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Mensajes del libro «Visión celestial, La»
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CAPITULO SEIS

LA VISION DE LA CONSAGRACION

  Lectura bíblica: Hch. 1:12-14; Ap. 3:18

  En los capítulos anteriores abarcamos la visión de Cristo, la visión de la iglesia, la visión del Cuerpo, la visión del yo y la visión del mundo. En este capítulo nos enfocaremos en la visión de la consagración. Como veremos más adelante, esta visión alude a un tipo particular de consagración.

ATADOS POR LA CARNE, EL YO Y EL MUNDO

  Ya hicimos notar que el hombre caído está atado por un lazo de tres cuerdas: la carne, el yo y el mundo. La carne es el cuerpo humano corrompido por la naturaleza pecaminosa de Satanás. El pecado no es otra cosa que la naturaleza pecaminosa de Satanás inyectada en el cuerpo que originalmente fue creado por Dios para cumplir Su propósito. En Romanos 6 y 7 el pecado es personificado y presentado como una persona que mora y reina en nosotros. Del mismo modo que tenemos la carne en nuestro cuerpo, tenemos el yo en el alma. El yo no es otra cosa que el alma, a la cual se le ha añadido la mente de Satanás, sus pensamientos satánicos.

  El cuerpo humano se convirtió en la carne, y el alma humana, en el yo, pero ¿qué le sucedió al espíritu humano? Aparentemente no hay ningún problema con el espíritu humano, puesto que, a diferencia del cuerpo y del alma, en él no se ha implantado nada maligno ni pecaminoso. Es verdad que no existe nada pecaminoso en el espíritu humano; sin embargo, éste quedó amortecido por el pecado en el cuerpo y por el yo en el alma. Así pues, cuanto más pecaminosos somos y cuanto más vivo está nuestro yo, más cae nuestro espíritu en una condición de muerte.

  Los seres humanos no sólo están atados por la carne y el yo, sino también por el mundo. Satanás sistematizó todas las cosas terrenales necesarias para la existencia humana. Estas incluyen: la comida, la ropa, la vivienda y el transporte. El Señor nos proveyó todo lo necesario para nuestra existencia, a fin de que vivamos para Su propósito y lo realicemos. Pero Satanás intervino y sistematizó estas cosas, urdiendo un sistema que, en el griego del Nuevo Testamento es llamado el kósmos; y en español se le llama el mundo. Originalmente, todas estas cosas se encontraban en la tierra para la existencia humana, y no había nada de malo en ellas, pero Satanás intervino para convertir las cosas terrenales en cosas mundanas. El causó que el cuerpo humano fuera transmutado en la carne, y que el alma humana se convirtiera en el yo. Bajo este mismo principio, Satanás transformó las cosas terrenales —las que originalmente estaban en la tierra para la existencia del hombre— en cosas mundanas. Estas cosas vinieron a ser elementos del sistema de Satanás, que es el mundo, en el cual la humanidad quedó prisionera. El hombre fue sistematizado por Satanás, y ahora no tiene libertad para llevar a cabo el propósito de Dios.

  ¡Cuán maligno y astuto es Satanás! El corrompió con el pecado el cuerpo humano, haciendo que éste se convierta en la carne. También contaminó el alma humana con la mente satánica, causando que ésta se convierta en el yo. Además, sistematizó las cosas terrenales que son necesarias para la existencia humana, organizándolas en un sistema: el mundo.

LA UNIVERSIDAD DEL MUNDO

  Podemos comparar el mundo a una gran universidad. La universidad es un sistema compuesto de muchos departamentos y facultades. En ella podemos encontrar la Facultad de Medicina, la Facultad de Leyes, La Facultad de Contaduría y Administración y la Facultad de Artes. Estas facultades son los elementos que hacen de la universidad un sistema. Todos los estudiantes de la universidad son sistematizados en una de las tantas facultades de acuerdo con la especialidad o carrera que hayan elegido.

