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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO TRES

BABEL, BABILONIA Y BABILONIA LA GRANDE: LOS RESULTADOS DE LA DIVISIÓN

  Lectura bíblica: Gn. 2:9b, 17; 11:4, 9; 1 R. 12:26-30; 15:34; 2 Cr. 36:5-20; 1 Co. 1:11-13a; Ap. 17:3-5

DOS LÍNEAS

  Hay dos líneas en la Biblia: la línea de la vida y la línea de la muerte. Estas dos líneas proceden de las dos fuentes que existen en el universo. Una de las cuales es Dios, y la otra es el diablo, Satanás. Además, cada una de estas líneas tendrá un resultado particular. La línea de la vida comienza con el árbol de la vida y termina con la Nueva Jerusalén. La línea de la muerte comienza con el árbol del conocimiento del bien y del mal, pasa por Babilonia la Grande y termina en el lago de fuego. La unidad proviene de la línea de la vida, se origina en Dios y produce la Nueva Jerusalén. La división, al contrario, surge de la línea de la muerte, se origina en Satanás, culmina en Babilonia la Grande y, finalmente, acaba en el lago de fuego. Si queremos ver esta gran verdad en cuanto a esta unidad tal como lo presenta la Biblia, tenemos que entender claramente estas dos fuentes, dos líneas y dos resultados. Entonces sabremos a cuál línea pertenece la unidad y a cuál la división.

  Muchos cristianos son descuidados y permiten la división porque no ven la seriedad de estas dos líneas. Nunca consideren que la división es algo insignificante. La división es extremadamente seria, es un asunto de vida o muerte. Ser partícipes de la unidad es ser partícipes de la vida divina, pero estar en división equivale a estar en muerte. En el capítulo anterior indicamos que la esencia de la unidad es la vida y la luz. En este capítulo veremos que el resultado de la división es en primer lugar Babel, después Babilonia y finalmente Babilonia la Grande.

NO HABRÁ MÁS DIVISIÓN

  Los cuatro grandes hechos realizados por Dios se relacionan con la creación, la elección, la nueva creación y la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Aparte de Dios, quien es la única fuente apropiada en el universo, hay otra fuente, que es Satanás, con otro elemento y otro resultado. Cuando llegue el tiempo de la Nueva Jerusalén, esta fuente, este elemento y este resultado serán todos echados al lago de fuego. Por tanto, Dios será la única fuente presente en el cielo nuevo y la tierra nueva, y sólo el elemento y resultado Suyos permanecerán. Por esta razón, en el universo nuevo no habrá división. Ya no habrá muerte, ni dolor, ni lágrimas, ni sufrimientos, ni tinieblas. Además, podemos decir que en el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá pecado, cosas mundanas, carne, el yo ni Satanás. No habrá ninguna cosa negativa, lo cual significa que no habrá más división.

  La división es algo todo-inclusivo, pues incluye tales cosas negativas como Satanás, el pecado, las cosas mundanas, la carne, el yo, el viejo hombre y el mal genio. Si somos alumbrados con respecto a la naturaleza de la división, veremos que la división incluye todas las cosas negativas. No debiéramos pensar que la división es algo independiente en sí misma y que no tiene relación con tales cosas como la carne, el yo o las cosas mundanas. La división no sólo se relaciona con todas las cosas negativas, sino que también las incluye.

  Así como la división es todo-inclusiva, la unidad, según el mismo principio, también es todo-inclusiva; pues incluye a Dios, a Cristo y al Espíritu. Efesios 4:3-6 nos indica esto. En esta unidad, como lo revelan estos versículos, tenemos a Dios el Padre, a Cristo el Señor y al Espíritu como Aquel que da vida. Esta unidad incluye cosas positivas, tales como nuestro espíritu regenerado y nuestra mente transformada y renovada. Todas las cosas positivas están incluidas en la unidad apropiada.

  La Nueva Jerusalén será la máxima consumación de la unidad y de todas las cosas positivas incluidas en ella. Sin embargo, el lago de fuego será la represa final de la división junto con todas las cosas negativas incluidas en ella. Podríamos decir que el lago de fuego será el mar muerto eterno que contendrá todas las cosas negativas del universo. El lago de fuego será el basurero universal final. Por el contrario, la Nueva Jerusalén, será la máxima consumación y la expresión de la unidad. Esta ciudad será caracterizada por un solo trono, un solo río, un solo árbol y una sola calle. En la calle fluirá el río de agua de vida, y a uno y otro lado del río estará el árbol de la vida. Por tanto, podríamos llamar a la única calle de la Nueva Jerusalén la calle de la vida. Esta única calle hace que la división sea imposible. La división junto con todas las cosas negativas relacionadas con ella solamente se hallarán en el lago de fuego.

LA FUENTE DE BABEL

  El primer resultado de la división fue Babel. La fuente de Babel fue el árbol del conocimiento. Si Adán no hubiera comido del fruto del árbol del conocimiento, habría sido imposible que sus descendientes construyeran la torre y la ciudad de Babel. Según el relato de Génesis 3, Adán tomó del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Al comer de este fruto, el árbol del conocimiento entró en él y llegó a ser parte de él de manera subjetiva. El relato de Génesis 4 indica esto. En este capítulo vemos el odio, el homicidio, la poligamia y el invento de las armas de guerra. En Génesis 6 vemos que esta situación empeora aún más: el hombre llegó a ser carne (v. 3), y “la maldad de los hombres era mucha en la tierra” (v. 5). Además, como lo indica el versículo 11: “La tierra se corrompió delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia”. Cuando Dios miró la tierra, vio que se había corrompido, “porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (v. 12). Como ya sabemos, Dios juzgó esa generación corrupta enviando el diluvio. Sin embargo, ni siquiera este juicio hizo que la naturaleza del hombre cambiara. Según Génesis 11, el hombre incluso se atrevió a luchar contra Dios. En Génesis 11:4 los hombres dijeron: “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre [...] y hagámonos un nombre”. Al procurar hacerse un nombre, ellos se rebelaron contra Dios. El resultado de esta rebelión fue división y confusión; esto es Babel, el primer resultado de la división. Como resultado de la rebelión que ocurrió en Babel, la humanidad fue dividida.

EL SIGNIFICADO DE BABEL

  La división que ocurrió en Babel estaba relacionada con la idolatría. Algunos historiadores creen que sobre los ladrillos que se usaron para construir la torre y la ciudad de Babel estaban inscritos nombres de ídolos. Josué 24:2 dice: “Así dice Jehová, el Dios de Israel: ‘Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían a dioses extraños’”. Este versículo indica que antes de que Dios llamara a Abraham, éste servía a otros dioses en la tierra de Caldea. Esto significa que adoraba a los ídolos. Por tanto, la división de la humanidad en Babel involucraba la idolatría.

  Estos capítulos de Génesis nos muestran que la división incluye cosas negativas como el odio, el homicidio, la poligamia, la guerra, la corrupción, la rebelión y la idolatría. El resultado de este elemento todo-inclusivo de división primero fue Babel con su división y confusión. Por tanto, el significado de Babel es división y confusión.

LA UNIDAD DEL PUEBLO DE DIOS

  Aunque fue necesario que Dios abandonara al linaje creado, no abandonó Su propósito eterno con el hombre; más bien, según Su misericordia, se le apareció a Abraham, un miembro del linaje de Adán, y lo llamó a que saliese del ambiente en que se hallaba. Aquí vemos la elección de Dios. Como ya indicamos anteriormente, cuando Dios escogió a Abraham, lo hizo según Su naturaleza de unidad. Por esta razón seleccionó a un solo hombre, y no a una multitud. Dios le ordenó a Abraham que dejara su país y a sus familiares, y que fuera a la tierra que le daría a él y a sus descendientes.

