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Mensajes del libro «Watchman Nee — Un siervo que recibió la revelación divina en esta era»
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CAPITULO TREINTA Y UNO

LA RELACION ENTRE WITNESS LEE Y WATCHMAN NEE, DE 1925 A 1935

EL PRIMER CONTACTO

  En los días en que empecé a comunicarme con Watchman Nee, nos separaba una distancia geográfica considerable. El vivía en Fukien, una provincia del sur de China, y yo estaba en Shantung, una provincia ubicada al norte.

  El fue salvo en 1920, y yo en 1925. El abuelo materno de mi madre era un bautista del sur, que a su vez introdujo a mi madre en el cristianismo. Ella estudió en la escuela de la misión bautista del sur y en su juventud fue bautizada en la iglesia bautista del sur por el año 1885. Yo nací en 1905. Ella me llevaba a la iglesia bautista en Chifú. Estudié en la escuela elemental bautista del sur, y luego en el colegio de la misión inglesa dirigida por los presbiterianos norteamericanos en Chifú. Aunque en mi juventud asistía a la iglesia bautista del sur y a la escuela dominical, no era salvo ni había sido bautizado. Más adelante, dejé de asistir a los servicios cristianos durante unos cinco años.

  Cuando mi segunda hermana fue salva, empezó a orar por mí y me presentó a un pastor chino muy fiel que pertenecía a la Iglesia China Independiente. El me visitaba con frecuencia, y me animaba a asistir al culto matutino del domingo. Después de posponerlo mucho tiempo, decidí asistir a aquella iglesia; recuerdo que fue temprano por la mañana el segundo día del Año Nuevo chino de 1925. Después de unos dos meses y medio, me bautizaron por aspersión en esa congregación. Poco después, en abril de ese año, por medio de la predicación de la hermana Peace Wang, fui verdaderamente salvo y volví al Señor. En aquel entonces era joven y estaba lleno de aspiraciones con respecto a mi educación y mi futuro. Pero después de ser salvo mediante la predicación de la hermana Peace Wang aquella tarde, mientras me dirigía a casa, me detuve y oré a Dios, conforme al mensaje de la hermana Wang, algo así: “Dios, me molesta ser usurpado por Satanás y por el mundo como lo estaba Tu pueblo por Faraón y por Egipto; quisiera servirte y predicar el evangelio del Señor Jesús por las aldeas, cueste lo que cueste, por el resto de mi vida”.

  Desde aquel día amé la Biblia. La Palabra de Dios llegó a ser más dulce que la miel, como se menciona en Salmos 19:10 y 119:103. La Palabra me nutrió, cambió mi vida e hizo que yo amara y siguiera al Señor. Conseguí todos los libros que pude acerca de la Biblia.

  Pronto me llevaron a las reuniones de la Asamblea de los Hermanos (los de la línea de Benjamín Newton) en nuestra ciudad. Me atrajo mucho la manera en que explicaban la Biblia y enseñaban las verdades bíblicas. Desde el año en que fui salvo, asistí continuamente a sus reuniones durante siete años. Aprendí mucho de ellos, particularmente lo relacionado con la tipología, las profecías y las parábolas del Nuevo Testamento. Sus enseñanzas me ayudaron a abandonar lo mundano y las apariencias, y me preservaron en la senda del Señor. Sin embargo, no recibí mucha ayuda en cuanto a la vida, al Espíritu y a la iglesia. Recibí mucho conocimiento con sus enseñanzas, pero poca vida.

  En esos días de búsqueda y de deseo de conocer toda la Biblia, apareció en mi ciudad un periódico cristiano intitulado La estrella de la mañana. Yo leía todos los números que se publicaban de ese periódico. Al leerlo, noté que muchos de los artículos eran escritos por un tal Nee To Sheng (Watchman Nee). Era obvio que estos artículos eran los más extraordinarios sobre las verdades bíblicas que jamás hubiera visto. Eran los mejores artículos de ese periódico. Cuanto más los leía, más los disfrutaba. Examinaba la manera en que el autor se dirigía a sus lectores, y me imaginaba que era un maestro cristiano de edad avanzada, tal vez de más de sesenta años. En realidad, era un joven solamente dos años mayor que yo. Luego se anunció en un número de dicho periódico que Watchman Nee publicaría su propio periódico, el cual se llamaría El cristiano. Me suscribí de inmediato a esa revista. Recibí los veinticuatro números que se publicaron de 1925 a 1927. Cuando llegaba un número, lo devoraba todo el mismo día si podía. Aparte de la lectura de El cristiano, compré todos los libros que él había publicado sobre la vida espiritual, de los cuales recibí la más grande ayuda en lo relacionado con la vida. Apreciaba y valoraba mucho aquellas revistas y aquellos libros.

