Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO CINCO

DISFRUTAR A CRISTO CON DIOS EN EL TERRENO DE LA UNIDAD

  Lectura bíblica: Dt. 12:5-7, 13-14, 17-18; 1 Ti. 3:15b-16a; He. 10:25; Sal. 23:6; 27:4; 36:8-9; 42:4; 43:3-4; 66:13, 15; 84:1-8, 10-12; 92:10, 13-14; 133:1-3

  Deuteronomio 12 es un capítulo que contiene muchas riquezas. Según los versículos 2 y 3, los hijos de Israel tenían que destruir los centros de adoración, los ídolos, las imágenes y los nombres. Los ídolos hoy en día se encuentran no sólo en los centros paganos de adoración, sino también en el catolicismo, en el protestantismo y en los grupos independientes cristianos. Si recibimos luz de esta porción de la Palabra, destruiremos, espiritualmente hablando, todos los lugares, los ídolos y los nombres.

  Los centros paganos de adoración se encontraban situados frecuentemente en los montes altos o en los collados o debajo de los árboles frondosos (v. 2). Los montes altos y los collados representan la exaltación de algo que no es Cristo, y los árboles frondosos representan las cosas que son hermosas y atractivas. Los numerosos centros de adoración que hay en el cristianismo actual, exaltan algo que no es Cristo. En principio, estos centros de adoración están en un monte alto o en un collado, es decir, en los lugares altos. Sin embargo, el pueblo de Dios debía acudir únicamente al monte de Sión, al único lugar escogido por Dios para la adoración corporativa. La adoración que se ofrecía en los lugares altos fue un factor en la dispersión que hubo entre los hijos de Israel.

  En principio, debemos destruir todos los lugares, los ídolos y los nombres. Hacer esto es hacer lo que es recto a los ojos del Señor. Pero si insistimos en elegir por nosotros mismos, haremos lo que es recto a nuestros propios ojos. Debemos temer al Señor e ir al lugar que Él ha escogido.

EL CAMINO DE LA DIVISIÓN

  El cristianismo ha seguido al mundo al tomar el camino de la división. Desde la época de Babel, las personas del mundo han sido divisivas. Estas personas causan división debido a que ellas insisten en su propia elección o preferencia. Por esta razón, la sociedad humana hoy es enteramente divisiva. La iglesia debe ser diferente. En la iglesia no debe haber división, ya que es el único lugar escogido por Dios. Esto significa que la iglesia no debe seguir las costumbres de las naciones ni las prácticas paganas de la sociedad humana. Sin embargo, a partir del segundo siglo, la iglesia se dividió por asuntos tales como las opiniones acerca de la Persona de Cristo. Las diferentes escuelas de Cristología, es decir, el estudio de la Persona de Cristo, se convirtieron en “montes altos” y “collados”. Así pues, la iglesia se dividió no principalmente por cosas malignas, sino principalmente por cosas buenas, incluso por opiniones acerca de Cristo.

  Como ya sabemos, en los siglos que siguieron la Reforma, el cristianismo ha tenido centenares de divisiones. Después de la segunda guerra mundial, los grupos independientes comenzaron a proliferarse en los Estados Unidos. En 1963 me dijeron que sólo en el sur de California había más de mil grupos libres. La historia del cristianismo comprueba que la división ha sido el aspecto más destacado que el cristianismo ha adoptado del mundo. La práctica pagana de la división, la práctica de seguir nuestra propia elección, gusto o preferencia, se encuentra en todo el cristianismo. Incluso entretener el pensamiento de división es seguir el camino del sistema pagano, la práctica divisiva que es según las costumbres de las naciones.

  Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, encontraron centros paganos de adoración en todas partes. En algunos lugares había altares, en otros lugares había columnas dedicadas, símbolos de madera, y en otros lugares había incluso imágenes grabadas de dioses paganos. La tierra de Canaán estaba llena de ídolos. Por tanto, Dios les ordenó a los hijos de Israel que destruyeran todas estas cosas y que acudieran al único lugar que Él había escogido. En principio, hoy en día debemos hacer lo mismo.

  Muchos cristianos en la actualidad, buscan la supuesta iglesia de la misma manera que se compran un par de zapatos. Ellos van de una zapatería a otra hasta encontrar algo que les gusta. Algunos cristianos pasan años yendo de un lugar de adoración a otro, continuamente buscando un lugar que les agrade o que satisfaga sus deseos. Dichos cristianos son viajeros entre las iglesias. Yo también hice algunos viajes de ese tipo antes de venir a la vida de iglesia; pero cuando llegué a la iglesia en el recobro del Señor, mis viajes se acabaron. Sabía que había llegado al lugar escogido por Dios.

  Deuteronomio 12:5 dice: “Sino que el lugar que Jehová, vuestro Dios, escoja entre todas vuestras tribus, para poner allí Su nombre y habitar en él, ése buscaréis, y allá iréis”. Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, no debían seguir la práctica de las naciones. No podían elegir el lugar según sus preferencias; más bien, tenían que ir al único lugar escogido por Dios. Como se revela en otros libros del Antiguo Testamento, este único lugar era el monte de Sión que estaba en Jerusalén, el lugar donde el templo, la casa de Dios, fue construido.

