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Mensajes del libro «Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombre»
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CAPÍTULO TRES

LA COMUNIÓN Y LA MEZCLA DE DIOS CON EL HOMBRE

LA COMUNIÓN CONSISTE EN PERMITIR QUE LA VIDA DE DIOS FLUYA A TRAVÉS DE NOSOTROS Y SE MEZCLE CON NOSOTROS

  El significado apropiado de ser usado por Dios es ser un canal para que la vida de Dios entre en nosotros por su fluir y luego alcance a otros a través de nosotros. Puesto que no somos tubos inertes, cuando la vida divina fluye por medio de nosotros, también se mezcla con nosotros. Tener comunión con Dios es permitir que Él no solamente fluya a través de nosotros, sino que también se mezcle con nosotros. Algunos creyentes enseñan que un cristiano debe procurar llegar a la etapa en la que ya no posea nada de su propia vida y naturaleza, sino que únicamente posea la vida y naturaleza de Dios. Esta enseñanza aparentemente es muy espiritual, pero no es acertada. La espiritualidad genuina no significa que nuestra vida humana deja de existir, sino que la vida de Dios se mezcla con nuestra vida humana. No significa que perdemos nuestra naturaleza humana, sino que la naturaleza de Dios se mezcla con nuestra humanidad redimida.

  Cuando Pedro escribió sus Epístolas, él estaba lleno de la vida de Dios. Sin embargo, es obvio que Pedro no perdió su vida, ni su vida fue reemplazada por la vida divina; más bien, la vida divina se mezcló con su vida humana. Aunque Pedro expresaba la vida divina, esta expresión tenía el sabor de su humanidad. De manera semejante, Pablo también estaba lleno de la vida divina, pero la vida divina que se expresaba por medio de él también poseía su sabor humano. Los primeros creyentes estaban llenos de la vida divina, pero lo que ellos expresaron era distinto en cada caso, pues contenía el elemento de su vida y naturaleza. En esto consiste la espiritualidad genuina.

  La verdadera espiritualidad no implica que la vida humana sea reemplazada por la vida divina. La espiritualidad genuina significa que Dios se mezcla con el hombre, de tal modo que ni la vida humana ni la vida divina existen por sí solas. Hablando con propiedad, nuestra comunión con Dios, en la cual Él entra en nosotros y a través de nosotros por medio de Su fluir, no es simplemente una cuestión de que Él fluya a través de nosotros, sino de que se mezcle con nosotros. En esta mezcla, Dios se forja en nuestra constitución; asimismo, en esta mezcla, el elemento humano no es anulado ni abolido. El elemento humano sigue existiendo, pero éste se halla mezclado con Dios. Como resultado de esta mezcla, el hombre llega a ser un ser híbrido que posee dos naturalezas y dos vidas. Por un lado, es Dios quien vive; pero, por otro, es el hombre quien vive. No debemos pensar que quienes tienen comunión con Dios y permiten que Él fluya por medio de ellos no tienen pensamientos, sentimientos, intenciones, preferencias ni inclinaciones. Ellos aún poseen las funciones de su mente, su parte emotiva y su voluntad, pero el elemento de Dios se ha mezclado con ellos. El elemento de Dios se mezcla con sus pensamientos, sentimientos y decisiones. Como resultado, Dios se manifiesta por medio de su mente, su parte emotiva y su voluntad.

  Decir que una persona renuncia a su vida humana a cambio de la vida divina es un concepto erróneo. Por el contrario, todo el que tiene comunión con Dios llega a ser viviente y activo. Su voluntad es fortalecida, su parte emotiva se hace más ferviente, su mente llega a ser más lúcida y él mismo llega a ser viviente, vigoroso y sumamente activo. De este modo, él no simplemente le brinda a Dios la coordinación adecuada, saludable y viviente, sino que también mantiene una continua comunión con Dios. Sin embargo, sus pensamientos, voluntad, preferencias, opiniones e inclinaciones no son independientes. Sus pensamientos dependen de Dios y están mezclados con los pensamientos de Dios, y su parte emotiva también está mezclada con la parte emotiva de Dios. Todo lo que él se propone hacer y hace es el resultado de que Dios se mezcle con él. Por lo tanto, su modo de pensar es el mismo modo de pensar de Dios, y su hablar es el hablar de Dios.

