
Lectura bíblica: Ef. 3:14-19; 4:4-6; 5:19-20; 6:10-11, 17; 1 Jn. 4:2; 1 P. 4:14; 2 Co. 13:14; Jud. 20-21; 2 Ts. 2:13-14; Ap. 1:4-5; 22:1-2
En este capitulo queremos continuar nuestra comunión en cuanto a porciones en el Nuevo Testamento que revelan la Trinidad Divina en el mover divino y en nuestra experiencia. La mayoría de estas porciones son muy profundas. En Efesios 3 Pablo habla de la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Cristo (v. 18). Nuestra comunión aquí en cuanto a la Trinidad Divina va en la dirección de Su profundidad.
Efesios 3:14-19 revela que el apóstol ora al Padre; el Padre fortalece a los creyentes por Su Espíritu; Cristo hace Su hogar en el corazón de los creyentes; y los creyentes son arraigados y cimentados en amor, comprendiendo las dimensiones de Cristo y conociendo Su amor que excede a todo conocimiento para ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de [el Triuno] Dios. En Efesios 1 Pablo oró para que Dios nos diera espíritu de sabiduría y de revelación para que pudiéramos conocerlo a Él y a Su economía (v. 17). Él oró para que tuviéramos la capacidad, el poder, para ver la revelación espiritual. En el capítulo 1 su oración es para que nosotros veamos la visión, pero en el capítulo 3 su oración es para que nosotros experimentemos las profundidades de Cristo.
Primero, Pablo oró al Padre como la fuente. Luego el Padre fortalece a los creyentes a través del Espíritu como los medios, el canal. Luego Cristo se mueve y trabaja para hacer Su hogar en el corazón de los creyentes. Finalmente, el resultado de este mover del Padre y del Espíritu, y que el Hijo haga Su hogar en nuestros corazones es la plenitud del Dios Triuno. El Padre es la fuente, el Espíritu es los medios, el Hijo es el objetivo, y la plenitud del Dios Triuno es el resultado.
La fuente es el Padre, los medios es el Espíritu, y el objetivo, la meta, es el Hijo porque el Hijo es el centro. Todo lo que el Dios Triuno hace es para el Hijo como el centro, y procede del Padre como la fuente, y es por el Espíritu como los medios. Pablo oró al Padre como la fuente, pidiéndole que fortaleciera a los creyentes a través del canal del Espíritu para que una meta fuese alcanzada. La meta era que Cristo hiciera Su hogar en los corazones de los creyentes.
Pablo oró al Padre, “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (3:15). El Padre es la fuente, no sólo de nosotros, los creyentes regenerados, la familia de la fe (Gá. 6:10), sino que también de todo los seres humanos creados por Dios (Lc. 3:38), del Israel creado por Dios (Is. 63:16; 64:8) y de los ángeles creados por Dios (Job 1:6). En los cielos está la familia angelical. En la tierra está la familia de los seres humanos, la familia de Israel y la familia de la fe. El Padre es la fuente de estas cuatro familias. Para la familia de la fe, el Padre no sólo es la fuente como el Creador, también es la fuente como el Engendrador. Las otras tres familias sólo tienen la vida creada de Dios como su fuente, pero nosotros, como la familia de la fe, tenemos la vida divina con la naturaleza divina de Dios mismo. Tenemos la vida del Padre con Su naturaleza, porque el Dios Triuno ha entrado en nosotros. El apóstol oró para que el Dios Triuno entrase más profundamente en nosotros. Él oró para que el Cristo que mora en nosotros pudiese hacer Su hogar, llegase a estar completamente establecido, en nuestros corazones. El pensamiento de la oración del apóstol aquí es muy profundo.
