
Con respecto al cambio de sistema, el asunto por el cual siento una gran carga interior, es lo débil que está el ministerio de la palabra en las reuniones. En la actualidad, la nueva manera ha demostrado ser el camino correcto tanto en el oriente como en el occidente. Sin embargo, todas las situaciones y condiciones que se presentaron durante el periodo experimental demostraron que la forma en que hablamos la palabra en las reuniones es muy débil. No estamos pidiéndoles que hablen la palabra de una manera extraordinaria, pero al menos deben hablarla para suplir la necesidad. En este momento nuestro hablar no es ideal ni satisface la necesidad. En otras palabras, somos como un equipo que no logra clasificar para ir a las competencias, porque no ha llegado al estándar requerido.
Siempre he sentido una carga muy pesada por el ministerio de la palabra, y me he visto obligado a considerar cuidadosamente, ante el Señor, cómo atenderlo. Tomemos como ejemplo la iglesia en Taipéi. Si bien ésta es una iglesia muy numerosa que cuenta con más de veinte salones de reunión y más de cuatrocientos grupos pequeños, es evidente que tienen deficiencias en cuanto al ministerio de la palabra, por lo que hay poco suministro tanto en las reuniones grandes como en las pequeñas. Tenemos que resolver este problema cuanto antes. Todos sabemos que el alimento, el vestido, la vivienda y el transporte constituyen las grandes necesidades del hombre, pero la más esencial de todas es el alimento. Importa muy poco si una persona se viste con ropa vieja o si hay una pequeña gotera en su vivienda; sin embargo, su estómago no puede quedarse con hambre. Si un hombre sufre de hambre en el lugar donde vive día tras día, tarde o temprano terminará por abandonar ese lugar, pues no se resignará simplemente a esperar la llegada de su muerte. Por consiguiente, el hecho de que no nos hemos multiplicado en número se debe en un ochenta por ciento a la escasez de alimento y a nuestra incapacidad para alimentar a la gente.
Aunque es probable que ustedes no tengan las experiencias ni el conocimiento en cuanto a cómo guiar un grupo pequeño, aun si tan sólo lo intentaran, ustedes podrían aprender ciertos secretos y descubrir algunos puntos básicos. Por ejemplo, una persona no necesita asistir a un taller de carpintería para ser carpintero. Si ella practica desde su juventud tal oficio, bajo la dirección de un experto carpintero, con el tiempo adquirirá más experiencias y llegará a ser también un experto en la materia. De igual manera, a medida que asisten a las reuniones de grupo, y después de guiar a este grupo pequeño por cierto tiempo, ustedes descubrirán algunos secretos y factores esenciales. Según mis observaciones, el destino de los grupos pequeños depende completamente del ministerio de la palabra.
Primeramente, todos los colaboradores, todos los que sirven a tiempo completo, así como los ancianos y los miembros núcleo que conforman el grupo pequeño deben estar preparados para traer una palabra apropiada que sirva de alimento al grupo. Sin embargo, al preparar lo que van a decir, no deben considerarse como maestros que enseñan a sus estudiantes, ni como ancianos que visitan a los santos para que sean edificados. Si ustedes hacen eso, sin lugar a dudas fracasarán. Aun cuando tienen que preparase de antemano, deben adoptar la actitud de un estudiante, porque en los grupos pequeños no hay maestros ni líderes.
Segundo, no deben asistir a la reunión con la intención de dar una palabra de introducción. Ciertamente es un factor relevante que la reunión comience temprano o tarde, pero esto no es muy importante; lo que importa es si ustedes imparten o no el rico suministro a los demás y les proveen las riquezas divinas. Si ellos no comienzan la reunión de una manera adecuada, es decir, si los santos se ponen a charlar o si cantan el himno equivocado, entonces ustedes deberán abrir la reunión de manera apropiada. Si los santos inician la reunión de manera apropiada, ustedes simplemente deben dejarles que prosigan por sí solos.
Basándome en la condición de los grupos pequeños, me di cuenta de que la manera en que conducíamos las reuniones y perfeccionábamos a los santos era sumamente débil. En el pasado dependíamos de las reuniones grandes a las cuales asistía un gran número de gente. Ahora, después de implementar el cambio de sistema, tenemos reuniones de grupo pequeño con menos personas, y nadie sabe cómo llevar a cabo una reunión así. He asistido a varias reuniones de grupo, y todos se hallan en la misma condición. Asistían santos muy buenos, pero simplemente no sabían qué hacer en tales reuniones. Esto se debe a que nunca habíamos sido entrenados en esta nueva manera. Los santos saben cómo orar, cómo cantar y cómo leer las Escrituras, pero no saben cómo implementar estas mismas prácticas cuando se reúnen en grupos pequeños.
Si tuviéramos tiempo, les enseñaría cómo deben iniciar una reunión, o sea, cómo deben usar los himnos o los mensajes del Estudio-vida a fin de iniciar la reunión. De momento sólo puedo presentarles algunos principios. Para iniciar debidamente una reunión, ustedes deben señalar los puntos cruciales de la verdad que los santos han estado estudiando durante la semana. Por ejemplo, digamos que en esta semana están estudiando el mensaje diez del Estudio-vida de Gálatas, y el punto crucial es que “ya no vino yo, mas vive Cristo en mí”. Sabiendo esto, ustedes pueden aprovechar la oportunidad para guiar a los santos a que canten Himnos, #213; tan pronto ellos empiezan a cantar, la reunión habrá comenzado. Por tanto, antes de asistir a las reuniones de grupo pequeño, ustedes deben familiarizarse con el mensaje que se cubre durante la semana y tomar nota de los puntos cruciales. Una vez que estén en la reunión del grupo, deben aprender a compartirles estos puntos a los santos. No es necesario que lean todo el mensaje; simplemente aprendan los puntos cruciales y alimenten a los santos. Para comenzar la reunión, también pueden usar la Biblia y guiar a los santos a leer los versículos relacionados con el tema que están estudiando esa semana. Si ninguno sabe leer de manera apropiada; si leen de manera desorganizada y desordenada, o no saben cómo repetir-leer, ni cómo enfatizar-leer ni cómo orar-leer, entonces ustedes deben asumir la posición de un entrenador y procurar encontrar la manera de enseñarles y perfeccionarles, para que ellos aprendan a leer apropiadamente.