  Según esta perspectiva, todas las Epístolas son palabras de Dios. Independientemente de si fueron escritas por Pablo, Pedro o Juan, son las palabras de Dios. Es difícil para los incrédulos aceptar que las palabras escritas por Pablo sean las palabras de Dios. Pero si entendemos lo que significa tener comunión con Dios, sabremos por qué las palabras de los apóstoles son las palabras de Dios. Los apóstoles estaban tan profundamente mezclados con Dios que sus palabras eran el hablar de Dios en ellos, sus preferencias eran las preferencias de Dios y su mover era el mover de Dios en ellos. Esto concuerda con Filipenses 1:20-21, que dice: “Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo [...] Porque para mí el vivir es Cristo”. Estos versículos nos dan a entender que no sólo es Cristo quien vive, sino que Cristo vive en mí. Esto también es lo que dice Gálatas 2:20: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne...”. La primera parte de este versículo dice: “Ya no vivo yo”, pero la parte que sigue dice: “Ahora vivo”. Éste es el verdadero vivir espiritual. No significa que perdemos nuestro elemento humano, sino que éste se mezcla con el elemento divino, y todo nuestro ser llega a ser lleno del elemento de Dios. Una persona así expresa el sabor de Dios. Cuando habla, los demás perciben que Dios está hablando; cuando da su opinión, los demás pueden percibir la mente de Dios. Incluso cuando se enoja, los demás perciben la autoridad de Dios.

  No se trata de que seamos como un tubo de agua por el cual Dios, el agua viva, fluye, puesto que no se requiere ninguna relación entre el tubo y el agua que fluye por él. La verdadera espiritualidad significa que la naturaleza humana se mezcla con la naturaleza divina. Puesto que Dios se mezcló con Pablo vemos que, por un lado, las Epístolas de Pablo tienen el sabor de Pablo, pero, por otro, son las palabras de Dios. Esta situación difiere de la manera en que los profetas hablaban en el Antiguo Testamento. Los profetas antiguotestamentarios hablaron porque las palabras de Dios venían a ellos. Por consiguiente, el tono que ellos usaban era el tono de Dios, y no de ellos. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo decían: “Dice Jehová” o “Así ha dicho Jehová”. Lo que vemos en las epístolas neotestamentarias es completamente diferente. Aparte de las siete epístolas de Apocalipsis, las Epístolas no usan el tono del hablar directo del Señor; al contrario, Pablo exhortó a los creyentes (1 Co. 7:10; 11:17), y Pedro les hizo un ruego (1 P. 2:11; 5:1). El libro de Romanos es la Palabra de Dios y es inspirado por el Espíritu Santo. Sin embargo, en este libro Pablo dice: “Os exhorto por las compasiones de Dios” (12:1), y “Os digo” (15:8). Juan en sus Epístolas dice: “Os lo anunciamos también a vosotros” y “Estas cosas os escribimos” (1 Jn. 1:3-4). Aunque éstas eran las palabras de Juan, dichas palabras quedaron escritas en el Nuevo Testamento. Si bien fueron palabras habladas por los apóstoles, eran las palabras de Dios porque Dios estaba mezclado con los apóstoles. Por esta razón, cuando los apóstoles hablaban, Dios hablaba por medio de ellos. Los apóstoles eran Dios-hombres. En esto consiste la espiritualidad.

