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Mensajes del libro «Vida cristiana, La»
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CAPÍTULO QUINCE

VIVIR Y ANDAR BAJO LA CRUCIFIXIÓN DE CRISTO

(4)

  Lectura bíblica: Jn. 3:5; Gá. 2:20a; 1 Co. 15:36; Mt. 16:24-26; Gá. 5:24; Ro. 6:6; 8:13b; 2 Co. 4:10, 16; Fil. 3:10

  En este mensaje queremos concluir nuestra comunión sobre la necesidad de vivir y andar bajo la crucifixión de Cristo.

SER CONFORMADOS A LA MUERTE DE CRISTO POR EL PODER DE SU RESURRECCIÓN EN LA COMUNIÓN DE SUS PADECIMIENTOS

  En Filipenses 3:10 el apóstol Pablo dijo que él deseaba ser conformado a la muerte de Cristo por el poder de Su resurrección en la comunión de Sus padecimientos. ¿Quién puede decir qué es la conformación a la muerte de Cristo y qué es el poder de la resurrección de Cristo? La muerte y la resurrección de Cristo son grandes misterios.

  Recientemente, recibí algunas noticias con respecto a una hermana que pasó por cierto sufrimiento. Si consideramos la situación por la cual ella se está enfrentando en su vida espiritual, esto nos ayudará a comprender lo que significa ser conformado a la muerte de Cristo. Esta hermana tuvo que renunciar a su puesto porque el trabajo que hacía afectaba su salud. Después de renunciar a su puesto, ella tuvo la idea de que debía usar algo de sus ahorros para comenzar un negocio. Vio un anuncio en el periódico, escrito por un hombre que buscaba alguien que pudiera invertir dinero en su negocio. Este hombre convenció a la hermana y a su esposo de que invirtieran su dinero en este negocio. Pusieron en las manos del hombre todos sus ahorros. Al final, él los engañó y ellos perdieron todo su dinero.

  Como resultado de lo que le pasó, esta hermana estuvo perturbada. Primero, tenía dudas con respecto a la fidelidad del Señor. Ella dijo que había orado todos los días por muchos años y que había confiado sinceramente en el Señor en todo aspecto. Se preguntaba por qué el Señor no le había ayudado, considerando que ella había orado tanto y confiaba tanto en Él. Ella dijo que había dedicado su tiempo a estudiar la Biblia con la ayuda de los Estudios-vida y los libros que hemos publicado. Ya que ella se había dado al Señor de esta forma, se preguntaba por qué el Señor no hizo nada por ella y por qué el Señor no quiso protegerla. Ella perdió su salud, su trabajo y luego sus ahorros, aunque había orado y confiado en el Señor.

  Ella hizo notar que en uno de los libros del hermano Nee, él dijo que al Señor no le importa si tenemos éxito o si nos equivocamos. Lo que el Señor desea es forjarse en nosotros. Ella preguntó si esto quería decir que el Señor desea que nosotros descuidemos todos los asuntos prácticos y sólo nos encarguemos del deseo de Dios de forjarse en nosotros. Ella dijo que había dedicado su ser y su tiempo a leer la Biblia y las publicaciones del ministerio todos los días. Ella se preguntaba cómo su búsqueda espiritual y su cuidado de los asuntos prácticos podrían ser compatibles. A ella le parecía que su confianza en el Señor era en vano. ¿Qué podría decirles a sus hijos en cuanto a esto? En este mensaje yo quisiera hablar de estos asuntos.

  El hermano Nee tenía toda la razón al decir que a Dios no le importa si tenemos éxito o si nos equivocamos. A Dios sólo le importa una cosa: forjarse en nosotros. Dios no tiene ninguna intención de hacer que alguien sea un gran profesor. Ya hay miríadas de eruditos y profesores en la tierra hoy. La intención de Dios no es formar un mundo lleno de profesores. La intención de Dios es edificar Su reino. Todos los que están en Su reino tienen que dar todo el terreno y la oportunidad plena a Dios para que Él se forje en ellos. Por esta razón, Pablo dijo en Romanos 8:28 que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien. ¿Cuál es el “bien” del que habla Pablo en este versículo? ¿Es este “bien” un título profesional o un ascenso en el trabajo?

