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Mensajes del libro «Todos pueden hablar la palabra de Dios»
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CAPÍTULO CINCO

LA PALABRA DE DIOS CRECE, SE MULTIPLICA Y PREVALECE

  Lectura bíblica: Col. 4:3; 2 Ts. 3:1; Hch. 6:7; 12:24; 19:20; Ap. 19:11-16; 1:2, 9

BOSQUEJO

  1. La palabra de Dios crece, se multiplica y prevalece:
    1. Orar para que la palabra de Dios sea abierta y propagada—Col. 4:3; 2 Ts. 3:1.
    2. La palabra de Dios crece y se propaga—Hch. 6:7; 12:24; 19:20.
    3. La palabra de Dios prevalece—Ap. 19:11-16.
  2. La palabra de Dios es paralela con el testimonio de Jesús—Ap. 1:2, 9:
    1. Hablar la palabra de Dios es testificar de cómo la persona de Jesucristo, Su vivir y Su obra es el testimonio de Dios.
    2. Perseverar en la tribulación por causa de la palabra de Dios, a fin de ganar el reino—Ap. 1:9.

ORAR PARA QUE LA PALABRA DE DIOS SEA ABIERTA Y PROPAGADA

  En este mensaje hablaremos sobre la palabra de Dios que crece, se multiplica y prevalece. En primer lugar, debemos orar por la palabra de Dios, pidiéndole a Dios que nos dé una puerta abierta para Su palabra. Las iglesias de toda la isla de Taiwán realmente necesitan recibir esta carga y orar por esto. No sólo los incrédulos necesitan que se abra una puerta entre ellos, sino que también muchos cristianos que están en las denominaciones, especialmente los que están en la Iglesia Católica, necesitan que Dios abra una puerta entre ellos, debido a que ellos mismos han cerrado la puerta. Debido a la falta de luz, ellos han caído en tinieblas, pensando que ya conocen la verdad, cuando en realidad no la entienden. Hoy en día el Señor ha abierto Su Palabra no sólo a nosotros, sino a todos los cristianos, e incluso a las personas de todo el mundo. Por lo tanto, debemos orar, diciendo: “Señor, ábrenos la puerta”. Pablo les pidió a los creyentes que oraran “para que Dios nos abra puerta para la palabra, a fin de anunciar el misterio de Cristo” (Col. 4:3).

  En segundo lugar, Pablo dijo: “Orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada” (2 Ts. 3:1). Correr está relacionado con el camino. Una vez que la puerta se abre, todavía necesitamos tener un camino por donde avanzar. Por lo general, uno primero anda por un camino y luego pasa por la puerta. Pero conforme a la Biblia, primero debemos pasar por la puerta, y luego andar por el camino (Mt. 7:14). Tan pronto como la puerta se abre, tenemos por delante un camino completamente abierto para que la palabra de Dios corra y sea glorificada.

LA PALABRA DE DIOS CRECE Y SE MULTIPLICA

  Hechos 12:24 dice: “La palabra de Dios crecía y se multiplicaba”. Este crecimiento y multiplicación de la palabra ocurrió en tres etapas en el libro de Hechos. La primera etapa fue durante el ministerio de Pedro. Durante este tiempo Hechos 6:7 dice que “la palabra de Dios crecía”. La segunda etapa fue durante el tiempo en que el ministerio de Pedro estaba próximo a llegar a su fin. Aunque Pedro fue encarcelado, Dios lo liberó de esa prisión, y como resultado de ello, “la palabra de Dios crecía y se multiplicaba” (12:24). La última etapa fue durante el ministerio de Pablo. Mientras Pablo estaba en Éfeso, él prevalecía grandemente en la lucha por la verdad. Por ello, Hechos 19:20 dice: “Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor”.

LA PALABRA DE DIOS PREVALECE

  En Apocalipsis 19 vemos que el Señor Jesús desciende del cielo y se parece a un general combatiendo en la batalla. Él está montado en un caballo blanco, y Su nombre es “el Verbo de Dios” (Ap. 19:11, 13). La palabra de Dios que nosotros hablamos hoy es el Señor Jesús. Finalmente, si continuamos hablando, nuestro hablar hará que el Señor Jesús aparezca. Cuando el Señor viene, Él viene como un guerrero, como un general. En Su vestido y en Su muslo tiene escrito el nombre “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap. 19:16). Él está luchando por Su reino.

HABLAR LA PALABRA DE DIOS ES TESTIFICAR DE CÓMO LA PERSONA DE JESUCRISTO, SU VIVIR Y SU OBRA ES EL TESTIMONIO DE DIOS

  Hoy en día nuestro hablar por el Señor es la manera en que nosotros damos testimonio de Él. El testimonio del Señor y la palabra de Dios son inseparables. La palabra de Dios habla acerca del Señor, es decir, acerca de Su persona, Su vida y Su obra. Sin embargo, muchos cristianos hoy en día no pueden hablar acerca de la persona del Señor. Ellos no pueden hablar acerca del hecho de que el Señor era Dios en la eternidad pasada, y que Él luego fue concebido del Espíritu Santo en el vientre de María y nació de María, poseyendo el elemento divino y el elemento humano. Estos dos elementos se mezclaron y vinieron a ser una sola persona. Por consiguiente, la persona de Cristo es tanto Dios como hombre; Él es el Dios-hombre. Muchos cristianos no son capaces de hablar de esta manera.

  Aunque hoy tenemos los mensajes del Estudio-vida de la Biblia, cuando hablamos por el Señor se nos hace difícil hacer una buena presentación. Somos como una persona que trata de dibujar un tigre, pero su dibujo más bien se parece a un perro. Por consiguiente, necesitamos mucha práctica. En el norte de China existe un proverbio que dice que aunque una persona cocine con arroz de Peking y harina blanca, el resultado dependerá de lo hábil que ella sea como cocinera. El arroz de Peking es el mejor arroz. Se le llamó así porque era el arroz que se le servían al emperador. La harina blanca es también la mejor harina. El significado de este proverbio es que aunque dos personas usen el mismo arroz de Peking y la misma harina blanca, a una le quedará el arroz delicioso y a la otra se le quemará. Por lo tanto, debemos ser diligentes para ejercitarnos en hablar por el Señor.

REUNIRSE EN DIFERENTES NIVELES

  Muy pronto empezaremos a escribir las lecciones de la verdad. Probablemente dividiremos las lecciones en seis niveles, con cincuenta y dos temas por nivel. El día del Señor reuniremos a los que fueron salvos este año y el año pasado, y les enseñaremos las lecciones del primer nivel. Ésta será la reunión del primer nivel. Hasta ahora no hemos determinado quienes de entre los que tienen más años de haber sido salvos deberán asistir a las reuniones para los niveles dos, tres y los demás niveles.

  Cuando empecemos a practicar esto, probablemente combinaremos el segundo nivel con el primero, el cuarto con el tercero, y el sexto con el quinto. Al comienzo tendremos sólo estos tres niveles, pero después de dos o tres años, tendremos seis niveles dándose simultáneamente. De esta manera, los ujieres en los salones de reunión estarán muy ocupados. Por ejemplo, en el salón número uno de la iglesia en Taipéi, a cada persona se le dará un gafete. En cuanto una persona entre al salón, un ujier le dirá: “La clase de primer nivel se está dando en el segundo piso y la del segundo nivel se está dando en el tercero”. Las clases se dividirán de esta manera. Ya no nos reuniremos como lo hacíamos en el pasado, según la cual todos los miembros de la familia, desde el más pequeño hasta el abuelo, todos comían de la misma olla. El resultado de comer de esta manera es que después de algún tiempo, muchos dejaron de venir a las reuniones.

  Todos sabemos que bautizamos a muchas personas cada año, pero no muchos permanecen. Si ustedes sólo le permiten a un niño comer de la olla grande pero no lo alimentan con leche, ¿cómo podrá sobrevivir? Por lo tanto, es muy importante que reconsideremos la manera en que venimos haciendo las cosas. Todos debemos poner nuestro empeño en esto, pues no es nada fácil cambiar nuestra manera de proceder.

  La iglesia en Taipéi es una iglesia grande. Según las listas de membresía hay más de diez mil miembros; pero el número de los que asisten a las reuniones con regularidad es de menos de cuatro mil, lo que más o menos viene siendo una tercera parte del total. Hay otros dos tercios que no asisten a las reuniones. En las listas tenemos el nombre, apellido y número de teléfono de cada una de ellos. Pero hasta el presente, no hemos hecho un buen trabajo de salir a visitar a los santos.

  Muchos estadounidenses no se atreven a tener muchos hijos. Después que tienen dos hijos deciden no tener más para evitar problemas para ellos mismos y para sus hijos. Sin embargo, cuando se trata de predicar el evangelio no podemos proceder así. En los Estados Unidos, no le resulta nada fácil a una familia de clase alta tener un hijo. Ellos se preparan mucho para tener un hijo, no como las familias más pobres que acomodan a toda la familia en tres cuartos. Las familias de clase alta le proveen una habitación y una cama a cada niño. Ellos los crían apropiadamente, les enseñan apropiadamente y los cuidan de la manera adecuada. Desde la perspectiva económica, esto es más lógico. Pero desde la perspectiva del evangelio, practicar esto va en contra de la voluntad de Dios. Todo lo contrario, la alta tasa de natalidad de la gente pobre está muy de acuerdo con las Escrituras. Sin embargo, no está bien que no se alimente a los niños ni se les dé la educación adecuada. De la misma manera, no está bien que produzcamos nuevos creyentes, y después no los alimentemos ni enseñemos apropiadamente.

  Por lo tanto, debemos cambiar nuestro sistema. Sin embargo, no estoy seguro de cuándo podremos cambiar el sistema y cuándo terminaremos de compilar las lecciones de la verdad. He dado tantos mensajes, pero ahora se necesita seleccionar algunas porciones de estos materiales y enseñarlas apropiadamente en seis niveles. Todos los que son salvos desean conocer la verdad, pero si no pueden entender las lecciones de la verdad, después de unas cuantas veces no desearán regresar. Por lo tanto, debemos presentarles bien las lecciones. Cuanto mejor ellos entiendan, más deliciosas serán las lecciones para ellos. Esto los atraerá, y luego ellos a su vez traerán a otros.

  Debemos orar acerca de este asunto. En el futuro, muchos hermanos y hermanas necesitarán enseñar las lecciones de la verdad, porque no las enseñaremos en una reunión grande para todos, sino que dividiremos las reuniones por niveles. Así, el día del Señor por la mañana quizás se den por lo menos tres clases: una de 8:00 a. m. a 9:30 a. m., otra de 9:30 a. m. a 11:00 a. m., y otra de 11:00 a. m. a 12:30 p. m. Probablemente haya necesidad de dar otra clase por la tarde y otra por la noche. Éste será un horario de cinco clases que se darán el día del Señor, y cada clase estará dividida en tres niveles. Por lo tanto, en cuanto empecemos esta práctica, la tarea de enseñar las lecciones de la verdad se convertirá en una carga muy pesada. Además, a largo plazo, después que hayamos enseñado estos seis niveles, ¿qué haremos para el séptimo nivel?

  Algunos de entre nosotros llevan ya treinta y seis años reuniéndose con nosotros. Si nos hubiéramos estado reuniendo conforme a estos niveles, ¿cuántas veces habrían ellos terminado todos los niveles? Todos éstos son problemas que tendremos que resolver en el futuro. Los más ancianos que han escuchado los mensajes por más de treinta años no querrán escuchar las lecciones para principiantes. En cuanto se enteren de que vamos a estar dando las lecciones para principiantes, podrían decir: “¿Qué? Mejor me quedo en casa descansando”. Asimismo, si los recién salvos no logran entender nada después de haber escuchado los mensajes unas cuantas veces, también podrían decir: “Ya no quiero volver”. Como resultado, sólo los ángeles vendrán. Por lo tanto, espero que todos ustedes sean diligentes. Aunque no tenemos ninguna teología formal, las lecciones de la verdad son nuestra teología. Las lecciones no las hemos escrito aún, pero tenemos abundante material.

CONCLUSIÓN

  Hemos dicho que todos necesitan hablar la palabra de Dios. ¿Cómo podemos hablar? Debemos orar para ser llenos del Espíritu Santo, y debemos experimentar la vida. Después de esto, ¿qué clase de palabra debemos hablar? Debemos hablar la palabra de gracia, la palabra de la verdad, la palabra del evangelio, la palabra de vida, las sanas palabras, la palabra que edifica, la buena palabra, la palabra de justicia, la palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría. Debemos hablar al menos estas diez categorías de palabras.

  Sin embargo, no sólo debemos hablar, sino que también debemos leer. Si sólo hablamos, con el tiempo se nos acabarán las palabras y no tendremos más que decir. Por lo tanto, debemos leer la Biblia. A menudo le doy gracias a Dios por la Biblia. Si no estuviera el Espíritu Santo en la tierra hoy, y si no tuviéramos la Biblia, los hombres estarían en completa oscuridad y confusión. Pero alabamos al Señor porque tenemos la Biblia. Es por eso que todos aquellos que amaban al Señor en las generaciones pasadas valoraban tanto la Biblia. La Biblia ha sido traducida a muchos idiomas. En casi todos los idiomas existe una versión de la Biblia en forma escrita. Esto ha sido la obra del Señor, debido a que la Biblia es un libro tan importante.

  Sin embargo, no basta con que simplemente tengamos la Biblia en nuestras manos, pues aún necesitamos leerla, estudiarla y profundizar en ella. No podemos leerla de una manera superficial; tenemos que leerla y estudiarla a fondo. Por consiguiente, también les daré algunos principios de cómo leer la Biblia. En primer lugar, debemos interpretarla según su significado literal; luego debemos orar-leerla con nuestro espíritu, adentrándonos en ella para comerla y beberla. También debemos inhalar el espíritu y la vida que se encuentran en ella, yendo más allá de las palabras y las frases para explorar sus profundidades y recibir vida y revelación. Además, debemos prestar atención al contexto, e interpretar la Biblia a la luz de toda la Biblia.

  Por último, debemos comprender que no somos los primeros en leer la Biblia, sino que somos seguidores de aquellos que han existido antes que nosotros. Hay muchos que han caminado por esta senda. Lo que ellos practicaron puede beneficiarnos. Lo más sabio es aprender de las experiencias que otros han tenido y ver lo que ellos han dicho. Tal vez una persona no sepa si ciertos productos son de buena o mala calidad, pero al comparar los unos con otros, se hace evidente los que tienen mejor calidad. Por lo tanto, debemos aprender de los teólogos y de los libros de teología del pasado. No obstante, cuando hagamos nuestro estudio, debemos tener como el fundamento de nuestro entendimiento de la Biblia la teología de la Asamblea de los Hermanos, y compararla con la línea de los de la vida interior. Debemos aceptar completamente la perspectiva calvinista de la predestinación, y también saber que la doctrina armeniana de la responsabilidad humana es absolutamente contraria a la Biblia y que no podemos aceptarla. Finalmente, debemos aceptar la verdad del reino para tener el debido equilibrio. No debemos leer los versículos que nos advierten que recibiremos un castigo o una recompensa en el reino venidero, y decir que esto significa que quienes son salvos aún pueden irse al infierno y perecer. Esto es errado.

Las cinco advertencias del libro de Hebreos

  En el libro de Hebreos encontramos cinco advertencias. Si las leemos superficialmente, nos llevaríamos la impresión de que es posible que un creyente pueda perderse. Por ejemplo, la primera advertencia, en 2:3 dice: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Muchos predicadores citan este versículo cuando predican el evangelio. Ellos dicen: “Esta ‘salvación tan grande’ es la salvación obtenida en la cruz, la salvación que se obtuvo al Jesús morir en la cruz por ti. Si yo les predico esto a ustedes y ustedes lo descuidan, ¿cómo escaparán? Ciertamente serán juzgados y se irán al infierno”. Emplear este versículo de esta manera tal vez sea aceptable, pero hablando con propiedad, eso no es lo que significan estas palabras aquí.

  Hebreos 1 dice que Jesús es Dios, el Creador, el Hijo de Dios, el resplandor de la gloria de Dios y la impronta de Su sustancia (vs. 2, 3, 6, 8). También dice que Él pasó por la experiencia de la muerte y la resurrección y llegó a ser el Hijo primogénito de Dios (vs. 5-6). Luego el capítulo 2 dice que Él no sólo es Dios, sino también un hombre (vs. 5-9), pues se hizo carne, tomando un cuerpo de carne y sangre. Luego murió en la cruz y acabó con el pecado y Satanás (v. 14). Después resucitó de entre los muertos, y al hacerlo produjo a Sus hermanos, quienes son la iglesia (vs. 12, 17a). Además de eso, Él ascendió a lo alto y fue coronado de gloria y honra (v. 9). Ahora Él está sentado en los cielos, y vendrá otra vez, para introducir en la gloria a todos los que creen en Él (v. 10). ¡Cuán grande es esta salvación!

  Estas palabras acerca de esta salvación tan grande no fueron habladas a los pecadores, sino a aquellos creyentes hebreos que habían creído y ya eran salvos. Puesto que ya habían sido salvos, ellos debían haber salido del judaísmo. Sin embargo, aún estaban bajo la influencia del judaísmo y deseaban regresar al judaísmo. Regresar al judaísmo equivalía a abandonar a este Cristo, quien es tal Dios-hombre. Él es Dios, según los muchos aspectos que se describen en Hebreos 1, y también es un hombre, según los muchos aspectos que se describen en el capítulo 2. Así que, esta advertencia fue escrita con el fin de plantearles esta pregunta a los creyentes hebreos: “¿Cómo pueden ustedes abandonar a esta Persona tan maravillosa? ¿Cómo pueden descuidar una salvación tan grande? Si descuidan a este Cristo y regresan al judaísmo, ¿cómo podrán escapar? Dios ciertamente los castigará por ello”.

  Aunque el judaísmo originalmente había sido establecido por Dios, terminó por convertirse en una religión tradicional que había abandonado a Dios. ¿Cómo podemos afirmar esto? ¿Acaso el Señor Jesús no era Dios? Él se hizo carne y vino para morar entre los judíos. Pero el judaísmo lo rechazó y finalmente lo echó fuera de la ciudad de Jerusalén, para que fuese clavado en la cruz en el monte Gólgota. De este modo, el judaísmo rechazó totalmente a Dios.

  Dios mismo pasó por muchos procesos. Él se encarnó, experimentó el vivir humano, murió, resucitó y liberó Su vida, con lo cual efectuó completamente Su obra redentora. Él no sólo acabó con las cosas negativas, sino que además liberó la vida que estaba en Su interior a fin de entrar en el hombre, y de este modo logró que el hombre fuera regenerado y llegara a ser una nueva creación. Éste es el comienzo de la salvación de Dios. Este Dios-hombre nos redimió y nos dio una salvación tan grande. Por lo tanto, no debemos abandonarlo para regresar al judaísmo, pues esto sería un pecado. Ésta es la interpretación correcta de este versículo, lo cual nos muestra que no debemos tomar versículos como éste fuera de su contexto.

  La segunda advertencia que se nos hace empieza en el capítulo 3 de Hebreos (3:7—4:13). Este capítulo afirma que tenemos un gran Apóstol, el Salvador, Jesús. Él es superior a Moisés y a Josué, y desea introducirnos en el reposo venidero que Dios ha determinado, el cual es el reino. Cuando venga el reino milenario, todos nosotros, quienes seguimos al Señor, entraremos en el reposo. Hoy en día somos como los israelitas cuando estuvieron en el desierto. Fue Josué quien los llevó al otro lado del río Jordán para que entraran en la tierra de Canaán como su reposo. Sin embargo, aquello sólo era un tipo. El nombre Josué en hebreo equivale a la palabra griega Jesús. Hoy en día nuestro Josué es Jesús, quien nos introducirá en el reino para que seamos reyes juntamente con Él en el reino. Entonces disfrutaremos del reposo. Mientras viajaban, muchos israelitas cayeron en el desierto y, por tanto, no pudieron entrar en el reposo de Canaán. Por consiguiente, nosotros también debemos ser cuidadosos. Hoy podemos ver que muchos cristianos están cayendo. Es por ello que se nos da la advertencia con respecto a no alcanzar el reposo prometido.

Debemos hablar la palabra hasta que el Señor Jesús regrese

  Después de estas dos advertencias, se nos dan tres advertencias más en el libro de Hebreos. Éstas se describen detalladamente en el Estudio-vida de Hebreos. Cuando ustedes lean estos mensajes, entenderán muy claramente estas advertencias. Le damos gracias al Señor y lo alabamos porque todos estamos levantándonos para hablar. Si todos los santos de Taipéi y todos los santos de Taiwán continúan hablando, finalmente tendrá que producirse un resultado. La palabra de Dios crecerá y prevalecerá. Debemos continuar hablando la palabra hasta que el Señor Jesús regrese.

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