  El mundo hoy es como una gran universidad, la universidad del mundo. En esta universidad hay diversas facultades: la facultad de los alimentos, la facultad del matrimonio y las facultades de la ropa, la vivienda y el transporte. A diferencia de los estudiantes de una universidad, que estudian en una sola facultad; la gente del mundo, que ha sido sistematizada en la universidad del mundo, estudia en varias facultades a la vez, y toma muchos cursos, pero nunca se gradúa. Ellos están tan ocupados con tantas materias que no tienen tiempo para Dios. Tal vez no acepten que están muy ocupados en comer; pero sí le dirán que no tienen tiempo para asistir a una reunión, para leer la Biblia ni para orar. Ellos tienen tiempo para cualquier cosa que les requiera la universidad del mundo, pero no tienen tiempo para nada relacionado con Dios.

  En la gran universidad del mundo existe también una facultad de religión. Inclusive hay una facultad de cristianismo y una de judaísmo. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, los judíos estaban matriculados en el sistema de Satanás, en la facultad de judaísmo.

DEL JUDAISMO A LA VISION CELESTIAL

  Los apóstoles y los discípulos de los primeros días fueron instruidos y adiestrados por el Señor Jesús en algo nuevo y absolutamente distinto al judaísmo. Ellos llegaron a conocer a Cristo y recibieron la visión acerca de El; entendieron que Cristo fue crucificado y resucitado, que ascendió a lo alto, que se sentó en el trono, que fue hecho Señor y Cristo, y que regresaría a la tierra. También recibieron la visión de la iglesia y se dieron cuenta de que Dios reuniría a Sus escogidos para edificarlos y formar las iglesias locales. Ellos habían estado en el judaísmo, pero se volvieron de allí a la visión celestial.

LA CONSAGRACION HECHA EN EL APOSENTO ALTO

  El primer capítulo del libro de Hechos habla de un aposento alto que estaba en Jerusalén. Allí se reunió un grupo de ciento veinte personas, quienes oraron unánimes durante diez días. No sólo oraron, sino que se consagraron al Señor, ofreciendo sus vidas a El de una manera muy práctica.

  Tres años y medio antes, el Señor Jesús se había acercado a Pedro a orillas del mar, y Pedro le había entregado su vida. En ese entonces, Pedro dejó su oficio y comenzó a seguirlo (Mt. 4:18-20). Podemos decir que desde ese momento Pedro se consagró al Señor. Sin embargo, la experiencia que tuvo en el aposento alto fue algo adicional. Allí Pedro tuvo una nueva consagración, más específica y particular. A orillas del mar Pedro había dejado su trabajo, prueba de ello fue que abandonó sus redes de pesca; pero en el aposento alto, él renunció a mucho más. A continuación enumeraremos todo lo que Pedro abandonó para estar en el aposento alto.

Renunció a la religión de sus antepasados por causa de la visión celestial

  Lo primero que Pedro abandonó fue el judaísmo. La visión celestial era contraria a la religión de sus antepasados. La actitud de Pedro no fue defender la religión de sus padres; sino preferir la visión celestial. En los primeros capítulos del libro de Hechos, vemos que Pedro y los otros apóstoles son asediados y perseguidos por el judaísmo; pero aun así, ellos continuaron firmemente del lado de la visión celestial. Así pues, el primer aspecto de su consagración en el aposento alto consistió en renunciar a la religión tradicional de sus antepasados.

Renunció a su patria

  Para estar en el aposento alto, Pedro también renunció a su patria. El era de Galilea, pero la abandonó y vino al aposento alto en Jerusalén.

Renunció a sus vecinos y amigos

  Como nativo de Galilea, seguramente Pedro tenía vecinos y amigos en ese lugar. Así que, para poder estar en el aposento alto, tuvo que abandonar también esas relaciones. Esto no es algo insignificante, pues para renunciar a todo ello, hubo un costo que Pedro tuvo que pagar.

Renunció a sus parientes

  Pedro renunció además a sus propios parientes. Dudo que él los haya llevado consigo al aposento alto; no hay ninguna evidencia que indique esto. De hecho, es muy probable que sus padres hayan permanecido en el judaísmo.

Arriesgó su vida

  Por último, al estar en el aposento alto, Pedro arriesgaba su vida. El estaba dispuesto a entregar su propia vida. En aquel tiempo, Jerusalén era un lugar hostil y peligroso para Pedro y para los demás que se encontraban en el aposento alto; aún así, ellos estuvieron dispuestos a arriesgar sus vidas. Para estar en el aposento alto, ellos tuvieron que renunciar al judaísmo, a su patria, a sus vecinos y amigos, a sus parientes y, finalmente, estuvieron dispuestos a arriesgar sus propias vidas.

