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Mensajes del libro «Tratar con nuestras partes internas para el crecimiento en vida»
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CAPÍTULO SEIS

LA DIFERENCIA ENTRE LA VIDA Y LA APARIENCIA DE PIEDAD, EL CELO EN EL SERVICIO, EL CONOCIMIENTO, LOS DONES Y EL PODER

  Lectura bíblica: 2 Ti. 3:5; 1 Ti. 3:16a; Hch. 22:3; Ro. 12:11; 1 Co. 8:1; 6:17; Nm. 22:28; 1 Co. 1:22-24; 3:1

LA APARIENCIA DE PIEDAD

La verdadera piedad es la semejanza de Dios

  En 2 Timoteo 3:5 se nos dice: “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán el poder de ella; de éstos apártate”. Debemos ver la diferencia entre el crecimiento de vida y la apariencia de piedad que se menciona en este versículo. Repito de nuevo, debemos aprender dos lecciones. Una lección es conocer la realidad de estas verdades, y la otra es saber cómo presentar lo que conocemos de una manera clara para que las personas fácilmente lo comprendan y entiendan. En breve, la piedad quiere decir la semejanza de Dios. Ser piadoso es ser como Dios. En 1 Timoteo 3:16a dice: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: / Él fue manifestado en la carne”. El misterio de la piedad es Dios manifestado en la carne, en un ser humano. Por consiguiente, la piedad significa la semejanza de Dios, ser como Dios. Éste es un tema grandioso. El hombre fue creado a la imagen de Dios, conforme a la semejanza de Dios, con la intención de que fuese igual a Dios. Es la intención de Dios que seamos como Él, que tengamos Su imagen y Su semejanza. No obstante, en 2 Timoteo 3:5 se nos habla de tener la apariencia de piedad, sin el poder de la piedad. Negar el poder de la piedad indica que no se tiene su realidad viviente; se tiene la forma sin tener la vida.

La forma de la piedad es solamente la apariencia de piedad

  La forma de la piedad es solamente la apariencia externa, la semejanza exterior, de la piedad. Dios es santo, así que es posible que intentemos ser santos como Él lo es. Dios es separado de todas las cosas comunes, así que podemos intentar también separarnos de todas las cosas comunes. Dios es amor, así que tal vez tratemos de ser como Dios y mostrar amor hacia los demás. Además, Dios es luz, así que también podemos tratar de estar en la luz y evitar las cosas de la oscuridad. Todo esto es solamente la forma, la apariencia, de la piedad, de la semejanza de Dios. En el cristianismo actual podemos ver fácilmente muchas formas de piedad, en especial al asistir a un “servicio” eclesiástico. Muchos creen que para mostrar que son personas piadosas, ellos deben tomar su Biblia en la mañana del día del Señor y caminar de cierta manera. Luego entran en el edificio de la iglesia, y toman asiento silenciosamente. Cuando yo era joven, fui influenciado por estas cosas y quería aprenderlas. Ésta es la forma de la piedad, tal como muchos lo practican en el cristianismo actual. Eso no es el crecimiento de vida.

  En los cuatro Evangelios, el Señor Jesús era una persona viviente. Él era verdaderamente santo. Él era el amor y la luz verdaderos. Esto describe la viva realidad, no la forma. Lo que los fariseos tenían era solamente la forma; pero lo que el Señor Jesús era, era la viva realidad de la piedad.

  Hace muchos siglos atrás hubo un hombre de Dios, un hombre realmente santo. En una ocasión fue invitado a ministrar en otra ciudad. Dado que él era famoso, el día de su llegada la gente de esa ciudad le esperaba entusiasmada para darle la bienvenida. Él anticipaba eso, así que antes de llegar allí se desapareció de la vista pública y se fue a un pequeño parque a jugar con unos niños en un subibaja. En el tiempo acordado de su llegada, la gente no pudo encontrarlo. Lo buscaron por toda la ciudad hasta que finalmente le vieron jugando con los niños. Particularmente en ese tiempo, la gente pensaba que un hombre de Dios debía parecer santo, como un sacerdote con una túnica larga. Ese hermano sabía que si él llegaba a la ciudad vestido de esa manera, todos le admirarían. En lugar de ello, la gente se preguntaba: “¿Qué clase de persona es ésta? ¿Es éste un siervo de Dios? ¿Es éste un hombre de Dios que primero va al parque a jugar con los niños?”. Al hacer esto, él intentaba romper con el concepto natural de piedad que ellos tenían para ayudarles a que viesen lo que era la piedad verdadera.

