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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO DOS

VIDA Y LUZ: LA ESENCIA DE LA UNIDAD

  Lectura bíblica: Gn. 2:8-9; Lv. 1:1-2a; Sal. 36:8-9a; 133:1-3; Is. 2:3, 5; Jn. 17:11, 17, 21-23; Ef. 4:3-6; Ap. 21:22-24; 22:1-2; Ef. 1:10

  En el capítulo anterior indicamos que los cuatro grandes hechos realizados por Dios en el universo se relacionan con la creación, la elección, la nueva creación y la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. En cada uno de estos hechos vemos el tema de la unidad. En la creación que Dios efectuó, había un solo hombre corporativo, y en la elección que Dios realizó al escoger a Abraham, también había un solo hombre. Además, la iglesia, el nuevo hombre, es la nueva creación de Dios y, como tal, es una sola. Finalmente, la ciudad nueva que habrá en el universo nuevo estará caracterizada por la unidad. De hecho, esa ciudad constituirá el hombre corporativo. Por tanto, la unidad es el elemento básico en todo lo que Dios hace.

UNA UNIDAD EXHAUSTIVA

  La razón por la que existe esta unidad es que Dios mismo es uno; la unidad es Su naturaleza. En todos los hechos realizados por Dios vemos un solo origen, un solo elemento y una sola esencia. En la creación que hizo Dios, vemos un solo Dios y un solo hombre corporativo. En Su elección también tenemos un Dios y un hombre. Además, en las iglesias participamos de un solo Espíritu y de un solo y nuevo hombre. Finalmente, en la Nueva Jerusalén vemos al Dios Triuno único en una ciudad que se caracteriza por tener un solo trono, una sola calle, un solo río y un solo árbol. Por tanto, la unidad de la que hablamos no es una unidad parcial; más bien, es una unidad que es grandiosa, completa y exhaustiva, una unidad total. Espero que todos seamos impresionados con la visión de tal unidad. Si vemos la visión de esta unidad total, todos los gérmenes que causan división serán exterminados, y seremos librados de toda clase de división.

  En este capítulo necesitamos seguir adelante para ver la esencia de la unidad. ¿Cuál es la esencia de esta gran unidad, la unidad total? La esencia de esta unidad es vida y luz.

LA UNIDAD SE PRESERVA POR MEDIO DE LA VIDA

  Génesis 2:8 dice: “Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado”. Un huerto es un lugar lleno de vida. Después de que Dios creó al hombre, lo puso en un lugar lleno de vida. En medio de este lugar, el huerto del Edén, había un árbol llamado el árbol de la vida. El huerto no sólo era un lugar lleno de vida, sino que además, en el centro estaba el árbol de la vida. El hecho de que el Creador haya puesto al hombre en tal ambiente, indica que Dios se presentaba al hombre como la fuente de la vida y también como el suministro de vida.

  Sin embargo, el hombre no participó del árbol de la vida, sino que comió del fruto del árbol del conocimiento; y como resultado, finalmente acabó dividido en naciones. En Babel el hombre creado por Dios para Su propósito se dividió en naciones. Éste fue el resultado que tuvo el haber sido seducido por Satanás para comer del árbol del conocimiento. Babel fue el resultado, la consecuencia, de que el hombre comiera del fruto del árbol del conocimiento. Esto indica que debemos tener cuidado con todo lo que no proceda de la vida, porque esas cosas resultan en división, es decir, en Babel.

  Como veremos, hay una progresión descendente de Babel a Babilonia y de Babilonia a Babilonia la Grande. Al principio del Antiguo Testamento tenemos a Babel, pero al final tenemos a Babilonia. Además, al final del Nuevo Testamento tenemos Babilonia la Grande. Babel, Babilonia y Babilonia la Grande, todas proceden de la fuente del árbol del conocimiento. Esto significa que participar del árbol del conocimiento trae como consecuencia la división.

  Mientras que, por el contrario, la vida es la esencia de la unidad. La unidad en la economía de Dios, la gran unidad que se revela en su totalidad en las Escrituras, puede preservarse solamente por medio de la vida. Sin la vida divina, no puede haber unidad.

  Tomemos el cuerpo del hombre como ejemplo. Aunque el cuerpo tiene muchos miembros, todos los miembros son uno porque todos comparten una misma vida, la vida del cuerpo. Por tanto, la unidad de nuestro cuerpo físico es su vida. Sin embargo, cuando se entierra un cadáver, con el tiempo se descompone porque no tiene vida. Cuando se le quita la vida al cuerpo físico, los miembros del cuerpo se desintegran. Esto nos muestra el hecho de que la esencia de la unidad del cuerpo físico del hombre es su vida física. Si no hay vida, no hay unidad.

