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Mensajes del libro «Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La»
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CAPÍTULO NUEVE

ASUNTOS PRÁCTICOS EN EL ESPÍRITU NECESARIOS PARA LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA

  Lectura bíblica: Ef. 4:29-30; 5:18-27; 6:10-11, 18

  La última porción del libro de Efesios es una instrucción acerca de la vida de iglesia práctica. Debemos recordar que después que el apóstol Pablo presentó una visión completa de la iglesia, él ofreció una oración al final del capítulo 3 específicamente para que seamos fortalecidos en nuestro hombre interior, para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, es decir, para que pueda extenderse en todo nuestro ser, apoderarse de él y ocuparlo (vs. 16-19). Esto es una oración muy básica con respecto a la vida de iglesia. La vida de iglesia no es meramente externa en cuanto a la práctica; más bien, es algo interno. Debemos tener en mente que tenemos un hombre interior, un espíritu humano. Nuestro hombre interior tiene que ser fortalecido; luego todas nuestras partes internas serán ocupadas, poseídas por Cristo, y Él se establecerá en todo nuestro ser y lo hará Su hogar. Finalmente, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios, es decir, nos mezclaremos plenamente con Dios. Esto es algo muy básico para la vida de iglesia. Nunca podremos tener una vida de iglesia por nuestra propia cuenta, en nosotros mismos y con nosotros mismos. La vida de iglesia tiene que ser una vida en la cual nos mezclamos con Dios, en la cual nuestro hombre interior, nuestro espíritu, es fortalecido.

  Nuestro hombre interior tiene que ser fuerte. Lo que más necesita ser fortalecido no es nuestro cuerpo o incluso nuestra alma, es decir, nuestra mente, voluntad y parte emotiva. Nuestro espíritu tiene que ser la parte más fuerte; necesita ser prevaleciente, tener el primer lugar, para que todo nuestro ser se someta al hombre interior y Cristo tenga pleno control sobre él. Luego es posible que seamos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Esto significa que somos mezclados con Dios cabal, entera y completamente. Es en esta mezcla que tenemos la vida de iglesia. Esto es un asunto muy básico, y no podemos enfatizarlo demasiado. Debemos dar mensaje tras mensaje para enfatizar este único asunto: que nuestro hombre interior necesita ser fortalecido y que Cristo tiene que apoderarse de todo nuestro ser para que podamos ser mezclados con Dios y llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

LA PRÁCTICA DE LA VIDA DE IGLESIA SE LLEVA A CABO EN ESPÍRITU

  Después de la oración en el capítulo 3, el escritor profundiza en los detalles de la práctica de la vida de iglesia en el capítulo 4, los cuales son principalmente llevados a cabo en espíritu. El primer punto respecto a la práctica de la vida de iglesia es el guardar la unidad, que tiene que ver con el Espíritu (vs. 3-6). Los últimos tres capítulos de este libro no da cabida a meras enseñanzas o doctrinas. La vida de iglesia no es un asunto de enseñanza o doctrina. Es un asunto de estar en el espíritu. Si estamos en el espíritu, tenemos la unidad, pero en las enseñanzas doctrinales sólo tenemos divisiones. Nunca podremos ser uno en las doctrinas. Ni siquiera un hermano y su esposa pueden ser uno en cuanto a las enseñanzas doctrinales. Nunca podemos ser uno en las enseñanzas, pero hay una verdadera unidad en el espíritu. Si nos olvidamos de nuestra mentalidad y razonamientos naturales y tomamos cuidado del espíritu en nuestro interior, seremos uno con todos los santos que están en el espíritu.

  La unidad genuina es la unidad del Espíritu. Por lo tanto, tenemos que estar en el espíritu. Cuando estamos fuera del espíritu, estamos en división. Sencillamente somos diferentes en tantos asuntos. Por lo tanto, tenemos que aprender a estar en el espíritu. Discutir no nos ayuda para nada; sólo causa divisiones. La situación actual entre los cristianos es semejante a un panal, lleno de divisiones y compartimientos. Siempre que estamos fuera del espíritu, estamos en un compartimiento, en una pequeña división. La unidad genuina es del Espíritu, así que debemos aprender a estar en el espíritu. Casi toda la primera parte del capítulo 4 de Efesios es una instrucción acerca de la manera de guardar la unidad. La manera de guardar la unidad es estar en el espíritu.

  Este espíritu es el espíritu mezclado. El Espíritu divino y el espíritu humano ahora son uno solo. Este espíritu mezclado satura todo nuestro ser y se apodera de él. Cuando nuestro espíritu se extiende a nuestra mente, somos renovados en el espíritu de nuestra mente (v. 23). Podemos ser renovados únicamente cuando el espíritu se introduce en nuestra mente para saturarla, apoderarse de ella, poseerla y ocuparla. Nuestra mente predomina todo nuestro ser, así que el espíritu necesita tomar el control de la mente. De esta manera todo nuestro ser es renovado.

  Además, este renovar tiene mucho que ver con vestirnos del nuevo hombre. Hablando con propiedad, el nuevo hombre es el Cuerpo (2:15-16). Por lo tanto, vestirnos del nuevo hombre es sencillamente vestirnos del Cuerpo. Esto equivale a disfrutar de la vida de iglesia en el aspecto práctico. Actualmente, muchos cristianos hablan acerca de la vida de iglesia, o la vida del Cuerpo, pero ¿dónde está la vida del Cuerpo? La vida práctica del Cuerpo estriba en la renovación del espíritu de nuestra mente. A medida que somos renovados en el espíritu de nuestra mente, de forma gradual nos vestimos del nuevo hombre, es decir, gradualmente ponemos en práctica la vida del Cuerpo. Comenzamos a practicar la vida de iglesia en Los Ángeles hace unos cuantos años. Ahora podemos examinarnos a nosotros mismos. Cuánta vida de iglesia hemos experimentado depende del grado al cual hemos sido renovados en el espíritu de nuestra mente. Si tan sólo tenemos una pequeña cantidad de renovación en el espíritu de nuestra mente, experimentamos sólo una pequeña cantidad de la vida de iglesia. La vida de iglesia que disfrutamos no puede exceder el grado al cual somos renovados en el espíritu de la mente. Esto no es una mera doctrina; es muy práctico. La unidad se realiza en el espíritu, y el vestirnos del nuevo hombre, la vida del Cuerpo, también se realiza en el espíritu.

HABLAR DESDE EL ESPÍRITU CON MIRAS A QUE SE EDIFIQUE LA IGLESIA

No contristar al Espíritu Santo al hablar palabras corrompidas

  El versículo 30 del capítulo 4 dice: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios”. El apóstol Pablo, en sus escritos, era muy cuidadoso al usar palabras y términos. Este versículo habla acerca del Espíritu Santo de Dios. Tal parece que no hay necesidad de utilizar la palabra Santo; podríamos decir sencillamente: “El Espíritu de Dios”. No obstante, la santidad es la naturaleza misma de Dios, lo cual guarda relación con el versículo anterior. El versículo 29 comienza, diciendo: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. Distintas versiones traducen la palabra corrompida de diversas formas. La palabra corrompida podría significar “podrido, pernicioso, sucio, vil, contaminado o malsano”. La palabra griega tiene todos esos significados. No podemos permitir que esa clase de palabra salga de nuestra boca. Esta clase de comunicación no es santa; no ha sido apartada para Dios y no corresponde a la naturaleza santa de Dios. Hoy día el Espíritu de Dios en nosotros es el mismo Espíritu Santo. Si hablamos de manera corrompida, contristaremos al Espíritu Santo. Según estos versículos, contristar al Espíritu Santo tiene mucho que ver con nuestro hablar. El versículo 29 nos dice que no hablemos de esa forma, y el siguiente versículo nos dice que no contristemos al Espíritu Santo. Si hablamos palabras malsanas y perniciosas, contristaremos al Espíritu Santo.

Hablar conforme a la necesidad actual con miras a que se edifique la iglesia

  El resto del versículo 29 dice: “Sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. La traducción de Conybeare de este versículo usa las palabras: “Ninguna palabra asquerosa salga de vuestra boca, sino aquella que puede edificar la iglesia conforme a su necesidad, y bendiga a los oyentes”. Según el entendimiento de Conybeare, la edificación se refiere a la edificación de la iglesia. Su nota acerca de la palabra edificar dice en efecto: “Literalmente, aquello que es bueno para la edificación necesaria (‘edificar’ siempre implica ‘la iglesia’ o algún equivalente), a fin de que otorgue una bendición a los oyentes”. El entendimiento que tenía Conybeare es correcto. Lo que estaba en la mente del apóstol era la edificación de la iglesia. Colosenses 4:6 dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Debemos hablar palabras que ministren gracia a otros. Esta clase de hablar tiene mucho que ver con la edificación de la iglesia, el Cuerpo. Debemos hablar de manera que tomemos cuidado de la edificación de la iglesia.

  Efesios 4:29 dice que nuestro hablar debe ser “según a la necesidad”. La palabra necesidad también podría traducirse como “ocasión”, o “la necesidad del momento”. Cada vez que hablemos con los hermanos y hermanas en la iglesia, tenemos que tomar cuidado de la situación actual de la iglesia. Necesitamos hablar de tal forma que tomemos cuidado de lo necesario para esa ocasión con miras a la edificación de la iglesia. Podemos ilustrar esto de la siguiente manera. Si un hermano viene a hablar con nosotros, es posible que comprendamos que él tiene cierto problema con la iglesia, las hermanas, los ancianos o los jóvenes. Ésta es su situación actual, la cual tiene mucho que ver con la edificación de la iglesia. En este momento estamos en un aprieto. La manera en que hablemos con él determinará si nuestra respuesta será adecuada. Existe la necesidad de hablarle algo que satisfaga la situación actual con respecto a la edificación de la iglesia. Podríamos hablarle de manera negativa, diciendo: “Estoy de acuerdo con usted. Yo tampoco estoy contento con las hermanas”. Esto basta para “derribar la pared” en la iglesia. Al menos este hermano será derribado. No obstante, si estamos en el espíritu y bajo el control del espíritu, nuestro espíritu tendrá la unción y la sabiduría para hablar con él. Hablaremos de manera adecuada para satisfacer la necesidad de esa ocasión con miras a la edificación de la iglesia. Después de nuestra conversación, este hermano estará más edificado en la iglesia y con los otros miembros.

  Existen dos posibilidades respecto a nuestro hablar. Una es que derribemos y la otra es que edifiquemos. El significado apropiado del versículo 29 es que siempre tenemos que hablar de manera que saciemos la necesidad de la ocasión actual a fin de edificar la iglesia. La versión Berkeley usa las palabras: “Mas sólo lo que sirve bien para mejorar la ocasión”, y la versión interlineal griego-inglés del Nuevo Testamento dice en efecto: “Para el mejoramiento de la necesidad”. Esto reviste gran importancia. La edificación implica el mejoramiento de la ocasión actual. Cuando el hermano antes mencionado viene para hablar con nosotros, él presenta una necesidad de la ocasión, pues tiene un problema con la iglesia. Su situación es pobre y necesita mejorar. El mejoramiento depende de cómo le hablemos. Podríamos hablarle de forma que mejoremos la ocasión o que la empeoremos.

Hablar a partir de la unción con miras a que se edifique la iglesia

  Esta clase de hablar necesita ser en el espíritu y tiene que corresponder con la unción interior (1 Jn. 2:20, 27). De otra forma, contristaremos al Espíritu Santo de Dios, el Espíritu que es santo. A fin de hablar con otros de manera adecuada, debemos tomar cuidado de la unción interior. Deberíamos verificar si tenemos la unción interior con paz y gozo mientras hablamos. Si tenemos la unción interior con paz y gozo, es bueno que continuemos nuestro hablar, pero si tenemos el sentir interior de que el Espíritu Santo nos está examinando interiormente, y no tenemos paz y gozo, le estamos contristando. Nuestro hablar tiene mucho que ver con si contristamos al Espíritu Santo o no.

  Tenemos que reconocer que muchas veces hemos contristado al Espíritu Santo de esta forma. Muchas veces somos descuidados respecto a lo que hablamos. Es posible que hayamos sentido que no debíamos hablar de cierta manera, pero comoquiera hablamos de tal forma que ocasionamos daño a la edificación de la iglesia. Lo que decimos, nuestra propia palabra, necesita ser bueno a fin de saciar la necesidad de la ocasión actual para la edificación de la iglesia. De otra forma, nuestra palabra será malsana y perniciosa. Esta clase de palabra causa daño. Estamos aquí por causa de la edificación de la iglesia. Si no tuviésemos como meta la edificación de la iglesia, no habría necesidad alguna de reunirnos. El propósito por el cual estamos aquí es el testimonio de la vida de iglesia. La sutileza, la estratagema, del enemigo consiste en sencillamente derribar este edificio. Hay una verdadera lucha entre la edificación y la demolición. No nos quejamos acerca de algunas personas, sino que acusamos al enemigo, Satanás, que está haciendo su mejor esfuerzo por estorbar la edificación. Muchos de nosotros somos descuidados e inconscientes de cuánto Satanás ha usado nuestras bocas para derribar. Debemos aprender las lecciones.

No contar chismes, sino hablar en el espíritu para ministrar gracia y vida

  Tenemos la unidad del Espíritu y tenemos la renovación del espíritu de la mente. Ahora también necesitamos que siempre hablemos en el espíritu. Tenemos que aprender a hablar, a comunicarnos, con los santos en el espíritu, bajo el control del espíritu y bajo la unción. Si tenemos la paz y el gozo, debemos seguir hablando. De otra forma, debemos parar.

  Efesios 4:29 dice a continuación: “A fin de dar gracia a los oyentes”. Nuestra palabra, lo que decimos, puede ministrar muerte y perjuicio, o puede ministrar gracia y vida a otros. El grado al cual ministremos gracia es el grado al cual la iglesia es edificada. Si ministramos muerte al hablar, la edificación de la iglesia sufrirá daños, pero si ministramos gracia y vida por medio de nuestras palabras, será una gran ayuda a la edificación de la iglesia.

  En el griego el término traducido “palabra” aquí es lógos, el cual no sólo implica un discurso corto, sino uno más prolongado. Debemos ser cuidadosos respecto a nuestros discursos prolongados. Cada vez que el enemigo ocasiona daño a la edificación de la iglesia, le gusta utilizar los discursos prolongados. En nosotros hay una tentación natural a escuchar los largos discursos acerca de cosas negativas. A veces, mientras más negativo sea algo, más nos gusta oírlo. Esta clase de lógos no es una palabra breve, sino una ponencia. Al enemigo le gusta dar una palabra más extensa, incluso por dos o tres horas, y posiblemente tengamos el deseo interior de escucharla. Algunos ni siquiera sienten cansancio o hambre al escuchar esta clase de palabra. Están tan dispuestos a escuchar, a oír y a saber más. Cada vez que esto ocurra, tenemos que comprender que esto es una obra de demolición por parte del enemigo.

  Alguien podría venir y decir: “¿Sabes lo que ocurrió recientemente entre dos hermanos?”. De inmediato es posible que nuestros oídos estén atentos. Si nuestra esposa nos llama a desayunar, le podríamos decir al hermano: “Olvídate del desayuno. Dime lo que ocurrió”. En nosotros hay un deseo de saber estas cosas. Por otra parte, alguien podría leer Apocalipsis 21 en la mañana y decirnos que la Nueva Jerusalén es maravillosa, pero es posible que ello no nos impresione. Cuando nuestra esposa nos llama a desayunar, podríamos decir: “Vamos a comer”, pero quizás no tengamos apetito para oír acerca de la Nueva Jerusalén. Tenemos un gran apetito por los chismes, en especial por los chismes acerca de la iglesia. Cuando decimos chismes acerca de otras cosas, quizás la gente no le preste mucha atención, pero siempre que contamos chismes acerca de la iglesia, todo oído queda atento. Aprendí esto por medio de muchas experiencias que me lo confirmaron en el pasado. Esto causa mucho daño y demolición. Repito, no me estoy quejando acerca de alguna persona. Más bien, aborrecemos al enemigo, y odiamos ver cómo el utiliza las bocas descuidadas para derribar la iglesia.

  Esta clase de hablar no sólo derriba, sino que también arruina los materiales dedicados para el edificio. No podemos utilizar piezas de vidrio roto para hacer un vaso. Una vez el material se rompe, queda acabado. Es posible que no nos percatemos de que algunos materiales ya han sido dañados por nosotros, y quizás nunca puedan ser recobrados. El edificio ha sufrido daños y algunos materiales se han quebrado. Es por esto que el apóstol Pablo habló tal palabra en las epístolas que escribió a los efesios y colosenses. Tenemos que ser cuidadosos con lo que hablamos, con nuestro lógos. Lo que decimos tiene que ser bueno para saciar la necesidad de la ocasión con miras a la edificación de la iglesia al ministrar gracia a los oyentes. Esto también es un asunto que se realiza en el espíritu.

SER LLENOS EN EL ESPÍRITU

  En Efesios 5:18-21 hallamos nuevamente el espíritu. Estos versículos dicen: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu, hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo; sujetos unos a otros en el temor de Cristo”. Según la gramática de esta oración, ser llenos en el espíritu tiene que ver con hablar, dar gracias y estar sujetos unos a otros.

Estar sujetos unos a otros al ser llenos en el espíritu

  Los versículos del 22 al 24 continúan diciendo: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es Cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del Cuerpo. Mas, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Podemos estar sujetos unos a otros al ser llenos en el espíritu. Cuando estamos en el espíritu, estamos dispuestos a someternos unos a otros. En el yo nadie se somete a los demás. La sumisión se efectúa en el espíritu. Según el contexto de estos versículos, si no hablamos, cantamos y damos gracias al Señor, nunca estaremos sujetos a otros. Debemos estar alegres en el espíritu. De no ser así, sólo seremos rebeldes.

  Este pasaje menciona cuatro cosas: ser llenos en el espíritu; hablar con salmos, himnos y cánticos espirituales; dar gracias al Señor; y estar sujetos unos a otros. Sin ser llenos en el espíritu al alabar y dar gracias, nadie puede estar sujeto a otros. Sólo al estar alegres podemos estar sujetos. Cuando una hermana está enojada, no querrá y no podrá someterse a su esposo. Un esposo sabe que no puede esperar sumisión cuando su esposa está enojada. Si él es sabio, verificará si ella está contenta o no, y esperará hasta que su boca esté llena de acciones de gracias y alabanzas. Entonces ella se someterá.

  La sumisión proviene de ser llenos en el espíritu. Cuando somos llenos en el espíritu, estamos llenos de alabanzas y acciones de gracias al Señor. En este momento somos capaces de someternos a todos y estamos dispuestos a hacerlo. En la iglesia hay una verdadera necesidad de sumisión. Un edificio tiene que ser vertical, no plano y horizontal. Si digo que no quiero estar debajo de usted, y usted dice que tampoco quiere estar debajo de mí, entonces somos “planos” y no puede haber edificación alguna. A fin de edificar algo verticalmente, es necesaria la sumisión. Necesito estar debajo de usted, usted tiene que estar debajo de alguien más, y él necesita estar debajo de incluso otra persona. Esto es la sumisión apropiada. Algunos podrían preguntar: “¿Por qué tengo que estar bajo esa persona?”. Hacer esta pregunta equivale a formar un signo de interrogación, que es la forma que toma una serpiente cuando se levanta. Los signos de interrogación en la vida de iglesia son una señal de la serpiente. Esto es un daño verdadero; es venenoso. En la vida de iglesia existe la necesidad práctica de la sujeción. Cuando nos sujetamos unos a otros, podemos ser edificados.

Recibir la palabra en espíritu para ser lavados por el agua en la palabra

  Los versículos del 25 al 27 dicen: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola por el lavamiento del agua en la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin defecto”. El versículo 26 habla acerca del lavamiento del agua en la palabra. Es por medio de este lavamiento que la iglesia es santificada y lavada, y que es purificada de todas las manchas y arrugas. En la vida de iglesia hoy la suciedad no ocasiona mucho daño. No importa si mi mano está sucia o si tiene pintura en ella, pues en un corto tiempo puedo limpiarme de todo esto al lavarme las manos. No obstante, las manchas tienen que ver con la vida natural y las arrugas están relacionadas con la vejez, de manera que ni siquiera el mejor jabón las puede quitar. Hoy día el enemigo ocasiona muchas manchas y arrugas en la iglesia. Él hace lo mejor que puede para causar una gran cantidad de vejez. Nos hemos estado reuniendo por tan sólo dos años y medio, pero es posible que algunos ya hayan llegado a ser viejos. Nada excepto la vida interior puede hacerse cargo de todas estas manchas y arrugas.

  Santificar y lavar tienen que ver con la palabra. El lavamiento del agua en la palabra tiene que ver con la vida que es ministrada a nosotros por medio de la palabra. En la palabra de Dios siempre existe el elemento de la vida. Cuando estamos en el espíritu y leemos la palabra, la palabra nos ministra vida, y esta vida es el agua que nos limpia de todas las manchas y arrugas. Cuando tomamos la palabra por nuestro espíritu, ésta viene a ser vida, y esta vida es el agua que lava. La palabra puede ser vida para nosotros sólo cuando se recibe en el espíritu. En Juan 6:63 el Señor dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Cuando recibimos la palabra en nuestro espíritu, ésta viene a ser espíritu para nosotros. Luego nos ministra vida, y esta vida en nuestro interior es el agua que lava, la cual nos santifica y nos limpia de todas las manchas y arrugas. Todo esto es un asunto que ocurre en nuestro espíritu.

  Si tenemos un problema con un hermano, nunca lo podremos solucionar al hablar y razonar. Podríamos pensar que debemos aclarar el malentendido, pero cuanto más intentemos aclararlo al hablar, más se complicará. Nunca podemos explicar algo de manera suficientemente clara una vez que ocurre un problema. Más bien, ése es el concepto humano, e incluso es una tentación de parte del enemigo. La única manera de salir de esta situación es olvidarnos de nuestro razonamiento y volvernos de nuestra mentalidad natural en el alma y acudir al espíritu. Luego el espíritu efectuará una solución. Siempre y cuando estemos en la mentalidad, el razonamiento, discutiendo e intentando convencer a otros, la palabra del Señor no será vida para nosotros cuando la leamos. No importa cuántos capítulos leamos, no habrá vida. Es sólo cuando nos volvemos al espíritu y luego venimos a la palabra que recibimos vida. Por lo tanto, la manera en que podemos ayudar a otros es ayudarles a volverse de su mente al espíritu.

  Si alguien viene a nosotros para razonar y discutir, podríamos ser tentados a convencerle por nuestros propios razonamientos. Si hacemos esto, seremos atrapados por el enemigo. Esto es la manera natural y equivocada. Debemos aprender la lección de cómo ayudar a esta clase de persona. Una vez que nos percatemos de que está en su mente, deberíamos ayudarle a volverse de su mente a su espíritu. Si se vuelve a su espíritu y luego regresa a la palabra, la palabra le dará vida. Luego esta vida lo limpiará de toda mancha y arruga. Las manchas y arrugas únicamente pueden eliminarse al ser lavadas por la vida. De esta manera la iglesia será santificada y limpiada de todas las manchas y arrugas porque toda la muerte habrá sido sorbida por la vida. Entonces la iglesia será santa y sin defecto. Esto también es algo que se realiza en el espíritu.

ORAR EN EL ESPÍRITU PARA PELEAR LA GUERRA ESPIRITUAL

  Los versículos 10 y 11 de Efesios 6 dicen: “Por lo demás, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las estratagemas del diablo”. Luego el versículo 18 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. El último aspecto visto en Efesios es la guerra espiritual, y la clave, el secreto, de esta guerra es el espíritu. Debemos saber cómo orar en el espíritu. Si hay algún problema entre los santos, no deberíamos tratar con ello directamente. Al contrario, tenemos que aprender a orar en el espíritu para pelear la batalla. Es por medio de toda oración y petición en el espíritu, no al hablar y razonar, que todos los problemas son solucionados.

Ser fortalecidos en el espíritu y evitar la tentación de escuchar problemas

  Debemos orar en el espíritu. Cuando confrontamos una situación difícil, deberíamos mantenernos enteramente alejados de los problemas allí. Incluso si las personas se acercan a nosotros para decirnos los problemas debemos cerrar nuestros oídos y no escuchar. Ésta es la mejor manera de proceder. No obstante, vuelvo a decir que existe la tentación natural de excavar todos los problemas. Cuando vamos a cierta localidad, es posible que nos guste saberlo todo. Esto es una verdadera tentación, y no sirve de ayuda para nosotros o la iglesia allí. Cuanto más lleguemos a ser “sordos, ciegos y mudos” en una situación, mejor. Nuestro espíritu debe ser fuerte. Si lo es, no habrá necesidad de que alguien nos diga los problemas. Quizás no sepamos los detalles, pero en nuestro espíritu conoceremos la situación en principio.

Hablar y razonar nunca funcionan para solucionar los problemas en la vida de iglesia

  Nunca podemos solucionar problemas al hablar de ellos. En toda mi vida, nunca he visto un solo problema que haya sido resuelto hablando de ello. Esto solamente desperdicia nuestro tiempo y nos involucra de manera equivocada. La única forma de pelear la batalla es orar en el espíritu. Es por esto que siempre que voy a otros lugares, me cierro a oír las cosas negativas. No me gusta oír y saber estas cosas. No podemos ayudar a las personas al oír esta clase de hablar. Hermanas, si ustedes saben que ciertas hermanas tienen un problema, no acudan a ellas para hablar. Si ustedes van a hablar con ellas, se involucrarán en ello. Permitan que hablen entre ellas mismas. Cuando sus habladurías quemen todo su combustible natural, el fuego se apagará por sí solo. No se añadan como más combustible al fuego. Es insensato lanzarse a su fuego como material para ser quemado. Muchos que hacen esto aún no están satisfechos. Ellos llaman a otros santos para lanzarse al fuego con ellos de forma insensata. Entonces, en vez de haber tres pedazos de “leña”, hay seis o siete. Luego cuando los primeros tres se han apagado, el fuego sigue ardiendo con el material nuevo, y ustedes mismos llegan a ser el material que se quema. Esto es un verdadero problema en la iglesia.

  Manténganse alejados de esta quema. Permitan que la “leña” se queme a sí misma. Esta clase de hablar no puede durar mucho tiempo. Después de varios años aquellos que están involucrados verán la necesidad de parar. He aprendido este secreto en el pasado, así que se lo paso a ustedes. No sean engañados. Nunca podremos solucionar los problemas al hablar de ellos. No desperdicien el tiempo, y no se ocasionen daño a ustedes mismos al llegar a ser material para el fuego. Antes bien, debemos orar en el espíritu.

INSTRUCCIONES RESPECTO A LA VIDA DE IGLESIA QUE SE PRACTICA EN EL ESPÍRITU

  Debemos guardar la unidad del Espíritu, ser renovados en el espíritu de nuestra mente, y no contristar al Espíritu, sino más bien hablar las cosas que son buenas para la edificación de la iglesia. Además, tenemos que ser llenos en el espíritu para estar sujetos unos a otros y orar en el espíritu para pelear la batalla. Si estos cinco puntos fueran eliminados de los últimos tres capítulos de Efesios, estos capítulos carecerían de sentido. Estos cinco puntos relacionados con el espíritu son vitales para este pasaje de la Palabra, el cual habla acerca de la práctica de la vida de iglesia. Esto comprueba que la vida de iglesia es completamente algo que se lleva a cabo en el espíritu. Si verdaderamente practicamos la vida de iglesia, todos debemos aprender la lección de volvernos al espíritu, así a solas como con otros. Es sólo en el espíritu que la vida de iglesia puede llevarse a cabo y todos los problemas pueden solucionarse. No hay otra manera.

  Necesitamos aprender a estar en el espíritu, ejercitar el espíritu y hablar en el espíritu. También debemos aprender a olvidarnos de nuestra mentalidad natural, nuestros razonamientos y nuestro hablar. La mente caída y la boca obran en conjunto demasiado. Tenemos que aprender a darles a estas dos un divorcio. Entonces sabremos cómo ejercitar el espíritu, y la boca que dice chismes llegará a ser una boca que alaba y da gracias. Nuestra boca estará llena de salmos, himnos, cánticos espirituales y acciones de gracias. Podemos testificar a partir de nuestra experiencia que cuanto más hablemos a manera de chisme, más difícil es predicar. Luego de dos horas de hablar es posible que no podamos orar por varios días. No obstante, cuanto más detenemos nuestro hablar y nos olvidamos de nuestros razonamientos y nuestra mentalidad caída, más estamos llenos de alabanzas. A veces podríamos incluso alabar con lágrimas y decir: “Señor, te alabo. ¡Aleluya!”. Entonces también oraremos, no principalmente por nosotros mismos sino por otros y por la iglesia. Estaremos en el espíritu genuinamente. Todos debemos ver que la vida de iglesia no es una vida de enseñanza o razonamiento, sino una vida en el espíritu. No podemos superar nuestros malentendidos al razonar. Si aprendemos a volvernos de nuestra mente al espíritu, todo mejorará, no por medio de la mente, sino en el espíritu. Todos debemos aprender esto.

  Quisiera pedirle a usted que pase algún tiempo con el Señor para revisar todos los asuntos relacionados con la práctica de la vida de iglesia según se presenta en los últimos tres capítulos y medio de Efesios. También, debería orar mucho mientras lee estos capítulos de Efesios y los mensajes que hemos hablado aquí. Esto llegará a ser una gran ayuda para nosotros y otros recibirán ayuda por medio nuestro. Entonces todos lograremos comprender la manera adecuada de tener la vida de iglesia. Estos mensajes han sido dados en forma de instrucciones para que podamos ver la manera apropiada de experimentar la vida de iglesia. Necesitamos ser fortalecidos en el hombre interior. Esto es el fundamento básico para la vida de iglesia. Entonces el espíritu se extenderá a nuestra mente para renovarnos, y aprenderemos a hablar con otros bajo el control del espíritu, no contristando al Espíritu, sino edificando la iglesia.

  De ahora en adelante, cada vez que hablemos algo que ocasione daño a la edificación de la iglesia, es menester que sintamos que estamos contristando al Espíritu Santo y, por ende, no deberíamos tener paz. Ahora más que nunca debemos tomar cuidado de lo que hablamos. Nunca podemos hablar algo que pueda ocasionar daño, incluso si parece ser bueno en cierto modo. No importa si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto. Lo que importa es si ello edifica o derriba. Nuestro hablar necesita tener como finalidad la edificación. Si hablamos de esta manera, el Espíritu Santo en nosotros estará alegre; de no ser así, estará contristado. Además, tenemos que aprender a ser llenos en el espíritu y tener alabanzas, acciones de gracias y sujeción los unos a los otros a través del Espíritu que nos llena. Finalmente, debemos aprender a orar en el espíritu.

  Todo lo anteriormente mencionado son pasajes claves en la última parte del libro de Efesios, lo cual nos muestra la manera apropiada de experimentar la vida de iglesia. Si descuidamos estos pocos puntos, no tendremos la manera de edificar la iglesia, no importa cuánto conocimiento tengamos. Además, tenemos que recordar que ninguno de los dos libros importantes que tratan acerca de la Cabeza y el Cuerpo —Colosenses y Efesios— enfatizan las meras doctrinas, formas o dones. Antes bien, enfatizan el fortalecimiento de nuestro hombre interior, la renovación de la mente por el espíritu, andar y hablar en este espíritu, y ser llenos en espíritu. Esto es algo de la vida interior. Es de esta manera que llevamos la vida de iglesia.

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