Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 10

PEDRO HABLA BIEN DEL DIOS TRIUNO

  Lectura bíblica: 1 P. 1:3-12

  Los versículos del 3 al 12 del primer capítulo de 1 Pedro constituyen una sola frase. Esta extensa frase es una bendición, un eulogio, referente a la Trinidad de la Deidad. El versículo 3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí Pedro habla de Dios el Padre. A partir del versículo 3, Pedro menciona al Señor Jesucristo, o a Jesucristo, repetidas veces. Luego, al final de esta sección, en el versículo 12, Pedro habla del Espíritu Santo. Por consiguiente, esta bendición ha sido estructurada con la Trinidad de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

  El Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres Dioses. Nosotros tenemos un solo Dios, el Dios único y eterno. Este único Dios es un Dios completo y perfecto. Sin embargo, aunque Dios es singularmente uno, Él es triuno. Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu.

  Los que saben griego tal vez consideren que la redacción de Pedro aquí no es muy buena. Sin embargo, en lo que a la Biblia se refiere, lo importante es la revelación, y no la redacción. Así que, tal vez estos diez versículos de 1 Pedro 1 no sean una buena redacción humana; no obstante, sí nos imparten una revelación divina excelente, maravillosa y admirable.

LO QUE SIGNIFICA BENDECIR A DIOS

  En 1:3 Pedro usa la palabra “bendito”. Pablo también emplea esta palabra en Efesios 1:3, donde dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. En griego, la palabra “bendito” significa hablar bien de alguien, alabar con adoración. Por lo tanto, bendecir significa hablar positivamente de alguien, y bendición denota las palabras con las cuales bendecimos. Así, pues, bendecir a Dios es hablar bien de Él y de todo lo que Él es para nosotros, de todo lo que Él ha hecho por nosotros y de todo lo que Él hará por nosotros. Bendecir a Dios es hablar afablemente de lo que Dios es, de lo que Él ha hecho y de lo que Él hará. Hablar de esta manera equivale a bendecir.

  Muchos cristianos piensan que bendecir a Dios es lo mismo que alabarle. Ciertamente esta comprensión no es incorrecta, pues siempre que usted se propone alabar a Dios, sabe que debe expresar algo acerca de Él. Sin embargo, ¿cómo debemos alabar a Dios? Un niño diría: “Dios mío, te alabo por darme un buen padre que me ama y gana mucho dinero. Dios mío, también te alabo porque mi madre me compra cosas buenas”. Muchos cristianos alaban a Dios mayormente por cosas materiales, diciendo: “¡Oh, bendito seas, Dios Padre! Te alabo por darme un buen negocio, una casa grande y una buena familia”. Esto está muy por debajo de la norma revelada en 1:3-12.

  Gradualmente el Señor me ha llevado a percatarme más de la revelación divina hallada en la Biblia. Puedo testificar que cuando leo versículos como 1:3, me doy cuenta de que bendecir a Dios el Padre significa hablar bien de lo que Dios es para nosotros en nuestra experiencia subjetiva. No significa meramente alabarle por lo que Él haya hecho por nosotros o por lo que nos haya dado en términos de cosas objetivas. Bendecir a Dios el Padre significa hablar de lo que Él es para nosotros, de lo que Él ha hecho por nosotros y de lo que Él hará por nosotros, en un sentido subjetivo. En esto consiste bendecir a Dios, según se revela en el Nuevo Testamento.

  Estos diez versículos del capítulo uno de 1 Pedro nos dicen lo que el Padre ha hecho por nosotros a través del Hijo y por medio del Espíritu. El Padre ha hecho mucho por nosotros a través de Su Hijo. Todo lo que el Padre ha hecho por nosotros a través del Hijo nos es aplicado por el Espíritu Santo. Debemos hablar bien acerca de todas estas cosas.

