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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO NUEVE

EL RECOBRO DEL TERRENO DE LA UNIDAD Y SU TESTIMONIO

  Lectura bíblica: Esd. 1:1-11; 2:1-2; 3:1-6, 8-13; 6:14-18; 7:6-9; 8:28-30; 9:1-7; 10:1; Sal. 126:1-6; Is. 35:10; 51:11

  En el capítulo anterior vimos que los lugares altos causaron que el terreno de la unidad se dañara y se perdiera. Antes de que Salomón y Jeroboam erigieran los lugares altos, los hijos de Israel habían sido preservados en la unidad por el templo en Jerusalén, el único lugar escogido por Dios. Durante las fiestas anuales, el pueblo de Dios se congregaba en unidad. Mientras subían al monte de Sión, ellos incluso cantaban las palabras del salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía”. Sin embargo, Salomón, para gratificar su propia concupiscencia, tomó la iniciativa de edificar lugares altos. Estos lugares altos perjudicaron la unidad genuina del pueblo de Dios, porque eso impidió que muchos fueran a adorar a Jerusalén. Algunos quizás hayan ido a los lugares altos con el pretexto de adorar a Dios. No obstante, en los lugares altos habían ídolos. Además, Jeroboam edificó lugares altos a fin de satisfacer su ambición. Se nos dice que los lugares altos fueron erigidos sobre toda colina o collado y bajo todo árbol frondoso. Esto indica cuánto se habían propagado y cuán comunes eran.

UN CUADRO DE LA SITUACIÓN ACTUAL

  Los lugares altos eran la fuente de toda clase de maldades. Puesto que los lugares altos representan la división, esto indica que la división es una fuente del mal. Los lugares altos fueron introducidos por causa de la carne y la ambición del hombre. Salomón edificó lugares altos debido a su concupiscencia, mientras que Jeroboam lo hizo debido a su ambición. Por tanto, la concupiscencia y la ambición fueron los factores principales de la edificación de los lugares altos. En términos actuales, la división es el resultado de la carne y de la ambición. En el cristianismo actual hay “lugares altos” en todas partes, debido a que la cristiandad está llena de divisiones. Todos estos “lugares altos” son elevaciones donde se exalta algo en lugar de Cristo. Con esto vemos que la situación en la que se encuentra la cristiandad actual es un cumplimiento claro de la tipología que vemos en el Antiguo Testamento.

  En primer lugar, los lugares altos causaron mucho daño a la unidad del pueblo de Dios. Este daño provocó la ira de Dios. Él no pudo tolerar la situación y envió al ejército asirio para que invadiera al reino del norte de Israel; lo cual debió haber servido de advertencia a Judá, el reino del sur. No obstante, aquellos que estaban en Judá continuaron adorando en los lugares altos. Aunque algunos fueron llevados a Egipto por faraón Necao, el pueblo no le hizo caso a esta advertencia. Finalmente, el ejército de Babilonia no solamente conquistó la tierra de Judá, sino que también destruyó el templo y llevó cautivo a muchas personas a Babilonia. Además, los utensilios del templo fueron llevados a Babilonia y colocados en la casa de los ídolos. Así que, el terreno de la unidad no sólo fue dañado, sino que además se perdió por completo.

  Éste es un cuadro de la situación que impera entre los cristianos hoy en día. Las denominaciones y los grupos independientes son “lugares altos”; son divisiones. En cada uno de estos “lugares altos” se exalta algo que no es Cristo. Incluso se exaltan y se usan cosas muy buenas y espirituales para causar división.

NO EXISTE NINGUNA RAZÓN QUE JUSTIFIQUE LA DIVISIÓN

  Según Romanos 14, no existe ninguna razón que justifique la división entre los cristianos. Sin embargo, la mayoría de los cristianos están acostumbrados a la existencia de “lugares altos”. Algunos podemos pensar incluso que tales “lugares altos” son buenos y necesarios. Pensamos de esta manera, debido a que nacimos en un ambiente que está lleno de divisiones, con toda clase de “lugares altos”. Por estar tan acostumbrados a la división, es posible tener poca sensibilidad al respecto. Pero el sentir de Pablo en Romanos 14 era totalmente diferente. En este capítulo nos anima a no discutir sobre tales cosas como la comida o la observancia de los días. En cuanto a estas cosas, debemos abstenernos de expresar nuestra opinión. De esta manera, la unidad de los creyentes será guardada.

