
Lectura bíblica: Gn. 1:26-28; 10:5, 20, 31-32; 11:7-9; Hch. 2:5-11; Ap. 5:9-10; Ef. 2:13-15; 4:22-24; Col. 3:10-11
La Biblia relata la historia de dos hombres: el viejo hombre y el nuevo hombre. El relato del Antiguo Testamento narra la historia del viejo hombre, y el relato del Nuevo Testamento, la historia del nuevo hombre. Según la revelación completa de la Biblia, la intención de Dios es obtener un hombre que lleve a cabo Su propósito eterno. Para cumplir Su propósito, Dios necesita obtener un hombre. El propósito eterno de Dios consiste en expresarse a Sí mismo. Por esta razón, Dios creó al hombre a Su propia imagen (Gn. 1:26). Dios es invisible; no obstante, el Dios invisible tiene una imagen visible. El Dios invisible tiene como propósito hacerse visible por medio del hombre.
El hombre fue creado con el propósito de expresar a Dios. Dios puede ser expresado únicamente en el hombre y por medio de éste. Los ángeles son maravillosos, pero no pueden expresar a Dios. Algunos chinos le ponen a sus hijas nombres de aves, lo cual indica que tienen en mucha estima a las aves. En Europa y Estados Unidos es un verdadero elogio para una mujer si dicen de ella: “es un ángel”. En este caso, “ángel” es un término que expresa aprecio. La gente puede tener en muy alta estima a las aves y a los ángeles, pero el propósito de Dios es obtener un hombre. Los ángeles no fueron hechos a la imagen de Dios; sólo el hombre fue hecho a la imagen de Dios.
¿Qué es la imagen de Dios? En Colosenses 1:15 y en 2 Corintios 4:4 dice que Cristo es la imagen de Dios. Por tanto, cuando Dios creó al hombre a Su propia imagen, El hizo al hombre conforme a Cristo. Además, según Génesis 1:26, dondequiera que esté la imagen de Dios, allí también se encuentra el señorío de Dios. Dondequiera que Dios sea expresado, allí estará el reino de Dios, Su gobierno. La autoridad de Dios, el reino de Dios y el señorío de Dios, siempre acompañan a la imagen de Dios. Si tenemos la imagen de Dios y Dios es expresado, ciertamente tenemos también el reino de Dios, Su gobierno.
La intención de Dios al crear al hombre era obtener un vaso por medio del cual expresarse a Sí mismo y ejercer Su señorío. Sin embargo, poco después de que el hombre fue creado, éste cayó. Los versículos al comienzo de este capítulo pueden ayudarnos a ver el verdadero significado de la caída del hombre. Era la intención del enemigo de Dios que, mediante la caída del hombre, el linaje humano se dividiera y fuera esparcido. El capítulo tres de Génesis inicia el relato de la caída del hombre, pero no nos muestra el significado de dicha caída. El significado de la caída del hombre se revela en los capítulos diez y once. Allí podemos ver claramente cuál era la intención de Satanás al causar que el hombre cayera. Su intención era hacer que el linaje humano fuera dividido y esparcido, a fin de que el hombre quedara impedido de cumplir el propósito de Dios.
Después del diluvio, el linaje humano se dividió en naciones y se esparció en varias direcciones a diferentes tierras. En el tiempo de la edificación de Babel, el linaje humano estaba dividido según sus familias, sus genealogías, sus idiomas, sus tierras y, finalmente, conforme a las naciones (Gn. 10:5, 20, 31). Las diferentes familias, las diferentes genealogías, los diferentes idiomas y las diferentes tierras, gradualmente produjeron diferentes naciones (v. 32). Todos fueron divididos y esparcidos, y como consecuencia, el linaje humano dejó de ser uno. Dios no creó a hombres; más bien, creó al hombre. El hombre mencionado en Génesis 1 se refiere al linaje humano. El propósito original era que todo el linaje humano fuera un solo hombre.