EL CONTEXTO EN EL CUAL PEDRO HABLÓ BIEN DE DIOS

  Es muy importante que comprendamos por qué Pedro habló de manera tan maravillosa acerca del Dios Triuno en una carta que estaba dirigida a los santos que se encontraban dispersos en distintas regiones. Según 1:1, esta epístola fue escrita a “los peregrinos de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”. Las cinco provincias mencionadas en este versículo se ubicaban en Asia Menor, entre el mar Negro y el Mediterráneo. El hecho de que los creyentes a quienes estaba dirigida esta epístola estuvieran dispersos en esas provincias de Asia Menor constituye una parte importante del contexto de la bendición que Pedro escribe acerca de Dios.

  En la época en que esta epístola fue escrita, tanto Pedro como los destinatarios, los santos escogidos que se hallaban dispersos en Asia Menor, estaban bajo el dominio del gobierno romano. En el año 64 d. de C., año alrededor del cual se escribió 1 Pedro, el Imperio Romano era muy prevaleciente. Aproximadamente treinta años antes del nacimiento de Cristo, Julio César había derrotado a Egipto y había establecido plenamente el Imperio Romano. Probablemente jamás ha existido en la historia otro gobierno más fuerte que el del Imperio Romano durante el primer siglo d. de C. El Imperio Romano ejercía su dominio sobre toda la región de alrededor del mar Mediterráneo, que incluía tierras en Asia, Europa y África del norte. Como gobierno fuerte que era, el Imperio Romano tenía leyes muy bien establecidas. Hoy en día, el común de la gente sabe que la cultura occidental se apoya sobre tres columnas: la ley romana, la religión hebrea y la cultura griega.

  Los destinatarios de la epístola de 1 Pedro no sólo estaban bajo el gobierno romano, sino que también recibían la influencia de la religión hebrea y de la cultura griega, y en particular, de la filosofía griega. La bendición acerca del Dios Triuno, que aparece en 1:3-12, no tiene nada que ver con la religión hebrea ni con la filosofía griega. Estos diez versículos no contienen ningún elemento de religión ni de filosofía. En otras palabras, lo que Pedro escribe aquí no es ni religioso ni secular; no contiene ningún pensamiento religioso ni ningún concepto secular o filosófico. ¿Conforme a qué entonces se escribieron estos versículos? Se escribieron conforme a la revelación de Dios. No obstante, esta revelación no es meramente objetiva; al contrario, se trata de una revelación subjetiva. Esto significa que Pedro escribió estos versículos conforme a sus experiencias espirituales.

EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

  Debido a que Pedro escribió según sus experiencias espirituales, en estos versículos él abarca muchos asuntos. Consideremos cuántos asuntos se abordan en el versículo 3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Uno de los principales asuntos es el título “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Este título no tiene nada que ver con la religión ni con la filosofía. Otro asunto importante es el hecho de bendecir. Los otros asuntos que se abordan son: la gran misericordia de Dios, la regeneración, la esperanza viva y la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Ninguno de estos asuntos contiene ningún elemento religioso o filosófico; antes bien, todos ellos constituyen aspectos de la revelación divina.

  Al leer la Biblia no debemos dar nada por sentado. No debemos suponer que entendemos lo que leemos. Debemos dejar de leer la Palabra como tradicionalmente se ha hecho, pues esto nos conduce a darlo todo por sentado. Cuando leamos una palabra, como por ejemplo la palabra “bendito” que aparece en 1:3, debemos preguntarnos: “¿Qué significa esta palabra? Sé lo que esta palabra quiere decir en mi idioma, pero ¿cuál es su significado en este versículo? ¿A qué se refiere?”. Si leemos la Biblia de esta manera y oramos acerca de lo que leemos, tal vez descubriremos que un capítulo como 1 Pedro 1 puede ocuparnos todo un año. Les insto a que no den por sentado estas palabras de Pedro: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Debemos indagar lo que Pedro quiso decir con la palabra “bendito”.

  Lo que Pedro pretendía al escribir esta epístola conforme a sus experiencias espirituales, era anular la religión judía y la filosofía griega. Estoy seguro de que si Pedro estuviese con nosotros hoy, nos confirmaría que éste era su propósito. Probablemente nos diría: “El propósito que tenía en mi corazón cuando escribí esta epístola era derribar la religión hebrea y acabar con la filosofía griega”. Muchas de las frases de este capítulo indican que éste era el propósito de Pedro.

