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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
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Mensaje 11

LA PLENA SALVACIÓN DEL DIOS TRIUNO Y SUS RESULTADOS

(6)

  Lectura bíblica: 1 P. 1:13-17

  Los primeros doce versículos del primer capítulo de 1 Pedro son profundos y sumamente complejos. En estos versículos se abordan asuntos relacionados con lo divino, mientras que en los versículos del 13 al 25 se abordan asuntos relacionados con lo humano. Un ejemplo de los asuntos profundos que aborda Pedro en 1:1-12 es la presciencia de Dios. Según 1:1 y 2, nosotros fuimos escogidos según la presciencia de Dios. ¿Puede usted explicar qué es la presciencia de Dios? Este asunto de la presciencia de Dios es profundo y significativo.

  En 1:3 Pedro dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Puesto que Jesucristo es Dios, ¿cómo, entonces, puede ser Dios Su Dios? Éste es otro asunto profundo que se abarca en estos versículos.

  En los primeros doce versículos de este capítulo, los asuntos relacionados con el aspecto divino son muy profundos y significativos. Por su parte, los asuntos que se abarcan en 1:13-25, los cuales tienen que ver con el aspecto humano, contienen muchos detalles. Así, pues, podemos dividir este capítulo en dos secciones: los versículos del 1 al 12, que abordan asuntos tocantes al aspecto divino, y los versículos del 13 al 25, que abarcan asuntos tocantes al aspecto humano.

  Los versículos del 13 al 25 abarcan principalmente dos asuntos: ser santos en toda nuestra manera de vivir y el amor fraternal. El versículo 15 dice: “Sino, así como el Santo, quien os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”, y el versículo 22 dice: “Puesto que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. La preocupación de Pedro en estos versículos era que los creyentes fueran santos en toda su manera de vivir y que se amaran unos a otros con amor fraternal.

  Hemos subrayado el hecho de que los primeros doce versículos de este capítulo revelan asuntos profundos relacionados con lo divino. Algunos de estos asuntos son: la presciencia de Dios Padre, ser regenerados para una esperanza viva, la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, y, por último, el hecho de que esta herencia está reservada en los cielos para nosotros. Los versículos del 13 al 25 tratan principalmente de cómo desarrollar una santa manera de vivir así como del amor fraternal. Estos dos asuntos son el fruto, el resultado, de la plena salvación que el Dios Triuno efectúa.

CEÑIR LOS LOMOS DE NUESTRA MENTE

  Examinemos ahora los versículos del 13 al 25 uno por uno. El versículo 13 dice: “Por tanto, ciñéndoos los lomos de vuestra mente y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. Los versículos del 3 al 12 constituyen una sola frase en la que se bendice a Dios el Padre (se habla bien de Él), la cual nos revela Su maravillosa y excelente salvación, que empieza a partir de la regeneración de nuestro espíritu (v. 3) y culmina en la salvación de nuestra alma (v. 9), una salvación efectuada por medio de los sufrimientos y las glorias de Cristo (v. 11) y aplicada a nosotros por el Espíritu Santo (v. 12). Con base en esto, en el versículo 13 se da inicio a una exhortación a los que participan de la salvación completa que el Dios Triuno efectúa según Su economía.

  Ceñir los lomos de nuestra mente significa no dar rienda suelta a nuestros pensamientos. Sin embargo, la mayoría de nosotros deja que sus pensamientos corran libremente. Pensamos en una cosa y luego en otra. En cuestión de segundos, podemos dar la vuelta al mundo con nuestra mente. Podemos estar pensando en una cosa, y de repente, empezamos a pensar en otra. Por ejemplo, mientras alabamos al Señor en Su mesa, puede ser que inesperadamente empecemos a pensar en algo que recientemente compramos en la tienda. Debido a que nuestros pensamientos pueden viajar tan rápido, debemos ceñir los lomos de nuestra mente.

  Aquí Pedro parece estar diciendo: “Hermanos, os acabo de presentar varios asuntos maravillosos y divinos. Vosotros habéis leído sobre la manera en que bendije al Dios Triuno. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos regeneró para una esperanza viva. También os hablé de la elección de Dios según Su presciencia, de la redención de Cristo y de la aplicación del Espíritu. Ahora os insto a que ciñáis los lomos de vuestra mente. No dejéis que vuestra mente corra libremente”.

SER SOBRIOS

  En el versículo 13 Pedro habla también de ser sobrios. Ser sobrios es estar en calma y tener una mente despejada, capaz de comprender la economía de Dios en Su salvación según se revela en los versículos del 3 al 12, sin dejarnos perturbar por el temor, la ansiedad o las preocupaciones.

PONER NUESTRA ESPERANZA EN LA GRACIA

  En el versículo 13 Pedro también nos encarga que pongamos nuestra esperanza completamente en la gracia. Esta esperanza es la esperanza viva que recibimos mediante la regeneración (v. 3). Debemos poner esta esperanza viva completamente en la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado. Sin duda esta gracia no se refiere simplemente a un favor inmerecido, sino, más bien, a la salvación del alma (vs. 5, 9-10), lo cual será la consumación de la plena salvación de Dios. La gracia nos fue traída por la primera venida del Señor (Jn. 1:17) y será consumada por Su segunda venida. En esta gracia debemos poner nuestra esperanza.

  Todo lo que disfrutemos del Señor hoy es, relativamente hablando, una pequeña porción. En la Biblia a esta porción se le llama arras o garantía, lo que indica que aún nuestro disfrute no es completo. La era actual es una en la que apenas disfrutamos de un anticipo. Pero cuando el Señor Jesús regrese, nuestro disfrute será completo. Mientras disfrutamos del anticipo, tenemos la esperanza de que en el futuro nuestro disfrute será pleno. La naturaleza, la esencia y la realidad de lo que disfrutamos hoy son las mismas de lo que disfrutaremos mañana. La diferencia es solamente cuantitativa. Lo que disfrutamos hoy es tan sólo una pequeña porción que nos ha sido dada como muestra o anticipo; sin embargo, en el futuro disfrutaremos la porción completa y nuestro disfrute será pleno. De manera que, por un lado, hoy disfrutamos de la gracia; por otro, esperamos el día en que disfrutaremos la porción completa. Esto quiere decir que mientras disfrutamos del anticipo, aguardamos con anhelo poder disfrutar la porción completa. Esto hace que pongamos nuestra esperanza en el disfrute venidero. El pleno disfrute que experimentaremos en el futuro será la consumación de esta gracia única.

  Esta gracia no es simplemente un favor inmerecido, sino el propio Dios Triuno, quien se nos ha dado como nuestra plena salvación a fin de que lo disfrutemos plenamente. Hoy sólo disfrutamos de un anticipo, de una pequeña porción, pero viene el día en que disfrutaremos la porción completa. Pongamos nuestra esperanza en la porción completa que disfrutaremos en el futuro, lo cual será la consumación de la gracia.

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO

  Al final del versículo 13 Pedro habla de la manifestación [o revelación] de Jesucristo. Es muy significativo que la palabra traducida “manifestado” significa “quitar el velo”, en lugar de advenimiento u otra cosa semejante. Actualmente disfrutamos al Señor Jesús como un anticipo, pero esto es como detrás de un velo. No obstante, llegará el día en que el velo será quitado, y entonces declararemos: “¡Aleluya, ahora disfruto al Señor Jesús fuera del velo!”. De manera que, aunque hoy en día disfrutamos de la gracia, la disfrutamos como detrás de un velo.

  Puesto que estamos con el Señor cubiertos con un velo, otros quizás no entiendan lo que hacemos. Tal vez al tratar de explicarles que estamos disfrutando a Cristo, nos digan que eso no es más que tonterías. Nuestro disfrute está encubierto, y aquellos que no comparten la misma experiencia no pueden entender nada al respecto. Pero un día el Señor Jesús se revelará, y entonces los demás entenderán que habíamos estado disfrutando al Señor Jesús. Esta revelación será la gracia venidera como la consumación de la plena salvación del Dios Triuno.

  Si hoy no disfrutamos al Señor Jesús como anticipo, no podremos tener la esperanza de que cuando Él sea manifestado será nuestro pleno disfrute. Puedo testificar que a diario disfruto al Señor como anticipo y que siempre espero con anhelo el día en que podré disfrutarle en plenitud. A veces he orado, diciendo: “Señor Jesús, revélate, y permíteme disfrutarte en plenitud”. Siempre que disfrutamos del anticipo, tenemos tal esperanza. Debemos poner nuestra esperanza completamente en la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado.

SER SANTOS EN TODA NUESTRA MANERA DE VIVIR

  En el versículo 14 Pedro dice además: “Como hijos obedientes, no os amoldéis a las concupiscencias que antes teníais estando en vuestra ignorancia”. La palabra griega traducida “os amoldéis” es la misma que se usa en Romanos 12:2. En este caso, denota un estado que es una senda por la cual los elegidos de Dios caminan como peregrinos. No debemos amoldarnos a las concupiscencias de antes, es decir, no debemos conformarnos a ellas. Anteriormente, estábamos en nuestra ignorancia; pero ahora, habiendo llegado a ser hijos obedientes, tenemos conocimiento.

  El versículo 15 dice: “Sino, así como el Santo, quien os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. El Santo es el Dios Triuno: el Padre que escoge, el Hijo que redime y el Espíritu que santifica (vs. 1-2). El Padre regenera a Sus elegidos, impartiéndoles Su naturaleza santa (v. 3); el Hijo los redimió con Su sangre de la vana manera de vivir (vs. 18-19); y el Espíritu los santifica conforme a la naturaleza santa del Padre, separándolos de todo lo que no sea Dios, para que ellos, en virtud de la naturaleza santa del Padre, sean santos en toda su manera de vivir, tan santos como el propio Dios.

  Llegamos a ser santos en toda nuestra manera de vivir mediante la santificación del Espíritu. Esto se basa en la regeneración, la cual nos imparte la naturaleza santa de Dios y produce un vivir santo.

  Nosotros mismos debemos llegar a ser santos. No se trata de vestir de cierta manera o de abstenerse de usar maquillaje. Este concepto de santidad es demasiado superficial. Nuestro ser, nuestra manera de ser, toda nuestra persona, debe llegar a ser santa. Esto es lo que significa llegar a ser santos en toda nuestra manera de vivir.

  En el versículo 16 Pedro nos provee la razón por la cual debemos ser santos: “Porque escrito está: ‘Sed santos, porque Yo soy santo’”. Ésta es una cita del Pentateuco. En el Pentateuco se nos dice, al menos en algunas ocasiones, que el pueblo de Dios debía ser santo porque Dios es santo.

EL JUICIO QUE EJECUTA EL SANTO

  En el versículo 17 Pedro añade: “Y si invocáis por Padre a Aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación”. En este versículo Pedro da inicio al tema del gobierno de Dios, que es el tema particular que abarca en sus epístolas. El juicio de Dios tiene como fin que Él ejerza Su gobierno.

  Aquel que como Padre nos llamó, el Santo, nos regeneró para producir una familia santa: un Padre santo e hijos santos. Como hijos santos que somos debemos andar de una manera santa. De otro modo, el Padre se convertirá en el Juez (4:17) y juzgará toda nuestra impiedad. Él nos engendró con vida interiormente para que tuviéramos Su naturaleza santa, y nos disciplina con juicio externamente para que participemos de Su santidad (He. 12:9-10). Él nos juzga según nuestras obras, nuestra conducta, sin hacer acepción de personas. Por tanto, debemos conducirnos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación. Si lo invocamos como nuestro Padre, también debemos temerle como nuestro Juez y llevar una vida santa en temor.

  En el versículo 17 Pedro “no habla aquí del juicio final del alma. En ese sentido, ‘el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio ha dado al Hijo’ (Jn. 5:22). Aquí se está hablando del juicio que Dios ejecuta a diario en Su gobierno sobre Sus hijos en este mundo. Por consiguiente, dice aquí: ‘el tiempo de vuestra peregrinación’” (Darby). Éste es el juicio que Dios trae sobre Su propia casa (1 P. 4:17).

  Puesto que estas dos epístolas tratan del gobierno de Dios, en repetidas ocasiones se hace referencia al juicio de Dios y del Señor (2:23; 4:5-6, 17; 2 P. 2:3-4, 9; 3:7) como uno de los puntos principales. El juicio de Dios empezó con los ángeles (2 P. 2:3-4) y siguió ejecutándose en la humanidad a través de las generaciones en el Antiguo Testamento (2 P. 2:5-9). En la era del Nuevo Testamento, el juicio comienza por la casa de Dios (1 P. 1:17; 2:23; 4:6, 17) y continúa ejecutándose hasta que llegue el día del Señor (2 P. 3:10), el cual será un día de juicio ejercido sobre los judíos, sobre los creyentes y sobre los gentiles antes del milenio. Después del milenio, todos los que hayan muerto, tanto hombres como demonios, serán juzgados y perecerán (1 P. 4:5; 2 P. 3:7), y los cielos y la tierra serán quemados (2 P. 3:10b, 12). El resultado de los diversos juicios no siempre es el mismo. Algunos juicios traen como consecuencia una prueba disciplinaria; otros, un castigo dispensacional; y otros, la perdición eterna. Sin embargo, mediante todos estos juicios el Señor Dios purificará todo el universo con el fin de tener un cielo nuevo y una tierra nueva destinados a un nuevo universo lleno de Su justicia (2 P. 3:13) para el deleite del Señor.

  Dios juzga según la obra de cada uno sin hacer acepción de personas. La obra del versículo 17 se refiere a la conducta o el comportamiento, al igual que en Romanos 3:20 y Gálatas 2:16.

CONDUCIRNOS EN TEMOR DURANTE EL TIEMPO DE NUESTRA PEREGRINACIÓN

  En el versículo 17 Pedro nos insta a que nos conduzcamos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación. Éste es un temor santo, como se menciona en Filipenses 2:12; ésta es una precaución saludable y seria que nos motiva a comportarnos santamente. Tal temor se menciona varias veces en este libro porque la enseñanza del mismo se relaciona con el gobierno de Dios.

  Conducirnos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación significa andar todo el tiempo en temor de Dios, un temor que es santo. Las palabras “durante el tiempo” incluye cada minuto de nuestra vida diaria.

  Hace años visité a algunos santos de Las Vegas. Algunos de ellos me sugirieron visitar un casino sólo para que viera cómo era. Les contesté: “No, no iré. De hecho, si no hubiera sido por su invitación, jamás habría venido a esta perversa ciudad. Estoy aquí con ustedes sólo porque me invitaron, pero no iré a ver ningún casino”. Si hubiera ido a tal lugar, habría dejado de conducirme en temor durante esas horas del día.

  Debemos conducirnos en temor en cada minuto de nuestra peregrinación. Esto está relacionado con la santa manera de vivir. En toda nuestra manera de vivir debemos llegar a ser santos, es decir, personas apartadas del mundo.

  Los versículos 18 y 19 explican por qué debemos conducirnos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación: “Sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha”. ¿Por qué debemos conducirnos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación? Porque sabemos que fuimos redimidos con la sangre preciosa de Cristo. Es debido a esta comprensión que ahora nos conducimos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación. Por tanto, lo que debemos captar aquí es que la santa manera de vivir debe emanar de la estimable y preciosa redención de Cristo.

  Pablo nos dice que Cristo nos redimió de la maldición del pecado y del presente siglo maligno; sin embargo, Pedro nos dice que Cristo nos redimió de nuestra vana manera de vivir. Es vano participar de entretenimientos mundanos o comprar ropa mundana. La vana manera de vivir también puede estar relacionada con la manera en que realizamos nuestras compras. A algunas hermanas les gusta mucho ir de compras. Cada semana van a las tiendas por lo menos a mirar, aun cuando no tengan nada que comprar. ¿No saben quiénes son ustedes? Ustedes son hijos e hijas del Rey. Como hijos del Rey que son, no debieran ir a las tiendas sin ningún propósito. Por el contrario, aun al realizar sus compras debieran comportarse de forma solemne y decorosa. Uso esto como ejemplo de lo que significa en la práctica ser redimidos de nuestra vana manera de vivir.

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