LA COMUNIÓN AÑADE EL ELEMENTO DIVINO AL ELEMENTO HUMANO

  Cuando una persona es poseída por un demonio, la función de su mente, parte emotiva y voluntad es anulada. Pero cuando Dios se mezcla con una persona, Él no anula el elemento humano. Dios desea que la mente del hombre, su parte emotiva y su voluntad cooperen con Él. Por lo tanto, cuanto más espirituales seamos, más rica será nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Una persona espiritual es más humana, porque su elemento humano ha sido enriquecido con el elemento divino. Dicha persona es movida por el Espíritu. Además, Dios fluye por medio de tal persona y se mezcla con ella. Por consiguiente, lo que ella dice o hace es conforme a la norma apropiada de humanidad. Su personalidad no es anulada; más bien, es fortalecida.

  Según la biografía de Andrew Murray, vemos que su mente, parte emotiva y voluntad fueron enriquecidas, si bien él también fue firme y decidido. Sus pensamientos tocaron la mente de Dios, sus afectos tocaron la parte emotiva de Dios y su voluntad tocó la intención de Dios. Lo mismo sucedió con otros gigantes espirituales. Ninguno de ellos perdió su naturaleza humana, sino que simplemente dejaron de ser independientes de Dios. La verdadera comunión no hace que una persona deje de existir; al contrario, ella llega a ser más activa. Sin embargo, ya no hace las cosas por sí misma, sino que depende de Dios y discierne el sentir de Dios en todo lo que hace.

  Una persona aletargada que duerme todo el tiempo es cobarde y no puede ser espiritual. Alguien que es espiritual debe ser sensato y cuerdo. Tendrá pensamientos ricos, sentimientos fervorosos y una voluntad fuerte y resuelta. Dependerá de Dios, y su revelación, perspicacia y entendimiento no serán independientes de Dios; más bien, él mismo se sujetará a Dios, dependerá de Dios y permitirá que Dios se mezcle con él. Así, el elemento divino estará presente en su mente, parte emotiva y voluntad, por lo que su hablar, decisiones y sabiduría serán el hablar, las decisiones y la sabiduría de Dios.

  Dos hermanos pueden ser inteligentes, pero uno de ellos puede tener el sabor de Dios mientras que el otro no. Dos hermanas pueden enojarse, pero una de ellas expresa a Dios mientras que la otra expresa su carne. Un anciano puede reprender duramente a alguien, pero los demás perciben el sabor de Dios. Podemos discernir la diferencia en casos así.

  No debemos pensar que cuando tenemos comunión con Dios, nuestra persona deja de existir. Si una persona deja de existir, es probable que esté poseída por un demonio. Cuando aprendemos a tener comunión con el Señor, aprendemos a usar apropiadamente nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad y a sujetarlas a Dios. Si un pensamiento hace que una hermana se sienta interiormente seca, vacía o inquieta, ella debe rechazarlo y pensar en algo diferente. Si otro pensamiento le trae a ella luz y consuelo, debe recibirlo porque está relacionado con la vida. Si un hermano que está listo para dar un mensaje se siente incómodo interiormente, ésa es la prohibición de Dios. Él debe buscar al Señor hasta que se sienta radiante y refrescado. Debemos poner esto en práctica aun cuando escojamos los himnos para una reunión.

  Cuando tenemos comunión con el Señor no dejamos de tener pensamientos. Al contrario, estamos llenos de pensamientos. Sin embargo, no dependemos de nuestros pensamientos, sino del sentir de vida en nuestro espíritu, el sentir que Dios nos da. Cuando sujetamos nuestros pensamientos al sentir que tenemos en nuestro espíritu, estamos sujetando nuestra mente a Dios y estamos mezclándonos con Él. Asimismo nuestro amor por otros debe ser conforme al sentir de nuestro espíritu. No es que no tengamos sentimientos; al contrario, estamos llenos de sentimientos, pero éstos están sujetos al sentir de nuestro espíritu. Lo mismo se aplica a nuestra voluntad. Nuestro espíritu debe ser la parte predominante de nuestro ser. Si nuestro espíritu está sujeto a Dios, todo nuestro ser también lo estará. Es de esta manera que tocamos la presencia de Dios en nuestro andar. Esto es lo que significa vivir en comunión. Así, todo lo que digamos y hagamos contendrá el elemento divino, expresará a Dios y suministrará vida. Ésta es la lección más básica que nosotros, como quienes desean ser usados por Dios, debemos aprender.