EL CONCEPTO QUE DIOS TIENE EN CUANTO A LA ADORACIÓN

  En el lugar que Dios había escogido, los hijos de Israel tenían que comer y regocijarse delante del Señor (Dt. 12:7). En ninguna parte del libro de Deuteronomio se le dice al pueblo de Dios que debía ir al único lugar simplemente para adorar. Por supuesto, se esperaba que ellos adoraran al Señor en el lugar que Él había escogido. Sin embargo, ellos no debían adorar a Dios según sus propios conceptos de adoración. Más bien, tenían que adorar según el pensamiento, el concepto, que tenía Dios acerca de la adoración. Según el concepto natural y humano, adorar consiste en arrodillarse o inclinar la cabeza o postrarse ante Dios. Incluso los musulmanes adoran de esa manera en sus mezquitas. En cierta ocasión, visité una mezquita musulmán a la hora de la adoración y me di cuenta de que los adoradores no expresaban ningún disfrute. Al contrario, debido a su falta de disfrute, muchos de los que adoraban parecían ser mayores de lo que realmente eran. La adoración mencionada en Deuteronomio 12 no consiste en arrodillarse, inclinarse o postrarse. Según este capítulo, adorar consiste en comer delante del Señor. Cuando el pueblo de Dios acudía al lugar que Dios había escogido, ellos debían comer delante de Dios la mejor porción de las ofrendas y de los sacrificios.

  Deuteronomio 12:6 nos describe esto: “Allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda reservada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas”. La mejor porción del producto de la buena tierra había de comerse delante del Señor en el lugar que Él había escogido. Los hijos de Israel tenían que guardar el diezmo, la mejor parte, la décima parte del producto de la buena tierra y llevarlo al lugar escogido por Dios. Además, también tenían que apartar las primicias de sus vacas y de sus ovejas. Tres veces al año ellos llevaban los diezmos y el producto agrícola a la casa de Dios que estaba en Jerusalén, en la Fiesta de los Panes sin levadura, en la Fiesta de Pentecostés y en la Fiesta de los Tabernáculos. Durante estas Fiestas, ellos podían disfrutar de todas estas riquezas en la presencia del Señor. No obstante, se les prohibía disfrutar de tales porciones en sus casas; sólo las podían disfrutar durante las Fiestas y en el lugar designado por Dios. Comer de las ofrendas era la adoración que ellos ofrecían a Dios. Después de llevar los diezmos y los sacrificios al lugar apropiado, ellos los ofrecían en el altar, y luego comían lo que habían ofrecido. Había una porción para Dios, una porción para los sacerdotes y una porción para el que presentaba la ofrenda. Así pues, el pueblo de Dios disfrutaba del rico fruto de la buena tierra delante de Dios y con Dios; ésta era la adoración genuina a Dios.

  ¿Alguna vez han pensado que ésta es la clase de adoración que Dios desea? En Deuteronomio 12 no se menciona cantar ni orar. Según este pasaje, la adoración apropiada consiste en comer el rico fruto de la buena tierra delante de Dios. La buena tierra tipifica a Cristo, y el rico fruto de la tierra es un tipo de las riquezas de Cristo. Por lo tanto, la adoración que Dios desea recibir de nosotros, es que comamos y disfrutemos de las riquezas de Cristo en Su presencia. En términos espirituales, es menester que todos nosotros subamos de peso al comer más de Cristo. El enfoque de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio consiste en comer a Cristo. Si no comemos a Cristo, no podemos adorar a Dios. La adoración que Dios busca se relaciona con el disfrute de Cristo. Todas las diferentes ofrendas y sacrificios mencionados en Deuteronomio 12:6, tipifican aspectos del Cristo que es nuestro disfrute. Espero que todos seamos impresionados con este hecho de que la adoración apropiada consiste en comer del producto de la buena tierra, es decir, en disfrutar de las riquezas de Cristo con Dios y delante de Dios en el único lugar escogido por Dios.

  A través de la historia del cristianismo, vemos que se ha perdido esta clase de adoración. Pero estoy completamente seguro de que el Señor está en el proceso de recobrarlo. Él está operando en la iglesia para llevarnos de nuevo a la adoración genuina: al disfrute de Cristo en el único lugar escogido por Dios. Disfrutamos de Cristo delante de Dios y con Dios en el terreno de la unidad. ¡Alabado sea Él porque podemos comer y disfrutar de las riquezas de Cristo!

COMER Y REGOCIJARSE

  Deuteronomio 12:7 también dice: “ Os alegraréis, vosotros y vuestras familias, de toda obra de vuestras manos en que Jehová, tu Dios, te haya bendecido”. Esto indica que los hijos de Israel no sólo comían delante del Señor, sino que también se regocijaban delante de Él. Comer y regocijarse van juntos. Mientras los hijos de Israel disfrutaban del fruto de la buena tierra en la presencia de Dios, también se regocijaban. Aparte de las riquezas de la tierra de Canaán, ellos no tenían nada que comer y, por ende, no tenían ninguna razón para regocijarse. Tanto el comer como el regocijarse dependían de las riquezas. Con frecuencia, cuando nos invitan a una cena o a una fiesta, nos regocijamos cuando se ponen los alimentos en la mesa. Aplicando el mismo principio, las riquezas de Cristo son el factor, la causa, de nuestro regocijo en el lugar escogido por Dios.