  Al mismo tiempo, tuve la oportunidad de leer un artículo de Watchman Nee en Lámpara es a mis pies Tu palabra, un periódico publicado por los Hermanos de Newton en Chifú. Este artículo también me impresionó profundamente.

  En aquellos días empecé a tener correspondencia con Watchman Nee, lo cual dio lugar a nuestro primer contacto. Le escribí haciéndole preguntas sobre la Biblia, y él contestó a cada una de ellas. En una carta le dije que me aconsejara en cuanto al mejor libro que me pudiera ayudar a entender la Biblia. El contestó que el libro era Sinopsis de los libros de la Biblia de John Nelson Darby. El añadió que para entenderlo bien debía leerlo cuatro o cinco veces. Ocho años más tarde, mientras él me hospedaba en Shanghai, me regaló ese juego de libros.

  Después de ser salvo, asistí a los cultos matutinos de los domingos en la Iglesia China Independiente durante unos dos años y medio. Sin embargo, por medio de los escritos de Watchman Nee, empecé a entender que no era correcto estar en las denominaciones y que existía una iglesia establecida en la base correcta. Aunque interiormente había terminado con las denominaciones, todavía permanecía allí. En aquella denominación había un joven que se dio cuenta de que yo era diferente en mi búsqueda del Señor. Un día me preguntó: “¿Cómo podemos tener la certeza de que somos salvos?” Aproveché la oportunidad para ayudarle a que entendiera que podía tener la certeza de ser salvo, y le di un libro de Watchman Nee sobre ese tema. Después de leerlo, lo entendió y fue salvo. Su nombre era Du Chung-chin. Se desarrolló una relación entre nosotros dos, y nuestro pastor comparó esta relación con la que existía entre Josué y Caleb. Más adelante, este hermano se trasladó a Shanghai por causa de su trabajo, y lo alenté a asistir a una reunión donde ministraría Watchman Nee. Siete años más tarde él llegó a ser uno de los primeros tres ancianos de la iglesia en Shanghai.

  Al final del año 1927, la Iglesia China Independiente me escogió para ser miembro de su cuerpo directivo. Era una distinción no común para un joven. Sin embargo, me sentí obligado a decirles que no podía aceptar la posición y que no permanecería más en su denominación. Al contrario, les pedí que borraran mi nombre de su “libro de vida”. Desde entonces empecé a asistir regularmente a la Asamblea de los Hermanos, y asistía a sus siete reuniones semanales. Mientras estaba todavía con ellos, el señor Burnet, su líder, me bautizó por inmersión en el mar, en 1930. Me senté entre ellos, asimilando las doctrinas que enseñaban. Permanecí con ellos hasta 1932.

  En agosto de 1931, mientras caminaba por la calle, me vino el pensamiento de que todas las enseñanzas que había recibido en la Asamblea de Hermanos eran principalmente doctrinas. Examiné todo el conocimiento que había acumulado y noté que a pesar de ello seguía bastante muerto. Aunque jamás volví al mundo y aunque asistía a siete reuniones por semana, estaba muy frío y no llevaba fruto. En ese momento tuve un arrepentimiento profundo y genuino.

  Al día siguiente, de madrugada subí a la cima de una pequeña montaña cerca de mi casa. Clamé al Señor y lloré con desesperación. Cada mañana iba allí para orar. Desde entonces, perdí el interés en hablar; sólo quería orar. Esta experiencia duró varios meses, desde agosto hasta febrero o marzo del siguiente año.

  Durante el tiempo que buscaba al Señor, en septiembre de 1931, Watchman estaba a punto de dar su segunda conferencia sobre los vencedores, en Shanghai. Le escribí una carta y me inscribí para asistir a esa conferencia. Pero debido a la invasión japonesa en Manchuria, cerca de la provincia de Shantung, no pude estar presente en esa conferencia.

  En la primavera de 1932, el hermano Du Chung-chin regresó de Shanghai a Chifú y vino a visitarme. El me habló de las reuniones y de todas las cosas hermosas de la iglesia en Shanghai. Esto me dio aún más deseos de ir a Shanghai y participar allí de las bendiciones con los santos.

EL PRIMER CONTACTO PERSONAL

  Entonces el hermano Du y yo fuimos a nuestra antigua denominación y les propusimos que invitaran a Watchman Nee a venir y hablar con ellos. Aunque habíamos salido de esa denominación, tenían una buena impresión de nosotros. Aceptaron nuestra propuesta e invitaron a Watchman a venir y predicar. Cuando Du Chang-Chin regresó a Shanghai, le pedí que invitara de mi parte a Watchman a venir a visitar nuestra ciudad, y así lo hizo. Al mismo tiempo, el seminario bautista del sur en Hwang-hsien, una ciudad cerca de Chifú, también invitó a Watchman a hablar allí. Así, en el verano de 1932, él vino a predicar en esos dos lugares. El llegaría en un barco de vapor, y yo fui con otros hermanos a recibirlo. Cuando nos vimos, inmediatamente nos reconocimos. Habíamos mantenido correspondencia durante algún tiempo, y hubo un reconocimiento mutuo. El se puso en mis manos y me habló de las cosas que tenía en su corazón. Durante una semana él se dirigió a una gran multitud reunida en el auditorio de la Iglesia China Independiente. Recibí mucha ayuda de sus mensajes, y después de esa conferencia lo acompañé también al seminario bautista del sur en Hwang-hsien.

  En aquellos años, el movimiento pentecostal era muy fuerte en el norte de China, y el seminario donde Watchman hablaba había sido influido por ese movimiento. En aquellas reuniones vi por primera vez las prácticas peculiares de los pentecostales. Algunos saltaban, otros reían y otros gritaban. Se veían cosas raras. Watchman dio su mensaje después de que el pastor que presidía calmó la congregación. El dio un mensaje sobre el evangelio del amor de Dios, basándose en Lucas 15.

  Después de la primera reunión, mientras Watchman y yo caminábamos hacia mi casa le dije: “¿Qué clase de reunión es ésta: gritar, saltar y dar vueltas?” El contestó que en el Nuevo Testamento no había preceptos que indicaran la manera en que debemos reunirnos. Sus palabras me sacudieron y me pregunté si él estaba de acuerdo con estas prácticas extrañas del movimiento pentecostal. Más tarde descubrí que él no estaba de acuerdo con aquellas prácticas, pero tampoco defendía ninguna liturgia ni ningún rito externo.

  Me hospedé en el dormitorio del seminario. Cierta tarde, mientras tenían una reunión pentecostal en la cual el hermano Nee no iba a predicar, me quedé en mi cuarto para pasar un tiempo con el Señor. Leí Isaías 44:22 y mientras leía “Vuélvete a mí, porque yo te redimí”, tuve un profundo sentir de que el Señor me llamaba a servirle y me dio el versículo 21 como promesa: “Siervo mío eres tú; no me olvides”. Me pareció que el versículo 23 también estaba dirigido a mí, acerca de la meta de Su llamado: “Jehová ... en Israel será glorificado”. Allí pude sentir realmente la presencia del Señor, y fui ungido, reconfortado con Su Espíritu y lleno de gozo y aliento.

  Después de las reuniones en el seminario, Watchman regresó a Chifú y se hospedó en mi casa durante dos o tres días. Compartimos acerca de los intereses del Señor.

  En aquella ocasión, me pidió que lo presentara al señor Burnet, el fundador de la Asamblea de Hermanos de Newton, que se reunía en mi ciudad. El señor Burnet era un hombre de edad avanzada y un excelente maestro de la Biblia, el cual había aprendido a los pies de Benjamín Newton, un destacado maestro de los Hermanos. Cuando nos reunimos los tres, observé que el señor Burnet no apreciaba el testimonio que daba Watchman acerca del Señor. El señor Burnet recalcaba la importancia del conocimiento bíblico, mientras que Watchman daba énfasis en la necesidad que tenemos de la vida.

