Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Vivir en y con la Trinidad Divina»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO DIEZ

VIVIR CON LA TRINIDAD DIVINA

(1)

  Lectura bíblica: Jn. 15:5, 7-8, 16; 14:17; 1 Jn 3:24a; 21-22, Jn. 14:23; Gá. 2:20b; 2, 6, Ro. 8:9-11

  Hemos visto que vivir en la Trinidad Divina es morar en Él como nuestro hogar. Vivir en Él es habitar en Él, permanecer en Él. El Señor dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4). En este caso, habitar en Él es una condición para que Él more en nosotros. Si Él mora en nosotros o no, dependerá de si nosotros moramos en Él. Vivir en Cristo, morar en Cristo, es la primera parte de nuestro disfrute del Dios Triuno. En este capítulo venimos a la segunda parte de nuestro disfrute. Esta parte de nuestro disfrute es trasmitida por lo que el Señor nos dijo con respecto a Su morar en nosotros. Que Él permanezca en nosotros, nos trae Su presencia; así que ahora vivimos con Él. Vivir en Él nos pone en posición de disfrutar al Señor, y vivir con Él es el disfrute mismo. Vivir con la Trinidad Divina equivale a disfrutar al Dios Triuno. Vivir con una persona es disfrutar a esa persona. Por tanto, vivir con el Dios Triuno es disfrutar al Dios Triuno.

  De acuerdo con mi evaluación aproximada, una cuarta parte del Nuevo Testamento está dedicada a nuestro vivir en el Dios Triuno, pero tres cuartas partes del Nuevo Testamento están dedicadas a nuestro vivir con el Dios Triuno. Así pues, el asunto de vivir con el Dios Triuno abarca casi toda la revelación del Nuevo Testamento. La revelación final de toda la Biblia, en Apocalipsis 22, es la parte eterna de nuestro vivir con el Dios Triuno. Apocalipsis 22 revela el trono de Dios y del Cordero, del cual procede el río de agua de vida (v. 1). A los dos lados de este río crece el árbol de la vida, dando cada mes su fruto para alimentar a los redimidos de Dios por la eternidad (v. 2). Los redimidos de Dios serán Sus esclavos y Sus sacerdotes (v. 3). Mientras ellos sirven a Dios, verán Su rostro, y el nombre del Dios Triuno estará en sus frentes (v. 4). Esto indica que ellos son uno con el Dios Triuno. Llevar el nombre del Dios Triuno no solo indica que le pertenecemos, sino que somos uno con Él.

  En la eternidad todos tendremos el nombre del Dios Triuno en nuestras frentes. Beberemos del río de agua de vida, comeremos del árbol de la vida y disfrutaremos a Dios como nuestra luz de vida. Según Apocalipsis 22:5 no necesitaremos de luz de lámpara hecha por el hombre ni de luz del sol creada por Dios. Sólo necesitaremos y tendremos a Dios mismo como nuestra iluminación. Lo disfrutaremos a Él como nuestra luz, y también disfrutaremos el reinar en Él y con Él como reyes por siempre y para siempre. Éste es el panorama final, la última visión, de toda la Biblia. Ésta es la parte eterna de nuestro disfrute del Dios Triuno. Esta revelación está bajo la sección de vivir con el Dios Triuno. Nuestro vivir con el Dios Triuno hoy nos introducirá a ese disfrute en la eternidad.

  En la eternidad, los ángeles caídos y los seres humanos caídos vivirán con Satanás. Debido a que estarán con Satanás, ellos participarán de todos los sufrimientos que padezca Satanás. Ellos sufrirán el juicio eterno de Satanás, el tormento del lago de fuego. Bajo el mismo principio, nosotros estaremos con el Dios Triuno, así que disfrutaremos de lo que Él es. Vivir con el Dios Triuno es disfrutarle. Necesitamos ver esta última visión revelada en toda la Biblia. Necesitamos tener una visión panorámica de toda la revelación del Nuevo Testamento. Esta visión panorámica es la visión de que una cuarta parte del Nuevo Testamento es en cuanto a nuestro vivir en el Dios Triuno, mientras que la tres cuartas partes es en cuanto a nuestro vivir con el Dios Triuno.

CRISTO PERMANECE EN NOSOTROS

  Vivir en la Trinidad Divina equivale a permanecer en Cristo, y vivir con la Trinidad Divina equivale a que Cristo permanezca en nosotros (Jn. 15:5). Cuando permanecemos en Cristo, Cristo permanece en nosotros y Su permanecer es Su presencia con nosotros. Cuando Él permanece en nosotros tenemos Su presencia. Lo tenemos a Él con nosotros para nuestro disfrute.

Las palabras de Cristo permanecen en nosotros para llevar fruto que permanezca

  Que Cristo permanezca en nosotros equivale a que las palabras de Cristo permanezcan en nosotros a fin de llevar fruto que permanezca (Jn. 15:7-8, 16). El Señor dijo en Juan 15:7: “Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho”. Esta clase de petición esta relacionada con llevar fruto (v. 8) y ciertamente será respondida. Si hemos de ser personas que predican el evangelio, debemos amar la palabra de Cristo. Tenemos que ser aquellos que tienen la palabra viva, la palabra de vida, permaneciendo en nosotros. Si no somos tales personas, nuestra predicación del evangelio no durará mucho. La palabra viviente de Cristo es la que nos estimula a avanzar y llevar fruto. La palabra de Cristo al permanecer en nosotros nos trae el disfrute de todo lo que el Dios Triuno es. Esto nos alienta, nos estimula, nos carga y nos exhorta a seguir adelante para predicar el evangelio a la gente.

  Si la palabra de Cristo no mora en nosotros, es posible que vayamos a visitar a las personas, pero lo haremos de una manera deficiente. El contenido y el resultado de lo que hagamos será vano y vacío. Si vamos a llevar a cabo una obra que sea rica, una obra que esté llena de las riquezas del Dios Triuno, debemos dejar que la palabra de Cristo more en nosotros. Entonces cuando hablemos a la gente, no les hablaremos de nuestras propias opiniones, nuestros propios pensamientos, nuestras propias palabras, con nuestra propia expresión o con nuestra propia manera de hablar; sino que les hablaremos con la palabra de Cristo. Por eso, en Colosenses 3:16, Pablo nos exhorta a dejar que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Es necesario que tengamos una acumulación de la palabra de Cristo en nuestro ser; entonces, lo que hablemos, será la palabra de Cristo, la cual expresa las riquezas mismas de Cristo. Que la palabra de Cristo more en nosotros equivale a tener un rico disfrute del Dios Triuno.

El Espíritu de realidad permanece en nosotros

  Que Cristo permanezca en nosotros equivale a que el Espíritu de realidad permanezca en nosotros (Jn. 14:17). Los capítulos 14 al 16 de Juan contienen un largo mensaje dado por el Señor poco antes de ser traicionado. En el capítulo 15 el Señor habla de que Sus palabras permanecen en nosotros, y en el capítulo 14 Él habla de que el Espíritu de realidad permanece en nosotros. En realidad, la palabra Cristo y el Espíritu de realidad son uno. En Juan 6:63 el Señor nos dijo que las palabras que Él nos habló son espíritu. La palabra de Dios y Dios el Espíritu ambos son el aliento de Dios. Cuando este aliento entra en nosotros y permanece en nosotros, este aliento es el Espíritu. Cuando este aliento sale de nosotros por medio de nuestro hablar, llega a ser la palabra. Cuando inhalamos la palabra en la Biblia, la palabra llega a ser el Espíritu en nosotros. Contactamos a nuestro Dios Triuno por medio del Espíritu y en la palabra. Lo disfrutamos a Él por medio del Espíritu en nuestro espíritu y en la palabra. Siempre y cuando Sus palabras permanezcan en nosotros, esto resultará en que el Espíritu permanezca en nosotros. Cuanto más Sus palabras permanezcan en nosotros, más el Espíritu permanecerá en nosotros. Estos son dos aspectos del aliento de nuestro Dios Triuno.

Dios permanece en nosotros

  En 1 Juan 3:24a se nos dice que Dios permanece en nosotros. La palabra, el Espíritu y Dios son uno. Tanto la palabra como el Espíritu son la realidad del Dios Triuno. La palabra es el Espíritu y el Espíritu es Dios. Estos tres son uno para nuestro disfrute.

El Hijo y el Padre vienen a nosotros y hacen Su morada con nosotros

  Que Cristo permanezca en nosotros equivale a que el Hijo y el Padre vengan a nosotros y hagan morada con nosotros (Juan 14:23). Cuando tenemos las palabras de Cristo, el Espíritu de realidad, y a Dios mismo morando en nosotros, ciertamente tenemos al Hijo y al Padre morando en nosotros. Tenemos tanto al Hijo como al Padre que vienen a nosotros y hacen morada con nosotros. Esta morada es una morada mutua, pues Él llega a ser nuestra morada y nosotros llegamos a ser Su morada.

  La Nueva Jerusalén es una morada mutua. El Dios Triuno en la eternidad morará en Sus escogidos y Sus escogidos morarán en Él. Sus escogidos serán Su morada, y Él mismo será la morada de ellos. Por esto la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, por un lado es un templo, y por otro, es un tabernáculo. Es un tabernáculo para que Dios more, y es un templo para que moremos en él y vivamos en él a fin de servir a Dios. La Nueva Jerusalén será un tabernáculo para Dios y un templo para nosotros.

  El Hijo y el Padre vienen a nosotros y hacen morada con nosotros debido a que amamos al Hijo. Que el Hijo y el Padre hagan morada con nosotros depende de si amamos o no al Señor Jesús. Cuando le decimos al Señor Jesús que lo amamos, tendremos el sentir de que Él viene y hace Su morada con nosotros. Si nuestro amor por Él languidece, nos perderemos Su manifestación, Su aparición. Cuando Pedro y los otros discípulos fueron a pescar, como se relata en Juan 21, ellos pensaron que el Señor estaba ausente. No sabían que el Señor estaba aún con ellos. Él estaba con ellos, pero mientras ellos pescaban carecían de Su manifestación, Su presencia. Si declaramos: “Señor Jesús, te amo”, no solamente tendremos al Señor con nosotros, sino que además tendremos Su presencia, Su manifestación. Que Él venga a nosotros y haga morada con nosotros es Su aparición, Su manifestación.

  En Juan 14:23 el Señor dijo: “El que me ama [...] Mi Padre le amará”. Cuando amamos al Hijo, el Padre nos amará. Entonces el Hijo seguirá a Su Padre para amarnos (v. 21). Tanto el Padre como el Hijo nos amarán porque amamos al Hijo. Esto resulta en nuestro disfrute de la manifestación del Hijo (vs. 21-22). Nuestro disfrute de la manifestación del Hijo depende de que lo amemos a Él. Esta no es una doctrina en lo más mínimo, sino una experiencia. La Trinidad Divina no tiene por finalidad ser una doctrina, sino que es íntegramente para nuestra experiencia. Cuando amamos al Hijo, tanto el Padre como el Hijo nos aman, y al mismo tiempo el Hijo se manifiesta a nosotros. Nosotros disfrutamos Su aparición, en otras palabras, disfrutamos de Su presencia.

EL CRISTO RESUCITADO VIVE EN NOSOTROS

  Vivir con la Trinidad Divina equivale a que el Cristo resucitado viva en nosotros (Gá. 2:20b). El apóstol Pablo declaró dos cosas maravillosas. En Gálatas 2:20 declaró que él estaba crucificado con Cristo y que ya no vivía él, sino que era Cristo quien vivía en él. Además, en Filipenses 1:21, Pablo declaró que para él, el vivir era Cristo. Así pues, por un lado, él vivía a Cristo y, por otro, Cristo vivía en él. El Cristo que vivía en él era el Cristo resucitado, el Cristo en resurrección.

EL ESPÍRITU DE DIOS HACE SU CASA EN NOSOTROS

  Vivir con la Trinidad Divina también equivale a que el Espíritu de Dios haga Su casa en nosotros (Ro. 8:9-11). Romanos 8:9 dice que el Espíritu de Dios mora en nosotros. En este versículo, la palabra “mora” también significa hacer su casa, residir. El Espíritu que mora en nosotros hace Su casa en nosotros. Esto significa que tenemos el Espíritu de Cristo en nuestro ser (v. 9), el Cristo pneumático en nuestro ser (v. 10) y al Dios que resucita en nuestro ser (v. 11). Que el Espíritu con el Cristo pneumático y con el Dios que resucita haga tal casa, imparte vida incluso a nuestros cuerpos mortales (v. 11).

  Romanos 8:9-11 revela el vivir que tenemos con el Dios Triuno. El Dios Triuno es el factor habitacional a fin de impartir vida a todo nuestro ser tripartito, esto es, a nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro cuerpo. Cuando el Espíritu de Dios hace Su casa en nuestro ser, tenemos al Espíritu como las primicias (v. 23). Las primicias del Espíritu en realidad significa que las primicias son el Espíritu. Cuando vivimos con la Trinidad Divina tenemos al Espíritu como las primicias, lo que significa que tenemos al Espíritu como nuestro disfrute.

POR LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

  Vivimos con la Trinidad Divina mediante la ley del Espíritu de vida (Ro. 8:2). La ley del Espíritu de vida a la que Pablo se refiere en Romanos 8 no es la ley de letras, sino a un principio natural. Hay principios naturales que operan en el universo. Estos principios son leyes, tales como la ley de la gravedad. Si tiramos algo, caerá al piso debido al factor gravitacional. La gravedad es un poder espontáneo y un principio natural. Es asombroso que hace cerca de dos mil años el apóstol Pablo vio la ley del Espíritu de vida. Él no era un científico, sin embargo, entendía que había ciertas leyes o principios que rigen tanto el entorno natural como la esfera divina. La ley del Espíritu de vida es un poder natural. Es una fuerza natural tal como la ley de la gravedad. Un avión es capaz de vencer la ley de la gravedad por medio de una ley más alta, a la que podemos llamar, la ley de la aerodinámica. Tenemos dentro de nosotros una ley más elevada, y esta ley es la ley del Espíritu de vida.

  Esta ley es una persona triuna. Cuando el Padre y el Hijo y el Espíritu se mueven en nosotros, Ellos son la ley. La ley del Espíritu de vida en nosotros es el Dios Triuno mismo en movimiento. Cuando el Dios Triuno se mueve dentro de nosotros, hay una fuerza espontánea, un poder espontáneo, para llevar a cabo algo. Sin embargo, hay algunos obstáculos en nuestro ser que impiden el avance de Dios. Así, Él es detenido. A esto se debe que esta ley, el Dios Triuno en movimiento, requiere de la cruz a fin de que todos los impedimentos sean crucificados. La muerte que da la cruz introduce otra ley para anular todos los obstáculos. Romanos 8:13 revela que si cooperamos con el Espíritu que mora en nuestro ser a fin de hacer morir todos los hábitos y actividades de nuestro cuerpo, tendremos la ley del Espíritu de vida operando en nuestro ser sin ningún impedimento. Entonces viviremos.

  Esta ley del Espíritu de vida es la obra espontánea de la Trinidad Divina: el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y Cristo (Ro. 8:9-10). Esta ley nos libra de la ley del pecado y de la muerte (v. 2b). La ley del Espíritu de vida es Dios y la ley del pecado y de la muerte es el diablo. El diablo, Satanás, es otra ley. Tenemos dos leyes dentro de nosotros. En nuestro primer nacimiento, nuestro nacimiento natural, Satanás fue introducido a nuestro ser como la ley del pecado y de la muerte. En nuestro segundo nacimiento, en nuestra regeneración, el Dios Triuno fue introducido en nosotros como la ley del Espíritu de vida. La ley del Espíritu de vida nos libera de la ley del pecado y de la muerte.

  Además, la ley del Espíritu de vida imparte vida a nuestro espíritu, mente y cuerpo (6, Ro. 8:10, 11). Esto resulta en la paz (v. 6). Ésta no es una paz externa en nuestro entorno, sino la paz dentro de nosotros, en nuestro ser interior. Si nosotros los cristianos no tenemos la paz interna, ese es un indicio de que estamos mal. Esto significa que la ley del Espíritu de vida no puede operar en nosotros. Siempre y cuando tengamos paz en lo profundo de nuestro ser interior, es un indicador positivo de que la ley del Espíritu de vida, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo, y el Espíritu— está trabajando en nosotros. Vivimos con el Dios Triuno por medio de la ley del Espíritu de vida. Éste es nuestro disfrute del Dios Triuno.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración