
Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-13, 16; 3:7-8, 12-15; 4:12-13
El Dios Triuno es el Espíritu que vive en nuestro espíritu hoy, y nosotros somos un solo espíritu con Él. Por tanto, debemos vivir y andar por el Espíritu que está en nuestro espíritu. Aunque este asunto es bastante misterioso, es muy sencillo; es tan sencillo que incluso un estudiante de escuela primaria lo puede entender. Por tanto, nuestro problema no tiene que ver con oír y entender este asunto, sino con que no estamos atentos a este asunto ni lo practicamos. Esto es un velo grueso para nosotros.
Hemos sido velados por los pensamientos acerca de cómo llevar a cabo las cosas que hemos oído. Yo no tengo un método para poner esto en práctica porque la Biblia no nos da métodos. Un bebé sabe cómo llorar y respirar tan pronto como nace. No es necesario que un doctor, una enfermera o la madre le presenten un método al bebé, diciendo: “Tienes dos labios, una garganta y pulmones. Debes aprender a respirar y llorar”. Siempre y cuando el bebé esté vivo, él respirará y llorará; no hay necesidad de instrucción alguna.
Puesto que hemos oído muchos mensajes acerca de este misterio, sencillamente deberíamos vivir en el espíritu. Sin embargo, según lo que he observado, nosotros todavía vivimos conforme a nuestros hábitos naturales. En nuestro diario vivir no estamos acostumbrados a vivir en el espíritu, ni estamos acostumbrados a vivir siendo un solo espíritu con el Señor. El Señor no está meramente fuera de nosotros en los cielos; Él está en nosotros para que podamos vivir por Él. Puesto que confesamos que el Señor Jesús vive en nosotros, no debemos ignorarle en nuestro diario vivir. Incluso cuando alguien meramente nos visita, necesitamos pasar tiempo con él y hablarle. Muchas veces las esposas buscan el divorcio porque sus esposos están fuera del hogar por largos periodos de tiempo o porque sus esposos las ignoran incluso cuando están en la casa. Esto es muy difícil para una esposa. El mejor esposo trabaja ocho horas al día para sostener a su familia y luego va inmediatamente a la casa para estar con su esposa. Tal esposo vive por su esposa. Por otra parte, si una esposa no está mucho tiempo en el hogar o ignora a su esposo al ocuparse sólo de su propia vida, entonces el esposo tendrá remordimientos. La mejor esposa acompaña a su esposo y toma cuidado de sus necesidades. Por ejemplo, cuando su esposo está a punto de salir para el trabajo, ella prepara un almuerzo y camina con él hasta la puerta. Ella también lo saluda cuando él llega a casa. Tal pareja no tendrá pensamientos de divorcio, pues el esposo y la esposa son uno solo en su vivir y andan juntos.
Hemos dado muchos mensajes acerca de este misterio; no podemos decir que no lo hemos oído ni visto. Hemos oído los mensajes, pero no les hemos hecho caso. Todavía nos centramos en nuestras propias cosas. Ésta es nuestra condición. Muchos de los que llevan la delantera en las iglesias de los Estados Unidos eran estudiantes de seminario, pastores y predicadores que salieron del cristianismo. Ellos tocaron muchas denominaciones y sectas antes que comenzaran a reunirse con nosotros. Ellos no dieron el giro fácilmente, pero en cuanto hicieron este giro, lo hicieron absolutamente. Ellos soltaron sus viejas maneras de proceder, abandonándolas completamente. Antes de seguir este camino, algunos tuvieron que consultar con sus familias, pero hicieron esto conforme a la gracia del Señor. Algunos tenían una esposa que no estaba de acuerdo o que estaba reacia a seguirles. No obstante, los hermanos tenían paz en su interior y estaban determinados a seguir este camino. Ahora sus esposas saben que éste es el camino correcto y ellas han hecho este giro interiormente de manera plena. Estas parejas ya no quieren nada del pasado; ellas siguen de manera absoluta. Cuando un mensaje es liberado, ellos lo ponen en práctica de inmediato, y vemos fruto rápidamente.
La situación en el Lejano Oriente no es así. Nosotros asentimos con la cabeza y tomamos apuntes mientras escuchamos los mensajes, pero los mensajes no permanecen en nuestro ser. Nuestras oraciones y nuestras reuniones son viejas y rutinarias porque tenemos cuatro velos gruesos que nos impiden vivir por el Señor. El primer velo es nuestra manera de ser. Todo el mundo tiene una manera de ser particular que ocasiona muchos problemas. El segundo velo es nuestra cultura. Las personas de Shanghái y las de Shandong tienen sus respectivas culturas. Los chinos, los japoneses y los americanos también tienen su cultura particular. El tercer velo es la enseñanza que hemos recibido después de nuestra salvación. Por un lado, las enseñanzas nos ayudan, pero, por otro, las enseñanzas nos hacen daño. Por ejemplo, yo estudié inglés por casi sesenta años y mi maestro de inglés me fue de gran ayuda. Sin su enseñanza, yo no sabría inglés. Sin embargo, su acento chino ha perjudicado mi hablar. Incluso ahora, yo hablo con un acento similar. Yo tengo diecisiete o dieciocho nietos, y todos ellos hablan como anglófonos nativos. Mi nieto incluso puede corregir mi inglés. De manera similar, a una persona que habla el dialecto de Fuzhou le es muy difícil hablar mandarín. En cuanto a las enseñanzas en el catolicismo, no podemos decir que ellos no han ayudado a nadie, pero esta “ayuda” también ha traído consigo mucho daño. Esto es cierto de las enseñanzas en el protestantismo o incluso de algunas de nuestras enseñanzas anteriores. Por un lado, la enseñanza que recibimos luego de nuestra salvación fue positiva, pero también hemos sufrido daño porque no estamos dispuestos a cambiar y proseguir. El cuarto velo es nuestra experiencia personal. Si no vamos en pos del Señor ni le amamos, nuestra experiencia no nos será un velo, pues no tendremos experiencia alguna. Sin embargo, tan pronto como comenzamos a amar al Señor e ir en pos de Él, nuestras experiencias pasadas pueden llegar a ser un problema actual, e incluso un velo. Todos tenemos estos cuatro velos; por tanto, es difícil recibir las verdades de este misterio.
Hace poco, cuando dos hermanos de una iglesia local vinieron a tener comunión conmigo acerca de sus problemas, pude saber por su conversación que ellos no vivían en el espíritu. Uno quería razonar conmigo y el otro quería justificar sus acciones. Aquellos que viven por el Señor no razonan ni se vindican a sí mismos; ellos sencillamente viven por el Señor. Si nosotros permanecemos fijos en el pasado cuando nos congregamos, incluso si nos fijamos en cómo hemos sido maltratados, entonces no vivimos en el espíritu. Deberíamos vivir en el espíritu. Cuando estamos en el espíritu, somos el nuevo hombre. Las cosas del pasado son las cosas del viejo hombre, y no hay beneficio alguno que provenga de hablar de ellas. No deberíamos hablar acerca de cosas que ocurrieron en el pasado. Deberíamos vivir por Cristo, porque el Señor es uno con nosotros. Podemos vivir y andar en Él. Cuando estemos a punto de hablar, deberíamos preguntarle al Señor qué dice Él. Si Él no tiene nada que decir, nosotros no deberíamos hablar. Él vive en nosotros hoy y nosotros podemos vivir siendo uno con Él.
Cuando tuve comunión con estos dos hermanos, supe que ellos no habían recibido el contenido de los mensajes acerca de vivir por Cristo. Uno de ellos quería continuar razonando, y el otro quería justificarse. Yo le dije al primer hermano: “Quizás usted gane la discusión”, y al otro le dije: “Quizás usted esté justificado”. Sin embargo, a ambos les dije: “Pero incluso si todos los ángeles en el universo estuviesen de su lado y respondiesen por ustedes, eso no significaría nada. Sin la misericordia del Señor, nada de lo que yo diga tendrá importancia, pues ustedes todavía estarán en sus razonamientos y autojustificación cuando se vayan. Ustedes necesitan la misericordia del Señor para que vean que no han estado viviendo por Cristo”. Yo les animé a que oraran, diciendo: “Señor, he sido crucificado y sepultado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. No quiero considerar las cosas en el pasado para determinar quién está bien o mal. Si otros me aprueban o no, yo sólo quiero vivir por Ti porque Tú estás en mí. Gracias que no hay cabida para murmuraciones o razonamientos porque Tú no murmuras ni razonas y yo soy uno contigo”.
Yo no salgo a bailar, no porque sea malo ir a bailar, sino porque yo vivo por el Señor Jesús. Él no va, así que yo tampoco voy. Yo no pierdo mi paciencia, no porque esté mal perder la paciencia, sino porque vivo por el Señor. Él es mi vida y yo vivo por Él. Yo no pierdo mi paciencia porque Él no pierde Su paciencia. Además, yo abro mi boca en la reunión porque el Señor Jesús abre Su boca para orar y alabar. Tal vivir es extremadamente sencillo. El Señor Jesús no es viejo o rutinario. Tenemos que abandonar nuestros hábitos. Nuestra manera de ser, nuestra cultura y nuestras experiencias pasadas han sido sepultadas; hoy el Señor Jesús vive en nosotros. Nosotros vivimos por Él y somos uno con Él. No necesitamos considerar si podemos vencer o si estamos mal o si podemos mejorar; nada de esto nos debería preocupar. El Señor Jesús vive en nosotros y nosotros vivimos por Él. Además, no necesitamos centrarnos en tratar con nosotros mismos o en aprender lecciones acerca de ser quebrantados. Ni siquiera necesitamos entender qué es de nuestro espíritu y qué es de nuestra alma. No necesitamos preocuparnos por estos asuntos, sencillamente necesitamos vivir por el Señor. Nuestro problema es que cargamos con demasiado “equipaje” del pasado, y los hermanos que llevan la delantera sólo buscan métodos mejorados. Deberíamos olvidarnos de los métodos y sencillamente vivir por el Señor.
Espero que nosotros experimentemos de manera genuina el hecho de que el Señor vive en nosotros. Deberíamos vivir por el Señor desde el comienzo de nuestro día. Deberíamos hacer lo que el Señor haga. Cuando éste es nuestro enfoque, nosotros podemos orar y compartir en una reunión de manera espontánea. No necesitamos centrarnos en si somos ruidosos o silenciosos. Tales consideraciones se basan en nuestro hombre natural y en nuestros hábitos. Vivir en el espíritu es algo muy espontáneo. Realmente, todo lo relacionado con la vida humana es bastante espontáneo, incluyendo el respirar, el beber y el comer. No deberíamos permitir que nuestros viejos hábitos nos dirijan. Si nosotros verdaderamente recibimos esta palabra y vivimos por ella, no tendremos el deseo de discutir acerca de cosa alguna, pues Cristo vivirá en nosotros.
Tenemos que vivir por el espíritu. Si un hermano escucha un mensaje pero de todas formas va a su casa y discute con su esposa, ello comprueba que él no oyó el mensaje. Si él realmente hubiese oído, él no discutiría. No obstante, no sería él quien no discute, sino que sería Cristo, Aquel que vive en él, quien no discute. Satanás es muy astuto; él quiere impedir que nosotros vivamos por Cristo y que más bien vivamos por nosotros mismos. En 1 Juan 5:21 se habla de guardarnos de los ídolos. La palabra ídolos se refiere a todo lo que reemplaza al verdadero Dios, incluyendo nuestra manera de ser, nuestra cultura, nuestras doctrinas y nuestras experiencias pasadas. Todo lo que reemplace al Señor es un ídolo. La dirección dada a las iglesias en los últimos años ha sido según la línea de vivir por Cristo. Los colaboradores y los hermanos responsables quizás han visto un poco, pero todavía quieren intentar trucos nuevos. Por consiguiente, las iglesias han pasado por alto esta dirección en la línea central.
Ya sea que la condición de la iglesia haya estado alta o baja por los últimos veinte años, siempre hemos estado en la línea central. Por ejemplo, en años recientes hemos hecho hincapié en que no podemos depender de la doctrina y el conocimiento y que, en vez de ello, debemos volvernos a nuestro espíritu. Sin embargo, ha habido una carencia en nuestra experiencia de volvernos al espíritu pues ha habido una falta de respuesta de parte de los colaboradores. Esta dilación nos ha llevado cerca del punto de la muerte. No deberíamos estar preocupados por si los bienes son de “primera mano” o de “segunda mano”, siempre y cuando ellos contengan las riquezas. No necesitamos trucos nuevos en nuestro hablar. Incluso si pudiésemos inventarnos algo “nuevo”, ¿qué beneficio traería? La iglesia, el nuevo hombre, se produce únicamente con Cristo como vida; por tanto, vivir por Cristo es nuestra verdadera necesidad.
¿Qué beneficio trae el hablar mensajes diferentes? En el ministerio de la Palabra hay una fuente de suministro abundante con la cual los santos pueden ganar a Cristo, disfrutar a Cristo y experimentar a Cristo. En Filipenses 3 Pablo dice que él proseguía pero que no se atrevía a decir que ya lo había alcanzado (vs. 12, 14). Él tuvo por basura todas las cosas para ganar a Cristo (v. 8). Tenemos que ver la visión de Cristo y tomarle como nuestro centro en nuestra obra y nuestro vivir. Nosotros no sólo tratamos con doctrinas, sino que vivimos por Cristo como nuestro diario vivir. Esto es lo que Dios desea. Nuestro problema es que no hemos entrado en tal vivir, a pesar de lo que hemos visto y oído. Ser capaces de guiar a otros basándonos sólo en nuestros pasados logros piadosos nos muestra que no hemos entrado en la visión central de Dios. Tenemos que ver la visión central de Dios, que consiste en disfrutar a Cristo, vivir por Él y tomarle como nuestra meta en nuestro vivir y nuestro servicio.
Muchos de los colaboradores que han servido en varios lugares por muchos años aún no conocen esta visión ni saben cómo llevar a cabo esta visión. Usar trucos en nuestros mensajes es inútil. Más bien, necesitamos conocer y estudiar la visión que nos ha sido dada. Cristo y la iglesia son la visión central. Si la exploramos cabalmente, disfrutamos sus riquezas y la experimentamos a profundidad, estaremos en el camino correcto. Ninguno de nosotros está calificado para decir que hemos explorado este asunto completamente, pues no hemos entrado de forma práctica en lo que hemos visto. Por esta razón debemos esforzarnos por entrar en lo que hemos visto y entonces dar un paso adicional para ver aún más. Debemos conocer los asuntos básicos y luego avanzar. Por ejemplo, si estudiamos matemáticas, primero tenemos que conocer la aritmética básica, que incluye la suma, la resta, la multiplicación y la división antes que podamos avanzar. Los predicadores a lo largo de la historia del cristianismo no han podido producir algo de mucho valor porque ellos no vieron o no siguieron la visión central hallada en la Biblia, la visión de Cristo y la iglesia. Si vemos esta visión y obramos conforme a ella, algo de valor será producido. Sin embargo, si no la vemos o no estamos dispuestos a ponerla en práctica, nada de valor será producido, no importa cuánto “sacrifiquemos”.
Otros pueden ser excusados si ellos no han visto u oído la visión, pero nosotros no tenemos excusa alguna. Las riquezas del Señor están aquí para que nosotros las disfrutemos. Si yo llevase la delantera en la iglesia en Taipéi, podría guiar a los santos por un año solamente en el asunto de cantar himnos. Yo pasaría una semana entera en Himnos, #213, que dice: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz! / Pues Cristo vive hoy en mí”, hasta que los santos sepan que en ellos está Cristo y la vida. Los himnos no pueden ser agotados al cantarlos o al hablar acerca de ellos de manera liviana; ellos son demasiado ricos. Además, nosotros también podemos hablar acerca de Cristo y la vida a partir de la Biblia.
No deberíamos depender de trucos al servir a la iglesia; tales trucos son irrelevantes porque no pueden satisfacer el hambre de las personas ni saciar su sed. Tenemos que hablar continuamente acerca de Cristo, la vida, el Espíritu y la iglesia; tenemos que expresar esta carga desde el comienzo hasta el final del año. Puede ser que no todos los santos quieran ir en pos de lo auténtico, pero al menos la mitad será atraída a estas riquezas. No necesitamos dar mensajes que no tienen mucho significado a fin de adaptarnos a aquellos que no tienen interés alguno; si hacemos esto, sólo ganaremos personas que no tienen interés. Si deseamos ganar personas que estén interesadas, tenemos que dar mensajes que sean realmente importantes, mensajes que muestren el significado de la vida, es decir, Cristo, la vida, el Espíritu y la iglesia. Si hablamos de estos asuntos de manera cabal, atraeremos algunas personas de peso a la vida de iglesia. Nuestro centro y nuestra meta son Cristo y la iglesia, pero nuestra obra y nuestro testimonio en las iglesias hoy han perdido este centro y esta meta. No podemos permitir que esta condición continúe; de otra manera, llegaremos a estar más desolados.
Las cosas del pasado, sean correctas o incorrectas, son parte del viejo hombre, y son el resultado de no vivir en el espíritu, de no vivir por Cristo. Desde este punto en adelante tenemos que vivir por Cristo y no hablar del pasado. Después de creer en el Señor, nuestro pecado único es que no vivimos por el Señor. Necesitamos confesar este pecado, diciendo: “Señor, desde la mañana hasta la noche yo no vivo por Ti, yo no hablo por Ti, yo no oro-leo por Ti y ni siquiera me reúno por Ti. Señor, perdóname por vivir en mí mismo”.
Nadie puede aprender de forma rápida; si deseamos aprender, tenemos que ser serios y practicar. Un niño no aprende a caminar al aprender enseñanzas; más bien, él practica el caminar y aprende caminando. Puesto que hemos visto esta visión, tenemos que levantarnos y andar. Si vemos que Cristo vive en nosotros, tenemos que vivir por Cristo desde la mañana hasta la noche. Si no vivimos por el Señor, tenemos que confesar y decir: “Señor, perdóname. Amé a las personas hoy pero no lo hice por Ti; oré hoy pero no lo hice por Ti. Señor, perdóname”. De hecho, si estamos dispuestos a aprender, seremos capaces de andar mañana y andar mejor al día siguiente. Es lamentable que aún no hayamos aprendido a andar viviendo en el espíritu.
Tenemos que practicar esto y olvidarnos de todo lo viejo. Tenemos que decir: “¡Alabad y dad gracias al Señor! En mi vivir ya no vivo yo. Es mi Señor lleno de gracia, el Espíritu todo-inclusivo, quien vive en mi espíritu y yo vivo siendo uno con Él”. Es sencillo vivir siendo uno con el Señor, pero muchas veces parece ser difícil porque no estamos dispuestos a abandonar nuestras rutinas. Cristo es nuevo cada día, y siempre y cuando vivamos por Él y no por nuestras rutinas, creceremos en vida, la iglesia será bendecida y otros serán ayudados.
No necesitamos participar de palabras ociosas, murmuraciones o razonamientos. Sólo deberíamos vivir por el Señor. El Señor Jesús nunca habló palabras ociosas con base en Sus razonamientos; Él no culpó a otros, ni participó en luchas de poder ni dependió de la diplomacia. Tal Cristo es nuestro centro. Aunque hay muchas enseñanzas en la Biblia, tales como las enseñanzas acerca de la santidad, la cruz, la victoria y la espiritualidad, si vamos en pos de estas enseñanzas de manera singular, ello comprueba que no vivimos en el espíritu. Si realmente vivimos en el espíritu, tenemos todo lo que necesitamos.
El Lugar Santísimo visto en el Antiguo Testamento tipifica nuestro espíritu. El altar y el lavacro en el atrio señalan nuestra necesidad de experimentar los tratos de la cruz y ser limpiados, y la mesa del pan de la Presencia, el candelero y el altar del incienso en el Lugar Santo eran atendidos por los sacerdotes. Sin embargo, la presencia de Dios estaba en el Lugar Santísimo, y entrar en el Lugar Santísimo equivalía a ser uno con Dios. El misterio central visto en el Nuevo Testamento es el Lugar Santísimo, y el ministerio de Pablo nos introduce en la realidad del Lugar Santísimo. En Gálatas 5:24 Pablo dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Entonces, en el siguiente versículo él menciona un punto crucial, diciendo: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (v. 25). En Romanos 6:6 Pablo menciona un punto similar, diciendo: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”. Basado en este hecho, Pablo dice que todos los cristianos deberían considerarse “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (v. 11). Necesitamos confesar este hecho: ya que estamos en Cristo, hemos sido crucificados con Él. Por tanto, conforme al hecho, estamos muertos. En Romanos 8:4 Pablo aborda nuestro vivir práctico al decir que el justo requisito de la ley se cumple en nosotros, “que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Ésta es una palabra que es conforme a la visión central. En Efesios Pablo no habla de considerarnos muertos; más bien, habla de que el Padre nos fortalezca con poder en el hombre interior por Su Espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe a fin de que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:16-17). Ésta es la expresión positiva del hecho de que Cristo está en nosotros.
Aunque han sido compartidos mensajes relacionados con estos puntos, los mismos han sido ignorados. Esto indica que hemos abandonado el Lugar Santísimo y regresado al atrio. Deberíamos permanecer en el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo tiene dimensiones iguales con relación a su anchura, longitud y altura (Éx. 26:2-8; 1 R. 6:20). Según la revelación hallada en la Biblia, la Nueva Jerusalén es un agrandamiento del Lugar Santísimo, pues las dimensiones de su anchura, longitud y altura son iguales (Ap. 21:16, 22). Hoy en día la iglesia es el Lugar Santísimo, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. En el Lugar Santísimo sólo está Dios. Cuando tenemos a Dios, tenemos Su presencia, y cuando vivimos en el Señor y permanecemos en el Señor, somos librados del mundo y del yo.
Tenemos que ver que la iglesia necesita “comidas” que realmente beneficien a los santos. Los niños crecen gradualmente al recibir nutrientes a través de sus comidas diarias. La iglesia no es como una tienda de golosinas que sólo provee cosas con sabor dulce. La iglesia es como una familia que depende del alimento saludable y nutritivo día tras día. La iglesia no necesita mensajes elocuentes, y aquellos que sólo pueden hablar mensajes elocuentes arruinan la iglesia. En contraste, algunos que sólo pueden hablar tartamudeando pueden suministrar el Cristo a quien ellos han experimentado. La iglesia no necesita lemas basados en la elocuencia, en las doctrinas o incluso en el conocimiento bíblico. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo necesita alimento; la iglesia es el nuevo hombre, y el nuevo hombre necesita alimento nutritivo.
Cristo es nuestra vida, y la iglesia es nuestro vivir. Cristo es el Espíritu todo-inclusivo que vive en nuestro espíritu, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. Tenemos que vivir en el espíritu y ayudar a los santos a vivir en el espíritu. Entonces seremos el testimonio del Señor, la novia del Señor. El Señor no ha regresado porque Él no ha ganado lo que busca. Apocalipsis 19:7 dice: “Su esposa se ha preparado”. El Señor regresará cuando Su esposa esté preparada.
Después que hemos visto la visión central, tenemos que practicar vivir en ella. Puesto que el Señor está en nosotros, nuestro vivir debe ser uno con Él. Tenemos que huir de nuestra rutina, nuestra manera de ser, nuestra cultura, nuestro conocimiento religioso y nuestros logros piadosos. En Hebreos 6:18 el apóstol habla de huir en busca de refugio porque Satanás hace todo lo posible por impedir que vivamos siendo uno con el Señor, y él puede usar cualquier cosa, incluso la Biblia, nuestros dones espirituales y nuestras experiencias de vida, para impedir que vivamos siendo uno con el Señor. Deberíamos ser aquellos que huyen de nuestra rutina y nuestra manera de ser, y de nuestras oraciones formales, nuestras experiencias espirituales piadosas y nuestros logros académicos. Tenemos que huir y no permitir que Satanás use estas cosas para retenernos. Es posible que no seamos capaces de distanciarnos de estas cosas de inmediato, pero eso no importa. Lo único que importa es que veamos la visión y determinemos seguir este camino. Si hacemos esto, huiremos de las cosas viejas en nuestro ser poco a poco hasta que ya no sean parte de nuestro vivir.
En cierta ocasión el hermano Watchman Nee dijo: “El descubrimiento de la verdad de Dios es progresivo; cuanto más avanza, más completo es” (Los vencedores que Dios busca, pág. 142). Debido a que hay un descubrimiento progresivo de la verdad de Dios, los “cambios” no son algo de qué avergonzarnos, y es natural que nosotros cambiemos. Cuando veamos más, cambiaremos una vez más. El grado al cual veamos las muchas revelaciones halladas en la Biblia es el grado al cual cambiaremos. Cuanto más veamos, más viviremos por Cristo y más cambiaremos. El camino entre nosotros es un camino de cambio, pero no hay formas o regulaciones establecidas. Al seguir el camino del recobro del Señor hoy, nuestro terreno no puede cambiar y nuestras creencias fundamentales no pueden cambiar, pero la manera de seguir adelante cambiará. Cuanto más veamos, más cambiaremos e iremos adelante. No podemos adherirnos a lo viejo, pero tampoco debemos depender de nuevos trucos. No deberíamos ser limitados por cualquier cosa que hemos llegado a conocer o a experimentar; más bien, deberíamos vivir y andar por el Señor en nuestro espíritu a fin de recibir Su dirección momento a momento.
Además, deberíamos tener comunión unos con otros a fin de proseguir juntos, nunca dependiendo de una sola persona. En las reuniones de los colaboradores he notado que no hay mucha comunión en espíritu, pero sí hay mucho diálogo acerca de lo correcto y lo incorrecto. Esto resulta en una gran pérdida de bendición. Si no tenemos comunión unos con otros en nuestro vivir, en nuestra obra para el Señor y en el suministro que impartimos a la iglesia, cometemos un error grave. Si los santos no pueden tener comunión unos con otros, ellos serán derrotados, incluso devorados, por Satanás. A fin de que nosotros escapemos de ser devorados por Satanás, debemos tener comunión. No podemos vivir y obrar sin tener comunión. Tiene que haber comunión en cuanto a la dirección de la iglesia. Los que conjuntamente llevan el yugo deben tener comunión. El testimonio del Señor en el Oeste está bajo la bendición porque los santos, independientemente de cuánto tiempo han sido salvos, no tienen deseo alguno de cualquier cosa vieja, y ellos han abierto sus espíritus para tener comunión.
En la iglesia en Los Ángeles, nadie sabe lo que sucederá mañana, pero hay comunión cada día. Por medio de la comunión muchas cosas nuevas se han abierto. Es imprescindible que tengamos comunión. Si quienes sirven aquí no pueden superar este asunto, tendremos problemas. Todos los que participan en la coordinación del servicio deberían estar en la comunión. Toda falta de comunión es indicio de que hemos caído en manos de Satanás.
Según lo que he observado, ha habido más acusación y condenación que comunión entre los colaboradores aquí. No obstante, somos corteses y no hacemos un espectáculo aunque estamos divididos los unos de los otros. Como resultado de ello, hay una actitud sutil de condenación entre nosotros, y esto impide que nosotros tengamos comunión en espíritu unos con otros. En vez de ello, somos rígidos en nuestras maneras de proceder y actuamos según nuestra propia perspectiva y voluntad. Por tanto, no hay bendición alguna de parte del Señor. No importa cuánto pueda hacer un individuo, todo depende de la bendición del Señor. Un agricultor puede labrar, regar y podar, pero el crecimiento de sus cultivos depende de si Dios envía la lluvia y los protege de desastres naturales. Si Dios no envía la lluvia ni protege los cultivos, ¿qué puede hacer un agricultor? No importa cuánto podamos hacer, todo depende de la bendición del Señor. Por tanto, deberíamos servir y tener comunión conjuntamente a fin de tener la bendición del Señor.
No tengo absolutamente ninguna opinión cuando estoy con los santos en la iglesia en Los Ángeles. Hay muchas perspectivas distintas, pero todos están en comunión a fin de tocar el sentir que hay en el espíritu. No tenemos opinión alguna acerca de cómo el Señor debería guiarnos o acerca de Su dirección final. Nadie sabe lo que sucederá cuando nos reunimos para tener comunión. Cuando el Señor se mueve en nuestra comunión, nosotros sencillamente le seguimos, y hay mucha bendición. Él envía la lluvia y nos cubre, y el dulce fruto es producido. Si no tenemos comunión, sufriremos pérdida por una “plaga de langostas” que se comerá nuestra obra y nos dejará con pocos resultados.
Sólo hay una visión central en la Biblia. Cuando yo participé en la obra del Señor en la China, nunca di mis propios mensajes; yo seguí al hermano Nee. Aunque aprendí muchas cosas luego de mi salvación y pude haber dicho mucho acerca de los tipos y las profecías bíblicas, yo vi la visión central que el Señor le mostró al hermano Nee. Desde ese punto en adelante, no hablé nada distinto del hermano Nee, incluso si yo veía algo. Aun si lo hubiese intentado, no se me hubiera ocurrido un nuevo truco o una nueva manera para guiar a las iglesias aparte de la manera de proceder del hermano Nee. Nosotros tenemos una sola Biblia, y hay una sola visión central en la Biblia. Además, Dios tiene un solo propósito, un solo camino, en el universo. Yo seguí al hermano Nee porque él no se desvió de esta visión central. Hoy en día tengo una absoluta certeza respecto a nuestro camino. Incluso algunos hermanos en los Estados Unidos, que sentían que ellos podían hacer cosas por su propia cuenta, finalmente vieron esta visión y comenzaron a seguir este camino.
No temo permitir que las personas comparen nuestros bienes; yo sólo temo a que las personas no tengan un aprecio por los bienes. Si tenemos oro, pero alguien más sólo tiene bronce, es necio que él insista que el bronce es mejor. Una persona sabia abandonará el bronce y tomará el oro. Los santos que han entrado en el recobro del Señor en los Estados Unidos tienen un aprecio por los bienes. Ellos sólo quieren lo que es real y auténtico. Debemos ver que hay una Biblia, un misterio, un propósito y un camino. No podemos decir que Dios no nos ha dado una visión clara. Tenemos muchos libros y mensajes; de hecho, somos ricos. Si ponemos a un lado estas cosas y buscamos algo nuevo, sólo encontraremos “hojas de higuera” que no pueden satisfacer nuestra hambre, saciar nuestra sed o cubrir nuestra desnudez (cfr. Gn. 3:7). Esto sólo desperdiciará nuestro tiempo y será un perjuicio a nosotros mismos y a otros. Finalmente, todavía será necesario que nos volvamos y estemos bajo esta visión.
Ya que tenemos tantas verdades y hemos publicado tantos mensajes, los colaboradores deberían tener comunión con los ancianos en cada localidad y orar e ir en pos de estos mensajes juntamente. Al invertir tiempo para forjar el contenido de estos mensajes en nuestro ser, y al guiar a las iglesias conforme a este contenido, las iglesias en cada localidad podrán tomar esta visión como su camino y su meta.
Los programas educativos por todo el mundo se desarrollan de maneras comparables. Después de un siglo de experiencia, se ha descubierto un sistema de educación práctico. Hoy en día, todos aprenden al pasar por un programa compuesto de la escuela primaria, la escuela secundaria y la universidad. En los distintos países el sistema de aprendizaje es bastante similar porque no hay un sistema que sea superior a este. Aunque quizás los países sean distintos, su sistema para el progreso educativo y su contenido educativo son similares. Por tanto, es posible que alguien se gradúe de una escuela secundaria en Taiwán y estudie en una universidad en los Estados Unidos. Tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, hay una consistencia en sus programas educativos. A fin de introducir la iglesia en el deseo del Señor y a fin de que el Señor pueda llevar a cabo Su propósito, tenemos que ser consistentes y fieles a la verdad del misterio central que el Señor nos ha encomendado. Aun si la comida se cocina de manera diferente, los ingredientes tienen que ser los mismos. La carne de res puede cocinarse de distintas maneras, pero comoquiera tenemos que comer carne de res. Si tenemos carne de res, no deberíamos preparar la corteza y las raíces de un árbol como si fuera alimento. Esto resultará en muerte por causa de la malnutrición. Deberíamos nutrir a los santos con alimentos saludables, como carne de res, pan, arroz, vegetales y frutas.
Espero que los colaboradores vean que tenemos que guiar a las iglesias conforme al deseo del Señor. El Señor ha tenido misericordia de nosotros por muchos años al mostrarnos claramente la línea central de Su deseo. Por tanto, los ancianos y los colaboradores deben juntarse para estudiar la Biblia y nuestros libros poco a poco a fin de impartir el suministro a los santos. Los trucos nuevos son inútiles. Debemos proveer carne de res, pan, arroz, vegetales y fruta cada día del año para que los santos tengan comidas saludables. En cuanto la iglesia reciba el rico suministro y esté bien nutrida, cada “microbio” será aniquilado y la iglesia será fuerte.
Espero que los colaboradores y los ancianos acepten esta comunión y prosigan de manera firme y práctica. No sólo hemos dado estos mensajes por casi cincuenta años; también los hemos publicado casi todos en libros. Por tanto, tenemos que invertir tiempo para entrar en ellos a fin de conocer nuestro camino. Si sólo podemos decir las palabras de estos mensajes, ellos serán de poca utilidad. Tenemos que ser los primeros en entrar en la practicidad de estas palabras al vivir conforme a ellas y al liberar las riquezas contenidas en ellas por medio de la comunión. Esto le impartirá el suministro a la iglesia al impartir las riquezas en los santos.