
Romanos 12:11 nos habla de la vida que es propia del Cuerpo. Este versículo dice: “En el celo, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. En este breve versículo se mencionan cuatro asuntos: ser diligentes, no ser perezosos, ser fervientes y servir al Señor. Aparentemente estos cuatro asuntos no guardan relación alguna con nuestro carácter, pero en realidad sí están completamente relacionados a nuestro carácter.
El hombre perezoso ciertamente posee un carácter inadecuado. Jamás he conocido a una persona que sea estricta y a la vez perezosa. Si usted es una persona perezosa de carácter indolente, no podrá ser diligente. Es imposible que una persona perezosa sea diligente, porque se requiere demasiado esfuerzo. Para el perezoso, lo mejor es no hacer nada ni preocuparse por nada.
La persona que es diligente espontáneamente será ferviente en espíritu. En otras palabras, el espíritu ferviente sigue a la diligencia. Si usted es una persona perezosa, no será ferviente en espíritu; más bien, será extremadamente frío en espíritu. Por ejemplo, es muy difícil encender fuego dentro de una nevera, pero es muy fácil prenderlo donde hay gases inflamables o gasolina. Por tanto, el hecho de prender el fuego no depende solamente del fuego, sino también de lo que se usa para prenderlo. Si usted es ferviente en el espíritu será semejante a los gases inflamables o a la gasolina y arderá con facilidad, aun con el más leve contacto.
El hermano D. L. Moody fue un poderoso predicador del evangelio. Una vez él dijo que jamás había visto a una persona perezosa ser salva. Esto es verdad. Yo he predicado la palabra por muchos años y tampoco he visto a ninguna persona perezosa recibir la salvación. Esto muestra que la persona perezosa es una que tiene un carácter indisciplinado, a quien no le importa nada en absoluto y todo le es indiferente. Ella es tan perezosa que ni siquiera se interesa por su propia salvación. Existen dos clases de jóvenes; una clase es diligente y la otra es perezosa. Los jóvenes que son diligentes se interesan en todo dondequiera que estén; incluso cuando se hospedan en casas de otros, se preocupan si las puertas y las ventanas están bien cerradas y si la luz está apagada. Sin embargo, los perezosos son tan holgazanes que ni siquiera les importa si la casa está incendiándose. Si muchos de nuestros amigos del evangelio que acuden a una reunión evangélica son diligentes, esto nos indica que muchos serán salvos. Lamentablemente, si están presentes muchos perezosos en la reunión, entonces no esperen que ellos respondan de inmediato porque son demasiado holgazanes como para responder.
Hoy en día en el servicio que rendimos al Señor lo más importante es que seamos fervientes y ardientes en espíritu. Que nuestro espíritu sea ferviente o no depende en gran medida de nuestro carácter. No debemos esperar que una persona descuidada sea ferviente en espíritu; pues es difícil aun comenzar el fuego. Según mi observación, aquellos que son verdaderamente espirituales suelen tener una manera de ser rápida. Una persona lenta difícilmente llegará a ser una persona espiritual. El hermano Watchman Nee recibió gran ayuda de la hermana M. E. Barber, quien era mucho mayor que él. Yo personalmente jamás la conocí, pero muchos de los que la conocieron me dijeron que era una persona muy rápida. Por supuesto, las personas que tienen una manera de ser rápida y hacen las cosas con gran rapidez también son propensas a cometer errores. Una silla de madera o una estatua de María jamás cometerían errores porque nunca se mueven. Por tanto, tampoco sirve de nada actuar con lentitud. Además, es difícil que el Espíritu Santo conmueva a una persona lenta, porque ésta es indiferente. Para esta persona, todo cuanto uno le diga suena igual; por eso es difícil que algo la toque.
Si alguna vez usted ha vivido en las casas de hermanos o hermanas, quizás haya descubierto que aquellos que son de temperamento rápido suelen ser los primeros en conmoverse cuando escuchan algún mensaje en las reuniones, mientras que aquellos que son lentos rara vez se conmueven. A veces cuando usted llora por los santos que son tan lentos, éstos en vez de conmoverse le preguntan por qué llora. Quizás usted está conmovido a tal grado que siente estar en el tercer cielo y que todo su ser está ardiendo a causa del fuego interior; pero ellos permanecen perplejos. La razón por la cual ellos son así es que son descuidados y débiles de carácter. Conforme a lo que yo sé, los que poseen un carácter fuerte tienen un buen rendimiento en el colegio. Éstos son los primeros en creer en el Señor y son también los más fervientes en cuanto a su búsqueda espiritual. Es muy fácil que el Espíritu Santo opere en las personas que tienen un carácter fuerte. Cuando predicamos el evangelio a los estudiantes, lo que más tememos es encontrarnos con personas que sean como medusas, porque tales personas son débiles de carácter; son desganadas y muy indecisas en todo.
El tema de Romanos 12 es el vivir y el servicio en el Cuerpo de Cristo. En el servicio en el Cuerpo, aquellos con quienes resulta extremadamente difícil coordinar son precisamente los que tienen un carácter débil. Por lo tanto, lo dicho por Pablo en el versículo 11 está enfocado en el carácter. Si la persona es de carácter débil, es imposible que ella pueda coordinar con los demás debido a que su espíritu no puede ser encendido. Si usted observa a los que van juntos en pos del Señor y luego corrobora con su propia experiencia, se dará cuenta de que aquellos que tienen un carácter descuidado no son fácilmente conmovidos en el espíritu. No se conmueven cuando leen la Biblia, ni tampoco cuando escuchan un mensaje. Cuando escuchan cierto testimonio, suelen pensar que no hay nada extraordinario en ello. Para las personas de carácter débil todo es más o menos igual. Aun cuando hay un gran sentir de urgencia, ellos permanecen inconmovibles.
Durante los primeros años que prediqué el evangelio, lo que más temía era encontrarme con personas perezosas. Además, cada vez que salía a laborar, temía mucho que me asignaran colaboradores que tuviesen un carácter suelto. En la China continental siempre teníamos que darnos prisa a la hora de abordar el tren. Por esta razón, cada vez que salía a laborar con un colaborador que tenía un carácter suelto, yo siempre necesitaba una porción extra de la gracia y paciencia del Señor. Tenía que hacer todo por ellos, porque no importaba cuánto tratara de apresurarles, siempre se conducían con lentitud y calma. Por lo cual muchos de los asuntos sufrían demora.
En verdad siento gran estima por ustedes, hermanos y hermanas jóvenes, quienes han renunciado a su futuro y han consagrado en su juventud todo cuanto poseen al Señor. Sin embargo, lo que más me preocupa de ustedes es su carácter. El medio ambiente chino en particular constituye un tremendo obstáculo para la formación de un carácter apropiado. Llevo más de cincuenta años peleando la batalla en el recobro del Señor, y parte de esta batalla se relaciona con nuestro carácter. Confieso que aún no he logrado tener éxito en esto. Dice un proverbio chino que es más difícil cambiar la naturaleza del hombre que desplazar montañas y ríos. Esto no es una exageración. Es realmente muy difícil cambiar el carácter de una persona. Ustedes están aquí para ser entrenados de tal modo que sean formados en un ejército que salga a las aldeas para propagar el evangelio. Si han de experimentar éxito o fracaso en este cometido, dependerá del presente entrenamiento de vuestro carácter.
En 1 Timoteo 4:12 dice: “Ninguno tenga en poco tu juventud”. Con frecuencia no sólo los jóvenes son tenidos en poco debido a su juventud, sino que también los ancianos son menospreciados cuando se comportan como niños. En la sociedad actual, aquellos que tienen éxito en sus carreras o a los que se les confiere autoridad sobre otros tienen un carácter muy estricto. Una persona con un carácter suelto jamás podría ser un administrador o director de una empresa; aun si ella posee mucho conocimiento y habilidades, nadie se atrevería a contratarla para tales puestos. Aun si le diesen el puesto a ella, no podría cumplir con ninguna de sus obligaciones y terminaría causando una catástrofe. No deben pensar que es fácil ser un administrador. Si le ofrecieran ese puesto a usted, es posible que ni siquiera pueda hacerlo por un solo día, pues tanto sus subordinados como sus superiores le impondrán exigencias y ejercerán gran presión sobre usted. Si usted es pobre de carácter y no es capaz de sobrellevar la presión, con el tiempo caerá gravemente enfermo o cuando menos tendrá problemas digestivos.
Una dificultad en la obra del Señor es que no hay exámenes ni un sistema de evaluación para los colaboradores. Hoy en día toda organización gubernamental somete a sus empleados a exámenes de carácter general y específico, y las compañías privadas también poseen un sistema de evaluación para evaluar el rendimiento de cada empleado. Sin embargo, en la obra del Señor no existe tal cosa; los colaboradores no tienen que tomar exámenes ni tampoco serán despedidos. Cuando el hermano Nee tomaba la delantera entre los colaboradores que servían en la China continental, él sufrió en gran manera por causa de ellos. A veces sufría tanta presión que llegaba al límite de querer reprenderlos, pero algunos de los colaboradores no toleraban ninguna reprensión. Ellos no tenían temor alguno; así que se enojaban cuando se les reprendía. Eran como si tuviésemos papas calientes en nuestras manos que uno quiere deshacerse de ellas pero no las puede soltar, y si las tienes en tus manos te queman. Si estos hermanos hubieran trabajado en el mundo en diferentes profesiones, les habrían pedido que dejaran su trabajo y se buscaran otro. Sin embargo, no podemos hacer tal cosa en la obra del Señor. Así que, nos encontramos en una situación difícil.
Espero que esto no les haga considerarse afortunados de participar en la obra del Señor, y digan dentro de sí: “Voy a dedicarme a esta profesión, porque una vez que entre, nadie podrá tener control sobre mí”. Es cierto que nadie tendrá control sobre usted, pero si ésta es su intención, usted habrá llegado a su fin y será inútil en la mano del Señor. En el norte de China circula un refrán que dice: “Una vez que un hombre se convierte en soldado, él es como el hierro que ha sido forjado en el clavo; una vez que alguien se convierte en predicador, por el resto de su vida está arruinado”. Cuando el hierro es forjado a martillo para ser un clavo, su única función es la de ser un clavo. Según la perspectiva del mundo, la persona que se hace “predicador” con el paso del tiempo pierde su utilidad y toda su vida llega a su fin. Por tanto, nuestro carácter debe someterse a un control estricto y ser moldeado todo el tiempo. Si somos indolentes y permanecemos en cierto molde, habremos llegado a nuestro fin. No obstante, ¿quién ejercerá control sobre nosotros mientras llevamos a cabo la obra del Señor? Si bien Timoteo era hijo espiritual de Pablo, lo único que Pablo pudo hacer fue escribirle una carta a modo de exhortación. Si Timoteo recibía tal exhortación confortaría a Pablo; pero si la rechazaba, Pablo no podía hacer nada al respecto. La historia da testimonio de que Pablo tuvo éxito con Timoteo, mas no con otros colaboradores (2 Ti. 4:10); ni siquiera las cartas que les dirigió tuvieron efecto en ellos.
Tenemos la esperanza de producir anualmente doscientos jóvenes que sirvan a tiempo completo en Taiwán. Si el Señor nos concediera esto, en cinco años contaremos con mil servidores a tiempo completo. Aun cuando esto suena alentador, me preocupa que si su carácter no ha sido entrenado apropiadamente, cuando ustedes los jóvenes se integren a la obra del Señor se conviertan en mil “papas calientes”. Si esto sucede, entonces no podremos llevar a cabo la obra del Señor. Por tanto, debo recalcarles una y otra vez que además de proseguir en su búsqueda de la verdad y en el crecimiento en la vida divina, ustedes también tienen que cultivar un carácter muy estricto. Si no avanzan mucho en su búsqueda de la verdad ni en el crecimiento en vida no causarán grandes problemas. Posiblemente no serán muy útiles al Señor, pero al menos podrán seguir ejerciendo su función. Sin embargo, si aprenden bien la verdad y crecen saludablemente en la vida divina sin haber sido edificados en su carácter, entonces esto se convertirá en un gran problema.
Los colaboradores mayores entre nosotros se están envejeciendo y, en cierto modo, ya no pueden laborar tanto como antes. Hay también otros colaboradores, pero no quisiera hablar de ellos ahora. Así pues, siento una gran carga por ustedes los jóvenes. Espero que centren toda su atención en la formación de su carácter. Antiguamente existía en China un grupo de personas conocidas como “los bohemios”. Ellos acostumbraban a no abotonarse la camisa, ni amarrarse los zapatos ni peinarse. Todo lo que hacían era extender la mano cuando se les llevaba el té y abrir la boca cuando se les servía la comida. Tales personas eran unos holgazanes. Ustedes no deben imitarles, sino más bien deben aprender a ser diligentes. Una vez un hermano joven dio testimonio de que cuando estaba en el ejército, él era muy disciplinado y ordenado. Siempre colocaba todas sus pertenencias personales de manera muy ordenada; incluso fue elogiado por sus superiores. Sin embargo, más tarde, cuando le dieron de alta en el ejército y se casó, necesitaba de la ayuda de su esposa para encontrar su reloj, sus calcetines y su ropa. Esto nos muestra que él no había cultivado un buen carácter. Recientemente, al escuchar sobre la importancia del carácter, este hermano despertó. Se dio cuenta de cuán importante era este asunto; así que tomó la decisión de entrenarse en su carácter y le pidió a su esposa que ya no le ayudase a buscar sus pertenencias cada día. Si ustedes las hermanas que sirven al Señor se casan con esta clase de persona, no le ayuden a hacer nada; tan sólo ayúdenle a entrenarse para tener un buen carácter.
La mayoría de los problemas que se presentan en las iglesias, sean grandes o pequeños, se resuelven fácilmente. La labor más difícil consiste en encontrar un anciano adecuado que administre los asuntos de la iglesia. Y no resulta fácil encontrar tal anciano debido al asunto del carácter. Por tanto, no menosprecien el entrenamiento que están recibiendo. Después que ustedes se gradúen del entrenamiento y salgan a laborar por el Señor, en cierto sentido serán semejantes a una “brigada suicida”. Los que no cultiven su carácter no podrán ser parte de la “brigada suicida”. El 28 de octubre de 1932 Japón invadió Shanghái. En esos días, un piloto de las fuerzas aéreas chinas estrelló su avión contra un portaaviones japonés. Esta acción conmovió al mundo entero. Los poderes de todo el mundo tuvieron temor de la valentía del pueblo chino, y le advirtieron a Japón que dejase de actuar precipitada y ciegamente. Esto frenó temporalmente la invasión japonesa. Lo que quiero decir con esto, es que vuestra habilidad para tomar cierta acción depende completamente del carácter que ustedes tengan. Aquel joven piloto actuó con valentía y pudo sacrificarse a sí mismo para salvar a su país, porque era una persona de carácter. Si él no hubiese tenido un buen carácter, no habría podido tener el valor de hacerlo. Hoy en día en el servicio del Señor, lo que más necesitamos son personas que poseen un buen carácter y una meta.
Si hemos de cumplir el propósito del Señor o no, depende en gran medida de nuestro carácter en los asuntos espirituales y los asuntos de nuestra vida cotidiana. Todos los que son padres saben que si quieren que sus hijos sean útiles, deben forjar en ellos un buen carácter. Si su carácter no es edificado, ellos fácilmente se volverán malcriados. Aunque ustedes han recibido cierto perfeccionamiento y entrenamiento en su carácter, a fin de ser útiles en las manos del Señor y servirle a Él, todavía necesitan entrenamientos adicionales de su carácter.
La persona que tiene un carácter suelto no puede ser una persona sólida, como un sólido objeto tridimensional; más bien, ella es como un objeto plano bidimensional. Una persona así no podrá ser un vaso y, como tal, no podrá contener cosa alguna. Si ustedes no han edificado un buen carácter, serán como una persona que es “plana” y no pueden ser útiles. Por consiguiente, al aprender a servir al Señor, lo más importante es prestar atención a su carácter; no pueden ser negligentes en este asunto. Consideren, por ejemplo, la lectura de la Biblia. Ustedes tienen que decidir cuanto deben leer diariamente y entonces ceñirse a ese horario. Tienen que leer la Biblia incluso cuando se enfermen o cuando estén demasiado ocupados. Además, tienen que evaluar y organizar cuidadosamente todos los aspectos de su vida cotidiana y esforzarse al máximo por redimir el tiempo y guardar sus energías a fin de invertirlos en su servicio y su búsqueda espiritual. Si van a disfrutar de una buena comunión con el Señor, si van a tener las oraciones adecuadas delante del Señor, si van a leer la Palabra del Señor apropiadamente; o si van a avanzar en su utilidad en las manos del Señor, dependerá del carácter que tengan. Si tienen un carácter indisciplinado, no podrán cultivar ninguna de estas cosas.
En 2 Timoteo 2 Pablo nos presenta seis clases de personas para describir a una persona que sirve al Señor. También hace referencia a ciertos aspectos relacionados con el carácter con el fin de entrenar a su joven colaborador. En los versículos 3 y 4 nos dice que los que servimos al Señor como buenos soldados de Cristo Jesús no debemos enredarnos en los negocios de esta vida. Este requisito está ligado absolutamente con nuestro carácter; si nuestro carácter es inapropiado no podremos cumplir tal requisito. El versículo 5 nos habla de una persona que compite en los juegos olímpicos, y compara a uno que sirve al Señor con el atleta que compite en las olimpiadas. Si el atleta desea ganar el juego, tiene que recibir un entrenamiento riguroso. Hay algunos entrenadores que no solamente les enseñan a sus atletas a desarrollar ciertas habilidades, sino que también entrenan su carácter al controlar su dieta, su tiempo de descanso y su vestimenta. Si un atleta tiene un carácter suelto y no come ni duerme ni vive ni anda en conformidad con un horario, él no podrá ganar el partido.
El versículo 6 nos habla del labrador que se esfuerza. El labrador que es perezoso está destinado a fracasar, porque para tener éxito él tiene que laborar. La palabra laborar implica diligencia y esfuerzo; por tanto, guarda relación con el carácter. El versículo 15 dice: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad”. Aquí la palabra obrero denota un carpintero, y traza bien la palabra de verdad es comparable con una obra de carpintería. Pablo le estaba diciendo a Timoteo que expusiera la Palabra de Dios en sus diversos componentes de manera recta y exacta, sin distorsión alguna, tal como un carpintero corta un trozo de madera. Si el trozo de madera lleva un corte torcido, ya no tendrá utilidad. Si ustedes no son lo suficientemente estrictos en su carácter, leerán la Palabra de forma inconsistente, y la forma en que la interpreten será totalmente inexacta. Si adoptan la actitud de que todo es “más o menos igual”, entonces vuestra interpretación de la Palabra también resultará “más o menos igual”. Únicamente aquellos que son estrictos en su carácter pueden trazar bien la palabra de verdad.
El versículo 21 dice: “Así que, si alguno se limpia de éstos, será un vaso para honra, santificado, útil al dueño, y dispuesto para toda buena obra”. Un vaso para honra debe satisfacer ciertas normas a fin de contener específicamente un objeto de honra. Aquí la palabra honra hace referencia a nuestra naturaleza, mientras que la palabra santificado alude a nuestra posición; la palabra útil implica nuestra función, y la palabra dispuesto revela cierto adiestramiento. Pablo exhortó a Timoteo diciéndole que se limpiara de los vasos de deshonra para que fuese entrenado en estos cuatros asuntos. Estos cuatros asuntos harían de Timoteo un vaso para honra en conformidad con cierto estándar. Esto también guarda relación con nuestro carácter.
Los versículos 24 y 25 dicen: “Porque el esclavo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad”. Es maravilloso ver que al hablar sobre el tema de ser un esclavo del Señor, Pablo no dijo que tal esclavo deberá leer la Biblia, orar, crecer en vida o esforzarse por aprehender la verdad; tampoco dijo que tal persona debería desarrollar su elocuencia, oratoria y dones; más bien, dijo que el esclavo del Señor no debe ser contencioso, sino mostrar una actitud amable. Aquellos que contienden con otros son personas muy descuidadas en su carácter. Los que tienen un carácter estricto no son contenciosos ni tampoco tienen tiempo para ello. Un policía siempre lleva consigo una pistola. Si él no ha sido bien entrenado, esa pistola podría representar un peligro para él, porque podría tomarla y disparar insensatamente. Tener la tendencia a contender con los demás demuestra que uno no es capaz de restringirse ni de dominarse a sí mismo; tiene poco dominio propio. Debido a que su carácter es débil le es fácil contender con los demás. Cuando salgan a laborar por causa del Señor, quizás se encuentren con personas que discutan con ustedes. Las personas de más edad argumentarán con ustedes, los budistas discutirán con ustedes, y aquellos que poseen una mente analítica también argüirán con ustedes. Si evitan discutir con ellos y simplemente les presentan la verdad, entonces ustedes serán obreros muy hábiles. Esto requiere que uno tenga mucho control y dominio de sí mismo. No es fácil cultivar esta clase de carácter.
Así es como Pablo entrenó a Timoteo. Al leer estos asuntos, podemos ver que la persona que sirve al Señor tiene que ser un soldado, un atleta que compite en una carrera, un labrador que labora en el campo, un carpintero que corta madera, un vaso para honra y un esclavo del Señor. Si ustedes estudian detalladamente estas seis clases de personas, se percatarán de que todas ellas están completamente relacionadas con el carácter. Una vez que ustedes resuelvan los problemas de su carácter y lo edifiquen apropiadamente, serán un buen soldado, un buen atleta, un buen labrador, un buen carpintero, un buen vaso y un buen esclavo. Espero que todos ustedes, ya sea que se encuentren en sus hogares, en el extranjero, en el trabajo o en la iglesia, concentren todos sus esfuerzos en cultivar vuestro carácter en su vivir, su andar, en vuestra conducta, en vuestro hablar, en vuestra actitud a fin de que sean muy útiles en las manos del Señor.
Pregunta: En el pasado usted habló sobre los treinta rasgos del carácter que necesitan ser entrenados. Al igual que usted, sentimos que este asunto reviste suma importancia; sin embargo, no conocemos el secreto de cómo entrenarnos al respecto. Además, si bien aquellos que manifiestan un carácter deficiente son como “papas calientes”, no podemos permitirles que permanezcan igual. ¿Hay algunos secretos con los que podamos ayudar a tales personas?
Respuesta: La respuesta estriba en vuestra determinación. Tienen que tomar la decisión de consagrarse al Señor a fin de ser un vaso útil en Sus manos. Necesitan laborar con tal determinación. El secreto de vuestra labor consiste en ejercitarse en todo, sean cosas grandes o pequeñas, de modo que no sean personas descuidadas sino estrictas. El fundamento depende de que ustedes diariamente se ejerciten en las cosas prácticas de su vida. Por ejemplo, deben ejercitarse en regresar las cosas que tomaron a su lugar; deben acostumbrarse a prestar atención al orden y la nitidez, y deben hacerlo todo conforme a un plan. Una vez que comiencen a ejercitarse de esta manera, se darán cuenta de cuán flojos habían sido en el pasado. Si ustedes no se ejercitan ni laboran en su vida diaria, aun cuando valoren esta comunión y hayan sido conmovidos por ella, no les servirá de nada.
Además, tienen que ayudarse los unos a los otros y estar dispuestos a que se les recuerde estos asuntos en cualquier momento. No traten meramente de ser amables los unos con otros a fin de mantener la paz entre ustedes; más bien, deben acudir al Señor, orar exhaustivamente y pedirle que les ilumine y les guíe. Sé que esto no es nada sencillo. Recordarle algunas cosas a un niño de tres o cinco años es útil. Sin embargo, quizás no sea muy útil recordarles a algunos de ustedes que ya están arraigados en su manera de ser. Todo depende de ustedes. Si no se proponen hacerlo ni se ejercitan con respecto a todo lo mencionado, entonces no habrá manera de entrenarles. Si están dispuestos a tomar estos asuntos con seriedad y a no escatimar esfuerzo alguno por llevarlos a la práctica, entonces será fácil entrenarles. Desde esta perspectiva, es mejor que ustedes sean estrictos y no indisciplinados. Incluso está bien si fuesen excesivamente estrictos con ustedes mismos, porque es posible que deban serlo si desean corregir eficazmente sus defectos.
Me llena de gozo ver que su forma de vestirse ha mejorado mucho. Esto muestra que ustedes están resueltos y dispuestos a que les recordemos de estos asuntos. He reprendido firmemente a los ancianos al decirles que si ellos desean administrar los asuntos de la iglesia, lo primero que deben hacer es limpiar el salón de reunión y ordenarlo. Algunos ancianos y colaboradores mantienen sus propias casas limpias y ordenadas y, sin embargo, no les afecta la suciedad o el desorden del salón de reunión. Tales hermanos dicen amar al Señor, pero en realidad se aman a sí mismos. Si ustedes verdaderamente amaran al Señor, entonces arreglarían y decorarían el salón de reunión, el cual se usa para la obra del Señor, a fin de que luciera más presentable que sus propias casas. Por la misericordia del Señor puedo decir que cuando laboraba para el Señor en Taiwán, seleccioné los servicios higiénicos y las bañeras de la mejor calidad para los salones de reunión y las viviendas de los obreros, pero para mi propia casa seleccioné los más sencillos.
Si ustedes desean servir al Señor a tiempo completo, primero necesitan ser entrenados en cuanto a su carácter. Segundo, tienen que ver que no hay nada más importante que la obra del Señor. Tienen que considerar todo lo que se relacione con la obra del Señor como lo más importante. Esto también tiene que ver con nuestro carácter. Por consiguiente, espero que todos ustedes se entrenen rigurosamente en su carácter desde el comienzo mismo del entrenamiento. De esta manera, todos los salones de reunión en Taiwán cambiarán de apariencia, sin necesidad de ser extravagantes ni para hacer una exhibición vana, sino para que sean elegantes, presentables, limpios y ordenados, y que satisfagan todas las necesidades. Si la obra del Señor ha de tener éxito hoy en día o no, ello dependerá del entrenamiento de vuestro carácter. Espero que todos ustedes reciban esta palabra.
Oración: Señor, fueron halladas Tus palabras, y nosotros las comimos. Señor, concédenos no rechazar las palabras de este mensaje, y capacítanos para que las recibamos por completo y digamos amén a Tu palabra. No queremos decir: “Ésta es una palabra dura. ¿Quién podrá recibirla?”. Señor, haz que ejercitemos nuestro espíritu a fin de recibirla. El hecho de que nos has hablado tal palabra demuestra que somos objeto de Tu misericordia y gracia. Queremos decir amén a Tu palabra. Que Tu palabra nos transforme. Señor, haz de nosotros buenos soldados, buenos atletas, buenos labradores, buenos carpinteros, así como también vasos para honra y buenos esclavos. Oramos pidiendo que Tú hagas memoria de nuestros deseos y nos concedas gracia sobre gracia de modo que podamos practicar con seriedad todas estas cosas en nuestra vida diaria. ¡Amén!