  Las palabras de Pedro “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” asestaron un duro golpe a la religión judía. Los judíos habrían dicho que esto era una blasfemia. Aun más, estas palabras eran absolutamente contrarias a la filosofía, a los mitos, a las leyendas y a las supersticiones griegas. Así que fue en el contexto de la religión judía y la filosofía griega que Pedro declaró: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Si los rabinos y los filósofos hubieran leído estas palabras, los rabinos habrían dicho: “¡Eso es una blasfemia!”; y los filósofos habrían preguntado: “¿Qué es esto?”.

LOS ASPECTOS QUE SE INCLUYEN EN ESTA BENDICIÓN

  En el versículo 4 Pedro añade: “Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”. El asunto que más se destaca en este versículo es la herencia. Además, hay tres asuntos secundarios relacionados con esta herencia. La herencia es incorruptible con respecto a su esencia; incontaminada, con respecto a su condición; e inmarcesible, con respecto a su expresión. No me cabe duda de que esta descripción de nuestra herencia alude a la Trinidad. La palabra “incorruptible” se refiere a la naturaleza del Padre; la palabra “incontaminada” describe la obra santificadora del Espíritu, que hace que la herencia sea limpia y pura; y la palabra “inmarcesible”, se refiere a Cristo, quien es la expresión de la gloria de Dios, una gloria que nunca se desvanece. Otros dos detalles relacionados con esta herencia son: que dicha herencia está reservada en los cielos y que es para nosotros. Por consiguiente, en este versículo encontramos un asunto principal y cinco asuntos secundarios. Ninguno de estos asuntos es de carácter judío ni griego, es decir, en este versículo no encontramos nada religioso ni filosófico, sino que todo es conforme a la revelación divina.

  El versículo 5 dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Aquí Pedro les dice a los creyentes que son guardados, guarnecidos, por el poder de Dios. Ellos no son guardados por los rituales religiosos ni por los razonamientos filosóficos, sino por el poder de Dios mediante la fe. Una vez más, éste no es lenguaje común, no es una manera de hablar común; antes bien, son palabras extraordinarias. Así, pues, el primero de los asuntos que se destacan en este versículo es el de ser guardados; el segundo es el poder de Dios; el tercero es “mediante la fe”; el cuarto es “para la salvación”; y el quinto es “preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Una vez más, vemos que en un solo versículo Pedro abarca muchos asuntos.

  En el versículo 6 Pedro dice: “En el cual vosotros exultáis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, seáis afligidos en diversas pruebas”. La palabra “exultáis” es más enfática que “regocijáis”. Regocijarse es manifestar gozo de manera audible, mientras que exultar es estar rebosante de gozo. Cuando exultamos, estamos extasiados de regocijo. Después de que Pedro nos habla de exultar, dice que ahora por un poco de tiempo, si es necesario, seremos afligidos en diversas pruebas.

  En el versículo 7 Pedro añade: “Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Este versículo no nos está hablando de lo preciosa que es la fe, sino de lo preciosa que es la prueba de nuestra fe. La fe preciosa se menciona en 2 Pedro 1; pero en este versículo, lo que se considera precioso no es la fe propiamente, sino la prueba de nuestra fe, la cual es mucho más preciosa que la prueba del oro. Pedro desea que el resultado de esta prueba sea alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Esta prueba examina la condición de nuestra fe. En el tribunal del Señor, lo que se espera es que esta prueba sea hallada en alabanza, gloria y honra. Pedro concluye este versículo hablándonos de la revelación de Jesucristo. La palabra griega traducida “manifestado” significa “quitar el velo”.

