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Mensajes del libro «Terreno de la iglesia y las reuniones de la iglesia, El»
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CAPÍTULO CINCO

PUNTOS PRÁCTICOS SOBRE LA REUNIÓN DE LA MESA DEL SEÑOR

LLEGAR A TIEMPO A LA REUNIÓN DE LA MESA

  Frecuentemente, los que asisten a la reunión de la mesa del Señor no llegan a tiempo. Al comienzo de la reunión, quizás solamente esté allí una tercera parte de los asistentes; luego, gradualmente, llegan más personas. Es posible que sólo hasta veinte o treinta minutos más tarde hayan llegado todos los santos. Esto perjudica mucho la reunión. Supongamos que cinco personas juegan en un partido de baloncesto. El primer jugador llega al partido solo; luego, otro llega más tarde, y después de cinco minutos o más, llega el tercero, el cuarto y finalmente el quinto. ¿Qué clase de partido sería ese? Supongamos, de nuevo, que alguien invite a veinte personas a una fiesta. Primero llegan ocho, más tarde llegan seis más y, gradualmente, llegan los demás. Para entonces, la comida se habrá estropeado.

  Le damos mucho énfasis a la reunión de la mesa del Señor porque ésta es muy importante y significa mucho para la vida de iglesia. Para que la iglesia sea fuerte, debemos tener una reunión apropiada de la mesa del Señor. Así que, por la gracia del Señor tenemos que esforzarnos en comenzar la reunión de la mesa con todos los miembros presentes. Debemos sentir vergüenza siempre que lleguemos tarde a la mesa del Señor. Es una verdadera vergüenza llegar tarde a esta reunión. Si alguien me invita a una fiesta y soy el último en llegar, me sentiría avergonzado. El Señor nos ha invitado a Su mesa; así que, tenemos que llegar a tiempo. Si todos llegamos a tiempo, la reunión será fortalecida.

SENTARNOS DE MODO QUE ESTEMOS DISTRIBUIDOS APROPIADAMENTE EN LA REUNIÓN

  A veces, la manera en que nos sentamos en la reunión de la mesa del Señor es inapropiada. En ocasiones, hay muchos sentados en un lado del salón y asientos vacíos en el otro lado, sin una distribución equilibrada. Los que se sientan en el rincón difícilmente pueden oír. Debemos aprender a sentarnos ordenadamente al venir a la reunión. Si somos los primeros en llegar, debemos sentarnos al frente y llenar una sección a la vez. Los que lleguen después deberán ocupar la segunda fila, y los que lleguen al final podrán ocupar las filas restantes. Ocupar los asientos en un orden apropiado realmente fortalece la reunión. Al llegar a la reunión, debemos observar la distribución y saber dónde sentarnos. Esta es la razón por la que le pedimos a algunos hermanos que sirvan como ujieres.

  Todos amamos la iglesia y amamos al Señor. Por consiguiente, para tener una vida de iglesia apropiada, debemos aprender a preocuparnos por estos asuntos prácticos, aunque parezcan insignificantes.

ORAR Y PEDIR HIMNOS DE UNA MANERA APROPIADA

  En tercer lugar, tenemos que aprender a hablar audiblemente en la reunión. Al orar, debemos ejercitar tanto nuestro espíritu como nuestra voz, de modo que todos nos puedan oír. Tenemos que modular el volumen de nuestra voz, tomando en cuenta los oídos de los demás. Por ejemplo, dañamos, matamos y apagamos la reunión al pedir un himno débilmente, en voz baja. Cuando pidamos un himno, tenemos que anunciarlo en voz alta y apropiadamente.

  Debemos prestar atención a los asuntos antes mencionados, a fin de que la reunión de la mesa del Señor no tenga puntos débiles. Todos los asistentes debemos llegar a tiempo; es bueno, incluso, llegar cinco minutos antes del tiempo programado. Luego, debemos aprender a sentarnos de modo que estemos distribuidos apropiadamente, y debemos orar y hablar de una manera en que todos nos puedan oír. Estos asuntos serán de mucha ayuda a la reunión.