Es posible que hoy en día ustedes todavía estén aprendiendo cómo servir a tiempo completo, pero esto no es una excusa para no saber cómo conducirse en las reuniones de grupo pequeño. Quizás algunos digan que cuando servían a tiempo completo, en el pasado aprendieron a servir de manera diferente. Es verdad que en el pasado les dije que si uno deseaba servir al Señor a tiempo completo, primero tenía que empezar limpiando los inodoros de los salones de reunión, así como limpiar las ventanas, barrer el suelo y disponer el arreglo de las sillas. Yo mismo tomé la delantera en hacer esas cosas, pero no era mi intención guiar a los servidores por ese mismo camino; más bien, ellos mismos se desviaron del camino que yo establecí. Lo que quise decir en ese entonces era que estas eran las tareas y quehaceres básicos que uno tenía que aprender. Pero eso fue hace treinta y seis años. Hoy en día contamos con más de cien santos en cada salón de reunión; ¿habría aún la necesidad de que ustedes, los que sirven a tiempo completo, limpien las sillas y laven los inodoros? Si hacen eso, estarán haciendo el trabajo de otros. Dejen que otros limpien las sillas y ustedes hagan otras cosas.
En verdad espero que los ancianos no manden a los que sirven de tiempo completo a limpiar las ventanas, las sillas y los inodoros de los salones de reunión. Éstos ni siquiera tienen tiempo y energía suficientes para cuidar de los grupos pequeños; ¿por qué entonces obligarles a hacer estas cosas secundarias? Ciertamente debemos limpiar los salones, pero lo que nos hace falta ahora no son las personas con habilidad para la limpieza, sino personas que puedan hablar por el Señor. Nuestra situación es semejante a un colegio que tiene muchos estudiantes, aulas y cursos, pero faltan maestros. En otras palabras, son muchos los que pueden hacer la limpieza, pero son pocos los que pueden enseñar. Si no se limpian las sillas de los salones, eso indica que los ancianos no saben cómo guiar a los santos. Este es un problema de los ancianos. Si los ancianos no encuentran a nadie que limpie las ventanas o arregle las sillas, entonces deberían invitar a los santos a un ágape, una comida. Después del banquete, les será fácil pedirles a los santos que se integren al servicio. Cuando hay amor, es fácil tener comunión sobre cualquier asunto. Éste es un secreto muy eficaz. Esto no es un juego de “diplomacia”, sino ayudar y guiar a los santos al consolar cálidamente sus corazones.
En 1939 cuando estaba en la iglesia en Chifú, en las noches cuando no se celebraba ninguna reunión, yo solía invitar a los santos a que viniesen al local de reunión para que vinieran a comer a un ágape conmigo. Nos reuníamos en el segundo piso del salón, y en el primer piso había una cocina. Yo contrataba a un cocinero para que viniera a cocinar, pero no para mi, sino para que preparase el ágape para los santos. Solía invitar hasta veinte santos en cada ágape. Poco a poco, había invitado a comer todos los santos al menos una vez. Por supuesto, la asistencia a tales banquetes no estaba exenta de un costo. Pero, después de atender la comida, muchos de los santos se ofrecían a prestar su servicio a la iglesia.
Para atender los servicios de la iglesia, tales como ser ujieres o limpiar el salón de reunión, sólo necesitamos preparar unos cuantos ágapes para los santos. De esta manera, ellos estarán dispuestos a servir y también tendrán un corazón para el servicio. Sin embargo, no es posible llevar a cabo el servicio del ministerio de la palabra simplemente dando banquetes, ágapes. Nuestra situación es semejante a un colegio que no tiene maestros. No podemos simplemente invitar a los santos a comer y después pedirles que enseñen las verdades bíblicas con la expectativa de que sepan cómo hacerlo. Ministrar la palabra es una de las tareas más difíciles. En las mañanas del día del Señor se reúnen un total de casi tres mil santos en los veinte salones de reunión de la iglesia en Taipéi, y todos los santos son semejantes a bebés hambrientos que lloran esperando que se les alimenten. Si no tenemos con qué sustentarlos ni disponemos de alimentos para darles de comer, entonces no debemos culparlos si no regresan otra vez.
Hemos exhortado a los santos a que asistan a los grupos pequeños. Ellos están muy contentos con ello, pero no saben cómo reunirse de esa manera. Tal vez algunos de los santos que asistieron a las reuniones de jóvenes aprendieron ahí a cantar un himno, y quizás sea el único himno que conozcan; por lo cual, cuando vienen a la reunión de grupo pequeño sólo saben cantar ese himno. Tal vez otros santos, por no saber cómo iniciar adecuadamente la reunión, charlan acerca de toda índole de cosas. Así pues, si nadie sabe conducir la reunión de manera adecuada, entonces los hermanos y hermanas que asisten a la reunión no sabrán qué hacer. Como consecuencia, es probable que algunos reciban una mala impresión de la reunión y no deseen volver más en el futuro. Además, una vez que las personas reciben una mala impresión, es difícil que la borren de su memoria.
Creo que es por esta razón que no ha habido un aumento en los grupos pequeños. Por tanto, quisiera entrenarles a guiar los grupos pequeños. En el pasado, cuando pusimos en práctica las reuniones de grupos pequeños, hicimos ciertos arreglos de antemano. Designamos a algunos para que asumieran la responsabilidad en los grupos pequeños, en las reuniones de hogar y en los salones de reunión. Debía haber por lo menos dos personas responsables en cada grupo pequeño, de manera que si uno de ellos se enfermaba o tenía que atender otros asuntos, el otro podía sustituirle. Sin embargo, los santos comenzaron a pensar que asumir tal responsabilidad era asumir una posición oficial. La situación llegó a tal punto que difícilmente podíamos designar a algunos santos como responsables, porque siempre surgían ocho o diez que competían por ser el responsable del hogar. Si asignábamos a dos de ellos, entonces el resto se ofendía y dejaba de asistir a la reunión por uno o dos meses. Algunos incluso llegaron a preguntarles a los ancianos por qué permitían que cierta persona asumiese tal responsabilidad, sabiendo que tal persona no era tan calificado como ellos. Por tanto, no queremos tener títulos, no queremos que ninguno de los santos actúe asumiendo la posición de la cabeza.
Sin embargo, si nadie actúa como la cabeza, es difícil reunirse. Por supuesto, hay santos que tienen un corazón puro, que no asumen ser los líderes y que tampoco quieren servir en calidad de oficiales. Solamente desean amar al Señor y amar a los hermanos y hermanas. Estos santos también saben cómo ejercer su servicio y poseen cierta habilidad espiritual. Cuando una persona así asiste a las reuniones, espontáneamente ayuda a los hermanos y hermanas, y suministra vida en la reunión. Como resultado, la reunión de grupo pequeño es fructífera. Sin embargo, supongamos que esta persona hace todo y dirige en todo, es decir, escoge los himnos, los versículos bíblicos e incluso da el mensaje. Dado que posee cierto peso espiritual y cierta experiencia en vida, la mayoría de los santos prefiere asistir al grupo pequeño que él encabeza, y no asistir a las reuniones del salón de reunión. Ésta tampoco es una situación deseable. Por esta razón decimos que el asunto de tomar la delantera es el punto más difícil.
