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Mensajes del libro «Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombre»
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CAPÍTULO DOS

APRENDER A TENER COMUNIÓN CON DIOS Y SER USADOS POR ÉL

SER ÚTILES DEPENDE DE QUE RESPONDAMOS A LAS EXIGENCIAS DE DIOS

  Alguien que desee ser usado por el Señor necesita Su visitación y debe estar dispuesto a pagar el precio. Además de esto, debe aprender a tener comunión con el Señor. Recibir la visitación del Señor y pagar el precio son los asuntos más importantes para ser usados por el Señor. Sin embargo, si una persona no tiene suficiente comunión con el Señor, el asunto de pagar el precio será simplemente conocimiento. Sólo será una acción que realizará después de haber aprendido una doctrina, mas no será el resultado de haber sido tocado por el Señor durante su comunión con Él. Tenemos que reconocer que todavía hay muchas cosas en nuestro corazón y en nuestro vivir que reemplazan a Dios y usurpan Su lugar en nosotros. Estas cosas impiden que Él opere en nosotros. A menos que Dios saque a luz estas cosas en nuestra comunión con Él, seremos insensibles con respecto a ellas. Cuando tenemos comunión con Él, Él nos hace comprender que ciertas personas, asuntos u objetos nos ocupan y limitan Su obra. La experiencia de ser tocados por Dios en nuestra comunión con Él y de rendirnos a Él es sumamente preciosa. Esta experiencia no sólo nos capacitará para que seamos usados por el Señor, sino que además nos mantendrá frescos y vivientes. Cuando sentimos que nuestras experiencias, testimonios o mensajes son viejos, ello indica que debe de haber algún problema en nuestra comunión con el Señor; o hemos perdido esta comunión o no tenemos mucha comunión. Como resultado, no tenemos nuevas experiencias, y no somos útiles.

  Hay dos maneras de pagar el precio. Una de ellas consiste en pagar el precio conforme a la exigencia del sentir que tenemos. La otra manera consiste en pagar el precio conforme a la revelación de la verdad. Sin embargo, debemos tener presente que no es suficiente pagar el precio sólo conforme a la revelación de la verdad. Además de ello, debemos estar dispuestos a pagar el precio conforme a la exigencia del sentir nacido de la comunión que hemos tenido con el Señor. Sólo entonces pagar el precio será una acción fresca y viviente. Cuando no hemos tenido suficiente comunión y pagamos el precio sólo conforme a la revelación de la verdad, los demás no percibirán la presencia de Dios ni Su expresión. Es posible que la revelación de la verdad nos exija abandonar cierto asunto, pero nosotros debemos pagar el precio de dejar aquello cuando, en nuestra comunión con Dios, sintamos que Él quiere que lo dejemos. Pagar el precio de este modo será algo fresco y hará que otros perciban a Dios en ello.

  Ser usados por Dios es permitir que Él fluya de nosotros para impartir Su suministro a otros. Sin embargo, si no le permitimos fluir en nosotros, Él no podrá fluir de nosotros. La mejor forma de permitir que Dios fluya en nosotros es tener comunión con Él. Cada vez que tengamos comunión con Dios, debemos sentir que Él nos exige algo. Si no sentimos que Él nos exige nada, no hemos entrado aún en Su presencia. Dios siempre exige algo de nosotros. Tener comunión con Dios es la manera en que nosotros lo ganamos a Él, y también es la manera en que pagamos el precio. Quienes deseen ser usados por Dios deben tener comunión con Él regularmente.

  La comunión de la cual estamos hablando no se refiere simplemente a aquélla en la que nos encerramos en nuestro cuarto a leer la Biblia y a orar. Tener comunión se refiere a tener contacto con Dios en el espíritu en cualquier momento y en cualquier lugar. Este contacto interno que tenemos con Dios debe continuar aun mientras estamos ocupados en nuestro trabajo o mientras nos relacionamos con otros. Si tenemos este tipo de comunión con Dios, podremos experimentarlo y ganarlo continuamente, y Él fluirá de nosotros para que podamos impartirlo en los demás. Cuando somos este tipo de personas, podemos ser usados por Dios continuamente. Quienes deseen ser usados por Dios deben aprender esta lección.

