
Lectura bíblica: Jer. 31:33; He. 8:10; Sal. 51:6; 1 Ts. 5:23; He. 4:12; Lc. 1:46-47; Fil. 1:27; Mr. 12:30
En este capítulo continuaremos viendo los detalles de las partes del hombre como vaso del Señor. Hemos visto claramente que la intención de Dios es forjarse a Sí mismo en nosotros para ser nuestra vida y nuestro todo. En otras palabras, Él tiene que ser nuestro contenido. Para lograr este propósito, Dios nos creó como Sus vasos compuestos de muchas partes. La palabra partes no es un término usado sólo por nosotros, sino que está en la Palabra de Dios. Jeremías 31:33 dice: “Éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, declara Jehová: Pondré Mi ley en sus partes internas, y sobre su corazón la escribiré”. Las partes externas son los miembros de nuestro cuerpo, pero dentro de nuestro cuerpo están las partes internas. Debemos conocer qué cosa son estas partes internas. Hebreos 8:10, una cita de Jeremías 31:33, dice: “Pondré Mis leyes en la mente de ellos”. Las partes internas mencionadas en Jeremías 31 vienen a ser “la mente de ellos” en Hebreos 8. Esto indica que la mente es una de las muchas partes internas.
Salmos 51:6 dice: “He aquí, te deleitas en la verdad en las partes internas; / y, en la parte escondida, Tú me harás conocer sabiduría”. Aquí vemos de nuevo las partes internas. Además de éstas, tenemos también la parte escondida. La verdad se halla en las partes internas, pero la sabiduría se halla en la parte escondida. Debemos descubrir qué son las partes internas y la parte escondida.
En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos dice que somos seres tripartitos, constituidos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Este versículo nos da el orden apropiado de estas tres partes, al decir: “Vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo”; no dice vuestro cuerpo y vuestra alma y vuestro espíritu. El siguiente diagrama es una ilustración de las partes del hombre.
Hebreos 4:12 dice: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Esto nos muestra que el espíritu y el alma pueden ser divididos y deben ser divididos. Para conocer a Cristo y entrar en Él como nuestro reposo y nuestra buena tierra, necesitamos discernir el espíritu del alma. El espíritu es el lugar donde Cristo mora en nosotros (2 Ti. 4:22). Si hemos de conocer a Cristo en nuestra experiencia, necesitamos aprender a dividir nuestro espíritu humano de nuestra alma.
Lucas 1:46 y 47 dicen: “Mi alma magnifica al Señor; y mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador”. Aquí vemos de nuevo la diferencia que hay entre el alma y el espíritu. Filipenses 1:27 habla de estar firmes en un mismo espíritu y de combatir unánimes [lit., con una sola alma]. Este “mismo espíritu” no es el Espíritu Santo, sino nuestro espíritu humano. En este versículo también vemos la diferencia entre el espíritu y el alma.
Hebreos 4:12 no sólo habla de dividir el alma del espíritu; también menciona las coyunturas y los tuétanos. Las coyunturas y los tuétanos son algo del cuerpo. Este versículo habla además de los pensamientos y las intenciones del corazón. Aun en el corazón vemos la diferencia que hay entre los pensamientos y las intenciones. Marcos 12:30 dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Este versículo se refiere a cuatro partes: el corazón, el alma, la mente y las fuerzas. Todas ellas deben ser discernidas por la palabra viva de Dios. Esto comprueba que a fin de conocer al Señor de manera práctica y real, debemos discernir todas estas cosas. Debemos conocer los pensamientos del corazón, las intenciones del corazón y todas las muchas partes del corazón.
El alma se compone de tres partes, y el espíritu también posee tres partes, o tres funciones. Debemos conocer las tres partes del alma y las tres partes del espíritu. Además, también debemos conocer lo que es el corazón. En 1 Tesalonicenses 5:23 se habla de todo nuestro ser, cuando nos dice que somos seres tripartitos compuestos de espíritu, alma y cuerpo, pero no dice nada sobre el corazón. Por consiguiente, debemos ver lo que es el corazón, de qué se compone y cómo podemos localizarlo con relación a las partes internas y la parte escondida.
Si ponemos juntos todos estos versículos, podremos ver que hay muchas diferentes partes internas dentro de las muchas partes externas del cuerpo. ¿Cuáles son estas partes? Según 1 Tesalonicenses 5:23, dentro del cuerpo tenemos un alma y un espíritu. El salmo 51 nos dice que tenemos las partes internas y la parte escondida. Según Jeremías 31 y Hebreos 8, la mente es una de las partes internas, y como veremos, la mente es una parte del alma. Así pues, las partes internas tienen que ser todas las partes del alma. La parte escondida tiene que ser el espíritu, porque nuestro espíritu está escondido dentro de nuestras otras partes; es la parte más profunda y escondida, no dentro del cuerpo, sino dentro del alma. En resumen, tenemos la parte exterior del cuerpo, las partes internas del alma y el espíritu que es la parte escondida.
