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Mensajes del libro «Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, La»
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CAPÍTULO DIEZ

LA CUARTA GRAN COLUMNA EN EL RECOBRO DEL SEÑOR: EL EVANGELIO

  Lectura bíblica: Ro. 1:14-15; 1 Co. 9:16-17; 2 Ti. 4:2a; Hch. 6:4; 5:42; 10:24

EL PLENO Y COMPLETO EVANGELIO DE DIOS

  Las cuatro columnas del recobro del Señor son: la verdad, la vida, la iglesia y el evangelio. La verdad nos trae la vida, la vida produce la iglesia y la responsabilidad de iglesia es predicar el evangelio.

  Los cristianos hoy en día tienen un concepto muy superficial del evangelio. Creen que el evangelio les dice a las personas que son pecadoras y que perecerán después de que mueran, pero que Dios amó al mundo y dio a Su Hijo unigénito para salvarlos —Él fue crucificado para cargar con el pecado del mundo— y, por tanto, si se arrepienten y creen en Él, no perecerán, sino que tendrán vida eterna y disfrutarán de paz en el futuro, y también de prosperidad y paz en esta era. No podemos decir que este evangelio esté errado, pero ciertamente es superficial y deficiente.

  El libro de Romanos, escrito por el apóstol Pablo, consta de dieciséis capítulos, y el contenido de cada capítulo es el evangelio. En 1:14-15 Pablo dice que es deudor igualmente a griegos y a bárbaros, a sabios y a ignorantes, y que, en cuanto a él, está listo para anunciar el evangelio a los gentiles. En el evangelio que Pablo predicaba, que de hecho es todo el libro de Romanos, no se habla de la perdición eterna ni del cielo, ni de prosperidad y paz. En lugar de ello, Pablo primero habla de la justificación, luego de la santificación, después habla del Cuerpo de Cristo, y por último, de las iglesias locales que están en todo lugar. Eso significa que incluso las iglesias locales forman parte del evangelio.

  Es importante que ver que si lo que predicamos es simplemente la manera de escapar de la perdición eterna e ir al “cielo”, entonces lo que predicamos es el evangelio más pobre y deficiente. Debemos predicar el evangelio de tal manera, que las personas puedan ver claramente que una vez que crean en el Señor, sus pecados serán perdonados, y ellas serán redimidas y justificadas por Dios, reconciliadas con Dios y aceptadas por Dios. También es necesario que vean que al mismo tiempo serán regeneradas en su espíritu, pues recibirán la vida y la naturaleza de Dios, y Dios morará en su espíritu para renovarlas día a día y transformarlas a cada momento. Esto tiene como fin que ellas puedan ser conformadas a la imagen de Su Hijo, y finalmente alcancen la madurez en la vida divina y sean glorificadas como hijos de Dios. Además, ellas deben ver que aunque son pecadores, serán hijos de Dios. Al mismo tiempo, son miembros de Cristo, coordinando juntos para constituir el Cuerpo de Cristo, que es el testimonio, las riquezas y la expresión de Cristo que se expresan de una manera práctica en la tierra como las iglesias locales. Éste es el evangelio en el libro de Romanos.

  En el Nuevo Testamento no solamente hay cuatro Evangelios —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— sino que también están los evangelios de Hechos y Romanos. En Romanos 1 Pablo nos dice que él predicaba este libro como evangelio a los romanos, los gentiles. Este libro trata sobre el evangelio completo de Dios, comenzando con el perdón de los pecados, pasando por la santificación, la transformación y la formación del Cuerpo de Cristo, hasta finalmente llegar a la vida de iglesia que llevamos en las iglesias.

  Romanos 8 es el centro del evangelio de Pablo, un capítulo que habla de la impartición del Dios Triuno en el hombre tripartito. Por consiguiente, en este capítulo Pablo habla del Padre, del Hijo y del Espíritu (vs. 9-11). Dios es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— con el propósito de impartirse a Sí mismo en el hombre. Nosotros, los seres humanos, somos tripartitos, pues tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo. Nuestra mente ocupa gran parte de nuestra alma. Romanos 8 nos dice que el Dios Triuno primero entra en nuestro espíritu (v. 10), luego, a partir de nuestro espíritu, satura nuestra mente, es decir, entra en nuestra alma (v. 6), y luego entra en nuestro cuerpo, pues vivifica nuestros cuerpos mortales (v. 11). De este modo, nuestro ser tripartito —nuestro espíritu, alma y cuerpo— es lleno de Dios. Éste es el centro de Romanos 8 y también el meollo de todo el libro de Romanos. Éste es el evangelio de Dios.

  No debemos pensar que el evangelio es una cosa y que la verdad es otra cosa. La verdad es el evangelio; por tanto, cuando predicamos la verdad estamos predicando el evangelio. Predicar el evangelio no es decirles a las personas cómo escapar de la perdición eterna y cómo ir al cielo, ni tampoco cómo obtener prosperidad y paz; más bien, consiste en hablarles a las personas acerca de Dios, de Cristo Jesús y de la iglesia. En otras palabras, predicar el evangelio es decirles a las personas que Dios desea entrar en el hombre y hacer de los pecadores hijos de Dios, que estos hijos de Dios son los miembros vivos de Cristo que llegan a constituir la iglesia, y que estos miembros están en la iglesia, la cual se expresa en diferentes localidades, con el fin de vivir la vida de iglesia en las iglesias locales.

LA VERDAD ES EL EVANGELIO

  Lamentablemente, hoy en día los cristianos en su mayoría tienen un concepto equivocado del evangelio, ya que es demasiado superficial y limitado. A veces hacemos distinción entre las reuniones que hacemos para predicar el evangelio y las reuniones que hacemos para predicar la verdad. Así, cuando estamos en una reunión del evangelio, espontáneamente predicamos el evangelio, y cuando estamos en una reunión de edificación, predicamos la verdad. Esto, en realidad, es completamente equivocado, puesto que la verdad es el evangelio.

  Tomemos por ejemplo el Evangelio de Juan. Este evangelio empieza hablándonos de Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios [...] En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres [...] Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de realidad [...] Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia [...] A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (1:1, 4, 14, 16, 18). Éste es el evangelio que debemos predicar.

  Al predicar el evangelio, muchas personas no tienen el denuedo de predicar “En el principio era el Verbo” como lo hizo Juan, porque no conocen la verdad. ¿Qué significa el principio? No solamente los que escuchan el evangelio no lo entienden, ni siquiera los que predican el evangelio saben lo que significa. Más aún, en la versión china de la Biblia se tradujo la palabra Verbo como Verdad. Entonces, ¿qué es la verdad? Confucio dijo: “La verdad es algo tan valioso que después que uno la conoce siente que ya puede morir”. ¿Es esta verdad a la que se refiere la expresión el Verbo mencionada en Juan? Si no lo es, ¿qué es el Verbo? El Evangelio de Juan comienza diciendo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios [...] En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres [...] Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de realidad” (vs. 1, 4, 14). Tal vez nos parezca que las personas no serán capaces de entender la verdad; pero tampoco podemos decir que no entenderán absolutamente nada. Juan conocía el secreto: y éste es, que mientras él continuara hablando, las personas con el tiempo entenderían.

EL SECRETO PARA PREDICAR EL EVANGELIO

  Quisiera darles un ejemplo. Cuando los padres les enseñan a hablar a sus hijos, a ellos no les interesa si sus hijos entienden o no; simplemente les hablan todos los días. Aunque el niño al principio no entienda nada, si los padres continúan hablándole, gradualmente entenderá en menos de un año. Tal vez lo primero que aprenda a decir sea “mamá”, y luego, “papá”. Los padres no necesitan decirle específicamente que éste es el papá y que ésa es la mamá. Él espontáneamente sabrá a quién llamar cada cual. Después de algún tiempo aprenderá a decir: “¡Te amo, mami!”. ¿Cómo aprende a hablar? Al oír lo mismo una y otra vez. Los que son mudos por lo general son también sordos. Por ser sordos, no pueden oír y, por ende, no pueden hablar. Así pues, es como se vuelven mudos.