  Dios siempre nos exige algo cuando tenemos comunión con Él. Por ello, en cada experiencia genuina de comunión, en lugar de sentir que hemos ganado mucho de Dios, sentimos que Él nos ha pedido muchas cosas. Si siempre sentimos que hemos ganado a Dios pero no sentimos que Él nos ha pedido algo, no podemos ser usados por Él. Aquellos que son usados por el Señor a menudo sienten que Él constantemente les exige algo, y ellos están dispuestos a responder por Su gracia. Como resultado, el agua viva fluye continuamente de ellos, de una manera muy semejante al famoso manantial de la provincia de Shangtung, China, que fluye y derrama agua a borbotones, aun durante una sequía prolongada. Esto es conforme a las palabras del Señor, a saber: “El que cree en Mí [...] de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:38).

  El Señor siempre nos exige algo en nuestra comunión con Él, porque hay demasiados asuntos y cosas en nosotros que lo reemplazan a Él. Son muchas las cosas que lo reemplazan a Él en nuestro interior, en nuestro vivir y en nuestro entorno; es por ello que no expresamos mucho de Su elemento. Por esta razón, el Señor continuamente nos hace exigencias. Cuanto más terreno le cedamos al Señor, más Él exigirá de nosotros. Cuando respondamos a Sus exigencias, Él exigirá más de nosotros. Sin embargo, si Él no nos pide nada, esto indica que nuestra comunión con Él se ha interrumpido, y aunque todavía participemos en la obra, no podremos ser usados por Él. Es posible que laboremos, pero no tendremos el fluir de vida; y es posible que todavía demos mensajes, pero no impartiremos a Dios en los demás. Por consiguiente, puesto que deseamos ser usados por Dios, no debemos descuidar la lección de tener comunión con Dios. Debemos entrar en Su presencia continuamente y responder a Sus exigencias.

EL SIGNIFICADO DE ESTAR EN COMUNIÓN

  Tener comunión significa estar en la presencia de Dios, y vivir en comunión con Dios significa vivir en Su presencia. En Juan 15:5 el Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto”. Cuando permanecemos en el Señor, estamos con el Señor, y cuando el Señor permanece en nosotros, Él está con nosotros. La palabra permanecer aquí denota quedarse. El Señor desea que nosotros permanezcamos en Su presencia y no salgamos de ella. Cuando estamos continuamente con el Señor y Él está continuamente con nosotros, estamos en comunión con Él. Esta comunión es también una unión. El Señor explica esto en el capítulo 15. Nuestra unión con el Señor se mantiene por medio de nuestra comunión con Él. Una vez que la comunión se pierde, no hay unión en términos prácticos. Hudson Taylor escribió un libro acerca de su estudio de El Cantar de los Cantares, titulado Unión and Communion [Unión y comunión]. El Cantar de los Cantares trata acerca de nuestra experiencia de comunión con el Señor. Nuestra comunión con el Señor es la unión que compartimos junto con Él. La comunión y la unión están interrelacionadas.

LA COMUNIÓN INVOLUCRA AL ESPÍRITU Y NUESTRO ESPÍRITU

  Dios es Espíritu (Jn. 4:24). Puesto que Dios es Espíritu, Él no está con nosotros en nuestro cuerpo físico, sino en nuestro espíritu, la parte más profunda de nuestro ser. En 1 Corintios 6:17 leemos: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Y en 2 Corintios 3:17 se nos dice: “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Así pues, el Señor Espíritu está en nuestro espíritu regenerado. Por esta razón, tenemos libertad en nuestro espíritu, y somos transformados en la imagen del Señor como por el Señor Espíritu (v. 18).

  Nuestra comunión con Dios involucra dos espíritus: el Espíritu divino y nuestro espíritu humano. Dios es Espíritu y el hombre creado tiene un espíritu en su interior. El espíritu humano es la parte más elevada, profunda y central del hombre; es también la parte más genuina del hombre. Los seres humanos son más elevados que todos los animales porque tienen un espíritu. El espíritu en el hombre lo capacita para tener contacto con Dios. El Espíritu con nuestro espíritu es el significado de nuestra comunión con Dios; es la manera en que tenemos comunión con Dios.