  Finalmente, bajo la bendición del Señor, los descendientes de Abraham, los hijos de Israel, llegaron a ser miles y miles de personas. Después que los hijos de Israel hicieron su éxodo de Egipto, entraron en la buena tierra, la tierra que Dios le había prometido a Abraham. Según el libro de Deuteronomio, Dios les mandó que no debían adorar de manera corporativa en el lugar que ellos escogiesen (Dt. 12); más bien, tenían que humillarse ante el Señor y aceptar Su elección. Puesto que los hijos de Israel honraron al Señor en cuanto al lugar donde debían adorar corporativamente y aceptaron acudir al lugar único que Dios había escogido para que le adorasen, ellos fueron preservados en la unidad. Conforme a la elección de Dios, el templo fue construido en el monte de Sión, y el pueblo de Dios tenía que ir allí tres veces al año. El Lugar Santísimo que estaba en el templo construido en el monte de Sión era el centro de la unidad del pueblo de Dios. Este centro era el lugar del oráculo de Dios y guardaba la unidad del pueblo escogido de Dios.

EL EGOÍSMO Y LA AMBICIÓN CAUSAN DIVISIÓN

  No obstante, un día la nación se dividió en dos reinos, el reino del norte, Israel, y el reino del sur, Judá. Jeroboam llegó a ser el rey del reino del norte, y Roboam, el rey del reino del sur. Después que se formó esta división, entró la idolatría. Jeroboam no solamente causó división, sino que también erigió ídolos en Bet-el y en Dan (1 R. 12:29). Jeroboam, después de hacer dos becerros de oro, le dijo al pueblo: “Ya habéis subido bastante a Jerusalén. Aquí están tus dioses, Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto” (v. 28). La fuente de estos ídolos fue la ambición egoísta de Jeroboam, quien estableció otro centro de adoración porque temía perder su reino. En 1 Reyes 12:26-27 dice: “Pero Jeroboam pensó en su corazón: ‘Ahora, la casa de David recuperará el reino si este pueblo sube a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová en Jerusalén, porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam, rey de Judá, me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá’”. Para evitar que esto sucediera y para preservar su reino, Jeroboam erigió ídolos en un centro de adoración rival para el pueblo. Esto nos indica claramente que la fuente de esos ídolos era la ambición de Jeroboam.

  Tenemos que aplicar este principio a la situación en que se encuentran los cristianos en la actualidad. Las divisiones en el cristianismo son producidas por el egoísmo y la ambición. Debido a que algunas personas ambiciosas desean tener su propio imperio, ignoran lo que Dios eligió. Su ambición es tener su propio reino a fin de satisfacer sus deseos egoístas. En el Antiguo Testamento, Dios eligió un lugar único: el monte de Sión que estaba en Jerusalén. En este lugar se edificó el templo, en el cual estaba el Lugar Santísimo, el oráculo. No obstante, Jeroboam, un hombre ambicioso y egoísta, quien buscaba sólo lo suyo propio, estableció otro centro de adoración. Es posible que algunos defiendan lo que hizo y digan que no estableció un centro de entretenimiento mundano, sino un lugar donde adorar a Dios. Sin embargo, este centro de adoración, de hecho, era para encubrir la ambición de Jeroboam. Hoy en día ocurre lo mismo. Debido a su egoísmo y ambición, muchos líderes cristianos han establecido centros de adoración; aparentemente, para adorar a Dios; pero de hecho, han sido establecidos para satisfacer la ambición de tener un imperio personal. Por tanto, en un sentido muy real, los fundadores de muchos grupos cristianos son los Jeroboams de la actualidad. Los centros de adoración establecidos por estos Jeroboams de hoy son en realidad centros de ambición. Por esta razón, se pueden encontrar “ídolos” en esos lugares.

  Según el principio que se encuentra en 1 Reyes 12:26-30, en muchos grupos cristianos se han erigido “ídolos” a fin de atraer y retener a las personas. Estos “ídolos” alejan a las personas de Dios. Jeroboam, siguió el ejemplo de Aarón en el monte de Sinaí, e hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo que éstos eran el Dios que los había sacado de Egipto. Quizás nos preguntemos por qué los hijos de Israel estaban tan ciegos que aceptaron a estos ídolos como Dios. Al ver la situación de lejos, podemos verla claramente. Sin embargo, si hubiéramos estado allí, probablemente habríamos seguido a Jeroboam y habríamos sido uno con él.

  Tenemos que entender claramente la situación en que está el cristianismo actual. Si estamos bajo el resplandor de la luz divina, nos daremos cuenta de que en muchos grupos cristianos se han erigido “ídolos” en lugar de Dios. Estos “ídolos” atraen a las personas a esos grupos y después las mantienen allí.

EL DESEO POR LA CASA DE DIOS

  Hemos indicado que el hablar genuino de Dios estaba en el Lugar Santísimo, dentro del templo. Salmos 27:4 expresa la aspiración profunda del pueblo de Dios por estar en la casa de Dios. Este versículo dice: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en Su templo”. ¡Cuánto deseaba el salmista permanecer en la casa de Dios para contemplar al Señor!

  El salmo 84 expresa un deseo similar. En el versículo 2 el salmista dice: “¡Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová!”. En el versículo 10 continúa diciendo: “Mejor es un día en Tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad”.

  Aquí vemos que el deseo de estar en la casa de Dios era tan fuerte que el salmista deseaba incluso estar en los atrios de Jehová, y se contentaba simplemente con ser un portero en la puerta de la casa de Dios.

  Los salmos 36 y 23 también expresan el profundo deseo de estar en la casa de Dios. En Salmos 36:8 el escritor dice que los que son del pueblo de Dios “serán completamente saciados de la grosura de Tu Casa”. En la casa de Jehová ellos beben del torrente de las delicias de Dios. Además, es allí que disfrutan del manantial de la vida y en la luz de Dios ven luz (v. 9). El salmo 23 concluye con las palabras: “En la casa de Jehová moraré por largos días” (v. 6). En la era del Antiguo Testamento las personas piadosas deseaban estar en el templo, donde estaba la presencia de Dios.

  Tener tal aspiración repela la maldad. El deseo de estar en la presencia de Dios en la casa del Señor, repela la disensión y todas las cosas negativas que ésta incluye. Este deseo nos hace piadosos, santos, y finalmente hace que seamos uno con los hijos de Dios.

  Mientras los hijos de Israel subían al monte de Sión y cantaban el salmo 133, sin duda habría sido imposible que se odiaran o menospreciaran. El salmo 133 es un salmo acerca de la unidad. Esta unidad incluye todos los atributos y las virtudes positivas. Si guardamos la unidad, disfrutaremos espontáneamente de todos estos atributos y virtudes, y además tendremos la presencia de Dios.

LA UNIDAD NOS GUARDA DEL MAL

  Cuando permanecemos en la unidad, tenemos la bendición que Dios envía, la vida eterna. Sin embargo, si alguno de los hijos de Israel era divisivo y se negaba a ir al templo en el monte de Sión, ellos perdían automáticamente todas estas cosas positivas. Al separarse de la unidad del pueblo de Dios, espontáneamente se llenan de cosas negativas como el orgullo, el odio, las críticas, los rumores y las mentiras. Algunos incluso fingen estar en comunión con Dios y establecen otro centro de adoración. Pero tal como esclarece el caso de Jeroboam, esta acción divisiva abre el camino para que entren la idolatría y toda clase de cosas malignas.

  Según el relato del Antiguo Testamento, el pecado de Jeroboam, el pecado de la división, abrió el camino para que entrara toda clase de maldad. Finalmente, la condición del pueblo de Dios era tan corrupta que Dios llevó a Nabucodonosor, rey de Babilonia, a quemar la casa de Dios, a destruir el muro de Jerusalén y a llevarse cautivo al pueblo a Babilonia. Así pues, el cautiverio en Babilonia fue otro resultado de la división. Jerusalén representa la unidad, mientras que Babilonia con toda su maldad representa la división.