CUATRO CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA DE IGLESIA APROPIADA

  En el capítulo anterior indicamos cuatro características de la vida de iglesia apropiada: el nombre, la habitación, el disfrute y el regocijo. El hecho de que la iglesia sea la habitación de Dios, la morada de Dios, indica que Su presencia está en la iglesia. Dios no sólo visita la iglesia temporalmente, como si fuera un motel. La iglesia es la casa del Dios viviente y, como tal, es el hogar de Dios, la habitación de Dios. Por consiguiente, la presencia de Dios está en la iglesia. En la iglesia disfrutamos de las riquezas de Cristo y nos regocijamos en el Señor. Ésta es la vida de iglesia apropiada, genuina y normal. Aquí tenemos el nombre y la presencia del Señor. Venimos a la iglesia para encontrarnos con Él, para mirarlo a Él y para disfrutar de Su presencia. Aquí disfrutamos de las riquezas de Cristo con Dios, y mientras las disfrutamos, nos regocijamos en el Señor.

  Muchos de nosotros podemos testificar que cuando nos reuníamos en otros lugares no teníamos una experiencia real y verdadera del nombre y de la presencia del Señor. Además, no disfrutábamos de las riquezas de Cristo ni nos regocijábamos. En su mayor parte, estas cuatro características no se pueden encontrar en los centros de adoración cristianos actuales. Exteriormente, el nombre de Cristo puede estar allí, pero en realidad el nombre del Señor no se encuentra allí. Además, la presencia del Señor tampoco está allí. A. W. Tozer señaló esto mismo categóricamente en un artículo titulado The Waning Authority of Christ in the Churches [La autoridad menguante de Cristo en las iglesias]. Y basados en nuestra propia experiencia, nosotros también podemos testificar que en diferentes centros de adoración cristianos no se disfruta a Cristo ni puede haber regocijo como resultado de disfrutarlo. Sin embargo, en el lugar escogido por Dios, la iglesia, tenemos el nombre y la presencia del Señor, disfrutamos de las riquezas de Cristo y nos regocijamos en el Señor.

MORAR EN LA CASA DEL SEÑOR

  En Salmos podemos ver cómo los santos del Antiguo Testamento disfrutaban al Señor en el único lugar escogido por Dios. Ahora vamos a ver varios versículos que dan testimonio de este disfrute. Estos versículos muestran cómo el pueblo de Dios le rendía adoración a Dios al disfrutar las riquezas de la buena tierra en Su presencia. Los santos de los primeros días realmente disfrutaban de Cristo con Dios en el único lugar escogido por Dios. Los versículos que consideraremos son los versículos principales del libro de Salmos que están relacionados con el disfrute que tenemos de las riquezas de la buena tierra en el lugar escogido por Dios.

  Salmos 23:6 concluye con las palabras: “En la casa de Jehová moraré por largos días”. Los cristianos aman el salmo 23 principalmente porque habla del Señor como nuestro Pastor. Sin embargo, la meta final del pastoreo del Señor es la casa del Señor. Según este salmo, el Señor nos conduce paso por paso hasta que llegamos a la casa del Señor. Así pues, Él nos hace descansar en delicados pastos, nos pastorea junto a aguas de reposo, nos guía por sendas de justicia, nos lleva por el valle de sombra de muerte y luego nos lleva al campo de batalla. Sin embargo, al final, nos hace morar en la casa de Jehová. En la casa del Señor, el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida. No sólo debemos visitar la casa del Señor, debemos morar allí “por largos días”, es decir, por siempre.

  En el versículo 6 hay dos construcciones paralelas. Por una parte, el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida; por otra parte, moraremos en la casa del Señor por largos días. Por lo tanto, las frases “los días de nuestra vida” y “por largos días” son paralelas. Esto indica que el bien y la misericordia estarán con nosotros mientras moramos en la casa del Señor. Si deseamos participar del bien y la misericordia del Señor, necesitamos estar en la casa del Señor. Hoy la casa del Señor es la iglesia. Fuera de la iglesia no podemos tener un disfrute completo del bien y la misericordia del Señor. Mas en la iglesia disfrutamos el bien y la misericordia del Señor todos los días de nuestra vida.

UN SOLO DESEO

  Salmos 27:4 dice: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en Su templo”. Aquí vemos que el único deseo del salmista era morar en la casa del Señor todos los días de su vida. La casa del Señor para nosotros hoy es la iglesia. Si somos como el salmista, desearemos morar en la iglesia todos los días de nuestra vida. Aquí en la iglesia contemplamos la hermosura del Señor, lo cual se refiere a Su presencia. Además, buscamos al Señor en Su templo. No oramos según nuestra voluntad, sino que buscamos conocer Su voluntad, buscamos Su deseo. Si hemos de contemplar la belleza del Señor y buscarlo en Su templo, tenemos que morar en la casa del Señor, la iglesia.

DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO

  Salmos 36:8 dice: “Serán completamente saciados de la grosura de Tu casa y Tú les darás de beber del torrente de Tus delicias”. En tipología la grosura de la casa del Señor se refiere al rico producto agrícola de la buena tierra. Todas las riquezas que eran ofrecidas a Dios en Su casa, llegaron a ser la grosura de la casa del Señor. Este tipo se cumple en Cristo; Él es la realidad de la grosura de la casa del Señor. En los tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios podía disfrutar de esta grosura solamente en el lugar que Dios había escogido para Su habitación. Por esta razón, el salmista declara que el pueblo de Dios sería saciado con la grosura de Su casa.

  Este versículo también dice: “Tú les darás de beber del torrente de Tus delicias”. Mientras disfrutamos de la grosura en la casa de Dios, bebemos del torrente de las delicias del Señor. Estas delicias son un torrente de alegría para aquellos que vienen al lugar escogido por Dios y surgen del disfrute de la grosura que hay en la casa de Dios. Por tanto, en la casa del Señor nos llenamos de gozo mientras bebemos del torrente de las delicias de Dios.