LA COMUNIÓN SE PERCIBE EN NUESTRO ESPÍRITU

  “La mente puesta en el espíritu es vida y paz” (Ro. 8:6b). Según este versículo, podemos percibir al Espíritu con nuestro espíritu. Romanos 6 nos presenta la doctrina, pero Romanos 8 nos presenta la experiencia. El versículo 6 dice que el resultado de poner nuestra mente en el espíritu es vida y paz. Este sentir de vida y paz debe ser algo que podemos experimentar. La palabra paz no se refiere a la paz que experimentamos en nuestro entorno, sino a la paz que tenemos en nuestro ser interior. Cuando tenemos paz en nuestro espíritu, nos sentimos apropiados, cómodos, tranquilos y sosegados. De manera semejante, la vida de la que se habla en este versículo debe ser algo que podemos percibir. Cuando tenemos el sentir de vida en nuestro espíritu, nos sentimos satisfechos, fortalecidos, regados, refrescados, vivientes y radiantes. Cuando ponemos la mente en el espíritu, sentimos vida y paz interiormente. En 2 Corintios 3:17 leemos: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. La libertad es también algo que podemos percibir. Así, pues, estos dos versículos nos muestran que cuando el Espíritu está con nuestro espíritu, sentimos vida, paz y libertad. Por consiguiente, Dios está con nosotros cada vez que sentimos vida, paz y liberación interiormente.

  “Porque la mente puesta en la carne es muerte” (Ro. 8:6a). La muerte es también algo que podemos percibir. La muerte no sólo está en contraste con la vida, sino también con la paz. Por consiguiente, el sentir de muerte es lo contrario del sentir de vida y paz, e incluye vaciedad, debilidad, sequedad, vejez, depresión y tinieblas, como también el hecho de no estar cómodos, tranquilos ni sosegados. Cada vez que tengamos estos sentimientos en nuestro interior, debemos comprender que hemos tocado la muerte. Estos sentimientos también indican que no estamos vivientes en nuestro espíritu y hemos perdido nuestra comunión con Dios.

LA COMUNIÓN DEPENDE DE LA CONDICIÓN DE NUESTRO ESPÍRITU

  Estar en comunión es vivir continuamente en nuestro espíritu en unión con el Espíritu. Nuestro espíritu debe permanecer en comunión con el Espíritu aun cuando estemos muy ocupados. Incluso podemos reírnos o enojarnos, siempre y cuando permanezcamos en comunión con el Espíritu en nuestro espíritu. En 1 Juan 1:3 se nos dice: “[La vida eterna] que hemos visto y oído, os [la] anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Los apóstoles anunciaban la vida eterna a los creyentes para que éstos pudiesen tener comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Tenemos esta comunión porque poseemos la vida eterna. En 2 Corintios 13:14 leemos: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En Filipenses 2:1 vemos que la comunión tiene que ver con nuestro espíritu: “Si alguna comunión de espíritu”. Estos versículos nos permiten ver que nuestra comunión con Dios depende enteramente de la vida y se lleva a cabo completamente en el espíritu. Nuestra comunión con Dios no depende de lo que hacemos externamente, sino del hecho de que el Espíritu está en nuestro espíritu.

  Antes de ser salvos, el Espíritu de Dios y nuestro espíritu estaban separados; pero en el momento en que fuimos salvos el Espíritu entró en nuestro espíritu y nos unimos a Él. El Espíritu y nuestro espíritu llegaron a ser un solo espíritu. Unirnos como un solo espíritu es algo continuo que implica un fluir mutuo. La vida de Dios, que hemos recibido, no es una parte ni la totalidad sino un fluir mutuo. Este fluir mutuo es la comunión de la vida divina, y nos hace uno con Dios al mezclarnos con Él. La comunión es una comunicación y unión entre el Espíritu y nuestro espíritu.

