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Mensajes del libro «Watchman Nee — Un siervo que recibió la revelación divina en esta era»
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CAPITULO DIECIOCHO

DERRAMADO EN LIBACION

  En noviembre de 1948 y en febrero de 1949, Watchman Nee convocó dos conferencias urgentes en Shanghai para los principales hermanos que laboraban con él. En la última de estas ocasiones, después de mucha oración y meditación, Watchman Nee tomó la decisión de permanecer en Shanghai para que el recobro del Señor siguiera avanzando. Por una parte, él confiaba plenamente en la providencia del Señor y, por otra, estaba consciente del riesgo que ello representaba y estaba dispuesto a ser sacrificado por causa del testimonio del Señor. Tal disposición fue sin duda fruto de la provisión que tenía de la gracia del Señor. Inmediatamente después de tomar la decisión de quedarse en Shanghai, hizo los preparativos pertinentes para llevar a cabo su segundo entrenamiento en Kuling.

  En enero de 1950, fue a Hong Kong pensando regresar a la China continental después de una breve estadía. Los hermanos de varios lugares le aconsejaron que no regresara y le advirtieron del riesgo que corría. Pero él no vaciló en regresar debido a la carga que sentía por las iglesias, los colaboradores y el testimonio del Señor en la China continental. En eso se asemejaba al apóstol Pablo, quien dijo en Hechos 20:24: “No estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera, y el ministerio que recibí del Señor Jesús”. El estaba consciente del riesgo, pero su decisión estaba firmemente anclada, y su espíritu ardía para acabar su carrera y completar el ministerio que había recibido del Señor. En esos días recibió un telegrama de Swatow anunciándole que su madre había fallecido. Aún así, la urgente necesidad de las iglesias y de los colaboradores en la China continental lo instaron a ir directamente a Shanghai; esto fue a mediados de marzo, y dejó el sepelio de su madre en manos de su hermana mayor.

  Fue un momento decisivo para el recobro en China. Al regresar a Shanghai, Watchman Nee laboró intensamente cuidando a las iglesias y a los colaboradores y edificando a muchos creyentes que habían entrado en el recobro del Señor después de salir de las denominaciones y de grupos libres. El previó lo que estaba a punto de suceder y aprovechó la oportunidad para publicar los mensajes que presentó en sus dos entrenamientos en Kuling. Esperaba que estos mensajes fuesen preservados para el beneficio de las iglesias en el futuro.

  En la primavera de 1952, él fue arrestado y encarcelado; y en el verano de 1956, después de un largo proceso legal, fue condenado a quince años de cárcel. No obstante, cuando hubo cumplido la sentencia, no lo dejaron en libertad.

  Durante los años que estuvo en la cárcel, sólo su esposa estaba autorizada para visitarle de vez en cuando. Ella falleció el 7 de noviembre del 1971, y su muerte fue muy dolorosa para él, aparte de que desde entonces quedó totalmente incomunicado. Poco después de la muerte de su esposa, Watchman Nee llegó también al final de su peregrinación en esta tierra, y el 30 de mayo de 1972 descansó en Cristo, a quien sirvió hasta dar su vida por El.

  Su fe en el Señor no cambió nunca. El se derramó en libación sobre el recobro del Señor en beneficio de las iglesias que habían sido establecidas mediante su ministerio conforme a la visión y comisión que había recibido del Señor. El peleó la buena batalla, acabó la carrera y guardó la fe.

  Durante los años que pasó en prisión, quedó confinado, pero su ministerio no estaba preso (2 Ti. 2:9). Por la providencia del Señor, su ministerio se ha extendido por todo el mundo como un testimonio en contra de lo que proclama el cristianismo de hoy y como un rico suministro de vida para todos los que buscan sinceramente al Señor.

  La única carga que llevaba en el corazón eran las iglesias, las cuales son la casa y el tabernáculo de Dios. Aunque el tabernáculo terrenal del hermano Nee llegó a su fin, las iglesias que llevaba en su corazón con tanto esmero, no sólo sobrevivieron sino que siguen creciendo con vigor y se extienden ampliamente por toda la tierra. [Como Abel,] “aunque murió, todavía habla”.

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