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Mensajes del libro «Vivir en y con la Trinidad Divina»
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CAPÍTULO NUEVE

VIVIR EN LA TRINIDAD DIVINA

(2)

  Lectura bíblica: Jn. 14:19-20; 6:57b-58; Gá. 5:25; Fil. 1:20-21a; Gá. 2:20c; Fil. 1:19; Gá. 6:18

  En este capítulo queremos continuar nuestra comunión en cuanto a nuestro vivir en la Trinidad Divina. Cuando usamos la palabra vivir nos referimos a morar. Vivir en la Trinidad Divina es morar en la Trinidad Divina. Morar no significa simplemente permanecer, quedarse, sino habitar, hacer nuestro hogar en un lugar. Morar en la Trinidad Divina incluye la totalidad de nuestro vivir, de nuestro diario andar. Por consiguiente, morar en el Dios Triuno es habitar en Él, es hacer nuestro hogar en el Dios Triuno, es vivir en Él. El Dios Triuno está corporificado en el Hijo y el Hijo, como la corporificación del Dios Triuno con todos Sus miembros, es el organismo de la Trinidad Divina a fin de producir fruto para la expresión del Dios Triuno. Mientras moramos o vivimos en el Dios Triuno, llevaremos fruto para Su expresión.

VIVIR POR EL CRISTO RESUCITADO

  Nuestro vivir en la Trinidad Divina está envuelto con el Cristo resucitado. Antes de que aconteciera la resurrección de Cristo, nadie podía vivir en el Dios Triuno. Nuestro Cristo es el Cristo resucitado, el Cristo pneumático. Juan 6 nos revela cómo Cristo pasó por un proceso para llegar a ser el Cristo resucitado a fin de morar en nosotros. El bosquejo de la Versión Recobro nos puede ser de gran ayuda para ver esta revelación. El bosquejo de Juan 6 nos dice que los versículos 32 al 71 muestran que Cristo es el pan que permanece para vida eterna. A fin de llegar a ser alimento para nosotros, Cristo primero se encarnó. Los versículos 32 al 51a muestran la encarnación de Jesús. Así pues, en Su condición de pan que permanece para vida eterna, Jesús se encarnó.

  Los versículos del 51b al 55 muestran que Jesús fue inmolado, pues nos indican el derramamiento de la sangre. En el versículo 54 el Señor habla de comer Su carne y beber Su sangre. Cuando la sangre es separada de la carne esto denota muerte. Además, Su sangre ha llegado a ser bebible y Su carne ha llegado a ser comestible; esto también denota que Él fue inmolado.

  Los versículos del 56 al 59 muestran que Cristo resucitó para morar en nuestro interior. En el versículo 56 el Señor dijo: “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, en Mí permanece, y Yo en Él”. Esto indica que el Señor tuvo que resucitar para poder morar en nosotros como nuestra vida y suministro de vida. En el versículo 57 Él dijo: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. “Por causa de” indica el factor. Vivimos porque tenemos un factor viviente que nos sustenta para vivir. Este factor es el Cristo resucitado. Cristo, Aquel que fue inmolado y resucitó, puede ser el factor viviente por el cual vivimos. Nosotros le comemos y vivimos por causa de Él, el Resucitado. Nuestro vivir por causa de Él significa que Él es el factor de nuestro vivir.

  Los versículos 60 al 62 nos muestran al Cristo ascendido. El versículo 62 dice: “¿Pues qué, si vierais al Hijo de Hombre subir adonde estaba antes?”. Los versículos 63 al 65 nos muestran al Cristo que llega a ser el Espíritu vivificante. El Señor estaba hablando de Él en la carne, pero en el versículo 63, dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. En esta coyuntura, el Espíritu que da vida es introducido. Después de la resurrección y por medio de la resurrección, el Señor Jesús quien había llegado a ser carne, llegó a ser el Espíritu vivificante, tal y como se menciona claramente en 1 Corintios 15:45. En la sección siguiente de Juan 6, del 66 al 71, se revela al Cristo corporificado en la palabra de vida.

  Es maravilloso ver esta secuencia en Juan 6. En este capítulo vemos a Cristo como el alimento que permanece para vida eterna, encarnado, muerto, que resucitó para morar en nosotros, que ascendió, que llegó a ser el Espíritu vivificante y que está corporificado en la palabra de vida. Después de morir, este mismo Cristo entró en Su resurrección para ser nuestro alimento comestible. Ahora estamos comiendo al resucitado.

  Juan 14:19-20 muestra a Cristo como el resucitado. Estos versículos dicen: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Por un poco de tiempo significa que mientras Él estuvo sepultado, el mundo no podía verlo, debido a que había muerto. Para Él, vivir significa ser resucitado. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que todos fuimos regenerados mediante la resurrección de Jesucristo. Juan 14:19 corresponde con 1 Pedro 1:3. Cuando Cristo vive, nosotros también vivimos. Cuando Cristo llegó a vivir en Su resurrección, todos nosotros resucitamos con Él. Él, incluyéndonos a nosotros, salió de la muerte. Entonces, Él vive y nosotros también vivimos por causa de Él.

  A continuación, en el versículo 20, el Señor les dijo a los discípulos que en el día de la resurrección ellos conocerían que Él está en Su Padre, que ellos están en Él, y Él en ellos. Ahora estamos en Aquel que está en resurrección, y Aquel que está en resurrección, el Cristo pneumático que es el Espíritu vivificante, está en nosotros. Cuando el Señor estaba en la carne, Él sólo estaba entre los discípulos y fuera de ellos, pero no estaba en ellos. En la tarde del día de Su resurrección, Él regresó a Sus discípulos como el Cristo pneumático y sopló en ellos. Al soplarse en ellos, Él les dijo que recibieran el aliento santo, el Espíritu Santo, el pnéuma santo, el cual era Él mismo (Jn. 20:22). Luego de soplarse dentro de ellos, permaneció dentro de ellos como el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante.

  Todos estos secretos divinos están escritos en la Biblia, pero a través de los siglos, muy pocas personas los han visto. Somos grandemente bendecidos de poder ver la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión de Cristo, Su llegar a ser el Espíritu vivificante y la corporificación de la palabra de vida como es revelado en Juan 6. Cristo como el pan de vida llegó a ser el Espíritu vivificante y este Espíritu vivificante se corporificó en la Palabra. Cristo como el pan de vida es el Espíritu y la Palabra. El Espíritu y la Palabra son vida para nosotros. El Espíritu está dentro y la Palabra está afuera. Cuando disfrutamos el Espíritu y la Palabra, disfrutamos de la verdadera esencia del pan vivificante. El pan vivificante es el Espíritu con la Palabra, y el Espíritu con la Palabra es el mismo Cristo resucitado, el Cristo pneumático.

  Ahora vivimos en este Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Cuando vivimos en Él, permanecemos en Él. Cuando permanecemos en Él, permanecemos en la corporificación, el organismo, de la Trinidad Divina. No estamos solamente permaneciendo o quedándonos en Él; sino que estamos viviendo en Él y tenemos nuestro ser en Él, de la misma manera en que vivimos en un hogar. Vivir en un hogar equivale a tener todo lo relacionado a nuestra vida en ese hogar. Esto es lo que significa vivir en la Trinidad Divina. Estamos viviendo en Uno que pasó por la encarnación, la crucifixión y ahora está en resurrección. Con Él no hay nada de muerte. Con Él todo es viviente y orgánico. Mientras vivimos a esta Persona viviente y orgánica, Su Cuerpo viviente es edificado para expresar a Dios y para cumplir el propósito eterno de Dios.

VIVIR POR CRISTO COMO EL SUMINISTRO DE VIDA

  Debemos ser los que viven por Cristo como el suministro de vida (Jn. 6:57b-58). Lo más importante cuando uno vive en un hogar es la alimentación; en un hogar nada es tan crucial como la alimentación. Si queremos vivir en la Trinidad Divina, morar en la Trinidad Divina como nuestro hogar, tenemos que disfrutar a Cristo como nuestro alimento. Debemos vivir por Cristo como nuestro suministro de vida. Él es nuestro alimento, pues ahora Él es comestible debido a que está en resurrección. Gracias a Su crucifixión, nuestra redención fue completada. Ahora Cristo es comestible para nosotros. Habiendo logrado Su muerte y resurrección, Él fue perfeccionado para que le pudiésemos comer. Debido a que Él vive en resurrección, Él es bueno para que nosotros le comamos orgánicamente.

  Después de Su resurrección, el Señor entrenó a Sus discípulos para que vivieran por Él como el suministro de vida de ellos. En Juan 21 vemos al Cristo resucitado moviéndose y viviendo con los creyentes. En este capítulo Pedro tomó la delantera para irse a pescar, y los otros discípulos le siguieron, porque ellos no tenían nada que comer. El Cristo resucitado como el suministro de vida de los discípulos se sopló dentro de ellos, pero Pedro tomó la iniciativa de alejarse de este suministro de vida. Este suministro de vida estaba dentro de los discípulos, no en el mar. Ellos no debían haber ido al mar. Ellos debían haber permanecido en su espíritu; pero se distrajeron del suministro de vida que estaba en ellos. Aunque ellos pescaron toda la noche, no atraparon nada; entonces, ¿qué atraparon? En cierto sentido podemos decir que ellos “atraparon a Jesús”. Ellos se desilusionaron mucho por no haber atrapado ni un pez. Pero, de repente, Jesús vino. Su venida les indicó que Él era su suministro de vida.

  El Señor Jesús los estaba entrenando para que comprendieran dónde encontrarían el suministro de vida. El suministro de vida no está en el mundo, el mar, sino dentro de ellos. El Espíritu que fue soplado en nosotros es el suministro de vida. No necesitamos “ir a pescar”. No necesitamos ir a otra fuente para buscar el suministro de vida. La única fuente de nuestro suministro de vida está en nuestro espíritu. Este suministro es el Cristo pneumático mismo, quien hoy es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Juan 20 y 21 revela que el Cristo pneumático entró en Sus discípulos para morar en ellos como el suministro de vida. No debemos ser distraídos de esta fuente hacia algo o alguien. Día a día debemos vivir por el Cristo resucitado como el suministro de vida. Esto es lo que significa vivir, morar, tener nuestra vida, tener nuestro ser, en la Trinidad Divina.

  Después de esta comunión, puede ser que todavía estemos preguntándonos qué significa vivir en resurrección. Esto es muy difícil de explicar. Lo único que puedo decirles para explicarles esto es algo desde el lado negativo. Siempre que estamos en nuestro yo, nos damos cuenta de que no estamos en resurrección. Siempre que decimos o hacemos algo de manera natural, sabemos que lo que decimos y hacemos no está en resurrección. Siempre y cuando seamos personas naturales, no estaremos en resurrección. Estar en resurrección es negar nuestro yo, nuestro hombre natural, nuestra manera natural de proceder y nuestro viejo hombre.

  Una iglesia pequeña fue levantada por el Señor en mi pueblo Chifú en 1932. El hermano Nee oyó las buenas noticias de que una iglesia había sido establecida en el norte de China. Ese fue el comienzo del recobro en el norte de China, así que él estaba muy contento. Él vino y se quedó con nosotros en la primavera de 1932 y fue mi invitado. Durante ese tiempo me presentó una ilustración que nunca olvidaré, me habló de la diferencia entre poner una piedrecilla o una semilla viva dentro de la tierra. Si sembramos la piedrecilla en la tierra y esperamos por muchos años, nada brotará. Si sembramos la semilla, tal como un grano de trigo, algo finalmente brotará. Él me preguntó por qué al enterrar la piedrecilla nada sucedería, mientras que algo sucedería si enterramos una semilla. Por supuesto, yo respondí diciendo que era porque no hay vida en la roca, mientras que sí hay vida en la semilla. Entonces, él llegó a su punto. Él me dijo: “Hermano, no somos un pedazo de piedra; somos una semilla. Cuanto más negamos nuestro yo, nuestra carne, nuestro viejo hombre, más llegamos a ser nada, más nuestra vida interior surgirá”.

  No somos gentiles incrédulos que son piedras muertas; somos creyentes regenerados. Fuimos regenerados en la resurrección de Cristo. Ahora somos semillas vivas. Hay algo de resurrección dentro de nosotros. El Cristo resucitado, el Cristo pneumático como Espíritu vivificante está dentro de nosotros. Por tanto, cuando nos negamos a nosotros mismos y negamos nuestro hombre natural, nuestro viejo hombre, esto le da la oportunidad al Cristo pneumático, al Cristo que mora en nosotros, a que crezca dentro nosotros. Recibí mucha ayuda cuando el hermano Nee me dio esta simple ilustración hace cincuenta y cinco años. He disfrutado y experimentado la ayuda de esta ilustración por cincuenta y cinco años. Siempre recuerdo lo qué significa vivir en la vida de resurrección. Llevar la vida de resurrección es negarnos a nosotros mismos, rechazar nuestro viejo hombre y menospreciar la manera natural de proceder. Cuando hacemos esto, estamos inmediatamente en resurrección. Esta resurrección es una persona viviente.

  En otra ocasión, el hermano Nee dio un mensaje en que nos dijo que la realidad y la esencia de la resurrección es el Espíritu. La resurrección es el Espíritu. El Espíritu no es meramente el Espíritu de Dios como lo era en Génesis 1, que se cernía sobre la superficie de las aguas. La resurrección es la persona del Espíritu de Jesucristo después de la resurrección de Jesús. Esta persona viviente es la realidad y la esencia de la resurrección. Vivir en resurrección es vivir y andar, no por nosotros mismos, sino por el Espíritu. ¿Dónde está el Espíritu? Él ahora mismo está en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17). Por tanto, cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, nos encontramos con la realidad de la resurrección, la cual es una persona viviente: el Espíritu vivificante quien es el Cristo pneumático.

VIVIR Y ANDAR POR EL ESPÍRITU

  A fin de vivir en la Trinidad Divina, debemos vivir y andar por el Espíritu. Gálatas 5:25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Vivir por el Espíritu es algo general, mientras que andar por el Espíritu es algo particular. Vivir por el Espíritu es tener una vida que depende del Espíritu y es regulada por Él. Andar por el Espíritu en el versículo 25 significa andar ordenadamente o marchar en orden militar. El Cristo pneumático es el Espíritu por el cual vivimos y andamos. El Cristo pneumático es la resurrección misma. Cuando vivimos por el Espíritu y andamos por el Espíritu, vivimos y andamos por la resurrección y en la resurrección.

  El Señor Jesús nos dijo que Él es la resurrección y la vida (Jn. 11:25). La vida y la resurrección no son cosas, sino una persona. La resurrección es una persona viviente, quien es la vida que ha pasado a través de la muerte. La resurrección es la expresión de la vida que ha pasado por muerte y fue puesta a prueba, examinada por la muerte. Antes de ser examinada por la muerte, la vida era puramente vida; no era resurrección. Pero después de pasar la prueba de la muerte y pasar por la muerte exitosamente, la vida llegó a ser resurrección. Tanto la vida como la resurrección son la misma maravillosa persona, una persona excelente. Esta persona es el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante. Este Espíritu es la resurrección, en la cual nosotros los cristianos debemos vivir todo el tiempo.

  Vivir en esta resurrección es olvidarnos de nosotros mismos, renunciar a nosotros mismos y negarnos a nosotros mismos. Cuando salimos a predicar el evangelio o hacer algo en el servicio al Señor, no debemos actuar en nosotros mismos, sino que debemos estar en Cristo, en la resurrección, en el Cristo pneumático, en el Espíritu vivificante, quien nos da vida todo el tiempo como nuestro suministro de vida. Cada aspecto de la manera ordenada por Dios debe ser llevado a cabo en resurrección. Predicar el evangelio, bautizar a las personas, celebrar reuniones en los hogares, tener reuniones de grupo y profetizar en las reuniones más grandes de la iglesia, se debe hacer al renunciar a nuestro yo, rechazarnos y negarnos a nosotros mismos. Esto significa que todo debe hacerse en resurrección.

VIVIR A CRISTO PARA MAGNIFICARLO

  Vivir en la Trinidad Divina es vivir a Cristo para magnificarlo (Fil. 1:20-21a). Nadie que permanezca en sí mismo puede vivir a Cristo para magnificarlo. Vivimos a Cristo para magnificarlo solamente a través de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (v. 19). Cuando vivimos por el Espíritu y andamos por el Espíritu, espontáneamente vivimos a Cristo para magnificarle. El factor, el elemento y la esfera de nuestro vivir debe ser el Espíritu vivificante, el Espíritu de Jesucristo como el suministro abundante. El término “Espíritu de Jesucristo” significa que el Espíritu es Jesucristo. Él es el Espíritu que es rico para nosotros como nuestro suministro de vida y Él está en nuestro espíritu. Por esta razón, debemos dar énfasis a nuestro espíritu. Nunca podremos recalcar lo suficiente este asunto. Debemos enfatizar este asunto una y otra vez. Debemos volvernos a nuestro espíritu, ejercitar nuestro espíritu y estimular nuestro espíritu, porque en nuestro espíritu está la resurrección misma, quien es el Viviente, el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante.

  El secreto para experimentar a esta Persona es negarnos a nosotros mismos. Siempre y cuando nos neguemos, estamos en resurrección, pero es diferente con los gentiles incrédulos porque ellos no tienen este tesoro de la resurrección en sus espíritus. Su espíritu está muerto y no ha sido regenerado, pero nuestro espíritu es diferente. Nuestro espíritu ha sido regenerado. Cristo como Aquel que resucitó está en nuestro espíritu regenerado como la resurrección misma. Así que, podemos vivir en la Trinidad Divina porque la corporificación misma de esta Trinidad Divina está en nuestro espíritu como la resurrección. Podemos vivir en el Cristo resucitado que es la resurrección misma y podemos vivir por el Cristo resucitado que es la resurrección. Siempre que nos neguemos a nosotros mismos y renunciemos a nuestra alma, entraremos en la comprensión plena de esta resurrección y la experimentaremos en plenitud.

  Esto es por completo en fe y no en nuestros sentimientos. Tenemos que ejercitar nuestra fe para creer esto. La fe es lo que da sustantividad a los hechos. En este universo, y especialmente dentro de nosotros, hay un hecho, una realidad, que no podemos ver. Sin embargo, podemos dar sustantividad a este hecho. La expresión dar sustantividad procede de la palabra “sustancia”. Todas las cosas espirituales, especialmente que Cristo es la resurrección dentro de nosotros, debemos darles sustantividad por nuestra fe. La fe proviene del oír de la palabra (Ro. 10:17). Cuando oímos la palabra que nos comunica las cosas buenas relacionadas con Cristo, recibimos una visión, y lo que vemos produce cierto aprecio, cierta fe, dentro de nosotros. Nuestra fe es el aprecio que tenemos por el Señor Jesucristo. Cuando le escuchamos y le vemos, espontáneamente dentro de nosotros se produce cierto aprecio por Él. Este aprecio es el creer, la fe, y esta fe es la fe del Hijo de Dios (Gá. 2:20c). La fe del Hijo de Dios es realmente la fe como el Hijo de Dios. Esta fe es Jesucristo mismo.

POR MEDIO DE LA GRACIA DEL SEÑOR JESUCRISTO EN EL ESPÍRITU DE LOS CREYENTES

  Finalmente la gracia es lo que vemos, lo que creemos, lo que apreciamos y lo que obtenemos. La gracia es el Cristo resucitado como nuestro disfrute. El versículo que concluye el libro de Gálatas dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén” (6:18). Por medio de esta gracia experimentamos al Cristo resucitado, quien es la corporificación de la Trinidad Divina. Cristo, el Cristo pneumático, es nuestra resurrección que produce la fe para nuestro disfrute de Él como gracia. Vivimos en la Trinidad Divina por medio de la gracia del Señor Jesús en nuestro espíritu.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

  Pregunta: Estamos hablando acerca de vivir en resurrección al negarnos a nosotros mismos. Cuando vivimos de esta manera, ¿causa esto que crezcamos y seamos transformados, o necesitamos crecer y ser transformados antes de poder vivir de esta manera?

  Respuesta: Himnos, #199 es un himno excelente acerca de identificarnos con el Señor en Su muerte y resurrección. Las primeras dos líneas de la estrofa 2 dicen:

  Dulce es morir con Cristo Si vivo en resurrección.

  Este himno fue escrito por A. B. Simpson. Todos los que conocen la vida interior aman este himno. Esta pregunta es si primero tenemos muerte y luego resurrección, o si la resurrección viene primero y luego la muerte. Podemos ver la secuencia al usar la ilustración de la semilla que se sepulta en la tierra. La semilla tiene vida en ella; la vida es resurrección. Pero la semilla no será glorificada, si no se entierra. Ser enterrada es equivalente a negarnos a nosotros mismos, a rechazarnos y a renunciar a nuestro yo. La multiplicación de la vida divina, la glorificación de la vida divina, que es la resurrección, se da por medio de esta sepultura, esta renuncia.

  Al venir, el Señor poseía la vida divina, pero Él pasó por la muerte. Luego entró en la resurrección con miras a Su multiplicación, Su aumento, Su glorificación. Hoy en día nosotros podemos recibirle como nuestra vida y esto nos hace una semilla. A fin de que nosotros, como la semilla, expresemos la vida divina con miras a su multiplicación, aumento y glorificación, necesitamos pasar por la muerte que Él pasó. Esto equivale a ser configurados a Su muerte.

  Podemos ver en Filipenses 3 que Pablo tenía a Cristo como vida y que él vivió por esa vida; sin embargo, él aspiraba conocerle aún más. Él quería conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, al ser configurado a Su muerte. Ya tenemos a Cristo como vida, no obstante, debemos conocerle más aún. El aumento en el conocimiento de Cristo y del poder de Su resurrección nos fortalecerá para pasar a través de Su muerte. Al conocerle más, podremos ser configurados a Su muerte. Esto está claramente ilustrado en el libro de Filipenses, el cual es un libro acerca de la experiencia de Cristo. Ser configurados a Su muerte significa renunciar a nosotros mismos, negarnos y rechazarnos. Rechazarnos a nosotros mismos, renunciar a nosotros mismos y negarnos a nosotros mismos, las tres, son expresiones que significan lo mismo. Cuando nos negamos a nosotros mismos, vivimos en resurrección.

  Pregunta: ¿Puede compartir algo en cuanto a Romanos 8:13 que dice: “Si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis”?

  Respuesta: Romanos 8:13 también nos muestra algo en cuanto a ser configurados a la muerte de Cristo. Tenemos al Espíritu Santo en nosotros; sin embargo, todavía hay muchas cosas negativas en nuestro cuerpo mortal. La vida puede entrar en nuestro cuerpo mortal mediante el Espíritu que mora en nosotros (v. 11). El Espíritu que mora en nosotros es la realidad de la resurrección. Esta realidad de la resurrección, que es la vida interior misma dentro de nosotros, puede alcanzar nuestro cuerpo mortal. Para que esto ocurra, tenemos que cooperar con Él por medio de hacer morir cada acción, cada obra, de nuestro cuerpo. Ésta es nuestra cooperación con el Espíritu que mora en nosotros para ser configurados a la muerte de Cristo y así poder vivir en el Cristo resucitado y vivir por medio de Él.

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