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Mensajes del libro «Todos pueden hablar la palabra de Dios»
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Todos pueden hablar la palabra de Dios

PREFACIO

  Los mensajes que componen este libro, al igual que otros dos libros relacionados, los cuales se titulan The Full Knowledge of the Word of God [El pleno conocimiento de la Palabra de Dios] y Meeting to Speak the Word of God [Reunirse a fin de hablar la palabra de Dios], se dieron en octubre de 1985 en Taipéi, Taiwán, durante un entrenamiento en el cual el autor habló tres veces al día. Estos mensajes fueron traducidos del chino.

NUESTRA BOCA DEBE HABLAR PALABRAS DE GRACIA

  En el pasado vimos que Dios desea que todos los hombres vengan al pleno conocimiento de la verdad (1 Ti. 2:4); este deseo está en el corazón de Dios. Pero un segundo deseo que está también en el corazón de Dios es que nosotros hablemos por Él. Todos debemos hablar. Todos podemos hacerlo, es decir, todos tenemos el derecho y la capacidad. No podemos decir que no tenemos la capacidad de profetizar, pues Dios nos creó con cuerdas vocales y una lengua, y con dos labios y una boca llena de dientes. Los dientes no sólo nos sirven para comer, sino también para hablar. Sin embargo, le hemos fallado a Dios según Su creación, pues continuamente hablamos tonterías, criticamos, mentimos y propagamos rumores.

  En los Estados Unidos las hermanas se disgustaron conmigo cuando les dije: “Hermanas, ustedes tienen una característica muy particular; cuando hablan por teléfono parece que tuvieran el oído pegado al teléfono, pues no son capaces de colgar”. De esta manera hemos malgastado nuestro tiempo chismeando. Debemos dar gracias al Señor porque creó al hombre con una boca, y porque, al crearlo, lo hizo de una manera muy fina y compleja, a fin de que el hombre pudiera hablar. Es un verdadero milagro que con la boca podamos hablar y producir sonidos. Además, los varones hablan con una voz más fuerte, mientras que las mujeres hablan con una voz hermosa. Sin embargo, Dios no nos creó con una boca para que habláramos palabras ociosas. La Biblia dice que “de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mt. 12:36). Quisiera advertirles a las hermanas que todo lo que ellas hablan por teléfono queda grabado, y que un día Dios les tocará esta grabación para que la escuchen. Esto no es una broma; por consiguiente, debemos estar advertidos.

  Nuestras bocas deben hablar palabras de gracia, como lo hizo el Señor Jesús. De Su boca salían palabras de gracia (Lc. 4:22). Efesios 4:29 nos dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena [...] a fin de dar gracia a los oyentes”. La gracia puede fluir de nuestra boca; ésta es la palabra de Dios. Hermanos y hermanas, en lugar de malgastar el tiempo hablando por teléfono, llamemos a alguien que conocemos y prediquémosle el evangelio. Debemos también visitar a nuestros parientes para hablarles la palabra del Señor, para exponerles la verdad, y para compartirles el evangelio. No sólo debemos hablar la palabra en las reuniones, sino también en nuestra vida diaria, en todo lugar y en cualquier momento.

LA EXPERIENCIA DE LOS CREYENTES: HACER ESTO VOLUNTARIAMENTE Y RECIBIR UNA RECOMPENSA

  En 2 Timoteo 4:2 Pablo dijo: “Que proclames la palabra; que te mantengas preparado a tiempo y fuera de tiempo”. Moisés en el Antiguo Testamento dijo: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuera profeta”. Asimismo Pablo en el Nuevo Testamento dijo: “Porque podéis profetizar todos uno por uno”. Luego también dijo: “¡Ay de mí si no predico el evangelio! [...] si lo hago por mi propia voluntad, recompensa tengo” (1 Co. 9:16b-17a). Tal vez usted diga: “Hermano Lee, usted ha citado las Escrituras incorrectamente, pues en 1 Corintios 9:16-17 Pablo estaba hablando de predicar el evangelio, no de hablar la palabra de Dios”. En realidad, predicar el evangelio equivale a hablar la palabra de Dios. Pablo no dijo que si no predicaba el evangelio, le sobrevendría algún ay o que estaba a punto de tener un ay, sino que más bien dijo que ya era ay de él.