  El versículo 9 continúa diciendo: “Porque contigo está el manantial de la vida; en Tu luz veremos la luz”. En estos versículos tenemos la grosura, las delicias, la vida y la luz. No solamente disfrutamos del torrente, sino también del manantial. Este rico disfrute es nuestro en la casa de Dios, la iglesia. En la iglesia somos saciados con las riquezas de Cristo y somos llenos de delicias y de alegría. Hay incluso un torrente de delicias del cual podemos beber. Además, tenemos el manantial de la vida. Y esta vida se convierte en la luz en la cual vemos luz.

  Nuestra experiencia de todos estos aspectos de las riquezas de Cristo llega a ser la adoración genuina que rendimos a Dios. Esta adoración es el elemento básico de la vida de iglesia. La vida de iglesia consiste de la adoración que proviene de nuestro disfrute de Cristo. Este disfrute nos llena de alegría y de placer; una delicia que incluso se convierte en un torrente del cual bebemos. Finalmente, venimos a la fuente de la vida, y en la luz del Señor vemos luz. Aquí no hay tinieblas, muerte, debilidad ni vacío. Al contrario, aquí estamos saciados y alegres mientras bebemos de las delicias del Señor y disfrutamos de la vida y de la luz. La adoración que se produce mediante este disfrute es la adoración que Dios desea recibir hoy. Este disfrute y esta adoración constituyen la vida de iglesia apropiada y normal. Aunque en la religión cristiana no se conoce tal adoración, el Señor la está recobrando en la vida de iglesia hoy.

IR CON LA MULTITUD A LA CASA DE DIOS

  En Salmos 42:4 el salmista declara: “Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí, de cómo yo iba con la multitud y la conducía hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta”. Aquí el salmista recuerda cuánto disfrutaba ir con la multitud a la casa de Dios. Evoca cómo ellos iban a la casa de Dios entre voces de alegría y de alabanza. Él guardaba las fiestas santas, los días de las fiestas, con la multitud. Cuando el salmista expresó estas palabras, estaba en cautiverio y había perdido el disfrute relacionado con la casa del Señor. Sin embargo, al acordarse de tal disfrute, derramaba su propia alma dentro de sí.

  Este versículo es una ventana que nos permite ver cómo los santos disfrutaban del producto de la buena tierra en la casa de Dios. Ellos iban a la casa del Señor con alegría y alabanzas, entrando alegremente a la presencia de Dios. Allí en la presencia del Señor disfrutaban la mejor porción del fruto de la tierra. Según este principio, ésta es nuestra experiencia en la vida de iglesia hoy. Venimos con una multitud en fiesta para disfrutar a Cristo. Cada vez que venimos a las reuniones de la iglesia, guardamos la fiesta santa al disfrutar de las riquezas de Cristo. Aquí en la casa del Señor realmente disfrutamos a Cristo con Dios.

LUZ Y VERDAD

  Salmos 43:3 dice: “Envía Tu luz y Tu verdad; éstas me guiarán, me conducirán a Tu santo monte y a Tus moradas”. La luz y la verdad no son dos cosas separadas; son dos aspectos de una misma cosa. Como hemos indicado anteriormente, en el Evangelio de Juan encontramos gracia y verdad, pero en la Primera Epístola de Juan tenemos amor y luz. La verdad es el resplandor de la luz. Cuando la luz resplandece en nosotros, recibimos la verdad, la realidad; y cuando disfrutamos de la comunión con Dios, estamos en luz. Así que, de nuestro lado está la verdad, pero del lado de Dios hay luz. Según Salmos 43:3, necesitamos tanto la luz como la verdad.

  Este versículo indica que la luz y la verdad nos guían y nos conducen al santo monte del Señor y a Sus moradas, es decir, a la casa de Dios. Día tras día somos conducidos por la luz y la verdad que hay en la casa de Dios. En 1 Timoteo 3:15 y 16 vemos que la iglesia, la casa del Dios viviente, es columna y fundamento de la verdad. Esto indica que la verdad debe encontrarse en la iglesia, la casa de Dios. Cuando tenemos la verdad, también tenemos la luz. De modo que, la luz y la verdad están en la iglesia.

  Este versículo indica claramente que la luz y la verdad tienen una función específica y definida: guiarnos al santo monte y a los tabernáculos de Dios, es decir, conducirnos al lugar que Dios ha escogido para habitar en él. Hoy en día muchos cristianos están buscando la luz y la verdad, pero no muchos de ellos lo hacen con el propósito de ser conducidos al lugar que Dios ha escogido. Sin embargo, si nuestro propósito es ser llevados al santo monte de Dios y a la morada de Dios, entonces, ciertamente vendrán a nosotros la luz y la verdad. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar a la vida de iglesia, recibimos luz y verdad simplemente porque habíamos empezado a reflexionar acerca de la iglesia. La luz y la verdad vinieron a nosotros debido a que tuvimos el pensamiento de venir a la iglesia. Pero cuando estábamos indecisos en cuanto a la iglesia, la luz y la verdad parecían desaparecer por un periodo de tiempo. Sin embargo, cuando comprendimos que debíamos seguir el camino de la iglesia, la luz comenzó a resplandecer otra vez, y la verdad que recibimos parecía más completa que antes. Luego cuando finalmente llegamos a la vida de iglesia, nos encontramos bajo la luz del día y recibimos mucha verdad. Esto comprueba que la luz y la verdad nos han guiado al santo monte de Dios y nos han conducido a la morada de Dios, la iglesia.