  Por consiguiente, cuando prediquemos el evangelio, debemos tener la fe y el denuedo de hablarles la palabra de Dios a las personas. No se preocupen si ellas lo entenderán o no. Mientras puedan oír, todo estará bien. Simplemente debemos decirles: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Tal vez las personas no entiendan esto la primera o la segunda vez que lo escuchen, y quizás sigan sin entenderlo después de la séptima u octava vez, pero finalmente lo entenderán. Por ejemplo, los que estamos en el recobro del Señor siempre usamos nuevas expresiones para hablar el nuevo idioma, tales como el Espíritu y el Dios Triuno que se imparte a Sí mismo en el hombre. Los santos de más edad pueden testificar que son los más jóvenes los que aprenden estas cosas primero. Luego, los más jóvenes les hablan estas cosas a ellos continuamente, hasta que al fin, después de oírlas muchas veces, logran aprenderlas. Sucede exactamente lo mismo con los chinos de mas edad que viven en los Estados Unidos, los cuales aprenden a hablar unas frases sencillas en inglés después de oír a sus nietos hablar inglés.

  Por consiguiente, los jóvenes necesitan tener denuedo para esforzarse a hablar la verdad. Primero, ustedes tienen que hablarle a sus padres. Podrían decirles: “Yo sé más que ustedes en cuanto a las verdades de la Biblia. Yo sé acerca del Espíritu esencial y del Espíritu económico; también sé que la humanidad de Cristo está mezclada con la divinidad, que la divinidad de Cristo está mezclada con la humanidad, y que el Dios Triuno se imparte a Sí mismo en el hombre tripartito. Les hablaré de estas cosas a ustedes todos los días; y finalmente ustedes las entenderán y también las podrán hablar”. ¡Qué bendición de vida esto traería a sus padres!

  De ahora en adelante, no debemos seguir predicando el evangelio bajo y superficial. Tenemos que predicar el evangelio elevado y misterioso. Tal vez a las personas no les resulte fácil entenderlo, pero interiormente lo apreciarán y respetarán. Una vez que lo aprecien y respeten, abrirán fácilmente sus corazones. El problema que tenemos con respecto a la predicación del evangelio no es que las personas no sean capaces de entenderlo, sino que nosotros no somos capaces de predicarlo. El problema no es que las personas no lo entiendan, sino que nosotros únicamente predicamos el evangelio superficial. Si predicamos el evangelio elevado, no debemos preocuparnos si las personas serán incapaces de entenderlo o creerlo. En realidad, el problema no es que las personas no sean capaces de entenderlo, sino que nosotros no sabemos predicarlo.

APRENDER EL MISTERIO DE LA VERDAD A FIN DE PREDICAR EL EVANGELIO ELEVADO

  Por causa de la predicación del evangelio elevado, sentimos una fuerte carga para animar a todos a que busquen el conocimiento de la verdad. En Texas hay algunos santos que tienen los Estudios-vida en todas partes en su casa; no sólo en el estudio, la sala y la cocina, sino también en los baños. Ellos aprovechan muy bien su tiempo para buscar la verdad. Algunos santos ponen casetes de los mensajes en sus autos y los escuchan mientras manejan. Debemos tener esta clase de espíritu buscador a fin de llegar a conocer la verdad a fondo. La verdad es el evangelio. Esto concuerda con el proverbio chino que dice: “Lo verdadero de una persona se manifestará externamente”. Si somos llenos interiormente de la verdad, espontáneamente expresaremos la verdad externamente al hablar el misterio del evangelio a las personas. Espero que un día todos seamos capaces de hablar los Estudios-vida aun en nuestros sueños. Esto demostrará que hemos recibido los Estudios-vida en nuestro ser y que se han forjado completamente en nosotros, pues lo que soñamos en la noche es lo que pensamos durante el día.

