
Lectura bíblica: Fil. 1:19; 2:12-16; 3:9-10; 4:8, 12-13
En este mensaje examinaremos específicamente el poder de la resurrección y el ser conformados a la cruz. Todos sabemos que Filipenses es un libro que trata concretamente de cómo experimentar a Cristo; como tal, es un libro de experiencia. Aunque las verdades contenidas en él tienen un carácter profundo, son presentadas a nosotros en el contexto de la experiencia. Este libro consta de cuatro capítulos, y en la lectura bíblica hemos incluido algunos versículos de cada uno de ellos. Dichos versículos representan la esencia misma del libro. Una vez que hemos profundizado en ellos, podemos afirmar que conocemos el libro de Filipenses.
Filipenses 1:19 dice: “Por ... la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. Aquí la palabra salvación no se refiere al hecho de ser librados del castigo de Dios o de la perdición futura, sino a lo dicho en los versículos 20 y 21. Debemos ser salvos al grado de que sea “magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Así pues, la salvación revelada en Filipenses no consiste solamente en expresar a Cristo en nuestro vivir, sino también en magnificarlo en nuestro cuerpo.
Cristo, como hombre, pasó por las experiencias de encarnación y vivir humano, y finalmente fue crucificado. A los ojos humanos, todos estos procesos son muy insignificantes. Incluso hoy en día, aunque se predica el evangelio en todo el mundo, el sentir del hombre al respecto no ha cambiado. Cuando Pablo escribió el libro de Filipenses, él se hallaba encarcelado en Roma (Fil. 1:13) durante el reinado del César romano. Las personas de aquel entonces, especialmente los de la casa de César, no tenían un alto concepto de Jesús. Pero Pablo, quien sufría mucho y experimentaba muchas dificultades como prisionero, al punto de que podría ser ejecutado en cualquier momento, tuvo el valor de experimentar a Cristo y de magnificarlo delante de César y todos los que le rodeaban, o por vida o por muerte. Como resultado de que Pablo magnificó a Cristo, algunos miembros de la casa de César creyeron en Cristo y fueron salvos.
Si Pablo no hubiese magnificado a Cristo mientras era interrogado y acosado en la prisión, eso significaría que él no habría sido salvo en aquella circunstancia. No es nada fácil ser salvos en un entorno semejante al de una cárcel; esto es algo que nadie puede lograr por su propia cuenta. ¿Cómo podemos entonces ser salvos? Sólo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo podemos magnificar a Cristo, o por vida o por muerte.
En la historia y en las biografías vemos que todos los mártires, antes de morir, reciben un poder especial de lo alto. Nunca olvidaré una historia que escuché hace cincuenta años. Al norte de China, en donde está mi ciudad natal, un día conocí a un hermano que anteriormente había sido comerciante. El había abandonado su profesión para convertirse en un evangelista itinerante. Ese día le pregunté cómo había sido salvo y me contó lo siguiente.
A finales de la dinastía Ching, hubo en China lo que se llama la guerra de los bóxers. Ocho naciones formaron una expedición militar para pelear en Pekín. Durante los motines provocados, muchos cristianos fueron perseguidos e incluso murieron por creer en el Señor. En aquel entonces, el hombre del que les hablo era un aprendiz en un taller de Pekín. Cierto día, los bóxers desfilaban por las calles mientras llevaban a cristianos al campo de ejecución; los bóxers gritaban y blandían sus espadas. Era una escena aterradora. Todas las casas, incluyendo negocios, habían cerrado sus puertas. Movido por su curiosidad, este hombre miró por la rendija de la puerta, y en medio de semejante desfile vio a una joven cristiana de unos veinte años de edad, quien iba camino a su ejecución. Aunque los bóxers que la rodeaban tenían un aspecto feroz, aquella hermana cantaba y alababa con regocijo en la carreta que la transportaba al campo de ejecución. Esto no solamente produjo asombro en aquel hombre, sino que lo conmovió profundamente. El determinó hacer un estudio minucioso acerca de la religión cristiana tan pronto como terminara la rebelión, a fin de descubrir de dónde derivaba las fuerzas aquella joven. Poco después de iniciar su investigación, creyó en el Señor y decidió dejar el negocio para convertirse en evangelista. Este fue el resultado de que aquella joven magnificara a Cristo el día de su ejecución.
En la provincia de Jiangxi, muchos cristianos también murieron durante los tumultos comunistas. Un misionero occidental fue capturado y, antes de morir, pronunció una frase célebre: “El rostro de todo mártir resplandece como el rostro de un ángel”. Esto nos muestra que el Cristo que se experimenta en Filipenses, nos capacita al punto de que podamos morir como mártires. Sabemos que no hay sufrimiento más severo que ser martirizado; no hay nada más difícil que esto. Por esta razón, Pablo dijo que mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo él podía magnificar a Cristo, o por vida o por muerte.
En Filipenses 2 Pablo hace alusión, varias veces, a la sumisión. Ser sumisos es ponernos de acuerdo con lo que Dios dice. En el coro de Himnos #199, el hermano A. B. Simpson escribió: “Al calvario yo iré”. Esto es lo que el Señor ha dispuesto y ordenado para nosotros. Ya que el Señor murió en la cruz, nosotros también debemos tomar el camino estrecho de la cruz. Por un lado, la vida cristiana consiste en vivir cada día; y por otro, consiste en morir cada día. La vida matrimonial del esposo y la esposa, es una vida de “mártir”. A diario la esposa mata al esposo, y el esposo también mata a la esposa. Si durante toda su vida nadie lo ha matado y se siente orgulloso de ello, usted es un cristiano derrotado. Como cristiano, usted debe ser “martirizado”, no sólo ante el César romano, sino también ante su cónyuge. En otras palabras, permita que su cónyuge lo mate y acabe con usted.
Hoy ustedes viven en el centro de entrenamiento, y cada dormitorio es un matadero. Según el Antiguo Testamento, sabemos que al ofrecer un holocausto el primer paso era matar el animal; luego, había que desollarlo y cortarlo en pedazos; y finalmente, había que ponerlo sobre el altar para que fuera quemado hasta convertirse en cenizas. Sólo entonces sería aceptado el sacrificio y se consideraría consumada la ofrenda. Todo lo que quedaba del holocausto era un montón de cenizas. Si hoy entro a sus dormitorios y no veo cenizas, esto muestra que ustedes no han sido aún “martirizados”, que no han sido “inmolados” y que no han sido consumidos hasta convertirse en cenizas. Aún no han tomado el camino estrecho de la cruz.
En Filipenses 2:17 Pablo dijo: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. A la fe de los filipenses, Pablo le añadió la libación; y esto con el fin de animarlos al mostrarles que, aunque ellos pasaban por dificultades y padecimientos a causa de haber creído en el Señor, los sufrimientos de Pablo en la cárcel eran mayores que los de ellos. Era como si ellos fuesen el holocausto, y él la libación que se añadía a éste. Esto es lo que significa ser martirizado. De hecho, antes de que Pablo fuera martirizado físicamente, él ya había experimentado el martirio. En su sentir, él era inmolado cada día, era martirizado diariamente.
No obstante, debemos ver que este tipo de martirio es una salvación. Si ustedes en sus casas siempre ganan y nunca son inmolados, todos son un fracaso. Pero si continuamente son inmolados, aunque aparentemente están siendo aniquilados y derrotados, la realidad es que ustedes están siendo salvos.
En la actualidad, la taza de divorcios en Estados Unidos es bastante alta. Muchas personas se vuelven a casar, algunas hasta dos o tres veces, y otras incluso hasta más veces. Tenemos que darnos cuenta de que los cónyuges se separan porque ninguno de los dos quiere sacrificarse. La palabra sacrificio en chino es muy significativa. Se deriva de la palabra toro, lo cual indica que es un toro o un macho cabrío lo que se usa como sacrificio. Cuando se le da muerte al animal, el resultado es un sacrificio. Esto describe el camino de la cruz.
Hoy nuestra vida matrimonial, nuestra vida familiar y nuestra vida de iglesia son un “matadero”. No sólo debemos ser salvos mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, sino que también debemos obedecer a Dios y aprender a llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor. Pablo dijo en Filipenses 2: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor” (v. 12). La palabra “salvación” de este versículo es la misma que se emplea en el capítulo uno. En cuanto a la frase “llevad a cabo”, en el idioma original tiene el sentido de expresar en el vivir. En otras palabras, Pablo tenía la esperanza de que los filipenses expresaran la salvación en su vivir diario.
Hoy debemos ver que nuestro vivir equivale a nuestra obra. Al expresar la salvación en nuestra vida diaria, estamos llevando a cabo nuestra salvación. Una vez que el Señor Jesús entra en nosotros, El mismo es nuestra salvación; pero El aún no ha sido expresado en nuestro vivir como nuestra salvación externa. Por ejemplo, suponga que mientras usted come en el centro de entrenamiento, una hermana de la misma mesa le dice algo que la hiere mucho. Tal vez usted trate de no dar explicaciones y se esfuerce por ser paciente mientras termina de comer. Pero después de la comida, usted se va a un lugar donde nadie puede verla y comienza a llorar para desahogarse. Después de llorar, quizás usted actúe como si nada hubiera ocurrido. Esto muestra que usted no expresó la salvación en su vivir; en lugar de ello, usted manifestó su “hipocresía”.
Por consiguiente, expresar la salvación en nuestro vivir, es decir, llevar a cabo nuestra salvación, es una obra espiritual muy importante. A. B. Simpson dice en su himno: “conformado a Su muerte” (Himnos #199). Este es el requisito necesario para llevar a cabo nuestra salvación. Para llevar a cabo nuestra salvación, tenemos que ser obedientes hasta la muerte y permanecer en la muerte. Debemos obedecer en todo lo que el Señor nos ha asignado. Esto es morir. Si no morimos, no estamos siendo obedientes. Cuando se presente una situación difícil, debemos decir: “¡Alabado sea el Señor!”. Tenemos que darnos cuenta de que esto ha sido preparado por el Señor para nosotros. Debemos llevar a cabo nuestra salvación por medio de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.
En 2:13 Pablo añade: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. El Dios que se menciona aquí es el mismo Espíritu de Jesucristo mencionado en el capítulo uno. El es también el Espíritu que nos brinda la abundante suministración y opera en nosotros para que podamos cumplir Su beneplácito, lo cual consiste en que expresemos la salvación en nuestra vida diaria. No somos salvos por medio de nuestras obras, sino por el Espíritu que opera dentro de nosotros. Por medio de la abundante suministración de nuestro Dios, podemos obedecer lo que El nos asigna.
Lo que Dios ha dispuesto para nosotros hoy y la porción que El nos ha asignado en todas las circunstancias, es la muerte. Esto es especialmente cierto en nuestra vida matrimonial, y también en el cuidado y la crianza de nuestros hijos. Cuanto más muere nuestro yo, más vencemos, más espirituales somos y más capaces somos de llevar a cabo nuestra salvación.
En Filipenses 2:14 Pablo dijo: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Aunque las murmuraciones y los argumentos son dos cosas insignificantes, ciertamente son dos problemas muy reales. Es difícil encontrar una pareja que no murmuren ni argumenten entre sí. Además, hemos visto que las murmuraciones están relacionadas con la parte emotiva y que provienen principalmente de las hermanas; los argumentos tienen que ver con la mente y provienen principalmente de los hermanos. Los problemas que surgen en la vida familiar a menudo los provocan las hermanas con lo que dicen. Tan pronto abren la boca para decir algo, brotan murmuraciones. Luego, cuando los hermanos responden, lo hacen con argumentos. Quizás la vida que ustedes llevan en el centro de entrenamiento no sea muy diferente. Pero siempre que murmuremos y argumentemos, no estaremos llevando a cabo nuestra salvación.
Por eso, Pablo dijo en los versículos 15 y 16: “[Vosotros] resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida”. Quienes hemos sido salvos, somos luminares; estamos capacitados para reflejar la vida divina de Cristo y enarbolar y mostrar a otros la palabra de vida. Enarbolar la palabra de la vida de Dios también forma parte de nuestra salvación.
Filipenses 1 nos dice que ser salvos es magnificar a Cristo. Según el capítulo dos, ser salvos es expresar la salvación en nuestro vivir y enarbolar la palabra de vida. Según el capítulo tres, ser salvos es ser hallados en Cristo (v. 9). Si murmuramos o argumentamos, los demás no nos hallaran en Cristo. Tenemos que darnos cuenta de que el camino que Dios ha establecido para los cristianos es el camino de la salvación, que es también el camino de expresar y magnificar a Cristo. Y la clave para participar en todas estas experiencias, es la muerte de nuestro yo. Cuando esto suceda, otros podrán ver que somos personas en Cristo. La justicia en nosotros no será el producto de haber guardado la ley; más bien, será la justicia procedente de Dios basada en la fe (v. 9). Esto es ser salvos; esto es también magnificar a Cristo y expresar la salvación en nuestro vivir.
En Filipenses 3:10 Pablo añade: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. En este pasaje vemos algo más en cuanto al secreto para experimentar a Cristo. Uno de los secretos es el poder de la resurrección, y otro, el ser configurados a Su muerte, que equivale a ser conformados a Su cruz. En la primera estrofa de Himnos #297 dice: “Si resurrección anhelo, tengo que la cruz amar”. El poder de la resurrección es nuestras riquezas. Si usted fuera un hombre rico, gastaría su dinero con alegría. Ser conformados a la cruz es la manera en que gastamos nuestras riquezas. Este pasaje nos describe la experiencia de Pablo. Nos muestra que si no conocemos el poder de la resurrección ni vivimos en resurrección, no hay manera de que podamos morir por nuestra propia cuenta. Es el poder de la resurrección lo que nos sostiene hasta experimentar la muerte y lo que nos conduce por el camino de la cruz.
Hoy, el Espíritu Santo es la realidad de la resurrección de Cristo. Cuando vivimos en el Espíritu, vivimos en la realidad de la resurrección. La última estrofa de Himnos #297 dice: “Si me clava Dios con Cristo, por Su Espíritu a la cruz”. El Espíritu es quien nos clava. Así que, no pensemos que son nuestros colegas o nuestro cónyuge los que nos causan problemas. Más bien, es el Espíritu Santo en nosotros quien nos lleva a experimentar la muerte del Señor, a fin de que podamos ser conformados a Su muerte. Por tanto, ser conformados a la cruz es algo que se experimenta mediante el poder de la resurrección.
Es por eso que debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu, a experimentar al Espíritu y a aceptar la cruz, la cual nos mata. Si no aceptamos la cruz, sino que sólo ejercitamos nuestro espíritu, dicha experiencia del espíritu no será confiable. El verdadero ejercicio del espíritu ciertamente nos llevará a morir y ser crucificados. La cruz y el Espíritu Santo operan juntos; el uno le sigue al otro. Por una parte, debemos aceptar la cruz a fin de que el Espíritu Santo pueda llenarnos; por otra, debemos estar llenos del poder del Espíritu Santo a fin de que podamos aceptar la cruz. Los dos se complementan el uno al otro. A la luz de Filipenses 3:10 vemos que el poder de la resurrección es el Espíritu, y que ser conformados a la cruz significa morir. Este es el secreto para que experimentemos a Cristo.
Al final de la epístola de Filipenses, Pablo estaba lleno de sabiduría y mencionó seis virtudes: “Todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (4:8). Estas seis virtudes describen la humanidad apropiada de un cristiano; no obstante, solamente podemos obtener estas virtudes por medio de la cruz. Por esta razón, Pablo añadió: “En todas las cosas y en todo he aprendido el secreto ... Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (vs. 12-13). El secreto aquí consiste en experimentar la muerte y la resurrección. Somos conformados a la cruz por medio del poder de la resurrección. Nosotros expresamos la salvación en nuestro vivir mediante el Dios que opera en nosotros, y también expresamos en nuestro vivir la semejanza de Su muerte, es decir, magnificamos a Cristo mediante la abundante suministración del Espíritu.
Es necesario que veamos que experimentar a Cristo de esta manera es totalmente diferente de cultivar [la virtud luminosa], según lo enseña el confucianismo chino. No importa cuánto los confucionistas logren mejorar su conducta, ellos no tienen en su interior el poder de la resurrección, el cual es el Espíritu juntamente con Su abundante suministración. Los confucionistas solamente pueden desarrollar su conciencia, la cual poseen por naturaleza; sin embargo, esto es bastante limitado. Nosotros, por nuestra parte, obedecemos al Dios que opera en nuestro interior. Nuestra conciencia y sentir interno es el Espíritu mismo juntamente con Su abundante suministración. Al experimentar día tras día al Espíritu, expresamos una humanidad elevada en nuestro vivir.
Pablo, en una epístola tan breve como Filipenses, empleó las más excelentes y sublimes expresiones, a saber: la abundante suministración del Espíritu, el Dios que en nosotros opera, el poder de la resurrección y el Cristo que nos reviste de poder. Estas expresiones fueron usadas para mostrarles a los filipenses cómo experimentar a Cristo. Un siervo del Señor debe conocer bien estas verdades. Al mismo tiempo, necesitamos ver que ésta es la humanidad que nosotros, quienes servimos al Señor, debemos tener. Nuestra humanidad es la expresión de la obra que el Dios Triuno realiza en nosotros. En cuanto al Espíritu, El es la abundante suministración; en cuanto al Padre, El es el Dios que opera en nosotros; en cuanto al Hijo, El es el que nos reviste de poder. Al final, el Dios Triuno llega a ser nuestro poder interior en resurrección, y por medio de este poder, somos conformados a Su muerte.
El Dios que opera, el Espíritu que abastece abundantemente y el Cristo que reviste de poder, obran continuamente en mí. Al final, el Dios Triuno llega a ser en mí la resurrección misma, y como tal, me suministra diariamente el poder de la resurrección. Si vivo por este poder, indudablemente desearé ser conformado a la cruz. Finalmente, expresaré la salvación en mi vivir y Cristo será magnificado en mí. Tendré la humanidad más elevada y se hallará en mí todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable y de buen nombre.
Aunque el libro de Filipenses es breve, espero que tengan comunión detallada acerca de él. No sólo deben aprender estas verdades, sino que necesitan recibir la luz que en ellas se revela, de manera que aún desde su juventud ustedes puedan ir desarrollando una humanidad apropiada e incluso lleguen a tener la humanidad más elevada.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipei, el 21 de marzo de 1989)