Llevo más de cincuenta años participando en la obra del Señor. Antes de implementar este último cambio de sistema, consideré numerosas veces delante el Señor cómo se podría llevar a cabo tal cambio. Ahora este cambio se ha venido cumpliendo delante de nuestros ojos. El camino por el cual nos está guiando el Señor es el mejor. Esto no es algo que vimos en sueños, y se cumplió. Más bien, tal cambio es el resultado cumulativo de numerosos años de experiencias y de muchas consideraciones delante del Señor. Lamentablemente, hay un problema, y este es que son muy pocas las personas que pueden hablar por el Señor, por lo que, el ministerio de la palabra en las reuniones es muy débil. El saber hablar por el Señor no es algo que podemos cultivar en un instante.
Si bien ésta es nuestra situación, aun así estoy lleno de esperanza debido a todos los santos que sirven a tiempo completo que están aquí. Por tanto, después de considerar esta situación delante del Señor, he decidido dedicar cierto tiempo para entrenarlos. Espero que después de que hayan recibido este entrenamiento, ustedes puedan llenar esta necesidad que existe en las reuniones de grupo, con respecto al ministerio de la palabra. Ésta es mi carga. Para mi, no es difícil guiar un grupo pequeño, pero sí me sería muy difícil tener que guiar cuatrocientos grupos. Por el momento contamos con cien santos que sirven de tiempo completo; y lo menos que puedo hacer es dedicarles un tiempo para enseñarles a todos como conducir cien grupos pequeños. Para esto, cada uno de ustedes podría asistir a una reunión de grupo pequeño, y hacerlo con regularidad para que puedan practicar y aprender. A partir del día de hoy no deben ir de un grupo a otro, sin rumbo fijo; al contrario, deben asistir al mismo grupo con regularidad. Con respecto a los otros trescientos grupos, deben dejar que otros laboren en ellos.
Al asistir a una reunión de grupo pequeño, no deben ir con la intención o actitud de que están allí para enseñar. Deben tener únicamente una sola carga: ser un santo que asiste a una reunión de grupo pequeño como uno que está aprendiendo a conducir dicha reunión. Vale la pena aprender como conducir una reunión de grupo. El aspecto más crucial de la reunión de grupo pequeño es la apertura de la reunión. No comiencen apresuradamente la reunión, ni compitan entre ustedes para ser el primero en comenzarla; más bien, permitan que los santos mismos sean quienes den inicio a la reunión. Si ellos no logran comenzar la reunión bien, ello sólo implicará una pérdida de cinco o seis minutos; entonces ustedes pueden darles una buena palabra de introducción a fin de ayudarlos a disfrutar de una buena reunión. No hablen mucho a menos que sea necesario. Si al dar inicio a la reunión usted les comparte de algún mensaje del Estudio-vida, y los santos están atentos leyendo el mensaje, más no lo leen de forma organizada, entonces puede dirigirles unas palabras a fin de ayudarlos. Ustedes no deben salir con la intención de enseñarles a los santos, pero deben educarlos siempre que se presente la oportunidad. A todos nos gusta aprender. Es posible que los santos no conozcan la manera adecuada de reunirse, aun cuando han sido salvos por muchos años. Por tanto, usted debe enseñarles poco a poco. No espere tener éxito de inmediato, ya que ellos no van a aprender de forma súbita. Tiene que enseñarles poco a poco. Si les enseña un poco a la vez, después de tres o cuatro reuniones ellos aprenderán.
Además de esto, uno debe aprender a contactar a los miembros del grupo pequeño de manera individual. Por ejemplo, usted puede ir a visitar el hogar del hermano en donde se celebrará la próxima reunión. Pero, no vaya con la intención de enseñarle; más bien, llegue antes de la reunión de forma espontánea, sin previa cita; sólo llegue antes de que comience la reunión. Si ésta comienza a las siete y media, entonces usted podría llegar a las seis y media. Una vez que esté en casa del hermano no necesita decir: “He venido temprano para visitarle”. Si él le preguntan por qué ha llegado tan temprano, usted puede responderle: “¡Alabado sea el Señor por haber puesto en mí el sentir de venir temprano!”. Luego, usted puede conversar con toda la familia, lo cual le dará la oportunidad de observar la condición en que ellos se encuentran así como tener comunión con ellos y rendirles la ayuda apropiada que necesiten. Incluso pueden enseñarle a la cabeza de la familia cómo “abrir” su hogar y cómo recibir a los santos cuando lleguen.
Nunca deben olvidarse de su estatus y de la obra que están realizando. Todos ustedes son siervos a tiempo completo. Todo su tiempo es para el Señor y Su iglesia. Por tanto, no deben ser inflexibles al fijar el lugar ni la hora en que tomen sus alimentos. Si la reunión comienza a las siete y media, usted puede cenar temprano para que llegue a la reunión a las seis y media. Si durante la reunión usted nota que algún santo está pasando por situaciones difíciles, entonces usted debe buscar la oportunidad de hablar con él. Sin embargo, no se dirija a él como si usted fuera un predicador o un maestro; más bien, debe mostrarle que se interesa por él y, de manera espontánea, puede prodigarle un cuidado tierno. Después de ese contacto, podrían convenir en comer juntos para tener comunión antes de la siguiente reunión, y luego podrían asistir juntos a la reunión del grupo. Jamás le digan: “Hermano, sé que está pasando por un tiempo difícil, por lo cual quiero invitarle a comer y tener comunión con usted. Espero que eso le ayude”. Más bien, deben compartir con él algún testimonio suyo de una forma normal o leerle un pasaje de la Biblia a fin de que él sea verdaderamente ayudado. En esto consiste realizar una verdadera obra.
No tienen que cuidar de los santos que se reúnen en los otros grupos; simplemente esfuércense por laborar en su propio grupo. De esta manera, en menos de seis meses los santos de su grupo, sin duda alguna, estarán en el camino correcto. El efecto o la influencia que ello ejercerá, de forma directa o indirecta, será indescriptible e inconmensurable. Habrá un rápido incremento en cuanto al número de personas en su grupo, y podrán formar otro grupo. Yo creo que mediante esta clase de comunión ustedes pueden entender cuál es la manera apropiada de laborar.