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE LA REUNIÓN ADECUADAMENTE

  Aun si los hermanos y hermanas llegan a la mesa del Señor a tiempo y se sientan de modo que estén distribuidos apropiadamente en la reunión, con todo, quizás no estén preparados en su espíritu. Si no hay mucho ejercicio del espíritu, si el espíritu de los asistentes está adormecido, todos podemos percatarnos de ello.

  Las carencias en la mesa del Señor se deben al silencio de los que deben llevar la responsabilidad en dicha reunión. En ocasiones, las hermanas ejercen demasiado su función debido a que los hermanos llegan tarde o están “en el sepulcro”. Si los hermanos están “en el sepulcro”, es difícil que cuiden de los más débiles; en este caso, los más débiles tomarán el lugar de ellos. Esta no es la culpa de los que ejercen su función incorrectamente, sino de los que no hacen nada, de los que no asumen la debida responsabilidad en la reunión. Si los hermanos que deben llevar la responsabilidad no cumplen con su deber, eso llega a ser el punto débil de la reunión. No debemos quejarnos porque otros ejerzan su función incorrectamente. Es necesario que los pies ejerzan su función para que caminemos, pero si los pies no se mueven, las dos orejas asumirán la responsabilidad de caminar. Esto creará problemas.

  Quizás el mayor error en la reunión de la mesa del Señor consiste en que los que deberían llevar la responsabilidad no desempeñan su labor, sino que sencillamente se “jubilan”. Ya que muchos se “jubilan”, el resultado es que algunos ejercen incorrectamente su función. Si algunos se “jubilan” y no asumen su responsabilidad, entonces nosotros debemos ejercitar nuestro espíritu a fin de rescatar la reunión, recuperándola de tal condición. Todos tenemos que aprender estas cosas, ser entrenados en ellas y ponerlas en práctica.

ASEGURARSE DE QUE LA REUNIÓN TENGA UN BUEN COMIENZO

  Los jugadores de baloncesto saben que para jugar un buen partido, deben tener un buen comienzo. Si comienzan el juego de manera incorrecta, seguramente perderán. Tenemos que aprender a comenzar la reunión de la mesa del Señor. No es fácil pedir el primer himno. Comenzar con el himno titulado “¡Qué bella historia!”, por ejemplo, podría hacer que la reunión inicie con una atmósfera baja, y una vez que la reunión sea “sepultada” con el primer himno, será difícil resucitarla.

  Unos minutos antes del inicio programado de la reunión, los hermanos deben comenzar a orar en lugar de pedir un himno. Esto inmediatamente introducirá la reunión en la debida atmósfera. No obstante, muchos siguen los reglamentos y esperan hasta la hora programada para comenzar la reunión. Alguien debería ofrecer una alabanza al Señor, y luego otros deben seguirle. No tenemos que comenzar la reunión siempre con un himno, conforme a algún reglamento; más bien, debemos comenzar la reunión de una manera viviente. Esto cambiará toda la atmósfera. No es fácil elegir un himno para comenzar la reunión; en lugar de ello, debemos simplemente aprender a orar al inicio.

  Es fácil comenzar con un himno cualquier reunión donde se dará un mensaje, pero es difícil comenzar la reunión de la mesa del Señor con un himno. Es difícil explicar por qué esto es así, pero lo sabemos por experiencia. Por tanto, debemos aprender a comenzar la reunión de la mesa con oración, a menos que alguien tenga la certeza de que cierto himno sea el adecuado para comenzar la reunión; si no tenemos la certeza, es preferible no pedir un himno. Sólo el himno correcto puede preparar el debido camino para tener una reunión apropiada; así que, a menos que tengamos mucha claridad al respecto y que la atmósfera de la reunión ya esté muy abierta y elevada, es mejor no escoger un himno al principio.

