Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Vida que vence, La»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO SIETE

CREER

  Lectura bíblica: Gá. 2:20; He. 11:1

PARA VENCER TENEMOS QUE CREER

  Leamos Gálatas 2:20 y Hebreos 11:1. En los días anteriores, vimos que la vida vencedora es sencillamente Cristo mismo. La vida vencedora no consiste en una mejora ni en un progreso que logremos nosotros, ni se trata de un esfuerzo por llegar a ser como Cristo. La victoria es Cristo, quien vive en nosotros. En otras palabras, es Cristo, quien vence en nuestro lugar. El murió por nosotros en la cruz a fin de salvarnos. Hoy El vive en nosotros a fin de vencer por nosotros. Ya vimos las condiciones para vencer. La primera condición es rendirse y la segunda es creer. Creemos que el Hijo de Dios vive en nosotros y que vive Su victoria desde nuestro interior. Vimos lo que significa rendirnos; veamos ahora lo que significa creer. Temo que muchos ya se hayan rendido, pero aún no son victoriosos porque todavía no han creído. Así que debemos recordar que no podemos vencer si no creemos, aunque ya nos hayamos rendido. Rendirnos se relaciona con el aspecto negativo; pero aún necesitamos creer, que es el aspecto positivo. Si por un lado nos rendimos, y por otro creemos, venceremos.

  Hubo una vez un hermano de Chefoo que fue a Shanghai. Empezó a decir que a pesar de haberse rendido, aún no había vencido. Seguía sintiéndose tan mal como antes. Hasta se había enojado en el trabajo. Yo le dije que rendirse no equivalía a vencer; porque rendirse sólo se relaciona con el aspecto negativo. Creer es igual de importante. El recibió esta palabra, y finalmente logró vencer. En la reunión anterior, él alabó a Dios y proclamó que por primera vez no tenía nada de que jactarse y que todo provenía de Dios.

  Hermanos y hermanas, recuerden que la condición para obtener la victoria no es meramente rendirnos. Uno no vence meramente rindiéndose. Después de rendirnos tenemos que creer de manera específica. Una vez que nos rindamos y creamos, venceremos.

  ¿Cuál fue la experiencia de Pablo? ¿Cómo logró vencer? Primeramente se rindió. El dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. El ya había experimentado lo que era: “Ya no vivo yo”; pero añadió: “Y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe del Hijo de Dios”. Esto significa que Pablo creía que Cristo vivía en él, y que lo amaba y se había entregado por él.

  Aunque muchos ya se han rendido, todavía no han vencido porque no han creído. Si no creen, no habrá resultados. Examinemos el significado de la fe, mas no detalladamente. Sólo discutiré este asunto brevemente. Daré especial énfasis a la relación estrecha que existe entre la fe y la victoria.

CREEMOS EN LOS HECHOS DE DIOS

  Todo lo que Dios ha logrado a nuestro favor se halla en la Biblia. Dios lo ha logrado todo por nosotros. En nuestra conferencia de enero del año pasado, hablamos de tres cosas que Dios nos ha dado: primeramente, Dios nos dio Su pacto; en segundo lugar, tenemos los hechos que Dios realizó por nosotros, y en tercer lugar, tenemos las promesas que El nos dio. Estas tres cosas incluyen la obra de Dios a nuestro favor. Ya mencionamos estas tres cosas cuando tocamos el tema del nuevo pacto. Hoy no hablaré mucho acerca de ellas. Una promesa es algo que Dios hará por nosotros; es algo que sucederá en el futuro. Un hecho es algo que Dios ya logró en Cristo; es algo que ya realizó. Hoy hablaré de lo que Dios ya efectuó y de Su promesa.

  Muchas personas no saben lo que es un hecho cumplido por Dios. El Señor Jesús murió por todos los hombres en la cruz; El murió por todo el mundo. Este es un hecho que Dios ya cumplió. Pero, ¿cuántas personas son salvas? Solamente las que creen. Puesto que Cristo murió por todo el mundo, ¿es acaso insignificante que la persona crea? ¿Es una persona salva, ya sea que crea o no? ¿Da igual que una persona crea o no, puesto que Cristo ya murió por todos y puesto que esto es un hecho para Dios? Esto es lo que muchos cristianos piensan cuando dicen que Cristo vive en ellos. Cristo es la Cabeza, y nosotros somos Su Cuerpo. La manera en que la Cabeza siente, controla, administra y asume responsabilidad debe ser la misma manera en que los cristianos sienten, controlan, administran y asumen responsabilidad. ¿Cuántos cristianos hoy ven que el Señor Jesús es la Cabeza? ¿Es Cristo el que siente, o somos nosotros? ¿Es El quien rige o somos nosotros? ¿Es El quien administra o somos nosotros? ¿Es Cristo quien se hace cargo, o lo hacemos nosotros? ¿En qué radica nuestro problema? En que no tenemos fe.

  Algunos hermanos y hermanas dicen tener fe en Cristo como la Cabeza, mas no tienen fe en que la Cabeza asume toda la responsabilidad. Muchas personas no pueden creer esto; no han comprendido lo que significa la fe. La Biblia dice que el Señor es la vid y nosotros los pámpanos (Jn. 15:5). No dice que El será nuestra vid y que nosotros seremos Sus pámpanos. No importa si creemos o no, El es la vid y nosotros los pámpanos. No obstante, sólo los que creen pueden experimentar el fluir de la savia a través de ellos y obtener fruto de su labor. La vida del Señor no corre por los que no creen; así que éstos siempre tienen que luchar para laborar y llevar fruto. Si les decimos que el Señor es la vid y nosotros somos los pámpanos, es posible que pregunten por qué no pueden ellos trabajar ni llevar fruto. No pueden hacerlo porque no tienen fe. Ellos quizás respondan que como el Señor es la vid y nosotros los pámpanos, no importa si uno cree o no; puesto que un hecho realizado por Dios es siempre un hecho. Aquellos que dicen esto no conocen el verdadero significado de la fe.

LA FE ES LO QUE DA SUSTANTIVIDAD A LOS HECHOS DE DIOS

  Hebreos 11:1 habla de la importancia de la fe. Es el único versículo de la Biblia que define lo que es la fe. “Ahora bien, la fe es lo que da sustantividad a lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hay muchas formas de traducir la expresión “dar sustantividad”. Es una palabra difícil de traducir del griego. “Dar sustantividad” denota la capacidad de hacer algo real. Tenemos por ejemplo la forma de las lámparas, el color de las paredes y el sonido del órgano. ¿Cómo pueden estas formas, colores y sonidos hacerse reales para nosotros? Lo único que comprueba la existencia del color es la vista. Tenemos aquí un cuadro con colores hermosos: verde, rojo y amarillo; sin embargo, estos colores únicamente pueden tener sustantividad por medio de los ojos. Sin éstos, los colores no podrían tener sustantividad, aunque fuesen hermosos. El sonido de un órgano es muy agradable, pero sólo puede tener sustantividad por medio del oído. Una persona sorda no podría darle sustantividad al sonido. Los ojos no pueden darle sustantividad al sonido, ni tampoco las manos; sólo los oídos pueden hacerlo. Los diferentes objetos tienen diferentes formas: algunos son cúbicos; otros son esféricos, planos, triangulares o curvos. Solamente podemos darle sustantividad a esas formas por medio de la vista o del tacto. Por consiguiente, una cosa es que los objetos existan, y es otra que la existencia de ellos pueda tener sustantividad para nosotros. Existen millones de objetos sobre la tierra, pero todos ellos dependen de cierta habilidad nuestra para cobrar sustantividad. Lo anterior se aplica igualmente a nuestra fe.

  Aquí vemos un paisaje que tiene montañas, agua, flores, pasto y árboles. El paisaje es hermoso; si usted tiene ojos, puede apreciar la belleza del cuadro y describírselo a otros. Pero suponga que una persona haya nacido ciega y nunca en toda su vida ha llegado a ver los colores. Si usted le habla del rojo y de lo atractivo que es, preguntará: “¿Qué es el rojo?”. O quizás le hable acerca de lo encantador que es el verde, y ella preguntaría: “¿Qué cosa es el verde?”. Usted sólo puede decirle que el rojo es rojo y que el verde es verde. Aunque exista el paisaje, esta persona no podrá apreciar cuán maravilloso es. Aunque el paisaje del cuadro sea hermoso, no puede disfrutar lo maravilloso que es.

  Aquí hay una hermana que puede tocar muy bien el piano. Aquellos que tienen oído y saben de música pueden apreciar la música que ella toca. No obstante, los que son sordos o los que no entienden de música, no pueden testificar de lo bella que es la música. Lo mismo se aplica a nuestra fe. Todos los hechos de Dios son verdaderos. Sin embargo, sólo pueden tener sustantividad por medio de la fe, porque la fe es lo que da sustantividad a lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

  Puede ser que un cuadro tenga un paisaje hermoso, pero un ciego no podrá verlo. Sin embargo, no puede decir que la pintura no exista simplemente porque no la ve. Es un hecho que la pintura existe; y ya sea que uno la vea o no, sigue siendo una pintura y los hermosos colores también existen. La pregunta es si usted ha recibido o no algún beneficio de ella. Los que tienen el sentido de la vista podrán deleitarse en ella, se beneficiarán de ella. El Señor Jesús murió y derramó Su sangre en la cruz por todos los hombres. Este es un hecho. Pero algunos tienen la fe que le da sustantividad al hecho de la muerte del Señor y se benefician de ella. Otros no tienen la fe. La muerte del Señor Jesús en la cruz sigue siendo un hecho, pero no pueden experimentarla.

  Hermanos y hermanas, ¿pueden ver la importancia de la fe? Necesitamos la fe para poder darle sustantividad a los hechos espirituales, de la misma forma en que necesitamos los ojos, los oídos y las manos para poder darle sustantividad a los objetos físicos. Necesitamos la fe para darles sustantividad a la realidad de todos los asuntos espirituales. La mano da sustantividad a la forma de los objetos, y el oído puede percibir el sonido, pero la mano no puede sentir los colores, ni los oídos pueden escucharlos. Los colores solamente pueden recibir sustantividad por medio de los ojos. Esto mismo se aplica a los asuntos espirituales. Por ejemplo, el Señor es la Cabeza, y nosotros somos los miembros. Esta unión es un hecho, y no existe posibilidad alguna de separación. El Señor también es la vid y nosotros somos los pámpanos, y no hay posibilidad de separación. Si creemos, recibiremos el beneficio de este hecho. Algunas personas confiesan que el Señor es la vid y nosotros los pámpanos, pero no tienen la savia, la vida. No pueden llevar fruto porque no tienen fe.

  ¿Qué es la fe? No es un simple entendimiento mental acerca de una verdad. Es percibir un hecho y darle sustantividad. Hemos oído que el Señor murió en la cruz y derramó Su sangre para redimirnos. Tal vez estemos de acuerdo con otros en cuanto al hecho de que el Señor murió en la cruz y derramó Su sangre para redimirnos. También hemos escuchado que el Señor es la vid y nosotros somos los pámpanos. Quizás también estemos de acuerdo en que El es la vid y nosotros los pámpanos. Se nos ha dicho que el Señor es nuestra vida, que vive en nosotros y es posible que también estemos de acuerdo en que El es nuestra vida y que vive en nosotros. Sin embargo, esto por sí solo no puede dar sustantividad a los hechos. Puede ser que nos hayamos puesto a un lado y hayamos visto que somos impotentes e inútiles. Posiblemente hayamos soltado todos los asuntos, pero éstos son sólo un aspecto. Por otro lado, debemos dar sustantividad a Cristo. Esto es maravilloso. Sólo requiere un segundo, y los hechos que Cristo realizó recibirán sustantividad en nosotros.

  He aquí un hermoso cuadro. ¿Cómo sabemos que es hermoso? Porque lo hemos visto. ¿Cómo sabe uno acerca de las riquezas de Cristo? Porque las ha visto. Colosenses dice que somos llenos de Cristo. ¿Cómo sabemos que somos satisfechos en Cristo? Lo sabemos porque lo hemos visto a El. Cuando nos miramos a nosotros mismos, no vemos ninguna plenitud. Pero se nos dice que en El estamos llenos. ¿Estamos llenos en Cristo? El Señor nos ha dado la plenitud y nos ha dado gracia sobre gracia. ¿Tenemos ya esto? No es asunto de si lo entendemos con nuestro intelecto o no, sino de si tenemos tal fe en nuestro corazón.

  Dice en Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. No hay duda de que Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Pero, ¿dónde se hallan estas bendiciones? Hermanos y hermanas, la cuestión principal es la fe: debemos creer que la Palabra de Dios es veraz. Esto es muy sencillo y no es necesario ampliar más.

  ¿En qué consiste la fe? Examinemos esto desde el punto de vista del Señor. El hecho de que los cristianos no puedan creer es un gran fracaso. Creer equivale a dar sustantividad a los hechos. Una vez que vemos algo, le damos sustantividad. Una vez que creemos, le damos sustantividad a los hechos y los obtenemos.

  Hubo en hombre inglés de apellido Webpeblo cuya hija murió. Cuando él regresó del funeral de su hija, meditaba en cuál debía ser el tema del sermón del día siguiente. Pensó: “Mi hija acaba de morir, y toda la congregación sabe que estoy quebrantado por esto. Debo darles un sermón para consolarlos”. Escogió el texto de 2 Corintios 12:9 como tema: “Bástate mi gracia”. El dividió su sermón en secciones e incisos, según la Escritura. Luego se arrodilló y pidió la bendición de Dios. Pero mientras oraba se preguntó: “¿Me basta a mí la gracia de Dios? Si la gracia de Dios no me basta ¿cómo puedo decir que sí? Yo digo que la gracia de Dios me basta, pero si me entristezco y me lamento por la muerte de mi hija, entonces la gracia de Dios no me basta. No puedo mentir”. Pensó en cambiar de tema, pero ya no tenía tiempo. Así que decidió que oraría a Dios pidiendo que Su gracia le bastase: “Dios, haz que Tu gracia me baste. Oh Señor, haz que Tu gracia sea suficiente para mí”. El continuó orando un tiempo largo, pero esto no sirvió de nada. No sabía qué hacer. En ese momento alzó sus ojos y vio el mismo versículo sobre la repisa de la chimenea. Era un versículo que su madre había colocado allí mientras él se encontraba en el funeral. El versículo estaba escrito en tres colores. La palabra Mi estaba impresa en azul; la palabra bástate estaba impresa en rojo. Todas las demás letras se encontraban impresas en negro. De repente la luz de Dios lo iluminó, y confesó delante del Señor, diciendo: “Dios, Tú dijiste que Tu gracia me basta, pero yo dije que no bastaba. Tú dijiste que Tu gracia era suficiente para mí, pero yo te sigo pidiendo que ella me baste”. El confesó su pecado y le dio gracias al Señor y lo alabó diciendo: “Tu gracia me basta. No tengo necesidad de orar pidiendo nada más”. El quedó lleno de gozo y de acción de gracias. No había necesidad de seguir orando. Al día siguiente dio el mejor sermón de toda su vida. Cuando alguien le preguntó de dónde provenía su poder, respondió que le había venido después del entierro de su hija. Desde aquel día llegó a ser una persona diferente porque aprendió a creer.

  El problema hoy es que hemos escuchado que el Señor Jesús es la Cabeza, y nosotros seguimos orando para que El lo sea. Debemos más bien darle gracias y alabarlo diciendo: “Señor, Tú eres la Cabeza”. Si hacemos esto, se le dará sustantividad al hecho inmediatamente.

  Un hermano dijo una vez: “Señor Nee, usted ha hablado, pero yo no he podido recibir nada”. Le respondí que eso se debía a que solamente estaba escuchando mis palabras; en lugar de eso, debería acudir al Señor y pedirle que le hable. Aquella noche él oró a Dios diciendo: “Dios, hazme vencer. Señor hazme victorioso. Señor tengo un genio horrible; ayúdame a vencer”. Mientras oraba, recordó la oración del leproso que dijo al Señor: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. El oró de la misma manera: “Señor, si quieres, mi mal humor se irá”. En ese momento entendió que si el Señor lo deseaba, entonces no tenía necesidad de pedir nada más. El Señor lo ha logrado todo y El sí quiere; ya todo está hecho.

  Todo lo que necesitamos hacer es creer lo que dice 2 Corintios 12:9 o Lucas 18:27. Tan pronto creamos en las palabras “sí quiero” todo estará bien. Una vez que tenemos el “sí quiero”, los problemas quedan atrás y se desvanece el mal genio. Aun si nuestra esposa está muriendo de alguna enfermedad, mientras el Señor haya dicho: “Sí quiero”, todo estará bien. Este es el verdadero significado de creer. Creer significa no pedir nada; es no pedirle a Dios que haga algo que ya ha prometido hacer.

  Una vez un hermano habló sobre la victoria. Después de su mensaje les pidió a los hermanos y hermanas que hicieran las preguntas que tuviesen. El observó que una hermana joven estaba llorando en su asiento, pero no se ponía de pie para hacer ninguna pregunta. Otra hermana, ya mayor, se levantó y preguntó: “Durante los últimos años he estado orando pidiendo que el Señor me conceda la victoria, pero nunca la he experimentado. ¿Qué sucede?”. El hermano respondió: “Nada. Usted ha orado demasiado. Si en vez de pedir alaba, todo estará bien”. Después otro hermano se puso de pie y dijo: “Yo había buscado la victoria por once años, pero hasta ahora no había podido vencer. La pregunta de esta hermana y la respuesta que usted dio me han iluminado y ahora tengo la victoria”. El hermano luego se le acercó a la joven que lloraba y le preguntó cómo estaba. La joven respondió que también había visto claramente al escuchar esta pregunta y su respuesta. Esto es lo que significa la fe.

  Recuerden que con soltarlo todo no termina el asunto. Si usted no tiene fe, no podrá darle sustantividad a los hechos. El color del cuadro sólo puede tener sustantividad por medio de los ojos; el sonido de un órgano, sólo puede recibir sustantividad por medio de los oídos, y la textura de un objeto, sólo por las manos. Del mismo modo, la Palabra de Dios y Sus promesas sólo pueden recibir sustantividad por medio de la fe. No debemos orar a Dios con incertidumbre: “Señor, sé mi victoria. Sé mi vida y mi santificación”. Más bien, debemos decirle: “Dios, Tú eres mi victoria. Te agradezco y te alabo porque eres mi santificación. ¡Te agradezco y te alabo!”

  Hermanos y hermanas, se nos presentan tentaciones continuamente. Enfrentamos muchas dificultades, y palabras duras hieren nuestros oídos. ¿Le pediremos a Dios que nos dé fuerzas para vencer? No. Más bien, debemos decir: “Señor, te doy gracias y te alabo porque eres mi victoria. Señor, Tú vences en mi lugar. Te doy gracias y te alabo porque todo lo soportas en mi lugar. Te doy gracias porque Tú eres la Cabeza y yo soy un miembro Tuyo. Tú eres la vid y yo el pámpano. Tú me lo provees todo”. Según la palabra de Dios, El ya nos lo ha suministrado todo.

  Cuando fuimos salvos, recibimos una de las millares de palabras que El habló. Algunos fueron salvos al leer Juan 3:16; otros fueron salvos por medio de Juan 5:24; otros recibieron la salvación en Romanos 10:10. Somos salvos al recibir una palabra del Señor. Lo mismo se aplica a la victoria; todo lo que necesitamos es una de Sus muchas palabras. El hermano que mencionábamos antes, venció al recibir sólo dos palabras: “Sí quiero”. Algunos han vencido por medio de 2 Corintios 12:9, mientras que otros han vencido por Romanos 6:14. Otros han recibido victoria en 1 Corintios 1:30.

LA FE NO ES LA ESPERANZA

  Examinemos ahora lo que no es la fe. La fe no es esperanza. Los que tienen esperanza, no necesariamente tienen fe. Al hablar usted con otros sobre el tema de vencer, si ellos han vencido, verá que no tienen fe si responden: “Espero llegar a vencer”. Esto es como hablarle a una persona acerca de la salvación. Si él le dice que él espera algún día ser salvo, usted sabe que todavía no tiene fe. Algunas personas constantemente esperan que el Señor los salve, y siempre esperan que el Señor les ayude a vencer. Algunas personas oran constantemente y le piden al Señor que los haga vencer. Esperan que el Señor los haga vencer. Algunos dicen que se han rendido y han creído, pero todavía siguen esperando ver algún resultado. Si esperan para ver si esto funciona, nada sucederá jamás, porque la fe no es esperanza.

  Un hermano me preguntó una vez si una persona que vence debe tratar de recordar constantemente que el Señor es su victoria. El dijo: “Tengo más de veinte trabajadores en mi fábrica. Tengo que supervisarlos, pero olvido cosas con frecuencia. Tengo a mi cargo muchas jóvenes. Todos los días les suceden muchas cosas, desde la mañana hasta las ocho de la noche. ¿Cómo puedo recordar a cada instante que el Señor es mi victoria? Si no logro recordar esto, ¿podré aún así ser victorioso?”. Le pregunté: “Cuando usted está en su fábrica, ¿se acuerda de que tiene dos ojos?”. El respondió que no. Luego le pregunté: “Al salir de su fábrica ¿tiene que tocarse los ojos con sus manos para asegurarse de que todavía están allí?”. El respondió: “Por supuesto que no”. No era importante si él recordaba sus ojos. Lo único que importaba era si sus ojos realmente estaban allí. Demos gracias al Señor porque la vida vencedora no depende de que nosotros recordemos al Señor, sino de que el Señor se acuerde de nosotros. Sería un gran sufrimiento para nosotros si se nos exigiera recordar al Señor. Demos gracias al Señor y alabémoslo porque El se acuerda de nosotros.

LA FE NO ES UN SENTIMIENTO

  Algunas personas no están esperando, ni orando ni tienen futuras esperanzas, pero van en pos de sentimientos. Una hermana dijo que se había rendido y había creído, pero que no se atrevía a decir que había vencido. Esto se debía a que desde el primer día que recibió al Señor Jesús como su victoria, nunca había sentido nada especial. Hermanos y hermanas, creer es tener fe absoluta en algo; los sentimientos no juegan ningún papel en esto. Los sentimientos no tienen nada que ver con si un cuadro es hermoso o no; sólo se necesitan los ojos para ver. Los sentimientos son útiles en ocasiones, pero no sirven para entender las cosas de Dios. La mano solamente puede tocar las cosas y sentir su temperatura; pero no sirve para ver una pintura. Las cosas espirituales sólo pueden recibir sustantividad por medio de la fe, no de los sentimientos. Podemos vencer por causa de la Palabra de Dios. Dios habla, y todo queda hecho. No se trata de sentir alguna fuerza ni de experimentar alguna sensación intensa por unos cuantos días. Para vencer, lo único que se necesita es que tengamos una palabra del Señor.

  Esta mañana un hermano mencionó su problema. El ya se había rendido y había creído, pero no se atrevía a decir que había vencido. Satanás lo seguía acusando. Algo le sucedió ayer que le hizo pensar que había retrocedido. Comenzó a dudar de su victoria. Le dije: “Suponga que yo le vendo a usted el lote que está detrás de mi casa y le firmo un contrato. Si viene alguien y le dice que el pedazo de lote es de él, ¿que haría usted?”. En tal caso, el hermano sólo podría hacer dos cosas: dar crédito al contrato y creer que todo lo contenido en el contrato era suyo; o creer en lo que yo le dije, lo cual indicaría que las palabras del otro deberían de ser falsas. La pregunta es ¿a quién creerle? Si decide creer en las palabras del hombre, tendrá que permitirle que se quede con el terreno; pero si escoge creer en mis palabras, le dirá al hombre que se marche, y el hombre tendrá que irse inmediatamente. Podemos confiar en las promesas de Dios y en Su Palabra. Si usted dice que su mal genio y su orgullo son verdaderos, hace que la Palabra de Dios no sea confiable. Si usted no tiene fe, su mal genio y su orgullo se le volverán reales. Pero si tiene fe, todas estas cosas desaparecerán.

  Dios hizo un pacto con nosotros que dice que la mansedumbre, la paciencia, el amor, la templanza, lo que está en Cristo, todo ello es nuestro. Pero cuando usted vuelva a perder la paciencia y regresen su orgullo, su impureza y sus fracasos, ¿qué hará? Si usted cree en la Palabra del Señor, debe decir: “Dios te agradezco y te alabo porque yo puedo ser manso, paciente, humilde, amoroso y sobrio. Yo puedo ser todas estas cosas porque Cristo vive en mí”. Mientras se aferre firmemente a la Palabra de Dios, todos los temores se esfumarán.

LA INCREDULIDAD ES EL MAYOR PECADO

  El problema más grande que prevalece en los hijos de Dios en la actualidad es la falta de fe en la Palabra de Dios. No se les hace difícil cuando se les pide que lo suelten todo. Después de soltarlo todo, debería serles fácil creer. Hermanos y hermanas, acérquense a la presencia del Señor. Después de que lo suelten todo, deben tener la fe de que vencerán.

  Una hermana había soltado todos los asuntos y los había entregado al Señor. Le pregunté si había vencido, y ella respondió que no estaba segura. Inquirí acerca de la razón por la cual decía eso, y dijo que todavía no había visto los resultados. Le dije sin rodeos: “Usted ha cometido el mayor pecado que el hombre pueda cometer: el pecado de la incredulidad. Al usted no creer, da a entender que Dios es mentiroso. Dios dijo que usted es un pámpano de la vid y si usted lo suelta todo, la vida de El espontáneamente fluirá por usted. No obstante, usted dice que Dios no la ha librado todavía, pese a que usted ha hecho su parte. Usted está dando a entender que ya cumplió, y que Dios no ha hecho Su parte”. Ella dijo que ésa no era su intención. Le dije: “Usted debe darle gracias al Señor y alabarlo por haberle dado todo a usted”.

  Recuerden que cuando creemos en el Señor como nuestra Cabeza y nuestra vida, y creemos que ya lo recibimos todo, todo llega a ser en realidad nuestro. Una vez que creemos, todos los problemas quedan resueltos. Cuando tenemos fe, ningún obstáculo puede impedirnos recibir nuestra victoria. ¡Aleluya! Esta es la salvación. Nuestra fe no es una labor sino la acción de dar sustantividad a los hechos. Creemos que el Señor es la Cabeza, que El vive en nosotros, que es nuestra vida, que es la vid y nosotros los pámpanos, y que El vence en nuestro lugar. Cuando creemos, se desvanecen todas las tentaciones, y el Señor lo hace todo por nosotros. Alabamos y agradecemos al Señor por haberlo hecho todo.

  Nos hemos estado reuniendo aquí por ocho o nueve días. Me gustaría ver qué nos va a suceder a todos nosotros. ¿Cuántos hemos soltado todas las cosas? ¿Cuántos ya lo han soltado todo y también tienen fe? En primer lugar, les pediría a quienes lo han soltado todo que levanten la mano. Digo lo mismo a los que además de soltarlo todo, creen. La cantidad de unos y otros es casi la misma, aunque son menos los del segundo grupo. Déjenme añadir algo a esto de creer.

  Hermanos y hermanas, recuerden que la Palabra de Dios es fidedigna. No confiamos en nuestra propia experiencia. Tampoco creemos en nuestros propios sentimientos. Creemos en la Palabra de Dios. El dice que el Señor Jesús no sólo ha llegado a ser nuestra justicia, sino también nuestra santificación al vivir en nosotros. Por lo tanto, podemos decir que Cristo no sólo es nuestra justicia, sino también nuestra santificación. No necesitamos sentir que Cristo sea nuestra vida o nuestra santificación. Creemos que El es nuestra vida y nuestra santificación. La Palabra de Dios es digna de fiar. Cuando Dios dice que Cristo es nuestra vida, nosotros también decimos que lo es. Cuando dice que El es nuestra santificación, nosotros también decimos que lo es. Cuando Dios dice que Cristo es nuestra victoria, también nosotros decimos que El es nuestra victoria. Creemos en todo lo que Dios diga.

  En Chefoo le pregunté a una hermana si ella ya había soltado todas las cosas, y ella respondió: “Sí, porque Dios dice que estoy juntamente crucificada con Cristo”. Después le pregunté si ella había vencido, pero no se atrevía a decir que sí, porque no se sentía segura. Le dije de una manera franca: “Hermana, Dios dice que Jesucristo es su vida, pero usted dice que quizás no lo sea. Dios dice que Jesucristo es su santificación, pero usted dice que es posible que Cristo no sea su santificación. Dios dice que Su gracia le basta a usted, y usted dice que la gracia de Dios tal vez no le sea suficiente. Entre usted y Dios, uno debe de estar mintiendo. O Dios está equivocado o usted lo está. ¿Se atreve usted a decir que Dios es mentiroso? Dios dice que Cristo es su vida, pero usted dice que tal vez no lo sea. Dios dice que Cristo es su santificación, pero usted dice que quizás no. ¿Está usted dando a entender que la Palabra de Dios no es confiable?”. En ese momento la expresión de su rostro cambió y replicó inmediatamente: “No quise decir eso. Yo sí creo en la Palabra de Dios”. Hermanos y hermanas, si aún están dudando, si todavía se preguntan si Cristo es su vida, o si El es su santificación, esto no es insignificante. Puedo decirles francamente que están haciendo a Dios mentiroso.

  Una vez conversé con una hermana en Chefoo antes de una reunión. Como ya iba a empezar la reunión, le pregunté si ella había soltado todas las cosas. Me dijo que sí. Luego le pregunté si había logrado vencer, y me dijo que no, pero que sabía cuál era su problema y que no era un problema grande. Como tenía que irme en pocos minutos, oré a Dios pidiendo que me diera sabiduría para decirle algo. Así que le dije: “Usted sonrió y dijo que no tenía fe sin darle mucha importancia. Pero a los ojos de Dios esto es un gran pecado. Es un gran pecado no creer en la Palabra de Dios. Dios dice que Cristo es su vida y su santificación. El dice que Cristo es su victoria y que Su gracia le basta. Pero usted no puede creer y hasta piensa que es un asunto trivial al expresarlo con una sonrisa. Hermana, debo decirle que ha cometido un pecado muy serio. Usted debe acudir al Señor y decirle: ‘Dios, no he creído a Tu palabra; he pecado contra Ti. Por favor, perdóname y quita mi corazón malo e incrédulo. Te suplico que quites este pecado de mí’”.

  Algunos no creen, pero todavía siguen sonriendo. Creen que la incredulidad no es algo serio; pero en realidad es un gran pecado. Este pecado es más grande que el pecado de cometer adulterio o matar. Debemos decirle a Dios: “Perdóname por haber pecado contra Ti. Señor, quita de mi corazón la incredulidad”. Si llamamos pecado a la incredulidad, lograremos vencer. Nuestra fe se basa en la Palabra de Dios. Cuán maravilloso es 2 Corintios 12:9, que dice: “Bástate Mi gracia”. Cuán maravilloso es 1 Corintios 1:30, que dice: “Cristo Jesús ... hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Cuán maravilloso es Colosenses 3:4, que dice: “Cristo, nuestra vida”. Si nos aferramos a la Palabra de Dios y creemos en ella, todo irá bien. Aunque sólo tengamos un versículo de la Escritura o una palabra de parte del Señor, tendremos la garantía y venceremos.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración