
Lectura bíblica: Jn. 14:23; 15:5; Gá. 2:19-20; 5:2, 4; 6:15
El plan eterno de Dios consiste en forjar a Cristo en nosotros. Cristo es la corporificación de Dios. Por tanto, cuando Cristo es forjado en nosotros, es Dios mismo quien viene a nosotros a fin de ser nuestra vida. En Génesis capítulos uno y dos se revela claramente que Dios creó al hombre con este único propósito. Dios deseaba que el hombre fuera Su vaso a fin de poder entrar en el hombre y ser su vida. Sin embargo, el hombre cayó. El hombre cayó debido a que en lugar de recibir a Dios como vida, recibió otra cosa. Dios quería que el hombre recibiera la vida, pero en lugar de ello, el hombre recibió el árbol del conocimiento del bien y del mal.
El árbol de la vida es sencillo, pues es sencillamente vida. Pero el árbol del conocimiento del bien y del mal es complicado, ya que incluye el conocimiento, el bien y el mal. A los ojos del hombre, el mal es algo indeseable, mientras que el conocimiento y el bien son dignos de toda nuestra aspiración. A todos les gusta tener el conocimiento y el bien. Si no tenemos conocimiento, otros pensarán que somos ignorantes, y si no somos buenos, los demás nos despreciarán.
Desde el principio del tiempo hasta el presente, la existencia del linaje humano ha dependido de estas dos cosas: el conocimiento y el bien. Inmediatamente después de nacer, empezamos a recibir conocimiento. Cuando aún éramos pequeños, nuestros padres nos enviaron al jardín infantil; después nos enviaron a la escuela primaria; luego, a la secundaria; y posteriormente, a la universidad. Hoy en día no es suficiente obtener sólo un diploma universitario, por lo cual se hace necesario cursar estudios de postgrado a fin de obtener un master, y después, un doctorado. Para algunos, incluso, ni siquiera esto basta; así que procuran obtener dos o más doctorados. El conocimiento es lo que la gente del mundo desea y persigue actualmente. El conocimiento es lo que da sentido a su vida humana y es su futuro mismo. A los que poseen más conocimiento se les considera de una clase superior, mientras que a los que no lo poseen, se les considera de una clase inferior. La sociedad humana, en su totalidad, vive en función del conocimiento.
Además del conocimiento, tenemos la cuestión del bien. El hombre debe vivir conforme a la moralidad y la ética para ser bueno. Más detalladamente, eso significa ser amables, amorosos, humildes, pacientes, mansos, y estar dispuestos a ceder ante otros a causa de la humildad. “Ceder ante otros a causa de la humildad”, es una virtud de los chinos. En los idiomas del mundo occidental no se puede traducir apropiadamente esta frase. Por ejemplo, si tuviéramos aquí disponible un asiento y medio, ¿se sentaría usted en la mitad del asiento o en el asiento completo? Por lo general, los europeos y los americanos se rigen siempre por la ley. Si la ley dice que a una persona le corresponde la mitad de un asiento, entonces ellos aceptarán la mitad del asiento; pero si la ley dice que le corresponde un asiento completo, entonces aceptarán todo el asiento. Todo lo que por ley le corresponda a una persona, ella no estaría dispuesta a cederlo ni a sus propios padres. Los occidentales no saben lo que significa ceder ante otros a causa de la humildad, y por tanto, dicha frase no se encuentra en sus diccionarios. Sin embargo, ceder ante otros es una virtud tradicional entre los chinos. Si aquí hubiera disponible un asiento y medio, un chino cedería no sólo el asiento, sino también la mitad del otro asiento. Los orientales, y especialmente los japoneses, le dan mucha importancia al hecho de ceder ante otros. ¿Es esto bueno? Por supuesto que es muy bueno. Se trata de una de las mejores virtudes. En lo que a virtudes se refiere, los chinos y los japoneses cuentan con las virtudes más elevadas. Los occidentales sólo saben reclamar sus propios derechos, pero no saben transigir ante otros. Por tanto, la cultura oriental es superior. Los orientales son un pueblo muy culto. Sin embargo, ésta es la bondad que proviene del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Hoy en día, las tres cosas a las cuales la sociedad humana le presta más atención son el conocimiento, el bien y el mal. Las personas de todos los países y sociedades están llenas del conocimiento, del bien y del mal. El mal es rechazado, mientras que el conocimiento y el bien son exaltados. ¿En qué consiste la cultura humana? En el desarrollo del conocimiento y en la propagación del bien. En la cultura humana se encuentra la tecnología, la filosofía y la religión. La tecnología y la filosofía propagan el conocimiento, mientras que la religión promueve el bien y exalta la moralidad. Además, la ley restringe a las personas de cometer pecados. En China, hay un dicho que dice: “atar a la gente con el lazo de la ley”, es decir, someter a juicio a alguien. La ley es como un lazo que ata a las personas; por tanto, la ley restringe a la gente.
Considere a las Filipinas hoy en día. Si quitáramos la tecnología, la filosofía, la religión y la ley, ¿qué clase de personas serían los filipinos? Se volverían bandidos, ladrones o como bestias salvajes. Esto no sólo se aplica a las Filipinas, sino también a cualquier otro país del mundo. Por tanto, no se puede prescindir de estos cuatro elementos. La tecnología, la filosofía, la religión y la ley son elementos necesarios en la cultura humana. Cuanto más fuerte sea un país en estos cuatro aspectos, mayor será su poderío nacional.
No obstante, debemos entender que estos cuatro elementos son sustitutos de Cristo. Quisiera pedir a tres jóvenes que suban a la plataforma para hacer una demostración de esto. Estos tres hermanos jóvenes son salvos. ¿Tienen ellos a Cristo? Desde luego que sí. Sin embargo, ¿conforme a qué viven ellos diariamente? Ellos viven por Cristo, pero sólo durante un poco de tiempo al día. Quizás mientras oran en casa, ellos entran en su espíritu y viven por Cristo. Asimismo, durante las reuniones, cuando ellos se olvidan de sus propios pensamientos y sentimientos, ellos viven por Cristo. Sin embargo, la mayor parte del tiempo ellos no viven en el espíritu ni viven por Cristo. En ocasiones, sus ojos se distraen y su mente divaga. Comienzan a fijarse que los ancianos no son tan buenos, que los hermanos son peores y que las hermanas son aun más decepcionantes. En las reuniones ellos observan, juzgan y critican a otros. Por esta razón, en ocasiones, ni siquiera en las reuniones ellos viven por Cristo. ¿Conforme a qué viven normalmente estos tres hermanos? Primero, ellos viven conforme a la tecnología. Es posible que ellos se consideren jóvenes de la era espacial, y por ende, piensan que no podrían vivir sin la tecnología o el conocimiento. En segundo lugar, ellos viven conforme a la filosofía. Tal vez ellos digan: “Nosotros somos chinos nacidos en las Filipinas, y contamos con la filosofía china y también con la filosofía filipina. Tenemos una filosofía que combina los elementos orientales y occidentales”. En tercer lugar, estos hermanos viven conforme a la religión. Su religión, la cual es las iglesias locales, es de primera clase y la más culta que existe. En cuarto lugar, viven conforme al bien, a la moralidad y a la ética. Ellos tienen todos estos elementos, e incluso los tienen en dos niveles. Un nivel conlleva características éticas chinas, como son la mansedumbre y la paciencia. Consideren el signo chino que significa paciencia: es un cuchillo afilado que está clavado en el corazón. Esto es la paciencia. Además, estos hermanos están dispuestos a ceder ante otros. Otro nivel consiste en que ellos nacieron en una familia cristiana y se criaron en el ambiente de una iglesia local. Ellos no sólo poseen moralidad, sino también conocimiento acerca de la Biblia. Así que, típicamente ellos viven conforme a estos cuatro elementos: la tecnología, la filosofía, la religión y la ética.
Ahora bien, si yo le preguntara a uno de ellos: “Hermano, ¿fuiste al cine la semana pasada?”, él me respondería: “No”. Luego yo le preguntaría: “¿Por qué no?”, y él diría: “Porque no hubo ninguna película buena”. ¿Escucharon lo que él dijo? El dice que no fue al cine porque no había ninguna película que valiera la pena. El piensa que las películas no son buenas y las menosprecia debido a que él es una persona muy rica en conocimiento. Pero si estas películas se exhibieran a un grupo de campesinos, ellos pensarían que son fabulosas. Sin embargo, este joven tan culto no va a verlas porque considera que dichas películas están muy por debajo de su nivel. Si yo le preguntara al segundo hermano: “¿Por qué no va al cine?”, él me respondería: “Cuando voy al cine me siento muy incómodo, y por eso mejor no voy”. Esto aparentemente tiene que ver con Cristo. Pareciera que es Cristo en él quien no le permite ir al cine. Tal vez las dos primeras veces que va al cine, su sentimiento de incomodidad se deba a Cristo; no obstante, las siguientes veces tal vez se deba a que teme que no sería apropiado si otros lo vieran en el cine. Puede ser que sienta que, como él está en la iglesia, no debería entrar en un teatro. Quizás tenga una norma de lo que es ser cristiano, y por tanto, piensa que sería inapropiado ir al cine y no tendría paz en su corazón de ir allí. Ahora, si le preguntara al tercer hermano: “¿Por qué no va usted al cine?”, él me respondería: “Porque ésa es la práctica que tenemos en la iglesia local”. ¿Escucharon que dijo que no ir al cine es una práctica de la iglesia local? Ya que él es un buen hermano en la iglesia local, ¿cómo podría ir al cine? En cualquier caso, todos ustedes han escuchado lo que estos tres hermanos han dicho. Ninguno de ellos dijo que no iba al cine porque Cristo vivía en él.
Ahora, si yo le preguntara a una hermana: “¿Pelea usted con su esposo?”, ella tal vez me respondería: “A veces quiero discutir con él, pero después de pensarlo un poco siento que sería mejor no hacerlo”. Supongamos que yo le dijera: “Por favor, explíqueme por qué siente usted que sería mejor no hacerlo”, a lo cual ella contestaría: “Se debe a diferentes razones. En primer lugar, no es apropiado pelear en frente de los niños”. Hermanos y hermanas, creo que pueden ver que esta hermana está viviendo a sus hijos y no a Cristo. Supongamos que ella continúa dando explicaciones: “La segunda razón es que tenemos a algunos hermanos jóvenes a nuestro alrededor, y sería inapropiado pelear delante de ellos”. De nuevo podemos ver que esta hermana vive a los jóvenes en lugar de vivir a Cristo. Luego, quizás añada: “La tercer razón, es que en ocasiones es verdaderamente Cristo que vive en mí”. Hermanos y hermanas, ¿pueden notar que vivir a Cristo no se menciona al principio, sino al final? Aun podría darles otra razón. Quizás ustedes piensan de esta manera: “Ahora que estoy en la iglesia y vivo la vida de iglesia, ¿cómo podría yo argüir con mi esposo? Esto sería verdaderamente indecoroso. Por tanto, yo debo dar buen ejemplo y no pelear”. ¿Es esto vivir a Cristo? No, esto es simplemente un vivir religioso. Creo que ahora todos entienden claramente lo que quiero decir. No piensen que sólo esta hermana sea así; todas las hermanas son iguales. Ni siquiera los hermanos son diferentes.
Hay algunos ancianos que son muy impetuosos. Ellos hablan, actúan, deciden y tratan los asuntos de una manera precipitada; como resultado, lastiman a otros. Hay otros ancianos que tienen mucha experiencia; ellos lo hacen todo de una manera lenta, a fin de no herir o lastimar a otros. Cuando se les pregunta sobre algo, ellos responden: “Espere un minuto, permítame orar acerca de ello; no puedo darle una respuesta hoy”. Sin embargo, esto es vivir la sabiduría y no a Cristo. Día tras día leemos mucho acerca de Cristo, le oramos mucho a Cristo y oímos mucho acerca de El, pero no vivimos mucho por El.
A lo largo de los siglos, han existido muchos sustitutos de Cristo. Quizás deberíamos llamarlos reemplazos de Cristo. Muchas cosas han reemplazado a Cristo, las cuales he clasificado en dos grandes categorías. La primera categoría incluye cosas que provienen de Dios. Esto definitivamente los sorprenderá y hará que se pregunten cómo es posible que las cosas que Dios nos da puedan convertirse en sustitutos de Cristo. Dos de estos sustitutos son los más obvios. El primero es la Biblia misma. Muchos cristianos han hecho de la Biblia un reemplazo de Cristo. El Señor Jesús en una ocasión les dijo a los fariseos: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). En la actualidad hay muchos teólogos y cristianos que leen y estudian la Biblia, pero no están dispuestos a tener contacto directo con Cristo en su espíritu. Han hecho de la Biblia un reemplazo de Cristo, e incluso ponen a un lado a Cristo.
El segundo sustituto de Cristo es la ley. La ley mosaica fue dada por Dios, pero los judíos reemplazaron a Cristo con la ley. La razón por la que Pablo escribió la epístola a los Gálatas fue que, después de haber creído en el Señor, los creyentes gálatas regresaron a la ley y reemplazaron a Cristo con ella. Era como si Pablo les estuviera diciendo: “Oh gálatas, puesto que creísteis en Cristo, ahora ciertamente estáis en El. Todas las riquezas y gracia de Cristo vinieron a ser bendiciones vuestras; sin embargo, ahora vosotros habéis regresado al judaísmo para guardar la ley. Oh gálatas, quiero deciros que si vosotros regresáis a la ley, entonces os habéis separado de Cristo y habéis caído de la gracia. Eso significa que habéis quedado desligados de Cristo y habéis sido reducidos a nada”.
En el idioma original, Gálatas 5:4 implica: “Cuando fuisteis salvos, vosotros entrasteis en Cristo. Dios os injertó en Cristo. Así, todas las riquezas de la vida de Cristo, quien es el árbol, vinieron a ser vuestras bendiciones, de vosotros que sois las ramas. Sin embargo, puesto que volvisteis a la ley, perdisteis vuestra posición. Fuisteis reducidos a nada y perdisteis por completo toda la rica gracia de Cristo. Por consiguiente, habéis caído de la gracia de Cristo. Habéis sido privados de la gracia y de todas las riquezas que hay en Cristo”. La ley fue dada por Dios para ser usada temporalmente por El, hasta que Cristo viniera. Ahora que Cristo ha venido, la ley debe ser desechada. Ustedes deben permanecer en Cristo solamente y no regresar a la ley.
Tal vez ustedes dirían: “Hoy no tenemos nada que ver con la ley”. Sin embargo, debo decirles que aunque ustedes ya no tengan la ley dada por Moisés, sí tienen leyes que ustedes mismos han elaborado. Especialmente aquellos cuya voluntad es muy firme, tienen sus propias leyes y dicen: “Yo no hago esto; yo no hago aquello; yo soy una persona que tiene un buen comportamiento. Mi voluntad es firme, mi mente es sobria y mis emociones son equilibradas; por tanto, yo tengo una norma número uno, otra norma número dos y otra número tres. Esta es mi vida humana”. Esta es la ley de ellos, pero dicha ley no es Cristo. Así que, la Biblia y la ley se han convertido en sustitutos de Cristo.
Incluso hoy en día los dones han venido a ser reemplazos de Cristo. Algunos hablan en lenguas, otros practican los dones de sanidad y otros practican aun más dones. Aunque estas cosas han sido dadas por Dios, pueden convertirse en reemplazos de Cristo.
La segunda categoría de sustitutos de Cristo proviene de la cultura humana. No existe ninguna nación sin cultura. El libro de Colosenses hace frente al problema de la cultura. En aquel tiempo los creyentes habían caído totalmente en la cultura. Colosas estaba en Asia Menor, y entre los colosenses algunos eran judíos y otros eran griegos. Los judíos tenían su filosofía religiosa y los griegos tenían su filosofía gnóstica. Estas dos filosofías se entremezclaron y formaron la filosofía de Colosas, la cual los creyentes colosenses recibieron y por medio de la cual ellos vivían y andaban. Por eso, Pablo dijo: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El ... Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:6, 8). Según la Biblia, toda filosofía es algo elemental. Aunque los chinos hablan del aprendizaje supremo, con todo, se trata de algo elemental. Por tanto, la filosofía y las tradiciones referidas en estos versículos pertenecen a la sociedad humana. En los primeros días, estas cosas invadieron a la iglesia en Colosas y reemplazaron a Cristo.
Entre nosotros hay chinos, japoneses, indonesios y filipinos. Examínense a ustedes mismos. ¿Están viviendo a Cristo, o están viviendo como chinos, japoneses, indonesios o filipinos? Yo sé que aun entre los hermanos y hermanas chinos que viven en el extranjero, los que están en las Filipinas tienen un sabor, los que están en Indonesia tienen otro sabor, los de Malasia tienen un tercer sabor e incluso los de Tailandia tienen un cuarto sabor. Aunque sólo un puente separa a Malasia de Singapur, aun así los sabores que uno percibe en ambos lados no son iguales. Todos ustedes viven según los diversos sabores de los chinos que están en el extranjero, pero no viven a Cristo.
Tomemos como ejemplo a tres hermanos de Japón, a tres hermanos de Indonesia y a tres hermanos de las islas del sur de las Filipinas. Todos estos hermanos son salvos, y Cristo está en ellos. Tienen una misma Biblia y cantan los mismos himnos. Sin embargo, perdónenme que les diga que ellos raramente viven a Cristo. ¿Qué viven ellos? Los primeros tres viven a Japón, los otros tres viven a Indonesia y los últimos tres viven a las Filipinas. El Cristo que vive en ellos no es quien les dirige. En ocasiones ellos viven a Cristo, pero sólo de vez en cuando, porque dentro de ellos hay cosas que reemplazan a Cristo. ¿Cuáles son estos sustitutos? La cultura japonesa, la cultura indonesia y la cultura del sur de las Filipinas. Estas diferentes culturas se han arraigado profundamente en ellos y han llegado a formar parte de cada célula de su ser. Aunque amamos al Señor y decimos que vivimos por El, en realidad, en lugar de vivir al Señor vivimos nuestra propia cultura. Sin que nos demos cuenta, vivimos nuestra cultura.
El hecho es que no sólo cada región o cada pueblo tiene su propia cultura, sino que aun todos nosotros como individuos hemos inventado nuestra propia cultura. Recuerden a los tres hermanos japoneses. Ellos son auténticamente japoneses, pero cada uno de ellos tiene su propia filosofía y cada uno de ellos tiene su propia cultura. Si usted le pide a un hermano que brinque, lo hará con facilidad; en cambio, si le pide a otro hermano que haga lo mismo, no lo hará aun si usted lo amenazara con matarlo. Los tres hermanos son salvos; Cristo está en cada uno de ellos; todos tienen la misma Biblia, cantan los mismos himnos y proclaman las mismas frases. Sin embargo, cada uno de ellos vive su propia cultura, debido a que cada uno de ellos se está viviendo a sí mismo. Además de dormir ocho horas diarias, todavía les quedan otras dieciséis horas del día. Cuando mucho ellos pasan una hora en el espíritu, tiempo en el cual se olvidan de Japón y de sí mismos, y verdaderamente viven a Cristo. Sin embargo, aparte de este breve tiempo, ¿qué es lo que ellos viven? Ellos viven la tecnología, la filosofía, la religión de la iglesia local y sus propias normas de moralidad, pero no viven a Cristo.
Hermanos y hermanas, por favor piensen por un momento si entre ustedes hay alguno que no tenga una cultura elaborada por él mismo. En ocasiones uno escucha a algún hermano decir: “Aquel hermano no debería haber hecho eso, y aquella hermana no debería haber hecho aquello. No me jacto, pero yo jamás haría las cosas como ellos. Yo no soy esa clase de persona, y no haría las cosas basándome en los principios que los rigen a ellos”. ¿Qué es esto? Se trata de la cultura que ustedes mismos han inventado y que se han impuesto. Luego, hay ocasiones cuando uno escucha a una hermana orar: “¡Oh, Señor! Te doy gracias y te alabo por salvarme y por traerme a la iglesia. Señor, de hoy en adelante yo haré esto y aquello”. Las numerosas cosas que ella después menciona forman parte de su propia clase de cultura. Por tanto, hermanos y hermanas, siempre que ustedes no vivan a Cristo, estarán viviendo conforme a la cultura que ustedes mismos han inventado.
Todo lo que les he dicho sirve para demostrarles que es realmente difícil vivir a Cristo, y que es aún más difícil vivir únicamente a Cristo. La mayor parte del tiempo no vivimos a Cristo. Lo que vivimos es el conocimiento científico, la filosofía, la religión o la cultura. Existen muchas cosas que reemplazan a Cristo. Las personas perversas y pecaminosas permiten que la maldad y el mundo reemplacen a Cristo. Aunque la maldad y el mundo no tienen mucha cabida en nosotros, cosas tales como el conocimiento científico, la filosofía, la religión y la cultura todavía tienen mucha cabida en nosotros. Subconscientemente y sin proponérnoslo, vivimos estas cosas en lugar de vivir a Cristo.
Sin embargo, la Biblia nos dice que de la manera en que hemos recibido a Cristo, debemos vivir y andar en El. No debemos vivir la tecnología, ni la filosofía, ni la religión ni la ley; antes bien, debemos vivir a Cristo y vivir y andar en El. Pablo dijo que debíamos estar vigilantes a fin de no permitir que nadie nos llevara cautivos y nos apartara así de Cristo por medio de las tradiciones de los hombres o por medio de los rudimentos del mundo (Col. 2:8). Debemos permanecer en Cristo. Desechemos la filosofía, desechemos la ley y desechemos la cultura; permanezcamos solamente en Cristo. Cristo es superior a la tecnología, a la filosofía, a la religión, a la ley y a la cultura. Ocupémonos únicamente de vivir en Cristo y de vivir a Cristo.
¿Quién es Cristo? ¿Qué es Cristo? Cristo es el Espíritu todo-inclusivo. El no es solamente el Soberano de todos, Aquel que está en los cielos sentado en el trono, sino también es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora ahora en nuestro espíritu. El mora en nuestro espíritu y está unido a nuestro espíritu como un solo espíritu. Debemos permanecer en este espíritu, vivir en este espíritu, respirar en este espíritu, orar en este espíritu y tener comunión con El en este espíritu. Cristo, como el Espíritu que mora en nuestro espíritu, debe dirigirnos en todo. Entonces viviremos a Cristo, y lo que expresaremos será Cristo.
Hoy todos ustedes han escuchado claramente y han visto que lo que importa no es el conocimiento, ni el bien y el mal, ni la religión ni la cultura, sino Cristo. Ustedes deben vivir a Cristo. Sin embargo, temo que inmediatamente después de la reunión, ustedes se olviden por completo de este mensaje. Ya para esta tarde ustedes regresarán a su cultura y volverán a vivir la religión de la iglesia local. En tanto que ustedes no vivan en el espíritu, no estarán viviendo a Cristo sino alguna otra cosa. Existen muchísimas otras cosas que reemplazan a Cristo. Las meras doctrinas acerca de Cristo no son Cristo, los mensajes del estudio-vida tampoco son Cristo; ni siquiera la Biblia misma es Cristo. Debemos ver que Cristo como el Espíritu ha entrado en nuestro espíritu para llegar a ser un solo espíritu con nosotros. Únicamente este Espíritu es Cristo. Vivir a Cristo significa vivir a este Espíritu. Debemos entender esto y simplemente permanecer en el espíritu: vivamos en el espíritu, andemos en el espíritu, oremos en el espíritu y olvidémonos de todo lo demás. En esto consiste vivir a Cristo.