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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO CUATRO

EL LUGAR ÚNICO QUE DIOS ESCOGIÓ PARA GUARDAR LA UNIDAD

  Lectura bíblica: Dt. 12:1-8, 11, 13-15, 17-18, 26-28; 14:23; 16:16

  En los tres primeros capítulos hemos considerado ciertos principios relacionados con la unidad. A partir de este capítulo dedicaremos nuestra atención a algunos detalles, el primero de los cuales es el lugar único que Dios escogió para guardar la unidad. En Deuteronomio 12, 14, 15 y 16, el lugar único que Dios escogió se menciona al menos dieciséis veces. Por ejemplo, en Deuteronomio 12:5 Moisés le ordenó al pueblo que acudiera al “lugar que Jehová, vuestro Dios, escoja”. Según Deuteronomio 14:23, el pueblo de Dios tenía que comer el diezmo de sus ofrendas delante de Jehová su Dios, en el lugar que Él escogiera. El hecho de que este lugar único se mencione repetidas veces revela que es de crucial importancia.

  El libro de Deuteronomio trata del disfrute de las riquezas de la buena tierra, la cual se describe como una tierra que fluye leche y miel. Las palabras registradas en este libro, el último libro de Moisés, fueron dadas cuando los hijos de Israel habían llegado al límite de la buena tierra, y estaban a punto de entrar en ella y poseerla. Puesto que la preocupación de Moisés era que ellos disfrutaran de la buena tierra, él dedicó mucho tiempo dándoles instrucciones en cuanto a la vida en la buena tierra. Por lo tanto, el libro de Deuteronomio es en realidad la palabra de un padre anciano y amoroso con respecto a lo que sus hijos disfrutarían en un futuro.

DESTRUIR LOS LUGARES PAGANOS DE ADORACIÓN

  En Deuteronomio 12 se da a conocer el deseo del corazón de Dios en cuanto a la vida que los hijos de Israel debían llevar en la buena tierra. El versículo 1 habla de los estatutos y decretos que el pueblo de Dios debía observar en la tierra. En el siguiente versículo, Moisés presenta el primero de estos estatutos, diciendo: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses”. En el versículo 3 Moisés añade: “Derribaréis sus altares, quebraréis sus estatuas, quemaréis sus imágenes de Asera, destruiréis las esculturas de sus dioses y borraréis su nombre de aquel lugar”. Antes de poder disfrutar plenamente de las riquezas de la buena tierra, los hijos de Israel tenían que destruir enteramente los lugares paganos de adoración. Todos los centros paganos de adoración tenían que ser enteramente destruidos. Es decir, todos los lugares en donde los paganos habían adorado ídolos tenían que ser destruidos, ya sea que estuviesen “sobre los montes altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso” (v. 2). El pueblo de Dios tenía que destruir sus altares, quebrar sus estatuas, quemar sus imágenes de Asera y destruir las esculturas de sus dioses. Además, tenían que borrar los nombres de sus dioses de aquel lugar. Tenían que eliminar tres cosas principales: lugares, imágenes y nombres. Esto revela que la buena tierra tenía que estar completamente limpia de todos los centros paganos de adoración.

  Deuteronomio 12:4 dice: “No haréis así a Jehová, vuestro Dios”. Esto indica que los hijos de Israel no debían adorar al Señor de la misma manera que los paganos adoraban a sus dioses.

EL LUGAR DONDE DIOS PONE SU NOMBRE

  En el versículo 5 Moisés dice algo muy importante: “Sino que el lugar que Jehová, vuestro Dios, escoja entre todas vuestras tribus, para poner allí Su nombre y habitar en él, ése buscaréis, y allá iréis”. Después que todos los lugares paganos de adoración fueran destruidos, el pueblo de Dios tenía que ir al lugar único escogido por Dios. Era en ese lugar único donde Dios pondría Su nombre. El nombre de Dios denota Su Persona. El hecho de que Su nombre esté en un lugar específico, significa que Su Persona mora en ese lugar. Esto indica que el único lugar que Dios había escogido era la morada de Dios, la habitación de Dios.