LA CONSAGRACION QUE NECESITAMOS HOY

  Necesitamos la visión de la consagración que predominaba en el aposento alto. Podemos hablar mucho de la consagración, pero quizás sólo se trate de una consagración como la de Pedro a orillas del mar, y no como la del aposento alto. A la orilla del mar renunciamos a algo para seguir al Señor Jesús; pero probablemente aún no hemos venido al aposento alto. ¿Qué clase de consagración es la suya, una consagración a orillas del mar o una consagración en el aposento alto?

  Lo vivido en el aposento alto, lo cual se narra en el primer capítulo de Hechos, fue algo decisivo. Aquello cambió la era. El giro que ocurrió en esos días, afectó los cielos y la tierra. ¿Cuál fue el resultado de la consagración en el aposento alto? El resultado de aquella consagración fue que se produjo la iglesia. La iglesia surgió por la consagración o la entrega de aquellas ciento veinte personas que se encontraban en el aposento alto.

  Durante aquellos diez días en el aposento alto, todo fue entregado por aquellas ciento veinte personas de manera práctica, a un precio muy elevado: el de abandonar la religión de sus antepasados, hacer a un lado su patria, sus vecinos, amigos y parientes, y aún arriesgar sus propias vidas. Lo único que a ellos les importaba en ese momento era la visión celestial. Estaban embriagados con dicha visión. Se habían “casado” con ella, y todo su ser estaba cautivado, al grado de estar fuera de sí mismos por tal visión. Esta es la clase de consagración que necesitamos hoy.

PAGAR EL PRECIO POR LA VISION CELESTIAL

  ¿Hemos visto la visión celestial de la cual hablamos? ¿Hemos visto las visiones de Cristo, la iglesia, el Cuerpo, el yo y el mundo? Sinceramente sí creo que hemos visto algo. Al encontrarnos frente al tribunal del Cristo, ¿podríamos decirle que no recibimos ninguna de estas visiones? Sin duda hemos vislumbrado algo con respecto a Cristo, la iglesia, el Cuerpo, el yo y el mundo; por lo tanto, no tenemos ninguna excusa con respecto a la consagración.

  Algunos pueden argumentar que no han tenido la visión, pero dicen esto porque no están dispuestos a pagar el precio requerido para estar en el aposento alto. En otras palabras, no están dispuestos a pagar el precio por la visión celestial. Saben que estas visiones exigen mucho, y no están dispuestos a pagar tal precio.

  Acerca del precio que se debe pagar por causa de esta visión, leamos las palabras del Señor Jesús en Apocalipsis 3:18: “Yo te aconsejo que de Mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se manifieste la vergüenza de tu desnudez; y colirio con qué ungir tus ojos, para que veas”. En este versículo el Señor no nos aconseja que oremos, que pidamos, que recibamos ni que aceptemos por fe; más bien, El nos aconseja que “compremos”. Aquí subrayamos principalmente el tercer artículo que el Señor nos aconseja que compremos: el colirio con el cuál ungir nuestros ojos para ver. Es posible que uno no haya recibido la visión celestial, pero en cuanto esté dispuesto a pagar el precio requerido por el colirio, podrá verla. Lo importante es que estemos dispuestos a pagar el precio. Una vez que hayamos venido al aposento alto, lo veremos todo claramente, pero si no estamos dispuestos a subir al aposento alto, no importa cuántos mensajes escuchemos, no veremos nada.

  Es necesario comprar el colirio. No se excusen diciendo que no han recibido la visión. Tampoco argumenten que no tienen claridad al respecto. Tal vez sí vean claramente, pero quizás no estén dispuestos a pagar el precio. Si no están dispuestos a pagar el precio, no se atreverán a decir que tienen la visión. Recibir la visión depende de estar dispuestos a pagar el precio. Si pagan el precio requerido por el colirio, ciertamente tendrán la visión.

  Les animo a orar de esta manera: “Señor Jesús, por Tu misericordia he de comprar el colirio. Por Tu misericordia estoy dispuestos a pagar el precio para estar en el aposento alto”. Si le dicen esto al Señor, los cielos se abrirán, las escamas caerán de sus ojos y obtendrán la visión celestial.

DEBEMOS ROMPER TODOS LOS LAZOS QUE NOS UNEN CON EL PASADO

  Si uno paga el precio que la visión celestial requiere, entonces, romperá todos los lazos que le unen con el pasado, y no habrá manera de volver atrás. El cristianismo quedará atrás y uno no tendrá modo de retornar a él. Aun si uno quisiera regresar allí, ya no sería recibido.

  Supongamos que recibe una oferta del cristianismo que le da la oportunidad de tener una mejor posición y un mejor futuro. Los beneficios podrían ser tanto para usted como para su esposa e hijos. Si calcula esa propuesta, eso significaría que no ha roto todos los lazos de su pasado, y que se ha reservado una manera de retornar. Por la misericordia del Señor puedo testificar que rompí todos esos lazos hace más de treinta años. No debemos avergonzarnos de haber hecho esto; antes bien, debemos alabar al Señor por ello.

LO QUE CUESTA TOMAR EL CAMINO DEL RECOBRO DEL SEÑOR

  Elegir el camino del recobro del Señor no es barato; por el contrario, exige una consagración muy costosa. Al optar por esta senda hemos de pagar el precio de renunciar a la religión de nuestros padres, de renunciar a nuestra patria, a las relaciones con nuestros vecinos y parientes, y estar dispuestos a pagar el precio de nuestra propia vida. ¿Estamos dispuestos a efectuar semejante consagración? ¿Estamos listos para entrar al aposento alto, donde se ve claramente la visión celestial?

  No estamos en un movimiento, sino en el recobro del Señor. ¿Cómo se puede llevar a cabo este recobro? Sólo experimentando la consagración que vemos en el aposento alto. Esta no es una consagración ordinaria, sino una consagración especial, específica y extraordinaria, la cual es crucial y ha de determinar el rumbo de nuestras vidas.

  ¿Qué sucedió con los ciento veinte que se encontraban en el aposento alto en el primer capítulo de Hechos? Todos ellos llegaron a ser un holocausto para Dios, una ofrenda consumida en su totalidad por el fuego. Ellos estaban ardiendo, y al consumirse, encendieron a otros. Nosotros también necesitamos ser completamente quemados, pues sólo entonces arderemos de una manera que ha de encender a los demás.

  ¿Qué expectativas tiene usted hoy? ¿Espera un avivamiento o un movimiento? ¿Busca acaso una nueva clase de actividad cristiana? ¿Con qué propósito estamos aquí? ¿Acaso nos reunimos solamente para escuchar algo que no se escucha en otro lugar? Tal vez éste sea el motivo por el que estamos aquí, pero eso no es suficiente. Debemos estar aquí por causa del recobro del Señor, el cual es el resultado de la consagración ofrecida en el aposento alto.

¿ENTRE LA MULTITUD O EN EL APOSENTO ALTO?

  Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, grandes multitudes le siguieron. Muchos fueron los salvados y sanados, e innumerables personas recibieron el favor de Dios. Sin embargo, al final sólo quedaron ciento veinte en el aposento alto. Las multitudes no le aportaron al Señor Jesús nada que contribuya a Su mover. El mover del Señor se llevó a cabo con los que estaban en el aposento alto, cuyos ojos fueron abiertos y cuyos corazones fueron conmovidos. Sólo éstos subieron al aposento alto para arder hasta consumirse, y ellos trastornaron completamente el mundo y sacudieron sus cimientos. El principio es el mismo hoy. Son pocos los que han de trastornar el mundo y cambiar la era.

  ¿Preferimos estar entre las multitudes o en el aposento alto? ¿Permaneceremos con las multitudes o, por la misericordia del Señor, subiremos al aposento alto? Yo no puedo saber quién es usted en realidad. Sólo el Señor sabe quién estará en el aposento alto.

  Les insto a que oren pidiendo la misericordia del Señor para que les conceda estar en el aposento alto. Si no están dispuestos a subir allí, entonces lo que han leído en estos capítulos no tendrá nada de fruto en ustedes. En este caso, ustedes serán como aquellas multitudes, con quienes el Señor no podía contar. Pero si desean estar en el aposento alto, deben orar de una manera específica, diciendo: “Señor, estoy dispuesto a estar en el aposento alto, para que se lleve a cabo el recobro de Tu testimonio”.

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