  Si la reunión comienza de manera incorrecta, no debemos hacer cambios ni corregir la situación directamente; más bien, debemos esforzarnos por comenzar de nuevo. Tal vez sintamos que el primer himno fue incorrecto, pero quizás no hagamos nada para ayudar a comenzar bien la reunión; esto sería cometer otro error. Después de un comienzo incorrecto, tenemos que hacer algo de inmediato para tener el debido comienzo. Esto rescatará la reunión. Si no hacemos nada, la reunión se quedará “en el aire” y no tendrá una dirección apropiada.

  A veces tampoco percibimos el momento correcto para distribuir el pan y la copa. Distribuir el pan y la copa requiere de la debida atmósfera. De otra manera, será simplemente una clase de procedimiento o reglamento. Una reunión de la mesa del Señor que no tenga el orden apropiado, tendrá una condición pobre. En ese caso, aunque algunos tengan el valor de expresar algo, no habrá fluir ni dirección.

PEDIR HIMNOS QUE TENGAN EL SENTIMIENTO APROPIADO

  Durante la adoración al Padre, no debemos cantar himnos que transmitan sentimientos diferentes. Quizás ciertos himnos sean muy similares, pero eso no significa que correspondan el uno con el otro. Un himno puede hablar de la grandeza de Dios, y otro, de la novedad del Padre. Uno se asemeja al invierno, otro al verano, y otros a la primavera y al otoño. Cantar acerca de las “cuatro estaciones” equivale a no tener la dirección apropiada. Debemos saber por dónde va el fluir y en qué dirección marca la brújula a fin de “navegar nuestro barco”.

  En 1 Corintios 11:26 dice: “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga”. En este breve versículo vemos tres asuntos: comer y beber; anunciar, exhibir y proclamar la muerte de Cristo; y esperar Su venida. Por tanto, en la mesa del Señor siempre comemos y bebemos al Señor con el fin de disfrutarle, y anunciamos la muerte de Cristo; además, percibimos en nuestro espíritu que, a medida de que concluye la reunión de la mesa, esperamos la venida del Señor. Si surge este sentir, será de ayuda que cantemos algunos himnos sobre la segunda venida del Señor, la esperanza de gloria. Sin embargo, es posible pedir un himno sobre la venida del Señor sin que haya el sentir apropiado. Esta es la razón por la que recalcamos que debemos seguir el fluir. Pedir un himno sobre la venida del Señor sin que haya un fluir, es meramente una legalidad; es como servir un plato de comida fría.

PRESTAR ATENCIÓN PRIMERAMENTE A NUESTRO SENTIR INTERIOR, Y LUEGO, A LO QUE SABEMOS

  Ciertos himnos son buenos para que los cantemos al principio de la reunión porque no contienen algún tema en particular. Después de cantar dicho himno, la actitud correcta es que oremos buscando que el Señor nos guíe. Quizás no estemos seguros de la dirección que deba tomar la reunión, así que, simplemente acudimos al Señor a buscar y percibir Su dirección. Cuando se haga cierta oración, quizás todos percibamos el fluir y sepamos que ése es el punto que debemos tocar en esa reunión. En ese momento, pedir un himno incorrecto haría decaer la reunión y causaría una interrupción, de modo que los santos no sabrían qué dirección seguir. Tenemos que aprender estos principios.

  Alguien puede pedir un himno que no sea el apropiado debido a que pasa por alto su sentir interior. Debemos aprender que, en nuestra coordinación espiritual, lo primordial no es el conocimiento que tengamos; lo principal es nuestro sentir interior, lo que percibamos interiormente. Tenemos que seguir el fluir, la atmósfera, de la reunión valiéndonos de nuestro sentir interior, y no de nuestro conocimiento. Entonces, después de que detectemos cuál es el fluir, podemos emplear nuestro conocimiento a fin de expresar una oración o elegir un himno que corresponda con aquello que percibamos interiormente.