PRESENTAR NUESTRAS OFRENDAS AL SEÑOR

  Continuemos con el salmo 66. El versículo 13 dice: “Entraré en Tu casa con holocaustos; te pagaré mis votos”. En el versículo 15 el salmista añade: “Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con sahumerio de carneros; haré una ofrenda de toros y machos cabríos” [LBLA]. El salmista sabía que solamente en la casa de Dios, el templo, se podía ofrecer holocaustos y sacrificios. Él sabía que podía ofrecer sacrificios a Dios solamente si iba al lugar escogido por Dios. Según la tipología, hoy también tenemos que ir al lugar que Dios escogió, que es la iglesia, si verdaderamente queremos presentar nuestras ofrendas al Señor. Los hijos de Israel tenían que ir al templo para presentar sus ofrendas a Dios; Él no aceptaba ofrendas en ningún otro lugar. Si un israelita que vivía en Dan hubiera expresado el deseo de ofrecer algo a Dios en Dan, el Señor habría dicho: “No puedo aceptar ninguna ofrenda que me sea presentada allí. Acepto ofrendas únicamente en el monte de Sión”. Dios no era estricto, pero Él había escogido que el templo fuera el centro de Su atención. Él había elegido que el monte de Sión fuera el único lugar de adoración. Por consiguiente, solamente en ese lugar Su pueblo podía presentarle sus ofrendas a Él.

  Este principio se aplica a la vida de iglesia hoy. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando tratamos de ofrecer algo a Dios fuera de la iglesia, esa ofrenda no resultó muy agradable. No me atrevo a decir que los cristianos no pueden ofrecer nada a Dios fuera de la iglesia, pero puedo testificar, que hacer esto aparte de la vida de iglesia no es nada placentero. Según la tipología, debemos presentar nuestras ofrendas solamente en el único lugar escogido por Dios.

SUBYUGADOS AL VENIR AL LUGAR ESCOGIDO POR DIOS

  Podemos pensar que este requisito es ridículo. Sin embargo, el pensamiento de Dios, es más elevado que el nuestro. Al ser restringidos a ir al lugar escogido por Dios, no abusamos de la gracia de Dios y somos subyugados en lo relacionado con nuestros deseos, nuestro temperamento y nuestra manera de ser. Todos tenemos nuestra manera de ser, nuestro temperamento y nuestras características naturales, pero no importa cuáles sean nuestras peculiaridades, todos tenemos que someternos. Si permanecemos en nuestra vida natural y en nuestra manera de ser natural con sus características particulares, será imposible que tengamos la clase de adoración que Dios busca. Todos debemos ser subyugados al acudir al único lugar, al terreno único. Esto significa que todos tenemos que ser subyugados por la iglesia. Si no estamos dispuestos a ser subyugados, pelearemos con los ancianos, con los otros hermanos y hermanas, y hasta con nuestro cónyuge. Es probable que no estemos de acuerdo con otros en los asuntos espirituales, ni en los asuntos de Dios. A nosotros nos gustan las cosas de cierta manera, pero a otra persona le gustan de otra manera. ¡Cuánto debemos ser subyugados al seguir el camino de la iglesia!

  En el Estudio-vida de Colosenses señalamos que la paz de Cristo debe ser el árbitro en nuestros corazones. Sin embargo, aparte de la vida de iglesia es difícil experimentar la paz de Cristo como árbitro. Sí, la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones, pero sólo en el contexto de la vida de iglesia. En sentido real, es la iglesia la que es el árbitro. El camino de la iglesia es el camino donde somos subyugados. Puesto que somos subyugados por el terreno de la iglesia, somos preservados en la unidad. El único lugar escogido por Dios causa que no abusemos de la gracia de Dios, y también nos subyuga. Además, este camino único nos proporciona el verdadero disfrute de Cristo. Cuando tenemos el disfrute genuino de Cristo, somos uno. Somos uno en el disfrute de Cristo, es decir, somos uno al comer del rico fruto de la buena tierra. Sin embargo, como hemos indicado, sólo podemos presentar nuestras ofrendas de estos frutos únicamente en el lugar escogido por Dios. Nosotros, al igual que el salmista, debemos traer nuestras ofrendas a la casa de Dios.

INCIENSO A DIOS

  Salmos 66:15 dice: “Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con sahumerio de carneros; haré una ofrenda de toros y machos cabríos” [LBLA]. Me gusta mucho la frase “con sahumerio de carneros”, o sea con “incienso de carneros”. La versión en chino habla de la ofrenda fragante de carneros. Cuando nuestra ofrenda se convierte en incienso, un sahumerio, a Dios, significa que de nuestra ofrenda emana una fragancia. Así pues, cuando traemos nuestros holocaustos y los ofrecemos al Señor en la iglesia, hay un incienso que corresponde as nuestras ofrendas. Este incienso es fragante y agradable al Señor.

  Es posible presentar ofrendas al Señor fuera de la iglesia, pero esas ofrendas no son fragantes. Sin embargo, cuando le ofrecemos al Señor algo en la iglesia, sentimos que presentamos nuestras ofrendas “con sahumerio de carneros”. ¡Oh, cuán fragantes son las ofrendas que se presentan a Dios en la iglesia! Aunque tal fragancia es especialmente para Dios, nosotros también la percibimos. No podemos experimentar tal sahumerio fuera de la vida de iglesia. Sólo en la iglesia podemos presentar las ofrendas a Dios de una manera apropiada, de una manera que es fragante y agradable a Él.

LAS MORADAS DE DIOS SON PRECIOSAS

  El salmo 84 es excesivamente rico. Los versículos 1 y 2 dicen: “¡Cuán amables son Tus moradas, Jehová de los ejércitos! ¡Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová! ¡Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo!”. El primer versículo habla no sólo de una morada, sino de muchas. Sin duda, estas moradas son las iglesias locales. Las iglesias locales nos parecen ser tan amables que incluso las añoramos. Según el versículo 2, el salmista anhela estar aun en los atrios del Señor. En su valoración, no solamente el interior de la morada de Dios es encantador; los atrios también son encantadores. La razón por la cual las moradas de Dios son preciosas es que el Dios vivo está allí. La presencia de Dios en las iglesias locales hace que las iglesias sean encantadoras, amables.

  El versículo 3 dice: “Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde poner sus polluelos, cerca de Tus altares, Jehová de los ejércitos, Rey mío y Dios mío”. Sin duda, somos los gorriones y las golondrinas, criaturas que son pequeñas y frágiles. Pero hasta los gorriones han encontrado casa, y las golondrinas un nido para sí, en donde pueden poner sus polluelos. ¡Qué dulces son los sentimientos del salmista por la casa de Dios! Es el lugar donde los pequeños gorriones habitan, el lugar donde las golondrinas construyen su nido para poner sus polluelos. En la casa de Dios, nosotros, los gorriones y las golondrinas, hallamos un hogar en los altares del Señor. En los altares del Señor hallamos nido para nosotros, un lugar donde recibimos nutrimento y cuidado con ternura; un lugar de reposo.

  En la antigüedad, tanto en el tabernáculo como en el templo había dos altares: uno estaba en el atrio y el otro en el Lugar Santo. El altar que estaba en el atrio, el altar de bronce, era el lugar donde se presentaban las ofrendas por todas las cosas negativas; ése era el lugar donde el pueblo de Dios era lavado y donde todos sus problemas eran resueltos. El altar que estaba en el Lugar Santo, el altar de oro, era el altar del incienso, que representa al Cristo resucitado como nuestra aceptación para Dios. Por lo tanto, estos altares representan a Cristo en Su crucifixión y en Su resurrección. Es en estos altares donde hallamos nuestro hogar y nuestro reposo en la casa de Dios.

  Todos los pequeños, o sea, los gorriones y las golondrinas, que estamos en las iglesias locales, debemos entender y aprehender el significado de la crucifixión y la resurrección de Cristo, y de todo lo que Él ha realizado y conseguido para nosotros. Debemos aprehender cómo es que Cristo en el altar de las ofrendas es Aquel que fue crucificado, mientras que en el altar del incienso Cristo es Aquel que está en resurrección. Si entienden esto, ustedes disfrutarán del beneficio del Cristo crucificado y resucitado. En estos altares hallamos un verdadero lugar de reposo, un nido donde somos alimentados y cuidados con ternura, y donde podemos descansar. ¡Cuán maravilloso es este disfrute que hallamos en la morada de Dios, las iglesias locales!

  En el versículo 4 el salmista continúa diciendo: “¡Bienaventurados los que habitan en Tu casa; perpetuamente te alabarán!”. No debemos simplemente visitar la casa de Dios; debemos morar allí todos nuestros días. Según este versículo, aquellos que moran en la casa del Señor son tan bendecidos que alaban al Señor perpetuamente. Siempre que nos reunamos, debemos emplear mucho tiempo en alabanzas. En las reuniones debemos dedicar más tiempo a la alabanza que a la enseñanza. Qué todos aprendamos a alabar al Señor.

  En el versículo 5 el salmista añade: “¡Bienaventurado el hombre que tiene en Ti sus fuerzas, en cuyo corazón están Tus caminos!”. Cuando estamos en la iglesia tenemos en Dios nuestras fuerzas y nuestro corazón está lleno de los caminos de Dios. Si hemos de experimentar esto, debemos morar en la casa de Dios.

  Salmos 84:6 dice: “Atravesando el valle de lágrimas, lo cambian en fuente cuando la lluvia llena los estanques”. Baca (en algunas traducciones) significa lágrimas. Cuando estamos en la vida de iglesia podemos pasar por el valle de lágrimas; no obstante, podemos hacer que este valle se convierta en una fuente, incluso en un lugar de manantiales. Además, en vez de lágrimas, la lluvia viene a llenar los estanques. Dicha experiencia sólo se tiene en la casa de Dios.

  Además, en la vida de iglesia vamos de poder en poder y vemos a Dios (v. 7). En la iglesia comprendemos que “mejor es un día en Tus atrios que mil fuera de ellos”. Los que disfrutan de la vida de iglesia pueden decir: “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad” (v. 10).

  El versículo 11 indica que la vida de iglesia es el lugar de la bendición más plena. “Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad”. Aquí en la casa de Dios disfrutamos a Dios como el sol y el escudo. El sol tiene como fin suministrar algo, y el escudo da protección. Aquí en la vida de iglesia el Señor es nuestro suministro y nuestra protección. Además, aquí disfrutamos de Su gracia y de Su gloria. La gracia es el disfrute interno, mientras que la gloria es la expresión externa. En la vida de iglesia disfrutamos la gracia de manera interna y expresamos la gloria de manera externa. ¡Oh, cuán bendita es la vida de iglesia!

