
Durante los pasados sesenta años, los entrenamientos que hemos conducido se han enfocado en cuatro asuntos: la verdad, la vida, el evangelio y el servicio o la iglesia, los cuales son dos aspectos de una misma cosa. Todas las revelaciones y enseñanzas del Nuevo Testamento pueden resumirse en estos cuatro asuntos.
La manera en que la Biblia fue escrita no fue de una forma sistematizada como está compuesta la teología de hoy. No hay nada sistematizado o categorizado en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. Si bien hemos clasificado los puntos cruciales del Nuevo Testamento en cuatro categorías —la verdad, la vida, el evangelio y el servicio— el Nuevo Testamento mismo no puede clasificarse en categorías debido a que abarca una amplia variedad de temas, y éstos se hallan dispersos a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, pese a que el tema del Evangelio de Mateo no es la iglesia, el contenido de Mateo 16 y 18 encierra una gran revelación con respecto a la iglesia. Mateo 16:18 dice: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”, y en 18:17 dice: “Si rehúsa oírlos a ellos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa oír a la iglesia, tenle por gentil y recaudador de impuestos”. En el Nuevo Testamento todas las revelaciones en cuanto a la iglesia desde Hechos hasta Apocalipsis son desarrolladas a partir de estos dos sencillos versículos. Esto nos muestra que el Nuevo Testamento no fue escrito siguiendo un orden sistemático o por categorías, sino que fue escrito de manera irregular; es decir, un punto aquí y otro punto por allá.
La mayoría de los eruditos de la Biblia no se explican por qué Dios escribió la Biblia de esa manera. Según nuestra manera de pensar, la Biblia sería más fácil de entender si estuviera dividida y organizada en un sistema similar al que ha adoptado la teología sistemática actual. Quizás pensemos que sería mucho mejor si el Nuevo Testamento estuviera compuesto de sólo cinco capítulos: el capítulo 1 abordaría el tema de la verdad, el capítulo 2 la vida, el capítulo 3 el evangelio, el capítulo 4 el servicio y el capítulo 5 la iglesia. Si éste fuese el caso, entonces asistir a una clase bíblica sería igual que asistir a una clase secular. Sin embargo, el Nuevo Testamento no fue escrito así. Si ustedes no leen minuciosamente los veintisiete libros que componen el Nuevo Testamento ni tienen el deseo de progresar o avanzar en su estudio de la Biblia, entonces no tendrán ni la más mínima idea respecto a cuál es el significado de la Biblia ni podrán entender lo que ella dice.
En Mateo 16 el Señor Jesús no dijo: “vayamos hoy a la región de Cesarea de Filipo. Allí el cielo está despejado, y podré sentarme y hablarles del tema de la iglesia”. Él no dijo esto; más bien, simplemente les preguntó a los discípulos: “Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús y dijo: Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos. Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (vs. 15-18). Después de hablar estas cosas, el Señor le manifestó a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer muchas cosas, ser muerto, y resucitar al tercer día. Al oír esto, Pedro dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso! Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”. Posteriormente, el Señor les dijo a Sus discípulos que ellos debían seguirle al tomar el camino de la cruz (vs. 21-24). El Señor Jesús primero habló sobre la iglesia, después mencionó a Satanás y finalmente hizo referencia al camino de la cruz. Puesto que es así como está escrita la Biblia, debemos considerar cuál es la mejor manera de leerla.
El tema de la vida tampoco se presenta en la Biblia de forma sistemática. Una persona que tiene muy poco tiempo de ser creyente no descubrirá fácilmente la línea de la vida que fluye en las Escrituras. Tal vez nosotros, los que estamos en el recobro, ni siquiera sepamos donde se menciona por primera vez la palabra vida en el Nuevo Testamento. Esto demuestra que para leer la Biblia verdaderamente debemos ser muy hábiles.
La primera vez que se hace mención de la palabra vida en la versión en chino del Nuevo Testamento, es en Mateo 6:25, que dice: “Por tanto os digo: No os inquietéis por vuestra vida”. En los primeros cinco capítulos de Mateo no se menciona la palabra vida. En Mateo 1, un capítulo sobre la genealogía de Cristo, se registra el verbo engendró, que significa “generar vida”. El capítulo 2 nos dice que el rey Herodes buscaba al Señor Jesús con la intención de matarlo; este capítulo únicamente se refiere a la muerte y no a la vida. El capítulo 3 narra el mensaje que Juan el Bautista predicó en el desierto, en el cual instaba a la gente a producir frutos dignos de arrepentimiento, lo cual no es una explicación acerca de la vida. El capítulo 4 nos habla de la tentación del Señor y Su llamado a cuatro discípulos. Primeramente, Él le dijo al diablo: “No sólo de pan vivirá el hombre” (v. 4). En este versículo se menciona la palabra vivir mas no la palabra vida. Más tarde, cuando el Señor llamó a Sus discípulos, Él era semejante a una “gran luz” (v. 16). Si bien Juan 1:4 nos dice que “la vida era la luz de los hombres”, Mateo 4 no menciona la vida junto con la luz. Por consiguiente, cuando leemos la Biblia es imprescindible que nos armemos de una mente apropiada. Por un lado, debemos ser capaces de descubrir todas las implicaciones de una palabra, tal como la palabra vida; pero por otro lado, tenemos que descubrir la revelación en cuanto a la vida que el Nuevo Testamento nos presenta con palabras claras y sencillas, sin extender el significado de ninguna palabra de una manera descuidada.
Aunque sabemos que la palabra vida se menciona por primera vez en Mateo 6 en la versión china del Nuevo Testamento, tenemos que averiguar a qué clase de vida se refiere esta cita. El Nuevo Testamento hace mención de tres clases de vida. La primera es la vida biológica; la palabra griega que denota esta vida es bios, la cual es la raíz de la palabra biología. Otra clase de vida es la vida del alma, que en griego es psujé y se refiere a nuestra vida natural. La tercera clase, es la vida eterna, y la palabra griega que designa dicha vida es zoé. Ésta es la vida que recibimos de Dios en nuestro espíritu. La palabra zoé no aparece en el Nuevo Testamento hasta en Mateo 7:14, y es usada frecuentemente cuando se habla de los asuntos espirituales. En términos generales, lo que hemos de comer y beber, así como lo que hemos de vestir guarda estrecha relación principalmente con nuestra vida biológica. Sin embargo, pese a que la palabra vida en Mateo 6:25 alude a lo que hemos de comer y beber físicamente, la palabra inquietéis que aparece en este mismo versículo indica que la vida mencionada aquí, está relacionada con nuestra alma. La palabra vida en este versículo literalmente significa “alma” y se refiere a la vida del alma, en la cual reside el deseo y apetito por alimento y vestido.
Les he dado estos ejemplos para mostrarles que no es una tarea fácil leer la Biblia. Puesto que nuestro entrenamiento se basa en los cuatro aspectos de la revelación hallada en el Nuevo Testamento: la verdad, la vida, el evangelio y el servicio (o la iglesia), espero que todos ustedes hagan un esfuerzo por leer los mensajes del Estudio-vida y las notas de pie de página conforme a la secuencia que se sigue en el Nuevo Testamento. Si hacen esto, predicarán el evangelio con gran autoridad. Si alguien les hace una pregunta, ustedes podrán responderle de inmediato. Tal vez sean considerados como expertos bíblicos por aquellos que saben que están sirviendo a tiempo completo; así que si ustedes no saben cómo responderles de inmediato, sino que para ello necesitan volver a estudiar la Biblia, esas personas se desanimarán, y ustedes no tendrán el mismo efecto sobre ellas. Sin embargo, si pueden citarles algunos pasajes bíblicos y darles una breve explicación, ellas se interesarán en escucharles, y ustedes podrán ganarlas fácilmente. Esto dependerá en gran medida de vuestro grado de erudición bíblica así como de vuestro estudio personal.
En 1943 yo laboraba en Chifú, la cual se hallaba bajo la ocupación japonesa. La iglesia no procedía de ninguna denominación cristiana, ni contábamos con misioneros occidentales; sin embargo, nuestra obra produjo un gran avivamiento. En aquellos días, el número de personas que se reunían con nosotros era mucho más elevado que el número total de las ocho denominaciones locales que habían sido establecidas por los misioneros. Casi todos nosotros vendimos todas nuestras posesiones y dimos todo cuanto teníamos a la iglesia. Setenta santos emigraron a la provincia de Suiyúan, y treinta se mudaron al delta del río Sungari. Debido a esta emigración, los agentes secretos japoneses comenzaron a sospechar de nosotros. Entonces, de manera clandestina mandaron algunas personas a examinar nuestra reunión y después enviaron a la policía militar para arrestarme. Ellos me interrogaron dos veces al día, y cada interrogatorio duraba tres horas.
Los japoneses me torturaron alrededor de un mes. Un día un japonés vino con un intérprete para interrogarme y me preguntó: “¿Por qué llaman a sus reuniones ‘reuniones de avivamiento’? ¿Por qué usan la palabra avivamiento ?”. Los japoneses aborrecían esa palabra, debido a que también puede traducirse como “restauración”, ya que pensaban que en dicha palabra estaba implícita la restauración de la nación China. El japonés que me interrogó era uno de los que había asistido a nuestras reuniones para investigarnos. La primera vez que vino a nuestra reunión, yo le di una Biblia pequeña, y aquella Biblia estaba junto a él sobre un escritorio. El Señor me dio la sabiduría, pues no le contesté de inmediato. No fue sino hasta que estuve seguro de cuál era su intención que entonces le dije: “Toda las prácticas que llevamos a cabo en la iglesia se ciñen a la Biblia. Todo lo que se halla en la Biblia, también nosotros lo tenemos; y todo lo que no está en la Biblia, nosotros tampoco lo tenemos”. Entonces él me preguntó: “¿Está la palabra avivamiento en la Biblia?”. A esto le respondí: “Sí, la palabra avivamiento está en la Biblia”. Luego él me dio aquella Biblia pequeña y me preguntó: “¿Dónde está? muéstramelo”.
El punto que quiero mostrarles es esto; si yo le hubiera dicho a él que no recordaba donde citaba la Biblia esa palabra y que necesitaba tiempo para buscarla, las consecuencias habrían sido inconcebibles. Sin embargo, en ese momento recordé que la palabra avivamiento estaba en el libro de Habacuc, el cual es uno de los doce profetas menores. Aunque recordaba parcialmente ese versículo, sabía que no iba a ser fácil encontrarlo. Sin embargo, ese día la gracia del Señor verdaderamente estaba conmigo. Tomé la Biblia y la abrí. Cuando bajé la vista, la página que tenía delante de mí correspondía a Habacuc 3, y cuando puse mis dedos sobre dicha página, apuntaban exactamente al versículo donde figuraba la palabra avivamiento: “¡Jehová, aviva Tu obra en medio de los tiempos!” (v. 2); esto de inmediato subyugó al oficial japonés. La Biblia tiene sesenta y seis libros, los cuales abarcan más de mil páginas; sin embargo, pude abrirla exactamente en la página correcta y señalar el versículo correcto. Por tanto, él supo que yo no era un predicador falso.
Así pues, ustedes deben dedicar tiempo para estudiar la verdad. Espero que estén familiarizados con la Biblia a tal grado que sean capaces de encontrar la página que buscan y señalar el versículo que responda a las preguntas que las personas les hagan. Con toda certeza, esto los subyugará.
En la experiencia de la vida, el Señor nos transforma después que somos salvos y que somos santificados por Él. Según mi propia experiencia, la parte más difícil en la obra de transformación efectuada por el Señor es la trasformación de nuestro carácter. No es difícil corregir un error, pero es sumamente difícil cambiar nuestro carácter. Los chinos tienen un refrán que dice: “Es fácil cambiar el curso de los ríos y mover las montañas, pero es difícil cambiar la naturaleza de un hombre”. Pese a que hemos sido regenerados, es posible que no hayamos experimentado mucha transformación, e incluso si tuviéramos cierta medida de transformación, esta aún no se ve en nuestro carácter. Espero que entiendan este punto con claridad de modo que se ejerciten a fin de ser transformados en su carácter de una manera apropiada.