EL SIGNIFICADO TIPOLÓGICO

  Según el principio básico de la revelación divina contenida en las Escrituras, el relato del Antiguo Testamento consta de tipos, figuras y sombras relacionados con asuntos que se encuentran en el Nuevo Testamento. Si Deuteronomio 12 consistiera solamente de estatutos dados para los hijos de Israel, entonces este capítulo no se puede aplicar a nuestra situación actual. Sin embargo, los estatutos prescritos en este capítulo también tienen un significado espiritual. Si captamos el significado espiritual, veremos que este pasaje de la Palabra fue escrito no solamente para los hijos de Israel, sino también para nosotros hoy. El apóstol Pablo comprendió que la historia de los hijos de Israel encerraba un significado tipológico para los creyentes de la era del Nuevo Testamento. En 1 Corintios 10:6 Pablo dijo: “Todas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros”. En 1 Corintios 10:11 continuó diciendo: “Estas cosas les acontecieron en figura”. Por esta razón, Pablo podía decir en Romanos 15:4: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra instrucción se escribieron”.

  En el Antiguo Testamento, uno de los tipos más importantes es el de la buena tierra, la cual es plena y completamente un tipo de Cristo. Además disfrutar del fruto de la buena tierra tipifica nuestro disfrute de las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8). Antes de que ustedes entraran a la vida de iglesia, probablemente nunca habían oído acerca de disfrutar a Cristo. También a mí me sucedió lo mismo. Sabía que Cristo era el Hijo de Dios, el Salvador y el Redentor, pero nunca había oído que Él también podía ser mi disfrute.

  Según la tipología, los hijos de Israel inicialmente disfrutaron del cordero de la Pascua como un tipo de Cristo. En 1 Corintios 5:7 se indica claramente que la Pascua era un tipo de Cristo: “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada”. Después que los hijos de Israel hicieron su éxodo de Egipto, mientras vagaban por el desierto disfrutaron del maná. Según 1 Corintios 10:3 y 4, el maná también es un tipo de Cristo; el cual tipifica a Cristo como nuestro alimento espiritual, nuestro maná diario. Si bien algunos cristianos saben que el maná es un tipo de Cristo, muchos de ellos no han visto que la buena tierra también es un tipo de Cristo. Josué 5:12 dice: “El maná cesó al día siguiente, desde que comenzaron a comer de los frutos de la tierra, y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año”. Este versículo indica claramente que el maná fue sustituido por los frutos de la buena tierra. Si el cordero de la Pascua y el maná eran tipos de Cristo como disfrute para el pueblo de Dios, ciertamente la buena tierra con sus ricos frutos es asimismo un tipo de Cristo, quien nos es dado para nuestro disfrute. Muchos de nosotros podemos testificar que sólo después de llegar a la vida de iglesia en el recobro del Señor oímos que Cristo es la buena tierra para nuestro disfrute.

SÓLO UN NOMBRE

  Antes de entrar a la vida de iglesia, la mayoría de nosotros adorábamos a Dios en diversos lugares, tipificados por los montes altos, los collados y los árboles frondosos (Dt. 12:2). Éstos eran los lugares en donde los paganos adoraban ídolos. Hoy en día en el catolicismo y en las denominaciones protestantes se pueden hallar ídolos. Es posible que algunos cristianos admitan que existe la idolatría en el catolicismo; sin embargo, insisten en que no se pueden hallar ídolos en las denominaciones. Recordemos las palabras de Moisés en Deuteronomio 12:3 acerca de borrar los nombres. Cada denominación ha adoptado un nombre aparte del nombre de Cristo. Por ejemplo, la denominación Luterana adopta el nombre de Lutero. En principio, tener un nombre aparte del nombre de Cristo es erigir un ídolo. Aquellos que están en las denominaciones pueden argumentar que dichos nombres no son ídolos, sino simplemente un medio para designarlos como grupos cristianos. Sin embargo, utilizar un nombre de esta manera se puede comparar a una mujer casada que toma el nombre de un hombre que no es su marido. ¡Tal práctica es deplorable! En el cristianismo actual, los ídolos pueden encontrarse prácticamente en todas partes, debido a que hay muchos lugares que toman un nombre aparte del nombre de Cristo. Con frecuencia vemos que se erige una capilla u otro edificio usado para propósitos religiosos con el nombre de cierta persona. En principio, esto es un ídolo. Debemos tener un solo nombre: el nombre de Jesucristo.

