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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
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Mensaje 14

LA PLENA SALVACIÓN DEL DIOS TRIUNO Y SUS RESULTADOS

(9)

  Lectura bíblica: 1 P. 1:22-25

LA PURIFICACIÓN DE NUESTRAS ALMAS

  En este mensaje examinaremos los versículos del 22 al 25 del capítulo uno. El versículo 22 dice: “Puesto que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. Según la manera en que Pedro acostumbraba escribir, él abordó varios asuntos en este versículo. En primer lugar, dijo: “Puesto que habéis purificado vuestras almas”. Esta expresión no se encuentra en ningún otro pasaje del Nuevo Testamento. Quizás encontremos algún pasaje acerca de purificar nuestro corazón, mas no nuestra alma.

  La purificación de nuestras almas es la santificación que el Espíritu realiza en nuestro modo de ser para que nosotros vivamos una vida santa en la naturaleza santa de Dios (vs. 15-16); ésta es más profunda que la purificación de nuestros pecados (He. 1:3) y el lavamiento del pecado (1 Jn. 1:7). Este último constituye la purificación de nuestras acciones externas, mientras que lo primero constituye la purificación de nuestro ser interior, de nuestra alma. Esta purificación es semejante al lavamiento del agua en la palabra mencionado en Efesios 5:26.

  En el versículo 22 Pedro usa el tiempo presente perfecto al decir que hemos purificado nuestras almas. Pero, ¿cuándo sucedió esto? En los versículos del 1 al 21 no se nos dice nada de ello. De repente, en el versículo 22, Pedro dice: “Puesto que habéis purificado vuestras almas”. Pero en los veintiún versículos anteriores él no nos dice nada acerca de esta purificación.

  Nuestra alma se compone de la mente, la parte emotiva y la voluntad, las cuales también forman parte de nuestro corazón. Nuestra alma es purificada cuando nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad —las cuales forman parte de nuestro corazón— son purificadas de toda clase de corrupción o contaminación (Hch. 15:9; Jac. 4:8). En realidad esto significa que nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad son libradas de todo lo que no es Dios para que sólo estén fijas en Dios como el único objetivo y la única meta. Esta clase de purificación es realizada por nuestra obediencia a la verdad, la cual es el contenido y la realidad de nuestra fe. Cuando obedecemos a la verdad, que es el contenido y realidad de nuestra fe en Cristo, toda nuestra alma se centra en Dios y, de este modo, es purificada de todo lo que no es Dios. Así nuestras almas son salvas de toda inmundicia al recibir la palabra implantada (Jac. 1:21), la cual es la verdad que santifica (Jn. 17:17).

  Según lo que dice Pedro en el versículo 22, nosotros purificamos nuestras almas por la obediencia a la verdad. Aquí se mencionan tres asuntos, a saber: la purificación del alma, la obediencia y la verdad. No debemos dar por sentado ninguna de estas expresiones, sino más bien preguntarnos qué significa la palabra “verdad” en este versículo así como qué significa obedecer a la verdad. Pedro además dice que esta purificación de nuestras almas, la cual se realiza por la obediencia a la verdad, tiene como objetivo un amor fraternal no fingido. Pedro aquí no nos está hablando meramente del amor, ni únicamente del amor fraternal, sino del amor fraternal no fingido. Por lo tanto, en un solo versículo Pedro habla de la purificación de nuestras almas, de la obediencia a la verdad y del amor fraternal no fingido. Después de esto nos insta a amarnos unos a otros entrañablemente de corazón puro. El hecho de abarcar muchos asuntos en un solo versículo es característico de los escritos de Pedro.

  Según el entendimiento correcto del idioma, el sujeto de “habéis purificado vuestras almas” es “vosotros”. Esto significa que Pedro les dice a los creyentes que ellos han purificado sus almas. Por consiguiente, la primera parte del versículo 22 se podría traducir de esta manera: “Vosotros, habiendo purificado vuestras almas”.

  Nosotros purificamos nuestras almas por medio de nuestra obediencia a la verdad. Esto tal vez no sea tan profundo como lo es la presciencia de Dios, pero ciertamente es un asunto muy práctico. Comparado con los asuntos cruciales que tienen que ver con el aspecto divino, este tema puede parecer muy insignificante; con todo, es sumamente importante en nuestra vida cristiana. Debemos preguntarnos si en nuestra vida cristiana hemos experimentado la purificación de nuestras almas por la obediencia a la verdad.

TOCAR LA REALIDAD QUE ESTÁ EN LA PALABRA

  Si queremos entender lo que significa purificar nuestras almas por la obediencia a la verdad, tenemos que entender claramente a qué se refiere este versículo cuando habla de la verdad. La verdad aquí es la verdad que santifica, la cual es la palabra de realidad de Dios (Jn. 17:17). La verdad en este versículo no significa doctrina; antes bien, la verdad es la realidad contenida en la palabra de Dios y transmitida por medio de ella. Por ejemplo, Juan 3:16 dice: “De tal manera amó Dios al mundo”. Ésta es la palabra divina. Sin embargo, esta palabra no debe ser para nosotros una mera doctrina, como lo es para muchos cuando leen Juan 3:16. Si leemos este versículo solamente como una doctrina, eso indica que tenemos un entendimiento natural. Este entendimiento natural es diabólico, pues detrás de él se encuentra el diablo. Cuando nuestro entendimiento natural nos ocupa por completo, éste llega a ser diabólico. Si hemos de recibir más que un simple entendimiento natural de Juan 3:16, tenemos que tocar la realidad contenida en estas breves palabras, la cual es transmitida por medio de ellas. De manera que cuando leamos: “De tal manera amó Dios al mundo”, debemos preguntarnos si realmente hemos experimentado tal amor. Debemos decir: “De tal manera amó Dios al mundo. ¿La palabra ‘mundo’ me incluye también a mí? ¿Quiere decir eso entonces que Dios me amó a mí?”. Cualquier persona que lea Juan 3:16 de esta manera será salva. Tal persona dirá: “Oh Dios, cuánto te agradezco que la palabra ‘mundo’ me incluye a mí. El hecho de que Tú ames al mundo significa que Tú me amas”. Ésta es la manera de recibir Juan 3:16 como verdad, como realidad, y no como una mera doctrina.

  En 1 Timoteo 3:15 se afirma que la iglesia es la casa del Dios viviente. Aunque este versículo ciertamente contiene doctrina, no debe ser para nosotros una mera doctrina; antes bien, lo que Pablo nos dice aquí, respecto a que la iglesia es la casa del Dios viviente, debe ser una verdad, una realidad, para nosotros. Debemos preguntarnos: “¿Es la iglesia en mi localidad la casa del Dios viviente?”. Si leemos este versículo de esta manera, tocaremos la realidad, la verdad. La verdad denota el sólido contenido, la realidad, que se halla en la palabra de Dios y que nos es transmitida por medio de ella.

  La epístola de 1 Pedro está dirigida a los creyentes judíos de la dispersión que habían estado en el judaísmo antes de ser salvos. Ellos tenían mucho conocimiento acerca de la tipología del Antiguo Testamento. Sin embargo, cuando oyeron el evangelio y la enseñanza de los apóstoles, ellos tocaron la realidad. Mediante la predicación del evangelio y la enseñanza de los apóstoles, la verdad, la realidad, contenida en la palabra de Dios, fue comunicada a aquellos judíos. Como resultado, ellos oyeron la realidad contenida en la palabra de Dios. Ésta es la verdad.

  No sólo debemos recibir la doctrina de la palabra de Dios, sino también tocar la realidad hallada en ella. El evangelio y la enseñanza de los apóstoles contienen realidades, y estas realidades habían sido transmitidas a los creyentes judíos. Los creyentes judíos a quienes Pedro dirigía su primera epístola habían recibido la verdad, la realidad, del evangelio y de la enseñanza de los apóstoles.

CEÑIR LOS LOMOS DE NUESTRA MENTE Y PURIFICAR NUESTRA ALMA

  Sin embargo, después que los creyentes habían recibido esta verdad, esta realidad, los judaizantes vinieron con el propósito de recordarles acerca de su pasado en la religión judía. Las palabras de los judaizantes los distraían y les causaban perturbación, e hicieron que las mentes de los creyentes judíos se divagaran de la verdad. Es probable que uno de los creyentes judíos hubiera dicho a su mujer: “La predicación de Pedro es real, ¿no te parece? ¿Por qué, entonces, contradice tantas cosas que oímos de nuestros padres? De hecho, pareciera que algunas de las enseñanzas de Pedro son contrarias a las de Moisés. Realmente estamos en una disyuntiva. ¿Podrías creer que nuestros padres nos enseñaron algo equívoco? ¿Por qué Pedro nos enseña cosas diferentes de las que escuchamos en el pasado?”. Este ejemplo nos muestra cuáles eran las circunstancias cuando Pedro escribió esta epístola.

  En el versículo 13 Pedro dice: “Por tanto, ciñéndoos los lomos de vuestra mente y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. Las palabras “por tanto”, que aparecen al principio de este versículo, se basan en todas las verdades divinas que se hallan en los versículos del 1 al 12. El hecho de haber sido escogidos según la presciencia de Dios no es una simple doctrina, sino una verdad, una realidad. Es una realidad también el que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos haya regenerado para una esperanza viva. Asimismo, es una verdad el que esta esperanza viva sea una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada para nosotros en los cielos. Así, pues, estos doce versículos contienen mucha verdad, mucha realidad.

  Basándose en toda esta verdad, Pedro aquí nos encarga que ciñamos los lomos de nuestra mente y que seamos sobrios. No debemos permitir que nuestra mente divague, ni debemos estar embriagados o embotados. Ser sobrios significa no estar embotados, significa despertar de todo estupor. Por lo tanto, en el versículo 13 Pedro les dice a los creyentes judíos que se olviden de su trasfondo religioso, que sean sobrios y que no vaguen más en sus mentes.

  Así como los judaizantes trataron de ejercer su influencia sobre los creyentes judíos, también hoy en día es probable que algunos traten de ejercer su influencia sobre aquellos que están en el recobro del Señor. Por ejemplo, es posible que un hermano joven ama mucho el recobro del Señor y alabe al Señor por estar en Su recobro, y que un día, venga a visitarlo un familiar suyo, que es pastor y que posee un título en teología, y le diga: ¿Qué quieres decir con la palabra “recobro”? Yo hice una maestría en un seminario teológico, y jamás escuché acerca de algo llamado recobro. ¿Quién te dijo que el Señor tiene un recobro?”. Es posible que este hermano joven no sepa qué decir. Luego, es posible que se sienta descontento y empiece a tener dudas en su mente respecto al recobro. Quizás se diga a sí mismo: “Ciertamente he recibido ayuda del ministerio en el recobro del Señor. Pero, ¿qué de este pastor que tiene una maestría en teología? ¿Será que está completamente equivocado respecto a lo que me dice acerca del recobro?”. Lo que este hermano necesita es ceñir los lomos de su mente.

  Ceñir nuestra mente, de hecho, equivale a purificar nuestra alma. Siempre que nuestra mente divaga, nuestra alma es impura. Los pensamientos disidentes hacen que nuestra mente divague. Estos pensamientos disidentes pueden penetrar nuestra mente como dardos de fuego. Así, cuando nuestra mente comienza a vagar, nuestra alma se contamina. En tal caso, debemos purificar nuestra alma. Pero, ¿cómo podemos purificar nuestra alma? Purificamos nuestra alma al ceñir los lomos de nuestra mente y al hacer que se fije en una sola cosa, sin permitirle vagar.

  Los dardos de fuego, es decir, los pensamientos disidentes, no sólo perturban nuestra mente, sino que además contaminan nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Como resultado, dejamos de ser puros en el Señor y ante el Señor. Esto nos dificultará alabar al Señor de una manera genuina.

  Examinemos nuevamente el ejemplo del hermano joven que fue afectado por lo que le dijo su familiar, que es pastor. Las palabras de este pastor le infunden impurezas a la parte emotiva del hermano. Los pensamientos disidentes no sólo hacen que la mente del hermano divague y se aparte de la meta del recobro del Señor, sino también que su parte emotiva se vuelva impura, es decir, que tenga más de un amor. En estas condiciones, su parte emotiva impura se asemeja a la de una mujer que ama a más de un solo hombre. Ella ama a su marido, pero también ama a alguien más. Esto es fornicación. Nuestra parte emotiva debe amar únicamente al Señor. Debido a que este hermano había escuchado los pensamientos y las palabras disidentes, su parte emotiva fue contaminada. Como resultado, él ahora tiene más de una meta, más de un objetivo. Así que, por un lado, aún permanece en el recobro del Señor, pero por otra, tiene dudas acerca del recobro. Ésta es una especie de contaminación.

  Esta contaminación también puede hacer daño a nuestra voluntad. Se nos hace difícil tomar decisiones, debido a que tenemos dos metas. Por consiguiente, toda nuestra alma se vuelve impura. Nuestra mente empieza a divagar, luego nuestra parte emotiva está en conflicto, y finalmente nuestra voluntad sufre daño. En tal caso, necesitamos que nuestra alma sea purificada.

  Dios no purificará nuestras almas, ya que esto es algo que debemos hacer nosotros mismos por medio de la obediencia a la verdad que hemos oído y recibido. Supongamos que cierto hermano lucha por algún tiempo respecto a si debe o no continuar en el recobro del Señor. Finalmente, por la misericordia de Dios y la operación del Espíritu santificador en su interior, él declara: “¡Alabado sea el Señor! Mi mente está ceñida y ahora sólo tengo una sola meta. Mi parte emotiva está fija en una sola persona, el propio Señor. No tengo a nadie más que sea el objeto de mi amor. Por consiguiente, puedo tomar una firme decisión con mi voluntad: me consagro absolutamente al Señor y a Su recobro. Ya no me interesa ni me preocupa ninguna otra cosa”. En esto consiste obedecer a la verdad. Tal obediencia a la verdad llega a ser el medio por el cual purificamos nuestras almas. Por tanto, en el versículo 22 Pedro les dice a los creyentes judíos que ellos habían purificado sus almas por su obediencia a la verdad. Esta verdad es transmitida en la palabra de Dios, la cual nos santifica.

PARA EL AMOR FRATERNAL NO FINGIDO

  En el versículo 22 Pedro dice que purificamos nuestras almas por la obediencia a la verdad para el amor fraternal no fingido. Debido a que la purificación de nuestras almas hace que todo nuestro ser se concentre en Dios de modo que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente (Mr. 12:30), el resultado espontáneo de dicha purificación es un amor fraternal no fingido. Con este amor, amamos entrañablemente y de corazón puro a aquellos que Dios ama. Primero, la regeneración que Dios efectúa hace que llevemos una vida santa. Luego, la santificación (la purificación) produce un amor fraternal.

  ¿Qué significa la frase “no fingido”? Significa no aparentar, no ser hipócrita, y, en particular, significa no ponerse una máscara. Fingir no es otra cosa que ponerse una máscara para ocultar lo que realmente sentimos. Es aparentar ser algo que no somos. El amor fraternal no fingido es un amor fraternal genuino, sin fingimiento; es un amor fraternal que no se pone ninguna clase de máscara. En el versículo 22, la frase “no fingido” es muy importante, pues indica que por medio de la purificación de nuestra alma, nos hemos despojado de todas las máscaras.

  Si un hermano acepta pensamientos disidentes con respecto al recobro del Señor, puede ser que aún ame a los hermanos, pero ese amor será fingido. Eso significa que será un amor con máscara. La razón por la cual hay una máscara es que el hermano tiene dudas acerca del recobro. Si él vive en una casa de hermanos, aparentemente amará a los hermanos con quienes vive, pero su amor será un amor fingido, un amor que tiene puesta una máscara. Sin embargo, si este hermano decide obedecer a la verdad y por medio de dicha obediencia purifica su alma, esta purificación producirá en él un amor fraternal no fingido. Entonces amará a los hermanos sin ninguna máscara.

  En la vida de iglesia, a menudo los santos se ponen máscaras. Tal vez se amen unos a otros, pero dicho amor es un amor que tiene puesta una máscara. La razón por la que dichos santos aman con un amor fingido es que no han purificado sus almas; es decir, no han ceñido los lomos de su mente, no han centrado su parte emotiva en el Señor, ni han hecho una firme resolución con su voluntad con respecto al recobro. Por consiguiente, todo lo que hacen lo hacen con una máscara puesta. Tal vez tengan claro que mientras estén en la vida de iglesia tienen que comportarse de forma amorosa con los hermanos. Pero en su interior tienen dudas, y su alma, es decir, su mente, parte emotiva y voluntad, ha sido corrompida. Estos santos necesitan purificar sus almas obedeciendo a la verdad.

