
Margarita Barber fue un gran ejemplo para Watchman Nee en el asunto de prestar más atención a la vida que a la obra. El se dio cuenta de que Dios se interesa más por lo que somos que por lo que hacemos, y lo que hacía se conformaba a este principio. El observó cómo la señorita Barber continuamente ponía énfasis en la vida, sin prestar mucha atención a las actividades.
De vez en cuando, él y la señorita Barber iban a escuchar a algún predicador. El siempre admiraba la elocuencia del predicador, su conocimiento, su celo, su habilidad o su poder de persuasión. Entonces la señorita Barber le hacía notar que lo que él admiraba no era ni la vida ni el Espíritu. Lo que él admiraba podía estimular a los oyentes y motivarlos a cumplir ciertas obras, pero no podía ministrarles vida. Mediante este diagnóstico espiritual, él aprendió a distinguir la diferencia entre la vida y la obra. Empezó a entender que la mayoría de los sermones de los predicadores y los maestros cristianos no eran vida sino paja. El también observó que en la obra cristiana, que presuntamente se lleva a cabo para Cristo, por lo general se ministra muy poca vida.
Watchman Nee mostró a los colaboradores que según los cuatro evangelios, el Señor en Su ministerio no se preocupaba por ser famoso; por el contrario, en muchos casos se alejaba cuando la muchedumbre lo buscaba. El hermano Nee decía frecuentemente que el Señor Jesús se sembró como simiente de vida (Mt. 13:3), pues cayó al suelo como grano de trigo, para que la vida que contenía fuese liberada a fin de producir muchos granos (Jn. 12:24).
El me dijo que cuando un colaborador suyo, aquel que era cinco años mayor que él, viajaba por todo el país conduciendo reuniones evangélicas, Margarita Barber vio el peligro de la popularidad y le advirtió: “Si sigues viajando para llevar a cabo la obra evangélica, dejaré de orar por ti”. Ella discernía que esa labor lo llevaría al naufragio de su vida espiritual. Finalmente, fue exactamente eso lo que sucedió.
Watchman Nee temía ser muy conocido. El temía volverse famoso y ser exaltado y elogiado por la gente. Para él, la fama era un instrumento de seducción para tentar a los colaboradores jóvenes a desviarse de la senda de vida que uno sigue al ir en pos del Señor. Nunca le molestaron el desprecio ni la oposición ni el rechazo ni las acusaciones de los demás. Por el contrario, consideraba estas cosas como una salvaguardia que lo preservaba en la vida divina y le proporcionaba más crecimiento en el Señor. Esta visión fomentó su unión con el Señor en Su obra y la obediencia a la dirección del Señor. El llevaba a cabo la revelación que recibía del Señor, no como una actividad, sino como una expresión de la vida divina.
Watchman Nee vio que lo importante en nuestra obra no es la cantidad de trabajo, sino la calidad del mismo. El oro, la plata y las piedras preciosas se presentan siempre en pequeña cantidad, pero son artículos de alta calidad; mientras que la madera, el heno y la hojarasca se presentan en cantidades considerables, pero no tienen mucha calidad. La madera, el heno y la hojarasca no resisten la prueba del fuego, pero el oro, la plata y las piedras preciosas sí. Nosotros seremos juzgados ante el tribunal de Cristo no por la cantidad de trabajo que efectuamos, sino por la calidad de nuestra labor.
Cuando oíamos que cierto predicador había ganado numerosas almas o que cierto obrero cristiano estaba llevando a cabo una gran labor, él nos decía a quienes estábamos siendo adiestrados por él, que la verdadera obra es la abundancia de la vida divina.
Por medio de los dones, el conocimiento y la habilidad que tenía, él podía ganar fácilmente muchos seguidores en el cristianismo. Pero no malgastó sus dones ni su conocimiento de esa manera. Siempre hizo lo posible por restringirse en la función de los dones y el uso de su conocimiento, para asegurarse de que su obra estuviese totalmente en vida, procediera de la vida, se hiciera con la vida y además fuera vida. A él le bastaba con tener la certeza de que en su ministerio sobreabundaba la vida divina.
Su ministerio empezó en el año 1922, y la iglesia en Shanghai, la cual estaba bajo su guía, fue establecida en 1927. Al final del año 1933, cuando lo visité por primera vez en Shanghai, el número de santos que se reunía en el recobro del Señor allí era un poco más de cien. En febrero de 1928 él dio una conferencia en dicha ciudad. A dicha conferencia fueron invitados todos los colaboradores y los que buscaban al Señor con diligencia, de todo el país. El número sobrepasó las trescientas personas. Después de haber ministrado más de seis años, el número de santos en el recobro del Señor en aquel tiempo todavía era demasiado pequeño. Sin embargo, él no estaba desanimado; por el contrario, fue muy animado porque se dio cuenta de que ese pequeño remanente era el resultado de su ministerio. ¡Alabado sea el Señor! Debido a la falta de interés de Watchman Nee en las actividades visibles, la vida que recalcaba en su ministerio ha sobreabundado en toda la tierra. La parte de su ministerio que ha inundado el cristianismo actual por medio de sus libros no fue el producto de su obra sino el rebosar de la vida que brotaba de su obra. Para él la obra no significaba gran cosa, pero la vida lo era todo. En toda mi vida, él es la única persona que conozco que prestó más atención a la vida que a la obra.
A continuación podemos leer un extracto de una carta abierta que incluyó en el cuarto número de El testimonio actual, publicado en julio de 1928:
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Creemos firmemente que Dios no busca una gran obra que sacuda los cielos y la tierra. Los hombres sólo se preocupan por lo que ven, pero Dios no tiene una perspectiva tan limitada. No confiamos en la clase de obra que publica fotos llamativas y reportajes conmovedores. Es triste observar que pese a que los hijos de Dios entienden que Dios no se encuentra en las emociones, de todos modos aspiran a tener emociones intensas. Por consiguiente, debemos tener mucho cuidado al pensar que todo lo que parece bueno procede de Dios. Me parece que la necesidad actual, hoy más que nunca, es discernir entre la acción del espíritu y la del alma.