  Antes de que entráramos a la vida de iglesia, muchos de nosotros éramos muy indisciplinados y hacíamos las cosas según nuestra preferencia. Pero podemos testificar que poco después que entramos en el recobro del Señor, nuestra conciencia comenzó a funcionar de una manera apropiada. Poco a poco eliminamos ciertas cosas y suspendimos ciertas prácticas. Sin embargo, sé de muchos casos que después de dejar la vida de iglesia experimentaron lo opuesto. Su conciencia comenzó a perder su función, y las cosas negativas y mundanas de las que se habían despojado anteriormente, poco a poco regresaron. Muchos reanudaron su antigua afición a los entretenimientos mundanos, y gradualmente las cosas mundanas, incluso cosas pecaminosas, regresaron. Esto indica que la unidad nos guarda del mal, mientras que la división le abre la puerta al mal.

  Hace más de treinta y cinco años, una joven de familia pudiente vino a una de las reuniones de la iglesia en Chifú. Ella era la expresión misma de la mundanalidad; con su cabello arreglado como una torre. Un tiempo después, dijo que se arreglaba el pelo de esa manera a propósito en señal de protesta. A medida que venía a las reuniones de la iglesia, su aspecto comenzó a cambiar. En las reuniones no dijimos nada acerca de la mundanalidad; sólo hablamos de amar a Cristo y la iglesia. Nadie procuraba regular el comportamiento de esta joven. Sin embargo, al ponerse en contacto con la iglesia, su conciencia comenzó a funcionar; y espontáneamente, sin que nadie le dijese nada, cambió su peinado y su manera de vestir.

TENER UNA BUENA RELACIÓN CON EL TEMPLO

  Para los hijos de Israel, el templo era el centro de la unidad. Por tanto, era extremadamente serio que alguien del pueblo de Dios no tuviera una buena relación con el templo. Los que tenían una relación correcta con el templo, y por ende mantenían la unidad, disfrutaban de la presencia de Dios, de la bendición de la vida y de todas las demás cosas positivas. Pero aquellos que tenían una mala relación con el templo al causar división, le abrieron la puerta a toda clase de maldades. Ocurre lo mismo entre los cristianos en nuestros días. Son muchos los que hablan de la santidad, de la victoria y de la espiritualidad. Sin embargo, si hemos de tener estas virtudes, tenemos que estar en la unidad apropiada.

  Consideren otra vez la experiencia de los hijos de Israel. La santidad, la victoria y la espiritualidad que ellos tenían no eran el resultado de su esfuerzo propio. Estas virtudes eran suyas simplemente porque tenían una relación correcta con el templo, con el Lugar Santísimo y con el Arca. Cuando permanecían en unidad, relacionándose correctamente con el templo, no había necesidad de que trataran de ser santos, victoriosos o espirituales. Espontáneamente, como parte de la bendición de estar en la unidad, ellos manifestaban estas virtudes. La razón por la que muchos cristianos no experimentan victoria, santidad o espiritualidad es que no tienen una buena relación con la iglesia y con el Arca, es decir, con Cristo, quien está en el Lugar Santísimo. Si hemos de ser santos, espirituales y victoriosos, debemos relacionarnos bien con Cristo y la iglesia. Es decir, debemos permanecer en la unidad apropiada. La unidad es la que nos da acceso a todas las virtudes y atributos positivos.

