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Mensajes del libro «Visión del edificio de Dios, La»
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CAPÍTULO DIECISIETE

ASPECTOS DE LA VIDA DE IGLESIA SEGÚN SE VEN EN LA NUEVA JERUSALÉN

(1)

  Hay más de cuarenta puntos principales que son aspectos de la vida de iglesia que podemos aprender de la visión de la Nueva Jerusalén hallada al final de Apocalipsis. En este capítulo abarcaremos los primeros trece puntos.

LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE

  El primer punto es que esta ciudad es la máxima consumación de la obra de edificación que Dios viene realizando desde el principio de la creación a lo largo de todas las generaciones. Lo primero que el apóstol Juan vio en su visión fue un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap. 21:1). Después de esto, él vio la Nueva Jerusalén descender del cielo. El cielo y la tierra representan la obra creadora de Dios, mientras que la Nueva Jerusalén representa la obra de edificación de Dios. Esto significa que después de Su obra inicial de creación, Dios ha continuado laborando a través de muchas generaciones para lograr Su edificación consumada. Génesis 1 y 2 narran la obra creadora de Dios; pero a partir de Génesis 3 hasta el final de las Escrituras, Dios ha venido laborando continuamente para obtener Su edificio. Recordemos el significado crucial de la edificación de Dios: dicho significado es que Dios está edificándose en el hombre y edificando al hombre en Sí mismo. Ésta es la mezcla de Dios y el hombre. A través de las generaciones Dios ha venido laborando en ello para este propósito. Las Escrituras principalmente revelan que toda la obra de Dios desde la creación ha consistido en mezclarse con el hombre como una sola entidad.

  Cuando la Palabra de Dios, Dios mismo, se encarnó como hombre, ello fue una expresión del tabernáculo viviente, una verdadera mezcla de Dios con el hombre. Anteriormente, como hemos visto, Dios era Dios y el hombre era el hombre. Pero en el momento de la encarnación y desde entonces, algo ha venido sucediendo en esta tierra: Dios se ha mezclado con el hombre. La mayoría de los cristianos están familiarizados con Isaías 9:6, pero a pocos realmente les ha llamado la atención que el niño que nació en esta tierra fue llamado Dios Fuerte. Si esto no se hallara en las Escrituras, nadie creería que un niño pudiera ser llamado Dios Fuerte. Este niño era tanto el tabernáculo como el templo, el propio edificio de Dios (Jn. 1:14; 2:19). La divinidad se había mezclado con la humanidad; ésta es la verdadera definición de la edificación que Dios efectúa.

  Desde el tiempo en que Dios se encarnó como hombre, y especialmente durante un período de treinta y tres años y medio, hubo un hombre en esta tierra que tenía a Dios en Su interior. Jesús era un verdadero hombre, un hombre típico; sin embargo, el Dios Fuerte fue forjado en Él. Dios había llegado a ser un hombre, y Dios fue introducido en el hombre. No obstante, eso no es todo; pues el Señor Jesús también introdujo al hombre en Dios. Él logró esto mediante Su muerte y resurrección. Hoy en los cielos hay un hombre en Dios. Mediante la encarnación de Cristo, Dios fue introducido en el hombre; y mediante Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, el hombre fue introducido en Dios.

  Mientras Jesús estuvo en la tierra, Él era un hombre que tenía a Dios en Su interior; hoy, mientras Jesús está en el cielo, Él es Dios con el hombre en Su interior. Ésta es la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios, y éste es el significado de la edificación de Dios. Esta mezcla ya fue consumada. Hoy lo único que necesitamos es una reproducción en serie de esta mezcla. Todos necesitamos, en términos de la experiencia, que Cristo se encarne en nosotros. Después de esto, Él tiene que hacernos pasar por la muerte y la resurrección para introducirnos en Dios. Cuanto más pasemos por la cruz y seamos introducidos en la resurrección, más estaremos en Dios. Dios está en nosotros hoy, pero nosotros no estamos mucho en Dios. Es por eso que Dios está realizando la obra de edificación en esta tierra hoy.

  Hoy cuando predicamos el evangelio, realizamos la obra de la encarnación, es decir, introducimos a Dios en el hombre. Luego de inmediato empezamos la obra de edificación, es decir, introducimos a las personas en Dios por medio de la cruz y la resurrección de Cristo. De este modo, todos llegamos a ser la reproducción en serie de Cristo. Cuando esta obra de reproducción se haya llevado a cabo completamente y se haya formado, el resultado de ello será el tabernáculo agrandado, la Nueva Jerusalén.

  La Biblia se compone de sesenta y seis libros que nos dicen cómo Dios ha venido laborando por más de seis mil años para producir Su edificio consumado. Los estudiantes de la Biblia hablan de muchas dispensaciones, que nos dicen cómo Dios obra de una manera en cierta era y de otra manera en otra era. Sin embargo, el resultado final, el resultado de toda la obra de Dios a través de todas las generaciones, será la Nueva Jerusalén. No importa cómo interpretemos las dispensaciones, debemos entender que todas las diferentes maneras en que Dios opera producirán cierta clase de resultado: la Nueva Jerusalén. Por lo tanto, resulta lógico que al final de los sesenta y seis libros de la Escritura encontremos un cuadro de este edificio.

  Hemos visto en las Escrituras cómo en las primeras etapas de la historia había una pequeña tienda con un pequeño altar. A lo largo de muchas generaciones esa tienda ha venido creciendo hasta que finalmente habrá un gran tabernáculo. Cuán significativo es que la Nueva Jerusalén aún sea llamada el tabernáculo de Dios (Ap. 21:3). Este tabernáculo es la mezcla total de Dios con el hombre.

LA CIUDAD REPRESENTA EL REINO

  El segundo punto es que esta máxima consumación de la obra de Dios no es solamente una tienda, un tabernáculo, sino también una ciudad. Una tienda no es muy fuerte ni permanente; sin embargo, esta tienda es también una ciudad. Conforme al significado bíblico, la ciudad es el centro desde donde se ejerce la autoridad. Por esta razón, la ciudad simboliza el reino. La Nueva Jerusalén no es solamente una tienda que sirve de morada, sino también una ciudad que sirve de centro al reino. En las primeras etapas de la historia, vemos que había una pequeña tienda. Después vino el tabernáculo y finalmente el templo. Por último, habrá una ciudad, la estructura más fuerte y establecida de todas.

  Es difícil visualizar la autoridad simbolizada por una tienda, un tabernáculo, o incluso por un templo. Pero una ciudad simboliza adecuadamente el centro desde donde se ejerce la autoridad. Éste es el símbolo del reino. El trono de Dios se exhibirá en la Nueva Jerusalén, puesto que esta ciudad es el centro de la autoridad de Dios. Los primeros capítulos del libro de Apocalipsis revelan a Dios sentado en el trono aparte de la ciudad (4:2-3); pero en los últimos capítulos Dios está en el trono en la ciudad (21:5; 22:3). Esto significa que es únicamente cuando la Nueva Jerusalén descienda del cielo al final de los tiempos que Dios será entronizado en una ciudad. Él está ahora en el trono; pero para aquel tiempo, Él ejercerá Su autoridad sobre un reino bien establecido.

  La iglesia hoy debe ser la esfera del reino de Dios. El apóstol Pablo habla de este crucial principio en sus escritos. Romanos 12 revela el Cuerpo de Cristo, pero Romanos 14 nos habla acerca del reino. La vida apropiada de iglesia es una esfera, un ámbito, donde Dios puede ejercer Su autoridad. Hablando con propiedad, la vida apropiada de iglesia es el reino de Dios. La vida de iglesia debe ser como la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, un centro desde donde Dios puede ejercer Su autoridad.

LA CIUDAD ES EDIFICADA EN ORDEN

  El tercer punto es que la Nueva Jerusalén es una ciudad edificada en perfecto orden. No es simplemente muchas piedras preciosas amontonadas, sino una ciudad edificada con piedras preciosas (Ap. 21:10-11). Es posible que tengamos muchos buenos materiales que son ideales para edificar; sin embargo, si estos materiales sólo son amontonados, no conformarán un edificio. De igual manera, la vida de iglesia debe ser un verdadero edificio, y no sólo un grupo de creyentes maravillosos que se reúnen. Nuestra necesidad consiste primeramente en ser transformados en materiales preciosos, y luego en ser edificados con otros como un solo edificio. Cuando experimentemos la verdadera edificación, la ciudad se manifestará en orden. En la vida de iglesia todos debemos estar en buen orden, y no simplemente ser una cantidad de materiales amontonados. Si yo invitara a alguien a mi casa, no lo estaría llevando a una bodega de materiales de construcción. Tengo que llevarlo a una casa que ha sido edificada en buen orden. A fin de ser una iglesia apropiada, primero tenemos que ser un edificio, y después podremos ser una ciudad.

EL TABERNÁCULO

  El cuarto punto es que la Nueva Jerusalén es el propio tabernáculo de Dios (v. 3). El tabernáculo abarca tres pensamientos básicos: el pensamiento de morada, de reposo y de expresión. La iglesia debe ser este tabernáculo, es decir, debe ser un lugar donde Dios mora, donde Dios halla reposo y donde Dios se expresa a Sí mismo.

LA NOVIA

  El quinto punto es que esta ciudad es también llamada la novia (vs. 9-10). Una novia nos habla de varias cosas importantes. La primera novia, Eva, era una parte de su esposo. Ella procedió de Adán (Gn. 2:21-24); por lo tanto, ella era su complemento. De la misma manera, la iglesia debe ser una parte de Cristo (Ef. 5:30-32). Una novia también nos habla de amor y unidad. El esposo ama a la novia, y la novia ama al esposo. Ella está unida a su esposo en esta unidad. Esta unidad no es sólo una cuestión de amor, sino también de vida. Adán no encontró su ayuda idónea en ninguna de las otras criaturas vivientes, puesto que ninguna de ellas poseía una vida que correspondiera a la suya. Sólo Eva tenía la misma vida que poseía Adán. La iglesia debe ser primeramente algo que es tomado de Cristo; luego debe estar en una unión de amor con Cristo. Por último, debe poseer la misma vida y naturaleza que Cristo.

  Es fácil ser una novia, pero la novia también debe ser una esposa. Todo es maravilloso en el día de bodas; pero después la novia debe convertirse en la esposa, lo cual es más serio. La Nueva Jerusalén no es solamente la novia, sino también la esposa de Cristo por toda la eternidad.

EL CENTRO DONDE RESIDE LA AUTORIDAD DE DIOS

  El sexto punto es que esta ciudad tiene un centro, el trono de Dios. Es el trono de Dios en Cristo (Ap. 22:3). Dios está en Cristo, puesto que se retrata a Cristo como la lámpara que contiene a Dios la luz (21:23). La ciudad de la Nueva Jerusalén es semejante a un candelero, que porta a Cristo como la lámpara con Dios como luz. Por lo tanto, dado que Dios está en Cristo en el trono, hay un solo trono. Dios en Cristo y con Cristo se sienta sobre el trono en la ciudad, y este trono es el centro de la ciudad.

  En la vida de iglesia hoy también debe haber un centro. Ese centro es el trono de Dios, desde donde Dios en Cristo ejerce Su autoridad en la iglesia. Toda la ciudad debe estar bajo la autoridad de Dios en Cristo. Aquí vemos el asunto de la autoridad. Cristo con Dios es la Cabeza. En la iglesia debemos siempre tener cuidado de ejercer nuestra autoridad. Todos debemos aprender a darle el debido lugar a Dios, quien es la verdadera autoridad en la iglesia. Debemos aprender a sujetarnos a la autoridad de Dios en Cristo.

LA LUZ

  El séptimo punto es que la autoridad de Dios en Cristo es la luz misma. Dondequiera que Dios está en autoridad, allí también hay luz. Por otra parte, dondequiera que hay confusión, hay tinieblas. Cuando la autoridad de Dios se ejerce en una iglesia local, esa iglesia estará llena de la luz divina. Si Dios no está en el trono, si Él no está en autoridad, no puede resplandecer, y por tanto no habrá luz. Pero si todos le damos el debido lugar a Dios en Cristo para que ejerza Su autoridad, y si todos estamos dispuestos a sujetarnos a Él, todo a nuestro alrededor estará lleno de luz. Incluso en nuestra vida personal, cuando reconocemos la autoridad de Cristo la Cabeza y nos sujetamos a Él, Él nos trae a la luz. La rebelión nos pone en tinieblas, pero la sujeción nos trae a la luz.

EL CANDELERO

  El octavo punto es que esta ciudad es un gran candelero universal. En los primeros capítulos de Apocalipsis vemos siete candeleros en siete localidades. Pero al final, se encuentra un solo inmenso candelero en todo el universo. La Nueva Jerusalén es una ciudad de oro, erigida como una montaña (v. 18). En su cima se halla el trono de Dios, quien es la luz en el Cordero, el cual, a su vez, es la lámpara (v. 23). Por tanto, la ciudad entera es un candelero de oro.

  La iglesia local debe ser tal candelero. Cuando una iglesia local tiene a Dios en Cristo sobre el trono, y cuando Él ejerce Su autoridad y brilla, dicha iglesia se convierte en un candelero. En la eternidad habrá una sola iglesia universal, pero hoy existen muchas iglesias locales. Es por esta razón que vemos siete candeleros en Apocalipsis, los cuales representan las distintas etapas de la historia de la iglesia. Pero en la eternidad tendremos el único y gran candelero, la Nueva Jerusalén.

EL FLUIR DE VIDA

  El noveno punto es que desde el trono mana el fluir del agua de vida (22:1). Si algo fluye de Dios, ello debe ser algo que es de Dios mismo; por lo tanto, este fluir es Dios mismo, quien fluye como vida. Cuando en la iglesia permitimos que Dios ejerza Su autoridad en Cristo y Él resplandece como luz, espontáneamente Él fluye a nosotros como vida. Cada vez que alguien entra en esta vida de iglesia, de inmediato percibe este fluir de vida. Entonces tiene la sensación de ser refrescado en vez de percibir sequedad. Este fluir de vida depende de que el trono sea establecido en la iglesia. La autoridad de Dios debe ser ejercida para que la luz de Dios pueda brillar y la vida pueda fluir.

EL ÁRBOL DE LA VIDA

  El décimo punto es que en este fluir está el árbol de la vida que produce ricos frutos (v. 2). Este árbol de la vida es el suministro de vida, el alimento para la vida. Cada vez que en la iglesia está presente el fluir de vida, el completo suministro de Dios como nuestro alimento espiritual vendrá a nosotros en ese fluir. Cada vez que asistamos a una reunión, cada vez que haya una reunión de oración, una reunión para celebrar la mesa del Señor, o una reunión de comunión, participaremos de algún fruto del árbol de la vida. En cada reunión habrá algo de lo cual podremos alimentarnos.

UNA SOLA CALLE

  El punto número once es que junto con este fluir y suministro de vida tenemos una calle. Hay una sola calle, un solo camino. En la calle de la Nueva Jerusalén hay un río que fluye, y en ese río crece un árbol cuyas ramas se extienden de uno a otro lado del río. El camino espiritual siempre va acompañado del fluir y del suministro de la vida. Examinemos nuestra propia experiencia. Si no tenemos el fluir de vida ni el suministro de vida, no tendremos un camino por el cual andar; no sabremos cómo seguir adelante. Cuando estamos en una reunión de la iglesia que está llena del suministro de vida en el fluir de vida con la luz y autoridad de Dios, sabremos con toda claridad cuál es el camino que debemos seguir. Después de esta reunión e incluso durante la reunión, diremos: “Ahora veo las cosas claramente y sé lo que debo hacer con respecto a esto y aquello; sé cómo proseguir”. Vemos esto con claridad porque allí está el camino, la calle. Pero si la reunión de la iglesia está llena de confusión y oscuridad, de pobreza y sequedad, en dicha reunión no estará presente el trono, ni la luz, ni el fluir de vida. En una reunión así estaremos en tinieblas, y después no sabremos cómo proseguir puesto que no hay ningún camino.

  El cuadro anterior nos revela tres cosas en una: la calle o el camino, el fluir de vida y el árbol de la vida. Cuando tenemos el fluir de vida, tenemos también el árbol de la vida y el camino de vida. El camino de vida se halla junto con el árbol de la vida, y el árbol de la vida crece en el fluir de vida. En el fluir tenemos el suministro de vida y la manera de seguir adelante.

UN SOLO FLUIR, UN SOLO ÁRBOL, UNA SOLA CALLE

  El punto número doce es que hay un solo fluir de vida, un solo árbol de la vida y una sola calle de vida. Si su camino es diferente del mío, algo anda mal; o usted está equivocado o yo estoy equivocado, o posiblemente ambos estemos equivocados. Pero si todo está bien, entonces los dos debemos encontrarnos en el mismo camino, puesto que únicamente hay un solo camino. Debido a que las ciudades hoy en día tienen muchas calles y caminos, es fácil perderse. Sin embargo, no existe este problema en la Nueva Jerusalén, puesto que la ciudad tiene una sola calle y un solo camino. El cuadro de la Nueva Jerusalén también revela que la calle debe de tener forma de espiral. La ciudad misma tiene la forma de un monte en cuya cima está el trono de Dios. Desde los cimientos de la ciudad, la calle pasa por todas las doce puertas por las cuales la gente puede entrar. Luego, la calle asciende en espiral alrededor de la ciudad hasta llegar al trono. Desde el trono, fluye el río de vida y va descendiendo en medio de la calle hasta llegar a las doce puertas de la ciudad. Independientemente de la puerta por la cual usted entre, si avanza en la única calle, finalmente llegará al trono. La calle asciende, mientras que el río de vida desciende. Por lo tanto, la vida de Dios fluye a nosotros para llevarnos hacia arriba. Siempre que experimentemos el fluir en nosotros, éste siempre nos traerá el camino; y si seguimos este camino, la calle nos conducirá al trono de Dios. El disfrute del fluir de vida nos impartirá el camino de vida, y el camino de vida nos conducirá a Dios. Si simplemente seguimos el camino de vida, seremos conducidos a la presencia de Dios. En la vida de iglesia hoy únicamente existe un solo fluir de vida, un solo árbol de la vida y un solo camino de vida. El camino de vida siempre va hacia arriba. Cuanto más sigamos en este camino, más avanzaremos y ascenderemos hacia el trono.

LA CALLE DE ORO

  El punto número trece es que esta única calle es completamente de oro (21:21). Esto significa que el camino de vida se halla en la naturaleza de Dios. El camino espiritual siempre debe ser el camino de la vida junto con la naturaleza de Dios. Siempre que usted sienta que debe hacer algo siguiendo cierto camino, ese camino tiene que conllevar la naturaleza de Dios. Si hacemos algo de manera contraria a la naturaleza de Dios, ésa no será la manera de llevarlo a cabo. El camino correcto es el camino de la calle de oro, el camino de la naturaleza de Dios. Cuando ustedes se encuentran en el fluir de vida, tienen el camino correcto por el cual avanzar, y en ese camino siempre se hallará la naturaleza de Dios.

  Estos puntos cruciales que vemos en la Nueva Jerusalén me han ayudado mucho a comprender todos los aspectos de la vida de iglesia, puesto que esta ciudad es la máxima consumación del edificio de Dios.

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