La realidad de la piedad proviene del aumento de Cristo dentro de nosotros

  La realidad de la piedad es el crecimiento de vida, y el crecimiento de vida es el aumento de Cristo dentro de nosotros. No es tener una actuación externa. Más bien, esto requiere abrirse otra vez al Señor a fin de tener contacto con Él cada día y todos los días, ser un solo espíritu con el Señor, y ser lleno, saturado e impregnado de Él y ser absorbido por Él. Entonces Él se manifestará en nuestro vivir, y de manera espontánea e inconscientemente seremos personas piadosas. Tal vez no tengamos la intención de ser como Dios o de ser piadosos, pero somos uno con el Señor y siempre estamos llenos de Él. Él fortalece nuestro hombre interior, hace Su hogar en todas las partes de nuestro ser, e incluso somos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:16-19). Entonces lo que seamos espontáneamente será la semejanza de Dios. Ésta es la viva realidad de la piedad. No es necesario hacer una actuación para mostrar que somos tan santos como Dios, ni para mostrar que tenemos amor como Dios lo tiene.

La piedad se manifiesta de diferentes maneras en diferentes personas

  Supongamos que todos vivimos por Cristo de tal manera que somos llenos con todas las riquezas de Cristo hasta la plenitud de Dios. Tenemos el crecimiento de vida con la viva realidad de la piedad. En este caso, ¿seremos todos iguales? Puesto que todos portamos la semejanza de Dios, la viva realidad de la piedad, al parecer todos deberíamos ser iguales. Sin embargo, la piedad es Dios manifestado en el hombre. Dios es el mismo, pero con la manifestación de Dios en el hombre hay una diferencia. La manifestación de Dios en el hombre es diferente en las diferentes personas. Podemos ver que Dios se manifestó en Pedro de una manera y en Pablo de otra manera. En todos los apóstoles vemos la manifestación de Dios, pero tal manifestación difiere según las diferentes personas.

  Todos apreciamos la forma de ser de Pablo. Un hermano sencillo puede pensar que debe imitar a Pablo para tener la semejanza de Dios, pero con ello solamente conseguiría tener la forma de la piedad. Cuando me enfermé gravemente en 1943, teníamos una anciana colaboradora, la hermana Wong. Ella estaba muy llena del Señor y vino de Shanghái con el propósito de verme. Ella fue de gran ayuda a los hermanos, y especialmente a las hermanas. Siendo esta clase de hermana en el Señor, no cabe duda que ella tenía cierta expresión. Después de permanecer entre nosotros por casi dos semanas, todas las hermanas jóvenes comenzaron a imitarla. Ella hablaba de cierta manera, y todas las hermanas jóvenes aprendieron a hablar de la misma manera. Después de mi recuperación, di un mensaje a todas las hermanas para decirles que eso no era la piedad; que esto era una mera imitación, una forma. Les dije que sencillamente debían ser genuinas. Ellas debían aprender a abrirse al Señor para que Él pudiera llenarlas. Entonces, en cada una Él saldría de ellas según Su propia manera. Todas serían manifestaciones del Señor, pero todas serían diferentes. Nuevamente les digo, el crecimiento de vida es simplemente el aumento, la expansión y la propagación de Cristo. No es algo que sólo tiene una forma.

EL CELO EN EL SERVICIO

  También hay una diferencia entre el crecimiento de vida y el celo en el servicio. Hechos 22:3 demuestra que el celo es algo muy diferente de Cristo como vida. Pablo dijo de sí mismo que antes de recibir a Cristo, había sido “instruido a los pies de Gamaliel, en el rigor de la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros”. Pablo no tenía a Cristo, sin embargo era celoso de Dios. Casi todos los judíos de ese tiempo eran personas celosas sin Cristo. ¿Entonces que es el verdadero celo? Es el arder de Cristo. Cuando nos abrimos al Señor y le permitimos que venga a llenarnos, Él es el que arde. Él no solamente fluirá desde nosotros, sino que nos quemará y hará que ardamos a fin de quemar a otros. Cuanto más le contactemos y más llenos seamos, más seremos quemados y más ardientes seremos.

  El celo verdadero no proviene del alma, sino del espíritu, como dice en Romanos 12:11: “En el celo, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. ¿Cómo podemos ser fervientes en espíritu? Esto requiere que nos abramos al Señor desde lo profundo de nuestro ser, desde nuestro espíritu, y dejemos que el Señor nos llene desde nuestro interior. Entonces seremos ardientes en el espíritu, y seremos celosos, fervientes, en el espíritu.

  Debemos aprender a distinguir entre una persona que es meramente ferviente y celosa en su servicio a Dios, y una persona que está llena de Cristo, que ha sido quemada por Cristo y que es ferviente en espíritu. Este celo, este fuego, tiene que ser Cristo mismo. De nuevo les digo, éste es el verdadero crecimiento de vida. Es posible tener a Cristo como vida dentro de nosotros, y aun así no tener el crecimiento de vida. Si experimentamos el crecimiento de vida, seremos quemados por Él y llegaremos a ser ardientes. Esto es el verdadero celo en el servicio.

EL AUMENTO DEL CONOCIMIENTO

  También debemos ver la diferencia entre el crecimiento de vida y el aumento del conocimiento. El conocimiento no es vida. En el cristianismo actual hay demasiado conocimiento. A modo de comparación, mucha gente tiene demasiado conocimiento, pero sabe muy poco de lo que necesita saber. Tienen muy poco de la vida genuina. El conocimiento en sí consiste en enseñanza y doctrinas, mientras que la vida es Cristo mismo. Como hemos visto claramente, el crecimiento de vida es el aumento y la expansión de Cristo, no el aumento del conocimiento. El conocimiento es algo en el alma, pero la vida es algo en el espíritu. Si sustraemos el conocimiento que solamente está en el alma, entonces lo que queda debe estar en el espíritu.

  El libro 1 Corintios trata sobre este asunto. Lo que los corintios tenían era sólo conocimiento en el alma. Por esta razón, este libro nos dice que el conocimiento envanece (8:1). Todos los creyentes corintios eran anímicos, pues tenían mucho conocimiento en su alma. Por tanto, el apóstol Pablo no los exhortó a ejercitar su alma, sino su espíritu, a no asimilar más conocimiento, sino a tener más y más contacto con el Señor. Es en este libro que él nos dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él” (6:17). El alma es un órgano que está lleno de conocimiento, pero el espíritu está lleno de Cristo. En este libro tenemos un contraste entre Cristo y el conocimiento. Cristo es la vida misma que está en el espíritu, y todo lo demás es meramente conocimiento en el alma. Lo que nosotros sabemos, sea lo que sea, incluyendo el conocimiento acerca de Dios, puede ser mero conocimiento en el alma. Los corintios pensaban que sabían muchas cosas, por eso el apóstol Pablo trató con ellos, señalándoles que todo lo que sabían era solamente a manera del conocimiento en el alma. Lo que necesitaban era la verdadera experiencia de Cristo como vida en el espíritu.

  El conocimiento es algo que está en el alma, mientras que la vida es algo que está en el espíritu. Todo lo que tenemos en el alma es sólo conocimiento. Aun es posible tener mucho conocimiento de Cristo en el alma, pero lo que necesitamos no es solo abrir nuestra mente al conocimiento, sino abrir nuestro espíritu al Señor. Hoy tenemos necesidad de una sola cosa: abrirnos al Señor, tener contacto con Él y permitir que Él entre, nos llene, nos sature y haga Su hogar en nosotros para que seamos llenos, no con el conocimiento de Dios, sino hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto es lo único que recalcamos en estos días.

LA MANIFESTACIÓN DE LOS DONES

  El crecimiento de vida es diferente de la manifestación de las cosas milagrosas, o sea, los dones sobrenaturales mencionados en 1 Corintios 12 y 14. Es una verdadera tragedia que en el cristianismo actual muchos cristianos consideren que los dones milagrosos y la vida son lo mismo. El asna del profeta Balaam que habló un lenguaje humano es un ejemplo muy bueno para demostrar que los dones milagrosos no pertenecen a la vida (Nm. 22:28). Lo que el asna habló fue una lengua genuina y real. Muchas personas proclaman que han hablado en lenguas, pero dudo que hayan hablado en una lengua genuina. Sin embargo, aun si alguno hablara en una lengua genuina, aun así, eso no sería vida.

  En 1 Corintios se habla no sólo del conocimiento, sino también de los dones. No solamente el conocimiento, sino también los dones están en contraste con Cristo. Los versículos 22 y 23 de capítulo 1 dicen: “Ciertamente los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos tropezadero, y para los gentiles necedad”. Las señales y los prodigios son algo milagroso y sobrenatural. Debemos tener cuidado al hablar sobre los dones, porque este tema es muy complicado. Pero, debo hablar la verdad y debo decirles que en toda mi vida cristiana nunca he visto una persona que enfatizara hablar en lenguas y que fuese genuinamente una persona espiritual. Le será difícil a cualquier hermano o hermana que insiste en hablar en lenguas conocer la vida.

  Aquí vemos una diferencia. La vida es una cosa, y la manifestación de los dones es otra. También nos damos cuenta que la manifestación apropiada de los dones tiene como objetivo la vida. Sin embargo, la manifestación de los dones no es la vida misma. La vida es Cristo, y el crecimiento de vida es el aumento y la expansión de Cristo. Los creyentes corintios en esa época se interesaban mucho por hablar en lenguas, pero en el capítulo 3 Pablo les dijo que ellos no solamente eran infantiles, sino niños (v. 1). Hablaban en lenguas más que ninguno, pero eran niños debido a que habían sido distraídos por el hablar en lenguas. El uso apropiado de hablar en lenguas es cuando sirve de ayuda a la vida, pero los corintios estaban distraídos por eso y fueron frustrados de conocer a Cristo como su vida.

  El conocimiento ni los dones son vida. Ninguna clase de don es vida, porque la vida es simplemente Cristo mismo. Por lo tanto, el crecimiento de vida es el aumento de Cristo, no la manifestación de algún don. Hablar en lenguas y sanar a la gente milagrosamente son manifestaciones de los dones. Éstos son para la vida, pero no son la vida misma.

EL AUMENTO DE PODER

  También hay una diferencia entre el crecimiento de vida y el aumento de poder. Sansón era muy poderoso, pero ¿qué era lo que tenía, vida o simplemente poder? A veces la gente dice que también Pedro era poderoso; aunque muchas veces pienso que Pedro no era tan poderoso como Sansón. Pedro era poderoso en una esfera distinta, de una manera diferente. Sansón tenía un poder genuino que provenía de Dios, pero ese poder no era vida. No podemos ver mucha vida en el relato acerca de Sansón.

  Hoy en día, muchos cristianos no pueden diferenciar entre la vida y el poder. En un sentido, es posible que alguno tenga cierto poder espiritual, y aun así esté muy escaso de vida. El poder debe ser para la vida, pero actualmente la gente confunde el poder con la vida. Es posible que una persona poderosa no esté llena de vida. Necesitamos diferenciar una cosa de la otra. El poder sirve para la vida, pero el poder no es vida. No importa cuánto incremento de poder tengamos, seguiremos siendo pobres en el crecimiento de vida. Para el crecimiento de vida se necesita la obra de la cruz, pero para el poder mismo no se necesita dicha obra.

  ¿Entonces qué es la vida? Repito nuevamente, la vida es Cristo, y el verdadero crecimiento de vida es el aumento y la expansión de Cristo. ¿Cómo podemos experimentar la expansión de Cristo? No hay otra manera, excepto abrirnos al Señor y tener siempre contacto con Él, no sólo una vez al día sino todo el tiempo, diariamente, todos los días. Tenemos que abrirnos a Él y permitir que Él entre. Por consiguiente, debemos olvidarnos de nuestro comportamiento, de la apariencia de la piedad, del celo en el servicio, del conocimiento, de los dones y del poder. Sólo ponga su atención en una sola cosa, esto es, en Cristo, en abrir su ser a Él, tener contacto con Él, inhalarlo, y comer y beber de Él. Entonces tendremos no meramente un mejor comportamiento, sino una transformación. No tendremos meramente la apariencia de piedad, sino la realidad de la piedad. Dios tiene la apariencia de una piedra preciosa, semejante a jaspe, así que nosotros también tendremos la apariencia de jaspe (Ap. 4:3; 21:11). Seremos transformados en la misma imagen de Dios, no sólo en forma sino también en realidad.

  Entonces ciertamente, mientras más nos alimentemos con Cristo y le inhalemos, más fervientes seremos y estaremos ardientes; tendremos el verdadero celo interior. También tendremos el verdadero conocimiento, no el que está en el alma sino el verdadero conocimiento de Cristo en el espíritu. Tendremos más que simple conocimiento, tendremos la experiencia. Conoceremos a Cristo no meramente al leer y escuchar, sino al experimentarlo a Él. Además, no tendremos la mera manifestación de los dones, sino la función de la vida. La función de la vida surge del crecimiento de vida. Mientras más nos alimentemos del Señor, mientras más lo asimilemos a Él y crezcamos en Él, más se desarrollará nuestra función de vida. Entonces tendremos el poder en la vida, que es el Cristo que mora en nosotros como el verdadero poder, tal como 1 Corintios 1:24 nos dice que Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.

  A fin de conocer y experimentar la vida interior más y más, debemos aprender a diferenciar todas estas cosas. Debemos olvidarnos de todo excepto de la vida, y aprender a hacer una sola cosa: abrir nuestro ser a Cristo, tomarlo a Él como el árbol de la vida, comer de Él, beber de Él e inhalarlo a Él más y más. Esto produce el crecimiento genuino de la vida.

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