  En el capítulo anterior me referí a una reunión conjunta que tuvimos en 1963, por un tiempo, con varios grupos cristianos en Los Ángeles. Los miembros de estos grupos tenían mucho deseo de reunirse para practicar la vida de iglesia. Considerando su interés y su propuesta de reunirnos juntos, les hablé unas palabras de Romanos 14. Les señalé que para practicar la vida de iglesia, tenemos que seguir el camino que estableció Pablo en ese capítulo. Muchos cristianos hablan acerca de la vida del Cuerpo que se menciona en Romanos 12, pero hacen a un lado los principios hallados en Romanos 14. Sin Romanos 14 es imposible tener la vida del Cuerpo descrita en Romanos 12. A lo largo de los siglos, los cristianos han estado divididos debido a las opiniones acerca de doctrinas y prácticas. Por ejemplo, los cristianos están divididos en cuanto al asunto del bautismo. Están en desacuerdo no solamente con respecto del método de bautismo, sino también por el agua que se utiliza y por el nombre en el cual se bautizan los creyentes. Las opiniones en cuanto al bautismo han causado muchas divisiones, incluso muchas elevaciones que exaltan una opinión en particular. Por tanto, es muy importante que sigamos el camino que Pablo nos muestra en Romanos 14. Los que estaban en estos grupos me aseguraron que seguirían este camino.

  No obstante, después de tan sólo unas semanas, surgieron problemas. Algunos insistieron en tocar la pandereta y hablar en lenguas en las reuniones. Otros se opusieron rotundamente a estas prácticas. Finalmente, ninguno de los dos grupos estuvo dispuesto a ceder o a tomar en cuenta el sentir de los demás a fin de mantener la unidad. Al final, no les fue posible continuar con esa reunión conjunta. Los que estaban en estos grupos esperaban que todos fueran iguales a ellos. Sin embargo, si tenemos tal expectativa, no será posible tener la vida de iglesia. La vida de iglesia debe ser todo-inclusiva, capaz de incluir a toda clase de cristianos genuinos.

  En Romanos 14 Pablo no tenía ninguna intención de tomar partido en cuanto a los asuntos de la comida o de la observancia de días. En cambio dijo: “El que hace caso del día, lo hace para el Señor; el que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (v. 6). Ésta era la actitud de Pablo y ésta debe ser nuestra actitud hoy en día.

  No debemos tratar de hacer que todos sean iguales a nosotros. Por ejemplo, si nosotros no hablamos en lenguas, no debemos prohibir que otros hablen en lenguas. Por otra parte, los que hablan en lenguas no deben insistir en que otros lo hagan. Si tenemos esta actitud, no seremos sectarios, y no habrá “lugares altos” entre nosotros.

  Algunos nos acusan de ser intolerantes. De hecho, no lo somos, porque recibimos a todos los cristianos genuinos. Los que son estrechos son aquellos que insisten en mantener cierta doctrina o práctica. Su insistencia en cuanto a un asunto en particular hace que aquello sea un asunto elevado y exaltado en lugar de Cristo.

EL TERRENO DE LA UNIDAD SE HA PERDIDO POR COMPLETO

  Todas las divisiones que hay en el cristianismo son elevaciones que tienen que ver con la concupiscencia o la ambición. La división abre el camino a toda clase de maldad. Consideren la maldad que hizo Jeroboam: hizo dos becerros de oro y puso uno en Bet-el y el otro en Dan. También hizo una casa en los lugares altos y designó sacerdotes para los lugares altos de entre cualquier clase de gente. Él instituyó “una fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá; y ofreció sacrificios sobre un altar” [1 R. 12:32]. Todos estos puntos se pueden aplicar al cristianismo actual. Por ejemplo, únicamente los creyentes genuinos que tienen la vida de Cristo, que aman al Señor y que conocen la Palabra deben ser sacerdotes. Pero en la cristiandad actual hay muchos ministros que incluso no creen que Cristo es el Hijo de Dios. Además, en el cristianismo se celebran muchas fiestas, como la Navidad y la semana santa, las cuales han sido instituidas y establecidas por el hombre. También, tal como los hijos de Israel fueron finalmente llevados en cautiverio y experimentaron una pérdida completa del terreno de la unidad, así también los cristianos de hoy han sido llevados a Babilonia. El terreno de la unidad no sólo se ha dañado, sino que además se ha perdido por completo. Son muy pocos los cristianos que tienen alguna noción de lo que es el terreno de la unidad. ¿A quién le interesa la unidad genuina hoy? Es raro encontrar cristianos a quienes les interese la unidad. Hace muchas generaciones se perdió la unidad genuina de los creyentes en Cristo. Por esta razón la condición de la cristiandad actual es totalmente babilónica. Aunque algunos hablan de la unidad, ésta no es la unidad genuina revelada en las Escrituras. Cuando hablamos del terreno de la unidad, casi nadie puede entender nuestras palabras. Para la mayoría de los cristianos, las palabras acerca de la unidad suenan como un idioma extranjero.

