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Mensajes del libro «Visión gloriosa y el camino de la cruz, La»
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CAPITULO DOS

LA VISION GLORIOSA Y EL CAMINO DE LA CRUZ

(2)

  Lectura bíblica: Mt. 16:24-26; Lc. 9:57-62: Fil. 3:10; Ap. 1:9; Hch. 20:24; 2 Ti. 4:7-8; 1 Co. 9:27; He. 12:1-3

  En el capítulo anterior abarcamos el tema de la visión gloriosa. Ahora, en este capítulo, hablaremos acerca del camino de la cruz. Donde hay una visión, hay también un camino; la visión gloriosa siempre nos conduce a un camino. Si tenemos la visión, debemos también andar conforme a ella, y este andar es el camino de la cruz.

La cruz principalmente significa: “ya no ... yo”

  Para muchos, la cruz es un sinónimo de sufrimiento; pero en realidad, la cruz no tiene que ver principalmente con el sufrimiento. Durante el siglo quince, Tomás A. Kempis escribió el libro titulado La imitación de Cristo, el cual poco después fue traducido en China por los católicos al idioma chino. En dicho libro se discute detalladamente acerca de la cruz. Sin embargo, todo lo que dice está distorsionado en el sentido de que considera la cruz como cierta clase de sufrimiento. Incluso Madame Guyon fue muy influida por este libro.

  Sabemos por el Nuevo Testamento que el significado principal de la cruz no es que suframos, sino que muramos. Cuando una persona es clavada en la cruz, no sólo experimenta sufrimiento, sino también muerte. La persona misma es eliminada. El Nuevo Testamento nos muestra que el Señor Jesús fue el primero en ser crucificado. Cuando los hombres le crucificaron, El no sólo sufrió, sino que falleció. El himno #294 (Himnos, LSM) dice:

  ¿Habrá dolor si hoy tomáramos la cruz? No sólo habrá dolor, más bien nos matará; Si la experimentamos hemos de morir, Ella está puesta para el ego aniquilar.

  Una vez que hayamos visto la visión, ésta ciertamente nos guiará al camino de la cruz. El énfasis de tal camino no es el sufrimiento, sino “ya no ... yo”. El camino de la cruz es el camino en el que nosotros dejamos de vivir. Todos los que transitan por este camino se niegan a sí mismos. Lo único que permanece es Cristo, sólo permanece Dios.

NEGARSE A SI MISMO EQUIVALE A PERMITIR QUE EL SEÑOR SEA LA PERSONA

  Muchos de ustedes son casados. El matrimonio une las vidas de dos personas. Antes de casarse, uno puede proponerse todo lo que quiera; pero después de casarse, ya no resulta tan fácil hacerlo. La vida matrimonial nos exige llevar la cruz. El esposo debe morir, y la esposa también debe morir. Ya que esto es así, ¿quién vivirá entonces? Cristo vivirá y Dios vivirá. En todo el mundo es muy difícil encontrar a una pareja que realmente viva en unidad. Un hecho maravilloso acerca de quienes creemos en el Señor es que, a partir del momento en que le recibimos como nuestra vida, llegamos a tener otra persona en nuestro ser. O sea, nosotros somos una persona, y el Señor es la otra. ¿Quién manda entonces? Quiero que quede grabado en ustedes que la cruz significa que nosotros somos puestos a un lado. Mediante la cruz, nuestro ser y nuestra vida están siendo puestos a un lado.

  En el Nuevo Testamento se alude con frecuencia al yo y al alma. Si comparamos Lucas 9 con Mateo 16, podemos ver que el yo y el alma se refieren a lo mismo. En Mateo se menciona el alma (16:26), mientras que en Lucas se alude al yo (9:25). Por consiguiente, el alma es el yo, y el yo es el alma. Tenemos un himno que habla acerca de negarnos al yo y también tenemos otro acerca de negar el alma. Hace más de veinte años, un hermano manifestó sus objeciones a uno de los himnos que yo había escrito. Dijo que era incorrecto hablar de negar el alma. Según este hermano, el alma es la persona; por tanto, una vez que se niega el alma, ya no queda más de nosotros, es decir, dejamos de vivir. El no sabía que, conforme a la Biblia, negar el alma no consiste en negar las funciones del alma —a saber, la mente, la parte emotiva y la voluntad—, sino en negar la persona del alma y la vida del yo. Esto no significa que usted deja de usar sus facultades, sino que ya no es más usted quien vive.