En la vida de iglesia ningún servicio debe entrar en conflicto con las reuniones, debido a que las reuniones son la labor de los que sirven a tiempo completo. Los demás santos simplemente asisten a las reuniones para participar, pero ustedes, los que sirven a tiempo completo, vienen a las reuniones para servir. Por tanto, tienen que estudiar cuál es la manera de ministrar a los demás, en las reuniones, aquello que ustedes han recibido de parte del Señor, como también como suplir las necesidades individuales de los santos. No estoy diciendo que tienen que ir y cuidar de todos los santos; simplemente cuiden de una sola persona. Semana tras semana deben cuidar de las personas individualmente, uno por uno. De esta manera, con el paso de los años el número de personas que estarán bajo su cuidado se incrementará espontáneamente. Si cada seis meses perfecciona a una sola persona, después de cinco o diez años habrán producido fruto al ciento por uno. Ésta es la perspectiva que debemos tener en la obra que realizamos.
Al laborar para el Señor no deben tratar de ser alguien grande; tampoco deben soñar con llegar a ser grandes predicadores que realizan campañas evangélicas donde conducen a cientos de miles de personas a la salvación. Éste no es necesariamente el camino dispuesto por el Señor. La manera del Señor consiste en salvar a las personas una por una. Él mismo dijo en la Biblia: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Un solo grano de trigo no puede producir cientos y millones de granos en un corto periodo de tiempo, sino que cada grano se multiplica, uno a treinta, otro a sesenta y otro a ciento por uno (Mt. 13:8, 23). Al multiplicarse en cierta medida los granos se van acumulando, y como resultado hay una gran abundancia de trigo. Hoy en día estoy muy contento porque más de cien de ustedes están sirviendo a tiempo completo. Sería maravilloso que cada uno de ustedes se reuniera con un grupo, para guiarlo y para laborar en ese campo con toda seriedad.
Ya llevamos ocho meses promoviendo los grupos pequeños, pero no hemos tenido éxito. En términos generales, esto se debe a que nadie sabe qué hacer, y por autocomplacientes dejamos pasar el tiempo, semana tras semana. Por tanto, hasta el día de hoy nos encontramos en una situación mediocre y ordinaria. Nada nuevo ha ocurrido. Si todos nosotros hubiéramos sabido cómo laborar para el Señor y nos hubiéramos esforzado por hacer un buen trabajo, entonces en los últimos ocho meses el número de los grupos pequeños se habría doblado al menos de cien a doscientos. Sin embargo, ésta no es la situación.
En realidad no es tan difícil llevar a la práctica los grupos pequeños. Simplemente tenemos que aprender a hacer los ajustes necesarios según lo requiera la situación. Todos aquellos a quienes yo he entrenado pueden testificar que lo que enseño en el entrenamiento en ocasiones difiere de lo que llevamos a la práctica. Esto se debe a que cuando implementamos aquello que se nos ha enseñado, a veces tenemos que hacer ciertos ajustes dependiendo de las necesidades prácticas. Por ejemplo, todo buen entrenador les enseña a sus estudiantes a seguir un reglamento, pero al mismo tiempo les enseña que, cuando ponen en práctica lo que han aprendido, deben tener la capacidad de amoldarse según las exigencias que requiere la situación. Otro ejemplo es el de un boxeador que se ejercita boxeando con su entrenador de cierta manera. Sin embargo, si en una competencia él repite exactamente esos mismos movimientos, perderá. Si su entrenador tuviera que boxear en alguna competencia, no boxearía exactamente de la manera que lo hace cuando está practicando; más bien, él deberá hacer ciertos ajustes en conformidad con la situación para poder ganar. En esto consiste la sabiduría del entrenador.
Por ejemplo, cuando se aprende a conducir, uno tiene que obedecer las normas de tráfico. Sin embargo, en la carretera el conductor también debe saber adaptarse a la condición de la carretera; de lo contrario, puede involucrarse en un accidente. Esto representa un reto. Si usted le enseña a alguien a conducir, debe darle un manual de manejo; si no le provee algún material didáctico que contenga ciertos principios de tránsito, usted no le habrá enseñado bien. Es beneficioso enseñar las normas de tránsito en la clase de manejo y durante la práctica, pero al momento de conducir en la carretera el conductor debe aprender a adaptarse a la situación en que se halla el tráfico y aplicar lo que ha aprendido según las circunstancias pertinentes. Lo mismo sucede con la traducción. Una palabra puede ser traducida de diferentes maneras, y el traductor debe tomar la mejor decisión, en función del contexto y de la lógica presentada por los hechos. Si ustedes desean comenzar a laborar en un grupo, yo sólo puedo impartirles los principios necesarios. Ustedes deben llevarlos a la práctica entrando en los detalles. Entonces, obtendremos resultados ilimitados. Cuando lleven algo a la práctica, no deben ser demasiado rígidos. Es lo mismo cuando se guía a un grupo pequeño. Ustedes deben hacer ajustes en conformidad con la situación y aplicar apropiadamente lo que han aprendido.
Esta situación es una oportunidad perfecta para todos ustedes. Les he presentado el camino y los principios a seguir. Ustedes deben aferrarse a ellos, ser diligentes en llevarlos a la práctica así como aprender a hacer ciertos ajustes de acuerdo a la situación que se les presente. Tengo la convicción de que si hacen esto, obtendrán buenos resultados, aunque no sean muy completos.
Por el hecho de haberse entregado a servir a tiempo completo, ustedes deben servir conforme a la nueva manera ordenada por Dios. No piensen que servir a tiempo completo consiste en aprender a subirse al podio para dar algunos mensajes. Este concepto es erróneo. En el pasado no podíamos mantener la reunión del día del Señor a menos que alguien diese un mensaje. Sin embargo, ahora no dependemos de que ustedes den mensajes desde el podio; más bien, queremos que ustedes se relacionen con las personas. Si están dispuestos a dedicarse durante cinco años a la tarea de asistir al mayor número de reuniones de la iglesia que les sea posible y aprender a servir, empleando la mitad del día para aprender la verdad y la otra mitad en la obra, entonces el recobro del Señor ciertamente tendrá un futuro brillante.
Hay muchas maneras de laborar. Podemos laborar al relacionarnos con los miembros de un grupo pequeño o con los santos que asisten a una reunión. No es necesario que nadie les de un encargo o una comisión; más bien, ustedes deben tener la perspectiva de que su trabajo consiste en tener el deseo y la voluntad de relacionarse con los demás a fin de tener comunión normal con ellos, ya sea invitándolos a comer o visitándoles en sus casas, para ayudarlos y cuidarlos con ternura. Si dedican algunos meses o incluso años a realizar esto, producirá un resultado inestimable.