UN RECOBRO DE TODAS LAS COSAS POSITIVAS

  El Antiguo Testamento revela no solamente el daño y la pérdida del terreno de la unidad, sino también el recobro del terreno de la unidad y su testimonio. Jeremías profetizó que cuando se hubieran cumplido los setenta años de cautiverio en Babilonia, el Señor haría que el pueblo regresase a la buena tierra. Jeremías 29:10 dice: “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, Yo os visitaré y despertaré sobre vosotros Mi buena palabra, para haceros volver a este lugar”. Esdras 1:1 se refiere a esta profecía de Jeremías, y dice que en el primer año de Ciro rey de Persia, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el cual hizo una proclamación en todo su reino anunciando la edificación de la casa de Dios en Jerusalén. Esto ocurrió “para que se cumpliera la palabra de Jehová anunciada por boca de Jeremías”. Esto indica que el regreso a Jerusalén no fue iniciado por el hombre. Según el claro relato de la Biblia, fue iniciado por Dios mismo.

  Mientras el pueblo de Dios estaba en Babilonia, ellos no le ofrecieron sacrificios a Dios allí. En ninguna parte se nos dice que hayan ofrecido el holocausto en las mañanas y en las tardes en Babilonia. Sin duda, hombres como Daniel, Esdras y Nehemías oraban, pero no tenían ninguna base para ofrecer sacrificios a Dios. No había altar en Babilonia. Sin un altar, era imposible que le ofrecieran algo a Dios. Además, el pueblo de Dios no podía observar las fiestas anuales en Babilonia. ¡Qué situación más lamentable! Babilonia era un buen lugar para ayunar, pero no para festejar. Era un lugar adecuado para llorar, pero no para regocijarse. Salmos 137:1 dice: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sión”. Cuando se perdió el terreno de la unidad también se perdió casi todo lo demás. El pueblo de Dios perdió las riquezas de la buena tierra, el altar y las fiestas. Todas estas cosas maravillosas solamente se podían disfrutar en el único lugar escogido, el cual estaba en el monte de Sión.

LOS UTENSILIOS Y EL ALTAR

  Cuando el Señor despertó los espíritus del pueblo para que regresaran a Jerusalén, no sólo se recobró el terreno de la unidad, sino que también hubo un recobro espontáneo de todas las cosas positivas que se habían perdido. Los vasos y los utensilios que Nabucodonosor “se había llevado de Jerusalén y había depositado en la casa de sus dioses” fueron llevados de regreso a Jerusalén (Esd. 1:7-11). Además, una vez que el remanente del pueblo regresó, “colocaron el altar firme sobre su base” (Esd. 3:3). El pueblo de Dios sabía que el lugar del altar no estaba en Babilonia, sino solamente en Jerusalén, el único lugar que Dios había escogido. Incluso el altar no se podía poner en cualquier lugar de la buena tierra. Tenía que colocarse en el monte Moriah, en el lugar mismo donde Abraham ofreció a Isaac a Dios. Cualquier persona que deseaba presentar una ofrenda a Dios, tenía que ir a ese lugar definido, específico y único.

  Hoy este lugar único es la unidad. Siempre que los cristianos pierdan la unidad, pierden automáticamente el lugar en donde se coloca el altar. Por lo tanto, no tienen la manera de presentar una ofrenda apropiada al Señor. Antes de venir a la vida de iglesia, muchos de nosotros tratamos de ofrecernos al Señor. Puedo testificar que muchas veces me consagré a Él. Sin embargo, según nuestra experiencia tanto antes como después de haber llegado a la vida de iglesia, podemos testificar que tal consagración no era genuina.

  Si no regresamos al terreno único de la unidad, no podemos ofrecerle nada a Dios. Poco después de que el pueblo de Dios regresó a Jerusalén, colocaron el altar y comenzaron a ofrecer sacrificios otra vez. Ocurre lo mismo en nuestra experiencia. Al empezar a participar de la vida de iglesia, descubrimos que podíamos consagrarnos al Señor de una manera apropiada y genuina.

LA FUNCIÓN APROPIADA DE LA CONCIENCIA

  Además, fue después que regresaron del cautiverio que el pueblo de Dios tomó medidas con respecto a sus matrimonios, pues ellos se habían mezclado con los paganos (Esd. 9:1-7). Su conciencia no les permitía tolerar más tal práctica impía. Éste fue el resultado espontáneo de haber regresado al terreno de la unidad. Ciertamente habían muchos matrimonios mixtos entre el pueblo que estaba en Babilonia. Sin embargo, solamente después que regresaron del cautiverio su conciencia hizo que tomaran medidas con respecto a estos matrimonios.

  Ocurre lo mismo en el recobro del Señor hoy. Desde que empezamos a participar en la vida de iglesia, nuestra conciencia comenzó a funcionar de una manera apropiada. Nos “ceñimos los lomos” y nos volvimos cuidadosos con algunos asuntos que anteriormente tratábamos con ligereza. Antes de formar parte del recobro del Señor, podíamos sentirnos libres de participar en ciertos entretenimientos mundanos. Pero tan pronto participamos en la vida de iglesia, todo nuestro ser fue ceñido. Comenzamos a buscar la piedad, y teníamos mayor deseo de orar y de leer la Palabra. Ejercitamos espontáneamente la función de nuestra conciencia más a fondo. Este comportamiento no fue el resultado de una enseñanza o de alguna regulación. Fue el resultado espontáneo que tuvimos por regresar al terreno de la unidad. Simplemente por participar de la vida de iglesia, tuvimos el deseo de ser piadosos. Muchas cosas negativas comenzaron a desaparecer, y comenzamos a experimentar muchas cosas positivas. Por ejemplo, tuvimos el sentir interior de que ya no debíamos celebrar la Navidad. Nadie nos ordenó que dejáramos de celebrarla; simplemente comenzamos a tener el sentir de que ya no deberíamos de celebrarla. De la misma manera, comenzamos a desechar muchas otras cosas negativas y a disfrutar las cosas positivas. Esto nos muestra que cuando se recobra la unidad, todas las cosas positivas se recobran también.

ASPIRACIONES SANTAS

  Nada nos satisface más que el terreno de la unidad. Para los santos del Antiguo Testamento el pensamiento de estar en los atrios de la casa del Señor despertaba aspiraciones santas y piadosas dentro de ellos. Muchos de los salmos son un ejemplo de esto. Estos salmos están llenos de aspiraciones por la santidad, la piedad, la devoción a las cosas divinas y la presencia del Señor. De hecho, incluso pensar en la casa de Dios despertaba en los salmistas tales aspiraciones.

LA PRESENCIA DE DIOS

  La presencia de Dios guarda una relación muy estrecha con el terreno de la unidad. Antes de llegar a la vida de iglesia, yo verdaderamente amaba al Señor. Sin embargo, no disfrutaba mucho de Su presencia. Pero cuando empecé a practicar la vida de iglesia, comencé a disfrutar de la presencia del Señor día tras día. Incluso en el curso de un trabajo muy extenuante, disfrutaba de Su presencia. Basado en mi experiencia, puedo testificar que participar en la vida de iglesia produce un cambio enorme en nuestra vida cristiana.

  Muchos de nosotros podemos dar un testimonio similar. Antes de formar parte de la iglesia, estábamos en Babilonia. Aunque amábamos al Señor y buscábamos al Señor, no disfrutábamos mucho de Su presencia. Sin embargo, después de participar en la vida de iglesia, se despertaron en nuestro ser varios deseos y aspiraciones santos. Como nunca antes aspirábamos estar en la presencia del Señor. Éste es el resultado espontáneo de regresar al terreno de la unidad, al único lugar escogido por Dios. Cuando el pueblo de Dios regresó a Jerusalén, todas las cosas positivas que se habían perdido durante su cautiverio en Babilonia fueron restauradas. Todas las cosas sagradas, divinas y celestiales regresaron espontáneamente. Ha ocurrido lo mismo con nosotros en el recobro del Señor hoy.

LLENOS DE REGOCIJO

  Salmos 126:1-2 dice: “Cuando Jehová hizo volver de la cautividad a Sión, fuimos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenó de risa y nuestra lengua de alabanza”. El pueblo de Dios que había regresado estaba lleno de risa y regocijo porque todas las cosas positivas habían sido restauradas. Sin embargo, antes de regresar a Jerusalén no disfrutaban mucho. Pero después que regresaron, disfrutaron de muchas cosas maravillosas que a ellos les parecía como un sueño.

  Isaías 35:10 y 51:11, versículos que son muy similares, también hablan de la alegría que el pueblo de Dios experimenta al regresar a Jerusalén. Estos versículos declaran que “los redimidos por Jehová volverán a Sión con alegría; y habrá gozo perpetuo sobre sus cabezas”. El hecho de que este asunto se repita, muestra su importancia, puesto que cualquier asunto que se repite en la Biblia tiene un significado especial. Durante los tiempos de Isaías, el pueblo aún no estaba cautivo en Babilonia. No obstante, Isaías habló de la alegría, del disfrute, del pueblo redimido por Dios cuando experimenta la salvación. Él vio de antemano la alegría de los cautivos que regresaron. No creo que Salomón y sus contemporáneos tuvieron la misma alegría que Zorobabel, Josué el sacerdote, Esdras y todos los demás que habían regresado del cautiverio a Jerusalén. Ellos experimentaron el gozo de la salvación de Dios mucho más que Salomón. Por esta razón, el escritor del salmo 126 declaró que eran como aquellos que sueñan.

LA UNIDAD TODO-INCLUSIVA

  ¡Cuánto le agradecemos al Señor por recobrar la unidad genuina, la unidad que la cristiandad ha perdido! Esta unidad es todo-inclusiva; pues incluye todas las cosas positivas. La división, por el contrario, incluye todas las cosas negativas. Hemos visto que cuando regresamos a esta unidad, todas las cosas divinas, celestiales y espirituales regresan, debido a que todas estas cosas existen en la unidad. Por un lado, debemos admitir nuestras deficiencias y que aún nos falta mucho por recorrer en este largo camino. Por otro lado, podemos testificar que las riquezas del Señor ciertamente están en Su recobro. El terreno único de la unidad está aquí, y todas las riquezas espirituales se hallan en este terreno. Todas las cosas divinas y todas las riquezas espirituales son nuestras en el terreno de la unidad.

EL TESTIMONIO DEL SEÑOR ESTÁ EN EL TERRENO DE LA UNIDAD

  El testimonio actual del Señor corresponde con el recobro del terreno de la unidad. Este testimonio no depende de nuestros esfuerzos para mejorarnos a nosotros mismos. Es posible tomar la decisión de mejorarnos a nosotros mismos, pero sólo fracasaremos una vez más. El testimonio del Señor no depende de nuestros esfuerzos, sino de la obra que Él hace dentro de nosotros en el terreno de la unidad. Al ser partícipes de la vida de iglesia, espontáneamente se despierta en nuestro ser la aspiración por la piedad, la santidad y la espiritualidad. Esto no es algo que nosotros hacemos, sino algo que el Señor hace. Por estar en el terreno apropiado, el terreno de la unidad, la Palabra de Dios se nos ha abierto a nosotros de forma transparente. Esto se debe completamente a la bendición que el Señor nos da en el terreno de la unidad. Donde está el recobro del terreno de la unidad, allí también está el testimonio del Señor.

  Cuando el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento regresó a Jerusalén, con ellos también regresaron todas las cosas que pertenecían al testimonio de Dios: el altar, las ofrendas, el templo, las fiestas y el rico disfrute. Sin embargo, los que permanecieron en Babilonia no tenían nada que ver con el testimonio del Señor. Las cosas de Dios no se encontraban en Babilonia, sino en Jerusalén, el único lugar escogido por Dios. Aunque el pueblo de Dios que había regresado era en muchos respectos débil e inapropiado, no podemos negar que el testimonio del Señor estaba con ellos y no con los que permanecieron en Babilonia.

  Además, el regreso del pueblo de Dios al terreno de la unidad fue también usado por Dios para producir a Cristo. María, la madre del Señor Jesús, era una descendiente de los que habían regresado del cautiverio. Si los cautivos no hubieran regresado, no habría sido posible que Cristo naciera en Belén. No habría habido un conducto, un medio, para que Él viniera de acuerdo con las profecías. Por tanto, el regreso del pueblo de Dios del cautiverio en Babilonia fue una preparación necesaria para la venida de Cristo. Según el mismo principio, tengo la certeza de que el recobro actual del Señor será usado por Dios como una preparación para el regreso del Señor. ¡Qué el Señor use plenamente Su recobro para el beneficio de Su regreso!

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