  Este asunto es misterioso. Por un lado, el Nuevo Testamento nos manda negar nuestra alma y nuestra persona, y por otro, todavía debemos seguir obrando. No obstante, nuestra manera de obrar ya no es la misma de antes. Anteriormente, al obrar, usted era el amo, o sea, la persona que obraba era usted mismo. Pero ahora, dicha persona se encuentra colgada en la cruz; así que, la persona ya no es usted, sino el Señor. “Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gá. 2:20). Ser crucificado significa que he llegado a mi fin. Ahora ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Si bien niego la persona y la vida de mi alma, aún permanecen las facultades de mi alma. Todavía tengo una mente, una parte emotiva y una voluntad. Lo que ha cambiado es el amo que controla dichas facultades; ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.

ES NECESARIO QUE LOS MIEMBROS COORDINEN ENTRE SI

  Hoy en día, ustedes los jóvenes se han entregado al Señor a fin de predicar el evangelio en las distintas aldeas. ¿Creen ustedes que pueden hacerlo por sí mismos? Indudablemente que no, no pueden hacerlo solos. No digan que sí pueden porque tienen al Señor. Tener al Señor no es suficiente; ustedes necesitan tener compañeros. Deben coordinar con otros miembros del Cuerpo. Por un lado, ustedes son hermanos y hermanas; por otro, son miembros los unos de los otros.

  Los miembros no pueden estar dislocados, sino que deben estar unidos. La unión entre los miembros tiene como fin la coordinación. Al servir al Señor, no podemos hacer nada separados del Señor ni tampoco podemos hacer nada separados de los miembros. Es preciso darnos cuenta de que al separarnos de los demás miembros, quedamos separados del Cuerpo. Por ejemplo, si mi mano se separara de mi brazo, no sólo quedaría separada del brazo sino también de todo el cuerpo. Con tan sólo separarse de un miembro, usted queda separado de todo el cuerpo. Por tanto, la manera en que ustedes laboren para el Señor deberá ser distinta de la manera en que labora la gente del mundo. Ellos pueden obrar de manera individualista, pero nosotros no podemos servir al Señor así. Esto se debe a que nuestro servicio al Señor es el mover de todo el Cuerpo. Todos somos miembros del Cuerpo y debemos coordinar los unos con los otros.

EL SECRETO DE LA COORDINACION ES PERMANECER EN LA CRUZ Y NO TENER OPINIONES

  ¿Cuál es el secreto de la coordinación? La coordinación debe manifestar el hecho: “ya no ... yo”. Ya no debe vivir ni usted ni yo. Siempre que usted o yo estemos presentes, no habrá coordinación. El día en que fueron enviados los equipos del evangelio, los llamé por teléfono desde el extranjero. A partir de entonces, pese a que no he estado allí con ellos, me han llegado noticias. ¡Cuánto alabo y agradezco al Señor! Hubo muchas noticias buenas; pero también hubo otras noticias que no fueron tan buenas. Los miembros de los equipos descubrieron que no es nada fácil coordinar juntos, pues cada quien tiene sus opiniones. Quizás usted argumente que no es posible vivir sin opiniones. Pero lo extraño es que la Biblia nos exige que no tengamos opiniones.

  En Filipenses 2:2 Pablo dice: “Completad mi gozo, tened todos el mismo pensamiento, con el mismo amor, unidos en el alma, teniendo este único pensamiento”. En otras palabras, para que el gozo de Pablo fuese completado, los filipenses debían no tener opiniones. Sin embargo, no es fácil estar libres de opiniones. Esta mañana les diré un secreto: la mejor manera es permanecer en la cruz. La mejor manera para que dos personas sirvan juntas sin tener discusiones, opiniones o disgustos, es que ambas sean crucificadas. Agradezco al Señor que ¡en la cruz El ya nos crucificó!

  Permítanme compartirles mi experiencia. Durante las últimas décadas que llevo sirviendo en la obra del Señor, he observado que tanto Su obra como Su iglesia siempre han sido socavadas por un topo: la ambición. La ambición es el deseo de ser alguien, de ocupar una posición alta y de obtener una buena reputación. Es el deseo de que los demás hablen bien de mí, de que me consideren una persona importante y de que yo pueda ejercer el liderazgo dondequiera que vaya. Aun desde joven, al hombre le gusta competir; aspira por ser alguien y por ser el primero. A menudo, el que es “número dos” siente envidia del que es “número uno”. Aunque es posible que el “número dos” tenga menos edad, con todo, desea ser alguien y siempre aspira a ser la cabeza. He observado esto por más de sesenta años; lo vi una y otra vez cuando estuve en China. Y ahora, desde que estoy en el extranjero, no sólo he podido observarlo nuevamente, sino que yo mismo me he visto en medio de ello y he sido el blanco de ataques. He estudiado los dardos que me fueron lanzados y, en términos sencillos, todos estaban relacionados con el deseo que algunos tenían de ser alguien, de ejercer el liderazgo y de ocupar una posición distinguida. Por supuesto, los que son ambiciosos nunca se expresarían en estos términos; en vez de ello, usan expresiones y palabras agradables para encubrirse. Hablando estrictamente, no estaban tratando de atacarme; lo que ellos buscaban era ser alguien.

  ¿Qué es la opinión? Hablando con franqueza, la opinión es simplemente el deseo de ser alguien. Antes que el Señor fuera a la cruz, El dirigía a un grupo de discípulos, entre los cuales sobresalían Pedro, Juan, Jacobo y Andrés. Ellos siguieron al Señor día tras día por tres años y medio. Si el Señor Jesús iba a Galilea, ellos también iban a Galilea. Si el Señor Jesús se montaba en una barca, ellos también se montaban en la barca. Adondequiera que el Señor Jesús iba, ellos iban con El. Si usted lee los cuatro evangelios, descubrirá que ellos ciertamente tenían opiniones. Por ejemplo, una vez, mientras iban con el Señor a Jerusalén, en el camino El les dijo claramente que iba a Jerusalén y que allí los escribas y los fariseos lo crucificarían, pero que al cabo de tres días resucitaría. El Señor repitió esto en tres ocasiones, pero los discípulos no le entendieron en absoluto. Inmediatamente después que Señor Jesús terminó de hablar, ellos comenzaron a discutir acerca de que quién debía ser el primero. Hoy día, en la obra que el Señor lleva a cabo en la iglesia y entre los equipos del evangelio, debemos recordar que siempre nos esperarán problemas.

  Cuando yo era joven, siempre que se casaban un hermano y una hermana, ellos esperaban que yo dijera algo en su boda. Al principio siempre compartía algo agradable, pero después que cumplí los cuarenta años de edad, no volví a decir cosas agradables. No obstante, pese a que mis palabras ya no eran agradables, sí eran la verdad. Hasta el día de hoy, no creo que sea posible que una pareja tenga una dulce luna de miel por más de treinta días sin discutir. Hace poco, escuché por boca de un hermano que él y su esposa discutieron al tercer día de su luna de miel. A menudo cuando una pareja discute, la verdadera contienda gira en torno a quién tiene más poder, si el hombre o la mujer. ¿Quién tiene la última palabra: él o ella? ¿Quién de los dos deberá tomar la decisión? Por ejemplo, yo vivo con la hermana Lee. A mí me gustan los panecillos chinos, pero ella prefiere darme arroz. Cada vez que ella me servía arroz, yo fruncía las cejas. Sin embargo, no tenía más opción que comérmelo. Tal vez me pregunten que más puedo hacer. No puedo hacer nada. La única opción es la cruz. La cruz es el camino.

SIN ENTRAR EN CONSIDERACIONES Y OCUPARNOS SOLO EN LABORAR

  Por ejemplo, tal vez haya dos tareas que requieran atención en la obra del Señor. Quizás a una de ellas se le estime como una tarea mayor y a la otra como una tarea menor. ¿Escogerá usted la tarea que se estime como importante o la que se estime como insignificante? Todos debemos aprender a no juzgar si una tarea es grande o pequeña; solamente debemos preocuparnos por llevarla a cabo. Si ustedes consideran interiormente: “¿Es esta tarea grande o pequeña? Si escojo la tarea grande, la gente va a pensar que no estoy llevando la cruz. ¡Así que, debo tomar la pequeña!” Si piensan de esta manera, no estarán llevando la cruz, sino más bien jugando a la política. Por supuesto, no es bueno que escojan la tarea grande de este modo. Pero si escogen la tarea pequeña por motivo propio, el resultado será igual de malo. No es bueno abrigar esta clase de consideraciones. No le dediquen tiempo a estas consideraciones.

  Algunos han venido a decirme: “Hermano Lee, el hermano fulano ahora labora con nosotros. Pero a él sólo le gusta decirle a los demás lo que tienen que hacer”. Déjenme decirles que ese hermano —a quien le gusta decir a los demás lo que deben hacer— ha violado el principio de la cruz. Si él estuviera en la cruz, no les diría a los demás lo que tienen que hacer. Sin embargo, el hermano que se queja tampoco está en la cruz. Cuando todos están en la cruz, no hay necesidad de decirle a nadie lo que debe hacer; simplemente cada quien se ocupa de su labor. Si yo no entiendo algo, usted me dirá cómo hacerlo; y si usted no entiende algo, yo le diré cómo hacerlo. Si su intención es decirle a otros lo que deben hacer, usted no está en la cruz; por otro lado, si yo me quejo de que usted me está diciendo lo que debo hacer, tampoco estoy en la cruz. Si estamos en la cruz, puede ser que usted me diga lo que debo hacer y que yo lo escuche, sin que ninguno de los dos tenga el sentir de que está llevando la cruz. No existirá tal cosa como decir o no decir a otros lo que deben hacer, ni tampoco habrá tal cosa como escuchar o no escuchar lo que otros nos digan. Cada quien se ocupará solamente en laborar.

  Por la misericordia del Señor, desde que comencé a participar en la obra del Señor en 1935, sólo me he ocupado en laborar. Espontáneamente, yo estaba en la cruz. Esto no quiere decir que no hubo problemas; sólo significa que, espontáneamente, hubieron menos problemas. Esto se aplica de igual manera en la iglesia, en la obra y en nuestro andar espiritual. ¿Cómo pueden solucionarse los problemas? Se resuelven mediante la cruz. En la familia, el esposo debe morir, y la esposa también debe morir. Si no hay muerte, no habrá vida. Si después de casarnos no experimentamos la muerte, surgirán discusiones todos los días y no habrá vida matrimonial. Hoy, al seguir al Señor y al laborar para El, el secreto radica en estar en la cruz y permanecer allí.

SIN TENER PREFERENCIAS, SINO SOLAMENTE OBEDECER

  Que el Señor me cubra con Su sangre. El puede ser mi testigo. Mientras yo estuve en la China continental, jamás intenté iniciar una obra en ningún lugar. Para mí, todos los lugares eran iguales. Yo sólo recibía órdenes. Dondequiera que se presentara alguna necesidad, allí era enviado; aun más, dondequiera que hubiera un lugar difícil para laborar, sin duda me encargaban que fuera allí. Yo no tuve preferencia alguna. Después que la China continental cayó en manos de los comunistas, la obra me asignó ir a Taiwan. Yo hablaba el dialecto del norte, pero en la isla de Taiwan se hablaba un dialecto del sur. Debido a esto, me asignaron a un hermano que conocía el dialecto del sur para que me ayudara. El llegó tres o cuatro meses después que yo había llegado. Después de examinar el lugar, se fue diciendo que no se mudaría a Taiwan porque éste estaba subdesarrollado; había calles empedradas, y la gente traqueteaba por todas partes en suecos de madera.

  Pido a los hermanos y hermanas de Taiwan que me excusen por lo que voy a decir. Cuando vinimos a Taiwan hace más de cuarenta años, Taipei sólo tenía unas pocas calles pavimentadas con asfalto. La mayoría de las calles eran empedradas. Todo se veía muy subdesarrollado. Aunque yo estaba dispuesto a tomar la cruz, a veces, estando acostado en casa, me quedaba mirando el techo y me preguntaba por qué había venido aquí y qué se podía hacer. Doy gracias al Señor y lo alabo, pues ahora me siento muy contento. Para mí, hoy Taiwan es el mejor sitio que existe en toda la tierra para laborar.

  Lo que quiero comunicarles es que en la obra del Señor ustedes deben aprender a poner su “yo” a un lado. En otras palabras, deben estar libres del “yo”. Deben ocuparse únicamente en laborar, ministrar, orar y tocar al Señor. No deben tener ninguna otra consideración en mente. No deben limpiar los baños con la intención de obtener cierta reputación y ser conocidos como la persona que siempre limpia los baños. A los ojos de los demás, esto puede parecer espiritual, pero a la larga esta clase de “espiritualidad” es vanidad. Cuando vengan, deben hacer todo lo que se necesite hacer. Cuando los baños necesiten limpieza, ustedes deben limpiarlos. Cuando haya necesidad de poner en orden el podio, ustedes deben hacerlo. No deben tener preferencias ni inclinarse hacia nada en particular. Tampoco deben esforzarse por hablar, ni por no hablar. Si hay necesidad de hablar, ustedes deben hablar; y si no hay necesidad de hablar, no deben hablar. Este es el camino de la cruz. Si el Señor les provee abundantemente, simplemente disfruten la provisión del Señor y acuérdense de los necesitados; y si el Señor les provee menos, aun al punto de experimentar pobreza, no murmuren. En toda la tierra, ningún siervo del Señor jamás ha muerto de hambre. Ninguna situación debe perturbarlos, ni deben dar ningún lugar al yo. Este es el camino de la cruz.

SIN TENER NINGUNA AMBICION NI ENTRAR EN CONSIDERACIONES, SINO SOLO EXPERIMENTAR LA CRUZ Y LA RESURRECCION

  Entre los chinos existe el siguiente dicho: “La fuerza de un caballo se prueba con la duración del viaje, mientras que el corazón de un hombre se prueba con el paso del tiempo”. He estado colaborando con algunos hermanos por cuarenta o cincuenta años, y con otros he laborado por veinte o treinta años. Recientemente, han sucedido cosas que me han entristecido. Entre nosotros se ha hablado mucho acerca de la cruz y también se ha hablado mucho acerca de la resurrección. Pero cuando se presentan las situaciones prácticas, no se ha visto mucho la cruz en algunos de estos hermanos, ni tampoco ha habido mucha evidencia de la resurrección. Espero que en la generación presente otros puedan ver más la cruz y la resurrección, tanto en nuestro andar como en nuestra obra, y también en nuestra vida matrimonial. Permítanme repetirles que el camino de la cruz es el camino de poner el “yo” a un lado. De esta manera, no habrá ambición en la obra. Entre nosotros no hay títulos, posiciones ni reputaciones. No hay nada que ganar ni nada que codiciar. Aun así, debo decirles que en la obra todavía hay algunos que retienen el yo. En la obra, no deberíamos darle importancia a si otros nos tratan bien o mal; no deberíamos entrar en tales consideraciones. Mi único interés consiste en andar conforme al Espíritu. Para con los demás, yo debo ser humilde, amable y amoroso; y para con la obra, sólo sé estar ocupado y laborar. Si otros llevan la delantera, yo llevo a cabo cualquier cosa que ellos dispongan. No tengo ninguna preferencia, inclinación ni consideración. Este es el camino de la cruz.

  No vale la pena hablar de lo difíciles que son nuestras circunstancias externas. Si han de venir sufrimientos, que vengan. No entren en consideraciones. ¿Qué significan las consideraciones? Significa que hay ambición. También significa que queremos estar por encima de los demás; que queremos tener lo mejor. Entrar en consideraciones equivale a tener en alta estima nuestro yo; yo debo ser el número uno, el número dos, el tres e incluso también el último. Todo se centra en mí mismo. ¿Qué significa tomar el camino de la cruz? Significa que yo dejo de ser el número uno, y que tampoco soy el segundo ni el tercero; ni siquiera soy el último. Significa que hemos llegado a ser nada. Esto es morir. Cuando ya no haya nada de nosotros mismos, entonces todo irá bien. No habrá problemas cuando nos toque sufrir. No habrá problemas si otros hermanos o hermanas nos tratan mal o nos mal interpretan. A usted no le importará ni entrará en consideraciones al respecto. Esto es lo que significa tomar el camino de la cruz. Si aprenden bien esta lección y prosiguen en el camino de la cruz, su labor será eficaz y estará llena de bendición. Eso es todo lo que tengo que decirles esta mañana. Lo que he dicho puede resumirse en una sola frase: ya no ... yo. Cuando vayan a las aldeas a predicar el evangelio, dondequiera que estén, permitan que Cristo lo sea todo y que no haya más de ustedes. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.

  (Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipei, el 7 de marzo de 1989)

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