Hace unos cincuenta años, había un grupo cristiano en Honor Oak, Inglaterra, que estaba bajo el liderazgo de T. Austin-Sparks, y sus miembros eran considerados como los cristianos más espirituales del mundo. Ellos jamás invitaban a un extranjero a que les hablara. La única excepción que hicieron fue con el hermano Watchman Nee, a quien ellos invitaban con frecuencia mientras estuvo allí desde 1938 a 1939. En 1956 y 1957 invitamos dos veces al hermano Austin-Sparks para que nos ministrara la palabra y le ofrecimos a él y a su esposa la más calurosa hospitalidad. Más tarde, cuando visité dicho grupo en 1958, el hermano Austin-Sparks me trató con la misma cortesía y también me ofreció una calurosa hospitalidad. Me invitó a hablar en el día del Señor y celebró reuniones especiales para mí. Durante el mes que permanecí con ellos, observé claramente dos cosas. En primer lugar, observé que el carácter británico de aquellos cristianos permanecía intacto e inmutable. Segundo, vi que ellos no tenían nada de edificación. Por tanto, comprendí claramente que nuestro carácter natural no es apto para la edificación. Para que la iglesia sea edificada, el carácter de ustedes, así como el mío, debe ser quebrantado.
Por ejemplo, para edificar un salón de reunión se necesitan ladrillos, madera, piedra y acero, y para que estos materiales sean edificados juntos deben ser cortados. Supongamos que una madera o un ladrillo quisiera retener su forma original y se niega a que le corten aquellas partes que son excesivamente largas, a que le sierren las partes que son excesivamente anchas o a que le pulan sus protuberancias más agudas. Como consecuencia, esta madera no podría formar parte del edificio. Un salón de reunión puede ser edificado únicamente porque cada pieza del material de construcción ha sido cortada y ninguna pieza ha quedado intacta. De igual manera, si nuestro carácter es excesivamente fuerte y no estamos dispuestos a ser quebrantados, entonces nos será imposible participar en la edificación.
Aunque la vida del Señor es poderosa, Su vida en nosotros se enfrenta a un gran obstáculo: nuestro carácter. Nuestro carácter es más fuerte que el cemento, y no importa cuánto sea golpeado, es inquebrantable; e independientemente de cuánto uno procure taladrarle, el taladro no logra atravesarlo. Nuestro carácter se compone no solamente de nuestra naturaleza sino también de nuestra personalidad. La naturaleza es algo con lo que nacemos, pero la personalidad la cultivamos. Nuestro carácter es treinta por ciento naturaleza, y setenta por ciento hábitos. Por ejemplo, supongamos que una persona nace en China pero desde que era un bebé es criada en los Estados Unidos; cuando crezca, será china en su naturaleza, pero tendrá una personalidad americana. Esto nos muestra que el carácter de un individuo está compuesto más por los hábitos que uno tiene que por su naturaleza. Esto también explica por qué los japoneses y los chinos, pese a la relación de consanguinidad que existe entre ellos, son diferentes en cuanto a su carácter; tienen un carácter distinto porque se han desarrollado en diferentes entornos.
La formación del carácter de una persona es casi completa cuando alcanza los quince años de edad. El hermano Nee dijo que si el carácter de una persona no cambia antes de cumplir cincuenta años, entonces ya no será posible cambiar su carácter, porque después de esa edad su carácter está cuajado y ya no puede cambiar. Según lo que he observado durante más de sesenta años, no he visto a muchas personas de menos de cincuenta años que hayan estado dispuestas a ser transformadas mediante el quebrantamiento de su carácter. Confieso que esto no es fácil. Sin embargo, también puedo testificar que todo ello dependerá de si ustedes están dispuestos a recibir la gracia del Señor y cooperar con Él. Esto es algo que depende completamente de si ustedes están dispuestos.
Nuestra cooperación con el Señor guarda estrecha relación con un principio bíblico básico, esto es, Dios creó al hombre con libre albedrío, otorgándole así la libertad de elegir. Nuestra voluntad determina el curso que hemos de seguir. Por ejemplo, muchos judíos han determinado ir en pos de las riquezas en lugar de elegir a Dios, y ciertamente han tenido éxito en ello. Dios le confirió el poder de determinación a nuestra voluntad cuando Él creó al hombre y Él no interfiere en esto. Al principio en el huerto del Edén, Dios puso al hombre delante del árbol de la vida y del árbol del conocimiento del bien y del mal para que escogiera. De igual manera, Dios nos ha puesto a nosotros los hombre caídos delante de nuestro carácter y de la salvación efectuada por Cristo a fin de que hagamos una elección. En cierto sentido, hoy en día el árbol del conocimiento del bien y del mal es nuestro carácter, mientras que el árbol de la vida es Cristo. Nuestra decisión depende de si queremos elegir a Cristo o a nuestro carácter.
El árbol del conocimiento del bien y del mal es uno solo, pero tiene muchas diferentes expresiones, y siempre nos hace escoger entre él mismo y Cristo. Aunque no creo que ustedes sean totalmente victoriosos, yo creo que la mayoría de ustedes han vencido el mundo y el pecado y han elegido el árbol de la vida. Estoy convencido de que ya no vagarán por el mundo ni serán contaminados por el pecado. Por supuesto que todavía pueden caer, y esta es la razón por la cual oro sin cesar con temor y temblor para que ustedes no caigan en tentación. No obstante, entienden claramente que Dios está en contra del mundo (Jac. 4:4). Externamente hablando, también saben que Dios está en contra del pecado (Ro. 3:23). En cuanto concierne al servicio, saben bien que Dios está en contra de mammon (Mt. 6:24). Por tanto, ustedes aman a Dios, no aman al mundo, han abandonado el pecado y no sueñan con ser ricos; todo lo cual pone de manifiesto que ustedes han elegido el árbol de la vida y han desechado el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora el árbol del conocimiento del bien y del mal que ustedes tienen que rechazar es vuestro carácter. Habiéndose matriculado en el Entrenamiento de Tiempo Completo, ahora es necesario que ustedes venzan esta expresión del árbol del conocimiento del bien y del mal, esto es, su carácter.
La Biblia afirma que el último enemigo de Dios es la muerte (1 Co. 15:26). Sin embargo, según mi observación, para los que amamos al Señor y vamos en pos de Él, nuestro último enemigo es nuestro carácter. Hace veinte años logramos establecer un fundamento sólido para la obra que realizábamos en el Lejano Oriente, especialmente en Taiwán. Sin embargo, en los veinte años que han pasado desde entonces, aunque gracias a la misericordia del Señor nuestra obra no ha decaído, tampoco ha tenido mucho desarrollo. ¿Cuál es la razón por esta falta de desarrollo? La causa de ello no es el mundo, el pecado o la influencia de las riquezas materiales, sino nuestro carácter problemático. Nuestro carácter chino es descuidado y pasivo. Sin la presión externa del medio ambiente llegamos a sentirnos complacidos en cierto nivel, y así retrasamos la obra del Señor.
Según el carácter propio de los chinos, siempre y cuando tengan una cama donde dormir, alimento para comer y una vivienda para vivir, todo lo demás “está bien” y les parece “más o menos igual”. Antiguamente, antes de la celebración del año nuevo chino, los chinos del norte acostumbraban limpiar bien sus casas, pero una vez que terminaba la celebración, les parecía que sus viviendas estaban “más o menos igual”, así estuviesen limpias o sucias. Ellos no limpiaban sus casas hasta que el polvo cubría todo cuanto tocaban. Finalmente, hasta que ya no podían tolerar ver tanto polvo comenzaban a sacudirlo. No obstante, no lo hacían minuciosamente, pues solamente limpiaban la parte central de la habitación y dejaban los rincones sucios. Por la forma como ellos hacen la limpieza podemos inferir cómo es el carácter chino, según el cual, todo es considerado “más o menos igual”.