  Según la tipología en Deuteronomio 12:3, debemos destruir todos los lugares y todos los nombres. Además, debemos eliminar todas las prácticas paganas que han sido adoptadas por el cristianismo. No hay lugar para dichas cosas en la iglesia. El libro Las dos Babilonias comprueba que el catolicismo ha asimilado muchos elementos paganos. Por ejemplo, la navidad y la semana santa ambas tienen un origen pagano. Se pueden encontrar características del paganismo no sólo en el catolicismo, sino además en muchas denominaciones. En términos espirituales, debemos destruir todos los lugares, las imágenes y los nombres. Por esta razón, no puede haber reconciliación entre el recobro del Señor y las denominaciones con sus montes altos, collados y árboles para adorar ídolos. Además, nosotros mismos debemos tener cuidado de no tener ningún monte alto, collado o árbol. Debemos tener únicamente a Cristo y solamente debemos reunirnos en el único lugar que Dios escogió para guardar la unidad.

APRENDER A TEMER A DIOS

  Si vemos que debemos destruir todos los demás lugares e ir al único lugar escogido por Dios, entonces podemos continuar para ver varios otros puntos revelados en Deuteronomio 12. En primer lugar, debemos aprender a temer a Dios al acudir solamente al lugar de Su elección. Deuteronomio 14:23 dice: “Comerás delante de Jehová, tu Dios, en el lugar que Él escoja para poner allí Su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová”. Ir al lugar que Dios ha escogido equivale a temer a Dios. Pero sentirse libres de elegir el centro de adoración que uno desee no es temer a Dios, más bien, es satisfacer nuestra lujuria.

  Antes de entrar a la vida de iglesia, es posible que hayamos ido de una denominación a otra. Íbamos de un lugar a otro para satisfacer nuestras preferencias y deseos. Hacer esto no es temer a Dios de una manera apropiada. Si en realidad tememos a Dios, iremos al único lugar que Él ha escogido.

  Dios no nos ha dado la libertad de escoger el lugar de adoración. En este asunto debemos temerle y simplemente ir al lugar de Su elección. Si ejercitamos el derecho de elegir por nosotros mismos, seguiremos el camino de los paganos, el camino de las naciones. Según Deuteronomio 12, los hijos de Israel tenían que destruir todos los lugares donde los paganos adoraban a sus ídolos. En principio, debemos hacer lo mismo cuando venimos a la vida de iglesia. La elección del lugar de adoración le corresponde completamente al Señor; no depende de nuestras preferencias. Si actuamos según nuestras preferencias, satisfaciendo nuestros deseos con respecto del lugar de adoración, nos abandonaremos a nuestra lujuria. Comportarse de esta manera es ser como una mujer que se involucra con un hombre que no es su marido. Esto es cometer fornicación. Así como una mujer está limitada a un solo marido en el matrimonio, también nosotros estamos limitados al único lugar escogido por Dios, en cuanto a la adoración corporativa de Dios. Todos tenemos que aprender a temer al Señor nuestro Dios. Con respecto a las reuniones cristianas, debemos temer a Dios y hacer solamente aquello que concuerde con lo que Él ha escogido. Dios nos ordena destruir todos los otros centros de adoración y acudir solamente al lugar que Él ha escogido.