  En un sentido real, el cristianismo actual no es el Cuerpo; es un cadáver. Los huesos secos mencionados en Ezequiel 37 no son solamente un cuadro de la condición en que se hallaban los hijos de Israel; también se pueden utilizar como un cuadro que nos muestra la condición de los cristianos en la actualidad. En esta porción de la Palabra, el Señor hizo que Ezequiel recibiera una visión de un valle lleno de huesos secos, huesos que representan “la casa de Israel” (v. 11). En el principio, los hijos de Israel eran un cuerpo viviente, pero después que se dividieron y se desintegraron, se convirtieron en huesos secos; cada uno estaba separado de los demás. Puesto que la vida había salido de los huesos, se perdió la esencia de la unidad, y los huesos se separaron. Aunque esto tiene un sentido negativo, nos revela que la vida es la esencia de la unidad.

  El único hombre corporativo creado por Dios estaba destinado a producir un gran número de descendientes. ¿Cómo podrían estos descendientes ser uno? ¿Por medio de la educación? ¿Por medio de cierta clase de poder? ¿Por medio de organización? La única manera de mantener la unidad es por medio de la vida, en la vida y con la vida. Si Adán hubiera tomado del árbol de la vida, todos sus descendientes, aunque son millones, hubieran permanecido en unidad. Pero, puesto que Adán tomó del árbol del conocimiento, la esencia de la división fue inyectada en él, y sus descendientes se dividieron. La esencia de Babel que se manifiesta en Génesis 11 fue inyectada en el hombre en Génesis 3. Esto indica que la disensión y las divisiones son el resultado de recibir algo en nuestro ser aparte de la vida. Este elemento es el factor, la fuente y la esencia de la división. La esencia de la unidad, al contrario, es la vida. Solamente la vida puede preservarnos en unidad.

LA PRESENCIA DE DIOS ERA VIDA PARA ABRAHAM

  Debido a lo ocurrido en Babel, Dios, se vio forzado a abandonar el linaje creado y a iniciar otra acción: la elección de Abraham. En el libro de Génesis, el relato acerca de Abraham no utiliza las palabras vida ni luz. No obstante, vida y luz tienen mucho que ver con la elección que Dios realizó al escoger a Abraham. La presencia de Dios estaba con Abraham, y Su presencia era vida para él. Cuando Abraham fue llamado por Dios, no sabía adónde ir. Él no tenía mapa ni direcciones detalladas, sino que la presencia de Dios era su mapa, su dirección y su suministro. La presencia de Dios era vida y era todo para Abraham. Aparte de la presencia de Dios, Abraham no tenía nada. Él, ciertamente, era una persona que disfrutaba de la presencia de Dios.

  Según relata el libro de Génesis, Dios se le apareció a Abraham varias veces. Por supuesto, cuando Dios se le aparecía, hablaba con él. Mas para Abraham, las palabras de Dios no eran tan importantes como la aparición de Dios. Hechos 7:2 indica que Abraham fue llamado cuando se le apareció el Dios de gloria.

EL HABLAR DE DIOS Y EL TERRENO DE LA UNIDAD

  Cuando los descendientes de Abraham, los hijos de Israel, hicieron su éxodo de Egipto y llegaron al desierto, construyeron un tabernáculo. Dios comenzó a habitar en este tabernáculo, y como resultado llegó ser la Tienda de Reunión. Los libros de Levítico y Números están llenos del hablar de Dios. Levítico 1:1 nos dice que el Señor le habló a Moisés desde el Tabernáculo de Reunión. Así que, el Tabernáculo, la Tienda de Reunión, llegó a ser el centro del oráculo de Dios, del hablar de Dios. Casi todo el libro de Levítico es un relato de lo que habló el Señor desde la Tienda de Reunión.

  Si Moisés y los hijos de Israel se hubieran apartado de la Tienda de Reunión, no habrían podido oír la palabra de Dios. Quizás algunos de los hijos de Israel hayan dicho: “Dios está en todas partes, ¿con qué derecho dices que solamente habla desde el tabernáculo? Eres demasiado estrecho y demasiado exclusivista. Dios es grande y no está limitado a una tienda. No puedes decir que Dios habla en un solo lugar. Simplemente no puedes limitar al Dios ilimitado a tu pequeña Tienda de Reunión”. Sí, Dios es grande y es omnipresente, pero según el Antiguo Testamento, a Él le complacía vivir en el tabernáculo que Su pueblo había construido para Él en el desierto. Aunque los cielos son espaciosos, a Dios no le complace permanecer allí. Además, Él no le habló a Su pueblo desde los cielos, sino desde la Tienda de Reunión.

