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Mensajes del libro «Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombre»
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Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombre

PREFACIO

  Este libro contiene seis mensajes dados por el hermano Witness Lee. Se desconocen la fecha y el lugar donde los mensajes fueron comunicados. Fueron publicados en chino en la revista El ministerio de la palabra en 1962.

Tener contacto con Dios en espíritu

  El énfasis de la oración devocional es la introspección y la oración de petición, las cuales principalmente requieren el esfuerzo humano. La oración de la cual estamos hablando no es cultivada por el esfuerzo humano. Este tipo de oración no tiene que ver con la introspección ni con hacer peticiones; más bien, consiste en acudir al Señor a fin de contactarlo. En lugar de examinarnos a nosotros mismos, permitimos que el Señor resplandezca sobre nosotros y nos muestre nuestras debilidades, errores y defectos; y en vez de hacerle peticiones, permitimos que Él opere en nosotros y se transfunda en nosotros y nos sature de Sí mismo, y nos subyugue, quebrante, ocupe y gane. Este tipo de oración no tiene que ver con hacer peticiones sino con recibir. Recibimos la transfusión del Señor y Su resplandor, el cual pone de manifiesto nuestra condición. Además, le permitimos al Señor que nos subyugue, quebrante, ocupe, llene y sature.

  Esta oración no nos exige permanecer callados. Aún podemos hablar, pero nuestras palabras deben provenir de este sentir interior. Si sentimos que el Señor desea llenarnos, podemos decir: “Señor, estoy dispuesto a que llenes mi espíritu y también mi mente, parte emotiva y voluntad”. Y si sentimos que nuestras partes internas no han sido subyugadas por el Señor, podemos decir: “Señor, mi mente no ha sido completamente subyugada por Ti; tampoco lo han sido mi parte emotiva ni mi voluntad. Señor, subyuga cualquier área de mi mente que haya reservado para mí mismo, subyuga cualquier área de mi parte emotiva que no se haya vuelto a Ti, y subyuga cualquier área de mi voluntad que actúe independientemente de Ti”.

  Debemos pasar una hora con el Señor y hablar con Él conforme al sentir de nuestro espíritu. No es necesario pedirle nada. Durante este tiempo únicamente recibimos; recibimos la transfusión del Señor y somos llenos y ocupados por Él. Esta clase de oración requiere que confesemos nuestros pecados, que nos postremos delante del Señor, nos rindamos ante Él y nos encomendemos a Él. Esto principalmente tiene que ver con recibir, no con ofrecer peticiones. Como resultado de esta oración, brotarán de nosotros acciones de gracias, alabanzas y adoración. Le daremos gracias al Señor por visitarnos, lo alabaremos por Su obra maravillosa y lo adoraremos por mezclarse con nosotros y por morar en nosotros. Esta oración es poderosa porque entramos en Dios y Él entra en nosotros. Además, espontáneamente contemplamos la dulzura del Señor, Su gloria y Sus virtudes. Como resultado, nuestro espíritu es lleno de adoración y ofrecemos alabanzas. Mientras consideramos al Señor, no debemos alabarlo con prisa pero tampoco alargarnos demasiado.

  Un aspecto de la oración de comunión es el de poner nuestros ojos en el Señor. Si bien sentimos que el Señor está mezclándose con nosotros, al mismo tiempo nos percatamos de que Él está sentado en el trono. Por ende, surge en nosotros el deseo de que Él participe en nuestro vivir. Poner nuestros ojos en el Señor es contemplarlo.

  La oración de comunión también implica el hecho de esperar. No esperamos que el Señor haga algo, sino que esperamos en Él al permanecer en Su presencia para contemplarlo, adorarlo y alabarlo. No debemos darnos prisa en salir de Su presencia, sino, más bien, permanecer delante de Él con una actitud de adoración. Esto es semejante a dos amigos íntimos que no quieren separarse. Ésta fue la experiencia de Abraham en Génesis. Mientras esperamos en el Señor, muchas veces recibimos más revelación de parte de Él. Debido a que Abraham permaneció delante de Jehová, Jehová dijo: “¿Ocultaré Yo a Abraham lo que voy a hacer?” (18:17). Éste es el resultado de esperar.

Apartar un tiempo específico

  No debemos darnos prisa porque la oración de comunión implica muchos detalles. El Señor muchas veces subió al monte a orar (Mt. 14:23; Mr. 6:46; Lc. 9:28). Hubo ocasiones en que incluso pasó toda la noche en oración para contactar a Dios, absorberle y ser lleno de Él (6:12). Satanás siempre trata de interrumpir esta clase de oración, y muchas veces envía personas, asuntos o cosas que pertenecen a nuestro entorno para interrumpirnos mientras oramos. Por consiguiente, no debemos hacer caso a ninguna interrupción a fin de contactar a Dios. Quienes deseen ser usados por el Señor deben aprender a orar de esta manera.

