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Mensajes del libro «Vencedores que Dios busca, Los»
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CAPITULO SEIS

UNA VIDA SUPERFICIAL

  Lectura bíblica: Cnt. 4:12; Os. 14:5-7; Mr. 4:5-6, 16-17

  En Marcos 4 se presentan muchas enseñanzas con relación a la vida cristiana. Por lo general, lo primero que los hermanos y hermanas preguntan es si este pasaje se refiere a los salvos o a los incrédulos. En realidad, no debemos preguntar si la semilla se refiere a los salvos o a los impíos, pues la parábola del sembrador no nos muestra si las cuatro clases de terreno son los salvos o los impíos, sino que describe las cuatro clases de condiciones bajo las cuales los hombres reciben la palabra de Dios. Esta parábola no se refiere solamente al mensaje de regeneración. Siempre habrá cuatro reacciones a la palabra de Dios cuando los gentiles reciben la vida eterna, y cuatro reacciones cuando los creyentes son perfeccionados delante de Dios. Recordemos que el principio y la enseñanza que describimos tiene una estrecha relación con la condición del que recibe la palabra; no hay ninguna relación con el hecho de si la persona es salva o no. Por consiguiente, la salvación no viene al caso en este pasaje, pues solamente nos habla de las diferentes condiciones del hombre cuando recibe o rechaza la palabra de Dios. Así que también se aplica a los creyentes. En otras palabras, este pasaje no es solamente para los gentiles, sino también para los creyentes.

  Por la gracia de Dios, les mostraré la clase de vida que permanece y que complace a Dios. ¿Qué clase de vida perdura y pasa la prueba? Les mostraré a qué nivel tan profundo tiene que actuar en nosotros la palabra de Dios para que podamos crecer en ella.

  Yo sé que todos procuramos ser espirituales y deseamos ser complacer a Dios, y esperamos que nuestra vida y obra sean aceptables a Dios. Pero ¿por qué muchas personas caen en el camino? ¿Por qué algunos sólo van hasta mitad del camino? ¿Cuántos hoy día obedecen sin reservas al Señor? ¿Cuántos están dispuestos a seguir al Señor hasta el final? Hay muchos que tienen un buen comienzo, pero no muchos tienen un buen seguimiento. Es común tener un buen comienzo; sin embargo, lo que en realidad tiene valor es perseverar. Un buen comienzo no garantiza un buen final. Aquellos que en el principio son obedientes, es posible que al final no lo sean. Cuando leemos Levítico, vemos que los varones de veinte años eran considerados de más valor que los de sesenta años. ¿Por qué? Porque algunos que se habían dado totalmente al Señor cuando tenían veinte años, se habían “jubilado” antes de cumplir sesenta. ¿Cuántos seguirán al Señor hasta el final del camino? Cuando usted era joven era obediente. ¿Por qué, entonces, ahora ha disminuido su obediencia? Quizá hace algunos años las cosas no eran como ahora. Quizás su deseo de seguir al Señor no es el mismo que cuando comenzó a seguir al Señor. Tal vez hace algún tiempo usted estaba dispuesto a sufrir por el Señor y a soportar las tribulaciones por la voluntad de Dios, pero su condición hoy día es diferente. ¿Hay alguien que siga al Señor hasta el fin sin detenerse a la mitad del camino? Antes de encontrar tribulaciones y de hallar contrariedades, es fácil decir: “Señor, te obedeceré a toda costa”. Pero cuando la voluntad del Señor es diferente a la de uno, cuando lo que El hace no concuerda con lo que uno esperaba, y cuando uno ve una gran montaña obstruyendo su camino y la considera demasiada elevada para escalarla, ya no le dice al Señor: “Te obedeceré cueste lo que cueste”. Esta es la manera en que muchos obedecen. Al principio, cuando uno ve la importancia y la seriedad de la voluntad eterna de Dios respecto a Cristo, uno toma una decisión firme y dice: “Dios, te obedeceré a toda costa”. Pero cuando el camino que Dios dictamina es diferente al nuestro, y nuestra expectativa diferente a la Suya, nos quitamos el yugo que es tan necesario, rodeamos la cruz, nos desanimamos y dejamos de seguir al Señor.

  Hermanos y hermanas, solamente hay una clase de vida que glorifica al Señor: la vida que lleva la cruz hasta el final. Jamás podemos evitar la cruz. Si no somos verdaderamente disciplinados por el Señor, si no nos negamos y tomamos la cruz y lo seguimos, tarde o temprano no podremos avanzar. Si no hemos sido disciplinados ni nos hemos consagrado de una vez por todas, llegará el día en que nos enfrentaremos cara a cara con algo que no podremos soportar. El crecimiento espiritual falso puede engañarnos y engañar a otros, pero tarde o temprano descubriremos que no podemos sobrepasar cierto asunto específico. El hombre puede abandonar cualquier cosa, pero no a sí mismo. Si no somos disciplinados por completo, no podremos avanzar en ninguna área, veremos que el costo de seguir al Señor es demasiado elevado y nos daremos por vencidos.

  Ahora veremos la razón por la cual algunos no han podido seguir al Señor hasta el fin. Espero que recibamos luz de las Escrituras, y que podamos recibir la ayuda de Dios y la revelación del Espíritu Santo para poder ver esto.

  En Marcos 4:5 dice: “Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, por no tener profundidad de tierra”. Esto es lo que sucede hoy día. Brotar es tener la esperanza de producir vida; significa que la semilla retoña; significa que la palabra ya no es simplemente palabra, sino que se ha vuelto vida. Brotar no solamente significa que uno confesó la palabra, sino que la recibió y que comenzó a crecer en uno. También indica que la cáscara de la semilla se rompió, y la semilla germinó y que uno aceptó la palabra y tuvo un nuevo comienzo. Gracias al Señor que todos hemos comenzado de nuevo. La palabra de la cruz ya produjo un comienzo en nosotros, su retoño ya salió. Pero el Señor dice que aunque algunos comenzaron de esta manera, no tuvieron un buen final. Dice: “Salido el sol, se quemó; y por no tener raíz, se secó” (v. 6). ¿Qué clase de personas son éstas? Hay algunas personas que tienen un buen comienzo, pero no un buen final. Ellas son los que obedecieron al principio, pero se regresaron a mitad de camino. Son aquellas que al principio están dispuestas a abandonarlo todo por el Señor, pero que más tarde se rehúsan a seguir. Estas son las que brotan pronto, pero más tarde se secan. Brotar indica que la vida está presente; secarse significa que la esperanza que estaba presente se fue. Muchos que han fracasado a mitad de camino tenían muchas esperanzas al principio; sabían que este camino era el correcto, y esperaban mucho de este camino. Sin embargo, después de tres o cinco meses, o de tres o cinco años, se rindieron y se secaron. La vida que expresaron inicialmente se les fue, y toda señal de vida desapareció.

  ¿Por qué sucede esto? El Señor mismo nos da una explicación: “Estos son asimismo los que son sembrados en los pedregales, los que cuando oyen la palabra, al momento la reciben con gozo. Pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración; luego cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropiezan” (vs. 16-17). Según el Señor, ellos encontraron aflicción y persecución y tropezaron. La persecución que se menciona aquí viene a causa de la palabra, y no es una persecución común. Ellos recibieron la palabra, pero no pueden recibir la aflicción y la persecución que la acompañan y, como resultado, caen.

  Cada mensaje que uno oye trae consigo su aflicción y su persecución. Sin embargo, no voy a compartir sobre eso ahora. Sí quisiera recalcar que cuando un creyente recibe la Palabra, cualquiera que sea, se enfrentará con aflicción y persecución. Por consiguiente, uno no puede tomar la palabra como un adorno y pensar que puede predicar todo lo que ha oído. Puede hacer eso con cualquier otra clase de conocimiento, pero no puede ser tan irreflexivo con la Palabra. Para poder ser un testimonio verdadero, debe pasar por un quebrantamiento genuino. Debe estar en verdad muerto y crucificado por causa de la Palabra, y partido por Dios por causa del testimonio. No es un asunto de juntar unos cuanto versículos afines, clasificarlos y organizarlos para producir un mensaje, pues eso no es un mensaje. En la concordancia se pueden encontrar muchas cosas así. Uno debe ser disciplinado en verdad para tener un mensaje. Por consiguiente, ningún mensaje que uno dé está libre de su correspondiente aflicción y persecución.

  ¿Por qué sucede esto? Después de que uno escucha una enseñanza y la recibe, Dios produce un ambiente que exige esa enseñanza. Por ejemplo, es posible que hoy escuchemos un mensaje acerca de la paciencia. Dios entonces nos pondrá en circunstancias en las que se requiera paciencia. O puede ser que oigamos un sermón sobre el amor fraternal; a continuación, Dios crea para nosotros una situación en la que el amor se haga necesario. Lo que uno escucha y lo que dice no son dignos de fiar. Lo único que es válido, es poner en práctica las palabras cuando las cosas ocurren. Por esto todos los mensajes que uno oye traen consigo aflicción y persecución, pues éstas ponen en evidencia si uno recibió el mensaje en realidad. No se puede adquirir ninguna enseñanza bíblica sin pagar por ello. Junto con las enseñanzas Dios crea el medio que exige la tales enseñanzas, pues de ese modo es probado si lo que recibimos es verdadero.

  Muchas veces, cuando los hermanos y las hermanas oyen una palabra sobre la cruz, sobre una consagración incondicional y sobre una santidad perfecta, se animan mucho y piensan que no hay problema y que la entienden. Hermanos, no se regocijen tan pronto, porque al poco tiempo vendrán la aflicción y la persecución y mostrarán si ustedes recibieron el mensaje. Si en verdad lo recibieron, la aflicción lo demostrará. Si no lo recibieron, o lo recibieron superficialmente, quedarán abrumados cuando le sobrevengan las aflicciones y la persecución. Recuerden que el fin de la aflicción y la persecución es sencillamente poner en evidencia la verdadera condición de uno, no para quitar lo que es verdadero, pues sólo prueban si en verdad uno recibió la palabra del Señor; no hacen que uno la pierda. El oro no se vuelve cobre cuando pasa por el fuego. No importa cuán intenso sea el fuego, no cambiará la naturaleza del oro. Pero si uno objeto sólo ha sido bañado en oro, si sólo lo cubre una capa de oro, pero no tiene oro por dentro, el fuego sacará a la luz su verdadera naturaleza.

  Tengamos presente que podemos recibir una enseñanza, pero eso no garantiza que lo que oímos nos pertenece. Después de oír la enseñanza, Dios la pondrá a prueba para determinar si es ahora nuestra. Aunque uno haya oído cierto mensaje y tenga conocimiento de las Escrituras que tratan ese tema, ello no implica que haya pagado el precio que lo une a esas palabras, y en la experiencia no se ha negado ni ha aceptado la cruz. Con la boca uno dice que obedecerá, e incluso, es posible que ore gratuitamente diciendo: “Señor, estoy dispuesto a negarme a mí mismo”. Hermanos y hermanas, puedo decirles que el sol del Señor saldrá pronto. Si verdaderamente tenemos vida, si tenemos raíces y si somos veraces ante el Señor, el sol nos ayudará a crecer y fomentará nuestro crecimiento. Pero si no tenemos raíces nos secaremos tan pronto salga el sol. Todas las pruebas nos deben ayudar a crecer. Si lo que recibimos del Señor no es genuino ni puro, los problemas lo aplastarán, mostrarán lo que somos interiormente y sacarán a la luz todo lo que somos por dentro y por fuera para que se vea si lo interior y lo exterior concuerdan.

  Hermanos y hermanas, ¿saben ustedes a qué alude el sol en esta parábola? ¿Saben qué son en realidad la aflicción y la persecución? Permítanme decirles: son la máxima expresión del amor del Señor: la cruz. No hay nada que cultive nuestras vidas más que la cruz, y no hay mejor prueba que la cruz. Ella dividió al mundo en dos. En un lado están los vencedores, y en el otro, los derrotados. La diferencia entre los dos es la cruz. Conozco a muchas personas que al principio eran como la gente del mundo y estaban contentas allí, pero tan pronto fueron iluminadas y Dios se les reveló, decidieron desde ese momento servir al Señor, ser Sus discípulos, hacer a un lado todo y seguirlo. Ellas pensaban que eran buenas y que podían seguir este camino, pero estaban engañadas, porque no conocían su condición verdadera. Dios no les iba a dejar en la ignorancia para siempre. Por esta razón, El hizo algo que pusiera en evidencia su verdadera condición. Ellos tenían un alto concepto de sí mismos, así que Dios les permitió pasar por ciertas pruebas, ya que no quería que se quedaran en tinieblas. Así que los condujo a la cruz para exponer su verdadero yo. Un día se dieron cuenta de que tenían un problema ante Dios y empezaron a luchar con El. Me temo que muchos cristianos ya han argumentado y creado un problema ante Dios. Un día se darán cuenta de que Dios no se relaciona con usted según su propia expectativa, pues descubrirá que Dios no hizo lo que usted esperaba. Uno espera que Dios obre de cierta manera, pero El decide actuar de otra; uno espera que Dios no obre de cierta manera, pero eso es exactamente lo que hace. Uno se aflige y considera en su corazón que Dios no hizo lo que debía. Cuando uno vea que lo que Dios dice es diferente de lo que uno dice, que lo que El hace no es lo mismo que uno hace, y que los lugares a los que El quiere ir no son los mismos a los que uno desea ir, no estará conforme con lo que El dispone y comenzará a argumentar con El y a preguntarle por qué actúa así. Uno empezará a enojarse con Dios y a entenderlo mal. Es posible que nunca se nos hubiera ocurrido que un siervo del Señor podría encontrarse con tales cosas, pero para nuestra sorpresa, nos sucede a nosotros; son cosas que no planeábamos, pero nos las encontraremos en nuestras circunstancias, en el colegio, en la casa y en el trabajo. A raíz de esto comenzamos a argumentar con el Señor y a culparlo por lo que nos pasa. Hermanos y hermanas, recordemos que este tipo de argumento nos limitará y nos secará. No olvidemos que toda aridez espiritual comienza cuando uno discute con Dios y no está dispuesto a ceder. Después de cada argumento viene el fracaso. Si Dios pierde y nosotros ganamos, sin duda alguna, nos secaremos. Por consiguiente, cada vez que vayamos a Dios, nos probará en la cruz, y ella determinará si nuestra vida es rica o se seca.

  Muchos de ustedes han discutido con Dios de esta manera, y muchos de ustedes todavía están en medio de una discusión con El. Tal vez usted continúe quejándose de la manera en que Dios lo trata. Permítanme decirles que el resultado de tales argumentos determinará cómo vivirán ustedes desde ese momento en adelante. En otras palabras, la abundancia o la esterilidad de nuestra vida depende de la manera en que resolvamos estas discusiones. Si usted gana, Dios pierde, y el resultado inexorable será sequedad. No se regocije por su victoria ni por su libertad, ni piense que ganó, solo porque obtuvo lo que deseaba. Esto en realidad es la evidencia de que su vida se está secando y está decayendo rápidamente. Esta es la experiencia de muchas personas. Toda aridez espiritual comienza cuando uno comienza a debatir con Dios, cuando El pierde y uno gana. Nuestra vida jamás florecerá si Dios pierde. Eso lo puedo asegurar. Hermanos y hermanas, si están en medio de una discusión con Dios, si no han resuelto algún problema entre ustedes y Dios, y si todavía no ven claramente lo que es la voluntad de Dios, puedo decirles con franqueza que están en una situación muy precaria. Tengan mucho cuidado. Si usted culpa a Dios o menosprecia lo que El hace, ahí mismo caerá. No tendrán que esperar hasta que todo el asunto se aclare, pues se empezarán a secar ahí mismo.

  Por consiguiente, Dios no permitirá que oigamos un mensaje o nos consagremos y demos el asunto por terminado. Cuantas veces digamos que no fracasaremos, que seremos cristianos obedientes, que seguiremos al Señor andando en Su senda, inmediatamente el Señor nos pondrá a prueba. El no nos permitirá que sólo seamos obedientes de palabra sin primero pasarnos por la prueba, ya que El sólo puede usar los vasos que hayan pasado la prueba. La fidelidad o la infidelidad nuestra no se determina en el momento que oímos un mensaje, ni cuando confesamos que lo creemos y lo aceptamos. Dado que Dios no puede confiar en nosotros, El permite que la aflicción y la persecución que vienen con Su palabra, nos sobrevengan y nos examinen para que veamos nuestra reacción. Entonces veremos si verdaderamente nos dimos a Dios o si simplemente hicimos una confesión superficial. En el momento de la prueba, puede ser que no alabemos tanto a Dios. En esos momentos, quizá no estemos seguros de que Dios nos cuida, pero de todos modos, El tiene que someternos a prueba.

  Cuando yo empecé a laborar para el Señor, fui a visitar la señorita Barber, una hermana ya avanzada en años. Nos sentamos en la sala, y ella me preguntó: “¿Desea Dios que tú le sirvas? ¿Qué quiere el Señor que hagas?” Yo le contesté: “El desea que yo le sirva”. Ella me preguntó: “¿Qué harías si descubres que el Señor no desea que labores para El?” Le respondí: “Por supuesto que El desea que yo labore para El. Eso ya lo sé”. Entonces ella me leyó Mateo 15, donde se narra que el Señor alimentó a cuatro mil con siete panes y unos pescados, y me preguntó qué entendía yo en ese pasaje. Le contesté que los discípulos pusieron los panes y los peces en las manos del Señor, y cuando el Señor los bendijo, se multiplicaron y alimentaron a los cuatro mil. Entonces ella agregó algo que hasta este día no olvido. En ese momento yo estaba perplejo. Ella mencionó que los panes fueron partidos primero antes de ser distribuidos. Un pan que no sea partido no puede cambiar ni puede sustentar otra vida. También dijo: “Hermano (ella era mayor que mis padres), recuerde que muchas veces somos como los panes, y decimos: ‘Señor, me consagraré a Ti’. Pero aun cuando nos hemos consagrado, secretamente en nuestro corazón esperamos que el Señor no nos parta. Esperamos que el pan siempre esté entero y bello y que no sufra ningún cambio. Pero ningún pan que sea puesto en las manos del Señor se quedará sin partir. Si uno no quiere ser partido, es mejor que no se ponga en Sus manos”. Han pasado ya doce años desde el día que ella me dijo esto. En estos doce años, he aprendido esta lección profundamente. Me he dado cuenta de que esto es verdadero. Todo pan que llega a las manos del Señor es partido. Permítanme, entonces, decirles lo mismo: “Si ustedes no desean que el Señor los parta, no se pongan en Sus manos”. En esto reside el problema de muchas personas. Cuando oyen la enseñanza acerca de vencer, se ponen muy contentas y dicen: “Dios, te consagro todo lo que tengo”. Pero cuando el Señor comienza a partirlos, lloran: “Oh, yo no esperaba que esto me sucediese a mí”. Esta vida es dolorosa y difícil de sobrellevar. Por una parte, Dios se apodera de nosotros, y ya no podemos ser como los demás, y por otra, no queremos ser partidos de esa manera. Así que, si usted no ha calculado el precio y no está dispuesto a ser partido por El, no se hallará satisfecho con Dios, y El no estará contento con usted.

  Si usted no desea seguir al Señor, Dios no puede hacer nada con usted. Pero si se da cuenta de que debe obedecer al Señor y no desea que su vida se seque, y desea tener una vida vigorosa, tiene que permitir que Dios pruebe con aflicciones y persecución la realidad de la Palabra que recibió. Yo no se cuántas personas han experimentado aridez como resultado de no pasar el examen de la Palabra de Dios.

  En breve estudiaremos el propósito eterno de Dios. No estoy seguro si podemos llegar a la norma de Dios. Muchas veces anhelamos y deseamos, pero no hemos pasado por las diferentes pruebas como es debido. En consecuencia, no podemos ser lo que deseamos. Es por eso que la cruz es nuestro examen. La cruz nos separará, y podremos ver en qué lado estamos. Pero en esta ocasión no trataremos este tema, sino que hablaremos de lo que hace que la semilla se seque. ¿Por qué la semilla creció tan rápido, y por qué se secó tan rápido? ¿Por qué cuando el sol sale se seca? El Señor nos da tres razones en Marcos 4.

I. NO TIENEN PROFUNDIDAD DE TIERRA

  La primera razón que el Señor menciona es que estas semillas no tienen profundidad de tierra. Una persona en esa condición sólo tiene una pequeña cantidad de tierra; todo lo que se relaciona con ella es superficial. No tiene mucha tierra, y es muy superficial. Se sacia con facilidad y le da hambre fácilmente. Toma poco y queda satisfecha. Para ella es tan fácil regocijarse como afligirse, reírse como llorar. Permanece en un lugar muy superficial. Es una persona que se comporta según sus circunstancias, es decir, vive en sus emociones. No hay nada más superficial en este mundo que las emociones y las circunstancias.

  Cuando un árbol es grande, sus raíces son grandes porque tienen que descender a lo profundo de la tierra para hallar agua. Debido a que no hay agua en la superficie, algunas raíces descienden de tres a cinco kilómetros. Cuando las raíces no encuentran agua en la superficie, bajan a lo profundo, aun kilómetros en algunos casos, para hallar agua. Se hallan palmeras en medio de los desiertos de Arabia. Ellas ondean su verde y exuberante follaje bajo el candente sol, debido a que sus raíces están en contacto con agua fresca; así que el candente sol no les afecta. Por lo tanto, aunque sean severamente azotadas por los rayos solares, pueden absorber el agua fría porque no viven en la superficie de la tierra, sino en las profundidades del suelo.

  Todos aquellos que viven según el ambiente que les rodea o por sus sentimientos, viven en un terreno superficial. Aunque yo no he estado laborando para el Señor por mucho tiempo, he notado que las personas más difíciles de tratar son las que dicen “sí” a todo. No importa lo que usted diga, ellos responden que sí y aceptan superficialmente lo que usted dice. Parecen estar muy atentos, pero en verdad, interiormente no tienen nada. Las personas que ríen y lloran con facilidad, que son afectadas fácilmente por el clima, que se alegran o se entristecen debido a sus sentimientos o a lo que las rodea, son muy difíciles de manejar. Las personas cuyo suelo es superficial son controladas por sus emociones y sus circunstancias. Las que tiene profundidad no son así. Ellas no se fijan en las circunstancias, sino en que el Señor detrás de ellas. No prestan atención a sus emociones, pues las han encerrado bajo llave. Conocen al Señor desde adentro.

  Hermanos y hermanas, ¿que sucede con quienes tienen poca tierra? El Señor nos muestra una lección profunda aquí. Si no vemos al Señor detrás de las circunstancias y nos conducimos según nuestras emociones o nuestro ambiente, no podremos asirnos de ninguna doctrina o enseñanza. ¿Qué está haciendo entre nosotros el Señor hoy? El busca algunos entre nosotros para que sean vencedores. Nunca podremos ser vencedores si nos conducimos constantemente según lo que nos rodee, sin ninguna seguridad; esto es vivir por nuestros sentimientos sin conocer al Señor. Muchos cristianos se alegran cuando progresan de una manera fácil, pero cuando se encuentran con la oscuridad, sienten que todo les deprime. No tienen idea de lo que es la obra del Espíritu Santo. No viven por el Señor, sino por las palabras del hombre, por sus propios pensamientos y guiados por sus circunstancias. En tal condición, cuando las dificultades lleguen, van a caer. Una vez se vean frente a la cruz, caerán. Por consiguiente, si tropezamos ante los sufrimientos y no tomamos la cruz para seguir adelante, no seremos de mucha utilidad para el Señor; por el contrario, seremos muy superficiales, no tendremos nada, sensibles a nuestros sentimientos, y viviremos por éstos.

II. NO TIENEN RAICES

  El Señor nos dice que la segunda razón por la cual la semilla se seca es la carencia de raíces. ¿Qué es la raíz? En un árbol vemos el tronco, y la parte que está bajo la tierra, la cual no podemos ver,, es la raíz. Las ramas tienen vida y son visibles, pero las raíces son invisibles. Las raíces están enterradas bajo la superficie. Por consiguiente, las raíces se refieren a la vida escondida. A aquellos que no tienen raíces ante el Señor, se les seca la vida. Aquellos que no tienen una vida escondida, que hacen todo delante de los hombres y no tienen una relación especial con el Señor, no pueden pasar la prueba de la cruz. Permítanme preguntarle: ¿Es su vida espiritual sólo lo que los hombres ven? ¿Tiene usted una vida secreta delante del Señor, la cual vive en su propio aposento? Si sus oraciones solamente se oyen en la reunión de oración, si usted sólo lee la Biblia con otros, y si todas sus obras son hechas delante de los hombres, entonces no tiene raíces. ¿Sabe que son las raíces? Las raíces son la parte que nadie ve, que está escondida y que vive en secreto. Nada que sea visible es parte de las raíces. Por eso, debemos preguntarnos ¿cuánto de nuestra vida se lleva a cabo en verdad delante del Señor? Aparte de la conducta, el testimonio, la lectura de la Biblia y las oraciones que hacemos delante de los hombres, ¿cuánto hacemos en secreto? Si usted no tiene una vida secreta o escondida delante de Dios, y si no tiene una oración privada, una lectura a solas y una obediencia secreta, puedo decirle francamente que usted no tiene raíces. Por eso, no le extrañe que cuando la cruz le sea aplicada, usted no la podrá soportar. Esto se debe a que usted carece de una vida escondida. Nada lo preservará más que una vida escondida. Si usted ve que un hermano cae o fracasa o que está en problemas, sin necesidad de preguntarle a nadie, tenga la certeza de que, antes del problema, aquel hermano ya había perdido su vida escondida. El perdió su vida escondida durante las semanas, los meses o posiblemente los años anteriores. La vida espiritual de uno depende mucho de su vida escondida delante de Dios. Si no puede alimentar tal vida, se debilitará. Por tanto, debe darse cuenta de la importancia de tener una vida escondida.

  Cerrar la puerta como se describe en Mateo equivale a tener una vida con raíces. ¿Qué dijo el Señor en el versículo 6 del capítulo 6? Dijo que cuando oremos, debemos entrar en nuestro aposento y, cerrada la puerta, oremos a nuestro Padre que está en secreto; y el Padre que ve en secreto, nos recompensará. El Señor es muy específico, El dice que el Padre nos verá en secreto. La oración es algo que se puede ver. Siempre pensamos que la oración es algo que se puede oír, pero el Señor no dice que las oraciones se oyen, sino que se ven. Muchas veces cuando no tenemos palabras delante del Señor, nuestra sola actitud es suficientemente preciosa, porque Dios nos ve, no simplemente nos oye. Hermanos y hermanas, ¿cuánto de lo que somos se puede ver ante Dios? ¿Cuánto de nuestro vivir lo puede ver El? ¿Cuántas veces solamente podemos ser vistos por el Señor y por nadie más? ¿O todo lo hacemos frente a los hombres? Quisiera dirigirme especialmente a los hermanos que sirven en la obra. Nadie es más susceptible que los que laboran para el Señor. Nosotros sufrimos más tentaciones que los demás, porque para nosotros es fácil poner, e incluso exhibir ante los hombres, todo lo que tenemos en secreto. Hermanos, permítanme preguntarles de nuevo: ¿Cuánto de nuestras vidas es vista por Dios solo y no la conocen los hombres? ¿Cuántos tienen la experiencia de Pablo, que por catorce años no reveló lo que había experimentado? ¿Cuántas de nuestras cosas son guardadas exclusivamente para que Dios las disfrute? Si no tenemos algo así, les digo con franqueza que no podremos tener raíces. Si no tenemos una vida espiritual escondida y no hemos sido disciplinados por Dios ni heridos por El de una manera escondida, todo será superficial y no tendrá valor.

  Todo lo que el hombre tiene debe ser primero probado en la cruz y debe pasar la prueba, antes que se pueda considerar digno de confianza. Si un hombre está profundamente arraigado en la muerte de Cristo, pasará por pruebas pero permanecerá. Permítanme preguntar: ¿Diría usted que todavía creerá, si es perseguido por causa del Señor al grado de arriesgar la vida, y teniendo a alguien que le dice: “Te mataré si continuas creyendo en el Señor Jesús”? ¿Cómo sabe usted que no tratará de salvar su propia vida? La única protección que usted tiene cuando pasa por juicios, tribulaciones y persecuciones son sus raíces profundas. Si las raíces no son profundas, con seguridad fracasará y no podrá vencer. Si en aquel día usted quiere estar de pie, debe tener raíces profundas en su vida cotidiana hoy. Esto significa que usted debe tener una vida escondida delante del Señor y debe continuar teniendo experiencias secretas. Por lo tanto, la única manera en que podemos saber que no caeremos en aquel día, es por tener hoy una vida escondida.

III. ENTRE PEDREGALES

  Es posible que los que tienen suelo poco profundo aún deseen tener raíces profundas, pero hay piedras que estorban. Hay rocas donde están las raíces. Por fuera parecen ser similares a otros suelos; como otros, están llenos de polvo y lodo, pero por dentro hay pecados escondidos y el yo. Por fuera, se ven como los demás. Ellos oyen y hablan como los demás, pero en los lugares escondidos, hay grandes rocas que estorban. Por esto no pueden tener profundidad. ¿Qué son los rocas? En la Biblia las rocas tienen muchos significados. Mencionaré solamente uno: el corazón endurecido. Si usted desea ser espiritual, no puede tener un corazón endurecido. Muchas personas nunca han recibido un revés en sus deseos, y su yo nunca ha sido quebrantado. Pueden decir mucho acerca de la voluntad de Dios y dar muchos razonamientos. Tienen sus propias ideas acerca de la voluntad de Dios. Siempre dicen: Yo creo que las cosas se deben hacer de esta manera. Dios todavía no ha destruido la sabiduría de ellos, ni les ha quebrantado la voluntad. Todavía siguen maquinando y planeando; pero debido a que hay rocas bajo la superficie, no pueden descender muy profundo. Hermanos y hermanas, siendo francos, no podemos tener un verdadero progreso espiritual a menos que permitamos que Dios nos parta. La cruz es la única fuente de progreso. Si Dios no nos parte, nunca seremos útiles. El debe quebrar las rocas que yacen debajo de nosotros, de lo contrario no tendremos profundidad. Solamente hay una clase de personas que podrá echar raíces profundas: aquellos que son dóciles como un niño y temen y tiemblan ante la palabra de Dios. ¡Desafortunadamente, una incontable cantidad de personas tienen que pensar antes de tomar una decisión ante una orden de Dios! Ellos piensan que el mandato de Dios requiere discernimiento y selección. Gracias al Señor que hay muchos que han obedecido con sencillez. Damos gracias al Señor porque hay muchos a quienes solamente les importa “quién” da la orden y nunca preguntan “por qué” antes de obedecer. Hermanos y hermanas, un corazón desobediente es una roca. Que Dios haga resplandecer Su luz sobre nosotros, para que veamos cuán grandes son las rocas que tenemos dentro.

  Las rocas no solamente son el yo; también son pecados escondidos. En la vida de uno, por lo general hay un pecado que no ha sido eliminado debido a que cuesta mucho dejarlo, y uno lo deja allí y se niega a soltarlo. Si lo dejamos intacto, no recibiremos las riquezas espirituales ni descenderemos a las profundidades. Por consiguiente, es menester deshacerse por completo de todos los pecados. Aquellos pecados escondidos se tienen que eliminar completamente. Si usted no hace frente a los pecados escondidos y al obstinado yo, sus raíces nunca serán profundas.

  Hermanos y hermanas, ¿cuántas cosas le ha indicado Dios? ¿Están dispuestos a acudir al Señor? ¿Está usted peleando y se niega a rendirse? Quizá hay un problema entre usted y Dios. Posiblemente haya visto lo que Dios desea y esté debatiendo con El. Esto es lo que el Señor desea mostrarle. Si uno desea sinceramente servir al Señor y adquirir la verdad, esas pedregales deben ser eliminados, pues de lo contrario, la tierra será superficial, y las raíces no tendrán profundidad. Si uno no puede deshacerse de los pecados escondidos, del obstinado yo y de las opiniones que expresa, tales como “no quiero” y “no lo haré”, nunca adquirirá poder espiritual. Si hay un problema entre usted y Dios, será imposible que la tierra tenga profundidad y que las raíces lleguen muy abajo. Damos gracias al Señor porque a pesar de todo esto, El puede hacer Su obra. Nuestro corazón está endurecido, pero el Señor puede transformarlo. Sé que muchas personas han sido heridas antes por Dios, pero también sé que hay muchos que son bastante obstinados. De todos modos, si el Señor puede quebrantar a otros, también lo puede quebrantar a usted. Si El se pudo sentar sobre un asno que nadie había montado antes, cuando entró en Jerusalén, El se puede sentar en usted también. Aquellos que conocen saben que es muy difícil montar un asno que nadie ha montado. Pero el Señor lo hizo. El pudo sentarse en aquel asno, sin peligro alguno, y entrar en Jerusalén. De la misma manera El se puede montar sobre usted. Por obstinado que usted sea, el Señor puede quebrantarlo. Usted puede orar hoy sinceramente diciendo: “Señor, yo soy muy duro por dentro. Muchas veces me aferro a mis propios deseos e insisto en mis propias opiniones. Por eso muchas veces he sido muy superficial. Por favor, quebrántame”. No sabemos cuán superficial es nuestra vida delante de Dios. Si permitimos que El quebrante nuestro corazón endurecido, si no somos guiados por nuestros sentimientos ni nuestras circunstancias, y si le pedimos a Dios que nos dé una vida escondida, podremos avanzar. Si tomamos la cruz cada vez que se nos presente en el camino, tendremos cada vez más profundidad de tierra.

  Aunque mencionamos otros dos pasajes de las Escrituras, no los discutiremos en detalle aquí; solamente los tocaremos brevemente pues creo que he presentado lo que deseaba compartir. Examinemos estos pasajes para completar lo que nos falta. En Oseas 14 se menciona el Líbano en tres ocasiones: primero, en contraste con el lirio; luego, en contraste con el olivo; y por último, en contraste con la vid. El Líbano se menciona repetidas veces porque es una especie de cedro común en el Líbano. Los cedros son árboles altos cuyas raíces son profundas. Muy pocos árboles tienen las raíces tan profundas como el cedro. La Biblia considera los cedros del Líbano como los más grandes del mundo. Ellos representan a aquellos que tienen raíces profundas. No le dé mucho valor a lo que el mundo le diga, porque la Biblia nos muestra que el Señor sólo se complace en aquellos que tienen raíces profundas.

  En este pasaje el Señor presenta primeramente un contraste entre el Líbano y el lirio; en segundo lugar, hace un contraste entre el Líbano y el olivo; y en tercer lugar, contrasta el Líbano con la vid. ¿Por qué el Señor hace un contraste entre el Líbano y el lirio? Porque el lirio es muy atractivo. Los cristianos no deberían tener flores de las que crecen en los jardines, sino de las que crecen en el valle. Los lirios crecen en el desierto, no en las casas; no necesitan que ningún jardinero los cultive, pues son sustentados con el agua del cielo; son cultivados y sustentados directamente por Dios. La belleza del lirio radica en que se halla en el desierto, ante Dios. Oseas 14:6 también dice que la gloria de Israel será como el olivo. Según entiendo , el olivo no tiene ninguna belleza. Sería más lógico decir que su belleza será como una hermosa flor. No parece tener mucho sentido decir que su belleza será como el olivo. Sin embargo, la belleza de Dios no está en la apariencia sino en el fruto. Sabemos que del olivo se extrae aceite; es un árbol que produce el fruto del Espíritu. La belleza del olivo está en su fruto, el cual tipifica el Espíritu. Esto es algo interno, y no es algo que sea visible delante de los hombres. Más adelante, dice que Israel crecerá como la vid. ¿Han visto ustedes florecer una vid? En mi casa hemos tenido una vid desde que yo era joven. Pero nunca he visto que se ponga flores de la vid en un florero, ni he visto una vid florecer. A menos que uno busque cuidadosamente, no puede encontrar los botones; ellos son muy pequeños, y antes de retoñar completamente, se convierten en racimos de uvas. ¿Por qué no se habla de flores de durazno o de ciruelo, en lugar de flores de la vid? La razón es que nuestra flor no tiene como fin desplegar belleza, sino llevar fruto. Hay tres clases de flores. Unas solamente se usan para decoración, como por ejemplo, el crisantemo; otras decoran y también llevan fruto, como el ciruelo; la tercera clase sólo lleva fruto, como los retoños de la vid. Dios no desea que seamos como las flores del ciruelo ni como el crisantemo que sólo se usan para ornamentar. Dios solamente exige que tengamos raíces que desciendan a lo profundo. El Líbano se menciona tres veces, y tres veces se nos dice que nos ocupemos de la vida escondida. Esto es crítico. Tal vez una vida que lleve fruto espiritual no luzca muy bien; la oración no es algo que sirva de decoración. Sin embargo, vivimos para Dios, y si a El le parece bien, eso basta.

  Hallamos un pasaje similar en Cantar de cantares 4:12, donde dice: “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada”. Un huerto cerrado significa que no es público; no es un huerto al que todo mundo tenga acceso. Por el contrario, es un huerto cerrado, reservado específicamente para alguien. Las flores de nuestro huerto son apartadas para Cristo y no son para nadie mas. Nadie puede verlas. Hay una diferencia entre fuente y un pozo. Este es hecho por el hombre, mientras que aquélla es natural. Abraham excavó pozos. Cuando sus siervos encontraban una fuente, el hacía un pozo. Sin embargo, una fuente es natural, pues el hombre no la labró. El Señor dice que somos un huerto cerrado y que no estamos abiertos continuamente; la única ocasión en que estamos abiertos es cuando nos abrimos al Señor. También somos un pozo sellado. Un pozo se cava es para el uso del hombre; aún así, este pozo está limitado por el Señor y sellado para Su uso exclusivo. La fuente representa lo que recibimos de Dios, el gozo que recibimos de El. El pozo se relaciona con el hombre, y la fuente, con Dios. Ninguno de ellos se pueden mostrar adrede; están sellados. Todas las experiencias que tenemos acerca de la oración las debemos ocultar, y no hacerlas públicas. Aun la parte que es para el hombre, se debe esconder. En síntesis, todas las cosas buenas que poseemos deben encerrarse bajo llave porque son del Señor.

  Lo que hemos presentado se relaciona sólo con la acción de “descender”. No tenemos ninguna otra meta que permitir que la cruz haga en nosotros una obra profunda. Hermanos y hermanas, en nuestro medio hay demasiada cosas superficiales y externas; muchas cosas crecen por fuera, visibles y sobre la superficie, a la vista del hombre. Hay una gran escasez de tener una vida secreta ante Dios. Lo que Dios busca hoy y lo que le interesa es nuestro corazón, es que tengamos una vida secreta con El, que no sea visible al hombre. La vida que Dios desea es como la de una hermana, una vida que se relega a un segundo plano. Dios no tiene la intención de que lo saquemos todo a la luz sin dejar nada escondido o secreto. Que Dios nos conceda la gracia para aceptar lo que El exige y no seguir en la misma condición. Pidámosle a Dios y permitámosle que nos conceda un verdadero quebrantamiento para que podamos seguir en el camino que tenemos por adelante.

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