  El salmo 84 concluye con las palabras: “¡Jehová de los ejércitos, bienaventurado el hombre que en Ti confía!” (v. 12). Podemos confiar en Dios fuera de la iglesia local, pero es bastante difícil. Sin embargo, podemos testificar que es muy fácil confiar en Dios al permanecer en la iglesia. La casa de Dios es el lugar apropiado para que ejercitemos nuestra confianza en el Señor.

EXALTADOS, MEZCLADOS, PLANTADOS Y FLORECIENDO

  En el salmo 92 vemos aún más aspectos del disfrute que tenemos en la casa de Dios. El versículo 10 dice: “Pero Tú aumentarás mis fuerzas como las del toro salvaje; seré ungido con aceite fresco”. Si estamos en la vida de iglesia, podemos ser tan fuertes como un toro salvaje. Y también contamos con “dos cuernos” que han sido elevados. Esto sólo es posible en la casa de Dios. Además, en la casa de Dios somos ungidos, incluso mezclados [heb.], con aceite fresco. Exteriormente contamos con dos cuernos que han sido elevados, y en nuestro interior estamos mezclados con aceite fresco. Todos en la vida de iglesia pueden tener “cuernos” como los de un toro salvaje y también pueden estar mezclados con aceite fresco.

  Muchos de los que hemos entrado en la vida de iglesia, hemos experimentado que nuestro cuerno es exaltado. Antes de morar en la iglesia, éramos personas débiles y con frecuencia éramos derrotados. Pero cuando entramos a la morada de Dios, nos dimos cuenta de que nuestro cuerno se elevaba por encima de nuestro enemigo. Además, detectamos que habíamos sido mezclados con aceite fresco. En la casa de Dios diariamente tenemos el sentir de estar siendo mezclados con aceite fresco. Día tras día percibimos algo muy fresco: el aceite que se mezcla con nosotros. Nos sentimos refrescados debido a que somos continuamente ungidos con aceite fresco.

  El versículo 13 dice: “Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán”. No solamente debemos morar en la casa del Señor, sino que también debemos ser plantados. ¿Han sido plantados en la vida de iglesia? Aquellos que han abandonado la vida de iglesia nunca fueron plantados en la iglesia. Una vez que hemos sido plantados en la casa del Señor, no podemos salir jamás.

  Si hemos sido plantados en la casa de Jehová, floreceremos en los atrios de Dios. Esta expresión es muy significativa; estamos tanto en la casa como en sus atrios. Nuestras raíces se fijan en la casa, pero nuestras ramas se extienden a los atrios. El florecimiento no ocurre principalmente en las raíces, sino en las ramas.

  El versículo 14 continúa: “Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. Aunque soy una persona mayor, soy más fructífero hoy que hace muchos años atrás. Tal como dice el versículo, aun en la vejez fructifico, y estoy vigoroso y verde. Podemos florecer hasta tal punto que aun cuando somos viejos producimos fruto. Esto es posible únicamente en la iglesia, la casa de Dios. Si somos plantados en la habitación divina, en los atrios de nuestro Dios floreceremos, aun en la vejez fructificaremos y estaremos vigorosos y verdes. Cuanto más tiempo moramos aquí, más jóvenes nos volvemos. Éste es el resultado de morar en la casa del Señor.

  Estos versículos del salmo 92 indican que el único lugar escogido por Dios no solamente es el lugar apropiado para ofrecer sacrificios y adorar a Dios, sino que también es el lugar apropiado para crecer en vida. La vida cristiana apropiada es una vida que se planta en la iglesia y que florece en los atrios de la vida de iglesia. Aquí en la vida de iglesia tenemos el verdadero crecimiento en vida. A medida que crecemos, estamos vigorosos y verdes y, como resultado, seremos espontáneamente santos, espirituales y victoriosos.

  ¿Quién es más santo, espiritual y victorioso que aquellos que están plantados en la casa de Dios? Nadie puede sobrepasarlos en estos aspectos. Aquellos que moran en la casa del Señor no tienen necesidad de buscar santidad, espiritualidad ni victoria. Estos atributos llegan a ser suyos espontáneamente, porque están plantados en la vida de iglesia y están floreciendo. Debido a que están vigorosos y verdes, automáticamente son santos, espirituales y victoriosos. Esto indica que la manera apropiada de llevar la vida cristiana es participar en la vida de iglesia normal. A menos que llevemos una vida apropiada de iglesia, no podremos ser santos, espirituales ni victoriosos, pues estos atributos se encuentran solamente en la vida de iglesia. Cuando seamos plantados en la vida de iglesia, floreceremos con santidad, espiritualidad y victoria. Como resultado, adoraremos a Dios pero no sólo de una manera objetiva, sino de manera subjetiva; tal adoración proviene del Cristo que hemos disfrutado y que se nos ha impartido en la presencia de Dios.

MORAR JUNTOS EN UNIDAD

  El último salmo que consideraremos aquí es el salmo 133. El versículo 1 dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Este versículo habla de lo bueno y delicioso que es el hecho de habitar juntos en unidad. Según el versículo 2, habitar juntos en unidad “es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras”. Observen que este versículo habla del buen óleo, y no meramente del aceite. El óleo, el ungüento, se extiende más lentamente que el aceite. En la vida de iglesia el ungüento no corre; más bien, se extiende lenta, gradual y suavemente. El buen óleo desciende sobre la cabeza de Aarón, y baja hasta llegar al borde de sus vestiduras. Esto indica que desciende desde la Cabeza y baja a todo el Cuerpo.

