
Lectura bíblica: Gn. 1:1; Mal. 1:1-2; Mt. 1:1; 16:16-18; 18:17; Jn 1:1, 14; 20:17; Hch 8:1a; 13:1a; 14:23; 1 Co. 1:2a; Gá. 1:2; Ap. 1:4-5a, 11, 20; 3:22; 22:17a.
En los capítulos anteriores hemos puesto mucha atención a diversos pasajes del Antiguo Testamento. En este capítulo queremos tener un panorama a vuelo de pájaro del Nuevo Testamento con respecto a la revelación máxima de la unidad local y su recobro.
Si tenemos un panorama a vuelo de pájaro de la Biblia y consideramos la Biblia en su totalidad, veremos que ésta revela cuatro figuras principales. En primer lugar, la Biblia revela a Dios como el Creador. El primer versículo de la Biblia, Génesis 1:1, dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Dios estaba en el principio, y todas las cosas fueron creadas por Él. Malaquías 1:1 y 2 revelan que este mismo Dios es también Aquel que ama a Israel. Por tanto, el Antiguo Testamento revela a Dios como el Creador de todas las cosas y como Aquel que ama a un pueblo en particular, a Israel. En cierto sentido, éste es un resumen de la revelación de Dios hallada en el Antiguo Testamento. A este Dios podemos llamarle el Dios de Israel. Este término también se usa en el Antiguo Testamento. Los judíos, por supuesto, aman mucho el Antiguo Testamento por cuanto revela que el único Dios en el universo, Aquel que creó los cielos y la tierra, es también Aquel que ama a Israel.
Como todos sabemos, el Nuevo Testamento nos revela mucho más de Dios. Por esta razón, nosotros los que creemos en Cristo no podemos decir que la revelación hallada en el Antiguo Testamento sea una revelación completa de nuestro Dios, pues de hecho es solamente una revelación parcial e incompleta de Él.
Mateo 1:1 dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. ¡Cuán diferente es el comienzo del Nuevo Testamento en comparación con el primer versículo del Antiguo Testamento! La Persona de la cual se habla en Mateo 1:1 se revela aún más en Mateo 16. En este capítulo el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” [v. 13]. Después de que los discípulos dieron algunas respuestas, el Señor les preguntó a ellos específicamente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (v. 15). Simón Pedro recibió la revelación del Padre que está en los cielos, y respondiendo dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). El Señor reconoció que esto no se lo había revelado carne ni sangre, sino el Padre. Entonces el Señor continuó diciendo: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). Lo que tenemos aquí no es al Israel amado por Dios, sino a la iglesia edificada por Cristo.
Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El versículo 14 nos dice que “el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] lleno de gracia y de realidad”. Este Verbo que estaba en el principio con Dios y que se hizo carne, es el mismo Dios que creó todas las cosas, pero Él es mucho más que eso. Tenemos que decirles esto a nuestros amigos judíos cuando les predicamos el evangelio. Debemos enseñarles la verdad, diciéndoles que Dios quien creó todas las cosas se hizo hombre por medio de la encarnación. Debemos decirles que Dios no estaba satisfecho con ser meramente Aquel que ama a Israel. Según el Evangelio de Juan, Dios se hizo un hombre. Por tanto, si conocemos a Dios solamente como Dios, le conoceremos de una manera incompleta.
Después de que Cristo vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, Él fue crucificado y luego entró en resurrección. El día de Su resurrección, Cristo dijo: “Ve a Mis hermanos, y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17). En Mateo tenemos a Cristo y la iglesia. En Juan tenemos al Hijo de Dios y Sus muchos hermanos, quienes son la iglesia. Después que Cristo resucitó, Él comenzó a llamar a Sus discípulos “hermanos”, puesto que por medio de Su resurrección ellos habían sido regenerados (1 P. 1:3) con la vida divina, la cual fue liberada por Su muerte que imparte vida, como se indica en Juan 12:24. Cristo era el Hijo único del Padre, la expresión individual del Padre. Ahora, por medio de Su muerte y resurrección, el Unigénito del Padre había llegado a ser “el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29). Los muchos hermanos de Cristo son los muchos hijos de Dios y también son la iglesia (He. 2:10-12), que es la expresión corporativa de Dios el Padre en el Hijo.
Hasta este punto hemos visto que la revelación hallada en la Biblia, tiene tres personajes principales: Dios, Cristo y la iglesia. Dios está corporificado en Cristo, y Cristo se expresa mediante la iglesia. Ésta es la revelación que vemos al final de los Evangelios.
Ahora debemos avanzar desde el libro de Hechos hasta Apocalipsis. Donde vemos no solamente a Dios, a Cristo y a la iglesia, sino también a las iglesias. En Mateo 16 el Señor dice: “[Yo] edificaré Mi iglesia”. Esta iglesia es la iglesia única y universal la cual está tipificada por Sión. Pero tal como Sión tiene muchas cimas, así también la iglesia universal tiene muchas expresiones locales. En Mateo 18 el Señor habla de llevar un asunto a la iglesia, allí vemos una de estas expresiones locales. Además, podemos comparar la iglesia universal con un árbol, y a las iglesias locales con las ramas del árbol. En Mateo 18 vemos una de las ramas de este árbol universal. Aquí vemos una iglesia local a la cual podemos llevar nuestros problemas. Además, esta iglesia también puede confrontar a ciertas personas e incluso hacer que sean considerados como gentiles o recaudadores de impuestos.
En el libro de Hechos leemos acerca de la iglesia en Jerusalén (8:1) y de la iglesia en Antioquía (13:1). Según Hechos 14:23, los apóstoles designaron ancianos en cada iglesia. Las iglesias mencionadas aquí se refieren a las establecidas en las provincias de Asia Menor. En 1 Corintios 1:2 se habla de “la iglesia de Dios que está en Corintio”. Y en Gálatas 1:2 Pablo se refiere “a las iglesias de Galacia”, una región del Imperio Romano que incluía muchas localidades. De la misma manera que en nuestros días hay muchas iglesias locales en el estado de California, así también, en la época de Pablo habían muchas iglesias en la región de Galacia.