Ustedes deben comprender que su labor no es como el trabajo de un carpintero, cuyo fruto no tiene la capacidad de reproducirse. Lo que están haciendo, ciertamente sí es algo que se reproduce. Tal vez hoy ustedes estén pastoreando a ocho personas, y todas ellas pueden reproducirse. En el principio el Señor creó a una sola pareja, pero el fruto de esa pareja se ha venido multiplicando e incrementando constantemente, y ahora después de seis mil años, hay billones de personas. Si en el principio el Señor hubiera creado una silla, hoy seguiría habiendo sólo una silla. Así pues, no tomen a la ligera el hecho de que están cuidando a ocho personas; quizás una de ellas llegue a ser un líder apóstol a quien el Señor utilizará en gran manera. ¿Quién podrá decir que esto no sucederá? Espero que todos ustedes sean partícipes de la nueva manera ordenada por Dios, esforzándose por aprender a servir.
Si uno pone demasiado énfasis en cierta área del servicio y descuida las reuniones de la iglesia, estará cometiendo un grave error. Ocasionalmente esto es aceptable, pero a la larga no lo es. Debido a que las reuniones representan vuestra labor y servicio, al planificar su tiempo, asegúrense de que su servicio práctico no coincida con la hora de la reunión. Ustedes tienen que asistir a las reuniones porque éstas constituyen su labor. Claro, una de esas reuniones es la reunión de grupo pequeño. Espero que cada uno de ustedes labore con diligencia al cuidar de algún grupo pequeño.
Puesto que no les he observado en sus servicios específicos, no estoy familiarizado con la situación en que ustedes se encuentran. Así que, sólo puedo presentarles algunos principios. Estoy convencido de que estos principios son correctos y que se ciñen al pensamiento ideal así como a las teorías espirituales apropiadas. En primer lugar, independientemente de si estén sirviendo con los estudiantes de escuela intermedia, de escuela secundaria o de universidad, el primer objetivo que deben tener es que sean salvos. Debemos salvar a la gente de manera dinámica. Después que una persona es salva, no debemos llevarla al salón de reunión para trapear el piso o limpiar las ventanas; más bien, tenemos que enseñarle cómo predicar el evangelio y animarle a que lleve a otras personas a la salvación. Éste debe ser el servicio que les corresponde a los estudiantes, incluso, este es su servicio primordial. Después de que un estudiante es salvo, no debemos llevarlo al salón de reunión para que se incorpore a un grupo de servicio. Hacer esto sería equivocado. Aun cuando la persona tuviera el tiempo y el deseo de unirse a un grupo de servicio, llevarlos a ello sería una equivocación. Los recién salvos, por ser estudiantes, deben ser alentados únicamente a que prediquen el evangelio a fin de que otros también sean salvos. Este debe ser su servicio.
Debemos tener una perspectiva apropiada de la vida de iglesia. Al disponer los servicios específicos, señalamos que los estudiantes deberían asistir a las reuniones de los salones más cercanos a su colegio. Por tanto, apenas un estudiante es salvo, debemos alentarlo a que haga esto, y debemos llevarlo al salón de reunión que quede más cerca de su colegio; de esta manera llegará a formar parte de los santos que se reúnen en ese salón. Además, para los estudiantes esto hará que sea conveniente reunirse para tener comunión a la salida del colegio. Por supuesto, esto no será fácil debido a que el horario de los estudiantes de escuela intermedia y de escuela secundaria es muy apretado. Además, la mayoría de ellos aún viven en casa y tienen que regresar a ella después de sus clases; también les es difícil salir los fines de semana. Con respecto a esto, ustedes tienen que ser flexibles y ajustarse a la necesidad según lo requiera la situación.
Por ejemplo, primero debemos llevar a los estudiantes a la reunión de la mesa del Señor. Sería preferible si asistiesen a la reunión de la mesa del Señor que se celebra el día del Señor, pero si no pueden hacerlo (por ejemplo, si sus padres no les permiten ir), entonces podemos acordar reunirnos con ellos en un momento oportuno durante la semana y después que salgan del colegio, para guiarlos a partir el pan en el hogar de algún santo cercano al colegio. En lo que respecta a hacer memoria del Señor tenemos que aprender a guiarlos debidamente. Tiene mucha trascendencia el que podamos hacer esto o no. Debemos guiarles para que se congreguen a partir el pan y debemos enseñarles para que conozcan lo que es el partimiento del pan y cuál es su significado. Esto es parte de su vida de iglesia.
Al hacer esto, tenemos que aprender a adaptarnos a los demás a fin de ayudarles según sea su situación. Si yo fuera un padre de familia, probablemente no dejaría a mis hijos salir el día del Señor, porque ellos ya van al colegio seis días a la semana; así que no es conveniente que salgan en su día libre. Por tanto, para adaptarnos a tal situación, un día de la semana al atardecer podríamos reunirnos para recordar al Señor en casa de un santo que viva cerca del colegio y guiar a diez o veinte estudiantes a partir el pan. Al hacer esto, introducimos a los estudiantes en la vida de iglesia y hacemos que tal reunión forme parte de la iglesia. Esto causará una profunda impresión en los estudiantes.
Con respecto a nuestro servicio con los estudiantes universitarios, no debemos emplear mucho los métodos mundanos; es más, debemos hacer todo lo posible por no usarlos. Sé que aparentemente hay métodos muy buenos; pero en realidad eso no significa que sean buenos. Citemos como ejemplo las reuniones evangélicas más recientes. En los folletos y en la invitación alguien usó la expresión discursos evangélicos, lo cual no es apropiado en dos aspectos. Primero, el término discursos lleva una connotación mundana, y segundo, no es honesto usar este término porque en realidad no estamos dando discursos, sino predicando el evangelio. Afirmar que celebramos nuestras reuniones evangélicas para dar discursos es ir más allá de lo debido. Si estamos muy dispuestos a ceder en estas cosas, entonces a medida que avancemos, lo que en un principio aparenta ser un pequeño error al final terminará siendo un grave error. Esto es lo que me preocupa.