  En el versículo 3 el hecho de que los hermanos habiten en unidad, se compara con el rocío del Hermón, con el rocío “que desciende sobre los montes de Sión”. Hermón, un monte muy elevado, representa los cielos, de los cuales desciende el rocío. Los montes representan las iglesias locales, y el rocío representa la gracia de Cristo. Este rocío que desciende sobre las iglesias locales es muy refrescante. Ciertamente, podemos testificar que el elemento refrescante de Cristo desciende sobre nosotros en las iglesias locales. ¡Alabado sea el Señor por el rocío celestial que desciende sobre las iglesias locales para que lo disfrutemos!

  Tanto el ungüento como el rocío traen vida. El versículo 3 dice: “Porque allí envía [ordena, heb.] Jehová bendición y vida eterna”. Observen que este versículo no dice: “concede Jehová bendición”, sino que dice, “ordena Jehová bendición”. En la vida de iglesia como la casa de Dios, disfrutamos de la bendición de la vida que Dios ha ordenado.

  Incluso en la era del Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios acudía al templo físico, todos disfrutaban de una vida maravillosa en la casa de Dios. Ellos se congregaban alrededor del templo y ofrecían la porción suprema del rico producto de la buena tierra. Luego disfrutaban de estas ofrendas con Dios y en la presencia de Dios. Ésta era la vida, el vivir y la adoración del pueblo. Ellos adoraban al Señor mientras disfrutaban de las riquezas de la buena tierra. Puesto que éste era su vivir, fueron plantados y florecieron en la casa de Dios. Éste es un cuadro tipológico de lo que puede suceder en el terreno de la unidad.

EL REQUISITO DE DIOS

  El terreno de la unidad no se refiere simplemente a una ciudad, una iglesia, sino que es algo mucho más profundo, más rico, más elevado y más completo que sólo esto. Todos debemos aprender que en este universo Dios ha escogido un solo lugar, y ese lugar es la iglesia. Dios exige que vayamos a ese lugar que Él ha escogido. Espiritualmente hablando, debemos destruir todo lugar que no sea la iglesia y todo nombre que no sea el nombre de Cristo. Esto significa que debemos destruir nuestra cultura y nuestro pasado religioso. Por ejemplo, usted nació en cierta región de este país, entonces, necesita destruir la influencia que ese lugar ejerce sobre usted. Es posible que cierta denominación en particular haya sido su trasfondo religioso; mas ahora debe destruir la denominación que está dentro de usted. Los lugares que debemos destruir incluyen nuestra manera de ser, nuestro temperamento y nuestros hábitos. Debemos destruir todo lo que perjudica la unidad del nuevo hombre.

  Según Colosenses 3:11, en el nuevo hombre “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. La iglesia con Cristo es el único lugar escogido por Dios. A fin de cumplir lo dicho en Colosenses 3:11, cualquier otro lugar debe ser destruido por completo. Debemos destruir todo lo que no sea la iglesia con Cristo. Simplemente debemos participar de la vida de iglesia y disfrutar de Cristo como las riquezas de la buena tierra. A medida que disfrutamos a Cristo con Dios, seremos plantados en la casa del Señor, creceremos y floreceremos. Ésta es la manera apropiada de llevar la vida cristiana y la vida de iglesia. Éste es el terreno de la unidad.

  En este terreno no es posible tener división, puesto que el fundamento de la división ha sido destruido. Nuestro temperamento, manera de ser, características y preferencias naturales han sido todas eliminadas. Nuestra religión y cultura, así como nuestras maneras particulares de hacer las cosas, también han sido destruidas. Habiendo destruido todos estos lugares paganos, simplemente acudimos al lugar escogido por Dios.

  La vida de iglesia se ha debilitado debido a que no estamos dispuestos a destruir los lugares paganos. Deuteronomio 12 tiene un gran significado espiritual para nosotros hoy en día. Nos quedan por destruir muchos lugares en nuestra vida y cultura humanas. Debemos destruir todo eso y después ir al único lugar escogido por Dios, el cual es la iglesia. En la iglesia no puede haber nada más que Cristo. Cristo debe ser el todo y en todos. Es fácil decir esto, pero no es fácil practicarlo de una manera definitiva. Sin embargo, no tenemos ninguna excusa para no practicar este principio.

  En todo lugar que ha de ser destruido hay una estatua, un símbolo o una imagen. Esto significa que incluso en nuestro carácter o manera de ser, es posible que tengamos tales estatuas, símbolos o imágenes. Por tanto, debemos destruir todos los lugares junto con sus estatuas, símbolos e imágenes. No se debe preservar ningún lugar, sino más bien, debemos destruirlos a todos e ir al lugar escogido por el Señor. Como lo hemos indicado una y otra vez, este lugar es la iglesia. Puesto que hemos venido a la iglesia, ya no debiéramos tener nada que no sea la Persona de Cristo y el camino único de la cruz. De esta manera disfrutaremos a Cristo en la iglesia como la mejor porción del rico producto de la tierra. A medida que disfrutamos a Cristo en la presencia de Dios, este disfrute llegará a ser nuestra adoración, nuestra vida de iglesia e incluso nuestra vida cristiana cotidiana. Entonces creceremos y maduraremos en el terreno de la unidad.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración