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Mensajes del libro «Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un»
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CAPÍTULO OCHO

BUSCAR AL SEÑOR Y SU PALABRA SIMULTÁNEAMENTE

  Lectura bíblica: Jn. 5:39-40; 6:63; Dt. 8:3; Jer. 15:16; Sal. 119:103, 105, 130

  Oración: Señor, gracias por reunirnos para leer juntos Tu Palabra. Creemos que Tú estás en Tu Palabra. Tu Palabra es Tu expresión; Tu Palabra también eres Tú mismo porque Tu Palabra es espíritu y vida. Oh Señor, te adoramos por darnos este entorno de modo que pudimos reunirnos libremente y congregarnos ante de Ti para buscarte. Señor, sé con nosotros y danos el Espíritu, la luz, el suministro de vida y el rico disfrute.

  Oh Señor, mientras leemos Tu Palabra, oramos que Tu gloria resplandezca sobre cada línea. Danos entendimiento y conocimiento interior. Señor, haznos hambrientos y sedientos para que no estemos adormecidos o indiferentes interiormente. Quita nuestra tibieza de modo que podamos arder interiormente para buscarte y desear Tu Palabra. Además, danos las palabras para que Tú puedas hablar desde nuestro interior a todos a fin de que cada uno de nosotros pueda recibir suministro.

  Oh Señor, habla a cada uno de nosotros, y habla Tu palabra infundiéndola en nuestro interior para iluminarnos. Gracias que la entrada de Tu palabra da luz. Oh Señor, cuida de nosotros al visitar a cada uno de nosotros, y resiste el poder de las tinieblas por nosotros. Gracias que Tu sangre nos limpia y derrota al enemigo. Te damos gracias por estar con nosotros, y en Tu nombre acudimos a Ti. Amén.

LA INFLUENCIA DE LA BIBLIA SOBRE LA HISTORIA

  Para nosotros, la Palabra del Señor no es un asunto insignificante. Si no existiera la Biblia entre los hombres en la tierra, si no existiera palabra alguna del Señor, entonces todo el mundo quedaría sumido en tinieblas. Hubo un periodo de tiempo en la historia que comenzó desde finales del siglo XI —cerca del año 570 d. C., cuando el catolicismo se estableció formalmente junto con la autoridad papal— en que se declaró que la Biblia debía estar sellada. Sólo el papa y el supuesto clero que estaba bajo él se les permitía leer la Biblia. La excusa fue que las personas comunes no podían entender la Biblia, y por lo tanto, sería fácil cometer errores y sufrir pérdida debido a su lectura. Por consiguiente, a la gente común se le prohibió leer la Biblia.

  Desde ese tiempo hasta alrededor del 1518 cuando el Señor levantó a Martín Lutero, transcurrió un periodo de casi diez siglos. Todos los que estudian la historia saben que a este periodo de tiempo se le llama la Edad de las tinieblas o la Edad Media. ¿Por qué se le llama la Edad de las tinieblas? Se debe a que durante ese periodo de tiempo la Biblia permaneció sellada. Las personas comunes no podían leer la Biblia, y el resultado fue que ellos quedaron en tinieblas.

  La Biblia fue escrita primero en hebreo por los patriarcas hebreos que fueron inspirados. Debido a que la comunicación era difícil durante los tiempos antiguos, la influencia del Antiguo Testamento hebreo estaba limitada casi totalmente al pueblo hebreo. Más adelante, a medida que avanzó la comunicación y el transporte, el Antiguo Testamento hebreo se extendió a otras tierras. Cerca del año 400 a. C., la cultura griega se propagó por todas las costas del mar Mediterráneo, especialmente en la parte sudeste, y en Palestina y el norte de África. Alrededor del año 300 a. C., los eruditos judíos que vivían en Egipto comenzaron a traducir el Antiguo Testamento del hebreo al griego; a esto se le llamó la Septuaginta. De ese momento en adelante, el Antiguo Testamento llegó a existir en el griego. Sin duda alguna, esto causó que la influencia del Antiguo Testamento de la Biblia aumentase entre el pueblo helenizado.

  Después de esto vino el Señor Jesús. A finales del primer siglo el Nuevo Testamento se completó, escrito casi completamente en griego. Según estudios hechos por varios historiadores, cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, a menudo citaba las Escrituras cuando hablaba, y Sus citas del Antiguo Testamento provenían de la Septuaginta (que significa “setenta”), la traducción griega del Antiguo Testamento. Por consiguiente, cuando los apóstoles continuaron escribiendo el Nuevo Testamento, ellos citaron la versión Septuaginta del Antiguo Testamento. Esto espontáneamente causó que la revelación de la Biblia penetrase cabalmente la cultura griega. Fue por esta misma razón que en los primeros dos siglos, a comienzos de la era de la iglesia, los filósofos gnósticos griegos introdujeron mitos de la filosofía griega en la iglesia. Por consiguiente, durante los primeros dos siglos y aun hasta comienzos del tercer siglo, los mitos de la filosofía griega invadieron la iglesia por medio de los filósofos gnósticos griegos al grado que muchas enseñanzas erróneas y heréticas se enseñaron con respecto a la persona de Dios y la persona de Cristo. Esto creó controversias tremendas dentro de la iglesia.

  Recientemente, he dedicado algún tiempo a estudiar la verdad de la Biblia en su totalidad desde la perspectiva de la Trinidad Divina. Cuanto más leí, más pude ver que cuando las personas leían la Biblia durante los primeros dos o tres siglos, sus estudios bíblicos a la postre los conducían al árbol del conocimiento del bien y el mal. La mayoría de las personas comían de ese árbol. Finalmente, los mismos eruditos no recibieron el suministro de vida, y ellos perjudicaron a muchos otros al impedirles obtener el verdadero suministro de vida.

LEER LA BIBLIA REQUIERE QUE EJERCITEMOS NUESTRO ESPÍRITU, NUESTRA ALMA Y NUESTRO CUERPO

  Muchos pueblos y grupos lingüísticos en la tierra hoy tienen la Biblia en su propio idioma. Hoy en día la Biblia ha sido traducida a toda clase de idioma y ha entrado a cada nación. ¡Gracias al Señor porque esto es algo grandioso! Pero debemos saber que es inútil meramente tomar las palabras de la Biblia impresas en blanco y negro y estudiarlas tan sólo con nuestra mente. Según la Biblia, el hombre tiene tres partes. La parte externa es el cuerpo, dentro del cuerpo está el alma y dentro del alma está el espíritu (1 Ts. 5:23). El alma es la psiquis de la cual a veces oímos hablar hoy. La parte más importante del alma es la mente. Los jóvenes que estudian en la escuela están siendo entrenados principalmente en las funciones de su mente: el entendimiento, la memoria y el uso de su mente. Pero dentro del alma del hombre, es decir, dentro de la psiquis del hombre, también está el espíritu humano. El espíritu humano, el alma y el cuerpo son las tres partes del hombre.

  A medida que hablo, creo que todas mis partes —mi espíritu, mi alma y mi cuerpo— están siendo utilizadas. Ustedes pueden ver mi cuerpo; mi boca se mueve, mis manos hacen señas e incluso mis hombros se mueven con ellas. Ésta es la actividad de mi cuerpo. Si yo no tuviese un cuerpo al hablar, sólo existiría mi alma. Usted oiría una voz que habla sin ver un cuerpo, y ciertamente sería atemorizado, pensando que quizás soy un fantasma. No obstante, ya que tengo un cuerpo mientras hablo, usted no tiene nada que temer. Además, si yo estuviese meramente enseñando en una escuela o dando un discurso, sería suficiente usar mi cuerpo y mi mente, mi entendimiento. No necesitaría usar mi espíritu. Sin embargo, mientras hablo, el asunto más importante es mi espíritu. Todos podemos notar que escuchar una lección en el salón de clases es una cosa, mientras que oír un mensaje en la reunión es otra. Lo primero no requiere que utilicemos nuestro espíritu, pero lo último sí. Es posible que en ocasiones usted sea conmovido en el salón de clases al punto de derramar lágrimas o reírse, pero esto nada tiene que ver con su espíritu. Sin embargo, en las reuniones, todos nosotros, especialmente aquellos que hablamos por el Señor, debemos tener suficiente oración y ejercicio a fin de utilizar nuestro espíritu más que nuestra alma o nuestro cuerpo externo, pues con desesperación deseamos permitir que el Señor hable Su palabra desde nuestro espíritu.

  Lo mismo aplica a leer la Biblia. Cuando usted lee la Biblia, debe acordarse absolutamente de usar sus tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Usted ciertamente debe usar sus ojos y su boca para leer; esto equivale a utilizar su cuerpo. En el chino, la palabra leer no significa leer silenciosamente, sino con voz audible. Leer la Biblia debería hacerse en voz alta. Cuando leemos la Biblia, primero usamos nuestro cuerpo, luego nuestra mente y después nuestra parte emotiva. Debemos usar nuestra parte emotiva a fin de apreciar y amar la Palabra. ¿Por qué a usted le gusta leer novelas? Esto se debe a que sus emociones le piden que las siga leyendo. ¿Por qué usted se duerme cuando lee la Biblia? Es porque usted no la aprecia con sus emociones. Por consiguiente, usted debe orar y pedirle al Señor que le haga desear Su Palabra. Sin embargo, esto no es suficiente. Usted sólo ha usado dos de sus tres partes, a saber, su cuerpo y su alma, pero aún no ha usado su espíritu.

  Nuestro espíritu es la parte más profunda de nuestro ser. La mejor manera de usar nuestro espíritu es orar con nuestro espíritu. Por ejemplo, cuando deseamos usar nuestros pies, la mejor manera consiste en caminar. Del mismo modo, si hoy queremos usar nuestro espíritu, la mejor manera consiste en orar. Es muy fácil chismear y criticar a otros, pues usted no necesita usar su espíritu para esto. Lo único que necesita es hacer es una llamada telefónica, y su chisme y crítica saldrán. Pero si usted quiere usar su espíritu, debe orar. Por consiguiente, cuando usted lea la Biblia, no son sólo sus ojos y su boca los que deben cooperar, y usted no sólo deben usar su mente para entender y amar la Palabra, sino que también deben orar, expresando en oración lo que usted ha leído y entendido. Esta oración equivale a usar su espíritu. De este modo, usted usa su espíritu, su alma y su cuerpo, y no estará meramente tocando la Biblia sin contactar al Señor. No obstante, si usted no usa su espíritu para orar, entonces quizás permanezca en una situación en la que sólo toca la Biblia sin contactar al Señor. Esto significa que usted sólo busca el conocimiento bíblico sin buscar al Señor.

BUSCAR AL SEÑOR Y SU PALABRA SIMULTÁNEAMENTE

  Debemos buscar al Señor y Su palabra simultáneamente. Primero necesitamos buscar al Señor. Cada vez que vayamos a leer la Escritura, aun antes de abrir la Biblia, deberíamos orar. No importa si es la mañana, el mediodía o la noche; siempre que usted abra la Biblia, antes de leer la Palabra del Señor, siempre debería orar primero. No tiene que seguir ningún formalismo, así que puede arrodillarse o sentarse. Lo único que necesita hacer es expresar espontáneamente los sentimientos que hay en su corazón. Esta expresión de su corazón es la oración y es su espíritu que surge: “Oh Señor, te amo. Gracias que ahora me acerco para leer Tu Palabra”. Sólo se necesita una oración corta y sencilla como esta para que usted busque al Señor. No menosprecie esta simple práctica; verdaderamente es preciosa. Usted no necesita decir lo mismo cada vez, pues no se trata de lo que usted diga. El punto es que usted ore, mostrando que su corazón está vuelto al Señor y que usted busca al Señor.

  Cuando usted ore, primero busque al Señor. Entonces, cuando abra su Biblia para leer, podrá entender interiormente lo que lee, y deseará la Palabra. En este momento, usted espontáneamente convertirá lo que ha leído, deseado y entendido en una oración. Por ejemplo, quizás usted lea Juan 1:1, y tal vez ore diciendo: “Oh Señor, te alabo porque eres la Palabra que era en el principio. Tú existías desde el principio, y eres la Palabra del principio. Cuando respiramos, te respiramos a Ti como esta Palabra. Esta Palabra define a Dios”. De este modo usted convierte la palabra del Señor en oración; su oración podría ser muchas palabras o tan sólo unas pocas. Incluso está bien orar una sola frase. Usted puede decir: “Oh Señor, gracias que eres la Palabra quien era en el principio”. Cuando usted convierte la Palabra del Señor en su oración, el Espíritu viene y al mismo tiempo usted busca al Señor.

  Si usted ora de esta forma, el Señor dice que Sus palabras son espíritu y son vida. Si usted no ora así, sino que meramente abre la Biblia para leer, entonces aunque esta Biblia es la palabra del Señor, para usted sólo serán palabras en blanco y negro. El señor Hu Shih, un filósofo chino moderno, también leyó y estudió la Biblia, pero él solamente estudió con su mente y nunca tocó al Espíritu; por consiguiente, no recibió vida. Nosotros no somos así. Siempre que leemos la Biblia, primero oramos al Señor para abrirnos a Él de modo que nuestro espíritu lo pueda contactar, y entonces leemos y somos capaces de entender. Una vez entendemos, espontáneamente tenemos un deseo, y luego en ese momento convertimos lo que hemos leído y deseado en una oración. Entonces, cuando oramos, las palabras de la Biblia llegan a ser el Espíritu y la vida. ¡Ésta es una experiencia maravillosa!

LEER LA BIBLIA REQUIERE QUE USEMOS NUESTRO ESPÍRITU PARA CONTACTAR AL SEÑOR A FIN DE TENER VIDA ETERNA

  En Juan 5:39-40 el Señor Jesús dijo: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Aquí dice que la Biblia es el testimonio del Señor Jesús. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, los maestros y líderes judíos eran celosos en cuanto a escudriñar las Escrituras. Ellos no solamente leían, sino que escudriñaban y estudiaban porque pensaban que en las Escrituras tenían vida eterna. No obstante, el Señor Jesús dijo: “Ellas son las que dan testimonio de Mí”. Lo que el Señor Jesús quiso decir era: “Piensan que en las Escrituras hay vida eterna, pero deben saber que las Escrituras hablan de Mí, el Cristo. La razón por la que las Escrituras tienen vida eterna es porque el contenido de las Escrituras habla acerca de Mí, el Señor Jesús. Sólo Yo, el Señor Jesús, soy la vida eterna”.

  La vida eterna no es lo que la mayoría de las personas piensa que es, a saber, meramente una bendición eterna. La vida eterna es la vida increada e indestructible de Dios. El Señor reprendió a esos fariseos, diciendo: “Vosotros los maestros de los judíos escudriñáis las Escrituras que dan testimonio de Mí, pues pensáis que en ellas tenéis la vida eterna, pero no queréis venir a Mí”. Esto comprueba que las personas pueden leer la Biblia sin contactar al Señor de vida. Por consiguiente, nuestra verdadera necesidad consiste en buscar al Señor mismo y a Su Palabra simultáneamente.

  No podemos separar al Señor de Sus palabras. Si usted separa al Señor de Sus palabras, no recibirá nada. Debemos ver que el Señor es el contenido de Sus palabras; Sus palabras son Su expresión y lo que le contiene. La Biblia es como una botella, y el Señor mismo es como el agua en la botella. Si usted hoy en día no tiene la botella, no tiene cómo beber el agua, y tampoco puede portar el agua. Del mismo modo, si usted sólo sostiene la botella sin beber el agua, no recibirá nada. Si deseamos disfrutar el agua, debemos sostener la botella y también beber de ella.

  Nuestra lectura de la Biblia y nuestra búsqueda del Señor son semejantes a beber agua; leer la Biblia es como sostener la botella y orar al Señor es como beber el agua. Supongamos que usted me ofrece una taza de té, y yo recibo la taza de té pero sólo la observo, diciendo: “Esta taza es de la mejor porcelana, producida en Ching The Chen en la provincia Chiang-hsi, una ciudad reconocida por su porcelana”. Si yo admirara la taza durante medio día sin beber ni un sorbo de té, lo ofendería. Usted me ofrece el té, no la taza. Usted desea que yo beba el té, no que admire su taza. Únicamente al beber el té podré saciar mi sed y honrarlo a usted. Esto es lo que significa lo dicho por el Señor en Juan 5. Él reprendió a los maestros judíos por admirar las Escrituras sin estar dispuestos a tocar el contenido de la Biblia, que es la Persona viviente, Jesucristo, el Señor que vive eternamente. Ellos estudiaban las Escrituras porque pensaban que únicamente en ellas tenían la vida eterna, pero ellos no sabían que esta Biblia habla acerca del Señor Jesús quien es la vida eterna. Ellos meramente escudriñaban las Escrituras pero no querían venir al Señor Jesús para obtener la vida eterna.

  Por ende, recuerde que cuando usted lea la Biblia, debe contactar al Señor. No meramente lea la Biblia sin ejercitar su espíritu. Cuando usted lee la Biblia sin ejercitar su espíritu, eso equivale a escudriñar las Escrituras sin venir al Señor. Si usted no viene al Señor, entonces sólo recibirá conocimiento. La misma Biblia podrá ser conocimiento o vida para usted; todo depende de si usted ejercita su espíritu para tocar al Señor cuando lee o no. El árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal ambos están aquí; todo depende de cómo usted lea. Primero debe leer la Biblia con su cuerpo, entenderla y anhelarla con su alma y orar sobre ella con su espíritu. En cuanto ore, usted inmediatamente tocará al Señor por medio de las santas Escrituras y obtendrá vida.

  Algunas personas podrían preguntar: “¿Acaso no está el Señor dentro de nosotros? No importa si acudimos al Señor o no porque Él ya está en nuestro interior”. Esto es correcto; en cualquier evento el Señor está en nosotros, pero de todos modos necesitamos contactarlo. El Señor está en nosotros, pero debemos orar para contactarlo. Puesto que el Señor como Espíritu permanece en nuestro espíritu, cada vez que oramos, ejercitamos nuestro espíritu y somos capaces de contactar al Señor. Sin embargo, muchas personas no están dispuestas a ejercitarse de esta manera. Ellos escuchan un mensaje o leen la Biblia, pero no están dispuestos a orar. El resultado es que solamente obtienen las doctrinas en las letras en blanco y negro, pero no contactan al Señor. Si sólo recibimos las doctrinas o tocamos la Biblia sin contactar al Señor, entonces no tenemos cómo obtener vida eterna.

  Espero que todos nosotros podamos corregir este error al siempre orar antes de leer la Biblia y al convertir en oración lo que hemos entendido en nuestra lectura. En esto consiste buscar al Señor y buscar Su Palabra simultáneamente. De ninguna manera debemos separar estos dos asuntos. Más bien, debemos combinar nuestra lectura de la Biblia con nuestra oración, de modo que nuestra lectura sea nuestra oración y nuestra oración sea nuestra lectura. Así, no sólo entrarán las palabras del Señor en nosotros, sino que Él también entrará en nosotros en Sus palabras y juntamente con ellas. Como resultado, no sólo obtendremos las palabras del Señor, sino que el Señor será uno con Sus palabras, y Él entrará en nosotros como nuestro suministro.

  En Juan 6:63 el Señor Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Las palabras, el Espíritu y la vida son tres elementos, pero aquí el Señor habla de ellos como una sola entidad. Cuando las palabras son meramente palabras, sólo son letras negras impresas en papel blanco; no son el Espíritu. Pero cuando las palabras entran en su mente a través de sus ojos, y usted comienza a orar con su espíritu, entonces las palabras llegan a ser el Espíritu. Cuando las palabras llegan a ser el Espíritu, éstas son vida.

  Cuando oramos en nuestra lectura de la Palabra, convertimos los versículos que hemos leído en oración. Cuando oremos, debemos olvidarnos de todo lo demás y sólo tener al Señor y Su palabra. Himnos, #171 dice: “Del alba al ocaso mi mundo eres Tú”. Esto significa que cuando buscamos al Señor, tenemos un solo mundo: “Oh Señor, Tú eres mi mundo; te busco a Ti”. Cuando usted ora una oración sencilla como esta, todo lo que usted lea y entienda entrará en usted. En cuanto la palabra entra en su espíritu, llega a ser el Espíritu y la vida. Sin embargo, si usted no ora, entonces la palabra que usted lea no llegará a ser el Espíritu ni tampoco será vida.

  Deuteronomio 8:3 dice: “Y te humilló; te hizo pasar hambre y te alimentó con maná, que no conocías tú, ni tus padres lo habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que procede de la boca de Jehová vive el hombre”. Cuando el Señor Jesús estaba siendo tentado en el desierto, Él citó este versículo en respuesta al diablo (Mt. 4:4). Esto nos muestra que las palabras de Dios no sólo son enseñanzas, sino que, como maná del cielo, ellas también son alimento para ser nuestro nutrimento y suministro. Las enseñanzas tienen como fin educar nuestra mentalidad para que podamos tener conocimiento de modo que entendamos y comprendamos. El alimento no transmite conocimiento; el mismo hace que obtengamos un suministro interior de vida. Por consiguiente, el Señor Jesús dijo que las palabras que Él nos habla son espíritu y son vida, es decir, el suministro de vida.

  Es por esto que en Juan 6 el Señor también nos dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre” (v. 35). Además, Él dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). Estos pasajes nos muestran que la Biblia no es meramente un libro cuyo fin es que nosotros recibamos enseñanzas religiosas y obtengamos conocimiento acerca de Dios. Más bien, las palabras contenidas en la Biblia son las palabras que salen de la boca de Dios. Cuando leamos la Biblia, no debiéramos solamente leerla y entenderla, sino que también debemos orar. Cuando oramos, las palabras que salen de la boca de Dios entran en nuestro espíritu. Cuando las palabras entran en nuestro espíritu, ellas son espíritu y son vida, y llegan a ser nuestro alimento como nuestro suministro viviente.

LA PALABRA DE DIOS ES EL MEDIO POR EL CUAL DIOS LLEGA A SER NUESTRO SUMINISTRO DE VIDA

  Todos sabemos que si comiéramos arena y la ingiriéramos en nuestro estómago, esta arena no puede suministrarnos del mismo modo que lo hace el alimento, y aun causará daño a nuestro cuerpo. Debido a que la arena no es orgánica, no tiene los elementos necesarios para suministrarnos. Cualquier alimento, tal como la carne o los vegetales, necesariamente es orgánico. Debido a que nuestro cuerpo es algo orgánico, nuestro alimento también tiene que ser orgánico a fin de que podamos digerirlo y asimilarlo. Por medio de la función orgánica de nuestro cuerpo, el alimento que comemos es digerido orgánicamente en nuestro cuerpo para ser nuestro suministro de vida de modo que nuestro cuerpo pueda obtener vida.

  Si usted no come nada en todo el día, cuando llegue la noche sentirá que no tiene fuerzas. Si usted no come por siete días, podría morir. Por consiguiente, nuestro suministro de vida depende de nuestro alimento. Del mismo modo, nosotros los cristianos no sólo tenemos la vida física, sino que también tenemos vida en nuestro espíritu. La vida que está en nuestro espíritu requiere de Dios mismo como su suministro. Sin embargo, puesto que Dios es abstracto y misterioso, debemos tener la Biblia sustanciosa, la palabra de Dios, como el medio por el cual obtenemos el suministro de Dios. Al leer y entender las palabras de Dios, y al convertir lo que leemos y entendemos en nuestra oración, las palabras entran en nosotros como vida y llegan a ser nuestro suministro de vida. Ésta es la manera apropiada de leer la Biblia: al considerar las palabras del Señor como alimento y no como enseñanzas o escritos religiosos.

  Por consiguiente, Jeremías 15:16 dice: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí; / y Tu palabra me fue / por alegría y por gozo de mi corazón”. La buena comida siempre nos alegra; las palabras del Señor son iguales. Cuando comemos las palabras del Señor, tenemos gozo y regocijo en nuestros corazones. Salmos 119:103 dice: “¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! / ¡Más dulce que la miel a mi boca!”. Este versículo no dice que las palabras de Dios están en mi mente. Si éste fuera el caso, significaría que yo las estudio con mi mente. Dice que las palabras de Dios están en mi paladar, en mi boca. Ésta es una descripción del gusto que corresponde al disfrute. Uno debe ser muy particular cuando come. Si uno come muy deprisa, tragando todo vorazmente, entonces no tendrá mucho disfrute dulce.

LAS FUNCIONES DE LA PALABRA DEL SEÑOR

Lámpara a nuestros pies y luz a nuestra senda

  A continuación, el versículo 105 dice: “Lámpara es a mis pies Tu palabra / y luz a mi senda”. Por una parte, no deberíamos considerar que la Biblia son meras enseñanzas, pero por otra parte, aún necesitamos ser instruidos. Primero, la palabra del Señor es nuestro alimento a fin de ser nuestro suministro y disfrute. Luego, llega a ser nuestra lámpara y nuestra luz para guiarnos. La sociedad actual está en tinieblas en todo lugar. Las escuelas, las oficinas, los negocios y demás están todos en tinieblas. Pero si usted mastica y gusta las palabras del Señor cuidadosamente, permitiendo que sean digeridas en su interior, ellas resplandecerán para iluminarlo interiormente y hacerlo sentir que en la senda de la vida humana cada paso que usted da tiene una lámpara y está lleno de luz.

  Hace sesenta años, cuando aún era un niño pequeño, estaba completamente oscuro afuera de nuestra puerta en la noche, así que necesitábamos cargar linternas en el exterior y andar cuidadosamente paso a paso. En aquellos tiempos los caminos no eran tan planos como lo son ahora. Siempre había pequeñas protuberancias y hondonadas. Cuando andábamos, teníamos que usar la luz y mirar cuidadosamente antes de dar un paso. Así caminábamos nosotros en esos días. Hoy en día en nuestra sociedad humana, es como si caminásemos de noche, así como lo hacíamos en los días de antaño. Incluso si usted es un joven que está en la escuela, su camino es muy pedregoso, y todo está en tinieblas. Sin embargo, si usted lee y come la palabra del Señor cada día, entonces Su palabra resplandecerá brillantemente en su interior y evitará que usted tropiece.

Da entendimiento a los sencillos

  Es por esto que el versículo 130 dice: “La abertura de Tus palabras ilumina, / impartiendo entendimiento a los sencillos”. La palabra abertura aquí no significa abrir una verdad por medio de una explicación, sino que se refiere realmente a la digestión. Cuando las palabras del Señor son comidas por nosotros y digeridas en nuestro interior, entonces tienen una entrada e irradian luz. Por ejemplo, muchas veces quizás usted se enoje con su esposa, y los ancianos tal vez lo exhorten con Efesios 5:25, diciendo: “Maridos, amad a vuestras mujeres”. Sin embargo, esta exhortación no tiene mucho efecto porque la palabra del Señor no ha sido digerida en su interior.

  Si usted verdaderamente digiere la palabra del Señor, aun si usted no lee Efesios 5 sino que más bien lee Juan 6:63: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”, de inmediato usted tendrá el proceso interior de la digestión. Una vez que la palabra del Señor se digiera dentro de usted, irradia luz. Usted inmediatamente está en la luz, y ve que su actitud para con las personas es incorrecta. Usted ve que no sólo se ha enojado con su esposa, sino que su actitud hacia los demás también es inapropiada. A veces pareciera que usted tiene la actitud apropiada para con otros, pero eso es falso; eso es meramente una clase de cortesía externa, mientras que por dentro usted detesta a esa persona. Por consiguiente, no es necesario que usted ore-lea específicamente los versículos acerca de amar a su esposa o someterse a su marido. Lo único que usted necesita hacer es usar su espíritu al leer la Biblia. La operación de la palabra del Señor es tan amplia que espontáneamente lo iluminará en todo aspecto.

EJERCITARNOS PARA LEER LA BIBLIA

  Hermanos y hermanas, espero que ustedes dediquen un poco de tiempo cada día, al menos diez minutos, para leer una pequeña porción de la Palabra del Señor. Los jóvenes necesitan al menos diez minutos para ingerir una comida, pero cuando ellos comen en tan sólo diez minutos, no digieren bien el alimento, así que es mejor dedicar media hora. Del mismo modo, deberíamos dedicar al menos diez minutos cada día, y es mejor si dedicamos media hora, para leer la Palabra del Señor. Hoy en día todos somos los hijos salvos de Dios y tenemos la vida espiritual interior. Esta vida espiritual necesita nutrimento. Si usted no la alimenta, esta vida no crecerá. Tengo varios nietos; todos los que saben cómo comer son corpulentos, y a quienes no les gusta comer tanto son delgados. Espero que todos ustedes reciban mi palabra para que tengan un buen apetito cada día y dediquen algo de tiempo para leer, entender, desear y orar la Palabra del Señor. De este modo usted no sólo busca la Palabra del Señor, sino que también busca al Señor mismo.

  Espero que no tomen esto como una mera doctrina a la que deben estar atentos, sino que reciban esta palabra y la pongan en práctica en su vida diaria. Espero que cada día ustedes se ejerciten para leer la Palabra del Señor de esta forma. En cuanto a cómo leer, les recomiendo que no sean selectivos, pues quienes son selectivos con la comida y sólo ingieren sus alimentos favoritos no crecen para ser personas saludables. Lo mejor es leer tanto el Nuevo Testamento como el Antiguo Testamento al mismo tiempo, comenzando con Mateo en el Nuevo Testamento y con Génesis en el Antiguo Testamento. Lea el Nuevo Testamento en la mañana y el Antiguo Testamento en la noche, y lea corrido según su secuencia sin pasar por alto los pasajes difíciles. Cuando usted lea, recuerde que debe orar sobre ello versículo por versículo, porque las palabras del Señor son vida y verdad y porque este Señor está en nuestro espíritu hoy. Primero debemos pedirle que nos limpie con Su sangre, y luego ejercitamos nuestro espíritu para orar sobre lo que hemos leído y entendido en Su Palabra. De esta forma, tocaremos al Señor interiormente y recibiremos Su suministro. Por consiguiente, todo nuestro ser estará en la luz de vida, y esta luz de vida será nuestro suministro de vida que nos alumbra y nos suministra en todo asunto de modo que tengamos luz en nuestra senda y fuerza en nuestra obra.

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