
En Gálatas 1:11 Pablo dice: “Os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre”. La expresión según hombre nos muestra que podemos anunciar el evangelio según la voluntad del hombre. En el versículo 12 él dice: “Yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. Esto nos muestra que la voluntad del hombre está en contraposición a la revelación de Dios. Es posible anunciar el evangelio según la voluntad del hombre y de manera contraria a la revelación de Dios.
En el versículo 13 Pablo dice: “Habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba”. El judaísmo, que es una religión ortodoxa, le enseña al hombre a adorar a Dios y llevar a cabo la voluntad de Dios. Sin embargo, el servicio celoso que Saulo de Tarso rindió en tal religión que adoraba y servía a Dios realmente contradecía la voluntad de Dios. En su servicio él perseguía y asolaba la iglesia que Dios estableció. La voluntad de Dios consiste en ganar la iglesia, pero Saulo perseguía y asolaba la iglesia. Esto nos debería servir de advertencia para que no estemos muy confiados en cuanto al servicio que rendimos en la iglesia. Es posible que el servicio celoso que rendimos contradiga la voluntad de Dios. Aunque Saulo de Tarso perseguía y asolaba la iglesia al punto de matar cristianos, su persecución y asolación realmente eran la obra de Satanás. Es posible que Satanás utilice el servicio celoso que una persona rinde incluso en una religión ortodoxa. Por tanto, no deberíamos pensar que Satanás nunca puede estar involucrado en nuestro servicio. Tener tal seguridad trae consigo el autoengaño. Si Saulo de Tarso pudo ser engañado, nosotros podemos ser engañados.
En el versículo 14 Pablo dice: “En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. Quizás nadie era más diligente que Saulo de Tarso, pues él aventajaba a muchos de sus contemporáneos en su nación. Si otros se despertaban a las 5:30 de la mañana a adorar a Dios, él probablemente se despertaba a las 3:30. Él no era perezoso en su celo por el judaísmo, pero Satanás utilizó su diligencia. Aunque la pereza es un indicio de que una persona no está en el espíritu, la diligencia no necesariamente es indicio de que una persona está en el espíritu. Es posible que una persona perezosa y también una persona diligente estén fuera del espíritu. Nunca deberíamos condenar la pereza mientras justificamos la diligencia, pues la diligencia de una persona no necesariamente está asociada con que ella esté en el espíritu. Saulo sirvió a Dios diligentemente en una religión ortodoxa y aventajó a todos los demás, siendo mucho más celoso de las tradiciones de sus padres. Ya que el celo requiere diligencia, una persona que carece diligencia no será celosa. Sin embargo, es posible que tal celo y diligencia estén aparte de la voluntad de Dios.
En Hechos 26:9-11 Pablo dijo: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido autoridad de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras”. Saulo fue muy diligente en hacer cosas contra el nombre de Jesús, y él muchas veces persiguió a los santos sobremanera. Aunque él era más diligente que otros, su diligencia no estaba en el espíritu. Tenemos que condenar esta clase de diligencia del mismo modo que condenamos la pereza. Aunque algunas iglesias locales sufren pérdida a causa de la pereza de los hermanos responsables, otras iglesias se ven perjudicadas por su diligencia natural.
Necesitamos considerar cómo tocar el deseo del corazón de Dios sin perjudicar la iglesia. En el versículo 16 el Señor le dijo a Pablo: “Levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto de Mí, y de aquellas en que me apareceré a ti”. Esto indica que el servicio de Pablo no dependía de la pereza o la diligencia, sino de las cosas que él había visto acerca del Señor, es decir, del conocimiento de Cristo que él recibió mediante la aparición del Señor. Es posible que una persona reciba una revelación acerca de muchas cosas, pero no necesariamente de las cosas referentes a Cristo. Por tanto, el Señor se le apareció a Pablo y dijo que Él se le aparecería nuevamente para que Pablo pudiese ver las cosas referentes a Él. Las cosas en las cuales Él se iba a aparecer a Pablo eran las cosas en cuanto a la iglesia. Al ir camino a Damasco, Pablo adquirió el conocimiento de Cristo, y luego el Señor le reveló la iglesia gradualmente.
En los versículos 17 y 18, el Señor le habló a Pablo y dijo que Él lo enviaba a los gentiles “para que [abriera] sus ojos, para que se [convirtiesen] de las tinieblas a la luz, y de la autoridad de Satanás a Dios”. Saulo pensaba que sus ojos estaban abiertos, pero una vez que lo rodeó el resplandor de una gran luz del cielo, su ceguera fue expuesta. Antes que la luz resplandeciese a su alrededor, él pensaba que sus ojos estaban abiertos, pues él tomaba la delantera para servir a Dios. Sin embargo, cuando la luz vino, él fue cegado y tuvo que ser guiado por la mano de otros (9:8). Anteriormente, él guiaba a otros; ahora, otros lo guiaban a él. Sus ojos interiores no fueron abiertos sino hasta que él fue cegado exteriormente. Por tanto, cuando el Señor le dijo que le enviaba para abrir los ojos de otros y para que se convirtiesen de las tinieblas a la luz y de la autoridad de Satanás a Dios, él entendió.
Al igual que muchos judíos celosos, Saulo de Tarso estaba en tinieblas. Los judíos pensaban que ellos vivían en la luz y que eran guías de los ciegos y maestros de niños (Ro. 2:19-20), pero ellos realmente estaban en tinieblas. Por tanto, cuando el Señor le habló a Saulo de Tarso acerca de abrir los ojos de los gentiles para que se convirtiesen “de las tinieblas a la luz, y de la autoridad de Satanás a Dios” (Hch. 26:18), esto fue un fuerte indicio de que el servicio que Saulo rendía estaba relacionado con la maquinación de Satanás. Saulo persiguió la iglesia y era celoso por la religión y la ley, pero él estaba plenamente bajo la autoridad de Satanás. Aquellos que están bajo la autoridad de Satanás están ciegos y en tinieblas. Al igual que otros judíos, Saulo adoraba en el templo y él apoyaba el servicio sacerdotal de ofrecer sacrificios, quemar el incienso, encender las lámparas y presentar el pan de la Presencia. No obstante, él servía a Dios sin saber que estaba ciego, en tinieblas y bajo la autoridad de Satanás. Por tanto, antes que el Señor enviara a Saulo a los gentiles, Él lo envió a Su pueblo para recibir la debida ayuda.
Es posible que una persona reciba revelación sin recibir visión alguna. En Hechos 26:19 Pablo testificó ante el rey Agripa, diciendo: “No fui desobediente a la visión celestial”. De camino a Damasco, Pablo no sólo recibió revelación, sino también una visión de “que el Cristo había de padecer, y que siendo el primero en resucitar de entre los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (v. 23). El pueblo se refiere a los judíos que adoraban a Dios, no a los gentiles. Los judíos que adoraban a Dios en el templo necesitaban recibir luz. El evangelio fue predicado a los judíos primeramente y luego fue anunciado a los gentiles.
Necesitamos entrar en la presencia del Señor, considerar y acudir al Señor, y permitir que Él resplandezca sobre nosotros nuevamente. Es posible que hayamos caído en la misma condición que el pueblo judío. Ellos adoraban a Dios en el templo conforme a la ley de Moisés, y nosotros servimos en la iglesia conforme a lo que se nos ha enseñado a lo largo de los años. Nunca deberíamos pensar que es imposible caer en tinieblas, en ceguera y estar bajo la autoridad de Satanás, como lo hicieron los judíos. Así como ellos cayeron en tinieblas bajo la autoridad de Satanás, nosotros podemos caer y quizás hasta caer más bajo que ellos.
Cada árbol se conoce por su fruto (Mt. 12:33; Lc. 6:44); esto es una ley invulnerable de la Biblia. El que nuestro servicio sea bueno o malo no se determina por las palabras que nosotros hablamos, sino por el fruto que llevamos. A fin de tener fruto apropiado, debemos estar en el espíritu. El fruto que hay en las iglesias del Lejano Oriente no es una evidencia convincente de que los santos viven en el espíritu. No digo esto para condenar a otros o la iglesia, sino para recordarnos de que debemos examinarnos a nosotros mismos. Si vivimos en el espíritu, ¿dónde está nuestro fruto? Un grano de trigo que cae en la tierra y muere lleva mucho fruto (Jn. 12:24). Si decimos que somos granos de trigo y que hemos caído en la tierra y muerto, ¿dónde está el resultado de nuestra muerte? Si nosotros somos iguales a quienes no tienen experiencia alguna de la muerte y no llevan fruto, ¿acaso hemos muerto verdaderamente? Si un grano de trigo no lleva ningún fruto, ¿es mejor que un grano de arena? Es inútil debatir acerca de las razones por las cuales no tenemos fruto; incluso los bandidos tienen razones para ser bandidos. No podemos depender sólo de palabras; tenemos que ver si hay algún fruto.
Si hemos sido colaboradores o ancianos por muchos años pero no tenemos ningún fruto, no necesitamos ninguna otra prueba de nuestra carencia. La infructuosidad de otros no es el problema. Si nosotros mismos no tenemos fruto, nuestra obra es insignificante. Si el Señor viniera hoy a arreglar cuentas con nosotros, Él no verificaría si nosotros estamos en lo correcto acerca de ciertos asuntos; más bien, Él verificará si tenemos fruto. Las iglesias en el Lejano Oriente deberían tener una fuerte capacidad para engendrar muchos hijos. Si los ancianos, colaboradores y hermanos responsables no tienen hijos, perderemos una generación a lo largo de los próximos diez años. Nosotros los colaboradores que hemos obrado por tantos años necesitamos preguntarnos: ¿Quién llevará la obra adelante? ¿Dónde está nuestra próxima generación? Si los colaboradores y los ancianos no producen una nueva generación, las consecuencias serán preocupantes.
Una vez un hermano responsable promovió el asunto de levantarnos a las 5:30 de la mañana para tener una vigilia matutina, pero su promoción no rindió fruto alguno, pues él sólo promovía la diligencia humana. Sin embargo, ser diligentes no es lo mismo que ser espirituales. Aunque es difícil saber si algo es espiritual, es más fácil saber si algo no es espiritual. Aunque pocos santos pueden dar una definición clara de lo que es la espiritualidad, todos saben si la promoción de cierta práctica en la iglesia es espiritual, especialmente cuando tal promoción no se lleva a cabo en el espíritu. La diligencia y la fidelidad son valiosas en toda circunstancia humana, pero no necesariamente en la esfera espiritual. La espiritualidad tiene que ver con la liberación del espíritu. Un hermano nunca debería animar a las personas a que sencillamente se levanten a las 5:30 de la mañana. Por el bien de los santos, sería mejor si él durmiese más. Ésta sería su salvación. Aunque sería bueno si los que son perezosos se levantaran más temprano, sería mejor si este hermano se levantara más tarde. Cuanto más él promovía el levantarse temprano en la mañana, más muerte el traía a la reunión. Sus buenas intenciones produjeron el efecto opuesto, y les era más fácil a los santos recibir un suministro de vida cuando él no hablaba.
Siempre que se nos da una oportunidad, nosotros buscamos métodos. En 1968 las iglesias en el Lejano Oriente comenzaron a imitar a las iglesias en América al ser ruidosas, pero en poco tiempo ya no había ningún espíritu y ni siquiera un gusto por esto. Así como el estar callados no es necesariamente un asunto en el espíritu, tampoco el ser ruidosos es necesariamente un asunto en el espíritu. No tengo ningún deseo de que lleguemos a ser una “iglesia ruidosa” o una “iglesia callada”, más bien, deseo que seamos una “iglesia que vive en el espíritu”. El espíritu es viviente y espontáneo, no causa ninguna confusión y no necesariamente prohíbe una práctica en particular. Todo lo que es del espíritu hace que las personas toquen el espíritu; todo lo que no es del espíritu perjudica la iglesia. No existen prácticas establecidas en la iglesia. Siento profundamente que las iglesias en el Lejano Oriente se han acostumbrado a un vivir en el cual buscan y siguen métodos mientras descuidan el asunto de vivir en el espíritu.
Espero que nos examinemos bajo la luz del Señor. Según nuestra situación actual, casi todos los colaboradores y ancianos necesitan una “operación quirúrgica”. Somos como una pareja que ha estado casada por treinta años pero que no tiene hijos; nuestra falta de fruto tiene que deberse a alguna “enfermedad”. Sinceramente, no tengo manera para saber los detalles de nuestras diversas situaciones; sólo puedo señalar el hecho de que no tenemos fruto. Necesitamos presentarnos delante del Señor y examinar nuestra situación para determinar la razón de nuestra falta de fruto. Los ancianos en especial necesitan hacer esto. Algunos ancianos no tienen fruto porque ellos sólo confían en ellos mismos. Una persona que no confía en otros se siente muy segura de sus propias consideraciones y acciones meticulosas. Aunque tal persona podría derivar algún beneficio humano a partir de su conducta, no hay nada espiritual acerca de su conducta, pues procede completamente de su buen yo. Tenemos que estar en el espíritu a fin de producir fruto. Nuestras consideraciones meticulosas no pueden producir fruto, y el “fruto” que ellas pueden producir no se necesita en la iglesia.
Aunque los ancianos necesitan ser quebrantados y pasar por la cruz, tal parece que este tema se ha vuelto viejo. Cuando hablo acerca del quebrantamiento y el trato que sufrimos en la cruz hoy, no hay mucha respuesta. Quien mejor habló acerca del quebrantamiento de la cruz fue la señora Jessie Penn-Lewis, a quien el Señor levantó hace cincuenta años. Muchos santos por toda América tienen sus libros en sus hogares, pero esos libros son prácticamente inútiles. Es difícil encontrar a alguien que haya leído sus libros y experimentado el ser verdaderamente quebrantado. Las personas podrían escuchar un mensaje, pero ellos no tienen un oído presto para ello. Esto no quiere decir que la verdad detrás del quebrantamiento por parte de la cruz no sea la verdad. Aunque esta verdad todavía es la verdad, lo que se enfatiza en esta era no es el quebrantamiento por parte de la cruz. Se necesita la verdad que está en conformidad con la era. Por tanto, no es suficiente que yo hable sólo del quebrantamiento por parte de la cruz. Cada empresario sabe que los productos más solicitados hace cincuenta años podrían ser indeseables hoy en día, incluso para los vendedores de antigüedades. La verdad siempre es la verdad, pero tenemos que prestar atención a la necesidad de la era.
Por tanto, no tengo deseo alguno de exhortar a los ancianos a que meramente acepten los tratos y el quebrantamiento por parte de la cruz; más bien, tengo que hablar de la necesidad que tenemos de vivir en el espíritu, y no en nuestro conocimiento, nuestras consideraciones o nuestras perspectivas. Ésta es la era de nuestro espíritu. Con base en mi experiencia reciente al hablar, he hallado que ningún tema llama más la atención de la gente que el espíritu; las personas responden únicamente al hablar que está relacionado con vivir en el espíritu. Cuando hablo de vivir en el espíritu, me refiero a nuestro espíritu, no al Espíritu Santo.
Cuando estemos en nuestro espíritu, estaremos abiertos a otros y dispuestos a permitirles servir. Que ellos estén capacitados para llevar a cabo las responsabilidades relacionadas con su servicio depende del Señor. Tengo la certeza de que al menos ochenta de cada cien santos podrán llevar a cabo las responsabilidades que se les encomiendan. No deberíamos pensar que la única forma en que las cosas pueden ser atendidas apropiadamente es si están en nuestras manos. Incluso si sólo el ochenta por ciento puede llevar a cabo ciertas responsabilidades, de todas formas tendremos un resultado provechoso. Sin embargo, si todo permanece en nuestras manos y no tenemos “aprendices”, no habrá una generación subsiguiente. Tenemos que aprender a vivir en el espíritu y deberíamos liberar nuestro espíritu para suministrar a aquellos que llevan una responsabilidad.
El enfoque de la iglesia no se centra en hacer bien las cosas, sino en liberar el espíritu y suministrar vida. Por tanto, no deberíamos poner demasiada confianza en nuestras percepciones y maneras de proceder; tampoco deberíamos permanecer en las enseñanzas del pasado. Fue correcto hablar acerca de la enseñanza de la unción hace veinticinco años, pero necesitamos estar actualizados. Aunque Edison inventó la bombilla eléctrica, ha habido muchas mejorías en cuanto a las bombillas eléctricas. No debemos permanecer en el pasado; tenemos que avanzar. Aquello que en un tiempo llamábamos la unción, ahora lo conocemos como el Espíritu. Tenemos que conocer más al Espíritu y vivir más en nuestro espíritu.
Algunos ancianos se aferran a la autoridad y ejercen autoridad sobre todo, incluso al punto de que la vigilia matutina tiene que llevarse a cabo en sus hogares. Aunque es posible que ellos no se aferren a la autoridad intencionalmente, ésta es la situación actual. Aferrarse a la autoridad fácilmente puede producir “luchas de poder”. Realmente no me gusta utilizar esta expresión, y es una vergüenza si tal cosa ocurre en la iglesia. No obstante, algunos ancianos piensan que ya que ellos son los que llevan la delantera, los que tienen una función más grande, todo debería estar bajo su autoridad. Ésta no es una situación en el espíritu; más bien, es una situación que mata, y no hay liberación del espíritu. Cada anciano debería olvidarse de la autoridad y vivir en el espíritu. Una vez que los ancianos vivan en el espíritu, no habrá problemas relacionados con el aferramiento a la autoridad.