  Cuando estaba en la China continental, el hermano Nee era el blanco de los ataques y de la oposición. Muchos de los que le atacaron y se opusieron a él, afirmaban que él, las iglesias y los ancianos estaban equivocados. La primera vez que oí acerca de tales ataques y oposición, empecé a considerar la situación. Quizás el hermano Nee, los ancianos y las iglesias estaban equivocados. Sin embargo, con el tiempo aprendí que todo opositor del hermano Nee o de las iglesias o de los ancianos estaban aún más equivocados. También me di cuenta de que todos los que atacaban el recobro del Señor experimentaban un deterioro espiritual. Yo no conozco ni un solo caso de alguien que haya atacado o se haya opuesto a la iglesia y que haya progresado espiritualmente. Al contrario, ellos se han hecho daño a sí mismos, y su condición ha empeorado gradualmente.

  Lo único que puede guardarnos espiritualmente es la unidad. Si permanecemos en la unidad, todas las cosas positivas serán nuestras. Pero si seguimos el camino de la división, toda índole de cosas malignas nos visitarán: el odio, los celos, el menosprecio, y quizás incluso tales cosas como la idolatría y la fornicación. Tarde o temprano, los disidentes serán llevados cautivos a “Babilonia”.

BABILONIA LA GRANDE

  Apocalipsis 17 también indica que el mal se relaciona con la división. Este capítulo nos presenta una visión de Babilonia la Grande. Según el versículo 5, Babilonia la Grande se llama “la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. El versículo 4 expone el hecho de que aunque esta mujer tiene un aspecto agradable, en ella se oculta la maldad: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación”. En su exterior Babilonia la Grande está vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas. Además, tiene un cáliz de oro en su mano, pero este cáliz está lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación. Éste es un cuadro de la cristiandad actual. La cristiandad puede tener un cáliz de oro, pero el contenido del cáliz es idolatría, fornicación y toda clase de maldades. Éste es el elemento, la composición, de la división. El último resultado de la división es Babilonia la Grande, la cual es revelada en Apocalipsis 17.

  El cristianismo actual está totalmente en un estado de división. Esta división le ha abierto el camino a la idolatría y a la fornicación espiritual. En muchos casos, incluso le ha abierto el camino a la práctica de la idolatría y de la fornicación física. Como hemos indicado repetidas veces, éste es el resultado de la división.

LA SERIEDAD DE LA DIVISIÓN

  Cuando nos convertimos al camino del recobro del Señor y entramos a la vida de iglesia, las cosas negativas asociadas con la división espontáneamente fueron puestas a un lado. Sin embargo, como ya hemos indicado, los que abandonan la unidad apropiada automáticamente llegan a ser presa de las mismas cosas malignas que en otro tiempo habían dejado. Esto debe hacernos ver que la división es algo extremadamente serio. Nada es más terrible que la división. Satanás sabe que incluso pensar en división basta para socavar nuestra vida cristiana. Es como una termita que devora la estructura de una casa. Por tanto, debemos repudiar incluso el pensamiento de división.

  Cuando estamos en unidad, estamos en vida y disfrutamos de todas las virtudes y atributos positivos. Además, nuestra condición espiritual gradualmente experimenta una mejoría. Sin embargo, simplemente al aceptar un pensamiento divisivo, se abre el camino para que el mal regrese una vez más.

  Nunca debemos pensar que el terreno de la iglesia no tiene que ver con la vida. El terreno de la iglesia es el fundamento mismo de nuestra experiencia de vida. Permanecer en unidad es permanecer en vida. Aparte del terreno de la iglesia sería vano hablar de la santidad o de la espiritualidad. Dichas cosas tienen que ver directamente con la unidad. Es maravilloso permanecer en unidad, pero es terrible participar en división. Muchos cristianos actualmente han perdido la bendición y la gracia del Señor solamente por causa de la división. Esto debe servirnos de advertencia a nosotros, los que estamos en el recobro del Señor. No debemos repetir la historia de división que existe en el cristianismo. Espero que todos pongamos los ojos en el Señor para que nos preserve en Su unidad. Tenemos que aborrecer incluso el pensamiento de división. ¡Alabado sea el Señor por la unidad! Que el Señor nos mantenga en Su presencia al guardarnos en esta unidad.

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