Que Cristo hiciese Su hogar en los corazones de los creyentes no fue algo iniciado por el Dios Triuno, sino por el apóstol Pablo. El Dios Triuno puede ser comparado con una máquina grande, de la cual Pablo era el operador. Su oración “encendió los motores”. Tenemos que aprender una lección, y ésta es que hay un principio elevado en todo el universo. Este principio es que Dios quiere hacer algo, pero Él sólo será la “máquina”, y necesita a alguien que sea el operador. Espero que hoy la iglesia sea el operador. Lo que hizo el apóstol Pablo lo hizo de una manera representativa. Él fue un representante de todo el Cuerpo de Cristo. Ahora el operador de la “máquina” universal, el Dios Triuno, es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. El hecho de que la iglesia sea el operador no significa que la iglesia en sí misma lo lleva a cabo. La iglesia opera, pero la “máquina”, el Dios Triuno, es quien lo lleva a cabo.
El Padre, el Hijo y el Espíritu son las tres “partes” de esta “máquina” universal, y el Cuerpo es el operador. El Padre es la fuente, el Espíritu es los medios y el Hijo es el objetivo, la meta. Conforme a Efesios 3, el operador le pide a la “máquina” que fortalezca al operador por medio de un canal. El Espíritu como el canal hace el trabajo dentro de nosotros de fortalecer cada parte de nuestro ser en el hombre interior para que la meta, el objetivo, el Hijo, pueda hacer Su hogar en todas las partes de nuestro corazón.
El cuadro presentado en Efesios 3:14-19 nuevamente nos muestra la hermosa, fina y profunda coordinación del Dios Triuno. El Padre contesta la oración del operador. Entonces, el Padre trabaja, no por Sí mismo sino por el Tercero, el Espíritu, como el canal. No es el Padre, ni el Espíritu que hacen algo para Ellos mismos. Ambos, la fuente y el canal hacen algo para la meta, el objetivo, el Hijo. Más aún, el hecho que el Hijo haga Su hogar en el corazón de Sus creyentes, no es para Él mismo. Ninguno de los Tres actúa para Sí mismos. Finalmente, cualquier cosa que Ellos hagan es absolutamente para la plenitud del Dios Triuno. Éste es un cuadro hermoso de la Trinidad Divina en Su trabajo más profundo dentro de nosotros. Él trabaja en una manera completa y profunda para hacer Su hogar en nuestros corazones. Nuestro corazón está compuesto de la mente, la parte emotiva y la voluntad, más la conciencia de nuestro espíritu. Cristo está haciendo Su hogar en estas cuatro partes por medio de la preparación hecha por el canal, el Espíritu, como una respuesta a la oración del apóstol hecha a la fuente, el Padre. Finalmente, el Hijo se establece en cada parte de nuestro corazón.
Cuando una persona se muda a una casa nueva, le toma un poco de tiempo establecerse en esa casa. Establecerse es hacer su hogar en esa casa. A esto se refiere Pablo al decir que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Cristo quiere establecerse en cada parte de nuestros corazones. Pablo se dio cuenta de que los creyentes en Éfeso tenían a Cristo en ellos, pero que no estaba haciendo Su hogar, estableciéndose, en cada parte de sus corazones. Es por eso que Pablo oró tal oración. Nuestra parte emotiva, mente, voluntad y conciencia deben ser tocadas y ganadas por Cristo. El Cristo que mora en nosotros, que nos ocupa, necesita conquistar nuestra parte emotiva, nuestra mente, nuestra voluntad y nuestra conciencia hasta llegar a establecerse plenamente en todos los cuartos de nuestro ser interior. Esto es llevado a cabo de una manera coordinada por la Trinidad Divina. Los Tres coordinan juntos de una manera hermosa para que Cristo, la corporificación del Dios Triuno, sea plenamente establecido en nuestro ser interior.
Mientras Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, somos arraigados para crecimiento y cimentados para edificación. El que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones es un asunto de fe, no de sentimientos. Tenemos que creer que hoy Cristo, como la corporificación del Dios Triuno, se está estableciendo en nuestro ser interior. Mientras Él hace esto, nosotros somos arraigados para crecimiento y cimentados para edificación en amor.
Luego, podemos comprender con todos los santos las dimensiones de Cristo: la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. En nuestra experiencia de Cristo, primero experimentamos Su anchura, y luego Su longitud. Esto es horizontal. Cuando avanzamos en Cristo, experimentamos la altura y la profundidad de Sus riquezas. Esto es vertical. Éstas son las dimensiones de un cubo. Nuestra experiencia de Cristo debe ser rica, fuerte, perfecta y completa como lo es un cubo.
Luego, conoceremos el amor de Cristo que excede todo conocimiento, lo que resulta en la plenitud del Dios Triuno. La plenitud es la expresión. Si llenamos un vaso con agua hasta que se desborde, tal desbordamiento viene a ser la expresión. Así pues, el desbordamiento es la plenitud, y la plenitud es la expresión misma del contenido del vaso. Cuando experimentamos a Cristo de esta manera tan profunda, resultará en la plenitud del Dios Triuno. Esta plenitud es la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la cual es la expresión misma del Dios Triuno.
Efesios 4:4 revela que hay un solo Espíritu para un solo Cuerpo con una sola esperanza. Sin la oración de Pablo en Efesios 3, no habría manera de que los creyentes llegaran a ser un solo Cuerpo. Es debido a que los creyentes fueron plenamente conquistados y ocupados en sus partes internas por el Cristo que reside en ellos que el Espíritu puede ser la esencia misma del Cuerpo. La iglesia como el Cuerpo de Cristo tiene al Espíritu como su esencia con una sola esperanza. Esta esperanza es que el Cuerpo de Cristo en su totalidad será plenamente transfigurado. Hoy en día, gran parte de nuestro ser todavía permanece en la vieja creación, pero tenemos una esperanza: que un día el Señor transfigurará incluso nuestro cuerpo físico a Su semejanza. En la actualidad el Espíritu es la esencia del Cuerpo. El Espíritu como la esencia del Cuerpo necesita saturar todo nuestro ser hasta que seamos transfigurados. Nosotros tenemos la esperanza de esta transfiguración.
Efesios 4:5 nos habla de un Señor [el Hijo] con una fe y un bautismo. La fe nos unió a Cristo en una unión orgánica y el bautismo nos cercenó, nos separó del mundo. En otras palabras, la fe une y el bautismo corta. Ahora somos del Señor porque tenemos fe y bautismo.
El versículo 6 nos dice que hay un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Debemos ser personas que disfrutan al Padre como la fuente de la Trinidad. Esta Persona existe en tres direcciones. Él es sobre todos, y por todos, y en todos. Esto significa que el Padre es triuno. De hecho, el Padre es sobre todos, el Hijo es por todos, y el Espíritu es en todos. Esto muestra que el Dios Triuno está corporificado en el Padre, quien también es sobre todos, y por todos, y en todos.
Efesios 5:19 y 20 también nos muestra la Trinidad Divina en Su mover divino y en nuestra experiencia. Primero, en el versículo 19 tenemos la práctica de hablarnos unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales [cánticos del Espíritu]. La palabra “espirituales” nos muestra que todos los cánticos son poemas espirituales del Espíritu. Esto significa que el Espíritu es la esencia misma de nuestros salmos, himnos y cánticos. La poesía mundana tiene otra clase de esencia. Cuando cantamos nuestros salmos, himnos y cánticos, tenemos la profunda sensación de que estamos tocando otra esencia, y esta esencia es el propio Espíritu de Dios.
El versículo 19b nos dice que debemos cantar y salmodiar con nuestro corazón al Señor [el Hijo]. Nuestros salmos, himnos y cánticos espirituales son del Espíritu, pero se los cantamos al Señor, el Hijo. Luego debemos dar gracias en todo tiempo por todas las cosas en el nombre del Señor Jesucristo a Dios y al Padre (v. 20). Cantamos con la esencia del Espíritu al Hijo. Luego damos gracias al Padre. Los Tres la de Deidad son abarcados en Efesios 5:19-20.
Al hablar los salmos, los himnos y los cánticos, hablamos algo de la esencia del Espíritu. Luego ofrecemos nuestro cantar, nuestro salmodiar al Hijo, y damos gracias al Padre en el nombre del Hijo con la esencia del Espíritu. Éste es nuestro disfrute de la Trinidad Divina. No obstante, pocos cristianos se dan cuenta de que cuando cantamos o hablamos un himno, estamos disfrutando a los Tres de la Trinidad Divina. Disfrutamos la esencia del Espíritu, disfrutamos al Señor como nuestra meta, y disfrutamos al Padre como el objeto de nuestra adoración. Damos gracias al Padre y cantamos cánticos al Hijo con la esencia del Espíritu. Ésta es la manera en que disfrutamos al Dios Triuno.
Todos los seis capítulos del libro de Efesios están construidos con el Dios Triuno. En Efesios 6 la Trinidad Divina se mueve para derrotar a Su enemigo, para eliminar a Su oponente. A fin de que el Dios Triuno derrote a Su enemigo es necesario que seamos fortalecidos en el Señor [el Hijo] y en el poder de Su fuerza (v. 10). Luego debemos vestirnos con toda la armadura de Dios [el Padre], a fin de que podamos estar firmes contra las estratagemas del diablo (v. 11). Finalmente, el versículo 17 nos insta a recibir la espada del Espíritu, el cual [el Espíritu] es la palabra de Dios [el Padre]. A través de la Trinidad Divina recibimos el poder y la fortaleza, tenemos la armadura y también tenemos la espada. Si no tenemos el poder o la fortaleza, no podemos combatir. Para esto necesitamos confiar en el Hijo. También necesitamos una cubierta que nos proteja; ésta es la armadura y la armadura es del Padre. Después necesitamos un arma ofensiva contra el enemigo; la cual es el Espíritu como la espada. El Hijo es el poder y la fuerza para combatir, la armadura del Padre es nuestra cubierta y la espada del Espíritu es nuestro poder ofensivo. Esto muestra que incluso en la guerra espiritual necesitamos a la Trinidad Divina.
En 1 Juan 4:2 otra vez podemos ver la coordinación de la Trinidad Divina. Este versículo nos muestra el Espíritu de Dios [el Dios Triuno incluyendo al Padre], que confiesa que Jesucristo [el Hijo] proviene de Dios [el Dios Triuno]. El Espíritu no es independiente. Él es de Alguien, de Dios el Padre. Más aún, Él hace algo, no para Sí mismo, sino para el Hijo. Él confiesa a Jesucristo, el Hijo. Otra vez podemos ver que los Tres trabajan juntos para una meta: exaltar al Hijo como la corporificación misma del Dios Triuno.
En 1 Pedro 4:14 se nos dice: “Si sois vituperados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el Espíritu de gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros”. Somos bienaventurados cuando somos vituperados en el nombre de Cristo [el Hijo]. Somos bienaventurados porque el Espíritu de gloria y de Dios [Dios el Padre] reposa sobre nosotros. Incluso en medio de la persecución padecida por los creyentes, los Tres de la Trinidad Divina están íntegramente involucrados con ellos. Ellos están íntegramente arropados con los creyentes perseguidos. Cuando los creyentes del Hijo son vituperados, el Dios Triuno disfruta Su reposo al permanecer junto a ellos en su persecución. El Espíritu de gloria y de Dios el Padre reposa sobre los creyentes. La palabra reposar en este versículo se refiere a una condición que consiste en permanecer, habitar, ser confortados, ser sustentados, ser cubiertos y protegidos. Mientras el Espíritu de gloria permanece con nosotros, los que sufrimos, Él llega a ser nuestro poder sostenedor, nuestra protección, nuestra cubierta y nuestra victoria; y al mismo tiempo, con Él hay un descanso. Esto describe la verdadera situación en que se encuentran los cristianos al estar bajo persecución. Cuando somos perseguidos, nuestro Dios Triuno nos cubre, nos protege, sustenta y conforta. Él está reposando sobre nosotros.
En 2 Corintios 13:14 se nos habla de que la gracia del Señor Jesucristo [el Hijo], el amor de Dios [el Padre] y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros. El amor de Dios es la fuente, ya que Dios es el origen; la gracia del Señor es el cauce del amor de Dios, ya que el Señor es la expresión de Dios; y la comunión del Espíritu es la impartición de la gracia del Señor con el amor de Dios, ya que el Espíritu es la transmisión del Señor con Dios a fin de que experimentemos y disfrutemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Se puede considerar que Judas 20 y 21 es una “porción hermana” de 2 Corintios 13:14. Estos versículos dicen que nosotros los creyentes debemos orar en el Espíritu Santo, conservarnos en el amor de Dios [Dios el Padre] y esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo [el Hijo] para vida eterna [la vida del Dios Triuno]. Orar en el Espíritu Santo equivale a la comunión del Espíritu en 2 Corintios 13:14; conservarnos en el amor de Dios es paralelo al amor de Dios en aquel versículo; y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo va con la gracia de Cristo. La misericordia y la gracia van juntas, pero la misericordia va más lejos y es más profunda a fin de alcanzar lo que la gracia no puede alcanzar. La misericordia de Dios alcanza más que Su gracia. La misericordia es para las personas que están en una situación y condición miserable y lastimosa. Cuando el hijo pródigo regresó a su padre en Lucas 15, él estaba completamente en una condición miserable y lastimosa. Lo que el Padre hizo para este hijo prodigo que daba lástima fue una misericordia para él. Judas 20 y 21 menciona la misericordia en vez de la gracia debido a la degradación y a la apostasía de la iglesia. Se necesita la misericordia de Dios en la situación degradada de las iglesias. Cuando las iglesias están en degradación, lo que necesitan es la misericordia trascendente de Dios.
Estamos esperando la misericordia de nuestro Señor. La palabra esperando implica confiando. Mientras esperamos y buscamos por la misericordia de nuestro Señor, también estamos confiando en Su misericordia. Necesitamos esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. El disfrute y la herencia de la vida eterna, la vida de Dios, es la meta de nuestra búsqueda espiritual. En estos versículos los Tres de la Trinidad están involucrados en la vida cristiana diaria de los creyentes. Toda la bendita Trinidad empleada y disfrutada por los creyentes en su oración en el Espíritu Santo, conservándose en el amor de Dios el Padre y esperando la misericordia de nuestro Señor, el Hijo, para vida eterna.
En 2 Tesalonicenses 2:13 y 14 se nos dice: “Nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad, a lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Dios [el Padre] nos escogió desde el principio. Esto alude a la eternidad pasada. Su salvación es en santificación por el Espíritu.
La santificación en el versículo 13 es todo-inclusiva, pues abarca las tres etapas de la santificación. La primera etapa es para nuestro arrepentimiento y se menciona en 1 Pedro 1:2. Primero, fuimos escogidos según la presciencia de Dios el Padre. Luego, conforme a lo que Dios escogió, el Espíritu Santo vino para separarnos, santificarnos, separándonos del mundo, del pecado y de todos los pecadores para Dios. Por medio de esa clase de santificación, nos arrepentimos y volvimos a Dios. Ésta es la primera etapa de la santificación para arrepentimiento.
La segunda etapa de la santificación es para nuestra justificación. En la segunda etapa, la santificación que recibimos en la salvación completa que Dios efectúa es tanto en posición como en la manera de ser. La santificación en posición se menciona en Hebreos 13:12, el cual dice que Jesús nos santificó mediante Su propia sangre. Nosotros obtenemos la santificación en posición mediante la sangre redentora de Cristo derramada en la cruz. Una vez que somos comprados para serle devueltos a Dios por la sangre del Señor, somos separados del mundo, recibimos la santificación en posición y somos hechos santos para Él. Además, cuando fuimos salvos y justificados, entramos en una unión orgánica con el Señor, participamos de Su vida y naturaleza divina, y fuimos santificados en nuestra manera de ser (1 Co. 6:11)
La tercera etapa de la santificación es para nuestra transformación, consiste principalmente en la santificación de nuestra manera de ser. Ésta es la santificación que hace hincapié Romanos 6:19 y 22. Esta santificación ocurre en nuestra manera de ser y cambia nuestra propia naturaleza. Esto tiene como finalidad nuestra transformación e incluye también ser conformados a la imagen del Hijo de Dios así como ser glorificados. De hecho, la glorificación es el último paso, el paso final, de la santificación del Espíritu Santo. La salvación completa que Dios efectúa se lleva a cabo en esta santificación todo-inclusiva.
La salvación en santificación por el Espíritu es el procedimiento, y la meta es obtener la gloria de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo. La selección de Dios y la santificación por el Espíritu Santo, la cual lleva a cabo la salvación completa que Dios efectúa, tendrá un resultado. El resultado será obtener la gloria del Señor Jesucristo. Ésta es nuestra glorificación. Nuevamente vemos a los Tres de la Trinidad Divina involucrados con nosotros desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. La selección la hizo Dios en la eternidad pasada y nuestra glorificación será en la eternidad futura. Su salvación todo-inclusiva es de eternidad a eternidad.
Apocalipsis 1:4 y 5 dice: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel [el Dios Triuno incluyendo al Padre] que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo [el Hijo], el testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. El Padre es Aquel que es, que era y que ha de venir. Él era en el pasado, Él es en el presente y Él vendrá en el futuro. Los siete Espíritus que están delante del trono de Dios son el Espíritu de Dios que opera, Dios el Espíritu. En persona el Espíritu es uno, pero en función el Espíritu es siete. Algunas personas tienen una lámpara de tres intensidades, pero el Espíritu es una “lámpara de siete intensidades”. Dios hizo que Su Espíritu se intensificara siete veces. El Espíritu de Dios intensificado siete veces es necesario para el mover y para el trabajo de Dios en la tierra.
Jesucristo, como el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra, es Dios el Hijo. Que Él sea el Testigo fiel hace referencia a la vida que Él llevó sobre la tierra durante treinta y tres años y medio. Él fue el que se manifestó como el Testigo, el testimonio, la expresión de Dios. Que Él sea el Primogénito de entre los muertos hace referencia a Su resurrección. En primer lugar, Él vivió sobre la tierra como el Testigo fiel. Después, Él resucitó de entre los muertos y llegó a ser el Primogénito de entre los muertos para la iglesia, la nueva creación. En la actualidad, Él es el Soberano de los reyes de la tierra en Su ascensión. Él ejerce Su gobierno sobre la tierra. Él vivió en la tierra como el Testigo fiel; luego Él resucitó de entre los muertos como el Primogénito de entre los muertos; y ahora Él está gobernando sobre la tierra, el mundo entero, como el Soberano de los reyes de la tierra. Por lo tanto, Apocalipsis 1:4 y 5 nos muestra que el Padre es Aquel que es y que era y que ha de venir; el Espíritu es Aquel quien se intensificó siete veces; y el Hijo es el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra. De tal Dios Triuno procede la gracia y la paz que son impartidas a las iglesias.
En Apocalipsis 22:1-2 hay un río de agua de vida [el Espíritu] que sale del trono de Dios [el Dios Triuno incluyendo al Padre] y del Cordero [el Hijo] y a los dos lados del río está el árbol de la vida [Cristo el Hijo]. Éste es un cuadro maravilloso que se presenta al final de la Biblia. El trono de Dios es el centro de la ciudad santa. Del trono procede el río de agua de vida y a los dos lados de este río crece el árbol de la vida. El árbol de la vida que crece a los dos lados del río significa que al árbol de la vida es una vid que se esparce y que procede del fluir del agua de vida para que el pueblo de Dios lo reciba y disfrute. Ésta es una señal maravillosa en el libro de Apocalipsis, el cual es un libro de señales.
El trono de Dios es el centro de la administración divina en todo el universo. Del trono procede el fluir del Espíritu, el río de agua de vida. Por esto el Espíritu en Romanos 8:2 se refiere al Espíritu de vida. El Espíritu de vida es el río de agua de vida. En esta agua de vida, Cristo crece como el suministro de vida. Así que, vemos a Dios el Padre como la fuente de la administración divina, Dios el Espíritu en Su fluir como el agua de vida y Dios el Hijo creciendo en el agua de vida como el árbol de vida para ser el suministro de toda la ciudad. El agua satura y el árbol suministra para que toda la ciudad viva por siempre a fin de expresar a la Trinidad Divina.