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Mensajes del libro «Visión del edificio de Dios, La»
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CAPÍTULO SIETE

LA EXPERIENCIA EN EL LUGAR SANTÍSIMO

  Todas nuestras experiencias de Cristo en el Lugar Santo son muy positivas, pero todavía no son lo suficientemente adecuadas. Entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo nos encontramos con un problema: el velo (Éx. 26:33). El velo representa la carne (He. 10:20), el yo. Los ídolos han sido eliminados, el problema del pecado ha quedado atrás, y los enredos con el mundo han sido abandonados, pero el yo todavía está con nosotros. Dios tiene cuatro enemigos principales: los ídolos —que representan los espíritus malignos o las huestes satánicas—, el pecado, la mundanalidad y el yo. Como cristianos que somos, podemos ser liberados de los primeros tres, y estar actualmente disfrutando a Cristo como el todo para nosotros. Pero ¿qué de nuestro yo? La mayoría de nosotros debemos reconocer que éste no ha sido aún quebrantado.

  Muchas veces usamos el propio Cristo que disfrutamos como un elemento para gloriarnos. Pensamos para nuestros adentros: “Ahora soy una persona muy maravillosa; estoy tan lleno de Cristo. Conozco que Cristo es mi vida, mi alimento, mi luz y mi incienso a Dios. Cristo es mi todo”. Pero todo ello no es otra cosa que “yo, yo y yo”, el terrible yo. Todavía somos personas muy superficiales. Aunque disfrutamos mucho a Cristo, el gran problema que tenemos ahora es el yo.

LA PERFECCIÓN EN EL LUGAR SANTÍSIMO

  Examinen el cuadro de Éxodo cuidadosamente. Es sólo cuando entramos en el Lugar Santísimo del tabernáculo y allí experimentamos el Arca que podemos llegar a ser una tabla apropiada, una tabla que está recubierta del oro por ambos lados, una tabla que es apta para el edificio de Dios. Únicamente las tablas del Arca están recubiertas de oro por ambos lados. La mesa del pan de la Presencia que está en el Lugar Santo está recubierta de oro sólo por un lado. En el Lugar Santo aún no se ha llevado a cabo por completo la obra de revestir con oro. Por lo tanto, debemos proseguir a experimentar el Arca, a fin de ser perfeccionados al ser revestidos del oro divino por dentro y por fuera. Entonces seremos el material apropiado y adecuado para el edificio de Dios. Necesitamos ser perfeccionados; necesitamos llegar a ser como las tablas del Arca. Las tablas usadas para edificar el tabernáculo de Dios correspondían exactamente a las tablas del Arca. Esto significa que es únicamente al experimentar el Arca que llegamos a ser las tablas adecuadas para el edificio de Dios. En otras palabras, mientras no experimentemos el Arca, no habremos sido perfeccionados ni estaremos disponibles para el edificio. Aunque muchos cristianos hablan mucho en cuanto a la vida de iglesia, hablando con propiedad, no son materiales disponibles para la iglesia.

  Las tablas mismas del tabernáculo son producidas a través de nuestra experiencia del Arca, puesto que tanto aquéllas como ésta están completamente recubiertas de oro. El principio es el mismo que el que hemos visto en la producción de las basas de bronce usadas para el fundamento del atrio. Dicho fundamento provenía de haber experimentado el altar de bronce y el lavacro de bronce. Ahora debemos avanzar del atrio, pasando por el Lugar Santo, para entrar en el Lugar Santísimo, a fin de ser producidos como las tablas del edificio de Dios. Es únicamente en el Lugar Santísimo que somos perfeccionados y hechos completamente aptos para el edificio de Dios.

LA MANERA DE ENTRAR EN EL LUGAR SANTÍSIMO

  ¿Cómo podemos avanzar del Lugar Santo y entrar en el Lugar Santísimo? Es sólo cuando nuestro yo sea quebrantado y aniquilado. Debemos negarnos a nuestro problemático yo y permitir que sea juzgado y quebrantado. El velo que separa el Lugar Santo del Lugar Santísimo tiene que ser rasgado. Entonces podremos entrar al Lugar Santísimo y disfrutar a Cristo de una manera más plena.

  El velo de separación tipifica nuestra carne, nuestra naturaleza vieja y carnal. Así como el velo tenía que ser rasgado, de igual manera nuestra naturaleza carnal, nuestro yo, tiene que ser quebrantada para que podamos entrar al Lugar Santísimo. Nuestro yo, nuestro viejo hombre, ya fue juntamente crucificado con Cristo en la cruz (Ro. 6:6). Por lo tanto, es por medio de la cruz que se abre la entrada al Lugar Santísimo. Debemos aplicarnos a nosotros mismos la cruz de Cristo. Debemos comprender que nosotros mismos somos el velo de separación que nos impide entrar al Lugar Santísimo de Dios. Por lo tanto, es preciso que nuestro yo sea crucificado. La vieja naturaleza tiene que ser completamente abandonada; el viejo hombre tiene que ser quebrantado. Es mediante la experiencia práctica de la muerte del Señor, mediante la aplicación práctica de la cruz a nuestro problemático yo, que podemos entrar al Lugar Santísimo para participar de Cristo como la corporificación misma de Dios tipificada por el Arca.

LA EXPERIENCIA QUE TENEMOS DEL ARCA

  El Arca es el único contenido del Lugar Santísimo (Éx. 40:20-21). Esto significa que en el lugar más santo de la presencia de Dios lo único que encontramos es el Cristo de Dios, quien es la corporificación misma de Dios. La experiencia que tenemos en el Lugar Santísimo no es otra que la experiencia de este Cristo. En el Lugar Santo experimentamos a Cristo como alimento, luz e incienso fragante, pero en lo profundo del Lugar Santísimo podemos experimentar a Cristo como el Arca del Testimonio, es decir, como un Cristo más profundo y rico. Dentro del Arca se halla el testimonio de Dios, la ley de Dios (25:16, 21). Este testimonio que estaba dentro del Arca representa a Dios de una manera total. Dios no podía permitir que una imagen lo representara, puesto que en dado caso los israelitas habrían adorado esta imagen como a un ídolo. Por esta razón, Dios dio la ley, la cual es Su retrato que lo explica y define. El hecho de que la ley estuviera dentro del Arca significa que la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo (Col. 2:29). El Arca tipifica a Cristo, y la ley dentro del Arca tipifica la corporificación de Dios. Por lo tanto, en el Lugar Santísimo encontramos a Cristo como corporificación de Dios.

  Es menester que experimentemos a Cristo no sólo como vida, luz e incienso, sino también como la corporificación de Dios. Un creyente de sólo un año de convertido puede experimentar a Cristo como vida, pero aún no está muy consciente de Cristo como corporificación de Dios. Quizás sepa que Cristo es Dios, pero no lo haya experimentado mucho como corporificación de Dios. Sin embargo, cuanto más experimentemos a Cristo como nuestro alimento, luz y olor fragante a Dios, más empezaremos a tener la profunda sensación de que estamos experimentando a Dios mismo en Cristo. Cristo no es simplemente vida, luz e incienso fragante, sino que es Dios mismo. Cuanto más experimentemos a Cristo, más percibiremos que este Cristo a quien experimentamos es la propia corporificación de Dios. Él es la plenitud de Dios y el testimonio Dios. La ley que estaba oculta dentro del Arca significa que nosotros necesitamos conocer profundamente a Cristo como la realidad de Dios.

  Muchos de nosotros hemos tenido numerosas experiencias de Cristo como alimento, vida, luz e incienso, pero no muchos han experimentado a Cristo como la corporificación de Dios. Es sumamente difícil explicar esta experiencia tan profunda.

  Usemos como ejemplo uno de los mandamientos de la ley, el testimonio de Dios. Consideremos el mandamiento de amar a otros. Aparentemente éste es un mandamiento que Dios nos da; pero si estamos en el Lugar Santísimo, comprenderemos que esto en realidad no es un mandamiento, sino un elemento de lo que Dios es en Cristo. El amor por otros es la esencia misma del ser de Dios. Si captamos esta realidad y participamos de ella, espontáneamente llevaremos una vida en la cual amamos a otros. No nos esforzaremos más por obedecer el mandamiento de amar, sino que éste vendrá a ser una realidad en nuestra vida. Éste es un ejemplo muy sencillo acerca de experimentar a Cristo como la corporificación de Dios.

  En el Lugar Santo disfrutamos a Cristo de muchas maneras, pero una vez que experimentamos el quebrantamiento del yo, de la carne, entramos en el Lugar Santísimo. Entonces llegamos a conocer la realidad de Dios en Cristo. En lugar de disfrutar solamente a Cristo, tendremos la comprensión de lo real que es Dios en Cristo en todo aspecto. Esto es algo más profundo. A partir de esta experiencia, todo lo que hagamos y expresemos será fácil y espontáneo. No nos esforzaremos por guardar ningún mandamiento, pues habremos tocado la realidad de Dios en Cristo.

  Es en el Lugar Santísimo junto a esta Arca que nos reunimos con Dios. Hablando con propiedad, Dios no se reúne con nosotros en el altar de bronce ni en el lavacro, ni tampoco en la mesa del pan de la Presencia, ni en el candelero ni en el altar del incienso; Dios únicamente se reúne con nosotros en un lugar: en la cubierta expiatoria (Éx. 25:21-22). Es allí que comprendemos lo real que Dios es para nosotros en Cristo. Es por medio de esta profunda comprensión que hallamos absoluto reposo. En la cubierta expiatoria no disfrutamos a Cristo simplemente como esto o aquello, sino como la corporificación de Dios, en quien está toda la plenitud de Dios.

  Antes de entrar en el Lugar Santísimo, un cristiano necesita ser librado de todas las cosas negativas, a saber: la idolatría, los pecados y la mundanalidad. Luego, después de experimentar los aspectos positivos relacionados con la justicia, debe proseguir a disfrutar a Cristo en el Lugar Santo. Finalmente, debe abandonar el yo y la carne a fin de entrar en el Lugar Santísimo para experimentar la plenitud de Dios en Cristo. En el Lugar Santísimo no sabemos, ni nos importa, saber otra cosa que no sea Dios en Cristo. De ningún modo nos distraeremos con los ídolos ni nos dejaremos enredar por los pecados ni caeremos en la mundanalidad; y definitivamente seremos librados de nuestro yo. Simplemente disfrutaremos a Dios, quien se hace tan real para nosotros en Cristo.

  La experiencia que tenemos de la cruz y de la obra purificadora del Espíritu Santo tiene que ver con el aspecto negativo. Entonces debemos proseguir a experimentar el aspecto positivo: Cristo como alimento, vida y el todo para nosotros. Sin embargo, esta experiencia aún es superficial si la comparamos con la experiencia que tenemos de Dios como la realidad misma en Cristo. Ésta es la experiencia más profunda. Cuando experimentamos el Arca y el Lugar Santísimo, somos librados de todas las demás cosas; no nos importa nada más; Dios en Cristo lo es todo. La señora Guyón dijo que la realización de las experiencias espirituales finalmente nos llevará al punto en que nos perderemos en Dios. Sólo Dios en Cristo por medio del Espíritu será el todo para nosotros como nuestra realidad.

EL CONTENIDO DEL ARCA

  En el Lugar Santo encontramos principalmente tres objetos: primeramente, Cristo es el pan sobre la mesa; en segundo lugar, Él es la luz del candelero; y tercero, Él es el incienso aromático —por el cual somos aceptados por Dios—, el cual asciende del altar del incienso. Hebreos 9:4 nos dice que en el Lugar Santísimo, dentro de Cristo, el Arca, había también tres objetos: el maná escondido, que concuerda con el pan; la ley escondida que nos ilumina, la cual concuerda con la luz; y la vara escondida, que reverdece y produce flores de almendro, la cual corresponde al altar de oro del incienso, en el sentido de ser aceptados. Solamente Aarón fue aceptable a Dios; es por ello que la vara de Aarón reverdeció y produjo flores de almendro. Las flores de almendro representan la resurrección. Esto significa que Dios lo aceptó a él en resurrección.

  En el Lugar Santo todo estaba al descubierto, pero en el Arca todo está escondido. En el Lugar Santo el pan se exhibía abiertamente, pero en el Arca llegó a ser el maná escondido, algo más profundo. En el Lugar Santo estaba el candelero con la luz resplandeciente, pero en el Arca la ley estaba escondida, lo cual significa que la ley habla de una manera más escondida y profunda. Desde el altar del incienso la fragancia ascendía externamente, pero en el Arca la vara que reverdeció estaba escondida. La experiencia que tenemos del Arca en el Lugar Santísimo es mucho más profunda que la experiencia que tenemos de las cosas que están en el Lugar Santo. Esto también lo demuestra el hecho de que el Arca estaba recubierta de oro por dentro y por fuera. Tanto la mesa del pan de la Presencia como el altar del incienso, estaban recubiertos de oro sólo por fuera. Esto significa que el oro que la recubría era algo de menor grado y era más superficial. El oro que recubría el Arca era mayor y más profundo, lo cual significa que nuestra experiencia de Cristo es mayor y más profunda que antes.

  Supongamos que nos encontramos con dos nuevos cristianos que acaban de ser bautizados. Ambos han experimentado a Cristo como su pan vivo, y a los dos les encanta venir a las reuniones y exhibir al Señor ante los demás. Así que dan testimonio, diciendo: “Hemos disfrutado muchísimo a Cristo esta semana”. Las dos hermanas que fueron bautizadas con ellos están resplandeciendo con la luz que recibieron del Señor. Ellas también testifican y resplandecen en las reuniones. Los cuatro han experimentado a Cristo en el Lugar Santo, y ahora lo expresan públicamente en la reunión. No obstante, si el apóstol Pablo asistiera a la misma reunión, no creo que lo reconoceríamos fácilmente como un cristiano. Él estaría allí sentado calladamente sin hacer ninguna exhibición pública. Sin embargo, si conversáramos con él después, nos maravillaríamos. Nos preguntaríamos de qué lugar de la tierra vino, y percibiríamos algo en su interior que es muy rico y a la vez tan escondido. A simple vista no podríamos observar mucho, porque con respecto a él todo está escondido.

  En el Lugar Santo los sacerdotes tenían que preparar las lámparas por la mañana y encenderlas por la noche. Sin embargo, no había necesidad de que se ocuparan de la ley escondida de la misma manera. Ésta estaba allí hablando continuamente. Es posible que estas nuevas hermanas que estaban tan resplandecientes en la reunión, a la semana siguiente vinieran con rostros sombríos. Esto indicaría que aún son superficiales en su experiencia de Cristo, pues todavía necesitan de un “sacerdote” que las “prepare” y las “encienda”.

  En el Lugar Santísimo con el Arca nosotros disfrutamos a Dios en Cristo como el maná escondido, como la ley divina que regula y como la vara que reverdece con el poder de la resurrección. Aquí experimentamos a Dios en Cristo de esta manera tan rica y profunda. Él llega a ser muy real y rico para nosotros como el maná escondido, como la ley escondida y como el poder de resurrección escondido dentro de nosotros. Ésta es la experiencia más elevada que tenemos de Cristo, es el punto culminante de nuestra experiencia espiritual. Cuando llegamos a este punto, estamos plena y absolutamente mezclados con Dios; estamos revestidos de Dios, el oro, en todas las cosas y en todo aspecto. Las dos naturalezas, la divina y la humana, se hallan mezcladas como una sola entidad.

LAS DIMENSIONES DEL ARCA

  Las dimensiones del Arca terminaban en media unidad. El altar de bronce medía cinco por cinco por tres codos (Éx. 27:1); el Arca, en cambio, medía dos codos y medio, por un codo y medio, por un codo y medio (25:10). Sus dimensiones correspondían a la mitad de las medidas del altar. ¿Qué significa esto? Cuando vemos la mitad de una sandía, automáticamente suponemos que en algún lugar debe de estar la otra mitad. En principio, éste es el significado del Arca del Testimonio. Para que un testimonio sea firme se requieren dos testigos. El Arca requiere de otra “mitad”. Por lo tanto, el hecho de que las dimensiones del Arca terminen en media unidad conlleva el significado de un testimonio.

UNA EXPERIENCIA EN NUESTRO ESPÍRITU

  Cuando examinamos cuidadosamente este maravilloso cuadro presentado en Éxodo, sabemos dónde nos encontramos. Cuanto más experimentemos a Cristo de una manera más profunda al rechazar nuestro yo y al negarnos a él, más estaremos en nuestro espíritu, que es el Lugar Santísimo de hoy. Cuando de este modo llegamos a estar en nuestro espíritu, Dios será muy real para nosotros en Cristo, en el Espíritu Santo. No es que ciertas enseñanzas o doctrinas lleguen a ser reales para nosotros, sino que algo en nuestro espíritu llegará a ser muy real para nosotros. Esto no es un mero disfrute interno para nosotros, sino una realidad interna.

  A partir de esta experiencia profunda que tenemos de Cristo como el Arca en el lugar santísimo de nuestro espíritu, obtenemos la realidad de ser alimentados con el maná escondido, de ser alumbrados con la ley divina y de ser fortalecidos con la vara que reverdece. Estas realidades se hallan en lo más profundo de nosotros, en nuestro espíritu. El maná, la ley y la vara no se exhiben abiertamente, pero en efecto son muy reales. No tendremos palabras para expresar esto, ni tampoco necesitaremos expresar con palabras esta realidad divina de la plenitud de la Deidad en Cristo, la cual está en nuestro espíritu.

EL PROPÓSITO DE ESTA EXPERIENCIA

  Hemos visto cómo el Arca estaba recubierta de oro por dentro y por fuera, lo cual representa tener un poco más de Cristo. Cuando experimentamos a Cristo de una manera más profunda, somos revestidos de Dios en Cristo interna y externamente. Cristo, como corporificación de Dios, nos cubre por dentro y por fuera. Más tarde, veremos cómo el tabernáculo era edificado con las tablas que estaban recubiertas de oro por ambos lados, al igual que el Arca. Esto significa que el tabernáculo surge a partir de nuestra experiencia del Arca. Esto lo demuestra Éxodo al mencionar el Arca antes que las tablas del tabernáculo (25:10-22; 26:15-30). El atrio es fruto de las experiencias que tenemos del altar de bronce y del lavacro de bronce, mientras que el tabernáculo surge a partir de las experiencias que tenemos de la mesa del pan de la Presencia, del candelero, del altar de incienso y del Arca. Cuando somos revestidos por dentro y por fuera de la naturaleza divina de Dios, cuando nos hallamos totalmente en Dios y somos saturados de Dios en Cristo, llegamos a ser los materiales apropiados que están disponibles para la edificación de la morada de Dios.

  Todo esto nos muestra un cuadro de la manera apropiada en que debemos practicar la vida de iglesia hoy y obtener el edificio de Dios. Debemos pasar por las experiencias del altar y del lavacro, luego debemos experimentar a Cristo como vida, luz y el olor fragante a Dios, y finalmente debemos experimentar a Cristo de manera profunda como la corporificación misma de Dios. Debemos avanzar del atrio, pasar por el Lugar Santo y finalmente entrar en el Lugar Santísimo, a fin de tener la experiencia completa de Cristo con Dios en nuestro espíritu. Entonces toda la vieja naturaleza, el viejo yo, llegará a su fin en la cruz, y nuestro disfrute total será única y exclusivamente Cristo: Cristo como vida, como luz, como el todo y como la corporificación misma de Dios. Entonces seremos revestidos de Dios, y de ese modo llegaremos a ser una tabla revestida del oro divino por todos lados. Sólo entonces seremos el propio material con el cual se edifica la morada de Dios. Ésta es la manera apropiada de practicar la verdadera vida de iglesia, la manera de obtener el verdadero edificio de Dios.

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