  Lo importante no es que oremos por la mañana o por la noche, sino que nos olvidemos de todas las personas, asuntos y cosas para contactar a Dios en el espíritu. Mientras esperamos en el Señor, podemos ofrecer alguna alabanza para impedir que nuestra mente divague. A veces nuestra mente se desconcentra incluso mientras adoramos o alabamos. Por lo general tenemos que esperar unos minutos para que nuestro espíritu pueda entrar en la presencia de Dios. Después de esto podemos tener una comunión más profunda con Dios. A menudo no es posible tener este tipo de comunión durante nuestro tiempo con el Señor en la mañana o en la noche.

  Debemos dedicar al menos media hora a fin de poder entrar en el espíritu. Para ofrecer este tipo de oración necesitamos de media hora a una hora completa. Si podemos pasar una hora en oración, aprenderemos esta lección; pero por lo menos debemos pasar media hora en oración. Las carencias que experimentamos en la obra se deben principalmente a que no hemos aprendido esta lección. Debemos dedicar tiempo para aprender esta lección. Sólo entonces podremos ser verdaderamente útiles en las manos del Señor. Si estamos dispuestos a aprender, al cabo de medio año conoceremos la cruz, y sabremos lo que significa ser quebrantado, ser subyugado y ser espiritual. No podemos depender de nuestros compañeros para aprender esta lección; debemos aprenderla por nosotros mismos. Mientras no hayamos aprendido esta lección, no habremos recibido una verdadera educación espiritual. Son muchas las lecciones que únicamente pueden ser aprendidas mediante la oración, porque todas las lecciones genuinas las aprendemos en nuestra comunión con el Señor.

ORAR CON MIRAS A INQUIRIR

  Los puntos descritos anteriormente tienen que ver con la oración en la que tenemos comunión con Dios. Éste es el fundamento de la oración. Después que ha sido puesto un buen fundamento, podemos entrar en el segundo aspecto de la oración: la oración en la cual inquirimos. Este aspecto de la oración incluye inquirir en cuanto a la obra del Señor y en cuanto a nuestras necesidades personales. Hablemos acerca de inquirir en cuanto a la obra del Señor.

Es iniciada por Dios

  El fundamento de nuestra oración consiste en entrar en comunión con Dios, es decir, entrar en Dios. Entonces nuestra oración es iniciada por Dios, no por nosotros. Él nos da las cargas por las cuales orar. En vez de que nosotros le pedimos a Dios que haga algo, Dios nos pide que hagamos peticiones a favor de Él con respecto a algún asunto. Mateo 6 muestra que la oración genuina consiste en orar a favor de Dios. En la primera parte de nuestra oración, nosotros entramos a la presencia de Dios y tenemos comunión con Él. En ese momento Dios nos unge con Su carga por la obra y nos revela Su intención, y entonces nosotros podemos pedir conforme a Su voluntad y Su carga por la obra. Estos asuntos no tienen que ver con nosotros sino con el Señor; por consiguiente, oramos a favor de Dios, no de nosotros mismos. Este aspecto de la oración es iniciado por Dios, no por nosotros. La oración genuina no se ofrece a favor de nosotros mismos; la oración genuina se ofrece a favor de Dios y es iniciada por Dios. Cuando el Señor les enseñó a los discípulos a orar, dijo: “Vosotros, pues, oraréis así” (v. 9). Es el Señor quien inicia y propone.

Debemos inquirir más que hacer peticiones

  El segundo aspecto de la oración debe consistir en inquirir más que en pedir. Por ejemplo, mientras un hermano responsable tiene comunión con el Señor, puede sentir preocupación por los hermanos y hermanas jóvenes. Él debe entonces inquirir ante el Señor, diciendo: “Señor, ¿es esta carga de parte de Ti? ¿Qué quieres que haga? ¿Cómo puedo ayudarlos? ¿Cuál es Tu propósito con respecto a los hermanos y hermanas jóvenes?”. Esto es lo que significa inquirir. No debemos empezar pidiendo sino teniendo primero comunión con el Señor. Pedir al comienzo de nuestra oración es dejarle saber a Dios lo que nosotros queremos sin saber lo que Él desea. Las buenas oraciones son oraciones en las que inquirimos. Cuando inquirimos en nuestra oración, en lugar de dejarle saber a Dios cuál es nuestro deseo, Su deseo nos es dado a conocer. Después de que el hermano responsable percibe el propósito de Dios con respecto a los santos jóvenes, él debe continuar inquiriendo y decir: “Señor, ¿quieres que tenga comunión con ellos?”. Ésta es la unción dentro de él. Al parecer el hermano está inquiriendo, pero en realidad es Dios quien está operando en él. Mientras el hermano está inquiriendo, por un lado, sentirá una pesada carga en su interior, pero, por otro, será lleno de vida, de una sensación de liberación y de paz. Además de esto, podrá inquirir si debe ir solo o con otro hermano. Las buenas oraciones son aquellas en las cuales inquirimos porque ellas honran a Dios.

  David sabía cómo orar. Él a menudo inquiría ante Jehová (1 S. 30:8; 2 S. 5:19, 23; Sal. 27:4). La mejor oración es aquélla en la que inquirimos delante del Señor paso a paso, conforme al sentir interior. Al inquirir de esta manera, fácilmente podemos recibir la dirección de Dios y obrar según Su dirección. Si somos guiados a visitar a cierto hermano, él ciertamente tocará a Dios, porque Dios se expresará por medio de nosotros. De este modo, cuando vayamos a contactar a este hermano, Dios mismo irá a contactarlo. Esta clase de obra no tiene que ver con ninguna preferencia, intención, maniobra ni capacidad humana; al contrario, es una obra llena de la mezcla de Dios con el hombre. Más aún, las palabras que le digamos a ese hermano serán el fruto de la comunión. Antes de expresar cualquier cosa, primero le consultaremos a Dios, por lo que cada palabra saldrá de nuestro espíritu. Como resultado, cada palabra que expresemos tocará el espíritu del hermano y le suministrará a Dios. Ésta es la obra genuina.

Debemos inquirir antes de dar un mensaje

  El mismo principio se aplica cuando tengamos que dar un mensaje. Antes de dar un mensaje, un hermano debe primero entrar en comunión con Dios e inquirir delante de Él, permitiendo que el Espíritu lo unja y opere en él. Luego debe inquirir ante el Señor, conforme al sentir interior. A medida que prosigue inquiriendo, su carga se hará más pesada y su sentir será más claro. Finalmente, podrá decir: “Señor, si esto es lo que Tú quieres que diga, cúmplelo conforme a Tu voluntad”. Ésta es la mejor oración en relación con la obra del Señor. Cuanto más concienzudos y detallados seamos al inquirir, mejor. Un buen mensaje es el resultado de haber inquirido ante el Señor. El hermano puede orar conforme a lo que ha preparado para hablar. Si no tiene el sentir de vida y paz, debe entonces esperar para recibir una unción fresca. La oración genuina consiste en expresar el deseo de Dios. Nada puede ser más práctico que esto.

  Nuestra obra y nuestro servicio deben provenir de la oración en la cual inquirimos. El grado al cual inquiramos debe ser el grado al cual llevemos a cabo nuestra obra. Si no tenemos paz, no debemos obrar. Puesto que esta clase de obra es iniciada por Dios, ésta resultará en vida.

Debemos ser concienzudos

  Al inquirir debemos ser concienzudos y detallados; es decir, todas las oraciones que hagamos por la obra deben ser concienzudas. Los hermanos que dan mensajes deben empezar inquiriendo con respecto a cada punto, incluyendo los himnos que escogemos, la atmósfera de la reunión y la audiencia. Es mejor ser detallados y concienzudos cuando inquirimos. Si inquirimos con respecto a los himnos, tendremos la unción cuando escojamos los himnos. El Espíritu estará presente en cada punto de nuestra oración.

Debemos guardar los principios de la oración

  Muchas veces nuestras oraciones por la obra no son contestadas, porque no oramos conforme a los principios de la oración. Nuestras oraciones necesitan ser ofrecidas conforme a los principios de la oración. Supongamos que visitamos a un hermano; no debemos pedirle al Señor que opere en el hermano. Esta oración no corresponde a los principios de la oración, porque no es iniciada por Dios. A fin de que corresponda a los principios de la oración, primero debemos usar nuestro espíritu para contactar a Dios y permitir que Él unja Su carga en nosotros y nos dé el sentir de visitar al hermano. Entonces podremos inquirir con base en este sentir. Si sentimos vida y paz en nuestro interior, podemos estar seguros de que esa visita es de Dios. Después de esto, podemos inquirir en cuanto a cada aspecto de la visita. Esto es orar conforme a los principios de la oración. De este modo, nuestras palabras serán conforme a nuestra comunión con Dios, y la visita será eficaz.

  Cada vez que oremos, primeramente debemos entrar en comunión con Dios a fin de recibir Su sentir. Luego, con base en este sentir, debemos inquirir en cuanto a la obra. Ésta es la manera de mezclarnos con Dios y de laborar en comunión con Él. Es así como laboramos junto con Dios y permitimos que Dios obre en nosotros por medio de la oración. Como resultado, Dios fluirá de nosotros. De este modo, la obra se llevará a cabo en comunión con Dios y en un espíritu de oración.

Es necesario dedicar tiempo para orar con respecto a la obra

  La obra no puede llevarse a cabo rápidamente, debido a que todo lo que hacemos nos exige tener comunión en oración. Por esta razón, debemos dedicar tiempo para orar. Cuán eficaz sea nuestra obra dependerá de cuánto tiempo pasemos delante de Dios. Si aprendemos esta lección, la obra será sólida. Para aprender esta lección se requiere toda la vida. Debemos aprender a orar teniendo comunión e inquiriendo. Cuanto más aprendamos, más específicas serán nuestras oraciones. Los santos que oren de esta manera serán semillas de vida y producirán el fruto de vida.

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