  Les pido que examinen su propia experiencia. Después de que fueron salvos, cuando venían a la reunión vez tras vez, ¿no les pasó muchas veces que sentían que debían decir algo, pero después de pensarlo más finalmente no dijeron nada? Cada vez que sintieron que debían hablar pero no hablaron, ¿no se sintieron miserables después de la reunión? Yo mismo he tenido esta clase de experiencia; muchas veces cuando sentía que debía hablar pero no hablé, después, al regresar a casa, sufría por tres días y tres noches, y me sentía muy desanimado. Pero si hablaba en cuanto surgía el sentir en mí, después de hablar me sentía muy cómodo.

El deseo de Dios es que nosotros hablemos

  El deseo de Dios es que nosotros hablemos, y lo que más le agrada a Dios son nuestras palabras. A los padres les encanta oír que sus hijos hablen, y cada vez que ellos dicen algo, el sonido de sus palabras es agradable, aun cuando no hablen muy bien. De igual manera, cada vez que los recién salvos compartan en las reuniones, el sonido de su compartir es muy agradable. Aun cuando no sepan hablar muy bien, con todo, es muy placentero escucharlos.

  Queridos hermanos y hermanas, sólo intenten estar callados todo un día, desde la mañana hasta la tarde. Si lo hacen, es como suicidarse poco a poco. ¡Hablar es tan saludable! No soy médico ni nutricionista; digo esto completamente basado en la experiencia humana. El sesenta por ciento de mi salud proviene de hablar por el Señor. Cuando no hablo por el Señor, no puedo dormir bien; me siento desinflado y no tengo gozo.

Hablar con el Señor y hablar por el Señor cuando estamos enojados

  Todos sabemos que entre nosotros no hay ninguno que no se enoje, pues todos somos humanos. Los seres humanos no somos de madera ni de piedra. ¿Cómo entonces podemos evitar enojarnos? Si una persona que está enojada no puede expresar sus palabras de enojo, explotará. Mi doctor me dijo que cada vez que una persona habla con enojo, destruye más células sanguíneas que cuando está resfriado. Sin embargo, cuando una persona está enojada y se queda callada, es probable que no destruya muchas células sanguíneas; pero si hace esto en repetidas ocasiones y luego le dan úlceras en su estómago, ¿qué debe hacer?

  Nosotros, los que hemos sido salvos, tenemos la solución más excelente: hablar con el Señor y hablar por el Señor. Tal vez usted diga: “¿Hablar por el Señor? Mi esposo me hace enojar, los niños se han ido a la escuela y no hay nadie en casa. ¿Con quién debo hablar entonces?”. No es correcto que diga esto, pues aún hay muchos objetos a los que puede hablarles. Los gatos y los perros son sus objetos; los pájaros también son otros objetos, y la hierba y las flores también pueden ser objetos a los que puede hablarles. En primer lugar, usted debe hablarle al Señor. Luego, debe hablarle al gato, al perro, a los pájaros y a las flores, diciendo: “Florecitas y hierba, las amo de verdad. Yo puedo estar enojado pero ustedes no. Sin embargo, deben saber que ustedes no tienen la vida del Señor. Yo sí tengo la vida del Señor. ¡Aleluya!”. Hábleles así, no estoy bromeando.

  ¿Qué debemos hacer los cristianos cuando estamos enojados? ¿Nos enojaremos con nuestras esposas? ¿Perderemos la paciencia con nuestros hijos? No. El mejor canal por el cual podemos descargar nuestra ira es nuestro Señor. Él jamás se enojará con usted y jamás lo culpará. Tal vez diga: “¡Oh Señor! Mira, estoy enojado otra vez. Oh Señor, como puedes ver, la esposa que me diste es tan poco razonable; ella hace que me enoje”. No les estoy bromeando; cada vez que le hablen al Señor de esta manera, su enojo desaparecerá.

Hablar para estar saludable

  Debemos ver un principio, algo fundamental, una ley: ustedes tienen que hablar si desean estar saludables. Serán las personas más saludables si cada día hablan sin cesar. Sin embargo, deben hablar la palabra del Señor. Cuando hablen la palabra del Señor, se sentirán gozosos. Las personas tal vez le lleven la contraria, pero todos tienen una conciencia en su interior; en el corazón del hombre hay un elemento de justicia. Un hermano que en el pasado trabajaba en una compañía de telégrafo les hablaba de Jesús a sus colegas cada vez que se los encontraba; es decir, les hablaba por Dios. Esto hizo que los demás lo menospreciaran, diciendo de manera despectiva que él era Jesús. Sin embargo, cuando tenían dificultades o necesitaban que alguien se hiciera cargo de ciertos documentos importantes, todos acudían a él. Siempre que los colegas de este hermano afrontaban dificultades, el evangelio que habían escuchado operaba en ellos.