  A veces el sentir del espíritu en la reunión es muy general, y quizás no haya un sentir definido desde el principio de la reunión hasta el final. En tales ocasiones, no debemos categorizar la sensación exacta que hay en la reunión, sino que simplemente debemos usar los himnos e incluso orar de una manera general. Eso expresará lo que está en el espíritu de todos los santos. Cuando expresemos una sensación general, el espíritu de todos los santos dirá amén. Por ejemplo, podemos cantar himnos acerca de la dulzura del Señor de una manera general. No hay necesidad de afirmar que el Señor es la realidad de las ofrendas o que Él es nuestro alimento. Podemos disfrutar simplemente de la dulzura y la frescura del Señor de manera general. Recalcar que el Señor es la realidad de las ofrendas podría ser, en ese momento, algo demasiado fuerte y definido. En tales ocasiones, no es apropiado cantar un himno con un tema definido, y repetirlo sería aún peor. El que alguien pida tal himno ocurre debido a que algunos ejercen su función según el conocimiento, sin ejercitar su sentir interior.

  Repito, que para seguir el fluir en la reunión, lo primordial no consiste en valernos de nuestro conocimiento sino en ejercitar nuestro espíritu. La temperatura puede servirnos de ejemplo respecto a la cuestión de ejercitar nuestro sentir interior antes de emplear el conocimiento. Sentir que hace calor no tiene que ver con el conocimiento; es simplemente algo que sentimos. Incluso un pequeño bebé que no conoce la palabra calor reacciona si siente demasiado calor. Esto tiene que ver con lo que sentimos. Sin embargo, después de sentir algo, todavía necesitamos conocimiento para saber qué hacer. Después de sentir el calor, tenemos que ejercitar nuestro conocimiento para saber cuál es la temperatura exacta y para decidir si usaremos ropa de primavera, de otoño o de verano. Este es el uso apropiado del conocimiento. Primero ejercitamos nuestro sentir interior, y luego ejercitamos nuestro conocimiento para hacer algo que corresponda con dicho sentir. Esta es la manera correcta de seguir el fluir en la reunión.

SER GUIADOS POR EL ESPÍRITU A SEGUIR DIVERSAS LÍNEAS EN LA REUNIÓN

  Algunos pueden conducirse según la enseñanza de que debemos mantener el mismo tema durante toda la reunión, de modo que no verifican con el sentir interior. Sin embargo, a veces el Espíritu Santo nos guía a seguir una línea y, después, a cambiar; esto es muy significativo. En algunas reuniones que he estado, seguíamos la línea de la ascensión del Señor al comienzo de la reunión. El fluir era muy claro, e inmediatamente comenzamos de una manera elevada, en ascensión; entonces, después de uno o dos himnos y de algunas oraciones, hubo el sentir de que el Cristo ascendido era la ofrenda elevada para ser nuestro disfrute hoy. La manera en que se conectan estas dos líneas es, sobre todo, por medio de la oración. Podemos orar: “Señor, Tú eres Aquel que está ascendido, que está entronizado con toda la potestad en los cielos y en la tierra. Aún así, Señor, estás dentro de nosotros a fin de que te disfrutemos día tras día como nuestro alimento”. De esta manera aplicamos espontáneamente el Cristo ascendido, la ofrenda elevada, como nuestro disfrute. Si nos preparamos apropiadamente mediante el aprendizaje, el Espíritu Santo se moverá libremente entre nosotros.

  He asistido a esta clase de reuniones. Mientras disfrutábamos mucho al Señor, una hermana oró: “Oh Señor, cuanto más te disfrutamos, más somos transformados a Tu imagen”, o “Cuanto más te disfrutamos, más somos uno contigo en los cielos”. Esta clase de oraciones nos llevaron a los cielos. Entonces enseguida se cantaron uno o dos himnos después de tales oraciones. Mientras estemos en los cielos con el Señor, quizás alguien continúe con una oración diciendo: “Oh Señor, no sólo estamos sobre la tierra disfrutándote como nuestro alimento y bebida, sino que somos uno contigo en los cielos”. En tales ocasiones, permanecer en un solo tema se asemejaría a tocar una sola nota en un instrumento; eso no es música. Música significa tocar diferentes notas en niveles diferentes.