Algunos podrían decir que Pablo habla de que los ancianos lleven la delantera (1 Ti. 5:17). No obstante, cuando el Señor Jesús habló a Sus discípulos en los Evangelios en cuanto a la autoridad, Él dijo: “Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos autoridad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mt. 20:25-28). Además, Él dijo: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Jn. 13:13-14). El Señor no consideraba el ejercicio de la autoridad como un asunto de ser grande y ser el primero, sino más bien como un asunto de servir a otros y lavar los pies de otros. Cuando vivimos en el espíritu, la autoridad no es una consideración, y estamos dispuestos a lavar los pies de nuestros hermanos y permitir que otros estén en un nivel superior.
Sin embargo, si consideramos que estar en un nivel inferior es mejor que estar en un nivel superior, no necesariamente estamos en el espíritu. Cuando digo esto, es posible que algunos respondan diciendo que ellos no saben qué hacer. Muchas veces las personas me dicen: “Hermano Lee, usted dice que algo es bueno hoy, pero dice algo distinto tres días después. Usted habla acerca de esto y luego acerca de aquello; no sabemos qué hacer”. Yo respondo, diciendo: “Exactamente. No quiero decirles qué hacer. El deseo que ustedes tienen de hacer cosas es demasiado rígido”. En vez de tratar de determinar qué hacer o no hacer, deberíamos volvernos a nuestro espíritu. Necesitamos adiestrar a los santos para que se vuelvan al espíritu.
En cierta ocasión un hermano vino a mí y acusó a los ancianos de ser dominadores, autoritarios y controladores. Yo respondí, diciendo: “Usted es más autoritario que los ancianos, pues desea derrocarlos. Ellos fueron designados para ser ancianos, pero la actitud autoritaria que usted tiene hacia ellos muestra que usted es un ‘anciano autoproclamado’”. En contraste con esto, algunos ancianos hablan acerca del deseo que ellos tienen de ser humildes y de renunciar al ancianato para que los que son más capaces puedan ejercer su función. En realidad, esto es un caso aún más severo de estar en la carne en vez de en el espíritu. Cuando digo esto, ellos no saben qué hacer porque cuando laboran diligentemente, las personas dicen que ellos son autoritarios, y cuando ellos consideran la renuncia, yo digo que están en la carne. No se trata de ser autoritarios o de renunciar; vivir en el espíritu es lo único que importa. Ésta es la verdad más difícil de entender en la Biblia. Si nosotros vivimos en el espíritu, estamos bien incluso si mostramos enojo, pero si no vivimos en nuestro espíritu, estamos mal incluso si mostramos amor. Estar enojados o ser amorosos no importan; vivir en el espíritu es lo único que importa. Nosotros no somos un grupo social que necesita centrarse en condenar la afirmación de la autoridad; deberíamos centrarnos en aprender a vivir en el espíritu. La afirmación de la autoridad por parte de un anciano sólo demuestra que él no vive en el espíritu; si él vive más en el espíritu, él afirmará cada vez menos autoridad.
Un anciano que era empresario en América en cierta ocasión me dio una advertencia, diciendo: “Hermano Lee, usted tiene que ser cuidadoso. Si usted les enseña a los hermanos americanos todos estos puntos acerca del ancianato, es posible que ellos comiencen a ignorarle”. Sus palabras expusieron que él estaba plenamente en la carne. Él sólo tenía un entendimiento mental acerca de la iglesia. No era de extrañar que él estuviera carente de vida y no había llevado ningún fruto en la iglesia. Él pensaba que la manera de mantener control del ancianato era no enseñarle a nadie los “secretos” de ser un anciano. Aunque yo no dije nada, sabía que él estaba acabado. Un anciano nunca debería temer que las personas lo rechacen luego de haber sido perfeccionadas por él. Si un anciano se aferra a tal pensamiento, él está acabado. Muchos no tienen fruto debido a tal pensamiento. En cuanto este pensamiento está presente, una persona está absolutamente en la carne. Si estamos en el espíritu, no nos preocuparemos por tener una posición. Si el Señor desea que seamos un anciano, seremos un anciano; pero si nosotros, en un esfuerzo por aferrarnos a una posición, no perfeccionamos a los hermanos, no estamos en el espíritu. Cuando no estamos en el espíritu, no tenemos fruto. Deberíamos anhelar con ansias que otros sean más capaces y mejores.
Los celos también son un problema cuando una persona no está en el espíritu. A veces cuando los ancianos obran en cierto asunto juntos, uno de ellos tiene un deseo de hacerlo todo, y hay celos cuando se le da responsabilidad a otro anciano. Nadie está libre de los celos; por consiguiente, tenemos que aprender a vivir en el espíritu. El resultado de todo arreglo está en las manos del Señor. No importa cuál sea el resultado, deberíamos interesarnos solamente por si vivimos o no en el espíritu. Si todos los ancianos viven en el espíritu, su dirección producirá fruto. El fruto es producido únicamente cuando estamos en el espíritu.
Nosotros también somos subjetivos y tendemos a aferrarnos a cosas viejas. Pensamos que lo que se hizo en el pasado nunca debería cambiarse. No obstante, según la Biblia y la historia en el recobro del Señor, Dios nunca permanece con cosas viejas. En Génesis la obra que Dios llevó a cabo entre los hombres avanzó de manera progresiva. En la primera generación, a Adán le fue mostrado el camino de la salvación (3:21). En la segunda generación, Abel presentó ofrendas para tener comunión con Dios (4:4). En la tercera generación, Enós comenzó a invocar el nombre del Señor (v. 26). En la séptima generación, Enoc anduvo con Dios (5:22) y, en la décima generación, Noé recibió revelación de parte de Dios acerca de la edificación del arca (6:13-16). La obra de Dios en el hombre avanza con cada generación.
Algunos dicen que hoy en día nosotros hablamos cosas de las cuales el hermano Nee nunca habló cuando estaba vivo. Tal crítica es inevitable porque, desde el tiempo del encarcelamiento del hermano Nee en 1952, el Señor de hecho nos ha dado luz nueva. No obstante, deberíamos comprender que el hermano Nee obtuvo un nuevo entendimiento de la verdad mientras él ministraba. Por ejemplo, su libro titulado La vida de asamblea, publicado en 1934, fue redactado a partir de un estudio bíblico que él tuvo con unos colaboradores en enero del 1934. En este libro él dijo que no hay apóstoles hoy en día y que nadie podía designar ancianos. Él habló de los apóstoles “extraoficiales” que designaban ancianos “extraoficiales” y de las varias asambleas locales como si fuesen iglesias “extraoficiales”.
Tres años después, en 1937, el hermano Nee vio luz adicional y liberó mensajes en cuanto a la línea de Antioquía en una reunión de colaboradores en Hanków. Esos mensajes fueron recopilados en el libro La vida cristiana normal de iglesia, en el cual el hermano Nee dijo firmemente que hay apóstoles hoy en día y que un apóstol es alguien enviado por Dios para establecer iglesias y nombrar ancianos. Él también dijo que las diversas asambleas locales sobre el terreno apropiado son iglesias. En menos de tres años, su entendimiento cambió por completo.
Otro ejemplo de cambio tuvo que ver con el asunto de que las hermanas ejercieran su función en las reuniones. Cuando el hermano Nee estuve en Shanghái en 1933, sintió que era una gran pérdida que las hermanas no pudiesen abrir sus bocas en las reuniones. Estábamos bajo la influencia de la Asamblea de los Hermanos, y las hermanas no podían abrir sus bocas para testificar o incluso para orar en las reuniones. Ellas sólo podían asistir a las reuniones y cantar junto con los hermanos. Sin embargo, el hermano Nee estudió las Escrituras y finalmente sintió que a las hermanas se les debía permitir orar en las reuniones. No obstante, algunos hermanos que estaban bajo la influencia de la Asamblea de los Hermanos no estuvieron de acuerdo.
Un día el hermano Nee me dijo: “Witness, cuando las hermanas no abren sus bocas en la reunión, la reunión es como un cuerpo que está paralizado a medias”. En aquel entonces los hermanos y las hermanas se sentaban completamente aparte los unos de los otros. Por tanto, todas las oraciones venían del lado de los hermanos, mientras que el lado de las hermanas permanecía en silencio. La reunión verdaderamente parecía un cuerpo paralizado a medias. Puesto que fui influenciado por la Asamblea de los Hermanos e incluso por los conceptos provenientes del norte de la China, sentía que las mujeres no debían sobresalir en las reuniones. Sólo después que el hermano Nee pasó mucho tiempo orando, esperando y teniendo comunión, llegó a ser aceptable que las hermanas oraran en las reuniones, pero sólo escasamente. Incluso para entonces a las hermanas no se les permitía poner de pie para hablar; sólo se les permitía orar en las reuniones. Si las hermanas deseaban hablar, ellas tenían que hablar en una reunión aparte sólo de hermanas.
Ruth Lee y Peace Wang fueron dos hermanas muy dotadas entre nosotros. Siempre que ellas hablaban, las personas eran conmovidas, y todos amaban su comunión. La hermana Lee y la hermana Wang ayudaron a muchas personas en varios lugares, y aun los hermanos deseaban oír su comunión llena de suministro. Por consiguiente, pronto hubo otro cambio. A las hermanas se les animó que abrieran su boca para hablar en las reuniones, pero no se les permitía dar mensajes o hablar en un tono de enseñanza; sólo se les permitía dar testimonios personales. Los hermanos estaban separados de las hermanas por un biombo de modo que los hermanos se podían sentar detrás del biombo y escuchar a las hermanas.
También hubo cambios en la obra. Por ejemplo, cuando visitamos las iglesias en las provincias de Fukien y Kwangtung en el 1948, el hermano Nee tuvo comunión en cuanto a la línea de Jerusalén. Cuando él habló con respecto a la línea de Antioquía en 1937, él quiso que los colaboradores se propagaran a distintos lugares. Cuando una iglesia era establecida en una localidad, él les pedía a los colaboradores que fueran a otro lugar. No obstante, once años más tarde, cuando él habló con respecto a la línea de Jerusalén, él quiso que los colaboradores se quedaran. Ha habido muchos cambios incluso entre nosotros.
La revelación de la Biblia siempre avanza; éste es el caso tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. El Evangelio de Juan se refiere al Señor Jesús como Cordero (1:29), mientras que Apocalipsis se refiere a Él como León (5:5). En los Evangelios el Señor Jesús tenía dos ojos, pero en Apocalipsis Él se revela con siete ojos como llama de fuego (v. 6; 1:14). El Señor es viviente; Él todavía obra hoy en día, y Su obra y dirección son progresivas. Es igual con la historia del recobro del Señor. Comenzando con el recobro de la justificación por la fe por parte de Lutero, el recobro del Señor ha avanzado; no hay dos eras que sean iguales. Si sólo predicáramos la justificación por la fe hoy en día, estaríamos bastante anticuados.
Si todavía nos reunimos según la manera en que nos reuníamos hace treinta y cinco años, congregándonos en el nombre del Señor, pidiendo un himno luego que todos llegan, teniendo algunas oraciones, recordando al Señor, dando gracias por el pan y la copa, y luego adorando al Padre, y si cada parte de nuestra reunión es conforme a un ritual, los santos perderán el interés porque las reuniones no están actualizadas. Hubo un colaborador que se opuso a orar-leer e invocar el nombre del Señor. Él estaba resuelto a seguir predicando como siempre había predicado. No obstante, a la postre su manera de proceder fue rechazada y él se fue. Entonces los santos comenzaron a invocar el nombre del Señor y todos estaban liberados. Orar-leer e invocar el nombre del Señor son parte del fluir en esta era, y un fluir no puede ser detenido cuando llega. Los colaboradores y los ancianos no deberían ser subjetivos. Tampoco ellos deberían permanecer con las cosas viejas o seguir una multitud ciegamente; ellos deberían aprender a vivir en el espíritu. El espíritu espontáneamente nos guiará a invocar el nombre del Señor y orar-leer Su Palabra. Hoy en día algunos ancianos no están actualizados, y otros no están sólidos ni estables, pues ellos sólo prosiguen de manera casual.
Todos deberíamos ejercitarnos para vivir en el espíritu. Antes de la reunión del partimiento del pan, cada colaborador, anciano y hermano responsable debería tener en su espíritu la carga de prepararse para la reunión. Si estos servidores están preparados y viven en el espíritu, el espíritu de todos los santos estará viviente cuando ellos lleguen a la reunión, y la reunión no será pobre ni caerá en rituales y rutinas. Lamentablemente, muchas veces nosotros no vivimos en el espíritu y no estamos preparados para la reunión. Si somos indiferentes cuando llegamos a las reuniones, sólo podremos reunirnos según un orden prescrito y en formalidad. En cuanto hay un orden prescrito, no estamos en el espíritu, y en cuanto hay formalidad, hay regulaciones. Ésta es la razón por la cual las reuniones están vacías y débiles en varias localidades. Es fácil seguir un orden prescrito y estar en formalidad porque las personas no necesitan ejercitar su espíritu a fin de sentarse y escuchar un mensaje. No obstante, después de dos o tres reuniones así, todos estarán “desinflados” y ellos no querrán regresar.
Los que sirven en la iglesia tienen que establecer una atmósfera de vivir en el espíritu para que todos sean animados a vivir en el espíritu. Si hay una reunión del partimiento del pan y nuestro espíritu está alerta, nuestro espíritu será elevado en la reunión, y habrá una respuesta en el espíritu de otros. Entonces las reuniones serán una rica vía por la cual el Señor pueda liberarse. Sin el ejercicio del espíritu, las reuniones llegarán a ser como residuos de frijoles en agua, y nuestros números disminuirán con el tiempo. Las personas no serán atraídas si ellas no pueden tocar cosas espirituales en una reunión. Sin embargo, si todos los que sirven están fuertes y alertas en el espíritu, y si ellos están en serio en vez de estar indiferentes, los nuevos, los jóvenes y los que son débiles tocaran una realidad espiritual cuando ellos vengan a la reunión, y serán atraídos a regresar. Ésta es la única manera en que podemos llevar fruto. Lamentablemente, nuestra condición muchas veces es rutinaria y vieja, y no usamos nuestro espíritu lo suficiente para contactar al Señor y tener transacciones espirituales con Él. Tal condición no es atractiva a la gente.
En principio, no hay muchos ministerios que pueden ser usados por el Señor como fuente de suministro en cada era. Esto se debe a que un ministerio es como una trompeta. Si hay demasiados ministerios, habrá demasiados sonidos inciertos, lo cual hace difícil que las personas sigan el camino de la iglesia. Por tanto, quizás el Señor no necesariamente levante muchos ministerios simultáneamente para que sean una fuente de suministro.
Quienquiera que no sea usado por el Señor como fuente de suministro para el ministerio debe recibir el suministro que está disponible para que él pueda suministrar a otros. Sin embargo, tal persona todavía tiene que usar su espíritu para entrar en el espíritu del ministerio. Lamentablemente, los ministros de la palabra en varias localidades por lo general no han entrado en el espíritu del ministerio que suministra cuando ellos dan mensajes, es decir, ellos no han entrado en el fluir del ministerio. Por tanto, su suministro de la palabra no tiene dirección o meta alguna; es como un barco que va a la deriva sin una brújula. Al ayudar una iglesia local, los colaboradores deberían estar en el fluir y el espíritu del ministerio a fin de seguir la dirección de la brújula. Ellos deberían ser como un barco que ha zarpado de Keelung a Hong Kong; todos deben saber adónde va el barco. No obstante, los colaboradores parecen hablar como se les antoja. Ellos dicen una cosa hoy y otra cosa mañana, y ellos están indiferentes respecto a si hay o no fruto, a pesar de laborar por un mes, varios meses o aun varios años. Las iglesias que están siendo ayudadas también están indiferentes. Por tanto, es difícil llevar fruto en tal situación.
Los colaboradores tienen que pasar más tiempo viviendo en el espíritu a fin de entrar en el espíritu del ministerio y el fluir del ministerio. Si nuestro espíritu es fuerte, nuestra obra no carecerá de dirección. La causa de nuestra enfermedad es que no estamos en el espíritu. Según los doctores, una constitución física débil es el resultado de la malnutrición. Pero en cuanto recibimos la nutrición apropiada, los gérmenes que hay en nosotros son destruidos. Si no estamos en el espíritu, entonces tenemos muchas “infecciones” que traen debilidad, pero tan pronto como comencemos a vivir en el espíritu, nuestras enfermedades desaparecerán. Por ejemplo, todo el mundo es egoísta, y mientras no vivamos en nuestro espíritu, sólo nos preocuparemos por nosotros mismos. Sin embargo, tan pronto como estamos en el espíritu, somos librados de tal esfera egoísta. Espero que vayamos delante del Señor y le permitamos que exponga nuestra verdadera condición a fin de que Él tenga misericordia de nosotros y nos salve.