
En los capítulos anteriores principalmente abarcamos el pensamiento central del edificio de Dios hallado en Génesis y Éxodo. En este capítulo trataremos de abarcar un extenso período de tiempo, desde el final del libro de Éxodo hasta el comienzo de 1 Samuel. A fin de abarcar este período tan extenso, es necesario tener una visión panorámica.
En Éxodo 40:2 el Señor le mandó a Moisés, diciendo: “En el primer día del mes primero levantarás el tabernáculo de la Tienda de Reunión”. Estas palabras que el Señor dijo a Moisés nos hablan de un nuevo comienzo, un nuevo inicio. Debido a que la edificación del tabernáculo había concluido, hubo un nuevo comienzo. El versículo 17 nos dice que, conforme a lo que el Señor mandó, en el primer día del primer mes del segundo año el tabernáculo fue levantado. Esto sin duda fue un nuevo comienzo. En el primer año los hijos de Israel fueron sacados de Egipto; esto significó un nuevo comienzo en su historia con el Señor (12:2). Cuando el tabernáculo fue levantado, ellos tuvieron otro nuevo comienzo. Fue el inicio de su historia con Dios y Su morada. Siempre que se levanta una iglesia en cierto lugar para cumplir el propósito de Dios, esto siempre constituye un nuevo comienzo, un nuevo inicio en la historia del pueblo del Señor. Es una señal de que estamos avanzando conforme a la dirección del Señor, estamos a favor de Él, estamos bajo Su revelación y en Su presencia, y estamos listos para pelear la batalla por el Señor en esta tierra. Esperamos que todo el pueblo del Señor pueda tener este nuevo comienzo en su historia con Dios.
Desde que fue levantado el tabernáculo en Éxodo hasta que el Arca fue capturada al comienzo de 1 Samuel, hay seis cosas principales relacionadas con el tabernáculo. Éstas son vitales para la historia del pueblo del Señor y merecen nuestra atención.
La primera de estas seis cosas principales es que la gloria del Señor llenó el tabernáculo (Éx. 40:34-38). La gloria de Dios en esta tierra puede manifestarse únicamente en Su edificio y por medio de éste. Cuando el tabernáculo fue completamente erigido, de inmediato la gloria de Dios llenó Su edificio. La gloria de Dios estaba en el cielo, pero en ese momento apareció en la tierra en el tabernáculo. Esto fue posible únicamente debido al edificio.
El Señor anhela que las iglesias locales sean edificadas en la tierra hoy; esto lo sabemos porque cada vez que una iglesia es edificada, allí se manifiesta la gloria de Dios. La manifestación de la gloria de Dios en la tierra hoy depende totalmente de la edificación. La manifestación de la gloria de Dios es la expresión misma de Dios. El edificio de Dios es esta expresión, es la propia imagen de Dios.
El tabernáculo, y más tarde el templo como agrandamiento del tabernáculo, fueron edificados con el propósito de expresar a Dios. Ambas edificaciones eran la imagen de Dios. La ciudad, la cual existió más tarde, era la representación de la autoridad de Dios. Ya vimos que la intención de Dios al crear al hombre era que éste le expresara en la tierra en Su imagen y lo representara en la tierra con Su autoridad. Posteriormente en la historia, el templo conforme a la imagen de Dios tenía por finalidad expresar a Dios, y la ciudad, que poseía la autoridad de Dios, tenía por finalidad representar a Dios. En otras palabras, el templo es la casa de Dios y la ciudad es el reino de Dios. La gloria de Dios llenó el tabernáculo y más tarde llenó el templo también. Esto significa que ambos llegaron a ser la expresión misma de Dios, la gloriosa imagen de Dios. Dios se expresaba en Su morada y por medio de ella. Siempre y dondequiera que una iglesia local es edificada, la gloria de Dios se manifestará en esta tierra.
Dios le dijo a Moisés que levantara “el tabernáculo de la Tienda de Reunión” (v. 2). Observen que se mencionan aquí dos cosas: el tabernáculo y la Tienda de Reunión. El tabernáculo pertenece a la Tienda de Reunión. La nube cubrió la Tienda de Reunión, y la gloria de Dios llenó el tabernáculo (v. 34). El tabernáculo y la Tienda de Reunión eran una sola cosa, pero había un aspecto interno y un aspecto externo. Según el aspecto interno, este edificio era el tabernáculo de la morada de Dios; pero externamente era la Tienda de Reunión para que se congregara el pueblo de Dios. Internamente era la morada de Dios; externamente, era el lugar de reunión del pueblo de Dios. Un verdadero secreto se revela aquí, el cual tiene un significado muy crucial para nosotros hoy.
En muchas ocasiones en la vida de iglesia tenemos la Tienda de Reunión sin el tabernáculo. La presencia de Dios y Su gloria llenan el tabernáculo; por lo tanto, no tener el tabernáculo es no tener la presencia de Dios. Si tenemos el tabernáculo con la Tienda de Reunión, entonces la presencia de Dios estará en nuestra reunión. Debemos tener estos dos aspectos. Necesitamos tener la realidad de la morada de Dios. Fue en el tabernáculo que Dios le mandó a Moisés que pusiera el Arca; Él no le dijo que la pusiera en la Tienda de Reunión. Cada vez que la iglesia se reúne, debemos tener el aspecto externo de la reunión junto con el aspecto interno de la morada de Dios en la reunión. Esta Tienda de Reunión con el tabernáculo es la expresión misma de Dios en esta tierra. ¿Qué percibe usted cuando se reúne con otros cristianos? ¿Tiene usted únicamente la Tienda de Reunión sin la morada del Señor internamente? Tenemos que examinarnos a nosotros mismos con respecto a este primer asunto tan importante.
En primer lugar, la gloria de Dios, la presencia de Dios, se manifiesta en el edificio terminado y por medio del mismo. Levítico 1:1 dice: “Entonces llamó Jehová a Moisés, y le habló desde la Tienda de Reunión”. Antes de esto, el Señor siempre le había hablado a Moisés en la nube y en el fuego sobre el monte, pero después que el tabernáculo fue levantado, Dios comenzó a hablar en el tabernáculo, en la Tienda de Reunión. Debemos comprender que Dios habla en Su morada y por medio de Su morada. En otras palabras, Dios habla en la iglesia y por medio de la iglesia. Desde el tiempo en que concluyó la edificación de la morada de Dios, Dios hablaba en ese edificio. Todos los que deseaban escuchar la palabra de Dios tenían que acudir al tabernáculo. Esto es sumamente claro. Si deseamos recibir la palabra de Dios, tenemos que acudir a la iglesia. Pero la iglesia debe ser uno con el tabernáculo y la Tienda de Reunión. Es imprescindible que Dios esté en la iglesia, hablando continuamente.
Nosotros personalmente podemos testificar y demostrar que cuando una iglesia local es edificada de una manera apropiada, Dios siempre habla allí. Un cristiano quizás pase mucho tiempo en su estudio personal de la Biblia, pero jamás podrá recibir una palabra tan viviente de parte de Dios como cuando está en la iglesia. La palabra que Dios habla en Su morada jamás puede ser reemplazada por ninguna otra clase de hablar. Tenemos que acudir a la iglesia. Sin embargo, debemos entender claramente que la palabra viva de Dios únicamente es hablada en el verdadero edificio de la iglesia, en el verdadero tabernáculo. No queremos escuchar la palabra vieja, la doctrina vieja; queremos oír la palabra fresca y viviente de Dios. Por consiguiente, tenemos que acudir al verdadero edificio de Dios para recibir Su palabra de una manera plena.
Levítico es un libro que nos habla acerca del servicio y del sacerdocio. El tercer asunto de crucial importancia es que el servicio a Dios está enteramente relacionado con el edificio de Dios. En 1 Pedro 2:5 se nos dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales”. Estas palabras claramente revelan que el servicio del sacerdocio está totalmente relacionado con la edificación de la casa de Dios. Después de las palabras casa espiritual tenemos las palabras un sacerdocio santo. Esto indica que la casa espiritual es el sacerdocio. Los cristianos son las piedras vivas que son edificadas como casa espiritual, esto es, como sacerdocio. En el Antiguo Testamento vemos que se usaban las tablas para la edificación del tabernáculo y que los sacerdotes servían dentro del tabernáculo. Aparentemente hay dos categorías de cosas; pero en el Nuevo Testamento las piedras vivas de la casa, que corresponden a las tablas del tabernáculo, son los sacerdotes. La casa espiritual y el sacerdocio son una misma cosa. Los sacerdotes son el material con el cual se edifica la casa. El sacerdocio no denota algo individual, es decir, todos los sacerdotes como una sola entidad conforman el sacerdocio. Esto es la casa y también el sacerdocio. Es un asunto corporativo, un cuerpo colectivo. Hablando con propiedad, el servicio a Dios no es un asunto individual, sino algo relacionado con un cuerpo corporativo. En tipología, ningún sacerdote podía servir a Dios individualmente. Todos los sacerdotes servían en coordinación unos con otros como un solo cuerpo.
Todos debemos comprender que no podemos servir a Dios por nosotros mismos individualmente. Debemos servir en coordinación con otros. Una piedra jamás puede ser una casa: tiene que ser edificada con otras piedras para formar un edificio. Es imposible que un creyente como individuo conforme el sacerdocio. Yo solo jamás podría ser una casa; para ello tengo que ser edificado con otros. Hablando con propiedad, esto significa que si no tenemos el edificio, no podremos rendirle a Dios el verdadero servicio. Cuántos cristianos hay que piensan que mientras amen al Señor, pueden servirlo a Él individualmente, sin tener en cuenta a la iglesia. Tienen la actitud de que pueden servir al Señor sin importar si la iglesia es edificada o no. Este concepto es equivocado. Es sólo cuando somos edificados conjuntamente que podemos ofrecerle a Dios un servicio apropiado. El verdadero servicio que le rendimos a Dios está relacionado con el edificio.
Romanos 12 nos habla claramente del Cuerpo de Cristo y de cómo los miembros ejercen su función participando en toda clase de ministerios y servicios. Antes de este capítulo, donde se introduce la vida del Cuerpo, no se menciona el servicio. Esto claramente nos muestra que el servicio del pueblo del Señor debe tener lugar en el Cuerpo, en el edificio, en la iglesia. En principio, es por ello que el libro de Levítico viene después del libro de Éxodo. Éxodo nos presenta un relato acerca del edificio, y Levítico es un libro acerca del servicio. El servicio siempre viene después del edificio. Si no hubiera un tabernáculo, no habría habido sacerdotes que podrían servir. Ellos de ningún modo podían ministrar en sus casas, puesto que el verdadero servicio se lleva a cabo en coordinación con otros en el tabernáculo, en el edificio de Dios. Como cristianos, cada uno de nosotros es un individuo, pero no podemos ser cristianos individualistas; no podemos servir al Señor independientemente de otros. Cada sacerdote como individuo tiene que estar coordinado con todos los demás sacerdotes. Es terrible atrevernos a servir al Señor aparte de la vida apropiada de iglesia, es decir, sin ser edificados con otros. Soy testigo de muchos cristianos que se atreven a hacer esto; a la postre, le fallaron a Dios. Por lo tanto, es preciso que seamos edificados conjuntamente como sacerdocio para servir a Dios en el edificio, en la iglesia, de una manera coordinada.
Ahora llegamos al cuarto asunto importante hallado en el libro de Números. La mayoría de los estudios expositivos de Números dejan la impresión de que este libro trata acerca del peregrinaje de los hijos de Israel y de sus repetidos fracasos. Esto no es muy acertado. Hablando con propiedad, el libro de Números no es un libro acerca de fracasos, sino un libro de victoria y gloria. ¿No es algo glorioso que Dios no solamente tenga una morada sobre la tierra, sino también un campamento con un ejército?
En Números 2 leemos: “Entonces habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Los hijos de Israel acamparán, cada uno junto a su bandera, bajo las enseñas de sus casas paternas; mirando hacia la Tienda de Reunión, acamparán alrededor de ella” (vs. 1-2). Cada tribu tenía un lugar específico donde levantar sus tiendas alrededor de la Tienda de Reunión. Las tribus que estaban al oriente eran Judá, Isacar y Zabulón. Las que estaban al sur eran Rubén, Simeón y Gad; al occidente estaban Efraín, Manasés y Benjamín; y al norte estaban Dan, Aser y Neftalí (vs. 3-31). En el centro estaban los levitas, quienes se ocupaban del tabernáculo (1:50-53; 2:17). Los sacerdotes jamás podían apartarse del tabernáculo; ellos eran uno con el tabernáculo y siempre estaban con él. Este cuadro de las doce tribus que acampaban a los cuatro lados del tabernáculo con los levitas en el centro es un anticipo de la Nueva Jerusalén venidera. Aquella ciudad que se nos describe en Apocalipsis tiene doce puertas, tres puertas en cada uno de sus cuatro lados, en las cuales estaban inscritos los nombres de las doce tribus (21:12-13). Esto significa que la Nueva Jerusalén en Apocalipsis no es un nuevo concepto, sino un concepto que fue revelado muchos siglos atrás, en el libro de Números. Por consiguiente, vemos una vez más que las Escrituras nos presentan una sola línea, que está relacionada con una sola cosa, a saber: el edificio de Dios. Así como el tabernáculo en el Antiguo Testamento era el centro de las doce tribus de Israel, del mismo modo Dios y el Cordero son el templo que está en el centro de la Nueva Jerusalén.
Desde el comienzo hasta el final, el libro de Números es un libro glorioso. Al comienzo vemos que Dios formó el ejército, y al final tenemos un relato de cómo se repartió la tierra que había sido conquistada por este ejército. Al comienzo los campamentos se pusieron en orden preparándose para la batalla. En el hecho de que la casa de Israel se formara como un ejército guerrero, vemos una vez más el principio revelado en Génesis 1: Dios desea obtener un hombre corporativo que lo represente al sojuzgar esta tierra y tomar posesión nuevamente de ella, arrebatándola de la mano usurpadora de Satanás. Dios le había dado a Israel una buena tierra llamada Canaán, pero los israelitas tenían que tomar posesión de esta tierra y arrebatarla de las manos usurpadoras del enemigo de Dios. Ellos no tomaron posesión de la tierra fácilmente, sino que tuvieron que luchar para conquistar cada centímetro, hasta derrotar todos sus enemigos. El propósito y meta de la lucha era poseer la tierra.
El libro de Números es un libro que contiene principios vitales que debemos aplicar hoy en día. ¿Dónde está el ejército hoy? ¿Está usted en este ejército? He ahí el problema. No hay ejército porque no hay un edificio. Si la iglesia no es edificada, no podrá existir el sacerdocio, y sin el sacerdocio, no podrá existir el ejército. En Números 4:35, 39 y 43, la palabra hebrea que se traduce “el servicio del sacerdocio” en realidad significa “guerra” (véase la nota al pie de página de Nm. 4:3). Esto significa que cada vez que los sacerdotes servían juntos, ellos estaban peleando la batalla. Era una batalla. Podemos testificar de esto conforme a nuestra experiencia: cada vez que participamos en el verdadero servicio al Señor, siempre se libra una batalla. Es por ello que en el libro de Josué los sacerdotes iban al frente cuando los hijos de Israel iban a la batalla. Los sacerdotes eran los generales, los verdaderos soldados. Es por ello que también nosotros necesitamos obtener primero el edificio, después de lo cual podemos obtener el sacerdocio, el cual llega a ser el ejército que pelea la batalla de Dios.
El libro de Números presenta una gloriosa escena con banderas y enseñas, formación y orden. Todas estas cosas conllevan muchísimas aplicaciones para nosotros hoy. El ejército consistía de doce tribus en cuatro divisiones, con tres tribus en cada división. Una vez más, sobresalen los números tres y cuatro: el Dios Triuno mezclado con el hombre. El principio de la mezcla está representado por la multiplicación de tres por cuatro, que equivale a doce. Dios no simplemente se añade a nosotros, sino que también se mezcla con nosotros. El libro de Apocalipsis empieza con un relato acerca de las siete iglesias, las cuales se dividen en dos secciones, una de cuatro y otra de tres. Esto significa que el Dios Triuno se añade a la criatura, así como tres se añade a cuatro, lo cual equivale a siete. Pero Apocalipsis termina con la Nueva Jerusalén, donde se repite tantas veces el número doce, es decir, tres por cuatro, lo cual significa que Dios se mezcla con nosotros. El verdadero edificio de Dios es esta mezcla de Dios con el hombre.
Este ejército tenía una sola arma: el Arca. Los israelitas pelearon sus batallas con el Arca. En el centro del ejército de Israel estaba el tabernáculo. Todas sus actividades, todos sus movimientos, dependían del tabernáculo. Cuando el tabernáculo permanecía en cierto lugar, la casa de Israel, el ejército, también permanecía allí; y cuando el tabernáculo emprendía la marcha, todos se iban con él (Nm. 9:17-23). Estos ejemplos del Antiguo Testamento revelan claramente el principio de que todas las guerras que libra el ejército de Dios acompañan a la edificación de la iglesia. Cuando la iglesia se mueve, la lucha prosigue; y cuando la iglesia se detiene, la lucha cesa. De manera que la lucha es uno con el mover de la iglesia.
Después del libro de Números, el libro de Deuteronomio describe la buena tierra de Canaán y revela cómo los hijos de Israel se condujeron en esta tierra. En la tipología, esta tierra es sumamente significativa para nosotros hoy, pues es un cuadro del Cristo todo-inclusivo. Debemos proseguir a experimentar este Cristo, pero cuanto más lo experimentemos en nuestra vida diaria, más guerra espiritual afrontaremos. Los hijos de Israel disfrutaron de la tierra de Egipto sin librar ninguna batalla en ella. Aun así, si nosotros experimentamos a Cristo únicamente como el Cordero pascual (1 Co. 5:7), no experimentaremos ninguna guerra. Si proseguimos a disfrutar a Cristo en un mayor grado, como el maná celestial de cada día (10:3), tendremos que derrotar a los egipcios (Éx. 14) y también a los amalecitas (cap. 17). Deuteronomio presenta los detalles del disfrute que tenemos de Cristo como Aquel que es todo-inclusivo. En primer lugar, le disfrutamos como el cordero pascual en Egipto. Luego le disfrutamos como el maná celestial y el agua viva en el desierto. El disfrute que tenemos de Él también está tipificado por todas las ofrendas, como también por el Arca con el tabernáculo agrandado. Todo el mobiliario del tabernáculo —la mesa del pan de la Presencia, el candelero, el altar del incienso y el Arca— son tipos que nos muestran cómo debemos disfrutar a Cristo, experimentándolo diariamente. Finalmente, debemos entrar en la buena tierra de Canaán, la cual tipifica el disfrute que tenemos del Cristo todo-inclusivo. Aquí tenemos que afrontar muchas batallas, pues el enemigo de Dios no quiere que entremos en esta experiencia. Él está decidido a estorbarnos y a impedirnos disfrutar la buena tierra, el Cristo todo-inclusivo. Por lo tanto, tenemos que pelear la batalla y derrotar al enemigo.
Ninguna batalla la peleaba ningún israelita solo; todas las peleaba el ejército. Nosotros nunca podemos pelear la batalla solos. El capítulo 6 de Efesios habla acerca de la guerra espiritual. Esta guerra involucra a todo el Cuerpo de Cristo, y no a ningún creyente en particular. Tenemos que pelear la batalla estando en el Cuerpo. Es por ello que necesitamos la casa, el edificio, puesto que la casa es el sacerdocio que sirve, y el sacerdocio es el ejército guerrero. Es por ello que necesitamos ser edificados y formados como un sacerdocio para servir a Dios; sólo entonces podremos ser el ejército que pelea la batalla de una manera coordinada.
El punto principal en cuanto a poseer la buena tierra es el hecho de pelear y combatir, como podemos ver en el libro de Josué. El libro de Números nos informa acerca de los detalles de cómo fue formado el ejército, mientras que Josué narra cómo el ejército marchó y peleó para poseer la tierra. Ya mencionamos que el arma que usó este ejército fue el Arca. Ahora debemos ver la manera en que ellos pelearon la batalla. Esta manera es sencilla: los sacerdotes iban a la batalla llevando el Arca sobre sus hombros. Esta Arca era llamada el Arca del Testimonio. La única manera de pelear como un ejército espiritual es que portemos a Cristo como nuestro testimonio. Cristo como testimonio es suficiente. Nunca debemos discutir, debatir ni altercar con otros, sino simplemente portar a Cristo como testimonio. Él es nuestra arma más poderosa y prevaleciente.
La primera fortaleza que los israelitas encontraron fue la ciudad de Jericó. Consideremos ahora cómo esta ciudad fue derrotada. El Señor le mandó a Josué, diciendo: “Siete sacerdotes llevarán siete trompetas de cuernos de carnero delante del Arca” (Jos. 6:4). Los sacerdotes eran verdaderos generales, verdaderos soldados. Sus armas no eran rifles sino el Arca, y además de llevar el Arca, ellos también tocaban trompetas de cuernos de carnero. El carnero está relacionado con la redención efectuada por Dios y con la paz de Dios. Ya vimos que las pieles de carnero eran usadas como parte de la cubierta del tabernáculo (Éx. 26:14). Durante la guerra, los sacerdotes tocaban las trompetas de la redención y la paz lograda por Cristo.
No es necesario que discutamos con otros; simplemente debemos portar a Cristo y de vez en cuando tocar la trompeta. Tocar la trompeta equivale a dar testimonio. Si alguien discute con usted, simplemente alabe al Señor. Cuanto más lo condenen y critiquen, más debe dar usted testimonio y alabar al Señor. Si porta el Arca y toca el cuerno de carnero de esa manera, ganará la batalla. Jericó ciertamente caerá. Cuanto más los demás discutan y peleen, más se derrumbarán. Su responsabilidad es no hacer nada, sino únicamente llevar el Arca y tocar el cuerno de carnero.
El sexto asunto importante tiene que ver con el hecho de que el tabernáculo fue erigido después que ellos ganaron la batalla. Josué 18:1 dice: “Toda la asamblea de los hijos de Israel se juntó en Silo y erigieron allí la Tienda de Reunión; y el país fue sojuzgado delante de ellos”. ¡Alabado sea el Señor, pues la tierra fue sojuzgada! Aquí debemos acordarnos nuevamente de Génesis 1 y del principio según el cual la tierra es sojuzgada por el hombre, el representante de Dios. El tabernáculo fue erigido y establecido porque la tierra fue sojuzgada. Ya ellos no vagaban más porque habían obtenido la victoria. El tabernáculo fue erigido en un lugar llamado Silo; de este modo, el tabernáculo se convirtió en un centro establecido donde el pueblo podía buscar a Dios y hallarle. El libro de 1 Samuel narra cómo el padre de Samuel subía de su ciudad cada año para adorar y ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo (1:3). Él hacía este viaje cada año porque el tabernáculo estaba allí.
En 1 Samuel 1:9 el tabernáculo es llamado el templo. Éste no es el templo que fue edificado más tarde con piedras, sino el tabernáculo que estaba erigido allí, el cual fue llamado el templo. En 1 Samuel 1:24 el tabernáculo en Silo es también llamado la casa de Jehová. Estas dos referencias son muy significativas. Cuando Samuel, siendo un niño pequeño, fue destetado, su madre lo trajo a la casa de Jehová en Silo. La madre y el padre de Samuel tenían un lugar específico donde podían ir a reunirse con Dios. Si en toda la tierra de Canaán no hubiera existido un lugar específico donde estaba el tabernáculo establecido, el pueblo no habría tenido un lugar donde reunirse con Dios. Asimismo, cuando la iglesia apropiada es edificada y la batalla es ganada, se establece un centro donde las personas pueden fácilmente venir a reunirse con Dios. Debe existir un lugar como centro donde las personas que buscan a Dios pueden reunirse con Él. Sin embargo, todo esto depende del edificio.
Con esta vista panorámica de la extensa sección de las Escrituras, desde el final del libro de Éxodo hasta el comienzo de 1 Samuel, podemos ver que la narración gira en torno a una sola cosa: el edificio de Dios. Éxodo revela el tabernáculo completamente edificado. Inmediatamente después, Levítico nos dice que es desde el tabernáculo que Dios habla, y luego continúa describiéndonos el sacerdocio que servía a Dios. Números luego nos revela la formación del ejército, cuyo propósito era conquistar al enemigo y tomar posesión de la tierra. Deuteronomio le dice al pueblo cómo ellos debían disfrutar la tierra, y Josué presenta un relato de las guerras, de la victoria final que obtuvieron, del terreno que conquistaron y del tabernáculo erigido en un centro establecido. El tabernáculo fue levantado en un lugar específico y se convirtió en el centro donde los que buscaban a Dios podían venir y adorarlo. ¡Alabado sea Dios por este lugar específico donde se manifestó Su gloria! Así pues, el enemigo fue derrotado, la tierra fue sojuzgada, y la morada de Dios fue establecida, de modo que ya era muy fácil para el pueblo de Dios reunirse con Él y adorarlo. Todo esto dependía del edificio.
El Antiguo Testamento es sólo un tipo, una sombra, del Nuevo Testamento. Estos libros han presentado un cuadro de la verdadera vida de iglesia. Hoy en día nosotros también necesitamos ser edificados y formados como un sacerdocio para poder servir al Señor. Es entonces que llegaremos a ser un ejército que pelea y gana las batallas, y es así como lograremos recobrar la tierra para que la casa de Dios sea establecida. Sobre el terreno que hayamos conquistado podremos tener un centro específico donde los que buscan a Dios pueden reunirse con Él y adorarlo. Este breve esbozo de estos libros del Antiguo Testamento es la llave que nos abre el secreto de la Palabra de Dios; es la llave que nos da acceso al verdadero edificio, la verdadera vida de iglesia.