PERMITIR QUE DIOS FLUYA A TRAVÉS DE CADA PARTE DE NUESTRO SER

  El significado apropiado de tener comunión es que Dios entra en el hombre como vida por medio de Su fluir a fin de que el hombre se mezcle con Él. Dios es Espíritu, y nosotros tenemos un espíritu humano. El Espíritu entró en nosotros a fin de ser nuestra vida. Antes de la caída del hombre, el espíritu humano era su órgano dominante, pues lo gobernaba y dirigía. Su mente, su parte emotiva y su voluntad, con sus diferentes funciones, estaban bajo la dirección de su espíritu. Asimismo, las acciones de su cuerpo estaban bajo la dirección de su espíritu. Aunque el Espíritu no moraba en él, su espíritu humano era capaz de comunicarse con Dios; y aunque Dios estaba fuera de él, podía dirigir el espíritu dentro del hombre. Por consiguiente, el hombre vivía delante de Dios y estaba bajo el control de Dios. Desde la perspectiva humana, esta condición parece ser lo suficientemente buena. Es por ello que muchos cristianos creen que la obra salvadora de Dios simplemente consiste en llevarnos de regreso a la condición humana original. No se les ha ocurrido que la salvación de Dios va más allá de simplemente llevar al hombre de vuelta a su condición original. El propósito de Dios es ser uno con nosotros al entrar en nuestro espíritu, al morar en nuestro espíritu y al mezclarse con nosotros. Es así como Dios desea dirigir y gobernar todo nuestro ser. No sólo eso, sino que además Él desea extenderse desde nuestro espíritu a cada parte de nuestro ser.

  Dios en Su obra de salvación no sólo desea gobernarnos, sino también mezclarse con nosotros. Esta mezcla empieza con nuestro espíritu y continúa hasta que alcanza cada parte de nuestro ser. Dios primeramente entra en nuestro espíritu para ser un solo espíritu con nosotros. Luego, a partir de nuestro espíritu se extiende a nuestra alma, es decir, a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Dios se mezcla con nuestra mente, parte emotiva y voluntad de tal manera que nuestra mente expresa Sus pensamientos, nuestra parte emotiva expresa Sus sentimientos, y nuestra voluntad expresa Sus decisiones.

  Tener comunión con Dios es permitir que Él opere y actúe libremente en nuestro espíritu de modo que pueda alcanzar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. A fin de extenderse, es menester que nuestra mente, parte emotiva y voluntad estén sujetas a nuestro espíritu. Dios ya se ha mezclado con nuestro espíritu y se ha unido a él formando así un solo espíritu (1 Co. 6:17). Por lo tanto, cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad están sujetas a nuestro espíritu, también están sujetas a Dios. Si permitimos que nuestro espíritu nos gobierne, es decir, si permitimos que dirija nuestra mente, parte emotiva y voluntad, el Espíritu entonces fluirá a cada parte de nuestro ser. Este fluir es la comunión. Cuando tenemos comunión con Dios, permitimos que Él fluya de nuestro espíritu a cada parte de nuestro ser.

  Cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad hacen algo que no está bajo la dirección de nuestro espíritu, nuestra comunión con Dios se interrumpe. En cuanto el fluir se detiene, la comunión se pierde; y una vez que perdemos la comunión, perdemos la presencia de Dios. Esto es algo muy serio. Debemos estar con temor y temblor para no permitir que nuestra mente, parte emotiva y voluntad pase por encima del gobierno de nuestro espíritu. El Espíritu puede fluir libremente en nuestro ser cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad están sujetas al gobierno de nuestro espíritu. Como resultado, nos mantendremos en comunión con Dios y disfrutaremos de Su presencia, y Dios se mezclará con nosotros y se extenderá a cada parte de nuestro ser interior. Además, Él fluirá de nuestro ser, y el elemento de Dios se manifestará en nuestro vivir y en nuestro andar. En ese momento, el elemento divino estará mezclado con nuestro elemento humano.