Segundo, espero que al realizar la obra del evangelio nos centremos en la verdad. Por ejemplo, examinemos uno de los himnos que alguien compuso, el cual dice así: “Al tener a Jesús, tengo una canción, tengo amor y tengo el camino”. Estas palabras junto con la melodía del himno sin duda conmoverán a los jóvenes, pero le falta la verdad. Siempre debemos tener presente que el poder del evangelio depende de la oración y la Palabra. Para que la predicación del evangelio sea poderosa, tenemos que orar. De esta manera, cuando hablemos sobre el pecado, podremos tocar el corazón de las personas y conmoverlas al grado de derramar lágrimas. Me gustaría ver que muchos jóvenes lloren y se arrepientan después de haber escuchado la predicación del evangelio y oído alguna palabra acerca del pecado por unos diez minutos. Ésta es la manera más excelente y la más apropiada. Centrar nuestra atención únicamente en métodos externos a fin de conmover a la gente quizás no sea erróneo, pero tal vez no sea muy bueno. Tales métodos provocan gran entusiasmo en la gente, pero la verdad no está presente en ellos como un fundamento. Si dependiéramos únicamente de estos métodos, nuestra obra sería como un castillo edificado en el aire: sería algo vacío, vano y sin fundamento alguno.
Debemos ser entrenados en nuestro hablar. Si hablamos sobre la existencia de Dios, entonces es indispensable repetir, diciéndoles a las personas una y otra vez, acerca del conocimiento de Dios y el estar conscientes de que Dios existe. Si hablamos del pecado, tenemos que demostrarles que la naturaleza del pecado mora en ellas y que ellos están conscientes del pecado que tienen, para que se sientan convictos. Una vez el predicador George Whitefield habló con tal intensidad sobre el lago de fuego que un hombre en la audiencia se asió al poste más cercano y dijo que sentía un miedo terrible porque sentía que se estaba cayendo en ese momento en el lago de fuego. Con toda certeza esa persona fue salva. Si sólo nos proponemos conmover a una persona al cantar el himno que dice que Jesús es nuestra canción, nuestro amor y nuestro camino, es posible que tal persona se muestre conmovida y que incluso se bautice, pero muy pronto su entusiasmo se desvanecerá, y nada sustancial quedará en ella.
La obra del Espíritu sigue a la palabra del Señor. Sin la palabra del Señor, el Espíritu no puede obrar. El Señor nos ha dado la Biblia, Su palabra. Hace cincuenta años, teníamos entre nosotros un colaborador que antes de ser salvo, siempre había despreciado al cristianismo. Un día, debido a cierta situación, subió a un monte y entró en un templo (budista). Él vio que encima de la mesa del sacrificio había una gran Biblia que yacía abierta; por curiosidad se acercó para leer lo que ésta decía y vio que estaba abierta en el capítulo 1 de Salmos. Después de leer dos o tres veces ese capítulo, la palabra del Señor lo capturó y lo conmovió. Nadie le predicó el evangelio y nadie le había dicho nada. Fue el Espíritu quien lo dejó convicto del pecado simplemente por el hecho de leer la Palabra del Señor. Finalmente, revolcándose por el suelo, lloró, se arrepintió y fue salvo. Esta clase de salvación es real. Aquellos que experimentan la salvación de esta manera son más confiables que aquellos que son traídos por trucos.
Si tomamos un atajo o un camino barato, finalmente nuestra obra terminará en nada. Si tenemos la certeza de que aún podemos laborar en aquellos que hemos traído al Señor y continuar plantando semillas, entonces tal vez está bien valernos de cierto método. Valerse de la música para hacer que la gente se entusiasme exteriormente, no funciona. No digan que todos los jóvenes disfrutan la música. No debemos usar esto como excusa. Cantar un himno al comienzo de la reunión y sembrar al mismo tiempo las semillas de la verdad es aceptable. Tenemos que sembrar por todos los medios la verdad en las personas. De lo contrario, no tendrán una salvación sólida.
Al predicar el evangelio, tenemos que dedicar tiempo y energía para profundizar en la verdad, para orar de forma cabal y para laborar en la Palabra del Señor. No podemos depender únicamente de las cosas externas; esto no quiere decir que no podemos usarlas como un medio o instrumento. Por ejemplo, el salón que se usa para las reuniones y el micrófono que amplifica la voz del que habla son instrumentos externos. Sin embargo, el uso de los mismos requiere mucha consideración. Por ejemplo, puedo usar el micrófono para predicarles la verdad divina o para cantarles un himno. En ambos casos estoy usando un micrófono, pero ¡qué diferente es el uso que le doy! Tomemos como ejemplo los campamentos en donde se predica el evangelio o campamentos al aire libre. Usamos estos campamentos como una manera que nos permite contactar a la gente; sin embargo, tenemos que limitarnos y no hacer uso desmesurado o excesivo de tales campamentos. Les ilustraré esto con un ejemplo: para comer arroz es normal usar un tazón. Ahora supongamos que usted ha invitado a alguien a comer, pero ya que usted es sumamente particular acerca de la clase de tazón que usa, opta por servir en unos tazones que tienen dibujos bellísimos y se olvida del arroz. ¿Cómo entonces quedará satisfecho su invitado? Usted tiene que poner arroz dentro del tazón. Éste es el límite.
Todo cuanto el Señor ha establecido conlleva mucho significado y valor. Muchas personas atribuyen poca importancia al partimiento de pan; sin embargo, el partimiento del pan es algo muy serio. En el transcurso de los siglos, la Iglesia Católica así como las denominaciones protestantes han prestado gran atención a este asunto. Por ejemplo, para retener a sus feligreses, la Iglesia Católica depende en gran manera de la misa; si se les cancelasen sus misas, ella perdería la mitad de la congregación. La misa es la reunión que la Iglesia Católica dedica para el partimiento del pan. A pesar de la confusión que impera en la Iglesia Católica con respecto a numerosos asuntos, sus creyentes continúan apreciando en gran manera la práctica del partimiento del pan. Nosotros también debemos apreciar esta práctica en vez de menospreciarla. Después que una persona se haya bautizado, debemos traerla a la reunión del partimiento del pan el siguiente día del Señor, preferiblemente la celebrada en el salón de reunión. Si a la larga ella no pudiese acudir al salón de reunión con mucha frecuencia, entonces conforme a su necesidad debemos buscarle otro sitio para que pueda participar del partimiento del pan.
En términos generales, deberíamos establecer un hogar apropiado que quede cerca del colegio de los estudiantes recién salvos, para que podamos llevarlos a la reunión de la mesa del Señor. Ésta es la vida de iglesia apropiada. El servicio primordial de los estudiantes es predicar el evangelio. Sería maravilloso si hubiera un hogar cercano a cada recinto universitario en el cual podamos celebrar la reunión del partimiento de pan con diez o quince estudiantes. Por supuesto, lo mejor sería que pudiéramos llevarlos al salón de reunión, pero si las circunstancias no nos lo permiten, entonces debemos saber cómo ser flexibles y comprensivos, y no ser muy rígidos.