HACER LO QUE A DIOS LE PARECE BIEN

  Deuteronomio 12:8 dice: “No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le parece”. Es terrible hacer lo que a uno le place. El Señor nos ordena que no actuemos de esta manera. No obstante, hoy en día frecuentemente escuchamos decir a los cristianos que cierto asunto les parece correcto y que el otro no les parece bien. Vivir de esta manera es hacer lo que es recto a nuestros propios ojos. Pero debemos hacer lo que es recto a los ojos de Dios. Según Deuteronomio 12:13, los hijos de Israel no debían ofrecer sus holocaustos en los lugares que a ellos les parecía bien: “Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas”. Se les prohibió ofrecer holocaustos en los montes altos, en los collados o bajo los árboles frondosos. No tenían ningún derecho de adorar a Dios en el lugar que ellos escogieran; más bien, debían hacer lo que a Dios le parecía bien. Del mismo modo, si tememos a Dios, no haremos lo que es recto a nuestros propios ojos; al contrario, haremos lo que es recto y bueno a los ojos de Dios. Necesitamos orar: “Señor, ten misericordia de nosotros para que no hagamos lo que a nosotros nos parece bien. Señor, ayúdanos a hacer lo que a Ti te parece bien”. Debemos aprender a olvidarnos de nuestro sentir acerca de las cosas e interesarnos por el deseo y la elección del Señor. Ciertas cosas pueden parecernos rectas a nosotros, pero ¿cuál es el sentir del Señor acerca de ellas? Según nuestra valoración, quizá nos parece bien adorar en cierto lugar; pero el Señor puede considerar que ese lugar es un centro en donde se adoran ídolos.

NO ABUSAR DE LA GRACIA DE DIOS

  Hay varias razones por las que el Señor nos ordena que no hagamos lo que a nosotros nos parece bien, sino que vayamos al lugar que Él escogió. La primera de ellas es que no debemos abusar de la gracia de Dios. Los hijos de Israel tenían que apartar para el Señor las primicias, el diezmo, del fruto de la buena tierra. Además, debían ofrecerle las primicias de sus ovejas y de sus vacas. Ellos no tenían ningún derecho de guardarse el primogénito o el diezmo de las primicias para sí mismos. Tampoco se les permitía comerlos en casa. Deuteronomio 12:17 y 18 dice: “Tampoco comerás en tus poblaciones el diezmo de tu grano, de tu vino o de tu aceite, ni las primicias de tus vacas ni de tus ovejas, ni los votos que prometas, ni las ofrendas voluntarias, ni ninguna otra ofrenda reservada de tus manos, sino que delante de Jehová, tu Dios, las comerás, en el lugar que Jehová, tu Dios, haya escogido”. Según estos versículos, los israelitas también tenían que presentar los sacrificios de los votos prometidos y de las ofrendas voluntarias en el lugar que Dios escogiera. Sin duda, el pueblo de Dios presentó las primicias de sus frutos y de sus ovejas como votos u ofrendas voluntarias. El punto aquí es que todas estas ofrendas —los diezmos, las primicias, los votos y las ofrendas voluntarias— se podían disfrutar solamente en el lugar que Dios había escogido para poner allí Su nombre. Es decir, los hijos de Israel tenían que acudir al lugar de la habitación de Dios con la mejor porción del rico fruto de la buena tierra. Esto indica que no se le permitía abusar de la gracia de Dios. Ellos no tenían ningún derecho de disfrutar la mejor porción según sus gustos o preferencias; más bien, debían disfrutarlas según las regulaciones de Dios. No tenían otra opción más que llevar estas ofrendas al lugar que Dios había escogido para poner allí Su nombre y Su habitación.

  Este principio aún se aplica hoy en la vida de iglesia. Si no acudimos a las reuniones de la iglesia, no podremos disfrutar de la porción suprema de Cristo. Cuando nos quedamos en casa a propósito y no vamos a las reuniones, no somos aptos para disfrutar de la mejor porción de Cristo. Si bien podemos tener cierto disfrute del Señor al orar-leer o al tener comunión, no podemos disfrutar de esas porciones de Cristo tipificadas por las primicias, los diezmos, los votos prometidos y las ofrendas voluntarias. Hay una regulación divina que nos prohíbe abusar de la gracia de Dios. Según esta regulación, debemos ir a la casa de Dios, la iglesia, a fin de disfrutar la mejor porción de Cristo. Tenemos que acudir al lugar que Dios ha escogido; no se nos permite actuar según nuestra propia elección o preferencia. Al aceptar lo que Dios ha escogido, nos sometemos y no abusamos de Su gracia.

LA DISCIPLINA MÁS COMPLETA POR PARTE DEL SEÑOR

  Cuando acudimos al lugar que Dios escogió, experimentamos la disciplina más completa por parte del Señor. Allí nos vemos obligados a ser uno con nuestros hermanos en Cristo. A veces es posible que no deseemos ver a cierto hermano y, aunque vamos a las reuniones de la iglesia, hacemos lo posible por esquivarle. Si procuramos evitar a cierto hermano, no podremos disfrutar de la mejor porción de Cristo. Así que, necesitamos someternos por completo. Debemos orar: “Señor, ten misericordia de mí para que pueda estar bien con mi hermano. No quiero tener ningún problema con él; más bien, quiero disfrutar de su compañía”. Esto nos muestra el hecho de que cuando acudimos al lugar que Dios escoge, Él nos disciplina de manera exhaustiva.

  Supongamos que un israelita tenía un problema con otro israelita y por tanto hacía todo lo posible para eludirle. Sin embargo, tres veces al año, a todos los varones israelitas se les exigía ir a Jerusalén. Aquellos que se negaran ir serían apartados de la comunión que disfrutaba el pueblo de Dios. A la postre, todo problema entre los israelitas tenía que ser resuelto. De lo contrario, no habría sido posible que ellos se congregaran en unidad para adorar a Dios en el monte de Sión. Mientras los israelitas subían al monte de Sion, tenían que cantar las palabras del salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Por lo tanto, el lugar único escogido por Dios preservaba la unidad de Su pueblo. Mientras que los hijos de Israel siguieran la elección de Dios, no tenían más alternativa que ser uno.

  La situación es totalmente diferente entre los cristianos hoy. Si un creyente no está contento con otro, simplemente se puede ir a otro lugar de adoración. La mayoría de los cristianos consideran que tienen la libertad de escoger cualquier lugar que satisfaga sus propios deseos. Por esta razón, entre la mayoría de ellos no hay sumisión. Sin embargo, si no abusamos de la gracia de Dios, sino más bien nos sometemos completamente a ella y vamos al lugar de Su elección, nuestra unidad será preservada. No importa qué clase de carácter tengamos, debemos someternos y acudir al lugar escogido por Dios. De lo contrario, seremos apartados de la comunión del pueblo de Dios. Si nos sometemos de esta manera, seremos preservados en la unidad apropiada.

EL LUGAR DONDE EL SEÑOR HA PUESTO SU NOMBRE

  Ahora abordaremos el asunto en cuanto a discernir el lugar que Dios escogió. El primer principio consiste en que el lugar escogido por Dios no debe tener ningún nombre aparte del nombre de Dios y de Cristo. Todo lugar que tenga un nombre aparte del nombre de Cristo, no es el lugar escogido por Dios. En Deuteronomio 12 Dios le ordenó al pueblo que destruyera todos los lugares y borrara todos los nombres de aquellos lugares. No les estaba permitido conservar ninguno de esos nombres. No obstante, el único lugar escogido por Dios era el lugar donde el Señor había puesto Su propio nombre. Por tanto, el lugar al que tenemos que ir es el único lugar donde el Señor ha puesto Su nombre. Por esta razón, cuando nos reunimos en la iglesia, lo hacemos únicamente en el nombre del Señor Jesucristo. En Mateo 18 el Señor Jesús habla acerca de congregarnos en Su nombre. Siempre que nos reunimos, debemos entrar en Su nombre. No debemos adoptar tales nombres denominacionales como metodista, episcopal, presbiteriano, luterano o bautista. Todos esos nombres deben ser destruidos.

LA MORADA DE DIOS

  El segundo principio es que el único lugar escogido por Dios debe ser la habitación de Dios, la morada de Dios. Efesios 2:22 nos ayuda a entender el significado de este principio para nosotros hoy en día. Este versículo nos dice que la morada de Dios es nuestro espíritu. Esto significa que el lugar mismo que Dios escogió es nuestro espíritu. Por tanto, discernimos el lugar escogido por Dios por el nombre y por el espíritu humano. Hoy la habitación de Dios está en nuestro espíritu.

  Supongamos que no atendemos o que no hacemos caso del espíritu y que, en su lugar, vivimos en la esfera de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Esto haría difícil que otros reconocieran el hecho de que estamos en el lugar que Dios escogió. El lugar que Dios ha escogido es el espíritu. En la vida de iglesia no debemos ser conocidos ni catalogados por la expresión de nuestras opiniones, sino por el ejercicio del espíritu. Ir al lugar de la habitación de Dios equivale a ir al espíritu.

UN LUGAR DE DISFRUTE

  En tercer lugar, el lugar que Dios ha escogido es un lugar de disfrute. En Deuteronomio 12 se usa la palabra comer varias veces. El versículo 7 indica que en el lugar que Dios escogió es el lugar donde comeremos. En el versículo 18 vemos que se debía comer el diezmo del fruto de la buena tierra y las primicias de las ovejas y de las vacas delante del Señor, en el lugar que Él escogió. Estas referencias en cuanto al comer aluden a un disfrute. Por tanto, el lugar que Dios ha escogido es un lugar lleno de disfrute. Si en cierto lugar no percibimos el disfrute del Señor, debemos preguntarnos si es el lugar que Dios ha escogido o no. ¿Dónde encontramos las riquezas de Cristo tipificadas por el fruto de la buena tierra? En la época de las fiestas anuales, las riquezas de la buena tierra se hallaban en el monte de Sión que estaba en Jerusalén. Según el mismo principio, por medio de nuestro disfrute de las riquezas de Cristo, hoy podemos discernir el lugar que Dios escogió. El lugar que Dios escogió se caracteriza por este disfrute.

UN LUGAR DE REGOCIJO

  Finalmente, el lugar que Dios ha escogido es un lugar de regocijo. Deuteronomio 12:12 y 18 hablan de regocijarnos delante del Señor. Esta alegría se relaciona con el hecho de comer las primicias y de los primerizos. Alegrarse no es simplemente ser feliz. Es posible ser feliz silenciosamente, pero para estar alegres debemos expresar algo o aclamar con júbilo. La casa de Dios es un lugar lleno de regocijo. El lugar donde se congrega Su pueblo no debe ser solamente un lugar de gozo, sino también de regocijo.

  En esta porción de la Palabra tenemos cuatro maneras de discernir si una iglesia es apropiada y genuina. Una iglesia genuina es donde está el único nombre, el nombre de Cristo. Además, en este lugar prevalece el espíritu humano, se disfruta de las riquezas de Cristo y nos regocijamos delante del Señor. Cuando las riquezas de Cristo llegan a ser nuestro disfrute, estamos espontáneamente llenos de gozo y nos regocijaremos. Por tanto, en la vida de iglesia tenemos el nombre del Señor y el ejercicio del espíritu. También disfrutamos de las riquezas de Cristo y nos regocijamos en el Señor. Éste es el lugar que Dios escogió, o sea, el único lugar que Él ha escogido para guardar la unidad.

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