LA COMUNIÓN ES EL FUNDAMENTO PARA NUESTRO CRECIMIENTO Y NUESTRO SERVICIO

  Alguien que es verdaderamente espiritual permanece en su espíritu, disfruta de la presencia de Dios, y experimenta vida, paz y liberación. También se siente satisfecho y fortalecido. Puesto que vive en comunión con Dios, la vida divina puede fluir en él y llegar a ser su elemento constitutivo. Como resultado, puede expresar continuamente la vida de Dios e impartir en otros esta vida. Mediante la vida divina que fluye en él y llega a ser su elemento constitutivo, él gradualmente crece en esta vida hasta la madurez. El fluir de vida y la impartición de vida son la obra genuina de toda persona que sirve al Señor. Nuestro crecimiento en vida y nuestra función en la obra dependen de la comunión de vida, que es también la comunión que tenemos en la presencia de Dios. Es posible que algunos entre nosotros no tengamos la comunión de vida, pero a pesar de ello continuemos dando mensajes, orando, visitando o administrando la iglesia. Esta clase de obra, que no se lleva a cabo en comunión con Dios, es simplemente un trabajo, y no puede impartir vida a otros. Aquellos que son inexpertos pueden considerar tales cosas como la obra de Dios, pero quienes tienen experiencia y viven en comunión con Dios, saben que dicha obra podría llevarse a cabo sin comunión y sin el suministro de vida.

CONOCER EL SENTIR INTERIOR A FIN DE TENER COMUNIÓN

  Un creyente que desee ser usado por Dios debe pagar el precio. Éste es el requisito indispensable para ser usados por Dios. Además de pagar el precio, aún hay muchas otras lecciones que sólo las podemos aprender en nuestra comunión con Dios. Algunos hermanos pagaron un precio cuando empezaron a servir, pero ahora no pueden ser usados apropiadamente por el Señor porque gradualmente perdieron la comunión. No todos los que pagan el precio son capaces de mantener la comunión. Sin embargo, los que mantienen la comunión ciertamente serán capaces de pagar el precio. Cuando no estemos dispuestos a obedecer al sentir interior y a pagar el precio, la comunión cesará espontáneamente. También hay ocasiones cuando pagamos el precio, pero no tenemos la comunión. Por lo tanto, aprender a tener comunión con el Señor es la lección más importante que deben aprender aquellos que sirven al Señor. La comunión es la clave de todas nuestras experiencias espirituales, ya sea que éstas estén relacionadas con nuestra vida, con nuestro vivir o con nuestra obra. Por lo tanto, si deseamos ser usados por Dios, debemos prestar suma atención a esta comunión.

  En lo que se refiere a aprender a tener comunión, debemos empezar conociendo el sentir interior. Supongamos que un hermano percibe en su interior que no tiene vida, paz ni libertad. Él debe detenerse e inmediatamente consultarle a Dios a qué se debe esto. Quizás hizo algo que Dios le prohibía hacer, o retuvo algo que Dios quería que entregara. Tal vez ha permanecido en cierto pecado y no está dispuesto a abandonarlo, pese a que tenía un sentir respecto a ello. Mientras esté dispuesto a entrar en la presencia de Dios, le será fácil descubrir la causa de ello. Una vez que sepa cuál es la causa, enseguida debe tomar las medidas correspondientes, pues si no está dispuesto a hacerlo, su sentir de muerte y esclavitud se agudizará más. Estos sentimientos negativos son advertencias de Dios que le indican al hermano que hay un problema y que debe consultarle a Dios.

  También es posible que el hermano no haya cometido ningún error ni ningún pecado, ni haya desobedecido a Dios, pero, con todo, siente hambre y sed interiormente. El sentir de hambre y sed difiere del sentir de muerte, inquietud, esclavitud y vaciedad. El sentir de vaciedad y muerte no es normal, pero el sentir de hambre y sed es normal. Dios usa el sentir de hambre y sed para instarnos a que lo busquemos en oración y paguemos el precio para ganarlo. Si estamos dispuestos a atender a este sentir interior, entraremos de manera más profunda en la presencia de Dios. El sentir de embotamiento es distinto del sentir de oscuridad. El sentir de oscuridad es anormal, e indica que hay un problema entre nosotros y Dios, es decir, que lo hemos ofendido. En cambio, el sentir de embotamiento es muchas veces la manera en que Dios nos insta a que nos levantemos y lo busquemos en oración y esperemos Su llamado. Cuando tengamos el sentir de embotamiento, debemos levantarnos para esperar en Dios y buscarlo de una manera más profunda.

  También está el sentir de indiferencia, que es cuando no nos sentimos tranquilos ni tampoco intranquilos. Éste también es un llamado que Dios nos hace para que entremos en Su presencia. A fin de atender adecuadamente al sentir interior, debemos pasar tiempo para absorber a Dios en oración. La oración es la manera en que absorbemos a Dios. Si no prestamos la debida atención al sentir interior, perderemos el sentir de vida, paz y libertad. Dios nos da este sentir interior porque Él desea que nosotros nos acerquemos a Él y respondamos a Su llamado. Si no desatendemos el sentir interior, entraremos en una comunión más profunda, lo cual nos permitirá experimentar la vida en abundancia y gozar de una paz más profunda y de mayor libertad. Pero si desatendemos al sentir interior, perderemos la comunión de vida, lo cual nos llevará a perder el sentir de vida, paz y libertad.

  Si estamos dispuestos a aprender estos finos detalles de la lección de estar en la presencia de Dios y de tener comunión con Él, creceremos en vida diariamente y también se forjará diariamente en nosotros el elemento espiritual. Como resultado, la vida desbordará en nosotros y podremos impartir la vida divina a otros. Éste es el fruto de vivir en la comunión divina y de permitir que Dios forje Su elemento divino en nosotros. Dios puede fluir a través de los que están dispuestos a ser esta clase de personas, y tales personas pueden ser usadas por Dios.

  La comunión es el fluir de vida. Es el Espíritu que fluye en nuestro interior. Aprender la lección de tener comunión es ocuparnos del sentir en nuestro espíritu tomando las medidas apropiadas con respecto a nuestro ser delante de Dios. Por lo tanto, debemos apartar suficiente tiempo para acudir a Él, absorberlo y esperar en Él. Debemos entrar en Su presencia para que Él tenga la oportunidad de fortalecer el fluir de Su vida en nosotros. Cuanto más tiempo pasemos entrando en Su presencia a fin de esperar en Él, acercarnos a Él y absorberlo, más oportunidades Él tendrá para fluir en nosotros. Las medidas que tomemos como resultado de esta clase de comunión, fortalecerán nuestra comunión con Dios y harán que la vida desborde y que nuestra función se haga manifiesta.

NUESTRA UTILIDAD DEPENDE DE QUE TOQUEMOS LA VIDA

  Como aquellos que desean ser usados por el Señor, debemos prestar atención a la comunión de la vida divina y no al bien ni al mal, ni a lo correcto o incorrecto. La comunión de vida corresponde al principio del árbol de la vida. Cualquier iglesia o santo que desee ser usado por el Señor no podrá vivir en la esfera de lo correcto e incorrecto. Todo lo que tratemos en la esfera de lo correcto e incorrecto no pertenece a la vida ni nos da paz ni libertad. Debemos contactar la presencia de Dios, es decir, Su vida. Cuando tocamos la muerte, nuestro servicio se estanca. La clave para ser usados por el Señor es tocarlo a Él. Esto se aplica a los santos en particular, así como también a la iglesia. Quienes están en comunión con Dios serán usados por Él. En vez de discutir acerca de los detalles sutiles de la verdad, debemos prestar más atención a entrar en una comunión más profunda con el Señor. Es lamentable que muchos santos que desean servir al Señor hayan caído en la trampa del diablo, es decir, estén en la esfera de lo correcto e incorrecto o del bien y el mal. Debido a esto han perdido el fluir de vida y han caído en muerte. Cuando los creyentes debaten acerca de algún punto de la verdad, quizás logren entender claramente la verdad, pero casi siempre tocan la muerte. No debemos olvidar que sólo aquellos que conocen el fluir de vida pueden ser usados por Dios. Por consiguiente, debemos conocer la comunión de vida.

  Andrew Murray fue usado grandemente por Dios porque era una persona que conocía la comunión divina. Él conducía a las personas a Dios, y su obra tuvo mucha eficacia. El secreto para que seamos usados por el Señor estriba en la comunión de vida. Debemos estar dispuestos a abandonar otras cosas a fin de conservar esta comunión. La ocupación del apóstol Juan era remendar las redes, y su ministerio fue un ministerio que remendaba con la vida divina. Dios lo usó a él para que escribiera el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, en el cual todos los asuntos espirituales concluyen con la vida divina. El fundamento del servicio al Señor es nuestra experiencia de vida, y nuestra experiencia de vida depende de nuestra comunión con el Señor.

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