  Quizás se esté preguntando qué tiene que ver esto con el terreno de la iglesia. Tal vez se pregunte qué tiene que ver el hablar de Dios con el terreno de la iglesia. El hablar de Dios guarda una relación muy estrecha con el terreno de la unidad. Si estamos sobre el terreno de la unidad, el cual es el terreno apropiado, recibiremos el hablar de Dios día tras día. Pero si no tenemos el hablar de Dios, entonces probablemente no tenemos el terreno de la unidad.

  Según el libro de Levítico, Dios habló desde el Lugar Santísimo. El libro de Levítico es el resultado de este hablar divino; por lo que, Dios habló desde la unidad. Cuando se pierde esta unidad, también se pierde el oráculo de Dios.

  El hablar de Dios introduce la luz, y la luz resulta en vida. Cuando no tenemos el hablar de Dios, tenemos muerte y tinieblas. La muerte y tinieblas perjudican al Cuerpo y hacen que los miembros se distancien. El cristianismo actual se encuentra lleno de muerte y tinieblas debido a que carece de la unidad genuina en vida.

RECIBIMOS LUZ CUANDO DIOS HABLA

  Muchas veces los cristianos nos han preguntado de dónde recibimos la luz que se expresa en nuestros escritos. Con respecto a este asunto de la luz, no tenemos nada de que jactarnos; recibimos nuestra luz del hablar de Dios. A fin de recibir luz, necesitamos que Dios nos hable en el terreno apropiado de la unidad. Hoy Dios aún sigue hablando desde la Tienda de Reunión, es decir, en el centro de la unidad y sobre el terreno de la unidad. La Tienda de Reunión es el terreno, la base, de la unidad. Es en este lugar donde se nos habla la palabra de Dios a fin de iluminarnos. Aparte del hablar de Dios, estamos en tinieblas; pero cuando Su palabra viene, estamos en luz. Donde está el hablar de Dios, siempre hay luz.

  Muchos de nosotros podemos testificar que antes de venir al recobro del Señor, estábamos en tinieblas. Sin embargo, ahora tenemos el sentir de que todo es claro y transparente. Esto es luz. Al escuchar mensajes, ustedes pueden experimentar el resplandor del Señor. Ya sea que estén en las reuniones o en casa, se dan cuenta de que el Señor les está iluminando. Tal iluminación proviene de lo que Dios habla sobre el terreno de la unidad. Por tanto, a aquellos que preguntan acerca de la luz que hemos recibido, podemos decir solamente que tenemos luz porque estamos sobre el terreno de la unidad.

COMPLETAMENTE SACIADOS

  Los hijos de Israel no solamente disfrutaban del oráculo de Dios, sino que también estaban completamente saciados de la grosura de la casa de Dios (Sal. 36:8). La casa de Dios se refiere al templo, el cual era la continuación y el agrandamiento de la Tienda de Reunión. En Salmos 36:9 el salmista dice: “Porque contigo está el manantial de la vida; en Tu luz veremos la luz”. Este versículo también se relaciona con el templo. Sólo en el templo podía el pueblo de Dios disfrutar del manantial de la vida. Además, era en el templo que podían ver la luz en la luz de Dios. Ésta es otra indicación que la esencia de la unidad de los hijos de Dios es vida y luz.

LA VIDA MANTIENE LA UNIDAD

  Este hecho es confirmado por el salmo 133, que comienza con estas palabras: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Luego este salmo concluye así: “Porque allí envía Jehová bendición y vida eterna”. Como lo indica claramente este salmo, la bendición de la vida está relacionada con la unidad del pueblo de Dios.

  El salmo 133 también habla del óleo y del rocío de Hermón. El precioso óleo y el rocío no eran omnipresentes; al contrario, sólo podían disfrutarse en un lugar particular. Si un Israelita deseaba participar de la bendición que el Señor enviaba, tenía que estar en el lugar que guardaba la unidad. Esto significa que, al menos tres veces al año, tenía que hacer un viaje al monte de Sión. Supongamos que algunos de la tribu de Dan dijeran: “¿Por qué todos debemos ir a un mismo lugar para adorar a Dios? Esto es demasiado estrecho, demasiado sectario y demasiado exclusivista. Dios está en todas partes. Nosotros podemos quedarnos aquí en Dan y disfrutar, cantar alabanzas a Dios”. Los de Dan podrían disfrutar mientras cantaban, pero a menos que fueran al monte de Sión, no podrían disfrutar la bendición que Dios enviaba.

  Aun hoy en día este principio tiene validez. Si hemos de estar bajo la bendición de vida ordenada por el Señor, debemos estar sobre el terreno de la unidad. Los disidentes podrán afirmar que tienen la bendición que Dios envía, pero en realidad no la tienen. Los que piensan que la tienen son supersticiosos. Dios no es ni estrecho ni exclusivista, pero sí es específico. Él es muy específico en cuanto a Sus principios y a Su economía. Dios nunca actuaría en contra de aquello en lo que Él es específico. El versículo 3 del salmo 133 es muy específico. Aquí el salmista dice que allí, donde está la unidad, el Señor envía bendición y vida eterna. Cuando los hermanos moran en unidad el óleo fluye, el rocío desciende y el pueblo de Dios disfruta de la vida. Si perdemos la unidad, perderemos la experiencia del óleo, del rocío y de la bendición de vida. Si hemos de permanecer en la unidad, debemos permanecer en vida, pues la vida es la que mantiene la unidad. Esto se cumplía con los hijos de Israel y también se cumple con nosotros hoy.

PRESERVADOS EN VIDA Y LUZ

  Hemos visto que la vida está relacionada tanto con el hombre corporativo que Dios creó en el principio como con Abraham y sus descendientes, los hijos de Israel. Ahora veremos cómo es que la vida y la luz son la esencia de la unidad de la iglesia, la nueva creación de Dios. En Juan 17 el Señor cubre el asunto de la unidad, pero no al enseñarle a sus discípulos acerca de la unidad sino orando por ella. Esta oración revela que la unidad puede preservarse y ser hecha real solamente en la vida divina. En el versículo 11 el Señor oró: “Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el cual me has dado, para que sean uno, así como Nosotros”. Ser guardado en el nombre del Padre equivale a ser guardado por Su vida, porque únicamente los que nacen del Padre y tienen la vida del Padre y pueden participar en el nombre del Padre. El Hijo les ha dado la vida del Padre a aquellos que el Padre le ha dado a Él (v. 2). Por tanto, los creyentes disfrutan de la vida divina como la esencia de su unidad. Si somos guardados en la vida del Padre, seremos guardados en la unidad.

  En el versículo 17 el Señor oró diciendo: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”. Ser santificado es ser apartado del mundo y separado para Dios. En un sentido muy real, ser santificado consiste en ser preservado. Aquí el Señor ora al Padre para que santifique a los creyentes en la verdad, la cual es la palabra del Padre. El nombre del Padre está relacionado con la vida, y la verdad del Padre está relacionada con la luz. La vida y la luz son, por tanto, la esencia misma de la unidad.

  Juan 17:22 dice: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. Este versículo indica que el Dios Triuno guarda la unidad de los creyentes con Su gloria. No somos guardados en la unidad por medio de las enseñanzas o las doctrinas; somos preservados en la unidad por medio de la vida y la luz. El Dios Triuno mismo es vida, y Su palabra con Su hablar es luz. Por medio de esta vida y esta luz se mantiene la unidad. Ésta es la razón por la cual Efesios 4 relaciona la unidad de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, con el Dios Triuno: el Espíritu, el Señor y Dios el Padre.

  En las reuniones de la iglesia disfrutamos de la presencia del Dios Triuno. Esto en particular sucede en la reunión de la mesa del Señor y en la reunión de oración. Yo disfruto de la dulzura del Señor mediante las oraciones que expresan los santos en la reunión de oración. Puedo testificar que siempre que vengo a la reunión de oración, disfruto de la unción del Señor. Muchos de nosotros podemos testificar que no teníamos tal disfrute antes de venir al recobro del Señor; pero mientras gustamos de la dulzura del Señor en las reuniones de la iglesia, recibimos la suministración de la vida y experimentamos el resplandor de la vida. ¡Oh, cuánto suministro e iluminación recibo en las reuniones de oración de la iglesia! El Dios Triuno con Su gloria realmente está presente con nosotros. Nosotros somos guardados en la unidad por medio del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— con Su gloria. Por esta razón, después de la reunión de oración frecuentemente sentimos un amor fresco por los santos. También estamos conscientes de haber experimentado más edificación.

EL CICLO DE VIDA, LUZ Y UNIDAD

  Es preciso ver que la unidad entre los hijos de Dios se preserva por medio de la vida y la luz, y que no se mantiene con doctrinas, organización ni manipulación. Agradecemos al Señor que en Su recobro tenemos luz y vida. En primer lugar, somos alumbrados por medio del hablar del Señor; después recibimos el suministro de vida. Sin embargo, finalmente la vida introduce más luz. De hecho, disfrutamos el ciclo de luz y vida, y de vida y luz. Cuanta más luz tenemos, más vida disfrutamos; cuanta más vida disfrutamos, más luz recibimos. La luz, la vida y la unidad siempre van juntas. Cuanta más luz recibamos, más vida tendremos; cuanta más vida tengamos, más unidad experimentaremos; y cuanta más unidad tengamos, más luz recibiremos. Este ciclo de luz, vida y unidad preserva la unidad.

  Sin embargo, cuando estamos en tinieblas y muerte perdemos la unidad. Las tinieblas traen muerte, y la muerte causa separación. Pero cuando nos arrepentimos y nos confesamos ante el Señor, somos lavados por Su preciosa sangre. El lavamiento de la sangre siempre está relacionado con el resplandor de la luz (1 Jn. 1:7). A medida que somos lavados por la sangre bajo el resplandor de la luz, una vez más experimentamos la vida. Según nuestra experiencia, podemos testificar que la vida, la luz y la sangre en 1 Juan 1 también operan como un ciclo que nos guarda en unidad. Pero cuando estamos en tinieblas, perdemos la unidad, porque perdemos el terreno apropiado de la iglesia, lo cual resulta en muerte y separación. Vemos de nuevo que la esencia de la unidad es vida y luz. La unidad está en la vida, con luz y sobre el terreno apropiado.

LA UNIDAD DE LA CIUDAD NUEVA

  La vida y la luz son también la esencia de la unidad de la ciudad nueva, la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21 y 22 nos hablan de esta ciudad nueva. En el capítulo 21 principalmente vemos el asunto de la luz, mientras que en el capítulo 22 principalmente vemos el asunto de la vida. Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. En la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de luz natural, porque la ciudad será alumbrada por la gloria del Dios Triuno; será iluminada por el resplandor de Dios mismo. Además, como dice el versículo siguiente: “Las naciones andarán a la luz de ella” (v. 24). Esto nos recuerda Isaías 2:5, que dice: “Venid, casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová”. La luz guarda la unidad y elimina el desorden. La luz en la Nueva Jerusalén controlará, gobernará, dirigirá y mantendrá todo en orden; por lo tanto, preservará la unidad.

  Apocalipsis 22:1 y 2 dicen: “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El río de agua de vida fluye del trono de Dios y del Cordero para suministrar a la ciudad. El agua de vida aquí es un símbolo de Dios en Cristo, quien fluye como el Espíritu a Su pueblo redimido para ser su vida y su suministro de vida. En Apocalipsis 22:1 el agua de vida es un río que sale del trono de Dios y del Cordero para abastecer y saturar toda la Nueva Jerusalén. De esta manera la ciudad estará llena de la vida divina a fin de expresar a Dios en Su gloria de vida.

  El versículo 2 dice que el árbol de la vida crece “a uno y otro lado del río”. El hecho de que el árbol de la vida, aunque sea uno solo, crezca a los dos lados del río, significa que el árbol de la vida es una vid que crece y se extiende a lo largo del río de vida, a fin de que el pueblo de Dios lo reciba y lo disfrute. Por la eternidad, todos los redimidos de Dios disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida, como su porción eterna (Ap. 22:14, 19). Cristo, el árbol de la vida, es el suministro de vida que está disponible en el fluir del Espíritu, quien es el agua de vida. Allí donde el Espíritu fluye, se halla el suministro de la vida de Cristo. Por medio del agua de vida y del árbol de la vida, la ciudad nueva será abastecida ricamente por la eternidad. Con este suministro abundante de vida, la unidad de la Nueva Jerusalén será preservada para siempre; pues será imposible que exista alguna división. La luz brillará a través de la ciudad, y la vida regará y abastecerá la ciudad. Esta vida y luz eliminarán cualquier posibilidad de que haya división. Incluso las naciones alrededor de la ciudad serán una. En aquel entonces todas las cosas en el cielo y en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo (Ef. 1:10). Ésta será la unidad máxima, universal y eterna. Como hemos indicado repetidas veces, esta unidad será guardada y preservada en la vida y con la luz.

  Es imprescindible que todas las iglesias en el recobro del Señor estén llenas de la vida divina y estén bajo el resplandor de la luz, pues somos uno por medio del resplandor de la luz y por el riego y el suministro que nos provee la vida divina. No hay necesidad de hacer preparativos ni de organizar algo, porque la esencia de nuestra unidad no es la organización, sino la vida y la luz. Espero que todos seamos profundamente impresionados con el hecho de que la unidad puede prevalecer y puede ser resguardada solamente por medio de la vida y la luz.

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