La obra que hemos realizado en los últimos veinte años en el Lejano Oriente ha sido perjudicada por este carácter de que todo está “más o menos igual”. El Señor Jesús reprendió a la iglesia en Laodicea por tener tal actitud al decirle: “Ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!” (Ap. 3:15). Si fuéramos fríos o calientes, el Señor tendría un camino, pero debido a que no somos ni fríos ni calientes, Él no tiene una vía libre. Hace más de veinte años contábamos con una tasa de aumento que era más alta que en cualquier país del Asia oriental. Incluso nuestros opositores no podían refutar que nosotros realizábamos la mejor obra evangelística en toda la isla de Taiwán. Sin embargo, en la actualidad otros grupos cristianos nos han superado. ¿A qué se debe esto? Después de analizar los últimos veinte años de nuestra historia, tenemos que confesar que nuestro carácter ha sido demasiado descuidado.
En los años cincuenta el Señor levantó a muchos hermanos y hermanas. Ellos verdaderamente amaban al Señor; se despojaron de toda posición social, fama y riquezas mundanas y amaron al Señor fervientemente. En 1953, después de unos cuantos meses de entrenamiento, salieron para llevar adelante la obra del Señor incesantemente. Estos santos tenían éxito en todo cuanto realizaban, y por dondequiera que iban las iglesias eran rápidamente edificadas. En menos de diez años ellos habían creado una situación maravillosa en beneficio de la obra del Señor. Sin embargo, hoy en día nos cuesta trabajo mantener lo que fue establecido. Ciertamente hay una causa externa que explica nuestra presente situación: la visita del hermano Austin-Sparks que nos causó ciertos problemas, pues apagó el fuego que ardía en los hermanos y hermanas. Y desde entonces ellos nunca volvieron a avivar ese fuego, sino que simplemente mantuvieron el status quo. Sin embargo, la razón primordial, intrínseca y básica para que esto suceda, se debe a que nuestro carácter es muy pobre.
Hay cosas en el mundo que, si bien no podemos cambiar por completo, se pueden mejorar. Por ejemplo, aunque no podemos cambiar la tierra creada por Dios, podemos mejorar la calidad de nuestra vida en la tierra al mejorar los medios de transporte y así reducir el tiempo que se requiere para viajar de un lugar a otro. Lamentablemente, aunque los medios de trasporte han avanzado en gran manera, la manera en que seguimos laborando es la manera vieja, la cual se conforma a las tradiciones arcaicas. En cierto sentido, hemos retrocedido y vuelto a la vieja manera de hacer las cosas. Es aquí donde está el punto importante. Por tanto, tenemos que buscar el progreso y mejorar en todo, especialmente en nuestro carácter. La mentalidad china es muy útil, pero su carácter arruina todo. Cuando nuestra mente no está al nivel de nuestro carácter, el resultado es que al emprender algo actuamos de manera perezosa y no somos fervientes ni serios. Los colaboradores más experimentados sinceramente aman al Señor y han vencido al árbol del conocimiento del bien y del mal en relación con el mundo y el pecado. Sin embargo, ellos han manifestado un carácter demasiado descuidado, y por eso, con frecuencia me es necesario motivarlos con firmeza. Nuestra obra en el Lejano Oriente ha sido perjudicada sobremanera debido al carácter del pueblo chino.
Los santos están avanzando en la verdad y están yendo en pos de la vida divina; entonces ¿por qué no están siendo perfeccionados en cuanto a su carácter? No me molesta tener que exhortarles reiteradas veces que presten atención a su carácter, porque estoy convencido de que ustedes servirán al Señor y se consagrarán a Él, después de lo cual tal vez sean útiles al Señor por veinte años. Sin embargo, si la “polilla” de su mal carácter permanece en ustedes, temo que después de cierto tiempo ustedes serán consumidos y su utilidad sufrirá daños. Esto sería algo terrible. Por tanto, al comienzo de este entrenamiento, abordaré este tema del carácter una y otra vez. Aun cuando deben mantener su búsqueda y hacer progresos en estas cuatro áreas de la verdad, la vida, el evangelio y el servicio, deben atender con mayor seriedad a la formación de su carácter para que ustedes puedan estar completamente equipados. Espero que todos ustedes ejerciten su voluntad y tomen la determinación de cooperar con el Señor al tomar medidas con respecto a su carácter, de modo que lleguen a ser vasos útiles en la mano del Señor.