  Por consiguiente, debemos saber que lo más saludable es hablar por Dios. Hablar no sólo alegra nuestro corazón, sino que también es beneficioso para nuestro cuerpo. Es por eso que necesitamos respirar profundamente para estar saludables físicamente. Cuando su boca está cerrada, usted no respira profundamente, pero cuando abre su boca, aun cuando no tenga la intención de hacerlo, respirará de manera profunda. Esta mañana hablé por más de una hora en la primera sesión, y ahora les estoy hablando por otra hora. Aun cuando no me propuse respirar profundamente, ya he respirado profundamente. Si estoy cansado, me tomaré una siesta esta tarde. Luego, esta noche después de la cena vendré a hablarles de nuevo, y cuando me sienta agotado de hablar, me iré rápidamente a casa para dormir otra vez. Al vivir de esta manera ciertamente dormiré bien y estaré saludable. Ustedes hermanas que cierran la boca y no hablan, déjenme decirles que esto perjudicará su salud. Pero no deben chismear ni hablar ociosamente; más bien, deben hablar la palabra del Señor en cualquier momento y en todo lugar. Cuando ustedes hablen la palabra del Señor, cuanto más hablen, más contentas se sentirán; y cuanto más hablen, más saludables estarán.

TODOS DEBEMOS HABLAR LA PALABRA DEL SEÑOR EN TODO MOMENTO

  En Taipéi tenemos más de cuatro mil hermanos y hermanas que asisten a las reuniones. Este número tal vez no sea muy grande si lo comparamos al total de la población, pero si más de cuatro mil hermanos y hermanas hablan la palabra del Señor en todo lugar, esto será muy formidable. El Señor Jesús dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Nosotros somos los testigos del Señor; como tales, somos personas que hablan. Los miembros de nuestra familia, nuestros parientes, nuestros amigos y nuestros vecinos son nuestra Jerusalén. Debemos hablar todos los días, aunque nuestra audiencia se canse de oírnos. Quizás algún día les sobrevenga una calamidad, y entonces se acordarán de lo que les hemos dicho. Si los cuatro mil hermanos y hermanas de Taipéi hablan todos los días y en todo lugar, ¿no saturarían a todo Taipéi con su hablar al cabo de diez años?

  Sin embargo, si únicamente tenemos una reunión grande donde sólo una persona habla y los demás escuchan, cuando usted traiga a sus familiares o amigos a la reunión, ellos dirán: “¿Cuál es la diferencia? Cuando vamos a otros lugares, allí se hace lo mismo, y el pastor habla mucho mejor que ustedes. Él es elocuente, su voz es clara y sonora, y no tiene menos conocimiento que ustedes; él es mejor que ustedes”. Si nos reunimos de esta manera, no será fácil convencer a las personas. Pero si ellas vienen a la reunión y todos hablan —los jóvenes, los viejos, los hermanos y las hermanas— ellos se maravillarán y definitivamente se sentirán conmovidos.

  Esta vez cuando regresé a Taiwán, un hermano me dijo que habían invitado a cierta persona a una pequeña reunión de grupo, y cuando ella vio a todos hablar, se sorprendió muchísimo y dijo: “¡Ustedes son verdaderamente maravillosos!”. Por lo tanto, cuando nos reunamos, todos debemos ser capaces de hablar. No simplemente debemos hablar, sino que además debemos hablar con la verdad, con peso espiritual, sin decir tonterías, y cada una de nuestras palabras debe contener oro y cosas preciosas. Esto, por supuesto, impactará a las personas y las conmoverá.