La revelación divina hallada en la Biblia alcanza su consumación en el libro de Apocalipsis. La iglesia universal como el Cuerpo de Cristo se expresa a través de las iglesias locales. Las muchas iglesias locales, como las muchas expresiones del único Cuerpo de Cristo (Ap. 1:12, 20), son localmente una. Apocalipsis 1:4 dice: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia”. Asia era una provincia del antiguo Imperio Romano donde estaban las siete ciudades mencionadas en 1:11. Las siete iglesias se hallaban en esas siete ciudades respectivamente, y no todas en una sola ciudad. Apocalipsis no trata acerca de la iglesia universal, sino acerca de las iglesias locales en diversas ciudades. Hemos visto que la iglesia es revelada en primer lugar como la iglesia universal en Mateo 16:18 y después como la iglesia local en Mateo 18:17. En el libro de Hechos vemos que la práctica de la iglesia era por medio de las iglesias locales, tales como la iglesia en Jerusalén (8:1), la iglesia en Antioquía (13:1) y las iglesias que se hallaban en las provincias de Siria y de Cilicia (15:41). Sin las iglesias locales, no tendríamos la manera de practicar ni tendríamos la realidad de la iglesia universal. La iglesia universal es hecha real mediante las iglesias locales. Para conocer la iglesia en su aspecto universal, es necesario conocerla en su aspecto local. El hecho de que conozcamos y tengamos la práctica de las iglesias locales, es un gran progreso. En lo que se refiere a la iglesia, el libro de Apocalipsis, se encuentra en una etapa muy avanzada, porque está escrito a las iglesias locales. Si vamos a conocer este libro, debemos avanzar de sólo entender la iglesia universal a tener la realidad y la práctica de las iglesias locales.
En Apocalipsis 1:11 la voz le dijo a Juan: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea”. Este versículo está redactado de una forma muy crucial. Aquí vemos que enviar este libro “a las siete iglesias” equivale a enviarlo a siete ciudades. Esto muestra claramente que la práctica de la vida de iglesia consistía en tener una iglesia en una ciudad, una ciudad con una sola iglesia. En ninguna ciudad había más de una iglesia. La jurisdicción de una iglesia local debe abarcar toda la ciudad en la cual la iglesia está situada; no debe ser mayor ni menor que los límites de la ciudad. Todos los creyentes que vivan dentro de esos límites constituyen la única iglesia local en esa ciudad. Por tanto, una iglesia equivale a una ciudad, y una ciudad equivale a una iglesia. A esto es lo que llamamos las iglesias locales.
Apocalipsis 1:4 y 5 son versículos muy significativos. “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. Según estos versículos, la gracia y la paz se transmiten de parte del Dios Triuno a las siete iglesias. Observen que en estos versículos hay tres “de”: de Aquel que es y que era y que ha de venir (el Padre); de los siete Espíritus (el Espíritu); y de Jesucristo (el Hijo). ¡Qué revelación más plena y completa del Dios Triuno es ésta! Como Dios el Padre eterno, estaba en el pasado, está en el presente y vendrá en el futuro. Como Dios el Espíritu, Él es el Espíritu siete veces intensificado mediante el cual Dios realiza Su operación. Como Dios el Hijo, Él es el Testigo fiel, el testimonio, la expresión de Dios, el Primogénito de entre los muertos dado a la iglesia, la nueva creación y el Soberano de los reyes de la tierra, que gobierna sobre el mundo. La gracia y la paz se imparten de parte de este Dios Triuno a las iglesias.
La revelación de Dios hallada en estos versículos es mucho más completa que la revelación hallada en Génesis 1:1. Al Dios revelado en Génesis no se le podía llamar Jesús, porque en Génesis todavía no teníamos la encarnación. Según Juan 1, el mismo Dios que es el Creador en Génesis 1 es el Verbo que se hizo carne y que fijó tabernáculo entre nosotros. Cuando el Verbo se hizo carne, se le dio el nombre de Jesús. En Apocalipsis 1:5, Jesús es el Testigo fiel y el Soberano de los reyes de la tierra. Apocalipsis 1:4 y 5 contienen la máxima revelación hallada en la Biblia. La revelación en las Escrituras comienza con Dios el Creador y llega a su consumación con el Dios Triuno procesado que imparte gracia y paz a las iglesias locales. Según Apocalipsis 1:4, el Espíritu ha llegado a ser los siete Espíritus, es decir, el Espíritu todo-inclusivo. Además, el Hijo ha llegado a ser el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra. Él pasó por el proceso de la encarnación, la vida humana, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, y ha sido entronizado sobre todos los reyes. Este Dios Triuno procesado no tiene que ver principalmente con los individuos o con la iglesia de una manera general, sino con las iglesias. Por esta razón, Apocalipsis 1:4 y 5 dicen específicamente que la gracia y la paz vienen de parte del Dios Triuno a las siete iglesias.
La revelación de Dios comenzó con Dios mismo y continuó con Cristo y el Espíritu hasta que alcanzó la meta en las iglesias locales. Si no tenemos las iglesias locales, no tenemos la meta de la revelación divina. Es evidente que acerca de este punto hay una gran escasez entre los judíos, entre muchos cristianos y aun entre muchas personas supuestamente espirituales. Los judíos tienen a Dios; la mayoría de los cristianos tienen a Dios y a Cristo; y algunos cristianos que están más avanzados también tienen al Espíritu; pero muy pocos cristianos practican la vida apropiada de iglesia en las iglesias locales. Hoy, en las iglesias locales, tenemos a Dios, a Cristo, al Espíritu y a la iglesia.
El progreso de la manifestación de Dios tiene como resultado la iglesia. Dios está corporificado en Cristo; Cristo es hecho real a nosotros y es experimentado por nosotros como el Espíritu que nos imparte vida; y el Espíritu redunda en las iglesias. Cuando experimentamos a Cristo y Él es hecho real a nosotros como el Espíritu vivificante, el resultado es la vida de iglesia. La iglesia es el Cuerpo, la plenitud, de Cristo. El progreso de esta revelación es Dios, Cristo, el Espíritu, la iglesia y las iglesias locales. Ésta es la revelación de Dios hallada en Su Palabra santa.
En Apocalipsis 22:17 leemos una expresión maravillosa: “El Espíritu y la novia dicen...”. Aquí tenemos un sujeto compuesto: el Espíritu y la novia. El Espíritu es el Dios Triuno procesado, todo-inclusivo y vivificante; y la novia es la iglesia, la cual está compuesta de todas las iglesias con todos los santos. El hecho de que el Espíritu y la novia hablan la misma cosa indica que el Dios Triuno ha llegado a ser completamente uno con Su pueblo redimido. ¡Qué maravilloso es esto!
Nos debe impresionar profundamente el progreso de la revelación divina contenida en la Biblia. Hemos señalado que en el Antiguo Testamento tenemos a Dios como el Creador y como Aquel que ama a Israel. Luego, en los libros de Mateo y Juan leímos acerca de la genealogía de Jesucristo y del Verbo que se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. En estos libros leemos también acerca de la iglesia edificada por Cristo y de los muchos hermanos del Hijo de Dios quienes son la iglesia. En el libro de Hechos vemos que la iglesia es establecida en varias ciudades. La mayoría de las Epístolas fueron escritas a diversas iglesias locales en particular. Finalmente, en el libro de Apocalipsis vemos que la gracia y la paz se imparten a las iglesias locales de parte del Dios Triuno procesado. Al final, según Apocalipsis 22:17, el Espíritu y la novia hablan como una sola entidad, lo cual indica que el Dios Triuno es realmente uno con Su pueblo redimido.
Si entendemos claramente la revelación hallada en la Biblia, nos daremos cuenta de que el lugar apropiado para disfrutar a Dios hoy se halla en las iglesias locales. Tenemos que estar en una iglesia local específica a la cual podamos referirnos como nuestra iglesia local. Aunque amo a todas las iglesias locales, debo ser honesto y testificar que para mí no hay iglesia tan querida y amable como la iglesia en Anaheim, porque la iglesia en Anaheim es mi iglesia local. Todos debemos sentir lo mismo de la iglesia local que está en nuestra localidad.
¡Cuán lamentable es la situación en la que se encuentra la mayoría de los cristianos hoy! Puesto que ellos no están en la vida de iglesia, son huérfanos que no tienen hogar. Ésta era nuestra condición antes de llegar a la vida de iglesia en el recobro del Señor. No sólo éramos huérfanos, sino que también éramos vagabundos. Antes de formar parte de las iglesias locales, nunca habíamos tenido el sentir de que habíamos llegado a casa o que habíamos llegado a nuestro destino. Pero el día que entramos a la vida de iglesia, supimos que habíamos llegado a casa. Después de haber vagado por muchos años, finalmente habíamos llegado a nuestro destino. Algo muy profundo en nuestro ser interior decía: “Éste es el lugar”. Por el contrario, muchos cristianos hoy aún están viajando; viajan de una denominación a otra, de un grupo a otro. Mas el día que llegamos a la vida de iglesia, nuestro vagar cesó. Las iglesias locales son lo que Dios desea hoy. Ésta es la última terminal de Su revelación.
Todos los cristianos genuinos creen que Cristo es el propio Dios que creó el universo, quien llegó a ser un hombre, que murió en la cruz para efectuar nuestra redención y que fue resucitado con un cuerpo de entre los muertos. Todos los cristianos verdaderos han recibido a este Cristo como su Salvador y Redentor. Sin embargo, es posible que a pesar de ser un cristiano genuino, nuestra experiencia se limite a los Evangelios o a Hechos. Debemos ser cristianos que experimentan el libro de Apocalipsis, es decir, aquellos que experimentan la revelación consumada y final de Dios. Debemos ser cristianos que disfrutan al Dios Triuno procesado, todo-inclusivo y vivificante que se ha mezclado con las iglesias. Si estamos en esta realidad, entonces somos cristianos que están en la realidad del libro de Apocalipsis.
Es muy fácil que los creyentes vean la iglesia universal, pero es muy difícil que vean las iglesias locales. La revelación de las iglesias locales es la máxima revelación que el Señor da acerca de la iglesia, y de ello se habla en el último libro de la Palabra divina. Para conocer cabalmente la iglesia, los creyentes deben seguir al Señor empezando desde los Evangelios, continuando a través de las Epístolas, hasta llegar al libro de Apocalipsis, de modo que puedan ver las iglesias locales tal como se revelan allí. En Apocalipsis la primera visión se refiere a las iglesias. Las iglesias con Cristo como el centro son el enfoque de la administración divina para el cumplimiento del propósito eterno de Dios.
Hemos visto las cuatro figuras principales reveladas en la Biblia: Dios, Cristo, la iglesia y las iglesias. Nuestro Dios no es solamente el Creador como se menciona en Génesis 1. Él es el Dios procesado como se ve en Apocalipsis 1:4 y 5. Él es Aquel que es, que era y que ha de venir; Él es los siete Espíritus, y Él también es Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra. ¡Cuán benditos somos porque conocemos a Dios de esta manera y porque tenemos esta vista a vuelo de pájaro de la Biblia! ¡Qué privilegio oír tales palabras en cuanto a la máxima revelación de Dios hallada en las Escrituras! Hoy en nuestra iglesia local podemos disfrutar al Dios Triuno procesado, todo-inclusivo y vivificante.
En Apocalipsis 2 y 3 se nos dice una y otra vez que el Espíritu le habla a las iglesias. Esto es muy diferente a la expresión hallada en el Antiguo Testamento: “Así ha dicho Jehová”. Puesto que hoy el Espíritu le está hablando a las iglesias, debemos estar en una de las iglesias locales a fin de oír lo que dice. El Espíritu hoy les habla a las iglesias directamente. Por tanto, es vital que estemos en una de las iglesias, o sea, en una iglesia que podamos designar como nuestra iglesia local.
Las iglesias, que están representadas en Apocalipsis por los candeleros de oro, son el testimonio de Jesús (1:2, 9) en la naturaleza divina, que resplandecen en la noche oscura localmente, pero de manera colectiva. Las iglesias deben tener la naturaleza divina: el oro. Ellas deben ser las bases, incluso los candeleros, que sostienen las lámparas con el aceite (Cristo como el Espíritu vivificante) y que brillan individual y colectivamente en la tinieblas. Ellas son candeleros individuales a nivel local, pero a la vez constituyen un grupo, un conjunto, de candeleros a nivel universal. No sólo resplandecen localmente, sino que también universalmente mantienen el mismo testimonio, ante las localidades y el universo. Además, todas poseen la misma naturaleza y la misma forma; portan la misma lámpara con el mismo propósito; y se identifican plenamente entre sí, sin tener ninguna distinción individual. Las diferencias entre las iglesias locales mencionadas en los capítulos 2 y 3 son de naturaleza negativa, y no positiva. En el aspecto negativo, en sus fracasos las iglesias difieren unas de otras y están separadas unas de otras, pero en el aspecto positivo, en su naturaleza, forma y propósito son totalmente idénticas y están conectadas unas a otras.
A través de los siglos, son pocos los cristianos que han conocido de manera profunda el significado de los candeleros como símbolos de las iglesias locales. Según nuestro concepto natural, un candelero es simplemente un objeto que porta una lámpara, la cual resplandece en la oscuridad. El candelero que se menciona en Éxodo 25 es de oro puro, y los candeleros en Zacarías y Apocalipsis también son de oro. En cuanto a su sustancia, el candelero es de oro. Vemos tres cosas importantes en el candelero: el oro, la base y las lámparas. En el candelero está implícito el significado del Dios Triuno. El oro es la sustancia de la que está hecho el candelero, la base es la corporificación del oro, y las lámparas son la expresión de la base. El oro representa al Padre, quien es la sustancia; la base representa al Hijo como la corporificación del Padre; y las lámparas representan al Espíritu como la expresión del Padre en el Hijo. Así que, el significado del Dios Triuno está implícito en los candeleros. El candelero es uno en cuanto a su sustancia, pero es siete en cuanto a su expresión, puesto que es un candelero con siete lámparas. La parte inferior el candelero es una sola, y en la parte superior es siete. ¿Acaso debemos discutir si es uno o siete? El candelero es una sola pieza de oro en cuanto a su sustancia, pero porta siete lámparas. Esto muestra de manera misteriosa, que el Dios Triuno es uno solo en cuanto a Su sustancia, pero es siete Espíritus en expresión. El Padre, quien es la sustancia, está corporificado en el Hijo, quien es la forma, y el Hijo es expresado como los siete Espíritus.
¿Cómo podemos demostrar que las siete lámparas son el Espíritu que expresa a Cristo? Las siete lámparas se mencionan por primera vez en Éxodo. Sin embargo, si sólo tuviéramos el relato de Éxodo, sería difícil entender que estas siete lámparas son el Espíritu. Pero al pasar del libro de Éxodo al de Zacarías, vemos que las siete lámparas son los siete ojos de Cristo y los siete ojos de Dios (Zac. 3:9; 4:10). Luego en Apocalipsis vemos que los siete ojos del Cordero son los siete ojos los cuales son el Espíritu intensificado de Dios. Por tanto, tenemos una base firme para decir que las siete lámparas son el Espíritu siete veces intensificado, el cual expresa a Cristo.
Hemos visto que en el candelero está implícito el significado del Dios Triuno; simboliza al Dios Triuno corporificado y expresado. Dios el Padre como el oro divino está corporificado en Cristo el Hijo y después es plenamente expresado por medio del Espíritu. La expresión es diferente de la corporificación. La corporificación debe ser solamente una debido a que nuestro Dios es uno solo. Así que, la corporificación debe ser una sola base. Sin embargo, la expresión debe ser completa, y completa en el mover de Dios. Recuerden que siete es el número de completamiento en el mover de Dios. A través de los siglos, Dios se ha expresado en Su mover. Ésta es la razón por la cual las siete lámparas representan el Espíritu intensificado como la expresión de Cristo en el mover completo de Dios. Éste es el entendimiento de la Trinidad de manera práctica.
La Trinidad tiene como objetivo impartir a Dios en el hombre. Dios, el Ser Divino, primero está corporificado en Cristo y después se expresa mediante el Espíritu siete veces intensificado. Ahora no sólo tenemos al Dios Triuno; el candelero representa al Dios Triuno en Su sustancia, en Su corporificación sólida y en Su expresión. Se ha hecho una base sólida del oro. Antes el oro era solamente oro, pero ahora es una base. El oro ha llegado a ser esta base con miras al cumplimiento del propósito de Dios. Sin esta base, no hay manera de que el propósito de Dios se cumpla. Como hemos visto, esta base, la cual tipifica a Cristo, es expresada mediante las siete lámparas que, a su vez, representan los siete Espíritus de Dios. Los siete Espíritus de Dios no están separados de Dios; son los siete ojos de Dios y del Cordero, el Redentor. También son los siete ojos de la piedra que edifica (Zac. 3:9). Por lo tanto, ellos son los siete ojos con la redención de Cristo para el edificio de Dios. Siempre que estos ojos miran a las personas, las personas son redimidas y edificadas en la casa de Dios.
En Éxodo 25 el énfasis está en la base, en Zacarías 4 el énfasis está en las lámparas y en Apocalipsis 1 el énfasis está en la reproducción. Tanto en Éxodo como en Zacarías el candelero es uno solo, pero en Apocalipsis se ha reproducido y se ha convertido en siete. En primer lugar, en Éxodo el énfasis está en la base, en Cristo. En segundo lugar, en Zacarías el énfasis está en las lámparas, en el Espíritu. Finalmente, en Apocalipsis tanto la base como las lámparas, es decir, Cristo y el Espíritu, se reproducen para ser las iglesias. En Éxodo y Zacarías hay únicamente siete lámparas, pero aquí en Apocalipsis hay cuarenta y nueve lámparas, puesto que cada candelero tiene siete lámparas. Por tanto, el único candelero ha llegado a ser siete, y las siete lámparas han llegado a ser cuarenta y nueve. Los candeleros con sus lámparas en Apocalipsis son la reproducción de Cristo y el Espíritu. Cuando Cristo es hecho real a nosotros, Él es el Espíritu, y cuando el Espíritu es hecho real a nosotros, tenemos a las iglesias como la reproducción.
La iglesia no es solamente una universalmente, sino que además se expresa localmente en muchas ciudades. En el universo entero hay un solo Cristo, un solo Espíritu y una sola iglesia. ¿Por qué entonces hay siete iglesias? Debido a la necesidad de que haya una expresión. Para que la iglesia exista, es suficiente que sea una sola; pero para que la iglesia tenga una expresión, se necesitan muchas. Si hemos de conocer la iglesia, debemos conocer su sustancia, existencia y expresión. En sustancia, la iglesia e incluso todas las iglesias son una sola. En expresión, las muchas iglesias son los muchos candeleros. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es la expresión del Dios Triuno, y esta expresión se manifiesta en muchas localidades sobre la tierra. La iglesia no se representa por un solo candelero, sino por siete candeleros. En Apocalipsis 1 hay siete candeleros con cuarenta y nueve lámparas que resplandecen en el universo. Éste es el testimonio de Jesús.
La iglesia es el testimonio de Jesús. Esto significa que la iglesia es la expresión del Dios Triuno en Su sustancia y en Su expresión. En cuanto a la sustancia de la iglesia, ésta se compone de una sola sustancia en todo el universo; en cuanto a su expresión, es los muchos candeleros cuyas lámparas resplandecen en las tinieblas a fin de expresar al Dios Triuno. El Padre como la sustancia está corporificado en el Hijo, el Hijo como la corporificación se expresa por medio del Espíritu, el Espíritu es hecho real y es reproducido como las iglesias, y las iglesias son el testimonio de Jesús. Si la vemos, esta visión nos gobernará y nunca seremos divisivos.
Hemos visto que el candelero es el oro divino que ha sido corporificado de una forma sustancial a fin de que se cumpla el propósito de Dios en Su mover. La expresión de la base del candelero está en el resplandor de la luz. A medida que ésta resplandece, tal resplandor hace que se cumpla el propósito eterno de Dios. Así que, el candelero no solamente representa al Dios Triuno, sino también al mover del Dios Triuno en Su corporificación y expresión. También hemos visto que las iglesias locales son la reproducción de la corporificación y la expresión del Dios Triuno. No debemos estar satisfechos con decir que las iglesias locales son los candeleros que resplandecen en la noche oscura. Aunque esto es correcto, es algo superficial. Debemos ver que las iglesias locales son la reproducción de la corporificación y expresión del Dios Triuno.
Hemos señalado que cuando el pueblo de Dios perdió el terreno de la unidad en el Antiguo Testamento, ellos perdieron espontáneamente muchas cosas espirituales y santas. Sin embargo, cuando regresaron a Jerusalén, al terreno de la unidad, todas estas cosas santas y espirituales regresaron de forma espontanea. El principio es el mismo en el recobro actual del Señor. Hoy nuestro Dios, el Dios Triuno, es el Padre que está corporificado en el Hijo y es el Hijo hecho real a nosotros como el Espíritu todo-inclusivo. Hoy este Espíritu le está hablando a las iglesias. Por tanto, para oír lo que dice el Espíritu, debemos estar en una de las iglesias. Finalmente, el Espíritu y la novia, que está constituida de todas las iglesias con todos los santos, serán uno y hablarán a una voz. Hoy estamos escuchando lo que dice el Espíritu, mas el día vendrá cuando el Espíritu y la novia digan juntos: “¡Ven!”. ¡Alabado sea el Señor por esta visión! Teniendo esta visión tan clara delante de nosotros, sabemos dónde debemos estar hoy, a saber, en la unidad local, en la iglesia local sobre el terreno de la unidad.
Si no permanecemos en la unidad local, no estamos en la iglesia de una manera genuina y práctica. Además, no podemos tener la experiencia completa del Dios Triuno procesado y todo-inclusivo. La razón por la que muchos cristianos hoy sufren de pobreza espiritual es que no tienen la unidad genuina ni la experiencia plena del Espíritu todo-inclusivo. Ellos tienen la Biblia, pero no experimentan mucho de Cristo como vida. Ellos tienen el nombre de Cristo, pero poseen muy poca realidad de Su Persona. Están carentes de tantas cosas espirituales, debido a que el terreno de la unidad ha sido dañado e incluso se ha perdido. Únicamente en este terreno podemos experimentar al Dios Triuno procesado en plenitud. Debemos tener presente que la impartición del Dios Triuno, según Apocalipsis 1:4 y 5, se transmite a las iglesias locales.
El terreno de la unidad del cual hemos estado hablando es el terreno de la localidad. Hace más de veinte años en Taipéi, un hermano cristiano de los Estados Unidos y amigo íntimo nuestro, era nuestro médico de cabecera. Aunque él me oyó dar treinta mensajes en cuanto al terreno de la iglesia, me dijo un día que simplemente no podía entender este asunto del terreno de la localidad. Le expliqué esto muy detenidamente, pero aún no logró entenderlo. Finalmente, admitió que tenía cierto entendimiento acerca del terreno de la unidad, pero no acerca del terreno de la localidad.
El hermano T. Austin-Sparks tenía el mismo problema. Hace muchos años él y yo sostuvimos alrededor de veinte largas conversaciones, de tres o cuatro horas cada una, acerca del terreno de la iglesia. En cierto momento me dijo que no podía entender este término, el terreno de la localidad. Le indiqué, como seguramente sabía, que a los hijos de Israel se les permitió construir el templo solamente en un sitio específico, el monte Moriah, donde Abraham había ofrecido a su hijo Isaac. Ese único lugar era el terreno en el cual el templo fue construido, y ese terreno preservaba la unidad del pueblo de Dios. Además le dije que al pueblo de Dios no se le permitía edificar un templo en Babilonia, aun cuando el templo hubiera sido de igual tamaño y diseño que el templo original en Jerusalén. Un templo construido en Babilonia jamás habría podido ser el centro de la unidad; al contrario, tal templo sólo habría sido un centro de división. Todo aquel que regresara del cautiverio, debía regresar al terreno de la unidad, al monte de Sión, donde el templo fue reconstruido. Por tanto, el templo que se hallaba en el monte de Sión fue edificado en el terreno de la unidad. Esto es un cuadro de la unidad genuina que hay entre los creyentes hoy en día, una unidad en el terreno apropiado, en el terreno de la localidad. Creo que el Sr. Austin-Sparks entendía esto, pero no estaba dispuesto a admitirlo. De hecho no es difícil entender lo que significa el terreno de la localidad. La razón por la cual muchas personas tienen dificultad con esto es que no están dispuestos a abandonar sus conceptos.
Según el libro de Apocalipsis, la unidad de los creyentes en Cristo es una unidad local. Todos los que no están en la unidad local, en realidad no están en la unidad. Todos los que no están en una iglesia local, no están realmente en la iglesia. A fin de estar en la iglesia universal, debemos estar en una iglesia local. Según el mismo principio, si hemos de permanecer en unidad, debemos permanecer en la unidad local, en la unidad práctica que se manifiesta en nuestra localidad. La unidad local es algo muy práctico y personal. Si una persona no está en esta unidad de manera personal, entonces ella en realidad no está en la unidad y tampoco está realmente en la iglesia. Por esta razón, el título de este capítulo es la revelación máxima de la unidad local. ¡Cuánto alabamos al Señor por la revelación de esta unidad y el recobro de esta unidad!
Esta unidad local fue dañada y se perdió por completo cuando se formó la Iglesia Católica. El emperador Constantino el Grande inició la formación de la Iglesia Católica a principios del cuarto siglo. En el año 325 d. C. él convocó un concilio en Nicea a fin de resolver los conflictos teológicos que habían sido causa de contiendas en todo su imperio. Constantino utilizó su influencia política para implementar cierta clase de unidad. A finales del siglo VI, la Iglesia Católica fue formada completamente con la institución del sistema papal. En ese tiempo la unidad local fue destruida y se perdió por completo.
Durante los siglos siguientes, un periodo conocido como la edad media o el oscurantismo, no se permitió que las personas tuvieran acceso a la Biblia, y la verdad en cuanto a la salvación quedó sepultada. Posteriormente, durante la Reforma, la Biblia fue publicada en el idioma del pueblo, y se recobró la justificación por fe. Martín Lutero fue muy valiente en cuanto al asunto de la justificación; sin embargo, en cuanto al asunto de la iglesia, actuó con cobardía. Incluso él mismo fue un factor decisivo en la formación de la iglesia estatal de Alemania. La primera iglesia estatal fue precisamente la que se formó en Alemania con su ayuda. Lutero no sólo cometió ese terrible error, sino que además persiguió a los creyentes que recalcaban la experiencia de la vida. Por ejemplo, Schwenckfeld fue llamado “diablo”. En las décadas posteriores muchos hermanos fieles fueron perseguidos y aun martirizados por su fe, y a veces, a manos de las iglesias estatales que habían sido establecidas en varios países europeos.
A principios del siglo XVIII, varios creyentes huyeron a Bohemia para escapar de la persecución. Zinzendorf tenía tanto el amor como la carga de cuidar de estos refugiados. Sin embargo, surgieron conflictos entre ellos acerca de doctrinas y prácticas. Y cuando estos conflictos hicieron imposible que los creyentes se reunieran pacíficamente, Zinzendorf exigió que todos los líderes firmaran una declaración, donde se comprometían a poner a un lado las diferencias y a vivir juntos en unidad. En la siguiente reunión de la mesa del Señor, ellos experimentaron un derramamiento poderoso del Espíritu. De esta manera la práctica de la vida de iglesia fue recobrada, al menos inicialmente.
Otra reacción en contra de la formalidad y la mortandad religiosas fue la originada por los místicos, tales como Madame de Guyón y Fenelón. Si bien esta reacción surgió en el siglo XVII, la vida de iglesia no fue recobrada hasta el siglo XVIII. La práctica de la vida de iglesia bajo la dirección de Zinzendorf era muy buena, pero no era adecuada. Por lo tanto, a principios del siglo XIX el Señor dio otro paso en el recobro de la vida de iglesia y levantó un grupo de creyentes en Gran Bretaña, en particular aquellos que estaban con John Nelson Darby. Por aproximadamente veinticinco años, los Hermanos, bajo la dirección de Darby, experimentaron un maravilloso recobro de la vida de iglesia, un recobro que era más completo y adecuado que el que había encabezado Zinzendorf el siglo anterior. Sin embargo, debido a que entre ellos surgieron disensiones sobre doctrinas, los Hermanos perdieron la unidad y se dividieron. Con el paso de los años, lograron dividirse en más de cien divisiones. Puesto que la unidad que existía entre ellos sufrió daños severos, la presencia del Señor disminuyó en gran medida.
Durante la década de 1920 el Señor levantó a un grupo de jóvenes en China bajo el liderazgo de Watchman Nee. El hermano Nee una vez me dijo que el Señor se vio obligado a ir a China porque, con relación a la práctica de la vida de iglesia, China seguía siendo tierra virgen, mientras que los Estados Unidos y Europa ya habían sido contaminados. No había manera que el Señor comenzara apropiadamente la vida de iglesia en Europa o en los Estados Unidos. Por tanto, Él sembró la semilla del recobro de la vida de iglesia en la tierra virgen de China.
La primera iglesia establecida en el recobro del Señor fue levantada en 1922 en, Fuzhou la ciudad natal del hermano Nee. Después que fui salvo en 1925, entré en contacto con el hermano Nee por medio de sus escritos. Sus escritos contribuyeron a que varios de nosotros viéramos los errores que habían cometido las denominaciones. Pudimos ver que aunque manteníamos en alto el nombre del Señor, el evangelio y la Biblia, debíamos renunciar a muchos otros aspectos del cristianismo organizado. Bajo la dirección del hermano Nee, estudiamos la historia de la iglesia, las biografías, y todos los escritos espirituales y doctrinales más importantes. A través de nuestro estudio obtuvimos un conocimiento detallado del cristianismo. Poco a poco llegamos a discernir cuáles prácticas debíamos adoptar, a saber: la inmersión, el ancianato, la santidad práctica y la espiritualidad pentecostal apropiada. Aquellos que visitaban nuestras reuniones se sentían incómodos porque no podían categorizarnos. Algunos pensaban que éramos como los Bautistas, y otros creían que éramos como los Presbiterianos o como los Hermanos de Plymouth.
En 1932 se levantó la iglesia en mi ciudad natal, Chifú. No sabíamos cómo practicar la vida de iglesia; sólo sabíamos que amábamos al Señor Jesús y que no estábamos de acuerdo con el cristianismo tradicional. Nos reuníamos juntos simplemente porque teníamos un corazón para el Señor y teníamos la Biblia. No sabíamos cómo reunirnos; específicamente, no sabíamos cómo celebrar la mesa del Señor. No obstante, disfrutamos de la dulzura de la presencia del Señor.
En 1930 el hermano Nee visitó Europa, Canadá y los Estados Unidos. Durante el transcurso de su visita, vio la confusión y la disensión que había entre las Asambleas de los Hermanos. Al hermano Nee le preocupaba tal situación y se propuso estudiar el Nuevo Testamento esta vez con relación al límite de una asamblea local. Mediante este estudio él vio que el límite de una asamblea local debe ser el límite de la localidad en donde está esa asamblea. Esta verdad en cuanto al límite de la localidad se expuso en: La vida de asamblea. En este libro el hermano Nee recalcó enfáticamente lo que él definió como el límite de la localidad.
En 1937 el hermano Nee recibió luz adicional en cuanto a la unidad local de la iglesia, pues además del límite de la localidad vio el terreno de la localidad. Él convocó a los colaboradores a una reunión urgente en donde impartió los mensajes que fueran publicados después en el libro La vida cristiana normal de la iglesia. Este libro hace énfasis en el terreno de la localidad. Para 1937 este asunto de la unidad local fue recobrado plenamente entre nosotros. Pudimos ver claramente que la práctica de la vida de iglesia requiere que estemos en el terreno de la localidad, es decir, en el terreno de la unidad.
Desde que este asunto del terreno de la localidad fue recobrado, varios cristianos han discutido con nosotros acerca de este tema. Algunos nos han dicho: “Al afirmar que ustedes son la iglesia local, están siendo orgullosos. ¿Cómo pueden decir que ustedes son la iglesia y que nosotros no? Ustedes afirman que son la iglesia en Shanghái. ¿Acaso nosotros no estamos en la iglesia en Shanghái también?”. Al principio nos preocupaban estas críticas, pues no teníamos la experiencia para poder confrontarlas. Pero después, al contender por la verdad de la unidad, aprendimos cómo tratar con las diferentes críticas, objeciones y discusiones.
Si alguien trata de discutir con usted en cuanto al terreno de la unidad, usted debe usar como ejemplo, la situación en que estaban los hijos de Israel en la tierra de Canaán. Jerusalén era el único lugar, el único centro, escogido por Dios para mantener la unidad de Su pueblo. Finalmente, el pueblo de Dios fue llevado en cautiverio: algunos fueron llevados a Egipto, otros a Asiria y otros, incluso a Babilonia. Originalmente el pueblo de Dios era uno solo, y todos ellos tenían un solo centro de adoración que estaba en el monte de Sión en Jerusalén, después fueron esparcidos, formando al menos tres grandes divisiones. Después de que transcurrieron los setenta años de cautiverio en Babilonia, Dios ordenó que Su pueblo regresara a Jerusalén. Un remanente del pueblo regresó. Al regresar a Jerusalén, ellos formaron espontáneamente un cuarto grupo en el pueblo de Dios. Antes del regreso del cautiverio, sólo habían tres grupos: los que estaban en Egipto, los que estaban en Asiria y los que estaban en Babilonia. Aunque estos tres grupos eran divisiones, el cuarto grupo, constituido de los que habían regresado a Jerusalén, no era una división. Sí, el cuarto grupo era un grupo distinto, pero éste era un recobro y no una división.
Quizás algunas personas del pueblo de Dios que prefirieron quedarse en Babilonia hayan dicho: “Hermanos, no deben ser tan estrictos. Dios está en todas partes. No tenemos que regresar a Jerusalén para adorarle. Consideren a Daniel: él amó al Señor y le sirvió sin necesidad de regresar a Jerusalén. Si él pudo permanecer en Babilonia, entonces nosotros tenemos la libertad de hacer lo mismo”. Bajo la soberanía del Señor, Daniel permaneció en Babilonia aun después del año en que Ciro emitió el decreto en el cual se ordenaba que los cautivos regresaran a Jerusalén (2 Cr. 36:22; Dn. 1:21; 10:1). Antes de ese tiempo, Daniel oraba diariamente con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén. Esto muestra que él anhelaba regresar a Jerusalén; sin embargo, no se le dio oportunidad de hacerlo. Por consiguiente, no debemos usar su caso como una excusa para permanecer en Babilonia, es decir, para permanecer en la división.
El pueblo de Dios que decidió quedarse en Egipto, en Asiria o en Babilonia, permaneció en la división. Pero aquellos que regresaron a Jerusalén no fueron una causa de división; al contrario, ellos participaron en el recobro de la unidad genuina. Entre los cuatro grupos, únicamente ellos podían ser considerados como la nación de Israel. Aun cuando los que permanecieron en Babilonia excedían en número a los que regresaron a Jerusalén, los que habían regresado podían ser considerados como la nación de Israel, pero no los que se quedaron.
En principio, ocurre lo mismo en relación con la nación de Israel hoy en día. Los que han regresado a la buena tierra son reconocidos como la nación de Israel, mas no los que aún siguen esparcidos por todo el mundo. Por ejemplo, el número de judíos en la ciudad de Nueva York puede exceder el número de aquellos que están en Israel. No obstante, tal como lo reconocen las Naciones Unidas, los judíos en Israel constituyen la nación de Israel, mientras que los judíos que residen en Nueva York, no lo son. Es posible que los judíos que están en Nueva York amen a la nación de Israel y contribuyan generosamente para el sustento de ella. No obstante, simplemente porque no han regresado a la tierra de sus padres, no pueden ser considerados como la nación de Israel. Para ser parte de la nación de Israel uno no debe ser solamente judío, sino que también debe ser un judío que se halla en el terreno apropiado, es decir, en la buena tierra.
Podemos aplicar el principio que vemos en este cuadro a la situación actual de la iglesia. Cuando afirmamos que somos la iglesia en Anaheim, es posible que otros cristianos protesten. Quizás ellos nos pregunten: “¿Cómo pueden decir que son la iglesia en Anaheim y que nosotros no lo somos?”. Si alguien le plantea esta pregunta, averigüe dónde se reúne. Compruebe si está en una denominación o en un grupo de cristianos divisivos. Si esa persona está en una división, entonces en el sentido práctico ella no es parte de la iglesia en su localidad. Muchos de los cristianos de hoy son como los judíos que no han regresado a la tierra de Israel. Únicamente aquellos judíos que han regresado al terreno original de la unidad, a la tierra de sus padres, son parte de la nación de Israel. Según el mismo principio, para ser parte de la iglesia local, uno no debe solamente ser un cristiano, sino también debe ser un cristiano que está en el terreno de la unidad. Solamente aquellos creyentes que han abandonado todo terreno divisivo y han vuelto al terreno de la unidad constituyen la iglesia. Pese a que sean muy pocos, todos los que han vuelto al terreno de la unidad son la iglesia en su localidad.
Si nosotros los que nos reunimos en el terreno de la unidad que está en Anaheim, no somos la iglesia en Anaheim, ¿entonces qué somos? Les pido a aquellos que refutan nuestro testimonio en cuanto a ser la iglesia, que nos den un nombre. El hecho es que nosotros no tenemos un nombre. Simplemente nos reunimos como la iglesia en nuestra localidad.
Cuando hablen acerca del terreno de la unidad, deben aprender a usar el ejemplo de los hijos de Israel cuando regresaron del cautiverio. También hagan mención de la situación actual en que se encuentra la nación de Israel. Muchos de los judíos que residen en Nueva York pueden ser mejores judíos que los que están en Palestina. No obstante, puesto que los que están en Palestina están en el terreno apropiado, ellos son la nación de Israel. De igual manera, los cristianos que han regresado al terreno de la unidad son la iglesia, no necesariamente porque sean más espirituales que otros, sino porque han regresado al terreno apropiado, al terreno de la unidad.
¿Saben por qué muchos de los que pertenecían al pueblo de Dios permanecieron en Babilonia en vez de emprender el largo viaje de regreso a Jerusalén? La razón es que ellos estaban cómodamente establecidos en Babilonia y no querían pagar el precio requerido para regresar a la buena tierra. Lo mismo ocurre con muchos judíos en los Estados Unidos hoy. Es posible que ellos tengan mucha devoción por la nación de Israel, pero se les hace incómodo mudarse allí para formar parte de esa nación. Puesto que ya tienen un lugar establecido en la sociedad americana, prefieren ser judíos americanos. Esto indica que no están dispuestos a pagar el precio para estar firmes sobre el terreno único. Lamento decirlo, pero lo mismo ocurre con muchos cristianos. Muchos han visto algo acerca de la verdad en cuanto a la unidad, pero el problema es que no están dispuestos a pagar el precio, ya que para regresar al terreno de la unidad, deberán perder su posición, su nombre, su reputación o su popularidad. Por la misericordia del Señor, hemos optado por seguir el camino estrecho de la cruz y estar firmes sobre el terreno de la unidad. No tenemos otra opción más que aceptar lo que el Señor ha escogido, aun si somos difamados, menospreciados y criticados. Debemos pagar el precio requerido para estar firmes sobre el terreno de la unidad local, sin que nos importen las cosas malvadas que otros puedan decir acerca de nosotros.
¡Alabado sea el Señor por todas las cosas espirituales y divinas que hemos logrado experimentar al estar en el terreno de la unidad! Aquí en la unidad única de la localidad tenemos la presencia del Señor, el altar, la casa y las fiestas. Nada puede compararse con el disfrute de las riquezas espirituales que tenemos en el terreno apropiado. ¡Qué contento estoy de estar con todos ustedes en la unidad local! A menos que el Señor nos lleve a emigrar a otro lugar, debemos permanecer simplemente en nuestra iglesia local y nunca debemos mudarnos de allí para satisfacer nuestros gustos o preferencias. Simplemente permanezcamos en la iglesia donde el Señor nos ha colocado. Alabamos al Señor por la visión que nos ha dado en cuanto a la destrucción de los lugares altos y en cuanto al recobro de la unidad local. ¡Aleluya por la revelación tocante a la unidad local y al recobro de esta unidad! Es nuestro privilegio tener una parte en este recobro actual.