LA COMUNIÓN NOS CAPACITA PARA RECIBIR LA VIDA Y LA NATURALEZA DIVINAS

  La Biblia dice que Dios es Espíritu (Jn. 4:24) y también se refiere al Espíritu como Dios (Hch. 5:3-4). Además, la Biblia afirma que Dios es vida (Jn. 5:26; 11:25; 14:6). Dios, el Espíritu y la vida son uno solo. La naturaleza de Dios es Espíritu, y la vida es Su contenido. Por lo tanto, es igualmente correcto afirmar que Dios está en nosotros, que el Espíritu está en nosotros y que la vida de Dios está en nosotros. Afirmar que Dios está en nosotros se refiere a Él como persona; afirmar que el Espíritu está en nosotros significa que Él es un ser espiritual, no físico; y afirmar que la vida de Dios está en nosotros significa que el contenido de la Deidad está en nosotros. Nuestra comunión se lleva a cabo en Dios, en el Espíritu y en vida. La comunión es el medio por el cual nos mezclamos con Dios y llegamos a ser un solo fluir con Él. La comunión nos hace espirituales, y por medio de la comunión se forja en nuestra constitución el contenido de Dios. Por medio de la comunión nos mezclamos con Dios y ganamos más de Su naturaleza y de Su vida.

  La comunión es el fluir mutuo de Dios y el hombre, en el cual Dios y el hombre se mezclan como una sola entidad. Esto es como añadir azúcar al agua para producir agua azucarada. Es erróneo afirmar que cuando el azúcar desaparece, solamente el agua queda; en vez de ello, debemos decir que el agua está en el azúcar y que el azúcar está en el agua. De manera semejante, en la mezcla de Dios con el hombre, el hombre no es anulado; al contrario, Dios se mezcla con el hombre, y el hombre se mezcla con Dios. Los dos, Dios y el hombre, llegan a ser uno solo.

  Dios se mezcla con el hombre debido a que Él es el Espíritu y también la vida. Dios mezcla Su naturaleza, que es Espíritu, con cada parte de nuestro ser, y también mezcla Su contenido, que es la vida, con cada parte de nuestro ser. Antes de que se mezclara con nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, nosotros no poseíamos Su naturaleza ni Su contenido. Pero por medio de la comunión, Él mezcla Su naturaleza y Su vida con nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Entonces la naturaleza de nuestros pensamientos llegará a ser espiritual y su contenido será la vida; la naturaleza de nuestra parte emotiva será también espiritual y su contenido será la vida; y, asimismo, la naturaleza de nuestras decisiones será espiritual y su contenido será la vida. De este modo, los demás percibirán el sabor de Dios en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, porque nosotros estamos mezclados con Su naturaleza espiritual y con Su contenido de vida.

NO SER INDEPENDIENTES

  Aprendemos a tener comunión al depender de Dios. Esto significa que no permitimos que nuestra mente, parte emotiva y voluntad actúen independientemente de nuestro espíritu. Si no actuamos independientemente de Dios, no actuaremos independientemente de nuestro espíritu y, por ende, no usaremos nuestra mente, parte emotiva y voluntad aparte de nuestro espíritu. Los pensamientos de nuestra mente estarán sujetos al gobierno y supervisión de nuestro espíritu. Nuestro espíritu examinará los sentimientos de nuestra parte emotiva y las decisiones de nuestra voluntad. Ejercitarnos de esta manera es aprender a tener comunión con Dios. Nuestra comunión con Dios se interrumpe cada vez que nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad actúan independientemente de nuestro espíritu. El pecado no es lo único que interrumpe nuestra comunión con Dios; de hecho, en cuanto nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad actúan independientemente de Dios, perdemos la comunión divina.

  La lección de tener comunión implica el hecho de someter las actividades de todo nuestro ser al continuo gobierno de nuestro espíritu. No debemos participar en ninguna actividad sin que ésta haya sido examinada por nuestro espíritu. De lo contrario, incluso las mejores actividades, como dar un mensaje u orar, pueden hacernos perder la comunión de la vida divina. Cualquier cosa que no sea examinada por nuestro espíritu es independiente de nuestro espíritu. Las actividades que perjudican nuestra comunión con Dios también pueden hacer que nuestra vida espiritual sufra pérdida. Una vez que aprendamos la lección de tener comunión, nuestro espíritu llegará a ser fuerte, saludable, viviente y fresco, y también el Espíritu tendrá la oportunidad de extenderse a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Así, cuando nuestra mente sea sometida al gobierno y escrutinio de nuestro espíritu, nuestro espíritu vendrá a ser fuerte, y el Espíritu tendrá la oportunidad de mezclarse con nuestra mente. Como resultado, nuestra mente tendrá la naturaleza espiritual de Dios y Su vida. De la misma manera, si sometemos nuestra parte emotiva y nuestra voluntad al gobierno de nuestro espíritu, nuestro espíritu será fortalecido, y el Espíritu entonces se extenderá a nuestra parte emotiva y a nuestra voluntad de modo que lleguen a ser espirituales.

  Inicialmente, mientras aprendemos a tener comunión, debemos someter continuamente nuestra mente, parte emotiva y voluntad al gobierno de nuestro espíritu. Pero después de cierto tiempo, nuestro ser interior espontáneamente se volverá a nuestro espíritu y permanecerá bajo el gobierno de nuestro espíritu. Para entonces, no esperaremos a que estemos a punto de hacer algo para sujetarnos a la dirección de nuestro espíritu, sino que nuestro espíritu gobernará nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, diciéndoles qué hacer. En la etapa inicial, solemos actuar primero y después ser examinados por el Espíritu. Pero en una etapa más avanzada, nuestro espíritu tomará la iniciativa de dirigir nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Al principio, debemos volvernos a nuestro espíritu y consultar con nuestro espíritu; pero con el tiempo, permaneceremos en nuestro espíritu, y nuestro espíritu nos dirigirá. En ese momento, todo nuestro ser estará bajo el control de nuestro espíritu, y nuestro espíritu vendrá a ser nuestra persona. Nuestro espíritu será entronizado en nuestro ser y ocupará el primer lugar, por lo que seremos dirigidos por nuestro espíritu. Entonces nos será fácil tener comunión y liberar nuestro espíritu, y, como resultado, la vida de Dios fluirá de nosotros en nuestra vida diaria.

LA MANERA PRÁCTICA DE TENER COMUNIÓN CON DIOS

  A continuación daremos nueve puntos que de manera práctica nos ayudarán a aprender la lección de tener comunión con Dios.

Apartar un tiempo específico

  Debido a que somos débiles, debemos apartar un tiempo específico para tener comunión con Dios. En 1 Reyes 18:21 leemos: “¿Hasta cuándo andaréis brincando entre dos opiniones?”. Los que brincan entre dos opiniones no pueden aprender las lecciones espirituales. Debemos fijar un tiempo específico para aprender la lección de tener comunión. Si no aprendemos a entrar en comunión, los mensajes que hemos escuchado no nos brindarán ninguna ayuda. Las enseñanzas del Señor en Mateo 5—7 no pueden cumplirse mediante la superación personal. Dichas enseñanzas sólo pueden cumplirse en el vivir de alguien que está bajo el gobierno de los cielos. Cuando estamos en comunión con Dios, podemos obedecer al gobierno celestial, y de este modo Dios se expresa en nuestro vivir. Solamente en nuestra comunión con Dios podemos recibir luz espiritual. Por lo tanto, debemos apartar un tiempo específico para aprender la lección de tener comunión.

Consagrarnos completamente

  El verdadero significado de tener comunión es que nos mezclemos con Dios. Sin embargo, Dios necesita obtener nuestro consentimiento antes de llevar a cabo una obra de mezcla. Por lo tanto, es necesario que empecemos nuestra comunión con una consagración completa en la que le entreguemos todo a Dios.

Volvernos primero al espíritu

  Después de nuestra consagración, las actividades de nuestra mente, parte emotiva y voluntad deben primeramente ser sujetadas al escrutinio de nuestro espíritu; de lo contrario, no debemos hacer nada. Este punto no es fácil de aprender porque por naturaleza somos independientes. Puesto que deseamos mezclarnos con Dios, después de que nos consagremos, primero debemos llevar cada asunto a nuestro espíritu, discernir el sentir en nuestro espíritu y esperar recibir el mando del espíritu. Debemos hacer lo que nuestro espíritu nos permita hacer y no hacer nada que el espíritu nos prohíba. Todos los asuntos, grandes y pequeños, deben ser examinados por nuestro espíritu.

Ser serios y diligentes

  Aprender a tener comunión es una lección muy seria. Una persona descuidada y relajada no aprenderá esta lección apropiadamente. Por consiguiente, de una manera seria y diligente debemos ejercitarnos para aprender la lección de tener comunión.

Desatender cualquier razonamiento

  Los razonamientos son distracciones de Satanás. Por lo tanto, debemos aprender a desatender todo análisis y razonamiento que proviene de nuestra mente. En cuanto empecemos a razonar, nuestra comunión se interrumpirá. En los pormenores de nuestra práctica no debe importarnos lo correcto o lo incorrecto. Únicamente debe importarnos el principio de volvernos a nuestro espíritu y de ser dirigidos por nuestro espíritu. Cuando centramos nuestra atención en lo correcto o incorrecto, nuestra comunión se interrumpe y caemos en la trampa de razonar y analizar.

Ejercitar la voluntad

  A fin de aprender la lección de tener comunión, no debemos esperar pasivamente a que seamos movidos por el Espíritu. En vez de ello, debemos ejercitar activamente nuestra voluntad. Esto concuerda con la enseñanza del Nuevo Testamento.

Creer

  Debemos aprender a tener fe y a creer que estamos en las manos de Dios y bajo Su dirección y protección. Independientemente de si tenemos la razón o estamos equivocados, Él asume la responsabilidad por nuestra comunión. Si no creemos, no podemos aprender a tener comunión.

Cultivar el hábito de volvernos a nuestro espíritu

  En toda situación debemos poder ejercitar nuestro espíritu. Debemos ser aquellos que se vuelven a su espíritu, no hacia el mundo. Algunos creyentes se vuelven a su espíritu cuando oran, pero se alejan de su espíritu después de que terminan de orar. Debemos practicar continuamente el volvernos a nuestro espíritu; no debemos extraviarnos de nuestro espíritu. Lo mejor es no tratar de determinar si estamos en nuestro espíritu o fuera de él; simplemente debemos buscar al Señor en nuestro espíritu.

Vivir conforme al sentir interior

  No debemos hacer nada si no hemos discernido el sentir en nuestro espíritu. Esto significa que no debemos realizar ninguna actividad independientemente del sentir en nuestro espíritu. No debemos ser pasivos, ni tampoco debemos ejercitar nuestra voluntad aparte de nuestro espíritu. El ejercicio de nuestra voluntad debe estar bajo la dirección de nuestro espíritu. Debemos cultivar el hábito de volver todo nuestro ser al espíritu y de hacerlo todo en nuestro espíritu. Si el Espíritu no se mueve, no debemos movernos nosotros. Debemos ser siempre personas que despiertan el espíritu.

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