  Si amamos a Dios, Él hará que todas las cosas cooperen para nuestro bien, pero el bien no es lo que queremos ni lo que esperamos. El bien es lo que Dios quiere llevar a cabo conforme a Romanos 8. El bien es que nosotros seamos conformados a la imagen de Su Hijo primogénito (v. 29). El deseo del corazón de Dios no tiene nada que ver con que tengamos un buen puesto o que nos den un ascenso. Él no se preocupa de que ganemos mucho dinero o de que perdamos dinero. De hecho, Dios puede usar todas las cosas para hacer que alguien pierda dinero. Si esta persona ganara dinero, Dios no tendría la oportunidad de forjarse en ella. Cuando una persona pierde su dinero, quizá se queje con Dios, pero Dios toma esta oportunidad para impartirse en esta persona.

  Muchos de nosotros pensamos que sabemos orar, pero en realidad no sabemos orar en la manera apropiada. Pablo indicó que la mejor oración es gemir (23, Ro. 8:26). Nosotros no sabemos orar, pero el Espíritu nos enseña a orar. El Espíritu nos enseña a gemir. Esta hermana se preguntaba por qué había perdido todo su dinero. Ella confiaba mucho en el Señor, pero el Señor no la condujo a la persona correcta. Así que, ella no sabía orar. Cuando no sabemos orar, gemimos. Ésta es la mejor manera de orar.

  Hemos visto que en muchos de los salmos, David entendió bien cómo orar y aun le pidió a Dios que peleara contra sus enemigos con armas (Sal. 35:1-3). Por supuesto, esta clase de oración no es según Dios. Ciertamente no debemos darle instrucciones a Dios en nuestra oración. En especial, no debemos decirle que discipline a nuestros enemigos, porque esto está en contra de la enseñanza del Nuevo Testamento (Mt. 5:44).

  Hemos visto en nuestro estudio-vida de los Salmos que el título del salmo 34 dice que David escribió este salmo después de que había fingido hipócritamente delante de Abimelec (véase el mensaje 16 del Estudio-vida de los Salmos). David se fingió loco ante Abimelec, y luego bendijo y alabó a Dios por haberle liberado. En realidad, él se libró a sí mismo fingiendo y luego le atribuyó a Dios el mérito.

  En vez de esto, David debió haber dicho: “Señor, ¿cómo debo orar?”. Si David hubiera orado de esta manera, habría sido espiritual. Pero David fue tan osado que bendijo y alabó a Jehová por haberle oído y liberado. De hecho, David usó de la mentira para engañar aquel rey. ¿Ésa fue la respuesta de Dios? Digo esto para que veamos que cuando entendemos claramente cómo orar, somos naturales y estamos en nosotros mismos. Muchas veces la mejor oración es decir: “Señor, no sé cómo orar ni qué decir”. No sabemos la clase de oración que Dios desea ni tenemos claridad en cuanto a la manera de orar; por esto gemimos. En nuestro gemir, el Espíritu también gime, intercediendo por nosotros. Dios el Padre contesta cuando el Espíritu intercede por nosotros y Él dispone nuestras circunstancias al hacer que todas las cosas cooperen para nuestro bien.

  Dios nos pone en la posición correcta para que podamos ser quebrantados. Frecuentemente, Dios no hará algo para nosotros según nuestro concepto, y tal vez nos parezca que Dios no es fiel. Podemos orar día y noche y poner nuestra confianza en el Señor, pero finalmente nada resulta según nuestra intensa oración. Queremos conseguir un ascenso en nuestro trabajo, pero quizás no lo obtengamos. Es posible que queramos invertir nuestros ahorros para sacar beneficio, pero al final quizás perdamos dinero.

  No debemos gastar ni invertir nuestro dinero en algo que no esté en conformidad con Cristo. El Señor dijo que Él nos envió como a ovejas en medio de lobos. ¿Quién es digno de confianza en la tierra? Casi todos son lobos. El Señor también dijo que tenemos que ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt. 10:16). Como a ovejas en medio de lobos, tenemos que ser prudentes como serpientes para escapar del daño de los lobos, y sencillos como palomas, es decir, no mezclados con ninguna intención maligna y sin hacer daño a otros.

  Muchas personas que ponen anuncios en el periódico en los cuales dicen que necesitan a alguien que pueda invertir dinero en sus negocios, en realidad están tendiendo una red para atrapar a otros. Confiar en tales personas es necedad. Si encomendamos nuestro dinero a tales personas y lo perdemos, ¿cómo podemos culpar al Señor por no habernos respondido ni habernos hecho nada? En realidad, puede ser que el Señor en Su soberanía permita que perdamos nuestro dinero, pero después de haberse perdido el último centavo, Dios todavía está ahí. Puede ser que nos quejemos con Dios, pero es posible que nuestra queja sea la mejor oración, la oración más placentera para Dios. Mientras estamos quejándonos, Dios se regocija porque Él está haciendo que todas las cosas cooperen para bien a fin de que seamos conformados a la imagen de Su Hijo primogénito.

  Que ganemos o perdamos dinero no significa nada para Dios. En realidad, el dinero, mammon, es la encarnación del diablo. Tal vez queramos saber cómo podremos comer si no nos preocupamos por mammon, es decir, las riquezas. Pero el Señor dijo que no podemos servir a Dios y a las riquezas, y que si buscamos a Dios y Su reino, Él se encargará de nuestras necesidades (Mt. 6:24, 33).

  Un día los discípulos de los fariseos y de los herodianos vinieron a tentar al Señor Jesús preguntándole si deberían pagar los impuestos a César o no. Luego el Señor les pidió una moneda. Esto significa que el Señor Jesús no tenía nada de dinero; pero ellos sí tenían. El Señor les preguntó de quién era la imagen de la moneda. Cuando ellos dijeron que era la imagen de César, el Señor respondió: “Devolved, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (22:21). El Señor Jesús no tenía una moneda romana y pidió que le mostraran una. Al poseer ellos una moneda romana, fueron atrapados. Ciertamente nuestro Señor estaba libre de la esclavitud del mammon. El hecho de que el Señor dijera que no podemos servir a Dios y a las riquezas indica que las riquezas están en oposición a Dios y roban del pueblo de Dios el servicio que ellos podrían ofrecerle. Estar libre de la esclavitud del mammon para servir a Dios es vivir y andar bajo la crucifixión de Cristo.

  Cuando Cristo vivía sobre esta tierra, Él estaba bajo la operación aniquiladora de la muerte todos los días. Él se rehusó a tener relación alguna en la vida natural. Esto demuestra que Él era absolutamente para Dios en Su humanidad. Cuando le dijeron que Su madre, Sus hermanos y hermanas le buscaban, Él dijo que aquellos que hacen la voluntad de Dios son Su hermano, y Su hermana, y Su madre (Mr. 3:31-35). Por Su servicio en el evangelio, el Salvador-Esclavo hizo de los pecadores que habían creído en Él Sus parientes espirituales, quienes llegaron a ser Sus muchos hermanos (Ro. 8:29; He. 2:11) en la casa de Dios (3:5-6) y Sus muchos miembros para la edificación de Su Cuerpo místico (Ef. 5:30; 1 Co. 12:12) para hacer la voluntad de Dios.

  Después, cuando el Señor estaba en la cruz, Él vio a Su madre y a Su discípulo Juan al lado, y le dijo a Su madre: “Mujer, he ahí tu hijo” (Jn. 19:26). No debemos olvidar que el Señor tenía naturaleza humana y sentimientos humanos. El hecho de que Él le dijera a Su madre que no lo mirara a Él, sino a Juan como su hijo mientras estaba colgado en la cruz dio muerte a la vida natural.

  La muerte es el umbral de la resurrección. Siempre que entramos en la muerte, deberíamos ver que estamos en el umbral de la resurrección. La hermana que perdió su trabajo y su dinero pudo quejarse con Dios, pero no pudo dejarlo. Por un lado, ella se quejaba con Dios y, por otro, ella continuaba con Dios. En su momento, es posible que ella pueda alabar al Señor a pesar de haber perdido todos sus ahorros. Algún día es posible que ella pueda declarar al universo que aunque no tenga más ahorros, aún está viva. Ella está viva no por sus ahorros, sino por su Dios viviente. El Dios viviente es la resurrección. Nosotros vivimos por la resurrección, y no por el dinero que hayamos guardado. Cuando no tenemos mucho dinero, estamos libres. En realidad, la gente que tiene demasiado dinero está abrumada por la preocupación de perderlo.

  Los padres necesitan considerar cuál es la diferencia entre tener hijos y no tenerlos. Finalmente, cuando hacemos “operaciones matemáticas” en el Espíritu, diríamos que es lo mismo. Por un lado, con toda seguridad nosotros los padres amamos a nuestros hijos, pero por otro, nuestros hijos nos causan muchos problemas. Aquellos que no tienen hijos, no tienen que experimentar este problema. Pero Dios usa a nuestros hijos, el perder a nuestros hijos e, incluso, el no tener hijos para quebrantarnos a fin de poder tener la oportunidad de forjarse en nosotros.

  Al experimentar el quebrantamiento de nuestro hombre exterior, aprendemos a orar sin usar palabras claras. Aun le decimos al Señor que no sabemos cómo orar. Algunos santos son demasiado osados y oran demasiado. Necesitan aprender a gemir según lo dicho por Pablo en Romanos 8:26. Algunas hermanas de entre nosotros son “salmistas” femeninas. Ellas tienen tanto que orar y tienen tanta claridad acerca de qué orar. Ellas necesitan aprender a gemir. Muchas veces no sabemos qué orar porque no logramos entender lo que está pasando en nuestro entorno. Sin embargo, sí sabemos que el apóstol Pablo dijo en Romanos 8:28 que todas las cosas cooperan para nuestro bien.

  Algunos de los hermanos que vienen a mí para tener comunión me hablan sólo de las cosas buenas, y no de las malas. Pero, en realidad, en el universo la noche viene primero y luego el día (Gn. 1:5). Si las noticias que recibo en la comunión que tengo con los hermanos pertenecen totalmente al “día”, permanezco engañado en cuanto a lo que comprendo de la verdadera situación. Si yo conozco la verdadera situación de los santos que están en la iglesia, puedo orar por ellos. Pero si me dicen que todo es maravilloso, que todos están poniendo en práctica la nueva manera y que todo está en el “día”, no estoy enterado de la verdadera situación. El Señor usa todas las cosas, tanto las del “día” como las de la “noche”, para transformarnos y conformarnos a Su imagen.

  Solamente el Señor sabe las matemáticas celestiales y espirituales con respecto a lo que mejor obra para nuestro bien en nuestro entorno. El Señor le dio a Job muchos hijos, pero un día todos sus hijos y todas sus hijas murieron (Job 1:18-19). Job ofreció una buena oración, diciendo: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!” (v. 21). No obstante, ésta no es la mejor oración, porque es una oración del Antiguo Testamento. Una oración del Nuevo Testamento sería como ésta: “Señor, te doy gracias por darme hijos y te doy gracias por quitármelos. Al dármelos y al quitármelos, he sido transformado y he sido lleno de Ti. La venida de mis hijos así como su ida son obra Tuya para transformarme y llenarme”.

  Dios usa los hijos para disciplinar a los padres. Algunos padres son disciplinados por Dios principalmente a través de sus hijos. Pero Dios sabe si necesitamos hijos o no. Él usa todas las cosas para conformarnos a la imagen de Cristo. Algunas personas pueden ser muy simpáticas, tiernas y fieles en su hombre natural. Éstas serían buenas personas aun si no hubieran sido regeneradas ni transformadas. Entonces, ¿qué es lo que Dios puede hacer para forjarse en tales personas? En los casos de estas personas y de todos nosotros, Dios tiene que ponernos en ciertas circunstancias para quebrantarnos. El deseo de Dios es que seamos quebrantados para que Él pueda forjarse en nosotros.

  Pablo era una persona que había sido conformada a la muerte de Cristo por medio de algo misterioso llamado el poder de la resurrección. Nadie puede ser conformado a la muerte de Cristo sino por el poder de la resurrección. Hay algo dentro de nosotros que es oculto, misterioso y dinámico, la cual se llama la resurrección. Con el tiempo aprendemos que si el dinero viene o se va, si los hijos vienen o se van, de todos modos Dios permanece. Dios es nuestra porción. Él no es nuestra porción en una forma exterior, sino que es nuestra porción en una forma interior al constituirnos. Dios se ha constituido en nuestro ser y aún sigue constituyéndose. Con el tiempo, Dios usa todas las cosas para hacerse nuestra única porción.

  Nuestro dinero, nuestros hijos, nuestro trabajo y nuestro título académico no son nuestra porción. Sólo Dios es nuestra porción. Algunos de nosotros tienen porciones además de Cristo mismo. Tal vez tengamos nuestras propias metas que queremos alcanzar, mientras decimos que es necesario ser prácticos. Pero en realidad estas metas son nuestra porción. Ésta es la razón por la cual Dios viene para “quitar” nuestra vida natural, capa tras capa, a través de los años. Por casi setenta años Dios la ha “quitado” gradualmente. Hoy estoy contento porque mucho de mi vida natural ha sido quitada. Dios usa todas las cosas para “quitar capa tras capa” nuestra vida natural. Incluso Dios usa todos los hermanos que están en la vida de iglesia para “quitarla capa tras capa”. Todos nosotros estamos pasando por el proceso gradual de la obra de Dios de “quitar capa tras capa” nuestra vida natural. El día vendrá cuando seremos despojados en gran manera y de forma seria. Entonces seremos quebrantados, estaremos “en bancarrota”. “Estar en bancarrota” significa ser quebrantado.

  En la actualidad, algunos enseñan el pensar positivo como la manera de tener éxito en todo. Tal enseñanza es terrible y está completamente fuera del blanco. ¿Practicó el apóstol Pablo el pensar positivo para tener éxito o para ganar dinero? Pablo era muy positivo en cuanto al martirio. Él era muy positivo en cuanto a estar listo para ser derramado en libación (Fil. 2:17; 2 Ti. 4:6).

  Yo quiero animarlos a todos a que lean la biografía del hermano Watchman Nee (titulado Watchman Nee: Un siervo que recibió la revelación divina en esta era, publicado por Living Stream Ministry). El ministerio del hermano Nee se ha extendido por toda la tierra. Muchos cristianos que buscan del Señor han recibido ayuda de su ministerio. Sin embargo, al final él murió en la cárcel. Esto es ser conformado a la muerte de Cristo. En el hermano Nee había un misterio. Ese misterio que estaba en él era el poder de la resurrección.

  Después de estar bajo la disciplina de Dios por cierto tiempo, estamos dispuestos a ser conformados a la muerte de Cristo en todo. Nosotros los cristianos no debemos guardar ningún pensamiento de vengarnos o de vindicarnos. No queremos recordar los errores de otros. Perdonar los errores de otros y olvidarnos de ellos es ser conformados a la muerte de Cristo. No nos agrada culpar a otros. Cuando culpamos a otros, por mucha razón que tengamos, no tenemos paz.

  Queremos ser conformados a la muerte de Cristo, y podemos ser dichas personas solamente por el poder escondido de la resurrección. En muchos de los salmos no podemos ver en David este poder escondido. En muchos de los salmos, David era tan osado que hizo mención de los errores de otros. Incluso él le enumeró a Dios todas las aflicciones y todos los maltratos que había sufrido a manos de sus enemigos y le pidió a Dios que los disciplinara (Sal. 31:9-13; 35:1-8; 36:1-4, 11-12).