  Durante aquellos días que pasé con Watchman, quedé muy impresionado por lo afable, lo agradable, lo atrayente y lo nuevo que era el Señor en él. Esos días fueron para mí un nuevo comienzo en mi búsqueda del Señor y me permitieron dar un giro de ciento ochenta grados, del conocimiento a la vida. Debido a aquellos días con Watchman Nee, empecé a tener comunión con el Señor de manera más íntima. El Señor se hizo más precioso para mí. Esa experiencia fue aun más importante que la de mi salvación. Aquellos días afectaron mi caminar en el Señor a partir de 1932 y durante los cincuenta y nueve años siguientes. ¡Nunca olvidaré aquellos días! ¡Qué gran misericordia y gracia fueron para mí!

  Un día antes de marcharse, Watchman me encargó que no hiciera nada después de su partida; de lo contrario, los demás pensarían que yo era un seguidor suyo. Contesté: “¿Cómo podría hacer algo? En esta ciudad nadie es uno conmigo”.

  Sin embargo, algo sucedió el día que él se fue. Por la tarde, un hermano que era miembro de la junta directiva de la denominación a la que yo pertenecía vino a pedirle a Watchman que ayudase a un creyente que estaba en aflicción. Cuando le dije que Watchman ya se había ido, acordamos compartir unos momentos. Estábamos en verano, y fuimos a la orilla del mar. Después de un largo tiempo de conversación, como a las diez de la noche, este hermano me dijo: “Por favor, bautíceme ahora mismo en el mar”. Después de dudar unos momentos, lo hice. Debido a esto, se inició una reunión en mi casa. Le escribí a Watchman, explicando lo que había sucedido. El vino en abril del año siguiente para confirmarnos y fortalecernos en el recobro del Señor y se hospedó en mi casa por unos diez días. El nos ministraba en nuestro local de reuniones por las noches y hablaba por las mañanas a los creyentes de la Iglesia China Independiente. Sus mensajes edificaron mucho a todos los que asistieron y ayudaron a la edificación de la iglesia que estaba allí en el recobro del Señor.

  Le conté cómo el Señor me había llamado a servirle cuando estaba con él en Hwang-hsien el año anterior. El no hizo ningún comentario al respecto.

LA RELACION EN EL LLAMADO DEL SEÑOR

  Puesto que yo deseaba dedicar mi vida a la predicación del evangelio el día en que fui salvo, el Señor me lo recordó al graduarme de la universidad. Pero usé el pretexto de que tenía que ayudar a mi hermano menor a terminar su educación universitaria. Después de que él se graduó, el Señor volvió a recordarme que debía abandonar mi empleo y dedicar todo mi tiempo a la predicación del evangelio. En aquel tiempo sabía que mi destino era entregar mi vida al servicio del Señor. Sin embargo, no tenía suficiente fe para hacerlo.

  Después de que la iglesia fue establecida en mi ciudad, todavía conservaba mi trabajo y al mismo tiempo cuidaba de las reuniones. En 1933, un año después de establecerse la iglesia, la obra se extendió mucho; se requería mucho de mi tiempo. Durante las tres semanas entre el 1° y el 21 de agosto, luché mucho con el Señor. Tenía el profundo sentir de que El me llamaba a abandonar mi empleo para servirle por fe, pero no me atrevía a dar ese paso por falta de fe.

  Entre los hermanos que estaban en la iglesia en aquel tiempo, mi hermano menor y yo éramos los únicos que devengábamos un buen salario en nuestros trabajos. Esta fue la razón por la cual nosotros dos nos encargábamos secretamente de la mayor parte de los gastos de la iglesia. Por consiguiente, cuando el Señor me pidió que abandonara mi trabajo, pensé en todos los gastos de la iglesia. Los ingresos de la iglesia se reducirían si yo abandonaba mi empleo, y además otros tendrían que sostenerme a mí. Por eso estaba luchando con este asunto.

  Después de tres semanas de luchar con el Señor, no pude seguir adelante; por lo tanto, el 21 de agosto por la noche, después de la reunión de oración, expliqué mi situación a los dos hermanos que tenían el liderazgo y les pedí que oraran por mí. Después de las once de la noche, acudí al Señor y me arrodillé delante de El en mi estudio. El Señor me reprendió inmediatamente: “¡Tú tienes un corazón malo de incredulidad que te aparta del Dios vivo!” (He. 3:12). Dije en mi corazón: “Tengo que cuidar a mi esposa y a mis tres hijos”. El Señor contestó: “Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas ... y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:32-33). En aquel tiempo entendí que debía dedicarme de lleno al Señor. La falta de fe era el único factor que me lo había impedido. Tuve el sentir de que el Señor estaba allí. Su presencia era tan real que no podía negarla. Pero en ese momento no podía orar. Entonces El me advirtió: “Si quieres tomar Mi palabra, tómala, de lo contrario, no tienes parte conmigo”. Inmediatamente después de esas palabras, sentí que el Señor se alejaba. No podía orar; ni siquiera podía decir Amen. Las lágrimas brotaban profusamente. Finalmente dije: “Está bien, como Tú digas”. No tenía otra alternativa. A la mañana siguiente, los dos hermanos que llevaban el liderazgo me visitaron y me dijeron que después de orar sintieron que el Señor deseaba que dejara mi trabajo y me dedicara de lleno a servirle a El.

  Un día después, renuncié a mi trabajo y luego fui al correo, donde me esperaba una carta que me habían enviado de Chang-Chun, capital de Manchuria, la cual estaba bajo la ocupación japonesa. Al abrirla, tuve la sorpresa de encontrar la primera invitación que recibí en toda mi vida, pidiéndome que fuese a otra ciudad para hablar del Señor. Recibí esta carta inmediatamente después de mi renuncia. Era una confirmación clara del Señor en cuanto a mi renuncia, y eso me fortaleció y me alentó mucho. Acepté la invitación y fui. Por medio de mi visita se estableció una asamblea allí. El predicador, los ancianos, los diáconos y otros hermanos de la iglesia presbiteriana, unos veinte en total, se volvieron al recobro del Señor, y ese mismo día los bauticé en un río.

  Pasé diecisiete días en aquel lugar. Mientras estaba allí, me llegó una carta del director general de la compañía para la cual yo había trabajado, en la que me decían que no querían que yo dejara mi empleo y que me ascenderían y me aumentarían el salario. Esto ocurrió a fines de septiembre. Empecé a considerar el asunto; nuestra compañía tenía la costumbre de dar a los empleados una bonificación al final del año. Me tentaba la idea de trabajar unos tres meses más para poder recibir dicha bonificación, y luego marcharme.

  Al regresar a mi ciudad natal, me esperaba una carta de Watchman Nee. Noté que fue enviada de Shanghai. Tenía fecha del 17 de agosto, en medio del período cuando yo estaba luchando ante el Señor. La carta decía: “Hermano Witness, en cuanto a su futuro, me parece que debe servir al Señor a tiempo completo. ¿Qué le parece? Que el Señor lo guíe”. Me resulta imposible decir cuán grande confirmación recibí con aquello. Esa breve nota anuló por completo la carta de mi antiguo jefe. Saltaba en mi corazón, y me dije a mí mismo: “Este asunto está solucionado. Aunque alguien me ofreciera el mundo entero, no lo tomaría. Mañana iré a la oficina y le diré al gerente que rechazo su oferta”. Fue exactamente lo que hice al día siguiente. Entonces sentí que debía ir a Shanghai y visitar a Watchman Nee para descubrir por qué me había escrito esa nota precisamente el 17 de agosto.

  En Shanghai Watchman me relató lo que pasó. Cuando regresaba de Europa a China, mientras su barco cruzaba el mar Mediterráneo, estando él en su cabina, sintió una carga y oró por la obra del Señor en China, y tuvo el sentir de que debía escribirme una nota para decirme que debía dedicarme al servicio del Señor. Cuando me dijo eso, quedé plenamente convencido de que él estaba totalmente unido al Señor. De lo contrario, ¿cómo podría yo estar a miles de kilómetros luchando con el Señor y él en el Mediterráneo sintiendo la carga de escribirme acerca de este asunto al mismo tiempo? Quedé convencido de que él era un hombre de Dios. El no tenía que pedirme que trabajara con él; yo ya había tomado esa decisión. Tenía que seguirle y laborar junto con él. Este incidente llegó a ser el factor fundamental en la obra en la que ambos trabajamos para el Señor.

NUESTRA RELACION AL ENTRAR EN LA OBRA

  Mientras Watchman Nee estaba en Shanghai, me recibió como huésped en octubre del 1933. Estuve con él unos cuatro meses, durante los cuales él laboró mucho para perfeccionarme. Yo entendía algunas de las cosas que él hacía, pero otras no, por lo menos en ese momento. Pasé muchas horas con él, y siempre estuve dispuesto a escuchar. No quería hablar, porque me di cuenta de que cuanto más hablaba, más evidente era mi insensatez; por eso le di todo el tiempo. Nunca me hablaba de cosas vanas, sino que siempre aprovechaba el tiempo para hablarme principalmente de cuatro asuntos.

  Primero, él me ayudó a conocer al Señor como vida. Antes de permanecer con él, yo amaba al Señor y había recibido mucho conocimiento doctrinal de la Biblia, pero no entendía bien el asunto de la vida. Cuando pasé tiempo con él, mis ojos fueron abiertos para ver lo que significa la vida.

  En cierta ocasión pasamos un largo tiempo sin que ninguno de nosotros dijera una sola palabra. Yo estaba sentado en un sofá y él en una mecedora. Mientras se mecía en la mecedora, me preguntó: “Hermano Witness, ¿qué es paciencia?” Quedé estupefacto, y no sabía qué decir, pues la pregunta era demasiado fácil. Indudablemente todos sabemos lo que es la paciencia. Pero dado que esta pregunta venía de su parte, debía de tener alguna importancia. No me atreví a contestar. Siguió meciéndose y, después de un rato me volvió a preguntar: “¿Qué es la paciencia?” Yo no entendía a qué se refería ni lo que me quería mostrar. El tenía una carga, pero yo no la entendía. Finalmente contesté: “Bueno, para mí la paciencia es una especie de tolerancia. Cuando la gente lo maltrata a uno y lo persigue, y uno soporta el sufrimiento, eso es paciencia”. El sacudió su cabeza y dijo: “No”. Entonces añadí: “Por favor, dime hermano qué es la paciencia”. El contestó: “La paciencia es Cristo”. Yo no le entendí. Era como idioma extranjero. Pregunté: “Hermano, ¿qué quieres decir con eso de que la paciencia es Cristo? ¿Me lo puedes explicar por favor?” El siguió moviéndose en la mecedora y no dijo nada más; sólo repetía: “La paciencia es Cristo”. No solo quedé atónito sino que estaba molesto. Permanecimos así durante mucho rato. No quise preguntarle nada más, y él no quiso decir nada más. Tenía muchos deseos de saber a qué se refería, pero después de un largo período sin recibir ninguna explicación, quedé desilusionado. Cuando ya anochecía, le dije: “Hermano Nee, debo regresar para cenar”, a lo que contestó: “Está bien”.

  Cuando regresé a la casa de huéspedes, estaba realmente confuso. Fui a mi cuarto y oré: “Señor, ¿qué significa eso de que la paciencia es Cristo?” El Señor me habló en aquellos días, y mis ojos fueron abiertos. Vi que Cristo mismo es mi paciencia. La verdadera paciencia no es una especie de comportamiento, sino Cristo expresado por mí. ¡Lo vi! Fue de ese modo como Watchman Nee me ayudó a comprender lo que es la vida.

  Segundo, durante aquellos ratos en que compartíamos, Watchman Nee también me relató la historia del mover del Señor en su vida, desde el año en que él fue salvo hasta ese día. Yo no había estado en la iglesia ni en la obra en estos primeros diez años del recobro del Señor; por lo tanto, él usaba cada hora para contarme lo relacionado con el mover del Señor en aquellos años dándome todos los detalles. En ese entonces, yo no entendía por qué me contaba todas esas cosas, pero lo comprendí más adelante. Se había propuesto perfeccionarme y edificarme. El estaba poniendo un buen fundamento.

  Tercero, él me instruyó en asuntos relacionados con la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta el presente. El me volvió a contar los principales eventos que sucedieron en la iglesia, y la manera en que lo hizo fue muy iluminadora. El lo relataba desde la perspectiva del recobro del Señor y con éste como la meta.

  Cuarto, él también me ayudó a conocer la Biblia de una manera viva. La Asamblea de Hermanos me había ayudado a estudiar la Biblia en la letra, pero él me ayudó a conocerla enfocado en la vida. En todas nuestras conversaciones, me ayudó mucho en estos cuatro asuntos. Puso un buen fundamento para mi labor posterior, el cual sigue vigente en los asuntos de la vida, la iglesia y la obra.

  Una tarde mientras yo estudiaba, él vino a mi cuarto y colocó dos juegos de libros usados sobre mi cama. Me dijo: “Aquí te dejo algunos libros ”, y luego se fue. Uno de ellos era un juego de cinco tomos llamado Sinopsis de los libros de la Biblia de John Nelson Darby, y el otro eran los cuatro tomos de Henry Alford llamado: El Nuevo Testamento para lectores del inglés. Comprendí que al darme estos dos juegos de libros, deseaba perfeccionarme en el conocimiento de la Palabra de Dios.

  Además, él me permitió participar en la obra y ministrar en la iglesia local de Shanghai. Esto me dio una excelente oportunidad de aprender a servir al Señor. No obstante, antes de ponerme en esa situación, él me puso a prueba, aunque de manera bastante discreta. Al principio yo no sabía lo que él estaba haciendo, y no me daba cuenta de que me ponía a prueba. En los años anteriores, mientras manteníamos correspondencia, él no me conocía. Pero después de pasar tanto tiempo juntos, él me observaba y me ponía a prueba sin que yo lo supiera. Cuando fui a Shanghai, se me pidió que compartiera en la reunión general del domingo por la mañana. Esto me tomó por sorpresa, pero di un largo mensaje sobre el camino a la gloria basándome en Mateo 13:53—17:8.

  En ese entonces la iglesia en Shanghai se reunía en dos locales, a los que llamaban el local uno y el local dos. Poco después de mi llegada a esa ciudad, los hermanos prepararon una conferencia en el local dos, en la cual yo sería el orador principal. Creo que aquello fue hecho bajo la dirección de Watchman Nee para probarme un poco. Prediqué todas las noches y fui puesto en evidencia ante todos. Fui puesto a prueba durante una semana. Watchman Nee no estaba allí, pero todo lo que yo decía llegaba a oídos de él. Debo de haber pasado la prueba, porque más tarde se me dio la tarea de compartir regularmente en el local uno.

  Un día Watchman me trajo un paquete de cartas procedentes de varios lugares. Muchas personas le habían escrito haciéndole preguntas acerca de la iglesia, de la práctica de la iglesia, de la vida y de la interpretación de la Biblia. El me dijo: “Hermano Witness, estoy muy ocupado. No tengo tiempo para todas estas cosas. ¿Puedes contestar estas cartas y responder todas sus preguntas en mi lugar?” No pensé que aquello fuese una prueba, pero lo era. Le dije: “Con seguridad hallaré preguntas que no podré contestar”. El contestó: “No importa; si tienes alguna duda, puedes preguntarme”. Por la misericordia del Señor contesté todas las cartas. La respuesta más larga que escribí fue sobre las sectas y la estructura de la iglesia. A Watchman le gustó y la publicó en el cuarto y quinto número de Colección de boletines. Watchman presentó la tercera conferencia sobre vencedores en Shanghai en enero de 1934. Muchos colaboradores y santos vinieron a las conferencias desde varios partes del país. Empezó el lunes, y casi todos los que venían de lejos llegaron el domingo antes de la conferencia. Por la mañana del domingo, mientras esperábamos que el hermano Nee llegara para hablar, me entregaron una nota pidiéndome que hablara en esa reunión. Tanto yo como los asistentes quedamos sorprendidos por el hecho de que él no se presentara a esa reunión. Pero compartí como me lo había indicado y así obtuve una nueva experiencia.

  Durante esa conferencia, la cual duró diez días, sus mensajes me proporcionaron mucha ayuda. Eran realmente maravillosos y marcaron un verdadero viraje tanto en mi vida cristiana como en mi vida de iglesia. Mis ojos fueron abiertos para ver a Cristo en Su preeminencia en todas las cosas conforme al plan eterno de Dios. Tomé notas breves en todos los mensajes, las cuales él publicó posteriormente en los números de marzo y abril de El testimonio actual de 1934.

  Un día antes de la conferencia, conversamos él y yo. Me preguntó cómo estudiaba yo la Biblia cada día. Contesté que estaba estudiando Hechos y Colosenses. Me dijo que esos dos libros se compaginaban muy bien. Al principio no entendí a qué se refería, pero más tarde me ayudó a ver que el libro de Hechos nos revela que Cristo ascendió a los cielos y fue hecho Señor y Cristo (2:36), mientras que Colosenses revela que Cristo debe tener la preeminencia en todas las cosas y debe ser el todo en todos en la economía de Dios (1:18; 3:11). Ninguna otra persona en toda mi vida cristiana me ayudó a conocer las Escrituras de una manera tan viva y profunda, especialmente acerca de la revelación de Cristo y la iglesia.

  En una ocasión se hicieron preparativos en el local uno de Shanghai a fin de tener una reunión para predicar el evangelio, pero no se sabía quién iba a predicar. Muchos pensaban que Watchman Nee iba a predicar. Yo estaba bastante tranquilo y preparado para oírlo predicar, pues también deseaba aprender más acerca de la manera de predicar el evangelio. Como una hora antes de la reunión, alguien tocó a mi puerta y me entregó una nota, que decía: “Hermano Witness, te toca compartir el mensaje esta noche”. Aquello me dejó estupefacto. ¿Qué debía hacer? Tenía que predicar, costara lo que costara.

  Aquella noche compartí acerca de que el Espíritu convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio, como se ve en Juan 16. Hice énfasis en que el pecado se refiere a que todos nacimos de Adán, en que la justicia alude a que podemos creer en Cristo, y en que el juicio viene porque seguimos a Satanás. Les dije que hay tres personas: Adán, Cristo y Satanás. Todos nacimos como pecadores en Adán, pero ahora Dios nos brinda la oportunidad de entrar en Cristo para ser justificados al tomarle a El como justicia. Al creer en Cristo, somos trasladados de Adán a Cristo. Pero si no creemos en Cristo, permaneceremos como pecadores en Adán, y un día participaremos junto con Satanás del juicio que Dios ejecutará sobre él. Mientras daba este mensaje, no vi a Watchman en la reunión; no sabía dónde estaba. Unos días más tarde, mientras caminábamos por la calle, él me miró y dijo: “Hermano Witness, en este país son pocos los que pueden dar un mensaje sobre el pecado, la justicia y el juicio relacionándolos con Adán, Cristo y Satanás como lo hiciste. Te animo a seguir adelante”. Cuando oí eso, me pregunté: “¿Cómo sabía él eso?” Después descubrí que mientras yo predicaba, él estaba detrás de la puerta escuchando. El oyó todo el mensaje. En aquel momento me di cuenta de que me estaba probando continuamente.

  En 1934, después de haber estado en Shanghai cuatro meses, un día recibí la visita del hermano Watchman. El me dijo: “Hermano Lee, los colaboradores estamos de acuerdo en que deberías trasladar tu familia a Shanghai y laborar con nosotros. Consulta con el Señor al respecto, y examina de qué modo te ha de guiar”. Acudí al Señor para preguntarle sobre este asunto; mis ojos fueron abiertos y comprendí algo muy significativo. Vi en el libro de Hechos que en la tierra había un solo fluir, una sola corriente, que salía del trono de la gracia y descendía a Jerusalén; de ahí seguía a Samaria, se extendía hacia el norte, a Antioquía; de allí giraba hacia el occidente, a Asia Menor y a Europa. Vi que en el libro de Hechos había una sola corriente en la obra del Señor en esta tierra y que no mencionaba la obra de ninguna persona que no estuviese en esta corriente. Cuando Bernabé se separó de Pablo y siguió por otro lado, el libro de Hechos dejó de relatar su obra (Hch. 15:36-41). Los colaboradores que vinieron luego, tales como Timoteo y Apolos, después de ser levantados por el Señor para Su obra, se unieron al fluir del mover del Señor, aunque para ello no era necesario que fueran a Jerusalén (Hch. 16:1-3; 18:24-28). El Señor me reveló que el fluir de Su obra en China debía ser uno solo. Había empezado en Shanghai; por lo tanto, yo no debía irme al norte y mantener otro fluir. Si el Señor iba a hacer algo en el norte, yo debía entrar primero en el fluir en Shanghai; de allí, la corriente se extendería al norte. Aunque yo había empezado una obra en el norte, entendía perfectamente que había un solo fluir. Después de aquellas conferencias, regresé al norte y, apoyándome en esta visión, me quedé allí por un tiempo, y luego volví a Shanghai para radicarme en esa ciudad y trabajar con el hermano Nee. En consecuencia, hubo un solo fluir y una sola corriente en la obra del Señor en China.

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