Estoy descontento con los colaboradores por que son muy rígidos en la obra que realizan y no saben cómo ser flexibles. Todas las personas del mundo que se dedican a los negocios deben aprender a ser flexibles. El Señor Jesús dijo: “Porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con los de su generación que los hijos de luz” (Lc. 16:8). Una vez oí una historia verídica sobre uno de nuestros hermanos, el cual poseía una tienda de sombreros para damas en Hong Kong. Un día, una señora muy famosa entró en la tienda para comprar un sombrero, y este hermano la atendió. La señora se probó varios sombreros, pero con ninguno se sentía satisfecha. El hermano de inmediato le dijo que tenía mejores sombreros en el cuarto de atrás y, tomando uno de los que ella se había probado, se fue a la trastienda; allí le quitó una banda al sombrero, le dio otra forma y le puso otra banda distinta, después de lo cual se lo llevó de nuevo a la señora diciéndole: “Este sombrero es el mejor”. Después de verlo, la mujer lo compró pagando un precio mucho más elevado que el precio original.
Espero que todos los colaboradores aprendan de esta historia. Los hijos de este siglo son más sagaces en los tratos mundanos que los hijos de luz. La razón por la cual los colaboradores no tienen éxito en su trabajo se debe a que no saben cómo adaptarse a las circunstancias que se les presentan. Algunos de ellos me culpan, preguntándome por qué yo he cambiado después de irme a los Estados Unidos. En realidad, yo no he cambiado; más bien, mi camino es el que ha cambiado. Esto es igual a aquel sombrero en cuestión que, de hecho, no fue cambiado; lo diferente fue el molde en el que fue presionado y la banda que le fue atada. No me estoy jactando, pero les hago esta pregunta: “¿Cuál es la condición actual de la obra realizada por los colaboradores que me reprendieron y se opusieron a mí en el pasado?”. Ellos no han producido ni una sola iglesia. Dos de esos colaboradores fueron los que más se pusieron en contra mía; uno tomó la iniciativa para acusarme de enseñar herejía, y el otro se me opuso de manera más refinada. Ambos, un colaborador tosco y el otro refinado, se me opusieron por treinta años, mas hasta ahora, ninguno de ellos ha producido una sola iglesia. Sin embargo, mientras ellos se oponían, yo he estado predicando la palabra durante los últimos treinta años y he establecido quinientas iglesias.
No es mi intención jactarme, pero hay más de cien iglesias en Mindanao, la costa sur de las Filipinas, que fueron edificadas a raíz de los sesenta temas publicados en The Crucial Truths in the Holy Scriptures [Las verdades cruciales en las Santas Escrituras]. Había allí un hermano de habla china que se mudó de Fukien cuando era joven. Él leyó este libro después de ser salvo, y le pareció tan bueno que lo tradujo al bisayo, el dialecto regional de la Filipinas. Un día me dijo que él levantó cien iglesias en Mindanao por medio de estos libros. Cuando visité las Filipinas, me dijo que ahora los santos de Mindanao leían los mensajes del Estudio-vida. Además, en Sudamérica se han levantado entre cincuenta y sesenta iglesias en Brasil, y en Centroamérica hay cien iglesias. Todas estas iglesias fueron establecidas en los últimos veinte años.
Estimados santos, debemos ser aquellos que “traen vida a un negocio que está agonizando” y no ser aquellos que “traen muerte a un negocio próspero”. A veces siento que los colaboradores son personas como estos últimos. No es mi intención criticarlos. Sinceramente anhelo que la generación joven cambie la tradición, que sea sabia y educada en cuanto a laborar para el Señor. ¿Qué es la vida de iglesia? La vida de iglesia no es algo rígido y muerto. Para que una reunión sea parte de la vida de iglesia no es necesario llevar a los santos al salón de reunión. No digo que no traigamos a las personas al salón de reunión; lo que quiero decir es que no tenemos que estar necesariamente en el salón de reunión para experimentar la vida de iglesia. Si algún santo tuviese una casa cercana a algún recinto universitario, cuya sala contara con la capacidad para acoger hasta quince personas, y aquel santo estuviera dispuesto a abrir su casa a los estudiantes, entonces podríamos llevar allí a los estudiantes para celebrar la mesa del Señor y para cuidar de ellos también.
A estos cien hermanos que sirven a tiempo completo quiero decirles que además de llevar a los estudiantes a participar en el partimiento del pan y en la predicación del evangelio, también tienen que liderar en un grupo pequeño. Ustedes tienen que visitar el hogar de cada miembro integrante de su grupo pequeño a fin de que el grupo gane a otras personas. De esta manera, su industriosa labor no solamente tendrá valor, sino que también producirá resultados obvios. Esta debe ser su vida de iglesia. De esta forma, los estudiantes que participan en el partimiento de pan en los hogares recibirán un cuidado específico así como el debido perfeccionamiento. Espontáneamente, serán introducidos en la vida de iglesia y formarán parte de ella. Ésta es la perspectiva que ustedes deben tener y la manera de llevar a cabo el servicio.
Por supuesto, en todo cuanto ustedes se propongan hacer deben tener primero comunión con los ancianos. Ustedes deben explicarles todo lo que intentan hacer a fin de recibir su confirmación. Pienso que los ancianos tienen que ensanchar sus perspectivas; no debieran enfocarse únicamente en el incremento numérico ni decir que todo aquel que sea salvo tiene que acudir al salón de reunión y reunirse ahí. En realidad, ellos pueden ir adonde quieran porque fueron salvos por el Señor y están en la iglesia del Señor. Espero que el número de estudiantes que llevan una vida de iglesia bajo el cuidado de los servidores a tiempo completo, con el tiempo exceda al número de santos cuya vida de iglesia se centra en el salón de reunión. Los ancianos no deben preocuparse si los servidores de tiempo completo traen a los estudiantes a participar de la mesa del Señor en el salón de reunión. Lo que importa es que los servidores laboren de manera apropiada y obtengan buenos resultados. No estoy diciendo que los santos de más edad o los que tienen un trabajo secular no sean valiosos. Sin embargo, por el futuro del recobro del Señor, nuestra carga está con los estudiantes. Puesto que casi la mayoría de los que sirven a tiempo completo proceden de los recintos universitarios, debemos preocuparnos por ganar más estudiantes. Cuanto más estudiantes ganemos, mejor.
Todo cuanto les he compartido es en la naturaleza de principios. Es necesario que hagamos un esfuerzo por estudiar todos estos puntos más a fondo. En resumen, hemos abarcado tres puntos: primero, debemos usar la verdad para guiar a las personas a la salvación; segundo, debemos guiar a los que son salvos a participar del partimiento del pan; y tercero, debemos guiar a los santos al grado que puedan servir en la predicación del evangelio para salvar a las personas. El tiempo que toma la reunión de la mesa no debe ser muy prolongado; como máximo debe tomar una hora, de la cual podemos asignar quince minutos para entonar los cánticos y partir el pan, y cuarenta y cinco minutos para dar un mensaje y tener un compartir en mutualidad. Que el Señor, por Su misericordia, nos otorgue la sabiduría que necesitamos para realizar Su obra.
Con respecto al cuidado de los grupos pequeños, espero que ustedes cabalmente tomen la iniciativa de implementar la nueva manera. Si en el servicio específico que está llevando a cabo, usted está guiando a los estudiantes a participar en el partimiento del pan, está cuidando de un grupo pequeño y teniendo contacto personal con otros, entonces usted debe dedicarse únicamente a laborar en la obra universitaria. Esto es parte de la vida de iglesia. Sin embargo, si aún le queda energía, entonces puede servir a los santos que se reúnen en el salón de reunión, sirviendo fielmente en un grupo pequeño en el local para que los ayude a avanzar. Si hubiese la necesidad, entonces también deberá guiar al grupo a partir el pan. Esto también constituye parte de la vida de iglesia. Todo depende de cómo lo haga.
Tanto las casas de hermanos como las de hermanas también pueden usarse con fines de edificación y perfeccionamiento. Muchos de los estudiantes de escuela secundaria y universitarios vienen de otras ciudades y necesitan un lugar donde vivir. Estas casas de hermanos y de hermanas no sólo resolverían el problema de alojamiento, sino también servirían al propósito de disponer de un lugar para la edificación mutua. Además, estas casas se podrían usar como locales en donde efectuar el partimiento del pan. Todo depende de la manera en que se lleva a cabo.
Todos los santos que ahora sirven a tiempo completo, tomaron tal resolución con el objetivo de aprender. Si yo les dejara aquí y no los cuidase, les estaría haciendo una injusticia. Yo deseo que todos, individualmente, se esfuercen por estudiar, especialmente la verdad, a como aprender a leer la Palabra, como orar, y como buscar el crecimiento en vida. Esto es algo que nadie puede hacerlo por ustedes. Todos ustedes han sido estudiantes escolares, y saben también que no importa cuanto sus padres les aman, ellos no pueden estudiar por ustedes. Son ustedes mismos los que tienen que estudiar. Por tanto, en la lectura de la Biblia, en la oración así como en la búsqueda del crecimiento en vida, ustedes tienen que esforzarse por cuenta propia.
Realmente siento que el Señor nos ha abierto una puerta en Taiwán. Yo crecí en la cristiandad y vi cuán difícil fue la labor de los misioneros occidentales que no tenían una puerta abierta. En toda la China, la gente simplemente no quería aceptar el evangelio. A los misioneros extranjeros les llamaban “diablos mayores”, y a los chinos que recibían el cristianismo, “diablos segundos”. Por ejemplo, durante la Rebelión de los Bóxers en 1900, los rebeldes dieron muerte a “los diablos mayores” y también a “los diablos segundos”. Mi madre tuvo que destrozar todas las pancartas evangélicas de nuestra casa y escapar a las montañas. Aquéllos fueron tiempos muy difíciles. Por tanto, si a un misionero extranjero se le abría una puerta para el evangelio era algo muy precioso. No sólo eso, la mayoría de los que recibían al Señor eran obreros, trabajadores inexpertos y personas pobres; casi ninguno de ellos había recibido estudio alguno. Sin embargo, hoy en Taipéi no tenemos que esforzarnos mucho para lograr que más de cien personas vengan a escuchar el evangelio. Si laboramos un poco más, podríamos bautizar a docenas de personas. Ahora tenemos una puerta abierta, pero los obreros son inadecuados. No es el número de obreros el que es insuficiente, sino que el ministerio de la palabra no es adecuado.
No me gusta hacer nada que provoque el entusiasmo de las personas. Sin embargo, en este momento quiero alentar a los ancianos a que sirvan a tiempo completo. Lo que más necesitan las iglesias en la actualidad es ancianos que sirvan a tiempo completo. La iglesia en Taipéi cuenta con alrededor de ochenta ancianos, y espero que al menos la mitad sirva a tiempo completo. De esta manera, habría dos ancianos sirviendo a tiempo completo en cada salón de reunión. Entonces, si la iglesia en Taipéi aún no obtuviese logros significativos, ya no tendrán ninguna excusa. Para obtener ciertos logros se necesitan obreros a tiempo completo. El costo de la vida en Taiwán ha aumentado. Si los ancianos que tienen un empleo no trabajan arduamente ni logran avanzar en sus trabajos, les despedirán. Ustedes deben simpatizar con ellos, porque verdaderamente no disponen de mucho tiempo para servir. Si los ancianos quieren verdaderamente tener tiempo para servir, entonces deberán hacerlo a tiempo completo. La iglesia definitivamente tiene necesidad de ancianos que se ofrezcan a servir a tiempo completo, y el sustento de ellos debe ser cubierto por la iglesia. De esta manera, la iglesia tendrá un futuro prometedor; de lo contrario, no lograremos nada. Por consiguiente, necesitamos orar mucho por esto.
Es nuestro deseo que cada año haya quinientos jóvenes que comiencen a servir a tiempo completo en toda la isla de Taiwán. Así, en cinco años tendríamos 2,500 obreros de tiempo completo que pueden cumplir la meta de evangelizar todo Taiwán en el lapso de cinco años. Ésta es una tarea difícil. Tenemos que orar al respecto, y todos los santos en la iglesia deben actuar y entregarse a esta obra. Los santos no sólo deberán entregarse por completo a esta tarea, sino que también deben proporcionar los recursos financieros que se necesiten. Sólo así podremos seguir adelante. De lo contrario, no importa cuánto empujemos, nada se moverá.
Estoy convencido de que estos asuntos no representarán ningún problema, siempre y cuando seamos fieles en seguir adelante, el Señor se hará responsable del resto. Tengo mucha experiencia al respecto. En los últimos sesenta años he experimentado que el Señor es digno de confianza y Él es fiel. Él nunca nos fallará. Lo más difícil es producir aquellos que sepan hablar por el Señor. Por tanto, espero que aprovechemos esta oportunidad para aprender a hablar por el Señor, mas no para dar mensajes en el podio, sino para guiar a los grupos pequeños y para tener contacto personal con los santos. En lo concerniente al servicio que se presta en la obra universitaria, debemos esforzarnos al máximo por guiar a los estudiantes a participar de la mesa del Señor y luego debemos guiarles a predicar el evangelio. De esta forma el Señor tendrá la manera de seguir adelante.