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Mensajes del libro «Vida que vence, La»
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CAPITULO DOS

LA VIDA CRISTIANA QUE SE REVELA EN LA BIBLIA

  Lectura bíblica: Ef. 1:3

LA EXPERIENCIA DEL FRACASO

  Cuando fuimos salvos, la gracia de Dios llenó de gozo nuestros corazones. En ese entonces nuestra vida estaba llena de esperanza; creímos que desde ese momento todos nuestros pecados quedarían bajo nuestros pies. Pensamos que de ahí en adelante podríamos vencerlo todo. En el momento de nuestra salvación creímos que no había ninguna tentación que fuera tan grande que no pudiéramos vencer, ni dificultad que no pudiéramos superar. Nuestro futuro estaba lleno de una esperanza gloriosa. Por primera vez gustamos la paz del perdón y saboreamos el gozo. Era muy agradable y sencillo tener comunión con Dios. Nos sentíamos llenos de gozo y de felicidad. Aun el cielo estaba más cerca. Nada parecía imposible. En ese entonces pensábamos que cada día sería un día de victoria.

  Sin embargo, esta maravillosa condición no duró mucho, y nuestra maravillosa esperanza no se hizo realidad. Los pecados que creíamos se habían ido o que habíamos vencido de repente regresaron. Pensábamos que ya los habíamos dejado atrás, pero volvieron. Nuestro antiguo mal genio regresó; el orgullo volvió; y nuestra envidia apareció otra vez. Tal vez tratamos de leer la Biblia pero fue inútil. Quizás orábamos, pero ese dulce sabor ya no estaba allí. El anterior celo por las almas perdidas se había desvanecido. El amor comenzó a menguar. Algunos asuntos sí habían sido solucionados, pero otros no los pudimos resolver. Nuestra canción diaria se volvió una canción de derrota y no de victoria. Llegamos a experimentar más fracasos que victorias en nuestra vida cotidiana. Comenzamos a sentir un gran vacío interior. Al compararnos con Pablo, Juan, Pedro y con los cristianos del primer siglo, pensábamos que había una gran diferencia entre sus experiencias y la nuestra. No podíamos ayudar a otros; sólo les podíamos hablar del lado victorioso de nuestra experiencia. No podíamos hablarles del lado en que habíamos fracasado. Creíamos que los días de victoria eran pocos, y que los días de fracaso eran numerosos. Vivíamos diariamente en miseria. Esta es la experiencia común de muchos cristianos.

  Cuando fuimos salvos pensamos que ya que nuestros pecados habían sido perdonados, nunca regresarían. Creímos que la paz y el gozo que experimentamos permanecerían siempre con nosotros. Lamentablemente, los pecados y las tentaciones regresaron. Las experiencias elevadas llegaron a ser pocas y las experiencias bajas se volvieron comunes. Hubo menos momentos de gozo y los momentos tristes se hicieron más frecuentes. En tal situación, experimentamos dos cosas: por una parte, las tentaciones, el orgullo, la envidia y el mal genio regresan; y por otra, nos esforzamos por reprimirnos. En el momento en que estos pecados regresan, nos esforzamos por refrenarlos e impedir que se manifiesten. Aquellos que logran refrenarse creen haber vencido, y aquellos que no lo logran, viven en un círculo vicioso de fracaso, victoria, pecado y remordimiento. Como consecuencia, caen en profundo desánimo. Poco después de ser salvos reprimen sus pecados de manera consciente, o se resignan pensando que la victoria es imposible. Se vuelven negativos y se desalientan. Por una parte, experimentan algo de victoria; pero por otra, experimentan muchos fracasos. Cuando logran refrenarse, sus pecados se detienen temporalmente; pero cuando caen, ceden al inevitable destino de cometer pecados.

  Hermanos y hermanas, quisiera hacerles una pregunta delante de Dios: Cuando el Señor Jesús fue a la cruz, ¿esperaba que tuviéramos la experiencia que vivimos hoy? Cuando fue crucificado, sabía El que nuestra vida sería victoriosa un día y derrotada el siguiente? Sabía El que seríamos victoriosos en la mañana y derrotados en la noche? ¿Son Sus logros en la cruz insuficientes para hacer que le sirvamos en santidad y justicia? ¿Derramó El Su sangre en la cruz con el fin de librarnos del castigo del infierno solamente, mas no del dolor del pecado? ¿Es Su sangre derramada en la cruz suficiente sólo para salvarnos del dolor del pecado eterno en el futuro, sin salvarnos del dolor del pecado hoy? Oh, hermanos y hermanas, no puedo evitar decir “¡Aleluya!”. ¡El Señor lo logró todo en la cruz! Cuando estuvo en la cruz no sólo le puso fin al dolor del infierno sino también al dolor del pecado. El no sólo se acordó del dolor del castigo del pecado, sino también del dolor del poder del pecado. El preparó un camino de salvación para nosotros, que nos hace aptos para vivir en la tierra de la misma manera que El vivió. Hermanos y hermanas, Cristo no sólo acabó con el sufrimiento del infierno, sino que también le dio fin al sufrimiento del pecado. En otras palabras, Su obra redentora no nos dio la posición y la base para ser salvos sólo de una manera superficial, sino también para que fuésemos salvos plenamente. No tenemos que vivir de la manera en que vivimos hoy. Tenemos que decir: “¡Aleluya!” porque hay un evangelio para los pecadores y también un evangelio para “los cristianos pecadores”. El evangelio para los cristianos pecadores se predica de la misma forma que la cruz se nos predicó antes. ¡Aleluya! Hay un evangelio hoy para los cristianos pecadores.

LA VIDA CRISTIANA QUE DIOS DISPUSO

  En el mensaje anterior vimos en qué consiste nuestra propia experiencia. Hoy quisiéramos observar la clase de vida que Dios dispuso para el cristiano. Según Dios, ¿qué clase de vida debe llevar un cristiano? No nos referimos a cristianos más experimentados, sino a todos los cristianos, los que han sido salvos y regenerado y han recibido la vida eterna. ¿Qué clase de vida deben llevar? Sólo después de que sepamos esto, veremos qué nos falta. ¿Qué dice la Biblia acerca de la vida cristiana? Examinemos algunos pasajes en la Biblia.

Una vida libre de pecado

  Mateo 1:21 dice: “Y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque El salvará a Su pueblo de sus pecados.” Hace poco, cuando estuve en Chefoo y Pekín, algunos hermanos comentaban que antes les gustaba mucho llamar al Señor “el Cristo”, pero que ahora les gustaba llamarlo “Jesús, mi salvador”. Es llamado Jesús porque El salva a Su pueblo de los pecados. Nosotros recibimos a Jesús como salvador y obtuvimos la gracia del perdón. Demos gracias al Señor y alabémosle porque ahora Jesús es nuestro salvador y porque nuestros pecados ya fueron perdonados. Pero, ¿qué ha hecho Jesús por nosotros? El salva a Su pueblo de los pecados. Esto es lo que Dios dispuso; es lo que Cristo logró. Lo importante ahora es si seguimos viviendo en el pecado o si hemos sido librados de él. ¿Viene nuestro viejo mal genio a atormentarnos? ¿Seguimos atados a nuestros pecados y enredados por nuestros pensamientos? ¿Somos tan orgullosos y tan egoístas como antes? ¿Seguimos siendo los mismos, o ya fuimos librados del pecado? Muchas veces he dado este ejemplo: hay una diferencia entre un flotador y un bote salvavidas. Cuando un hombre cae al agua y alguien le tira un flotador, él no se ahogará si se aferra a él, pero tampoco saldrá del agua. No se hundirá, pero tampoco podrá salirse del agua. No estará muerto, pero tampoco estará viviendo. El bote salvavidas es diferente. Al entrar en el bote salvavidas, la persona que estaba en peligro de ahogarse sale del agua. La salvación que el Señor nos ha provisto no es la salvación del flotador sino la de la barca. El no se detendrá a mitad de camino dejándonos entre la vida y la muerte. El salvará a Su pueblo de los pecados. El no nos deja en los pecados. Por consiguiente, la salvación descrita en la Biblia nos salva del pecado. Sin embargo, aunque ya creímos, no somos salvos del pecado, pues aún vivimos en él. ¿Acaso está la Biblia equivocada? No, no hay nada errado en la Biblia; es nuestra experiencia la que está errada.

  ¿Qué otra cosa hizo Jesús cuando vino a nosotros? ¿Qué dice la Biblia acerca de Su obra?

Una vida que tiene comunión íntima con Dios

  Lucas 1:69 dice: “Y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David Su siervo”. Los versículos 74 y 75 dicen: “Nos había de conceder que, librados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de El, todos nuestros días”. Dios nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David. Nosotros ya tenemos este cuerno. ¿Qué ha hecho este cuerno de salvación por nosotros y hasta qué punto nos ha librado? El nos ha librado de la mano de nuestros enemigos. ¿Qué clase de vida desea El que vivamos después de ser librados? Después de ser librados de la mano de nuestros enemigos, ¿está El interesado solamente en que le sirvamos en santidad y justicia? ¿Es eso lo único que El desea? Si es así, le serviremos en santidad y justicia sólo algunas veces. Pero demos gracias al Señor y alabémosle, pues Su palabra dice que debemos servirle en santidad y justicia todos nuestros días. Debemos servirle en santidad y justicia mientras vivamos en la tierra. Esta es la clase de vida que Dios ha dispuesto para nosotros. Debemos servirle en santidad y justicia todos nuestros días. Por supuesto, para nuestra vergüenza debemos admitir que no le hemos servido en santidad y justicia todos nuestros días, aunque Dios sí nos ha librado de la mano de nuestros enemigos. O está equivocado lo que dice la Biblia o es nuestra experiencia la que está errada. Si nuestra experiencia es correcta, entonces la Biblia está equivocada. Anteriormente, me preguntaba qué clase de vida espera la Biblia de un cristiano. Según ella, todo aquel que es salvo, debe servir al Señor en santidad y justicia todos sus días. Si la Biblia está equivocada, nuestra experiencia podría justificarse; pero si la Biblia no lo está, es nuestra experiencia la que tiene que estar mal.

Una vida que halla plena satisfacción en el Señor

  Juan 4:14 dice: “Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. ¡Cuán preciosas son estas palabras! No se refiere a un tipo de cristiano en particular. No dice que sólo aquellos que han recibido una gracia especial del Señor pueden tener un manantial de agua que salte para vida eterna. El Señor dijo esto a la mujer samaritana, una mujer a quien El no conocía. Le dijo que si ella creía, recibiría agua de vida. Esta agua sería en ella un manantial que salte para vida eterna. Hermanos y hermanas, ¿qué significa tener sed? Si uno tiene sed, significa que no está satisfecho. Aquellos que beben del agua que el Señor les da no tendrán sed jamás. Démosle gracias al Señor y alabémosle. Un cristiano es alguien que no sólo está conforme sino que siempre está satisfecho. No es suficiente que el cristiano se conforme, pues lo que Dios nos da, nos satisface eternamente. ¿Pero cuántas veces hemos cruzado las grandes avenidas sin sentirnos sedientos? ¿Tenemos sed al caminar frente a las grandes tiendas? Si anhelamos esto o aquello, ¿no es esto tener sed? ¿Tenemos sed cuando nos fijamos en nuestros colegas y compañeros de estudio y envidiamos lo que tienen? Aún así, el Señor dijo: “El que beba del agua que Yo le daré no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Lo que El nos da es una clase de vida; sin embargo, lo que nosotros experimentamos es diferente. El Señor nos dice que El es todo lo que necesitamos, pero nosotros decimos que El no es suficiente. Nosotros necesitamos otras cosas para poder ser satisfechos, pero El dice que con El basta. ¿Es errado lo que recibimos del Señor o es nuestra experiencia la que está mal? Uno de los dos debe de estar equivocado. No es posible que el Señor nos gire un cheque sin fondos. Lo que El promete, ciertamente lo dará. Nuestra experiencia pasada es expresada en las palabras de un himno: “Antes medio salvo” (Himnos, #235, estrofa 2). ¿Por qué dice el Señor que el creyente no tendrá sed jamás? Porque llega a ser diferente en su interior. En su interior hay nuevas exigencias y nuevas satisfacciones. Hermanos y hermanas, ¿vivimos delante de Dios y le servimos en santidad y justicia todos nuestros días? ¿Vivimos delante de Dios cada día en santidad y justicia como dijo el sacerdote Zacarías en Lucas 1:75? ¿Tenemos algo que salta desde nuestro interior constantemente y apaga la sed de otros? En chino existe la expresión wu-wei, que significa “no hacer nada”. Los cristianos no tienen que pedir nada. Podemos decir que el Señor es suficiente para nosotros. ¿Estamos satisfechos únicamente con el Señor? ¿Estamos satisfechos con el Señor Jesús solamente? Si no lo estamos, esto indica que algo anda mal en nuestro vivir.

Una vida que afecta a otros

  Juan 7:37 y 38 dice: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. ¿Del interior de quienes correrán ríos de agua viva? No correrán solamente de los cristianos especiales o de los apóstoles Pablo, Pedro y Juan, sino de todos los que creen, de hombres comunes como nosotros. Es del interior de hombres como nosotros que correrán ríos de agua viva. Cuando la gente tenga contacto con nosotros, debe hallar satisfacción y dejar de tener sed. Tuve una amiga que con el simple contacto que tenía con las personas éstas podían percibir la vanidad del mundo, la necedad de la ambición y la esterilidad de la avaricia. Es posible que alguien se sintiera insatisfecho por algo. Tan pronto tenía contacto con ella, encontraba que el Señor es suficiente y satisface. Por otro lado, quizás alguien estaba contento con algo, pero cuando tenía contacto con ella, descubría que aquello no tenía valor. El Señor dijo que quien cree en El, de su interior correrían ríos de agua viva. Esta debe ser una experiencia común a todos los cristianos. No estoy hablando de la experiencia de cristianos especiales sino de la experiencia de todos los cristianos comunes. Hermanos y hermanas, ¿dejan otros de tener sed cuando se relacionan con nosotros o permanecen sedientos? Si otros se quejan de sus sufrimientos y nosotros también, si otros se sienten tristes y nosotros hacemos lo mismo, y si otros confiesan sus fracasos y nosotros los nuestros, ya no somos ríos de agua viva sino un árido desierto. Inclusive, secaremos la hierba verde de otros. Cuando esto nos sucede, alguien está equivocado, o Dios o nosotros. Pero ya que Dios no puede equivocarse, indudablemente somos nosotros los que estamos errados.

Una vida libre del poder del pecado

  Veamos lo que sucede en el libro de los Hechos. El versículo 26 del capítulo tres dice: “A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a Su siervo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de sus maldades”. El mensaje que dio Pedro en el pórtico del templo habla de nuestra condición. Lo que el Señor Jesús logró basta para librarnos del pecado. El cristiano debe de tener la experiencia básica de ser liberado del pecado. Como cristianos, debemos, por lo menos, vencer los pecados conocidos. Es posible que no venzamos los pecados que no conozcamos. Pero debemos vencer por medio del Señor todos los pecados que conocemos. Quizás estamos acosados por muchos pecados que nos han atormentado por años. Por el poder del Señor, debemos vencer todos estos pecados. Este es el modelo bíblico. Es normal que un hombre sea ocasionalmente sorprendido en alguna transgresión. Pero en nuestra experiencia sólo ocasionalmente vencemos. ¡Cuán anormal es nuestra experiencia!

  Romanos 6:1-2 dice: “¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”. Todo el que ha creído en el Señor Jesús y llega a ser cristiano, ha muerto al pecado. Nadie que haya creído en el Señor Jesús y llegue a ser cristiano debe seguir viviendo en el pecado. Pero, ¿cómo sabemos que estamos muertos al pecado? El versículo siguiente nos da la respuesta.

  El versículo 3 dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. En otras palabras, todos los que han sido bautizados y son salvos están muertos al pecado. Cuando una persona se bautiza, muere en Cristo Jesús.

  El versículo 4 dice: “Hemos sido, pues, sepultados juntamente con El en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así nosotros andemos en novedad de vida”. Este debe ser el vivir diario de cada cristiano. Todos los que han sido bautizados deben andar en novedad de vida. Este no es un versículo dirigido sólo a un grupo especial de cristianos, sino a todos los cristianos, a aquellos que son salvos y bautizados. Todos fuimos bautizados; por lo tanto, todos debemos andar en novedad de vida. Esta es la experiencia que Dios ha dispuesto para cada cristiano. ¿Andamos nosotros en novedad de vida?

  Romanos 6:14 dice: “Porque el pecado no se enseñoreará más de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Yo valoro mucho este versículo. Hermanos y hermanas, ¿quién no está bajo la ley, sino bajo la gracia? ¿Acaso Andrew Murray fue el único? ¿O fueron Pablo, Pedro y Juan los únicos? ¿No son todos los que han creído los que no están bajo la ley, sino bajo la gracia? ¿Cuántos de los presentes están bajo la gracia? Damos gracias y alabanzas al Señor porque estamos bajo la gracia. Ninguno de nosotros está bajo la ley.

  Sin embargo, hay otra oración antes de ésta: “El pecado no se enseñoreará de vosotros”. Le agradecemos al Señor y lo alabamos porque el pecado no se enseñoreará más de nosotros. Le damos gracias al Señor y lo alabamos porque la victoria no es la experiencia de un grupo especial de cristianos. Le alabamos y le damos gracias porque la victoria es la experiencia de cristianos comunes. Damos gracias y alabanzas al Señor porque todo cristiano salvo está bajo la gracia. Cuando fui salvo, vi este versículo y tuvo mucho valor para mí. Me di cuenta de que había experimentado muchas victorias y vencido muchos pecados. Me di cuenta de que Dios me había concedido Su gracia. Pero todavía había un pecado que se enseñoreaba de mí. De hecho, algunos pecados constantemente regresaban a visitarme. Esto era similar a la experiencia que tuve un día con un hermano. Me lo encontré en la calle y lo saludé de lejos. Luego entré a una tienda a comprar algo. Cuando salí, él venía hacia mí y lo saludé una vez más. Luego entré en un segundo almacén y compré otro artículo. Cuando salí me lo volví a encontrar y lo saludé de nuevo. Al voltear por la calle siguiente, me encontré una vez más con él y lo volví a saludar. Crucé una segunda calle, y al volvernos a encontrar, lo volví a saludar. En total me lo encontré y lo saludé como cinco veces ese día. Nos encontramos con el pecado de la misma forma que me encontré con este hermano. Parece como si el pecado fuera a nuestro encuentro a propósito. Siempre nos estamos topando con él; parece que nos estuviera siguiendo constantemente. A algunos los sigue su mal humor continuamente; a otros los siguen el orgullo y la envidia. La pereza parece seguir a unos y la mentira a otros. Puede ser que uno siempre tenga un espíritu implacable, mientras que otro es atormentado continuamente por deseos bajos o por el egoísmo. Algunos se ven acosados con frecuencia por pensamientos impuros, mientras otros experimentan deseos concupiscentes a cada instante. Todos parecen tener por lo menos un pecado que siempre los persigue. Tuve unos cuantos pecados que me atormentaban de continuo. Tuve que reconocer que el pecado se enseñoreaba de mí. Dios dijo que el pecado no se enseñoreará de mí, pero yo tuve que confesar que algo estaba mal. Tuve que confesar que el error estaba en mí y no en la palabra de Dios. Hermanos y hermanas, si vivimos una vida de derrota, debemos recordar que esto no fue lo que Dios dispuso para nosotros. Tenemos que entender que Dios no tiene la intención de que el pecado se enseñoree de nosotros. Su palabra dice que el pecado no se enseñoreará de nosotros.

  Romanos 8:1 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. He hablado muchas veces sobre la palabra condenación. Hace unos veinte años alguien encontró unos manuscritos antiguos y descubrió que esta palabra tenía dos significados. Uno se usa en un contexto civil y el otro dentro de un contexto judicial. Según la aplicación civil se puede traducir “incapacidad”. Por tanto, este versículo puede ser traducido: “Ahora, pues, ninguna incapacidad hay en los que están en Cristo Jesús”. Hermanos y hermanas, ¡cuán maravilloso es esto! ¿Para quién se escribió este versículo? ¿Sólo para Juan Wesley o para Martín Lutero o para Hudson Taylor? ¿Qué dice la Biblia? Dice: “Ahora, pues, no hay ninguna incapacidad en los que están en Cristo Jesús”. ¿Quiénes son éstos? Los cristianos. Un cristiano es una persona que está en Cristo Jesús, y ningún cristiano se debe hallar en una condición de impotencia.

  El versículo 2 dice: “Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. Repetiré un centenar de veces que no son solamente cristianos especiales los que son librados de la ley del pecado y de la muerte. Todo cristiano debe ser librado de la ley del pecado y de la muerte. ¿Qué significa ser incapaz? Según Romanos 7, significa hacer lo que uno aborrece y no poder hacer el bien que uno quiere. Es descubrir que “el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”. La incapacidad equivale a la impotencia para hacer algo. La historia de muchos cristianos está llena de constantes decisiones y de incumplir dichas decisiones. Continuamente deciden hacer algo y continuamente fracasan. Pero alabemos al Señor porque la palabra de Dios dice que ningún cristiano es incapaz.

  ¿Qué es una ley? Es un fenómeno que sucede siempre de la misma manera. Cuando se tiene una ley, la misma acción produce el mismo resultado bajo cualquier circunstancia en que se realice. Una ley es un fenómeno constante; es una tendencia invariable, una condición que continuamente se repite. Por ejemplo, tenemos la ley de la gravedad. Siempre que un objeto se deje caer, la gravedad lo atraerá hacia el suelo. La fuerza de gravitación es una ley. Para algunas personas, perder la calma es una ley. Tal vez traten de controlarse una o dos veces, pero la tercera se alterarán. En la cuarta vez, perderán la calma. Esto les sucede a todos los hermanos. Quizás uno logre controlarse al principio, pero al final explotará. Cada vez que la tentación venga, el mismo resultado se repetirá. Podemos observar que sucede lo mismo con el orgullo. Cuando otros hablen bien de usted, es posible que no sea conmovido. Pero, cuando lo elogien una segunda vez, su expresión cambiará de inmediato y su rostro resplandecerá. Una ley produce el mismo resultado cuando se repite el mismo procedimiento. El pecado se ha hecho una ley para nosotros. Muchos hermanos son complacientes en ciertas cosas, pero cuando alguien les toca cierto tema, se alteran. Pueden vencer muchas cosas, pero se irritan al tocar ciertas cosas.

  Hermanos y hermanas, para vencer la ley del pecado no se necesitan cristianos especiales. Ningún cristiano tiene que quedarse en su incapacidad. Todos los cristianos pueden ser librados de la ley del pecado. Los versículos mencionados presentan hechos, no mandamientos. Todo cristiano debe experimentar esto. Sin embargo, nuestra experiencia no corresponde a la palabra de Dios. ¡Cuán triste es esto!

Una vida que vence toda circunstancia

  Romanos 8:35 dice: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”. El versículo 37 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó”. ¡Oh, nuestro Señor, quien nos amó, es más que vencedor en todas estas cosas! Esta debería ser la experiencia cristiana; pero en nuestro caso, ni siquiera necesitamos que la tribulación o la espada nos sobrevenga; tan pronto alguien nos mira mal, perdemos el amor de Cristo. Sin embargo, Pablo dijo que él era más que vencedor en todas estas cosas. Esta debe ser la experiencia común de todos los cristianos. La experiencia normal de un cristiano debe ser la victoria; lo anormal debería ser la derrota. Según lo que Dios dispuso, todo cristiano debe ser más que vencedor. Cada vez que nos encontremos con tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada, no sólo debemos vencer, sino que debemos ser más que vencedores. No importa si hay dificultades. Las personas de afuera pueden pensar que los cristianos nos hemos vuelto locos. Aleluya, pueden decirlo, pero nosotros ya no estamos preocupados por esas cosas y somos más que vencedores en ellas por causa del amor de Cristo. ¡Gloria al Señor! Esta debe ser la experiencia de todo cristiano; es la experiencia que Dios nos ha designado. Pero, ¿cuál es nuestra verdadera condición? La Biblia no ha escondido estas experiencias de nosotros, pero nosotros muchas veces no sabemos cómo entrar en ellas. Antes de que la tribulación se intensifique, ya estamos gritando: “¡Necesito paciencia! ¡Estoy sufriendo!”. Si encontramos el camino para entrar en esta vida, seremos más que vencedores en todas estas cosas.

  En 2 Corintios 2:14 dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. Hermanos y hermanas, la vida cristiana no es una vida que vence algunas veces y otras es derrotada; no es una vida que vence en la mañana y es derrotada en la tarde. La vida cristiana vence constantemente. Si hoy nos encontramos frente a una tentación y la vencemos, no debemos emocionarnos tanto que no podamos dormir en la noche. La experiencia de no vencer debería ser lo anormal. Vencer debe ser común y frecuente.

Una vida capaz de hacer el bien

  Efesios 2:10 dice: “Porque somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Hermanos y hermanas, recordemos que Efesios 2:10 viene después de los versículos 8 y 9. En los versículos anteriores, dice que fuimos salvos por gracia y aquí se nos dice que somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Esta no es una experiencia especial sólo para unos cuantos cristianos, sino que debe ser la experiencia de todo el que ha sido salvo. Dios nos salva para que hagamos el bien. Hermanos y hermanas, ¿concuerdan nuestras buenas obras con lo que Dios dispuso o estamos siempre quejándonos al hacer el bien? Suponga que usted limpia el piso. Es posible que mientras esté limpiando se queje de que sólo una o dos personas le ayudan y que las demás no lo hacen. Esto producirá jactancia o murmuración. Esto no es hacer el bien. Toda buena obra de un cristiano debe ir acompañada de un gozo que sobreabunda; no debemos ser avaros, jactanciosos ni egoístas, sino generosos y prontos para ayudar. Sería lamentable que sólo los mejores cristianos pudieran hacer el bien. Dios dispuso que hacer el bien debe ser la experiencia de todo cristiano.

Una vida llena de luz

  Juan 8:12 dice: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Esta es la vida que Dios le ha dado al cristiano. Los que pueden permanecer alejados de las tinieblas y caminan en la luz de la vida no son cristianos especiales. Ningún cristiano que sigue a Cristo debe andar en tinieblas; por el contrario, debe tener la luz de la vida. Un cristiano que está lleno de vida es sencillamente un cristiano normal, mientras que un cristiano que no tiene la luz es un cristiano anormal.

Una vida completamente santificada

  En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo, sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Esta es la oración que hizo el apóstol Pablo por los creyentes Tesalonicenses. Si dijo “os santifique por completo”, es claro que uno puede ser santificado por completo. Es posible no hallar ningún defecto en un cristiano. Dios nos santificará por completo y nos guardará perfectos e irreprensibles.

  Nos referimos a la provisión que el Señor ha dado al cristiano. La salvación efectuada por el Señor ha dado a cada cristiano la capacidad de vencer el pecado completamente, de ser liberado de la esclavitud del pecado, de hollarlo y de tener una comunión con Dios sin estorbos. Esta es la vida que Dios ha ordenado para nosotros. Esto no es una simple teoría, sino un hecho, porque ésta es la provisión del Señor.

NECESITAMOS EXPERIMENTAR UNA LIBERACION PLENA

  Hermanos y hermanas, ¿cuál es su experiencia? Si su experiencia no corresponde a lo que dice la Biblia, todavía no ha recibido plena salvación. Es un hecho que usted es salvo, pero aún no ha recibido plena salvación. Le daré una buena nueva: lo que el Señor logró en la cruz no sólo lo libró a usted del juicio del pecado, sino también del dolor del pecado. El preparó una salvación plena para que usted no tenga que quedarse con su salvación inicial, sino que pueda experimentar victoria diariamente mientras viva en la tierra.

  ¿Qué es la victoria? La victoria es lo que suple lo que nos falta en nuestra experiencia de salvación. Es cierto que muchos ya son salvos, pero algo les faltó en el momento de su salvación. Dios nos salvó y nos concedió Su gracia. El no tiene la intención de que vivamos errantes en la tierra. El quiere que experimentemos una liberación plena. Necesitamos compensar lo que nos faltó porque no fuimos salvos de una manera apropiada cuando creímos. Necesitamos la experiencia de vencer, la cual repone lo que nos ha hecho falta.

  Hermanos y hermanas, ¿acaso nos salvó Dios sólo para que nos hallemos pecando y lamentándonos reiteradamente? Ya que el Hijo de Dios murió por nosotros, ¿permaneceremos en el pecado? Antes de ser salvos, estábamos esclavizados por el pecado. Ahora, después de ser salvos, ¿seguimos siendo esclavos del pecado? Antes de ser salvos, el pecado reinaba. Ahora que somos salvos, ¿debe seguir reinando el pecado? El pecado es diametralmente opuesto a Dios. No debemos permitir que quede en nosotros ni el menor indicio de pecado. ¿Haría Dios algo contrario a Sí mismo? ¡Por supuesto que no! ¡Cuán maligno es el pecado! Un pecado es un pecado, bien sea un pecado de nuestro carácter, una debilidad, un pecado del cuerpo, o un pecado de la mente.

  Digámosle al Señor: “Te doy gracias y te alabo. Lo que lograste en la cruz no sólo me libró del castigo del pecado, sino también del poder del pecado”. Quiera el Señor mostrarnos que nuestra experiencia de salvación no fue completa cuando creímos. Que nos muestre la necesidad de vencer. Hermanos y hermanas, si nuestra experiencia no corresponde a la descrita en las Escrituras, significa que necesitamos vencer. Que el Señor brille sobre nosotros y nos ponga en evidencia. No debemos engañarnos a nosotros mismos diciendo que es inevitable que un cristiano peque. Ninguna otra palabra herirá el corazón del Señor más profundamente que ésta. Hermanos y hermanas, ¿conocemos la obra que El realizó en la cruz? ¿Creen ustedes que el Señor fue a la cruz sólo para dejarnos como estamos? No debemos mentir. No debemos jactarnos de que podemos refrenarnos o controlarnos. Refrenarnos y controlarnos no es victoria. La victoria del Señor aplasta por completo el pecado. ¡Aleluya, el pecado está bajo los pies del Señor! Todos los que no hemos experimentado una comunión continua con el Señor ni hemos experimentado el poder que aplasta el pecado, necesitamos vencer. Que el Señor nos otorgue Su gracia y Sus bendiciones.

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