Vida del altar y de la tienda, La
Génesis 12:7 dice: “Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó un altar allí a Jehová, quien le había aparecido”. En este versículo vemos que el altar tiene su base en la manifestación de Dios. Si no hay manifestación divina, no hay altar. Nadie puede ofrecerse a Dios, a menos que primero haya tenido un encuentro con El. Si Dios no se manifiesta, el hombre no puede presentarle todo lo que es y tiene. La consagración no es el resultado de la exhortación ni de la persuasión humana, sino de la revelación divina. Nadie puede ofrecer voluntariamente sobre el altar todo lo que tiene, si Dios primero no se le ha aparecido. Nadie se ofrece a Dios por su propia voluntad. Inclusive si un hombre quisiera ofrecerse a Dios, no tendría nada que ofrecerle. Algunos han dicho: “Deseo darle al Señor mi corazón, pero mi corazón no está de acuerdo”. El hombre no puede ponerse del lado de Dios por su propio esfuerzo. Pero cuando tiene un encuentro con Dios, espontáneamente consagra su vida. Si usted logra ver a Dios una sola vez y establece una relación con El, ya no volverá a ser el mismo. ¡Uno no puede relacionarse con El de una manera casual! Una vez que uno toca a Dios, le es imposible seguir viviendo para sí.