El alma se compone de tres partes: la mente, la parte emotiva y la voluntad. Esto se comprueba clara y definitivamente con la Palabra de Dios. Proverbios 2:10 nos da el fundamento espiritual para probar que la mente es una parte del alma. Este versículo dice: “La sabiduría entrará en tu corazón, / y el conocimiento será grato a tu alma”. Puesto que el conocimiento es un asunto de la mente, esto prueba que la mente es una parte del alma. Proverbios 19:21 y 24:14 también nos indican que el conocimiento y la sabiduría están relacionados con el alma. Además, Salmos 139:14 dice: “Mi alma lo sabe bien”. Ya que saber es algo de la mente, esto también prueba que la mente debe ser una parte del alma. Salmos 13:2 habla de tomar consejo en el alma. Este consejo debe ser algo que consideramos en la mente. Lamentaciones 3:20 dice: “Mi alma los recuerda bien”, lo cual indica que el alma puede recordar cosas. Estos versículos nos permiten ver con claridad que la mente, como el órgano que tiene la capacidad de conocer, considerar y recordar, es una parte del alma.
La segunda parte del alma es la voluntad. Job 7:15 dice: “Mi alma preferiría”, y 6:7 dice: “Mi alma se niega”. Preferir o negar algo son decisiones y funciones de la voluntad. Estos pasajes muestran que la voluntad tiene que ser una parte del alma. En 1 Crónicas 22:19 se nos dice: “Ahora, aplicad vuestro corazón y vuestra alma a buscar a Jehová vuestro Dios”. Así como aplicamos nuestra mente para pensar, este versículo dice que debemos aplicar nuestra alma para buscar a Jehová. Esto por supuesto implica tomar una decisión. Que el alma tome una decisión también muestra que la voluntad es una parte del alma. Números 30:2 dice: “Cuando un hombre haga voto a Jehová, o haga juramento ligándose con obligación”. La palabra ligándose, que aparece once veces en este capítulo, literalmente significa “atar, o ligar, el alma de uno”. Ligarse en el alma implica tomar una decisión. Este capítulo de Números trata acerca de los votos hechos al Señor. Debido a que debemos tomar una decisión para ligar nuestra alma en un voto al Señor, esto también prueba que la voluntad debe ser una parte del alma. Sería beneficioso que los hermanos y las hermanas, especialmente los jóvenes, recordaran todos estos versículos. Ellos deberían tomar la carga de aprender esto.
La parte emotiva comprende muchas cosas, incluyendo el amor, el odio, el gozo y el dolor. El Cantar de los Cantares 1:7 y Salmos 42:1 nos muestran que amar es una función del alma. Esto comprueba que dentro del alma está el órgano, la función, de la parte emotiva. En 2 Samuel 5:8, Salmos 107:18 y Ezequiel 36:5 se nos muestra que odiar, aborrecer y despreciar también están en el alma. Despreciar en el alma es el odio que procede del alma. Dado que éstas son emociones, esto también prueba que la parte emotiva tiene que ser una parte del alma.
El gozo es una gran parte de nuestras emociones. Isaías 61:10 y Salmos 86:4 nos dicen que el gozo está en el alma. Esto nuevamente prueba que la parte emotiva es una parte del alma. Deuteronomio 14:26 y Jeremías 22:27 nos dicen que el alma tiene deseos y anhelos. Según las mejores traducciones y las concordancias de Strong y de Young, las expresiones ansían en Jeremías 44:14 y anhelo de sus corazones en Ezequiel 24:25 pueden traducirse literalmente como “levantar el alma”. Estos versículos nos dicen que el anhelo de la parte emotiva es algo que está en nuestra alma. Además, 1 Samuel 30:6, Jueces 10:16 y Job 30:25 hablan de sentir amargura, aflicción y tristeza en el alma.
Los versículos de las Escrituras antes mencionados, son la base para afirmar que dentro del alma tenemos tres partes: la mente, como parte rectora, con la voluntad y la parte emotiva. Éstos son los mejores versículos que prueban esto, aunque no son los únicos. Si estudiamos todas las Escrituras, difícilmente encontraremos que el alma consta de otras partes además de estas tres. Estas tres partes del alma incluyen todas las funciones del alma.
Ahora consideraremos nuestro espíritu humano. En Dios hay tres personas; en el hombre hay tres partes, y el alma también tiene tres partes internas. Además de esto, el espíritu posee tres partes o funciones. Conforme a las Escrituras, el tabernáculo y el templo también fueron hechos de tres partes. En el edificio de Dios, el número tres es una figura básica. El arca de Noé tenía tres pisos, y en el tabernáculo vemos el número tres muchas veces. Por ejemplo, la anchura de las tablas que estaban de pie era de un codo y medio; dos tablas formaban un par y una medida completa de tres codos. Esto prueba que no podemos ser independientes. Siempre necesitamos otra mitad, tal como el Señor enviaba a Sus discípulos de dos en dos. Por nosotros mismos sólo somos un codo y medio, pero dos juntos hacemos tres codos, que es una unidad completa. Esto nos muestra que el número tres es una unidad completa en el edificio de Dios.
Las tres funciones del espíritu son la conciencia, la comunión y la intuición. Es muy fácil entender cuál es la función de la conciencia, la cual nos hace conocer lo correcto y lo incorrecto, y condenar o justificar algo delante de Dios. También es muy fácil saber lo qué es la comunión, la cual es para que podamos tener comunión con Dios, o sea tener contacto con Él. En nuestro espíritu hay una función, o una parte como un órgano, el cual tenemos a fin de tener comunión con Dios, conversar íntimamente con Dios y tener contacto con Dios, o dicho simplemente, tocar a Dios. Sin embargo, no es tan fácil conocer lo que es la intuición; es una percepción directa o un conocimiento directo. Nuestro espíritu posee esta otra parte que en muchas ocasiones es un sentir directo independiente de la razón, las circunstancias, el trasfondo o el medio ambiente. A este órgano o función lo llamamos la intuición del espíritu, junto con un sentir directo y un conocimiento directo de parte de Dios.
Romanos 9:1 dice: “Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo”. Debemos comparar este versículo con Romanos 8:16, que dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Por una parte, el Espíritu Santo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, y por otra, nuestra conciencia da testimonio con el Espíritu Santo. Por esto podemos localizar la conciencia en el espíritu humano. En 1 Corintios 5:3 el apóstol Pablo dice: “Pues yo, por mi parte, aunque ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho”. Esto significa que en su espíritu Pablo juzgó al hermano pecaminoso. Juzgar es condenar o justificar algo. Esto es asunto de la conciencia, pero el apóstol dijo que él juzgaba en su espíritu. Esto también prueba que la función de condenar o justificar, o sea, la conciencia, está en el espíritu.
Salmos 51:10 habla de un espíritu firme, y 34:18 se refiere a los contritos de espíritu. Ser contritos es darnos cuenta que estamos equivocados, nos acusamos y nos condenamos a nosotros mismos. El bien y el mal están relacionados con la conciencia. Este versículo dice: “Contritos de espíritu”, lo cual prueba nuevamente que la conciencia está relacionada con el espíritu.
Deuteronomio 2:30 dice de Sehón, rey de Hesbón, que Dios había “endurecido su espíritu”. Tener un espíritu endurecido es ser endurecido en la conciencia, ser descuidados al tratar con la conciencia, sin importar lo que dice la consciencia. Todos los versículos antes mencionados constituyen una base sólida para demostrar que la función de la conciencia está en el espíritu humano.
Es muy fácil hallar una base para decir que la función de la comunión está en el espíritu. Juan 4:24 dice que como Dios es Espíritu —el divino, el Espíritu Santo— nosotros debemos adorarle en nuestro espíritu humano. Adorar a Dios en nuestro espíritu es tener comunión con Dios, contactar a Dios y estar en conversación íntima con Él. Por consiguiente, este versículo muestra que nuestro espíritu posee la función que nos permite rendir adoración a Dios y tener comunión con Él. En Romanos 1:9 el apóstol Pablo dice: “Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu”. Servir a Dios también implica cierta clase de comunión con Dios. En cuanto a servir en el espíritu, debemos añadir Romanos 7:6, donde dice que “sirvamos en la novedad del espíritu”. El servicio que rendimos al Señor, que es la comunión que tenemos con el Señor, está en nuestro espíritu.
Efesios 6:18 dice: “Orando en todo tiempo en el espíritu”. Conforme al texto griego, este versículo no se refiere al Espíritu Santo, sino a nuestro espíritu humano. Orar es tener comunión con Dios, así que orar en el espíritu significa que la comunión con el Señor es algo en nuestro espíritu. Lucas 1:47 dice: “Mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador”. Esto indica que el espíritu ha contactado a Dios, lo cual es otra prueba que la comunión que tenemos con Dios es una función de nuestro espíritu. Como vimos, Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu”. Esto deja bien claro que tener comunión con Dios toma lugar tanto en nuestro espíritu como en el Espíritu de Dios, lo cual muestra nuevamente que la comunión es una función de nuestro espíritu. Finalmente, en 1 Corintios 6:17 se nos dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. El hecho de que podemos ser un solo espíritu con el Señor es la verdadera comunión, y esta comunión es en el espíritu. Todos estos nos dan pruebas contundentes de que la función de la comunión está en nuestro espíritu humano.
Hablar de la intuición es un poco más difícil, pero aun tenemos la base bíblica. En 1 Corintios 2:11 se nos dice: “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?”. Nuestro espíritu puede conocer y discernir cosas que el alma no puede. Esto prueba que nuestro espíritu posee una capacidad adicional muy especial de saber. Saber algo en nuestra alma es un conocimiento basado en la razón y las circunstancias, pero nuestro espíritu puede discernir y conocer cosas independientemente de la razón; conoce directamente, tiene un sentir directo. Este versículo prueba que este sentir directo, o sea, la intuición, está en nuestro espíritu.
Marcos 2:8 dice que Jesús conocía en Su espíritu aquello que cavilaban los escribas, y 8:12 declara que Él gemía profundamente en su espíritu. Esto significa que uno se da cuenta de algo en el espíritu que le causa aflicción. Juan 11:33 afirma que Jesús “se indignó en Su espíritu”. Afligirse o gemir a causa de algunas cosas en el espíritu implica el hecho de conocer, percibir y discernir estas cosas. Estos versículos son una prueba adecuada que muestra que nuestro espíritu posee la función de darnos cuenta, discernir y percibir cosas, tener un sentir directo. Llamamos a esto la intuición, la tercera función o la tercera parte de nuestro espíritu.
Entonces, ¿qué es el corazón? El corazón no es una parte separada, algo aparte del alma y del espíritu. Como seres humanos, solamente tenemos espíritu, alma y cuerpo; nuestro corazón no es una cuarta parte, este no existe de manera separada. Más bien, el corazón es una composición de todas las partes del alma más la primera parte del espíritu, la conciencia. Como hemos visto, las partes del alma son la mente, la parte emotiva y la voluntad. El corazón incluye todas estas partes más una parte del espíritu, que es la conciencia.
La mente, la primera parte del alma, es una parte del corazón. Mateo 9:4 dice: “Conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?”. Pensamos con nuestro corazón. Dado que pensar es algo de la mente, prueba que la mente es una parte del corazón. Génesis 6:5 dice: “Era mucha la maldad del hombre en la tierra, y que toda imaginación de los pensamientos de su corazón era de continuo solamente el mal”. Los pensamientos también provienen de la mente, pero este versículo habla de los pensamientos del corazón. Hebreos 4:12 también menciona los pensamientos del corazón. Estos tres pasajes son una prueba adecuada y contundente de que la mente, que es el órgano con el cual pensamos, es una parte del corazón.
Con respecto a la voluntad, Hechos 11:23 habla del “propósito de corazón”. Proponerse es un asunto de la voluntad; es la función de la voluntad, pero este versículo dice que es algo del corazón. Hebreos 4:12 también hace referencia a las intenciones del corazón. Las intenciones, al igual que los propósitos, son algo de la voluntad, pero aquí dice que son algo del corazón. Esto prueba que la voluntad es una parte del corazón. Estos dos versículos son suficiente prueba de esto. Para probar algo de las Escrituras se requieren dos versículos, debido a que dos es el número de testimonio.
Con respecto a la parte emotiva, el Señor dijo en Juan 16:22: “Se gozará vuestro corazón”. El gozo es un asunto de la parte emotiva, pero aquí el Señor dijo que el corazón se goza. Esto prueba que la parte emotiva es también una parte del corazón. En el mismo capítulo el Señor dijo: “Tristeza ha llenado vuestro corazón” (v. 6). La tristeza también es algo de la parte emotiva, pero estos dos versículos prueban que la parte emotiva está en el corazón.
Hebreos 10:22 dice: “Purificados los corazones de mala conciencia con la aspersión de la sangre”. La conciencia tiene mucho que ver con el corazón. Para tener un corazón puro, debemos tener una conciencia sin ofensa. Si nuestra conciencia es rociada con la sangre, podemos tener un corazón puro. Esto prueba, sin duda alguna, que la conciencia es una parte del corazón. En 1 Juan 3:20 se nos dice que “nuestro corazón nos reprende”. La reprensión es la función de la conciencia, pero aquí dice que es un asunto del corazón, lo cual prueba que la conciencia es una parte del corazón.
Por todo lo mencionado anteriormente, tenemos una base para probar que estas cuatro partes —la mente, la voluntad, la parte emotiva y la conciencia—, es decir, todas las partes del alma y la primera parte del espíritu, juntas son los componentes del corazón.