  Poner esto en práctica requiere aprendizaje y preparación de nuestra parte. Por un lado, hay lugar para criticar nuestras reuniones, pero por otro, estoy contento porque veo que estamos mejorando. No obstante, aún tenemos que aprender más. El Espíritu Santo necesita que coordinemos con Él. Si nos hemos preparados apropiadamente, entonces en la reunión, cuando veamos al Señor como la ofrenda elevada exaltada en los cielos, espontáneamente dentro de nosotros habrá un sentir: “Oh Señor, Tú eres tan elevado, pero hoy también eres pequeño, estás cerca y disponible, pues moras en nosotros”. De esta manera, conectamos la exaltación del Señor con nuestro disfrute. Después de orar así, podemos ejercitar nuestro espíritu para escoger un himno acera del Señor como nuestro alimento y bebida.

  En ocasiones, es posible que comencemos disfrutando que el Señor ha ascendido, ha sido glorificado y está entronizado, pero quizás después el Espíritu Santo nos dirija y guíe a repasar la vida del Señor. Espontáneamente tendremos la sensación profunda de decir: “Señor, Tu gloria hoy refleja Tus sufrimientos del pasado”. De esta manera, somos conducidos a la cruz a fin de ver los sufrimientos del Señor sobre la tierra. Esto es muy significativo. No debemos pensar que siempre tenemos que permanecer en la línea de la ascensión.

  Debemos tener presentes estos puntos y ponerlos en práctica, especialmente en la reunión de la mesa del Señor. Primero debemos ejercitar nuestro sentir interior para percibir la atmósfera, y después debemos valernos de nuestro conocimiento para hacer algo, para expresar algo, tal como escoger un himno que corresponda con lo que sintamos. Un hermano puede expresar algo, y muchos otros expresarán lo mismo. Esto se debe a que están en el fluir y tienen el mismo sentir.

NO ESTAR ADORMECIDOS EN LA REUNIÓN, SINO ESTAR PREPARADOS PARA EJERCER NUESTRA FUNCIÓN

  Cuando sea el tiempo de distribuir el pan y la copa, es posible que los hermanos estén “adormecidos” y que no estén listos para ejercer su función. Quizás falte el himno correcto y no se haya orado adecuadamente para introducir la reunión en el sentir de que es el momento de repartir el pan y la copa. Esto obliga a que la misma persona que comenzó la reunión ejerza su función otra vez. Esa persona quizás sepa claramente qué himno deba pedirse, pero tal vez no sea la persona indicada para hacerlo; la persona correcta debe pedir el himno. Es maravilloso si una persona más joven pide el himno. Con esto vemos que carecemos del sentir y del aprendizaje apropiados. Si los miembros de un equipo de baloncesto aprenden a jugar adecuadamente, sabrán cómo jugar y qué hacer en el debido momento.

LAS ORACIONES APROPIADAS REQUIEREN DEL CONCEPTO Y ENTENDIMIENTO APROPIADOS

  Después de que se cante un himno acerca de la vida divina, quizás no se ofrezcan las oraciones adecuadas. Cuando cantamos del amor de Dios o de la grandeza de Dios, tenemos mucho que decir, aunque quizás el concepto que tengamos del amor no sea espiritual sino natural. Sin embargo, después de cantar acerca de la vida divina, posiblemente nuestra boca esté cerrada. Esto se debe a nuestra escasez. Himnos, #7 comienza diciendo: “¡Fuente de vida, eres oh Dios / Cuán libre es Tu caudal! / ¡Como agua viva es Tu fluir, / Hasta la eternidad!”. Esto es totalmente contrario a nuestro concepto natural. Hace veinticinco o treinta años, éste era un idioma extraño para mí; no sabía lo que quería decir. Si no sabemos lo que significa ese himno, no podremos ofrecer una oración que le corresponda. La estrofa 2 dice: “Fluiste en el Hijo en amor, / Entre la humanidad”. Tal vez sepamos un poco acerca del amor, pero quizás no sepamos nada de lo quiere decir la expresión: “Fluiste en el Hijo”. En tal caso, no habrá manera de seguir el himno con oraciones, puesto que no tenemos esta clase de concepto ni de entendimiento. Sin embargo, de ahora en adelante aprenderemos más y más. Entonces, cuando anunciemos y cantemos esta clase de himno, enseguida habrá muchas oraciones que le sigan, y que analicen, expandan y desarrollen su significado.

DISTINGUIR ENTRE LOS TÍTULOS DEL PADRE Y DEL SEÑOR

  Al estar en la sección de hacer memoria del Señor, interrumpiríamos el fluir si le dirigiéramos una oración al Padre. El uso del título Padre se debe a nuestro hábito de orar así en el pasado. De la misma manera, en la sección para la adoración al Padre, algunos usan el título Señor al orar. Dirigirse al Padre empleando el título “Señor” no es un error grave, pero es mejor decir “Padre”. En sentido general, cuando mencionamos al Señor, principalmente nos referimos al Señor Jesús. Pero debido a nuestros hábitos al orar, es fácil decir “Señor”; no es nuestra costumbre decir: “Abba Padre”. Tenemos que aprender más, y tenemos que practicar más. Entonces tendremos mejores reuniones y cooperaremos más con el Espíritu Santo.

LA PRÁCTICA DE LAS REUNIONES ES VITAL PARA LA VIDA DE IGLESIA

  Nuestra manera de practicar y de conducirnos en las reuniones es un asunto muy importante en la vida de iglesia. Los cristianos dependen mucho de las reuniones para ser edificados y perfeccionados. Si tenemos una reunión viviente, una reunión que sea rica, que fortalezca, que reine y que esté en el espíritu, las personas serán enriquecidas por la reunión misma y no simplemente por el mensaje. En la reunión hay algo viviente, verdadero y fuerte; por tanto, puesto que la vida de iglesia depende mucho de las reuniones, tenemos que prestar toda nuestra atención a las mismas con el fin de poner en práctica la vida de iglesia. Reuniones que sean pobres, débiles y con un nivel bajo, perjudicarán la vida de iglesia.

  En los últimos dos años y medio, aquí en Los Ángeles, nos hemos dado cuenta de cuánto significan las reuniones para la vida de iglesia, y cuánto éstas ayudan a las personas y las introducen en la vida de iglesia. Una reunión que sea apropiada, viviente, que reine y que fortalezca, atrae a las personas. Una vez que las personas entran en la reunión, son cautivadas. Sin embargo, una reunión que sea débil, baja, apagada y pobre, hará que las personas se desanimen. Ya que la reunión no les ofrece nada, no tendrán razón alguna de venir otra vez.

  Quizás seamos personas muy espirituales, pero eso no significa que sepamos cómo conducirnos en la reunión. Tal vez no sepamos cómo ejercitar el espíritu y actuar en el espíritu en la reunión. Si éste es el caso, entonces, aunque seamos espirituales, las reuniones pobres perjudicarán la vida de iglesia. Debemos celebrar la reunión de la mesa del Señor de una manera apropiada, viviente, fortaleciente, edificante y atractiva. Una vez que las personas vengan a tal reunión, serán atraídas, cautivadas y edificadas. Por tanto, todos tenemos que aprender esto. Para poner en práctica la vida de iglesia, debemos aprender cómo reunirnos; de otra manera, la iglesia nunca podrá ser edificada. Tenemos que esforzarnos, por la gracia del Señor, en asumir la responsabilidad de la reunión ejercitando nuestro espíritu.

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