
Lectura bíblica: 1 Jn. 5:6; 6, Ro. 8:11b, 10; 11, 2 Co. 4:16; Col. 2:12; Ef. 2:6a; Fil. 3:10; 2 Co. 4:10, 16; 12:9; 13:14; 1 Co. 15:10, 45, 58
En este mensaje llegamos a uno de los asuntos más misteriosos de la Biblia: la resurrección de Cristo. En primer lugar, Dios mismo es la resurrección. Por esto es que el Señor Jesús, cuando estaba a punto de resucitar a Lázaro de entre los muertos, le dijo a Marta que Él es la resurrección (Jn. 11:25). Él no sólo es la vida, sino también la resurrección. En todo el universo, aparte de Dios, aparte de Cristo, no hay resurrección. Dios es la resurrección. Dios es un misterio, y este misterio es la resurrección. Finalmente, este misterio llegó a ser el Espíritu consumado.
Durante muchos años, yo no entendía mucho acerca de lo que es la resurrección. Recibí mucha enseñanza acerca de la muerte de Cristo, pero no tenía un entendimiento completo de la resurrección de Cristo. Pero hoy en día les puedo decir que la resurrección es un misterio triple. Dios, la resurrección y el Espíritu son los componentes de este misterio triple. La resurrección proviene de Dios y es consumada en el Espíritu compuesto, vivificante y todo-inclusivo.
El Espíritu consumado es la realidad de la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo solamente puede entenderse y experimentarse en el Espíritu. Sin el Espíritu, no podemos conocer la resurrección. La resurrección es una persona. La resurrección es Dios. Dios pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El Espíritu es la consumación de Dios, quien es la resurrección.
Hoy en día si se nos quitara el Espíritu, ya no seríamos cristianos (Ro. 8:9b). Además, si a la Biblia se le quitara el Espíritu, la Biblia se convertiría en un libro de letras muertas. Simplemente sería un libro de cuentos sin realidad alguna. La realidad de la Biblia es el Espíritu como la consumación de la resurrección, y la resurrección es la corporificación del Dios procesado.
En nuestra experiencia cristiana, todos los días experimentamos al Espíritu. Pero por falta de la enseñanza adecuada entre los cristianos de hoy, no nos damos cuenta de que la experiencia que tenemos del Espíritu es la experiencia que tenemos de la resurrección de Cristo. Hoy en día hay muchas personas que hablan de cómo ser llenos del Espíritu. Pero si no comprendemos que el Espíritu es la resurrección, no podemos tener la experiencia adecuada del Espíritu. Mientras experimentemos la resurrección, tenemos la verdadera experiencia del Espíritu tanto en el aspecto esencial como en el económico.
Cristo les impartió el Espíritu a los discípulos al soplar en ellos (Jn. 20:22), y cincuenta días después derramó el Espíritu sobre ellos (Hch. 2:1-4). Esto sucedió después de Su resurrección. Antes de Su resurrección, no existía la posibilidad de que el Espíritu esencial entrara en nuestro ser, ni tampoco que el Espíritu económico se derramara sobre nosotros. Estos dos asuntos tuvieron lugar teniendo como base el hecho de que la resurrección fue consumada. La resurrección de Cristo hizo que el Espíritu estuviera disponible y fuera aplicable. El Espíritu entra en nosotros como el Espíritu esencial para darnos vida, y se derrama sobre nosotros como el Espíritu económico para darnos poder; estos dos aspectos del Espíritu constituyen la realidad de la resurrección de Cristo.
Hechos es un libro que da testimonio de la resurrección de Cristo. Hechos menciona claramente que los discípulos fueron testigos (1:8) que dieron testimonio de la resurrección de Cristo. Actualmente los cristianos que predican el evangelio ponen mucho énfasis en la muerte de Cristo. Pero los primeros apóstoles, tales como Pedro y Pablo, al predicar el evangelio, recalcaban la resurrección de Cristo. Por supuesto, también hablaron de la muerte de Cristo, pero dicha muerte no es la consumación. La consumación es la resurrección.
La resurrección es el Espíritu, y el Espíritu es el Dios Triuno procesado y consumado. Dios, Cristo, y la muerte y resurrección de Cristo, han formado un compuesto en este único Espíritu compuesto, quien es la realidad de la resurrección de Cristo.
La resurrección es una persona, porque Cristo dijo que Él es la resurrección. La vida y la luz también son una persona. Cristo dijo que Él es la vida (Jn. 14:6) y la luz (8:12). El amor también es una persona. La Biblia dice que Dios es amor (1 Jn. 4:8, 16). Pero ningún versículo dice que Cristo es la muerte. Podemos decir la muerte de Cristo, lo cual expresa posesión, porque la muerte no es la consumación. La consumación es la resurrección. Los procesos por los cuales pasó el Dios Triuno tuvieron su consumación en la resurrección. Por lo tanto, la resurrección es el mismo Dios consumado.
Debemos tener un entendimiento claro de la resurrección. Dios es la resurrección, la resurrección es el Espíritu compuesto, y el Espíritu compuesto es el Dios consumado. Este entendimiento de la resurrección concuerda con la revelación divina de la Santa Biblia.
La vida cristiana es una vida en la resurrección de Cristo. A fin de conocer el Espíritu, debemos conocer la resurrección. La resurrección es el Dios Triuno consumado para ser el Espíritu vivificante. No tenemos la capacidad de entender este profundo y elevado misterio, el misterio de la resurrección; pero sí podemos experimentar la resurrección. Ni siquiera entendemos nuestra vida humana, pero la podemos experimentar diariamente. Cuando comemos, recibimos muchos elementos y vitaminas nutritivas que no entendemos; no obstante, los podemos disfrutar. No sabemos lo que es esta vida humana; pero ciertamente la disfrutamos.
¿Quién puede entender completamente al Dios Triuno? Aunque no podemos entender al Dios Triuno, Él está disponible para que le experimentemos y le disfrutemos. Casi todas las mañanas, mi primera oración es más o menos ésta: “Gracias, Señor, por la paz. Gracias por la seguridad. Gracias por Tu presencia. Gracias por limpiarme. Gracias por Tu perdón. Gracias por guardar mi salud”. Ésta es una oración sencilla, pero por medio de tal oración sencilla, disfruto al Dios Triuno y soy lleno del Espíritu. He disfrutado al Dios Triuno por casi setenta años. No puedo negar la existencia de Dios, porque día tras día lo disfruto como la resurrección.
El Dios con quien tenemos contacto es la resurrección. Cuando tenemos contacto con Dios, la resurrección opera en nosotros, y todo está bajo nuestros pies. Cuando la resurrección opera en nosotros, estamos llenos de gozo, llenos de paz, llenos de descanso, llenos de alabanza y llenos de regocijo. Cuando experimentamos el Espíritu como la resurrección, todas las cosas negativas quedan en la cruz, en la tumba y bajo nuestros pies.
La vida humana está llena de problemas, afanes y toda clase de aflicción. Podemos deshacernos de estas cosas solamente por medio de nuestro Dios quien es la resurrección, la cual es el Espíritu. El Espíritu mata y también resucita. Esto se debe a que la muerte de Cristo, la cual nos aniquila, y Su resurrección, la cual nos eleva, han formado un compuesto en el Espíritu compuesto, a quien disfrutamos. Mientras disfrutamos al Espíritu compuesto, experimentamos la muerte y la resurrección interiores. Mientras tengamos esta muerte más la resurrección, tenemos a Dios. La muerte más la resurrección es Dios. Dios se mueve en nosotros, obra en nosotros, funciona en nosotros. Él nos da Su propia persona como paciencia, paz y poder para que podamos soportar los sufrimientos. Él nos da Su propia persona como todo lo que necesitamos a fin de vivir la vida cristiana.
Dios es misterioso, la resurrección es misteriosa, y el Espíritu compuesto también es misterioso. La Biblia tiene mucho que decir acerca de estos tres asuntos, pero son sumamente misteriosos. Aunque son tan misteriosos, son reales en nuestra experiencia diaria de la vida cristiana.
Necesitamos experimentar siempre la aplicación que el Espíritu hace de la resurrección de Cristo y del poder de la misma. Los entrenantes de tiempo completo necesitan entrar en esta experiencia en su entorno limitado. Puede ser que cinco hermanas vivan en un solo apartamento. En este apartamento, cada una de ellas tiene que hacerlo todo con mucho cuidado. De otra manera, se ofenderán unas a otras. Para ellas, este apartamento es como una “tumba” pequeña. Estar en el Entrenamiento de Tiempo Completo es un sufrimiento, pero en este sufrimiento hay mucho gozo y paz. Si tratamos de escapar del entorno que Dios ha dispuesto para nosotros, no tendremos gozo y paz. Cuando permanecemos en este entorno limitado, podemos experimentar la resurrección.
A fin de experimentar la resurrección, también necesitamos ser limitados en nuestro hablar. Cuanto más chismeamos, más se esfuma la resurrección. Cuanto más chismeamos, menos Espíritu hay en nuestra experiencia. A fin de experimentar al Espíritu como la realidad de la resurrección, necesitamos volver a nuestro espíritu y orar, alabar, cantar o hablar con Dios. El título del salmo 18 indica que este salmo fue la conversación de David con Dios, una plática con Dios. Necesitamos hablar con Dios y consultarle. Después de diez minutos de hablar con Dios, nos encontraremos fervientes y llenos del Espíritu como la realidad de la resurrección.
El Espíritu es la realidad de la resurrección de Cristo y el poder de la misma, y éstas le han sido añadidas al Espíritu (1 Jn. 5:6), formando un compuesto.
El Espíritu, que está compuesto de la resurrección de Cristo y el poder de la misma, mora en nuestro espíritu (Ro. 8:11) para impartir la resurrección de Cristo y el poder de la misma no sólo en nuestro espíritu y alma (Ro. 8:6b, 10; 2 Co. 4:16), sino también a nuestro cuerpo mortal (Ro. 8:11; 2 Co. 4:11).
Debemos cooperar con el Espíritu que resucita para reconocer que hemos resucitado con Cristo (Col. 2:12; Ef. 2:6a) y debemos procurar el poder de la resurrección de Cristo (Fil. 3:10a). Pablo dijo que quería conocer a Cristo y el poder de Su resurrección. Este poder nos conformará a la muerte de Cristo (v. 10b; 2 Co. 4:10, 16).
Cuanto más morimos, más Espíritu tenemos. Cuanto más morimos, más estamos en la resurrección. Cuanto más morimos, más estarán con nosotros los atributos divinos tales como la paz, el gozo, la luz, la vida y el amor, los cuales serán el contenido de nuestras virtudes humanas. Ésta es la vida cristiana, y éste es el gran misterio de la piedad (1 Ti. 3:16). La piedad es la expresión del Dios Triuno en nuestro vivir, es decir, la manifestación del Ser Divino en nuestra carne.
Necesitamos ser personas ocupadas con el Dios Triuno, el Espíritu consumado y la resurrección. Necesitamos ser cristianos “locos”, llenos del Espíritu por dentro y por fuera. Debemos estar totalmente en resurrección. ¿Qué es la resurrección? La resurrección es el Dios Triuno procesado y consumado, quien es el Espíritu compuesto.
La resurrección de Cristo con el poder de la misma en el Espíritu vivificante es la gracia suficiente del Dios Triuno procesado y consumado (2 Co. 12:9; 13:14; 1 Co. 15:10, 45, 58). Podemos decir también que el Espíritu como la realidad de la resurrección de Cristo y el poder de ésta, es la gracia suficiente. La gracia suficiente es el Espíritu compuesto, quien es la realidad de la resurrección.
En 1 Corintios 15 se comprueba esto. Éste es un capítulo largo de cincuenta y ocho versículos que trata de la resurrección de Cristo. En este capítulo Pablo presenta una refutación a las personas que dicen que no hay resurrección (vs. 12-19). En el versículo 10a Pablo también dijo: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy”. La gracia mencionada aquí es el Cristo resucitado, quien es el Espíritu vivificante. Pablo pasó a decir: “He trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (v. 10b). Pablo trabajaba mucho más que los demás apóstoles por la gracia que operaba en él. La gracia de Dios que estaba con él era el Espíritu consumado, la consumación del Dios Triuno.
En el versículo 58 Pablo dijo: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestra labor en el Señor no es en vano”. No debemos consternarnos ni desanimarnos. Más bien, debemos laborar. No necesitamos laborar solos, ni por nuestro propio poder, fuerza ni capacidad, sino por el Espíritu compuesto y todo-inclusivo quien es la realidad de la resurrección divina, la cual es el Dios Triuno mismo. Entonces nuestra labor nunca será en vano. Tal es el andar y la obra de la vida cristiana. En realidad, nuestra obra es nuestro andar, nuestro vivir.
Algunas personas se han preguntado cuándo me voy a jubilar. Me jubilaré sólo cuando yo parta para estar con el Señor. Esto se debe a que tengo algo dentro de mí que me “enloquece”. El Dios Triuno, la resurrección y el Espíritu compuesto son mi disfrute. Ésta es la experiencia de la gracia de Cristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu con nosotros (2 Co. 13:14). El Dios consumado, la resurrección, y el Espíritu consumado y todo-inclusivo son nuestra porción en la comunión divina.