
Lectura bíblica: Ro. 8:4, 6, 14; Gá. 5:25; Ef. 6:18; 1 Ts. 5:17, 19; Ap. 1:10a
La Biblia esencialmente nos muestra una sola cosa: que Dios pasó por la creación, por la encarnación, por más de treinta y tres años de vivir humano en la tierra, y que murió en la cruz, después de lo cual salió de la muerte y fue resucitado. En esta maravillosa resurrección, El llegó a ser el Espíritu vivificante, la expresión consumada del Dios Triuno. Dicho Espíritu está hoy en el trono y también se mueve por toda la tierra, esperando a que las personas le reciban. Dondequiera que esté una persona, con tal que esté dispuesta a arrepentirse y a creer en el Señor Jesús invocando Su nombre, el Espíritu inmediatamente entrará en ella. Así, este maravilloso Espíritu vendrá a ser un solo espíritu con el espíritu de ese creyente. Este es el misterio de misterios del universo. También es el misterio máximo, el más elevado, más profundo y más rico de todo el universo.
Puesto que el Dios Triuno pasó por la creación, por la encarnación, por un vivir humano de treinta y tres años y medio, y por la muerte y la resurrección, todas estas experiencias lo ha hecho apto. El es el Creador, el Redentor, el Dios-hombre, y Aquel que murió y resucitó. El posee divinidad y humanidad; en El se halla la eficacia de Su muerte maravillosa, el poder de Su resurrección y la trascendencia de Su resurrección. Además, El es el Soberano que está sentado en el trono y que posee toda autoridad; tanto el reino como la gloria le pertenecen a El. Todas las cosas positivas se concentran en El y subsisten en El. El es verdaderamente todo-inclusivo. Si usted simplemente le recibe y le permite entrar en su ser, las riquezas de Su persona todo-inclusiva entrarán también en usted. El está hoy en usted como el Espíritu. El Espíritu, el rico Espíritu, el Espíritu todo-inclusivo, el Espíritu que pasó por la muerte y resucitó de los muertos, el Espíritu que posee la eficacia de la muerte y el poder de la resurrección, se encuentra ahora en usted. ¡Aleluya!
Todo aquel que cree en El, posee este Espíritu. Además, por estar en nuestro espíritu, El llega a ser un espíritu con nuestro espíritu. “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17). ¡Qué glorioso es que nosotros y el Señor todo-inclusivo hayamos llegado a ser un solo espíritu! El es nosotros y nosotros somos El. El y nosotros, nosotros y El, somos un solo espíritu. En este Espíritu se encuentra la divinidad, la humanidad, el poder, la vida, la santidad y la gloria. Toda la plenitud se encuentra en El.
¿Qué debemos hacer entonces? No es necesario hacer nada; sencillamente necesitamos vivir y andar conforme al Espíritu. Espero que todos ustedes puedan ver esto, lo recuerden, lo aprecien y alaben al Señor por ello. ¡Aleluya, ahora soy un espíritu con el Espíritu todo-inclusivo! ¡Qué salvación tan maravillosa es ésta! ¡Oh, cuán gloriosa es la historia de la nueva creación! La redención es eternamente eficaz y verdaderamente digna de nuestras alabanzas. Esto no es religión, ni ética, ni moralidad ni cultura. Se trata del Espíritu todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. ¡Cuán glorioso es esto! Este es el Espíritu conforme al cual vivimos y andamos. Esto es todo lo que necesitamos. Y ésta es la cristalización de toda la Biblia. De esto tratan los sesenta y seis libros de la Biblia.
Todos sabemos que la preparación de la comida implica muchos procesos. Primero hay que matar a un animal y luego cortarlo en pedazos; algunos alimentos se ponen en una olla para hervirlos, y otros se ponen en una parrilla para asarlos. Después, se añade un poquito de esto y un poquito de aquello. Si alguien llega a entrar en la cocina mientras se prepara la comida, verá todo sucio y desordenado. Seguramente verá grasa, sangre, agua y fuego. Sin embargo, después que terminan todos estos procesos, tendremos ante nuestros ojos muchos platillos suculentos para que los comamos. De igual manera, en Su economía, el Dios Triuno tuvo que pasar por varios procesos a fin de llegar a ser el Espíritu. El pasó por el proceso de crear todas las cosas, de llegar a ser carne, de vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, de pasar por la muerte para subyugarla y conquistarla, y después, salir de la muerte y entrar en la resurrección. El resultado de todos estos procesos fue un platillo delicioso. Este delicioso platillo es el Espíritu todo-inclusivo. Todo lo que usted necesita hacer ahora es arrepentirse, creer, invocar el nombre del Señor, orar y recibirle; así, este delicioso platillo vendrá a ser su porción. No necesitamos hacer nada, sino simplemente disfrutar de este Espíritu.
Hermanos y hermanas, este Espíritu es el árbol de la vida descrito en Génesis 2. ¿Qué es el árbol de la vida? Es el Dios Triuno que pasó por la creación, la encarnación, el vivir humano en la tierra, la muerte y la resurrección, y que finalmente fue hecho el Espíritu que está disponible a nosotros. Debemos recibirle, comerle y disfrutarle, y además debemos vivir y andar conforme a El. Esto difiere de la religión, de la moralidad y de la cultura, las cuales siempre nos exigen hacer algo. El árbol de la vida es lo único que no exige nada de nosotros. Usted simplemente debe recibirle, comerle, beberle, y vivir y andar conforme a él.
Ahora quisiera dejar grabada en ustedes la siguiente expresión: vivir y andar conforme al Espíritu. Ya sea la ética, la religión y la ley, así como todo lo demás, nos dice lo que debemos hacer. Quiero comunicarles que, mientras ustedes pregunten qué deben hacer, se encuentran en la esfera el árbol del conocimiento del bien y del mal. No pregunte qué debe hacer; simplemente coma y beba. En esto consiste el árbol de la vida.
En el cristianismo observamos que cuando un pastor casa a una pareja joven, él le dice al novio: “Usted está haciendo hoy un juramento ante Dios de que tomará a esta mujer por esposa. Usted ha prometido delante de Dios y de la congregación que la amará por siempre. La Biblia dice que los maridos deben amar a sus esposas. ¿Promete hacer esto?”. A lo cual el novio dirá: “Sí, lo prometo”. Permítanme ahora preguntarles, ¿qué es esto? ¿Es éste el árbol de la vida o el árbol del conocimiento del bien y del mal? En efecto, éste es el árbol del conocimiento del bien y del mal. Después de esto, el pastor se dirige a la novia y le dice: “Hoy usted está contrayendo matrimonio con este joven. Usted también debe jurar ante Dios y prometerme que tomará a este hombre como su cabeza y que se someterá a él por el resto de su vida. ¿Promete hacerlo?”. En esta situación, tanto el novio como la novia se comprometen a cumplir dicha promesa. Algunos dicen: “Sí”, mientras que otros simplemente asienten con la cabeza. Permítanme preguntarles: “¿Qué es esto? ¿Es este el árbol de la vida o el árbol del conocimiento del bien y del mal?”. Cualquier exigencia que usted haga algo proviene del árbol del conocimiento del bien y del mal; únicamente aquello que le invita a comer es el árbol de la vida.
La Biblia termina con un llamamiento y una promesa. El llamamiento es: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap. 22:17). Y la promesa es: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (v. 14). El llamamiento consiste en beber del agua, y la promesa, comer del árbol de la vida. No pregunte: “¿Cómo puedo ser vencedor? ¿Cómo puedo ser santo? ¿Cómo puedo ser espiritual? ¿Cómo puedo ser esto? ¿Cómo puedo ser aquello?”. Todas estas preguntas corresponden al árbol del conocimiento del bien y del mal.
Volvamos al asunto del matrimonio. Los pastores que casan a las parejas sí tienen la siguiente experiencia. No mucho después que el novio se casa, éste viene al pastor y le dice: “El día de mi boda usted me dijo que debía amar a mi esposa. Ciertamente he hecho todo lo posible por amarla, pero debo decirle que hasta ahora no he podido hacerlo. Sencillamente no puedo hacerlo. Es precisamente por eso que vine a verlo para pedirle un consejo. ¿Cómo puedo amar a mi esposa? Usted ni se imagina, mi esposa es la persona más complicada de toda la tierra”. Al siguiente día, la esposa también vendrá a ver al pastor, y le dirá: “Pastor, cuando usted nos casó, me pidió que tomara a mi esposo como mi cabeza, pero tengo que confesarle que simplemente no puedo hacerlo. Usted ni se imagina la clase de cabeza que es este hombre. ¡Esto es un imposible! Por eso he venido para pedir su consejo. ¿Qué debo hacer?”. Todo pastor debe estar listo para responder a estas preguntas. Tal vez les lea de nuevo el versículo de Efesios 5, que dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres”, y le diga al esposo: “Usted no debería estar haciendo comparaciones, diciendo que la esposa del hermano Chang es mejor que la suya o que la esposa del hermano Lee también es mejor que la suya; tampoco está bien que diga que las esposas de los demás son mejores que su esposa. Si usted aprecia solamente las esposas de otros, no está cumpliendo con el mandato de amar a su propia esposa. Dios dice que usted debe amar a su propia esposa”. Tal vez el esposo argumente: “Usted no entiende. Ella es una persona muy difícil de amar; yo no puedo amarla”. Es posible que el pastor responda: “La Biblia en ningún momento dice que usted debe amar a su esposa sólo si ella es encantadora, sino simplemente que debe amar a su propia esposa. Dios le ha dado a usted la esposa que tiene. Indistintamente de si ella es adorable o no, usted tiene que amarla”. El esposo tal vez conteste: “¡Yo no puedo hacerlo!”. El pastor le dirá: “Aun si no puede hacerlo, todavía tiene que hacerlo. Usted jamás debe divorciarse; lo que tiene que hacer es orar”. Permítanme preguntarles, ¿qué es esto? Es el árbol del conocimiento del bien y del mal. En el principio, el diablo sedujo al hombre para que comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal; ahora, son los pastores quienes obligan a las personas para que lo coman.
Permítanme compartirles un poco de mi testimonio. Poco después de ser salvo, empecé a amar al Señor y a buscarlo y tuve el deseo de ser un vencedor. Primero quería vencer mi temperamento. Mi mayor problema era que yo era muy impulsivo; me era muy fácil enojarme. La persona a quien yo más amaba era mi madre, pero esto no afectaba en nada la manera en que me enojaba. No me importaba si ella estaba presente, simplemente me enojaba delante de ella; pero después me sentía muy triste. Yo en verdad quería ser un vencedor, así que compré muchos libros cuyos títulos eran, por ejemplo: “Cómo ser un vencedor”, “Guía para obtener la victoria”, “Cómo ser santo” y “Guía para la santidad”. Cuando los leía, me parecía que todo lo que decían eran muy razonable, pero cuando trataba de llevarlo a la práctica, no obtenía ningún resultado. Fue entonces que comprendí que aquellos libros simplemente enseñaban a la gente cómo comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, lo cual es contrario de lo que la Biblia enseña. ¿Qué es lo que la Biblia enseña? El Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10b). El también dijo: “Yo soy el pan de vida ... el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (6:48, 57b). Es como si El estuviera diciendo: “Yo no he venido como un maestro para enseñarles, ni como un pastor para darles algunos consejos, sino como el pan de vida para que ustedes me coman. No me pregunten: ‘Maestro, ¿qué debo hacer?’. Simplemente cómanme”.
El Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. El Señor Jesús vino para que le comiéramos. Pero es vergonzoso que, pese a que muchos leen la Biblia, escuchan sermones o dan sermones, ¡no hay nadie que coma al Señor Jesús! Permítanme preguntarles, ¿cuánto han comido del Señor hoy? El propósito del árbol de la vida no es que lo estudiemos, sino que lo comamos. ¿Dónde está el árbol de la vida hoy? El árbol de la vida hoy es el Espíritu de vida que está en nuestro espíritu.
Hace cuarenta años, a los recién casados siempre les gustaba venir y preguntarme: “Hermano Lee, por favor dígame cómo ser un buen esposo”. En aquella época, ésta era mi pregunta favorita. Inmediatamente les daba al menos cinco mandamientos y les decía: “¡Tome estos cinco mandamientos y sígalos al pie de la letra!”. Al hacer esto, yo también estaba ayudando a la gente a comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero hoy, si ustedes van a Estados Unidos y les preguntan a los hermanos y hermanas jóvenes acerca de este tema, ellos les dirán: “Si usted tiene problemas en su vida matrimonial, mejor ni vaya al hermano Lee. El no le dará ningún método, sino que le dirá: ‘Simplemente coma a Jesús, y eso será suficiente’”. Lo que ellos dicen es cierto. Ya no tengo más métodos. No estoy bromeando. Simplemente coman al Señor Jesús. Queridos hermanos y hermanas, no importa qué pregunta ustedes me hagan, yo les daré una sola respuesta. Sólo existe un camino. No es necesario que ustedes hagan nada. Simplemente díganle al Señor: “Señor, Tú estás en mi espíritu, y yo soy un solo espíritu contigo”. Esto basta, no diga nada más.
Cuando tengo comunión con los más jóvenes acerca de esto, siempre alguien pregunta: “Hermano Lee, lo que usted sugiere es muy bueno. Pero suponga que llego a casa esta noche y mi esposo se enoja nuevamente conmigo, ¿qué debo hacer? ¿Puede darme un buen método que yo deba seguir?”. Ustedes pueden ver que al hacer tal pregunta, esta hermana inmediatamente se ha vuelto al árbol del conocimiento del bien y del mal. Yo le diría: “Acabo de decirle que no haga nada, que no piense nada ni dé por sentado nada. Lo único que tiene que hacer es decirle al Señor: ‘Oh Señor, Tú eres el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, Tú estás en mi espíritu, y yo soy un solo espíritu contigo. Oh Señor, ésta es mi vida’. Esto es suficiente. Usted puede irse a su casa en paz”. Sin embargo, ella podría decir: “Sí, me parece bien que vaya a casa, pero ¿qué pasa si mi esposo se enoja de nuevo?”. Yo le diría: “Ya le he contestado, pero su pregunta lo ha anulado todo. No haga más preguntas, sólo vaya a su casa en paz”. ¿Por qué debe ella dejar de hacer preguntas? Porque lo único que ella necesita es andar y vivir constantemente en su espíritu, y eso es suficiente. Supongamos que tan pronto como ella llega a casa, el esposo le pregunte: “¿Dónde has estado? ¿Ya no te importa más esta casa?”. Ahora que se ha vuelto a presentar el problema, ¿qué debe hacer ella? Ella no debe hacer nada, sino decirle nuevamente al Señor: “Oh Señor, Tú eres el Espíritu de vida. Tú estás en mi espíritu, y yo soy un solo espíritu contigo”. Quizás su esposo le diga: “¿Eres así de espiritual? ¿Está el Señor en tu espíritu pero no en el mío?”. ¿Qué debe hacer ella entonces? Ella aún no debe hacer nada, sino decirle nuevamente al Señor: “Oh Señor, Tú eres el Espíritu de vida, Tú estás en mi espíritu, y yo soy un solo espíritu contigo”. Entonces su esposo tal vez diga: “¿Vamos al fin a comer o no?”. Ella no debe contestar ni sí ni no, sino volverse al Señor y decir: “Oh Señor, Tú eres el Espíritu de vida, y Tú estás en mi espíritu”. Yo estoy seguro de que dicho Espíritu la guiará a cocinar, así que ella debe cocinar. Y mientras ella cocina, debe alabar al Señor, diciendo: “Tú eres el Espíritu de vida que vive en mi espíritu. ¡Aleluya!”. En esto consiste vivir y andar conforme al espíritu.
Usted no sabe cómo honrar a sus padres, cómo ser una buena esposa, cómo amar a los demás ni cómo dominar su enojo. Usted no sabe nada. Lo único que usted sabe es decir: “Señor, Tú estás en mi espíritu, y yo soy un solo espíritu contigo”. ¡Oh, esto es glorioso! Le animo a que lo ponga en práctica. Usted debe ejercitar y practicar esto. Esto no es religión, ni ética ni ley, sino Cristo.
Hoy usted necesita saber qué es lo que el Señor desea interiormente. Lo que el Señor desea es vivir en usted como su vida y su persona. Esta no es una creencia supersticiosa ni una doctrina hueca, sino un hecho verdadero. Estoy seguro de que ustedes han experimentado esto en los momentos en que han orado debidamente y han logrado entrar así en su espíritu. ¡Oh, que bien llegamos a sentirnos! Cuando uno logra entrar en el espíritu por medio de la oración, uno se olvida de que los cielos y la tierra existen; uno se olvida de todo, menos del Señor. Este espíritu de oración debe ser la atmósfera en la que vivimos diariamente. No debemos estar en esta atmósfera sólo cuando oramos; más bien, debemos incorporar esta atmósfera a nuestra vida diaria. En todos los aspectos de nuestra vida diaria, debemos permanecer en una actitud de oración. La Biblia dice: “Orad sin cesar”. Orar sin cesar no quiere decir orar incesantemente por todas nuestras actividades cotidianas. Más bien, significa respirar y disfrutar al Señor de tal manera que se produzca una atmósfera entre usted y el Señor; una atmósfera en la cual el Señor está con usted y usted está con el Señor. El Señor y usted, y usted y el Señor, han venido a ser un solo espíritu, y ahora usted simplemente vive en dicho espíritu. En esto consiste vivir y andar conforme al Espíritu. Si usted está dispuesto a hacer esto, se dará cuenta de que el elemento del Señor se añadirá a usted día a día, y usted será santificado. Cuando el elemento del Señor se añada a usted, espontáneamente ya no le gustará chancear ni bromear con los demás, y dejará de comprar tanta ropa costosa. Usted no ya será restringido por ninguna regulación externa; sin embargo, debido a que el elemento del Señor se ha incrementado en usted, dicho incremento efectuará una obra de transformación en su interior. Por consiguiente, experimentará tanto la santidad como la victoria. Aun sin proponerse vencer, usted vencerá espontáneamente. Esto se debe a que usted es un espíritu con el Señor, y a medida que vive en el espíritu, usted vive y anda conforme a dicho espíritu.
Si desea ejercitarse en esto, usted debe hacer dos cosas. Primero, debe orar todos los días: “Oh, Señor, te amo. Señor, atráeme para que pueda amarte más. Oh Señor, haz que mi amor por Ti sea cada día más fuerte, ardiente, fresco y dulce. Oh Señor, te amo”.
En segundo lugar, no trate de hacer nada para el Señor buscando demostrarle que lo ama. En lugar de ello, sólo dígale al Señor: “Señor, te amo. Ven y haz Tu hogar en mí. Te amo, anhelo que vengas y hagas Tu hogar en mí”. No es insignificante el hecho de que el Señor venga y haga Su hogar en nosotros; por el contrario, esto es algo de suma importancia. Como Señor del cielo y de la tierra, es decir, como el Creador de todas las cosas, el Señor Jesús se hizo carne, pasó por la muerte y entró en resurrección; por tanto, todas las cosas le pertenecen. La vida de resurrección y las riquezas del Espíritu son Suyas. Hoy usted sólo tiene que decirle: “Señor Jesús, te amo. Ven y habita en mí”. Cuando usted diga esto, El aceptará su invitación y vendrá a usted y habitará en usted. El Señor Jesús dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). Gracias al Señor, El es el Espíritu todo-inclusivo, y El es real y viviente. Cuando El viene a morar con nosotros, nosotros disfrutamos de Su presencia. La dulzura, el reposo, el consuelo, la fuerza y el suministro interior son indescriptibles. De esta manera, le experimentamos y le disfrutamos.
El Nuevo Testamento dice: “Orad sin cesar” (1 Ts. 5:17); “No apaguéis al Espíritu” (v. 19); y “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu” (Ef. 6:18). Por último, Apocalipsis, el último libro de la Biblia, dice: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor” (Ap. 1:10a). Lo que la Biblia nos muestra al final es una persona que está en el espíritu. Cada uno de nosotros debería orar: “Señor, hazme una persona que vive en el espíritu, y haz cada uno de los días de mi vida sobre la tierra un día del Señor. Deseo verdaderamente estar en el espíritu en el día del Señor”. Esto es suficiente. Es así como se experimenta la vida de iglesia; esto no es religión. Todos estamos en el espíritu; usted está en el espíritu, y yo también estoy en el espíritu. Todos los hermanos y las hermanas están en el espíritu. Todos estamos en el espíritu. Como resultado, estamos juntos aquí como la iglesia hoy, y en el futuro estaremos juntos como la Nueva Jerusalén, la cual es la unión y mezcla de Dios y el hombre; Dios está en el hombre, y el hombre está en Dios. El Espíritu divino y nuestro espíritu humano llegan a ser un solo espíritu, y nosotros vivimos y andamos conforme a dicho espíritu. ¡Aleluya! Este es el propósito eterno de Dios y Su mayor placer.
Queridos hermanos y hermanas, ¿aman ustedes a Dios? ¿Aman al Señor? ¿Cuál es el mayor deleite del Señor? Es que ustedes y El lleguen a ser un solo espíritu, y que ustedes vivan y anden conforme al espíritu. No deben importarles las críticas de otros ni deben regirse por ninguna regulación. Lo único que debe importarles es amar al Señor, ser un espíritu con El, tener comunión con El en el espíritu y andar en el Espíritu. Ustedes deben vivir, andar y tener todo su ser en el Señor, quien es el Espíritu. Esto es gloria, vida, luz, poder, riquezas, victoria, espiritualidad y santidad; esto también es la vida de iglesia. Un día, esto será la manifestación de la Nueva Jerusalén. ¿Pueden ver esto? Esto es diferente de la religión. ¡Aleluya, el Dios Triuno, quien es el Espíritu vivificante todo-inclusivo, mora en nosotros y se ha unido a nosotros como un solo espíritu! Hoy podemos orar en este espíritu, tener comunión con el Señor en este espíritu, y vivir y andar en este espíritu.