EJERCITARNOS PARA AVANZAR EN LA PALABRA DEL SEÑOR Y PARA ORAR

  Por lo tanto, debemos ejercitarnos para hacer dos cosas. Primeramente, debemos ejercitarnos para avanzar en la palabra del Señor. Muchos de ustedes han ido a la universidad, y su vocabulario y manera de expresarse tiene un estilo universitario. Esto no lo han adquirido en dos días ni tampoco en tres; les ha requerido por lo menos cuatro años, u ocho semestres, en un ambiente universitario en el cual han recibido la influencia de textos, instrucción y maestros apropiados. Después de cuatro años ustedes han adquirido un estilo y carácter propio de universitarios. No sólo se comportan de esta manera, sino que además interiormente tienen un contenido. Si durante este tiempo que estamos cambiando el sistema, cada uno de nosotros es fiel y todos se esfuerzan, si todos laboran en la Palabra y oran concienzudamente, creo que después de tres o cuatro años todos los hermanos y hermanas entre nosotros tendrán un porte “universitario” espiritual. En ese momento, ustedes no sólo estarán dispuestos y serán capaces de hablar, sino que también tendrán mucho de qué hablar. Ustedes tendrán algo real, y no simplemente dirán: “Es bueno creer en el Señor Jesús. Si usted cree en Él, tendrá paz y gozo. Yo antes hacía enojar a mi esposa, pero ahora ya no tiro los palillos que uso para comer”. Debido a que hoy en día la mayoría de las personas son, en cierto modo, filosóficas en su modo de pensar, a nadie le gusta escuchar este tipo de palabras. En vez de ello, debe predicarles las verdades de la Biblia como evangelio.

  El año pasado, cuando estuve en Texas, invitaron a la reunión a unos doscientos o trescientos chinos, la mayoría de los cuales tenían doctorados. Yo les prediqué el evangelio y les di un mensaje titulado “El Dios Triuno que se imparte a Sí mismo en el hombre tripartito”. Ellos escucharon con mucho interés y se veían fascinados mientras les hablaba. Por la misericordia del Señor, hemos excavado las verdades fundamentales e incluso las cosas profundas y misteriosas de la Biblia, y también hemos puesto todas estas cosas en libros impresos. Mi único temor es que los hermanos y hermanas no sientan interés por estas cosas, y aun si tuvieran algún interés, esto no les serviría de nada si no laboran. Espero que entre los cien de ustedes que están en esta reunión, al menos sesenta, incluyendo a los más ancianos, estén profundizando en el estudio de la Biblia. No digan que ya tienen sesenta años, pues una persona de sesenta años todavía es muy joven. Si ustedes aprenden un poco más, todavía podrán ser muy útiles al Señor en los próximos veinte años. En síntesis, todos debemos laborar en la palabra del Señor.

  No podemos seguir el camino viejo del cristianismo. El camino viejo del cristianismo delega la responsabilidad de hablar por el Señor completamente a los pastores. Muchos cristianos piensan que los pastores son los que han estudiado y que es a ellos a quien les corresponde hablar. Por esta razón, gastan dinero para contratar a un pastor que les dé el sermón dominical. Esto es completamente equivocado. Debemos derribar esto y animar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Cada uno de ellos ama al Señor, cada uno de ellos ama la Palabra del Señor, y cada uno de ellos está dispuesto a laborar en el estudio de la Palabra. En su estudio, ustedes deben leer un libro de la Biblia, como por ejemplo, el Evangelio de Mateo, o pueden leer sobre un tema, como por ejemplo, la justificación por la fe.

NO SÓLO DEBEMOS CONOCER LA VERDAD, SINO TAMBIÉN SER CAPACES DE ENSEÑARLA

  Hoy en día las verdades bíblicas más importantes se explican de una manera clara en nuestras publicaciones; sin embargo, temo que todos digan que ya han escuchado acerca de estas cosas. Por ejemplo, tenemos un juego de libros titulado Crucial Truths in the Holy Scriptures [Las verdades cruciales halladas en las Santas Escrituras]. Yo compartí el contenido de estos libros por primera vez en Taipéi hace treinta y seis años. En aquel tiempo muchos recibieron ayuda, y creo que muchos de ustedes leyeron estos libros; pero me temo que los hayan leído como leen un periódico. Es posible que conozcan algunas de las verdades que se encuentran en estos libros, pero no han profundizado en ellas.

  El hecho de que hayan leído mucho no significa que entiendan todo con absoluta claridad. Esto no les quedará absolutamente claro hasta que hayan hablado sobre cierto asunto al menos una vez. El contenido de un libro no habrá entrado en ustedes sino hasta cuando sean capaces de enseñarlo a otros. Por lo tanto, espero que cada uno de ustedes, hermanos y hermanas, no sólo conozcan la verdad, sino que también sean capaces de enseñar la verdad. A fin de exponer la verdad, deben presentarla de una manera que sea convincente, razonable, atractiva y conmovedora. Todos estos materiales impresos están entre nosotros, un tomo tras otro. Sin tener en cuenta los otros libros, tan sólo los mensajes del Estudio-vida, contienen más de mil doscientos mensajes que abarcan más de doce mil páginas. Todos estos mensajes están disponibles. En ellos se presenta muy claramente el significado de todas las verdades más básicas e importantes.

  En el presente siento dos cargas muy pesadas dentro de mí. Una de ellas tiene que ver con cambiar el sistema y ya no tener simplemente reuniones grandes como solíamos tenerlas en el pasado. El ochenta o noventa por ciento de este cambio de sistema consiste en adoptar el sistema educativo moderno. El sistema educativo moderno se compone de seis años de escuela primaria, tres de escuela intermedia, tres de escuela secundaria, cuatro años de universidad, y dos años de postgrado. Este sistema ha sido el resultado de lo que muchas naciones han practicado en los pasados seis mil años de historia humana. Por consiguiente, podríamos decir que todas las naciones de la tierra emplean este sistema educativo. Esto es seguro y es un principio ya establecido.

  En el presente hemos conducido a muchas personas a la salvación; pero ¿cómo vamos a educarlas después que son salvas? ¿cómo vamos a entrenarlas y edificarlas? Esto ha sido un problema muy grande. Yo recibí llamadas telefónicas y cartas de ustedes en las que decían que hace unas cuántas semanas celebraron en Taipéi una semana del evangelio. Todos salieron a predicar el evangelio y 1,104 personas fueron bautizadas. Esto es muy bueno; pero ¿qué van a hacer ahora después de bautizarlas? Definitivamente no será suficiente con que simplemente hagan una reunión con ellas después de su bautizo. Por consiguiente, debemos aprovechar la oportunidad para educarlas.

PREPARAR LOS MATERIALES DIDÁCTICOS PARA LOS DIFERENTES NIVELES

  Creo que ya tenemos los materiales, pero aún nos hace falta preparar lecciones para la enseñanza, y todavía necesitamos escribir libros de texto. Hay muchas riquezas en los mensajes del Estudio-vida, pero todavía ellos no son materiales didácticos. Ustedes han terminado su educación académica, y creo que ya algunos de ustedes son maestros. Por ejemplo, en cuanto a una asignatura como matemáticas, es posible que el material esté disponible, pero aún se necesita que algunos escriban libros de texto que definan todos los puntos y métodos más importantes. Alguien debe decidir cuánto material se debe abarcar en los seis años de escuela primaria y cuánto se debe abarcar en la escuela intermedia. Luego, debe abarcarse más material en la escuela secundaria y después más en la universidad. Hay que añadir continuamente más temas al campo de las matemáticas. De igual manera, aunque no nos hace falta material, aún necesitamos escribir libros de texto; no obstante, no debemos escribirlos de una manera general.

  En el pasado éramos como una familia en la cual todos los miembros comían de una sola olla grande. Los que habían sido salvos por cincuenta y ocho años y los que habían sido salvos por sólo dieciocho días, todos ellos, comían de la misma olla. Incluso nos jactábamos de ello; pero después de comer de esta manera, los más viejos se fueron de la iglesia y los más jóvenes no crecieron. Antes de que muchos de ustedes nacieran, el número de los que nos reuníamos era mucho mayor que el de hoy. No podemos seguir llevando a cabo esta clase de obra. Sea como sea, debemos cambiar el sistema, pues no podemos seguir avanzando con el sistema actual. Por lo tanto, ésta es una pesada carga que siento dentro de mí.

  Yo no dispongo del tiempo necesario para realizar la tarea de preparar las lecciones de enseñanza; por consiguiente, debo producir a muchos hermanos y hermanas para que hagan esto. Todos tenemos los materiales, pero aún necesitamos sacar materiales educativos, es decir, sacar libros de texto. Los mensajes del Estudio-vida y las demás publicaciones son libros de biblioteca; podemos usarlos como libros de consulta, y los estudiantes también pueden leerlos. A largo plazo debemos hacerlo de esta manera.

  Según lo que he observado, predicar el evangelio no representa ningún problema; más bien, el problema que tenemos hoy es cómo nutrir a los que han sido salvos por medio de la predicación del evangelio. Y no sólo debemos nutrirlos, sino también educarlos. Pero ¿cómo debemos educarlos? Esto se ha convertido en un serio problema en el presente, y es precisamente en esto que hemos fallado en el pasado. Espero que todos ustedes se den cuenta de que de ahora en adelante ya no existirá más entre nosotros lo que llamamos “colaboradores” y “ancianos” como una clase aparte del resto de los creyentes. Nuestra esperanza es que todos sean profetas, que todos sean apóstoles, que todos sean evangelistas, que todos sean maestros y que todos sean pastores. Todos deben hablar. De ahora en adelante necesitamos la función orgánica de todos los miembros.

  Hablándoles con franqueza, llevar a cabo la educación espiritual en diferentes niveles es bastante difícil, porque en Taipéi tenemos primero toda la iglesia, luego los diferentes salones de reunión, y después los grupos pequeños. ¿Cómo podemos entonces dividir a los santos en niveles? No podemos implementar el sistema educativo de una manera rígida, empezando con la escuela primaria y estableciendo claramente la diferencia entre la primaria, la escuela intermedia, la secundaria y la universidad. Para establecer una escuela, uno debe primero construir la escuela con salones y oficinas. Después se necesitan los trabajadores y maestros, y también los estudiantes y los libros de texto. Una vez que tenemos todos estos elementos, la escuela puede prosperar y ser exitosa. Según mi observación, tener un buen número de “estudiantes” no es ningún problema para nosotros, pero dónde educarlos y cómo hacerlo sí constituye un gran problema.

  Yo soy un estudiante de la Biblia. He pensado en estas cosas todo el día y he investigado en todas las Escrituras, pero no he podido hallar ningún indicio al respecto. En la Biblia sólo encontramos algunos pasajes en los que se habla de las reuniones y de cómo los santos se reunían en el Nuevo Testamento. Es acertado decir que ellos se reunían en grupos pequeños de casa en casa (Hch. 2:46; 5:42), pero la revelación espiritual no continúa después de ese punto. ¿Cómo fueron educadas las tres mil o las cinco mil personas que fueron salvas en Hechos? No he podido encontrar la respuesta.

  Todos somos miembros de una familia, y debemos afrontar la verdadera situación. Esto es ciertamente una gran necesidad. Según tengo entendido, nada más en este año, en la obra del evangelio de la iglesia en Taipéi, fueron bautizadas al menos dos mil o tres mil personas, pero ¿dónde debemos ubicar a estas dos mil o tres mil personas? ¿Cómo podemos distribuirlas y cómo debemos educarlas? Esto se ha convertido en un gran problema. Debemos ensanchar nuestro panorama.

LA NECESIDAD DE LABORAR EN LA PALABRA DEL SEÑOR Y DE APRENDER A HABLAR LA PALABRA DEL SEÑOR

  En resumen, este entrenamiento está echando el fundamento en estos pocos días. En primer lugar, independientemente de que hayan sido salvos hace mucho tiempo o sean personas recién salvas, ustedes hermanos y hermanas deben laborar en la palabra del Señor. En esta era moderna todos tenemos que aprender inglés, pues si no lo aprendemos se nos dificulta hacer cualquier cosa. De la misma manera, todos debemos aprender la palabra del Señor, pues si no aprendemos la palabra del Señor, la iglesia no tendrá un camino por el cual avanzar. En segundo lugar, independientemente de cómo dividamos los diferentes niveles o qué lecciones usemos para la enseñanza, todos debemos aprender a hablar la palabra del Señor. Si ustedes continúan practicando esto, en el futuro serán útiles al Señor. Esto no requerirá mucho tiempo. Quizás al cabo de un año, todos estén ocupados hablando la palabra del Señor. De este modo, cuando una persona sea salva, ustedes podrán hablarle. Ésta es una pesada carga que siento dentro de mí.

  Hoy en día todos debemos apurarnos para estar al día. Hemos laborado por muchos años, pero aún no tenemos esta clase de fundamento. Por consiguiente, es como si estuviésemos empezando a partir de cero. Debemos entender la situación en que nos encontramos y poner todo nuestro empeño en esto; entonces el Señor tendrá un camino por el cual avanzar.

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