  El versículo 8 dice: “A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y colmado de gloria”. El pronombre relativo “quien” se refiere a Jesucristo. A pesar de que nunca hemos visto al Señor Jesús, le amamos. En el presente no le vemos, pero creemos en Él. Además, según este versículo, exultamos con gozo inefable y colmado de gloria. Éste es un gozo tan grande que no se puede expresar con palabras. Las cosas que son maravillosas son inefables. En este versículo Pedro dice además que éste es un gozo “colmado de gloria”. Un gozo colmado de gloria es un gozo inmerso en la expresión de Dios.

  En el versículo 9 Pedro dice: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. Aquí Pedro indica que el fin de nuestra fe, esto es, la consumación del proceso de nuestra fe, será la salvación de nuestras almas.

  Los versículos 10 y 11 dicen: “Acerca de esta salvación los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron, escudriñando qué tiempo y qué clase de época indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual testificaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. Aquí Pedro dice que los profetas profetizaron de la gracia destinada a nosotros, que ellos indagaron y escudriñaron, y que también testificaron de antemano los sufrimientos de Cristo y Sus glorias. En este capítulo Pedro parece saltar de un asunto a otro. Luego, en el versículo 12, él concluye esta sección, diciendo: “A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para vosotros, ministraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

LA REVELACIÓN DIVINA EXPRESADA A TRAVÉS DE UN SER HUMANO

  Estos versículos no fueron escritos según el conocimiento religioso ni filosófico; antes bien, fueron escritos conforme a las experiencias espirituales de Pedro. Por esta razón, la forma en que Pedro escribe no es común ni ordinaria. Esto debe fortalecer nuestra fe en Dios. Si Dios no existiera, ¿cómo hubieran podido escribirse tales palabras? Aun más, estas palabras testifican no solamente de que hay un Dios, sino también de que tiene que existir una persona, el Hijo de Dios, cuyo nombre es Jesucristo. También testifican de que tiene que existir otra persona, cuyo nombre es el Espíritu Santo. Este Dios Triuno sin duda había operado en Pedro, quien escribió estos versículos. Por consiguiente, Pedro tenía experiencias del Dios Triuno.

  La fuente y la base de los escritos de Pedro no son ni la religión ni la filosofía, sino las experiencias que él tuvo del Dios Triuno, quien operaba en él. Pedro reunió muchos aspectos de su experiencia y los puso por escrito. Lo que le interesaba a Pedro no era conservar cierto estilo literario, sino únicamente presentar las experiencias genuinas que había tenido del Dios Triuno.

  Aunque no tengo las palabras adecuadas para expresarles esto, espero que lo que les haya compartido les ayude a comprender que 1:3-12 es en efecto la revelación divina. Esta revelación es diferente de todo lo religioso y filosófico, pues es totalmente divina. No obstante, aunque es divina, fue algo que experimentó un ser humano por medio de la Trinidad de la Deidad. Así pues, la bendición que Pedro ofreció a nuestro Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— brotó de su propia experiencia.

  Mientras Pedro escribía su primera epístola, él ciertamente recibía inspiración de Dios. No existe mente humana que sea capaz de producir tal escrito. Ningún filósofo o maestro de ética podría escribir de esa manera. Ninguna otra persona en la historia humana ha escrito algo semejante, y no existe nadie hoy que pudiera hacerlo. ¿Quién podría idear todos los términos que empleó Pedro? ¿A quién se le habría ocurrido pensar en todos los diferentes asuntos que él aborda? La respuesta es que nadie podría haber creado estos términos ni imaginarse estos asuntos. Ninguno de los filósofos griegos podría haberlos imaginado. La fuente de todos estos asuntos era el propio Dios.

  Dios no sólo dio origen a estos términos, sino que además se forjó a Sí mismo en un pescador como Pedro, para que éste, a pesar de que era una persona inculta, pudiese producir un escrito que reúne todos estos maravillosos asuntos. Por tanto, al leer el capítulo uno de 1 Pedro, debemos percibir el espíritu de Pedro, tal y como se expresa en este escrito. Si hacemos esto, comprobaremos que sus escritos no son de procedencia humana, sino que son espirituales y divinos. En ellos vemos la revelación divina expresada a través de un ser humano.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración