministrar algo a la iglesia, primero tiene que examinarse para comprobar si ha sido edificado en la realidad del Cuerpo y si está en la coordinación. Si no es así, sería como un miembro separado. Entonces, ¿como podría ejercer su función?

  Después necesita confirmar si está apartado para el Señor, y si ha pasado suficiente tiempo en la presencia del Señor para orar. Sin esto, no reuniría los requisitos para servir, puesto que no sería un sacerdote santo.

  Después comprueben el tercer punto: ¿tiene la autoridad, la autoridad celestial? ¿Tiene algo que el Señor realmente le ha encomendado? Si es así entonces su ministerio al pueblo del Señor no será solamente con palabras, sino con autoridad. Todo lo que diga y cada vez que lo diga, tendrá peso. El mensaje, las palabras, el ministerio tendrán peso debido a que la autoridad celestial del real sacerdote está presente.

  La coordinación, la separación y la autoridad: estos tres son los requisitos, el equipo que necesitamos para ministrar. No se trata simplemente de saber algo o de tener la carga de hacer algo. Necesitan confirmar que han sido edificados en la realidad del Cuerpo, que están en la coordinación del sacerdocio. Esto es algo vital. Nunca podrán mantenerse firmes por sí mismos contra las fuerzas malignas de las tinieblas. Los poderes malignos, los espíritus malignos saben donde se encuentran ustedes.

  En Hechos 19:13-16 los siete hijos de Esceva intentaron echar fuera a los espíritus malignos usando el nombre del Jesús que predicaba Pablo. Sin embargo, el espíritu maligno les dijo: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”. El nombre de Jesús en boca de Pablo es poderoso, pero quizás no lo sea en nuestra boca. Pablo estaba coordinado, edificado con los santos. Él estaba en la coordinación del sacerdocio, y tenía la separación y la autoridad.

  Incluso para orar en la reunión de oración o en la mesa del Señor, se necesitan estos tres asuntos básicos: la coordinación, la separación y la autoridad. Si estamos en coordinación con los santos, apartados del mundo para el Señor, y somos uno con la autoridad celestial, cuando oramos algo corto, los demás detectarán el dominio, el poder y la realidad en la oración. De otra manera oramos con palabras vanas, sin peso, sin poder y sin la autoridad que respalde nuestras palabras.

  El verdadero servicio, el servicio prevaleciente no depende del conocimiento, de la habilidad, elocuencia, o de los llamados dones. Aunque estos asuntos se llevan a cabo en el servicio del Señor, no son básicos. Los asuntos básicos son tres: la coordinación, la separación y la autoridad.

  Si está dispuesto a ser edificado con los demás, simplemente debe perderse, piérdase en la edificación de la iglesia. Cuando abandonamos el yo para llevar a cabo la edificación de la iglesia, estamos en la coordinación. Entonces, con los santos nos apartamos del mundo para el Señor, y tenemos la autoridad de los cielos. Ésta es la manera de llevar a cabo el servicio de la iglesia de forma poderosa y prevaleciente.

  Pedro sólo era un pescador inculto. Antes del Día de Pentecostés yo dudo que Pedro tuviera algún don. Pero en el Día de Pentecostés, Pedro era uno que estaba en la coordinación y estaba unido a la separación y a la autoridad celestial. ¡Qué poderoso era! Él habló algo corto, con oraciones cortas, sin mucho conocimiento, pero sus palabras estaban llenas de poder. Él tenía la coordinación, la separación y la autoridad. Él estaba en la coordinación, era uno de los sacerdotes santos y era uno de los reales sacerdotes.

  Cuando esas ciento veinte personas permanecieron en la presencia del Señor por diez días, todas ellas eran los sacerdotes santos. Cuando llegó el Día de Pentecostés, todos salieron a hablar con las personas para satisfacer sus necesidades con el suministro celestial. Puesto que eran reales sacerdotes, incluso el poder más elevado en la tierra les temía debido a su autoridad. Ellos tenían el poder celestial con la autoridad celestial.

  Ésta es la manera de servir en la iglesia. Hasta que no nos ocupemos de estos tres asuntos básicos —la coordinación, la separación verdadera y la autoridad celestial— simplemente no estaremos listos para empezar ningún servicio en nuestra localidad. Necesitamos la edificación, necesitamos la coordinación, necesitamos la separación y necesitamos la autoridad celestial. Necesitamos la realidad del Cuerpo, necesitamos el sacerdocio santo y necesitamos el real sacerdocio. Cuando un grupo de santos son juntamente edificados como Cuerpo en coordinación con la separación y la autoridad celestial, entonces comenzará el verdadero servicio de la iglesia.

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