  Si nosotros acudiéramos al Señor para contarle todos los maltratos que sufrimos a manos de nuestros enemigos, nos moriríamos por dentro. Más bien, debemos seguir la palabra del Señor donde dijo: “Oísteis que fue dicho: ‘Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo’. Pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:43-48). Podemos ser perfectos como nuestro Padre porque nacimos de Él. Tenemos Su vida y Su naturaleza. Ésta es la enseñanza neotestamentaria.

  Hoy somos personas misteriosas. Los de afuera no pueden entendernos, porque nosotros tenemos el deseo de ser conformados a la muerte de Cristo. Además, tenemos la capacidad dentro de nosotros para hacerlo, y esta capacidad es el poder de la resurrección. Aun la naturaleza misma da testimonio de la realidad de la resurrección. Dentro de una semilla pequeña no solamente está la vida, sino también la resurrección. Si esa semilla cae en la tierra y muere, con el tiempo surgirá un brote desde debajo de la tierra. Eso es el poder de la resurrección. Nosotros somos como semillas pequeñas. Cuanto más nos pongan en la muerte, más tendremos la expresión del poder de la resurrección. Es por esto que nos da gusto perdonar a otros y olvidarnos de sus errores.

  En buen sentido, queremos sufrir pérdida para poder ganar a Cristo (Fil. 3:7-8). Hay algunos himnos en nuestro himnario que hablan de la pérdida y la ganancia (véase Himnos, #297 y Hymns, #635, las estrofas 15 y 16). La pérdida y la ganancia son el significado de la cruz. La cruz es un medio para traernos la pérdida y luego la ganancia. Vivir y andar bajo la crucifixión de Cristo es ser conformados a la muerte de Cristo por el poder misterioso de la resurrección. Así como la vida y la resurrección están escondidas dentro de una semilla, así también Cristo como vida y resurrección está escondido dentro de nosotros. Dentro de nosotros tenemos a Cristo como nuestra vida y resurrección.

  Al ser conformados a la muerte de Cristo, estamos en la comunión de Sus padecimientos. Somos verdaderos socios, verdaderos compañeros, del Señor en Sus padecimientos. Durante la vida del Señor en la tierra, Él no tenía paz en Su entorno. Todos los días sufría, así que Isaías hace mención de Él como el varón de dolores (Is. 53:3). El apóstol Pablo también era un hombre que no tenía paz en su entorno. Sin duda alguna, Pablo fue conformado a la muerte de Cristo por el poder de la resurrección, un poder interior, escondido y misterioso.

  Algunos pentecostales piensan que uno tiene que esperar y orar tres días, y de repente recibirá poder. Éste es un concepto erróneo con respecto al poder. El verdadero poder está en nosotros. ¿Cómo puede ser expresado este poder? Puede ser expresado al nosotros ser conformados a la muerte de Cristo. Cuando somos conformados a Su muerte, el poder se manifiesta. Luego somos compañeros, socios, del Señor en Sus padecimientos. Esto significa que estamos en la comunión de los padecimientos del Señor.

  Por muy difíciles que sean nuestras circunstancias, seguimos vivos y por eso tenemos que adorar al Señor. Debemos decirle: “Señor, siempre y cuando yo esté en esta tierra, soy muy bienaventurado, porque mientras estoy vivo, Tú tienes la oportunidad de forjarte cada vez más en mi ser para constituir mi ser con Tu elemento”.

  Mediante nuestros sufrimientos tenemos la oportunidad de ganar más de Dios. Finalmente, después de pasar por muchos sufrimientos, tendremos más de Dios en nosotros. Lo que verdaderamente importa es que tengamos más de Dios. No nos importa si tenemos un buen ascenso o no, o si ganamos dinero o no. Por el contrario, todas las pérdidas llegan a ser el aumento de Dios en nosotros. Por lo tanto, tenemos que alabarle.

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