  A todos nos interesa predicar el evangelio, pero si no conocemos la verdad, tan pronto como abramos nuestra boca para hablarle a otros, rápidamente se nos acabarán las palabras. Después de dos o tres frases no sabremos qué decir. Finalmente, no tendremos nada que decir, y la gente no estará dispuesta a escucharnos. Por consiguiente, tenemos que aprender la verdad. La palabra del evangelio es la verdad. Si queremos hablar la palabra de la verdad, debemos primero aprender la verdad. Si de hoy en adelante estuviéramos dispuestos a aprender la verdad con toda seriedad, todos aprenderíamos a predicar el evangelio en cuestión de dos meses. Predicar el evangelio es, realmente hablar la verdad, porque la verdadera predicación del evangelio consiste en hablar la verdad. Hablar la verdad equivale a predicar el evangelio, todos debemos aprender la verdad de una manera apropiada.

LA VERDAD ES LA NECESIDAD MÁS URGENTE HOY

  Hoy se necesita la verdad en todo lugar. No sólo los que no son cristianos desconocen la verdad, sino también muchos cristianos no la conocen. Sin embargo, el Señor nos ha dado muchas ricas verdades. Incluso nuestros himnos del evangelio están llenos de verdades preciosas. Por ejemplo, la primera estrofa de Himnos, #485, que dice: “Roca de la eternidad / Que por mí hendida estás; / Tu costado se rasgó / Sangre y agua allí fluyó, / Dando doble sanidad / Por las culpas y el pecar”. Aquí se mencionan la sangre y agua, la doble sanidad y las culpas y el pecar. Es posible que incluso muchos santos de entre nosotros no conozcan los significados de estas frases. Aquí la sanidad doble se refiere a la sanidad de nuestras acciones pecaminosas externas y de nuestra naturaleza pecaminosa interna. La sangre se refiere a la preciosa sangre que derramó el Señor, la cual resuelve el problema externo de nuestras acciones pecaminosas (Jn. 1:29; He. 9:22), y el agua se refiere a la vida que impartió el Señor, la cual resuelve el problema interno de nuestra naturaleza pecaminosa (Jn. 19:34). La preciosa sangre del Señor nos redime del castigo eterno que merecíamos a causa de nuestras acciones pecaminosas, y Su vida nos salva del poder que nuestra naturaleza pecaminosa ejerce sobre nosotros.

  Si tenemos un entendimiento cabal de este himno, podremos predicar el evangelio elevado a las personas. Podríamos invitar a alguien a que cante este himno con nosotros, y después podríamos explicárselo. Esto constituiría un buen mensaje del evangelio. Después de escuchar esto, dicha persona se sorprenderá y respetará lo excelente y misterioso que es el contenido del evangelio. Así, cuando le hablemos a esa persona, el Espíritu Santo obrará en ella. Luego, podemos cantar este himno una vez más con ella. De este modo, dicha persona será salva en menos de media hora. No debemos decirle nada acerca de la perdición eterna ni del “cielo”, ni tampoco hablarle de prosperidad y paz. En lugar de ello, debemos hablarle únicamente acerca de Cristo Jesús, la Roca de la eternidad, quien fue crucificado por nosotros, y de cuyo costado abierto fluyó la sangre que nos redime del castigo eterno que merecíamos por nuestros pecados y el agua que nos salva del poder del pecado. Esta manera de cantar y hablar es tan sencilla y a la vez tan excelente, junto con la operación del Espíritu Santo, conducirá a las personas a la salvación. Ésta es la manera correcta de predicar el evangelio hoy.

  En 1 Timoteo 3:15b dice: “La iglesia [...] columna y fundamento de la verdad”. Esto nos muestra que sin la verdad, la iglesia no existiría. La verdad nos trae la vida, y una vez que tenemos la vida, llegamos a ser la iglesia. Además, la única comisión que ha sido dada a la iglesia hoy es predicar el evangelio, el contenido del cual es la verdad. La verdad nos comunica un pensamiento central: el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se imparte a Sí mismo en nosotros —hombres tripartitos y pecaminosos— a fin de que nuestros pecados sean perdonados y nosotros podamos recibir la vida de Dios y tener a Dios mismo en nosotros, y así ser transformados en hijos de Dios. Ésta es la verdad y el evangelio. Debemos aprender la verdad.

DEBEMOS COOPERAR CON ORACIÓN

  Una vez que hayamos aprendido la verdad, debemos salir a predicar. No obstante, antes de salir a hablar con las personas, debemos orar. La secuencia apropiada es primero orar y después predicar. Si únicamente tenemos la verdad, pero no el Espíritu, todo resultará inútil. Una vez que tengamos el conocimiento de la verdad, debemos orar para ser llenos del Espíritu interiormente. De lo contrario, seremos como una llanta desinflada, sin fuerza para movernos. En Hechos 6:4 Pedro dijo: “Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Esto nos muestra que la oración precede a la predicación. Debemos orar continuamente por aquellos que están en nuestro corazón: nuestros parientes, amigos y vecinos que nos rodean. Después de que oremos, seremos llenos y saturados del Espíritu. Así, una vez que poseamos la verdad y seamos llenos del Espíritu Santo, estaremos equipados para salir a predicar el evangelio a otros.

LOS PASOS ESPECÍFICOS Y PRÁCTICOS QUE DEBEMOS DAR PARA LA PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO

Abrir nuestros hogares para la predicación del evangelio

  Tenemos que animar a todos los santos, sin importar cuál sea su situación, a que abran sus hogares para el evangelio. Incluso tenemos que motivar a los santos que son débiles y a los santos que no se han estado reuniendo por bastante tiempo, a que abran sus hogares. Ésta es una tarea tremenda, y se requiere que los hermanos responsables y los que sirven a tiempo completo se esfuercen lo más que puedan para lograrlo. Si en una iglesia hay más de cien hogares abiertos, y en cada hogar se predica el evangelio al menos una vez a la semana, el número de personas en esa iglesia se duplicará en tan sólo medio año. Esto no solamente recobrará a aquellos santos que llevan mucho tiempo sin reunirse, sino que además logrará que sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de clase y colegas, quienes aún no son salvos, puedan ser salvos al escuchar y creer en el evangelio.

  En la Biblia el mejor modelo que tenemos en cuanto a la predicación del evangelio en los hogares es la casa de Cornelio. No solamente él fue salvo, sino que además trajo a toda su familia para que fuera salva. Cuando el ángel le dijo: “Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro”, él de inmediato envió algunos hombres a Jope y convocó en su casa a sus familiares y amigos más íntimos (Hch. 10:5-8, 24-27). Es por eso que cuando Pedro entró en su casa, no solamente encontró allí a su familia, sino también a sus parientes y amigos más íntimos. Éste es un buen modelo que nos muestra, por un lado, que nosotros somos los portavoces enviados para predicar el evangelio y, por otro, que nuestros hogares son el lugar apropiado para la predicación del evangelio.

  Debemos usar nuestros hogares para la predicación del evangelio. La mejor manera de invitar a las personas a su hogar es invitarlas a comer o prepararles los mejores refrescos. Y cuando los mejores alimentos entren en sus estómagos, sus corazones se abrirán. Así, una vez que los mejores refrescos logren entrar en sus estómagos, el Señor tendrá una excelente oportunidad para entrar en sus espíritus. ¡Cuán valioso y significativo es esto!

  La primera estrofa y el coro de Himnos, #414 dice: “Rescata con piedad / Los que perecen, / Para salvarlos de muerte eternal; / Llora por todo aquel / Que está perdido, / Dile de Cristo el fuerte en salvar. / Guía al perdido, / Alza al caído. / Con compasión Jesús / Los salvará”. Mientras estemos dispuestos a abrir nuestros hogares, a preparar los mejores refrescos y a invitar a nuestros parientes y amigos, ciertamente ellos serán salvos. Ésta es la mejor manera de predicar el evangelio. Espero que de ahora en adelante todos los santos abran las puertas de sus hogares para la predicación del evangelio, y que todos los hogares de los santos sea una estación evangélica donde se predica el evangelio una vez por semana o al menos una vez cada dos semanas.

Predicar el evangelio en las universidades

  Más aún, debido a lo universal que es la educación, hay muchas escuelas en diversos lugares. Los recintos universitarios son como estanques llenos de peces, y los peces son los estudiantes. Puesto que todos estos “peces” se hallan reunidos en estos “estanques”, debemos ir a cada universidad, a cada escuela secundaria y a cada escuela primaria, a predicar el evangelio. Esto requiere que algunos hermanos en cada iglesia reciban la carga de servir en el evangelio en las universidades y busquen toda clase de oportunidades para ir a las universidades a predicar el evangelio. Por otro lado, esto también requiere que se levante un buen número de hermanos que sirvan a tiempo completo, sobre todo aquellos que recientemente se hayan graduado de la universidad, porque a ellos les es más fácil ir a los recintos universitarios a predicar el evangelio a los estudiantes. Es por este motivo que alentamos a los santos que están estudiando ahora, a que consagren dos años después de que se gradúen de la universidad para servir al Señor a tiempo completo. Si los hermanos que sirven a tiempo completo realmente sienten la carga de continuar predicando el evangelio en las universidades, ésta sería otra manera muy útil de predicar el evangelio.

Predicar el evangelio a los niños

  La tercera manera en que podemos predicar el evangelio es predicar el evangelio a los niños. Para esto se requiere que las hermanas asuman la responsabilidad. No es necesario usar el salón de reuniones para realizar esta reunión del evangelio; en vez de ello, lo mejor es reunirse en los hogares de los santos. Aprovechen los fines de semana para reunir a los niños del vecindario en sus casas y también inviten a los hijos de sus familiares y amigos. Muy a menudo los padres son salvos por medio de sus hijos, así que no menosprecien la obra con los niños. Si a partir de hoy en adelante dedicamos nuestros esfuerzos a la obra del evangelio con niños de edades entre seis y doce años, al cabo de diez o doce años, ellos serán los que se levanten para asumir la responsabilidad en el servicio de la iglesia. Esta manera de laborar parece ser muy lenta, pero en realidad es muy rápida, y además es muy provechosa.

Predicar el evangelio a las personas de todo nivel

  La cuarta manera en que podemos predicar el evangelio es predicar el evangelio en todos los niveles. La mayoría de los hermanos y hermanas trabaja en diferentes profesiones, oficios y círculos, bien sea en escuelas, hospitales, fábricas, compañías, oficinas de gobierno u organizaciones privadas. Dondequiera que estemos, debemos ejercer nuestra influencia para predicar el evangelio a todos aquellos con quienes nos relacionamos.

LA MANERA QUE EL SEÑOR AVANZA ES POR MEDIO DEL EVANGELIO

  Si predicamos el evangelio de estas cuatro maneras simultáneamente, no será difícil que el número de santos en las iglesias se duplique en un año. Si todos nosotros tomamos la firme decisión de aprender la verdad, de ir en pos del crecimiento en vida, de llevar una vida de iglesia normal y de predicar la verdad como evangelio, al cabo de un año todos los hermanos y hermanas serán fuertes y las iglesias también serán enriquecidas y fructíferas. No sólo se duplicará el número de santos, sino que además las reuniones tendrán un sabor muy agradable y estarán llenas de riquezas. Espero que todos recibamos esta carga y la pongamos en práctica en todo lugar, guiando a los santos a aprender la verdad con toda seriedad y animándolos a buscar el crecimiento en vida, para ir a predicar el evangelio y a traer a las personas al Señor e introducirlas en la iglesia. Esto le permitirá al Señor tener una manera en la cual Él pueda avanzar y también será algo que lo traerá de regreso.

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