
Lectura bíblica: Ef. 1:23; Gá. 3:27-28; Ro. 12:5; 1 Co. 12:12; Hch. 9:4-5; 1 Co. 1:13a
En este mensaje hablaremos directamente acerca del Cuerpo. La primera pregunta que debemos hacernos es ésta: “¿Qué es el Cuerpo?”. Tal vez digamos que sólo existe un versículo en todo el Nuevo Testamento que nos dice qué es el Cuerpo y ése es Efesios 1:23: “La cual [la iglesia] es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. La frase la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo es muy difícil de entender y explicar. Por supuesto, todos sabemos que Aquel que todo lo llena en todo se refiere al Cristo ilimitado. La palabra todo aparece aquí dos veces, de forma sucesiva; la primera mención se refiere al hecho de que Cristo lo llena todo y la segunda al hecho de que Cristo está en todo. La palabra todo abarca en un sentido general a todas las personas, todos los asuntos y todas las cosas, e incluye a cada persona, cada asunto y cada cosa, por separado. En griego, la palabra traducida “todo” es pan, la cual abarca las personas, los asuntos y las cosas. No está mal traducir que Cristo es “Aquel que todo lo llena en todo”, pero el significado de esto es muy amplio. Después de estudiar esta frase por muchísimos años, aún no consigo entenderla. Según su significado, la palabra todo es la traducción correcta, pero según el uso, es muy difícil de entender.
Algunos han traducido este versículo de esta manera: “La plenitud de Aquel que llena todas las personas en todas las personas”. Esta traducción también es correcta, y resulta más fácil de explicar y aplicar. Cristo es ciertamente Aquel que llena a todas las personas y está en todas las personas. Todas las personas no se refiere a los que aún no son salvos, sino más bien a los que pertenecen a Él. Esto es semejante a lo que dice Colosenses 3:11: “Donde no hay griego ni judío, [...] sino que Cristo es el todo, y en todos”. La palabra todos aquí es equivalente a la palabra todo en Efesios 1:23. Por consiguiente, la traducción de esta palabra requiere mucha atención. Por ahora no deseo usar la palabra todo en su sentido más amplio porque es muy difícil de definir de una manera precisa. Yo prefiero usar la definición en un sentido más restringido y por lo tanto explicarla refiriéndome sólo a todos los hombres, o sea, a todos nosotros.
La iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que llena todos los hombres en todos los hombres. Todos los que hemos sido salvos, quienes somos miembros de Cristo, somos “todos los hombres” mencionados aquí. Cristo está en todos nosotros, y Él nos llena a cada uno. Por consiguiente, ¿qué es la iglesia? La iglesia es el Cuerpo de Cristo. ¿Qué es el Cuerpo? Es la plenitud que resulta cuando las riquezas de Cristo nos llenan interiormente. En palabras sencillas, el Cuerpo es la plenitud de Cristo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y este Cuerpo es Su plenitud. Por lo tanto, es muy significativo decir que el Cuerpo es la plenitud.
Supongamos que aquí tenemos a un hermano muy fuerte y fornido pero sin su cuerpo, y que su cabeza está suspendida en el aire. Aunque su cabeza es muy grande, él carece de un cuerpo. ¿Lo considerarían ustedes una persona llena o plena? Él no es una persona llena ni plena, sino más bien una persona deplorable y vacía. Es preciso que entendamos que la plenitud de una persona se refiere a su cuerpo, no a su cabeza. El cuerpo de una persona es su plenitud. El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo. No olviden que Efesios 1:23 dice: “[La iglesia] es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. En resumen, el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo. ¿Y dónde está este Cristo? Este Cristo es Aquel que llena a todos los santos y está en todos los santos. El resultado de este llenar es Su Cuerpo.
Ahora queremos proseguir para ver qué es lo que da origen a la plenitud. Cuando un hermano nace, él simplemente es un pequeño bebé que no está muy lleno o pleno. ¿Cómo entonces llega a ser una persona tan llena o plena? Por medio del comer. Él come pollo, carne de res, pan y otros alimentos por muchos meses y muchos años. De este modo, toda la comida, todas estas riquezas, son asimiladas en su cuerpo y son el elemento constitutivo en su organismo hasta convertirse en su plenitud.
En los pasados diecisiete o dieciocho años he dicho repetidas veces que los capítulos 1 y 4 de Efesios mencionan la plenitud, mientras que el capítulo 3 nos habla de las riquezas de Cristo. ¿Cuál es la diferencia entre las riquezas de Cristo y la plenitud de Cristo? Recuerden que si pusiéramos aquí un montón de alimentos, no los llamaríamos plenitud, sino riquezas. Sin embargo, una vez que usted ingiere poco a poco todas estas riquezas, y las digiere, ellas llegan a ser sus células y los elementos de su cuerpo. De este modo, su cuerpo llega a estar constituido de lo que usted ha comido y digerido. Así que, su cuerpo con esta clase de constitución es la plenitud. Después de que las riquezas son digeridas y se forjan en la constitución hasta formar un cuerpo, ellas llegan a ser la plenitud del cuerpo. Las riquezas de Cristo son ilimitadas, inconmensurables e inescrutables; sin embargo, usted aún tiene que comer y asimilar dichas riquezas. Cuanto más usted coma de Cristo y más asimile a Cristo, más tendrá del elemento de la plenitud. Creo que ahora todos ustedes entienden claramente lo que es la plenitud de Cristo. La plenitud de Cristo es el Cristo que usted experimenta, que usted asimila y que se ha constituido en su ser hasta llegar a ser su elemento; esto es la plenitud, la cual es el Cuerpo de Cristo.
Alguien podría decir: “Puesto que soy un creyente, soy un miembro de Cristo”. En un sentido general es cierto. Sin embargo, hablando con propiedad, usted, como un hombre natural, no es un miembro de Cristo. Es sólo cuando la vida de Cristo, la naturaleza de Cristo y el todo de Cristo entra en su ser para regenerarlo y reconstituirlo, que usted llega a ser un miembro de Cristo. Originalmente, usted era completamente una persona natural y no era en absoluto un miembro de Cristo. A fin de ser un miembro de Cristo usted necesita ser reconstituido. ¿Cómo puede ser reconstituido? Cristo tiene que entrar en usted para regenerarlo, y luego continuar entrando en usted, impartiendo Su elemento en usted, a fin de forjarse en su constitución. Como resultado, todo su ser, por dentro y por fuera, pasará por un proceso de completa reconstitución, de tal modo que usted dejará de ser lo que era originalmente, y vendrá a ser una persona regenerada y transformada. Únicamente esta persona regenerada y transformada podrá ser un miembro de Cristo.
El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, y la plenitud de Cristo se produce cuando las riquezas de Cristo que hemos disfrutado son constituidas en nuestro ser. En ese momento Sus riquezas dejan de ser objetivas y llegan a ser subjetivas para nosotros. Las riquezas objetivas se convierten en la plenitud subjetiva; éste es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo es esta plenitud. Por lo tanto, Colosenses 3 y Gálatas 3 dicen que en este Cuerpo no hay judío ni griego.
Supongamos que aquí hay un judío, y también un griego, un gentil. El judío nació judío y el griego nació griego; pero puesto que los dos han creído en el Señor Jesús, sus pecados han sido perdonados, y ahora son salvos. Sin embargo, la persona que ellos eran originalmente como judío o griego sigue intacta, de modo que el uno sigue siendo judío y el otro sigue siendo griego. Cuando ellos se reúnen, ¿podríamos decir que no hay judío ni griego? No, no podríamos decir esto porque tanto el judío como el griego siguen allí presentes.
Cuando aún era joven, leí Colosenses 3 y Gálatas 3, que dicen que no hay judío ni griego, y me dije a mí mismo: “¿Cómo puede ser esto? Yo soy un chino que ha creído en Jesús, y he sido salvo por cuatro o cinco años; ¿cómo podría decir que no soy chino? ¡Ciertamente sigo siendo chino!”. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo y comprendiendo que cada uno de los que hemos sido salvos tenemos un estatus doble: un estatus externo que es nuestro estatus viejo y el estatus interno que es nuestro estatus nuevo. Según nuestro estatus externo, algunos de nosotros somos chinos, alemanes, británicos, estadounidenses e incluso hay algunos que son judíos. En nuestro hombre natural definitivamente somos estas clases de personas. Si al reunirnos todos seguimos viviendo en nuestro hombre natural, ¿podríamos acaso afirmar que éste es el Cuerpo de Cristo? Por supuesto que no, porque en el Cuerpo de Cristo no hay judío ni griego.
Hoy en día debemos conocer la revelación de Dios a tal grado que veamos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y que este Cuerpo no es nuestro hombre natural. Nuestro hombre natural no es un constituyente de este Cuerpo. Gálatas 3:28 incluso dice que no hay ni varón ni mujer. Yo no escribí estas palabras; fue Pablo quien las escribió y son las palabras de la Biblia. Gálatas 3:27 dice: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Esta oración no es tan sencilla. El bautismo primeramente significa ser sepultados, y luego ser resucitados. Ser sepultados significa despojarnos de algo, mientras que ser resucitados significa vestirnos de algo. ¿De qué nos despojamos cuando somos sepultados? Nos despojamos de nuestro hombre natural: el judío y el griego, el libre y el esclavo, el varón y la mujer. La persona que usted antes era fue sepultada en su bautismo. Ahora quisiera preguntarle: “¿Fue usted verdaderamente sepultado?”. Si realmente lo fue, entonces debe dejar su persona anterior en la tumba. En esto consiste despojarse. Éste es el primer aspecto del significado del bautismo. El segundo aspecto de su significado es la resurrección, que consiste en vestirnos de algo. ¿De qué nos vestimos? Nos vestimos de Cristo. En el idioma griego, vestirnos de Cristo es ser revestidos de Él. Nosotros, los que fuimos bautizados en Cristo, de Cristo estamos revestidos. Nos despojamos del hombre natural y lo dejamos sepultado en la tumba. Luego nos vestimos de algo nuevo, que es Cristo. En este Cristo, de quien nos hemos vestido, no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos hemos llegado a ser una sola entidad. Ésta es la iglesia, y éste es el Cuerpo.
La condición de la mayoría de los cristianos hoy es muy diferente a lo que acabamos de describir. En lugar de estar en esta unidad, ellos están en muchas otras cosas. Sin embargo, hoy en el recobro del Señor, todos debemos ver que podemos prescindir de todo lo demás, salvo de esta unidad, que es Cristo mismo. Hemos visto claramente que el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, la cual a su vez es el resultado de nuestro disfrute de las riquezas de Cristo. Por lo tanto, la plenitud es el Cristo que disfrutamos y asimilamos, quien es constituido en nosotros hasta ser nuestro elemento. Esta plenitud es completamente algo subjetivo para nosotros. Podríamos decir que las riquezas de Cristo son objetivas y están fuera de nosotros, pero que la plenitud de Cristo es completamente algo subjetivo para nosotros y está presente en el elemento de todo nuestro ser. Esto significa que cuando somos el Cuerpo de Cristo, ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros, como dice Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Cuando permitimos que Cristo viva en nosotros, en ese momento nosotros nos hemos vestido de Él y nos hemos despojado de nuestro viejo hombre, de nuestro hombre natural. Nos hemos vestido de Cristo mismo. En este Cristo todos somos uno. Es en este Cristo que todos somos Su Cuerpo, Su plenitud. Es en esta “unidad”, en esta plenitud, que no existe el hombre natural: no hay chino, no hay extranjero, no hay honanense, no hay hopeinense, no hay varón ni tampoco mujer. En esta plenitud Cristo lo es todo.
El recobro del Señor hoy principalmente consiste en recobrar la unidad del Cuerpo. No consiste en recobrar cierta verdad ni cierta doctrina, sino que el recobro del Señor hoy es el recobro de esta unidad en Cristo. Por lo tanto, si vemos esta visión, esta revelación, no disputaremos acerca de nada. Usted no dirá que no está de acuerdo con la práctica del lavamiento de los pies, ni yo diré que estoy en desacuerdo con la práctica de cubrirse la cabeza. Estos dos temas perderán relevancia. Es preciso que veamos que ambos fuimos bautizados en Cristo y que en este bautismo nuestra vieja creación, nuestro ser natural, y nuestra vieja persona quedaron sepultados y que nos despojamos de ellos. Hoy en día vivimos en Cristo y en virtud de Él. Somos uno aquí, y nada puede tocarnos. Somos uno no sólo con Cristo, sino también los unos con los otros en Cristo. No somos uno en ninguna cosa que esté fuera de Cristo, sino que somos uno en Cristo. Somos uno, no porque todos tengamos la misma doctrina u opinión. No, somos uno porque todos estamos en Cristo. Nuestro modo de pensar, nuestros pensamientos y nuestras opiniones pueden diferir, pero por la gracia del Señor todos debemos negarnos a estas diferencias. ¿Está usted a favor de la práctica de cubrirse la cabeza? Debe decirle al Señor: “Oh Señor, me olvidaré de la práctica de cubrirse la cabeza”. ¿Está usted a favor del lavamiento de los pies? debe decirle al Señor: “Oh Señor, desistiré de la práctica del lavamiento de los pies”. Conforme al mismo principio, ¿le gusta procurar la espiritualidad? Espero que también tenga el denuedo de decirle al Señor: “Oh Señor, incluso deseo olvidarme de la espiritualidad. Deseo vivir en esta ‘unidad’. Lo que necesito no es la práctica de cubrirme la cabeza, ni la práctica del lavamiento de los pies, ni la santidad ni la espiritualidad; lo único por lo cual me preocuparé es esta ‘unidad’, este único Cuerpo”.
En la época en que estuve entre los veinte y veinticinco años de edad, leí un poco de la Biblia, obtuve un poco de conocimiento bíblico, y luego insistí mucho en las doctrinas bíblicas. Traté de hacerlo todo conforme a las doctrinas bíblicas. En aquel tiempo, si veía a algunas personas que participaban de la cena del Señor cortando rodajas de pan, las condenaba. Asimismo, cuando conocía a alguien, siempre le preguntaba cómo había sido bautizado. ¿Había sido bautizado por aspersión o por inmersión? Si había sido bautizado por aspersión, le decía que eso no era lo correcto y que debía bautizarse por inmersión. Ahora les pregunto a ustedes, ¿estaba en lo correcto al hacer esto? Es difícil decir. Desde la perspectiva de la doctrina, tenía la razón porque todos debemos ceñirnos a las Escrituras. Sin embargo, por favor recuerden que desde la perspectiva del Cuerpo, estaba equivocado. ¿Por qué? Porque si discutimos tan solo un poco acerca de la aspersión o inmersión, el Cuerpo se dividirá. Así que, poco a poco, por la gracia del Señor, llegué a comprender que el bautismo por aspersión no es lo más importante. Con esto no quiero decir que esté de acuerdo con practicar la aspersión; simplemente estoy diciendo que no es un punto importante. Lo importante es que una persona esté en Cristo y viva en Cristo. Hoy debemos dejar las disputas doctrinales de los pasados cuatrocientos años desde la reforma de Lutero.
Quisiera añadir algo más al respecto. En 1968 entre nosotros hubo muchos hermanos y hermanas que en numerosas ocasiones saltaron al agua para ser sepultados. Cuando empezaron a circular las noticias de esto, hubo rumores de que yo estaba hablando herejías, enseñando acerca de múltiples bautizos. En realidad, yo mismo no me sepulté porque no sentía que tuviera alguna vejez que sepultar. Desde el comienzo yo sí pensé que algunos se opondrían a esto; sin embargo, esto no era el punto principal que trataba de comunicar. Lo que quería comunicar es que no importa si usted se bautiza una o dos veces, pues independientemente de cuántas veces se bautice, si continúa viviendo por su vida natural, es decir, sigue siendo la misma persona, entonces su bautismo es ineficaz. Mientras usted viva por su vida natural, no tiene ningún valor que usted se bautice o no se bautice; de nada vale que usted se bautice una vez, e igualmente de nada vale que se bautice muchas veces. De ello no depende todo el asunto. Hoy en día en el recobro del Señor todos debemos ser liberados de las disputas doctrinales. Si usted continúa enredado en estos asuntos, eso demuestra que aún no ha visto lo que es el Cuerpo.
Por favor, les pido que no me malinterpreten. No estoy diciendo que no deben bautizarse, ni tampoco estoy diciendo que cuando se bauticen está bien hacerlo por aspersión. Diría absolutamente que según la Biblia deben bautizarse por inmersión, pero que no deben considerar esto un tema principal. He visto a algunas personas que ponen muchas condiciones con respecto al bautismo. Hay quienes dicen que uno tiene que sumergirse hacia delante, y otros dicen que uno debe sumergirse de lado. Si todavía prestamos atención a estos métodos de bautismo, ello demuestra que nuestros ojos están entenebrecidos y que no hemos visto la luz. Ninguna de estas cosas tiene importancia; lo que importa es que usted sea una persona que vive en Cristo y no conforme a su persona natural. Si usted vive en Cristo, de cualquier manera en que se bautice, ya sea sumergiéndose hacia delante, hacia atrás o de lado, estará bien. Algunas personas discutirían conmigo y dirían: “Ya que es así, entonces no necesito bautizarme”. Esto sería irse a un extremo porque la Biblia claramente nos dice: “El que crea y sea bautizado, será salvo” (Mr. 16:16). El bautismo es necesario, pero al bautizar a las personas, no debemos poner tantas condiciones con respecto a la manera de bautizar. Por lo tanto, nunca debemos discutir. Esto mismo se aplica a cualquier asunto.
De joven yo también estudié a fondo el asunto de si las hermanas deben cubrirse la cabeza. Estudié este asunto a tal grado que incluso investigué acerca del color, tamaño, estilo, espesor y material que debía usarse, e incluso estudié la manera en que debía ponerse. Hablando con propiedad, lo que las hermanas usan hoy para cubrirse es inadecuado; no estoy de acuerdo con nada de lo que usan. Sin embargo, no me importan estas cosas. Yo asistí a las reuniones en Londres por un mes y vi los sombreros que usaban las mujeres cristianas en Inglaterra, los cuales eran diferentes uno de otro, con estilos diversos y novedosos. Esto no es cubrirse la cabeza, sino que más bien es vestirse a la moda. Sin embargo, no dejé que esto me molestara y, pese a ello, tuve comunión con ellos porque no me importan estas cosas. Los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo están revestidos. No importa cuántas veces alguien se haya bautizado ni tampoco el estilo de lo que usa para cubrirse la cabeza; lo que importa es vivir a Cristo. Es por ello que no ha habido ninguna disputa entre nosotros en los pasados años. Sólo aquellos que no han visto el Cuerpo de Cristo prestan atención a asuntos como éstos. Quienes han visto el Cuerpo no prestan atención a estas cosas. ¿Qué es el Cuerpo? Es la plenitud de Cristo. ¿Qué es la plenitud de Cristo? Es la experiencia y disfrute internos que usted tiene de Cristo; consiste en que usted viva en Cristo y permita que Cristo viva en usted. Eso es lo que es el Cuerpo.
Los asuntos de los cuales les he hablado aquí son muy superficiales, pero ahora quisiera describir algunos asuntos más profundos. Algunos procuran la santidad, otros la espiritualidad e incluso hay otros que procuran experimentar a Cristo subjetivamente. No obstante, quisiera decirles que deben ser librados de procurar experimentar a Cristo subjetivamente. Lo que el Señor desea no es simplemente las experiencias subjetivas, sino la iglesia, la cual es producida por medio de dichas experiencias subjetivas. Lo que el Señor desea es la iglesia. Si su experiencia subjetiva lo hace a usted tan individualista que no puede compenetrarse con los demás, entonces ése es un grave error. Podría parecer que todo está bien en cuanto a usted, lo cual es bueno. Sin embargo, ésa no es la prueba final; la prueba final consiste en que si usted es capaz de compenetrarse con otros. Si su espiritualidad, su santidad y sus experiencias subjetivas lo hacen a usted una persona individualista, entonces debe poner todo ello en tela de juicio. Cuando una gota de agua cae al charco, de inmediato se compenetra con el resto del agua. Sin embargo, si una gota de aceite cae en el charco, sigue siendo una gota de aceite; pues no se compenetra con el resto del agua aunque esté en el agua. Según su estimación, el aceite es más valioso que el agua, pero si vemos el cuadro completo, el aceite representa un problema. Algunos hermanos son muy buenos; sin embargo, ellos no siguen el fluir, no se llevan bien con otros, no se compenetran con los demás ni coordinan con ellos. Me temo que este tipo de hermano se convertirá en un “buen” problema. Pese a que usted es muy bueno, se ha convertido en un problema.
Después de visitar muchos lugares y observar a muchas clases de cristianos en los pasados veinticinco años, mi corazón gime. Los que aman el mundo, aman el mundo; los que aman el pecado, aman el pecado; los que no conocen la carne, no la conocen. Algunos, como es el caso de los pentecostales, juegan con los dones espirituales. Más aún, los que supuestamente son espirituales no se llevan bien ni aun entre ellos. Según lo que he observado, cuanto más espiritual sea una persona, menos se lleva bien con otros. Una vez visité a un grupo de personas supuestamente muy espirituales, y vi que todas ellas eran espirituales de forma individualista, pues no se llevaban bien unas con otras; incluso delante de mí criticaban a otros. La manera en que se criticaban era muy civilizada y cortés, pero el Espíritu Santo no confirmó lo que decían. Es por ello que su obra no producía ningún fruto. Por consiguiente, lo que importa hoy no es cuán espirituales o santos seamos; antes bien, lo que importa es la unidad, el Cuerpo, la plenitud.
Queridos hermanos y hermanas, todos necesitamos recibir la gracia y la misericordia para ver que lo que importa no es interpretar las doctrinas ni tampoco que seamos espirituales y santos. En cambio, lo que importa es que Cristo viva en nosotros y que nosotros vivamos en Cristo. Esto significa que no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, sino que todos somos uno en Cristo. Aparte de esta unidad, nada más importa. Esto es el Cuerpo.
Hermanos y hermanas, éste es el testimonio que el Señor desea obtener hoy. Debemos ir a todo lugar y testificar de una sola cosa: que somos uno con Cristo. Si tres de nosotros nos reunimos, somos uno; si treinta de nosotros nos reunimos, somos uno; y si trescientos de nosotros nos reunimos, todavía somos uno. Somos uno cuando nos reunimos como iglesia en la localidad; y seguimos siendo uno cuando nos reunimos hermanos de diez localidades diferentes. Somos uno cuando nos reunimos hermanos de diez países diferentes; y seguimos siendo uno cuando nos reunimos hermanos de todos los países. Esto es el Cuerpo de Cristo: un Cuerpo y un Espíritu. No creo que todos seamos idénticos, pero le doy gracias al Señor porque somos uno en espíritu. Es por eso que ahora, cada vez que alguien viene a hablar conmigo acerca de cómo practicar el cubrirse la cabeza o el bautismo, no siento ningún interés en hablar de ello. Quiero testificarles que he sido librado de estos asuntos. Eso no significa que no debamos hacer las cosas conforme a la Biblia. Al contrario, debemos hacerlo todo conforme a la Biblia, pero aún más importante que eso, andamos conforme al Espíritu. Gálatas 3:27-28 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Es aquí que tenemos que preguntar: “¿Está Cristo dividido?”. ¡No! No nos interesan las doctrinas; somos el Cuerpo. El Cuerpo es Cristo mismo, y no se puede dividir a Cristo.