Si un vaso es dividido en pedazos y esparcido, su función queda anulada e invalidada. Un vaso no debe ser quebrado; un vaso no debe ser dividido en pedazos y esparcido. El hombre —como vaso creado para contener a Dios, expresarlo y ejercer Su señorío— debe ser uno; el hombre no debe ser dividido ni esparcido. Sin embargo, en los capítulos diez y once de Génesis vemos que este vaso fue hecho añicos y esparcido. Todo el Antiguo Testamento es simplemente la historia del linaje humano dividido.
De los capítulos diez y once de Génesis, debemos avanzar al capítulo dos de Hechos. Para el tiempo de Hechos 2, el Dios Triuno ya había pasado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. El Dios-hombre Jesús había sido entronizado en los cielos como Señor de señores. Pero en Hechos 2 sucedió algo más. Después de la creación y la caída del hombre, esta maravillosa Persona —que se había encarnado, quien era el propio Dios que llevó una vida humana sobre la tierra, quien había sido crucificado, había resucitado, había ascendido y había sido entronizado— descendió. Su descenso fue la maravilla de maravillas. El descenso de esta Persona maravillosa produjo la iglesia.
La iglesia no fue producida de un solo pueblo, sino de muchos pueblos. En Hechos 2:9-11 vemos que había una representación de por lo menos quince nacionalidades que hablaban como mínimo quince dialectos. Aunque todos eran judíos (v. 5), bajo el arreglo soberano de Dios, no todos hablaban una misma lengua. Ellos hablaban muchos dialectos diferentes. Ciertamente eran judíos, pero habían sido divididos y esparcidos. Sin embargo, cuando llegó el tiempo de que la iglesia surgiera, todos ellos fueron congregados, y en esa reunión fue producida la iglesia. Esto indica que lo que había sido dividido y esparcido en el viejo hombre, fue plenamente recobrado en el nuevo hombre. En el viejo hombre, el hombre fue dividido y esparcido, pero en el nuevo hombre, el hombre es reunido y hecho uno.
Sin las epístolas de Pablo, no podríamos ver la luz respecto al nuevo hombre. Efesios 2:13 dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. La frase “hechos cercanos” implica ser hechos cercanos no sólo a Dios, sino también a todos los creyentes. El versículo 14 dice: “Porque El mismo es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno y derribó la pared intermedia de separación, la enemistad”. La pared intermedia de separación es la división, es decir, el factor divisivo entre los diferentes pueblos. Este factor fue eliminado en la cruz por Cristo. Al hacer esto, Cristo creó un solo y nuevo hombre a partir de estos dos pueblos: los judíos y los gentiles. Efesios 4:22 dice: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño”. Despojarse del viejo hombre significa despojarse del hombre dividido y esparcido. Y vestirse del nuevo hombre (v. 24), es vestirse del nuevo hombre que ha sido reunido y es uno, el nuevo hombre que ha sido “creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad” (v. 24).
Colosenses 3:10-11 revela algo adicional. En el nuevo hombre no hay lugar para griego ni judío, circuncisión (los religiosos) ni incircuncisión (los que no son religiosos), bárbaro ni escita, esclavo ni libre. Cristo es todos los miembros y está en todos ellos (v. 11). El propósito eterno de Dios consiste en obtener el nuevo hombre para expresarse plenamente.
Pablo recibió esta visión y escribió las epístolas a los Efesios y a los Colosenses. Claro está, él desconocía que parte del globo terrestre aún no había sido descubierto; él no sabía que en aquel tiempo había indios en América. Hechos 2:5 se refiere a “varones devotos, de todas las naciones bajo el cielo”. No obstante, para las personas de aquella época, “el cielo” sólo abarcaba el área del Mediterráneo y de Mesopotamia; ni siquiera incluía a China, India ni Japón. Pero nosotros no nos hallamos en el primer siglo, sino en el siglo veinte. Ahora podemos entender el propósito de Dios de una forma más completa. En aquel tiempo Pablo no sabía que existía América, pero ahora nosotros estamos en América. El cielo de ellos sólo abarcaba el área del Mediterráneo y de Mesopotamia; pero nuestro cielo hoy abarca todos los continentes, todo el globo terrestre.
La historia humana abarca por lo menos seis mil años: cuatro mil años antes de Cristo y dos mil años después de Cristo. En los últimos dos mil años han acontecido cuatro eventos importantes. Para que Dios realice Su propósito en la tierra, El tiene que dirigir la situación política; por ende, toda la situación política sobre la tierra está bajo la mano soberana de Dios.
En los últimos dos mil años, el primer evento sobresaliente de la historia fue la fundación y el establecimiento del Imperio Romano. El Imperio Romano fue establecido por César Augusto alrededor del año 31 a. de C., poco más de 30 años antes de que naciera Cristo. Esto aconteció para que el evangelio fuera propagado y difundido. Antes de que naciera Cristo, el Imperio Romano fue fundado para preparar el camino a fin de que el evangelio se propagara a todos los pueblos bajo el cielo. Antes del establecimiento del Imperio Romano, los pueblos de alrededor del mar Mediterráneo estaban completamente divididos. Pero el Imperio Romano hizo que el idioma griego fuera el lenguaje internacional, común a todos estos pueblos. Cuando llegó el tiempo de que el evangelio fuera predicado, todos los pueblos que circundaban el mar Mediterráneo ya estaban preparados para entender una sola lengua. Un solo idioma, el griego, era suficiente para la predicación del evangelio. Dondequiera que iban los apóstoles, el idioma no era un obstáculo, debido a que el Imperio Romano había hecho esta obra maravillosa para la predicación del evangelio.
El apóstol Pablo pudo visitar libremente otros países debido a que el Imperio Romano había unificado bajo un imperio a todas las naciones de alrededor del mar Mediterráneo. Esto hizo que las circunstancias fueran propicias para la propagación del evangelio. Sólo se requería de una ciudadanía. En Hechos 22, cuando Pablo estuvo a punto de ser azotado, él apeló recurriendo a su ciudadanía romana (v. 25). El Imperio Romano también construyó carreteras por toda Europa y Asia Menor, desde España hasta Jerusalén. No sólo había tráfico en el mar Mediterráneo, sino también en las carreteras construidas por el Imperio Romano. Esto también fue muy favorable para la propagación del evangelio. Además, el Imperio Romano era fuerte, así que mantuvo el orden y la paz entre todos los pueblos que rodeaban el mar Mediterráneo.
El Imperio Romano realizó estas cuatro cosas: hizo del griego el idioma internacional, unificó a todas las naciones bajo un solo imperio, construyó carreteras y mantuvo el orden en un ambiente de paz; todo esto sirvió para la propagación del evangelio. El Imperio Romano fue fundado unos treinta años antes de Cristo y, aproximadamente treinta años después del nacimiento de Cristo, el evangelio fue completado y estaba listo para ser predicado. Ya para ese tiempo se contaba con un idioma, el imperio estaba unificado, las carreteras habían sido construidas, y se mantenía el orden y la paz. Todo favorecía a la propagación del evangelio. En los últimos dos mil años, éste fue el primer evento sobresaliente, el cual aconteció para la propagación del evangelio. En menos de cincuenta años, el evangelio ya había sido predicado a todas las naciones que estaban bajo el cielo de la región del mar Mediterráneo.
Después de que la iglesia fue producida, ésta muy pronto empezó a degradarse, hasta que finalmente quedó sumida en el oscurantismo. En aquel tiempo Martín Lutero fue levantado para que recobrara la verdad respecto a la justificación por la fe. Fue la mano soberana de Dios la que dispuso que alrededor del mismo tiempo, Colón descubriera América. La reforma de la iglesia y el descubrimiento del nuevo mundo libertaron la mentalidad del hombre que había estado encarcelada por el catolicismo. Además, desde aquel tiempo la ciencia avanzó y la industria se desarrolló. Debido a la ciencia y la industria, surgieron los “ismos”, tales como el capitalismo, el socialismo y, gradualmente —debido a la sobreproducción— también el imperialismo. Todos estos “ismos” son erróneos, pero debemos comprender que fueron usados soberanamente por Dios para abrirles las puertas a los que estaban encarcelados y divididos. Este fue el segundo evento sobresaliente de la historia: la emancipación de la mentalidad encarcelada por el catolicismo, lo cual fue efectuado por la reforma, iniciada por Martín Lutero, y el descubrimiento del nuevo mundo. La historia nos dice que estos eventos produjeron un gran cambio en la mentalidad del hombre.
El tercer gran evento de la historia fue la derrota de España efectuada por Gran Bretaña. Después de que Colón descubriera el nuevo mundo, España llegó a ser la potencia dominante sobre todo el mundo. Por esta razón se habla español en Centroamérica y Sudamérica. Latinoamérica es, en realidad, Hispanoamérica. Debido a que España estaba absolutamente en pro del catolicismo, Dios levantó a Gran Bretaña para que derrotara a España. Bastó una breve batalla marítima para que España fuese derrotada. Desde ese momento, Gran Bretaña se convirtió en la mayor potencia del mundo. En aquel tiempo se decía que el sol nunca se ponía sobre el Imperio Británico. Gran Bretaña se convirtió en una potencia mundial muy vasta, lo cual fue usado por Dios para propagar Su evangelio, no mediante el catolicismo, sino por medio de los misioneros protestantes. Fue mediante este tercer evento principal de la historia que el evangelio fue propagado a cada rincón de todos los continentes, especialmente a Asia, a Africa y a Austrasia. El catolicismo no es tan prevaleciente en dichos continentes. Esto fue lo que Dios hizo soberanamente para llevar el evangelio a todas las naciones.
Sin embargo, esto no es todo, ya que el nuevo hombre aún no ha llegado a su plenitud. Hace años conocí a unos queridos misioneros, quienes con alegría me informaron que el evangelio había sido llevado a todos los continentes y a cada rincón de la tierra. No obstante, Dios no puede estar tan alegre porque El aún no ha alcanzado Su meta. La meta de Dios no es que el evangelio sea predicado en cada rincón de la tierra; Su meta es obtener el nuevo hombre. El nuevo hombre reemplaza al viejo hombre. A fin de reemplazar al viejo hombre, el nuevo hombre debe estar constituido por todos los pueblos, tribus y naciones. En este sentido, antes no era posible tener el nuevo hombre al grado que es posible tenerlo hoy.
Hace ciento cincuenta años, los chinos consideraban que los estadounidenses y europeos que iban a China eran demonios extranjeros. De igual modo, hace unos ciento cincuenta años, algunos chinos incultos vinieron a este país y fueron menospreciados por la gente blanca. Estos dos pueblos no se entendían entre sí. En aquel tiempo, un misionero estadounidense que quisiera ir a China, tenía que cruzar el océano Pacífico en un barco velero, lo cual le requería seis meses. En un año, podía ir y regresar una sola vez. Algunos misioneros, después de seis meses de navegar por vela, llegaban a la China enfermos y agotados. Las vías de comunicación y el transporte eran precarios, y el entendimiento entre los pueblos era casi nulo.
Dios usó la primera y segunda guerras mundiales para cambiar esta situación. Por causa de las guerras hubo muchos inventos, especialmente en el área del transporte. La intervención de Estados Unidos puso fin a la primera guerra mundial. Este país le fue muy útil a Dios. El presidente Wilson, después de la victoria en la primera guerra mundial, propuso a las otras dos grandes potencias, Gran Bretaña y Francia, que se formara una organización internacional que supervisara las relaciones entre los diferentes pueblos del mundo. En cambio, Gran Bretaña y Francia tomaron la iniciativa de formar, en Ginebra, la Sociedad de Naciones. Sin embargo, la Sociedad de Naciones tuvo deficiencias y se deshizo después de las siguientes invasiones: la invasión de Japón a China (1931-1937), la invasión de Italia a Etiopía (1935) y la invasión de Alemania a Bohemia (1939). Estas tres invasiones sepultaron la Sociedad de Naciones, y desembocaron en la segunda guerra mundial. Una vez más, Dios usó a Estados Unidos para finalmente resolver la situación. Esta vez, Estados Unidos tenía una base sólida para asumir el liderazgo en la formación de la Organización de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York. A través de estas dos guerras, Dios levantó a Estados Unidos como la nación líder y la principal potencia mundial sobre la tierra. Este fue el cuarto evento sobresaliente de la historia, el cual no sucedió por el bien de Estados Unidos, sino para cumplir el propósito de Dios en cuanto a la obtención del nuevo hombre.
Generalmente, toda nación se compone de los de su propia raza. Japón se compone de los de raza japonesa, y China, de los de raza china. Pero Estados Unidos no es un país de una sola raza, sino un país compuesto de diferentes pueblos que se “amalgamaron”. Este país siempre ha tenido como política fomentar intercambios internacionales en los campos de la ciencia, la medicina, las matemáticas y en muchos asuntos culturales. Dicho intercambio cultural ha ayudado mucho para que diferentes naciones y distintos pueblos alcancen un entendimiento común.
Además de todo lo anterior, los inventos modernos han logrado mejorar considerablemente los medios de transporte y de comunicación. Hoy contamos con aviones de propulsión a chorro, tenemos la radio, la televisión, los satélites y el teléfono. No sólo podemos hacer llamadas locales sino también internacionales. Todo lo que sucede en Estados Unidos puede ser visto y oído en Taiwan. Todos estos avances propician la unidad de la gente. Dichos inventos modernos han hecho más pequeño todo el orbe.
Hace cuarenta años yo participaba en el ministerio del Señor principalmente en Chifú, en el norte de China, y en Shanghai, en la China central. Hoy el viaje por avión entre estas dos ciudades es muy rápido, pero en aquel tiempo no teníamos mejor alternativa que viajar por barco de vapor. Yo tenía que permanecer en aquel barco cerca de cuarenta horas para ir de Chifú a Shanghai. En esos viajes sufría mareos continuamente. Sin embargo, hoy uno puede volar de Los Angeles a Taipei en sólo trece horas. Además, la educación moderna ha permitido que la gente aprenda otros idiomas. Todos estos avances han propiciado la mezcla de una gran diversidad de pueblos.
Hoy en día, la situación en la tierra ha mejorado mucho; todo está preparado y es el momento oportuno para que se obtenga el nuevo hombre. La época del apóstol Pablo era diferente a la nuestra. Pablo no tenía un hermano entre los indios americanos, pero hoy, en el nuevo hombre, tenemos hermanos y hermanas que provienen de entre los indios. Tengo la certeza de que llegará el día en que entre las reservaciones indígenas habrá iglesias en el recobro del Señor. La presente situación mundial ha surgido para que se obtenga esta única meta: el nuevo hombre. Ahora tenemos diferentes pueblos que están mezclados juntamente en el nuevo hombre.
El propósito de Dios es obtener un hombre que lo exprese y ejerza Su señorío. El viejo hombre le falló a Dios, pero El ha levantado un nuevo hombre para que reemplace al viejo hombre. Hasta el día de hoy, no vemos en la tierra al nuevo hombre perfeccionado que pueda reemplazar al viejo hombre caído. Sin embargo, nuestro Dios nunca puede ser derrotado. Ahora es el momento de que El lleve a cabo Su propósito de perfeccionar al nuevo hombre. El nuevo hombre llegará a existir plenamente en la tierra. Dios necesita obtener dicho hombre para expresarse a Sí mismo y para ejercer Su señorío. Cuando este hombre sea perfeccionado, el Señor regresará, y el nuevo hombre perfeccionado será la novia. Necesitamos esta visión.
Si recibimos la visión del nuevo hombre, desaparecerán todas las ordenanzas, los rituales, las opiniones diversas y todas las diferencias. Hoy, en ciertas regiones de este país, los blancos y los negros no se reúnen en una sola iglesia. Pero si los hermanos de color blanco y los de color negro vieran el nuevo hombre, comprenderían que ni los blancos ni los negros tienen lugar en el nuevo hombre, pues Cristo es el todo y está en todos. Asimismo, si los cristianos, cuyas prácticas difieren, vieran el nuevo hombre, dirían que ninguna de éstas tiene cabida en el nuevo hombre, y que Cristo es el todo y está en todos. Quizás a algunos de nosotros no nos guste la manera en que se practica la vida de iglesia en nuestra localidad, o tal vez no nos simpaticen los ancianos o ciertas hermanas. Pero si viéramos el nuevo hombre, comprenderíamos que ninguna de estas cosas tiene cabida en el nuevo hombre, sino que Cristo es el todo y está en todos.
Dicha visión no sólo nos mantendrá en la unidad, sino que también nos librará y nos rescatará de todas las cosas que no son Cristo. Necesitamos tener tal visión. A través de los años algunos han afirmado, con una actitud estrecha, que cada iglesia local debe tener su propia jurisdicción y ser autónoma. Pero necesitamos ver que todas las iglesias locales, en los diferentes países, son un solo y nuevo hombre.
La cultura humana comenzó entre dos ríos, el Eufrates y el Tigris, los cuales formaban el valle de Mesopotamia. La cultura humana se extendió desde estos dos ríos hasta el mar Mediterráneo. Antes de los tiempos de Colón, la cultura humana se circunscribía a la región de alrededor del mar Mediterráneo, pero desde dicho mar, la cultura humana se extendió por los océanos. El período que abarcó desde la época de Colón hasta finales de la segunda guerra mundial, se caracterizó por ser una cultura de océanos. Estados Unidos llegó a ser, y aún sigue siendo, el país líder de la tierra porque está rodeado de dos océanos. El océano Atlántico y el océano Pacífico son como las dos alas del “águila”. Por esta razón, Estados Unidos mantiene una flota marítima en el Mediterráneo para proteger el Atlántico y otra en el Lejano Oriente para proteger el Pacífico. Sin embargo, desde la segunda guerra mundial, la cultura humana no ha sido sólo una cultura de océanos, sino una cultura del espacio.
Según la historia y conforme a la Biblia, la cultura siempre corre paralela a la intención de Dios. Aunque la cultura humana caída no proviene de Dios, El rige soberanamente sobre todas estas cosas. Dios ha trasladado la cultura humana desde el mar hasta el océano, y desde el océano hasta los cielos, con el propósito de perfeccionar al nuevo hombre. Todo lo que sucede en la tierra tiene como fin perfeccionar al nuevo hombre. En la actualidad, gracias a la política mundial, los inventos científicos, el transporte moderno, los medios de comunicación y nuestro entendimiento de los idiomas, el mundo se ha convertido en una pequeña esfera. Casi no existe ningún obstáculo para que el nuevo hombre sea perfeccionado. Hoy es el momento oportuno; todas las cosas están listas y preparadas para que se manifieste el nuevo hombre. Todos debemos ver la época en que nos encontramos. Estamos en el final de los tiempos, y ésta es una ocasión de oro. Este es el tiempo adecuado para el recobro del Señor. Nuestra visión debe ampliarse. Hay sólo un nuevo hombre, y nada ni nadie tiene lugar en él, pues Cristo es el todo y está en todos.