  Una vez que hayamos purificado nuestras almas por nuestra obediencia a la verdad, podremos amarnos unos a otros entrañablemente y de corazón puro. En el versículo 22 se menciona la purificación del alma y el hecho de amar de corazón puro. Amar de corazón significa tener un amor que emana no sólo de las partes del alma sino también de la conciencia. Nuestra conciencia testifica que amamos a los hermanos con un amor no fingido. Cuando nuestra conciencia nos da esta clase de testimonio, eso indica que nos amamos de corazón. Pero si nuestra conciencia no confirma nuestro amor ni da testimonio acerca de él, ello significa que nuestro amor brota solamente del alma. No es un amor de corazón, ya que la conciencia no es parte del alma, sino del corazón.

REGENERADOS POR LA PALABRA DE DIOS, LA CUAL VIVE Y PERMANECE PARA SIEMPRE

  La parte principal de la oración que se encuentra en los versículos 22 y 23 es: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. “Puesto que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para el amor fraternal no fingido” es una cláusula que modifica el sujeto (vosotros) de “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. Luego, el versículo 23 añade otra cláusula: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre”. Este versículo modifica el versículo 22. Habiendo sido regenerados, hemos purificado nuestras almas para el amor fraternal. La regeneración efectuada mediante la vida divina provee la base, el fundamento, para que se lleve a cabo la purificación, la santificación, de nuestras almas para el amor fraternal no fingido. Esta sección de la palabra empieza y termina con la regeneración, la cual da por resultado que llevemos una vida santa ante Dios y que amemos a los santos con un amor fraternal.

  El versículo 23 indica que hemos sido regenerados por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre. No fuimos regenerados de simiente corruptible. Una simiente contiene vida. La palabra de Dios, que es la simiente incorruptible, contiene la vida de Dios; por ende, ella vive y permanece para siempre. Nosotros fuimos regenerados por medio de esta palabra. La palabra de vida de Dios, la cual vive y permanece para siempre, trasmite la vida de Dios a nuestro espíritu para que seamos regenerados.

  Lo que escribe Pedro se podría parafrasear de la siguiente manera: “Hermanos y hermanas, ¿os habéis dado cuenta de que todos vosotros fuisteis regenerados? Hemos sido regenerados no de simiente corruptible, sino de incorruptible. Esta simiente incorruptible está en la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre. Así, pues, hemos sido regenerados de simiente incorruptible por medio de la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre. La palabra de Dios no es la simiente misma, sino que, más bien, contiene la simiente. Es por ello que recibimos la simiente por medio de la palabra. Es preciso que comprendáis que vosotros fuisteis regenerados de simiente incorruptible, la cual recibisteis por medio de la palabra viva de Dios”.

  Si la simiente no es propiamente la palabra de Dios, entonces, ¿qué es? La simiente es la vida eterna de Dios. La vida eterna de Dios es una simiente que contiene los genes divinos. Todos fuimos regenerados de esta simiente divina y orgánica por medio de la palabra divina.

  Ya que fuimos regenerados de esta manera, debemos preocuparnos únicamente por la simiente que está dentro de nosotros, y no hacer caso a ninguna plática disidente de aquellos que se oponen al recobro del Señor. En vez de escuchar sus palabras, debemos estar atentos a lo que nos dice la simiente. Debemos consultarlo todo con la simiente que está en nosotros.

  Además, tomando como base la simiente que está en nosotros, la cual recibimos por medio de la regeneración, debemos ahora purificar nuestra alma. No presten atención a las conversaciones disidentes de los fanáticos religiosos; más bien, presten atención a la simiente que está en su interior. Ciñan su mente, concentren su parte emotiva en el Señor y fortalezcan su voluntad. Luego, tomen una firme resolución por el recobro del Señor. Esto es lo que significa purificar nuestras almas. Si purifican sus almas de esta manera, esto producirá en ustedes un amor fraternal no fingido.

  En los versículos 24 y 25 Pedro añade: “Porque: ‘Toda carne es como hierba, y toda su gloria como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre’. Y ésta es la palabra que os ha sido anunciada como evangelio”. Estos versículos no son tan profundos como los versículos 22 y 23, y son mucho más fáciles de entender. La carne mencionada en el versículo 24 se refiere al hombre caído. Toda la humanidad caída es como hierba que se marchita, y su gloria es como la efímera flor de la hierba. Los creyentes eran así, pero la palabra viva y permanente del Señor, como simiente sembrada en ellos mediante la regeneración, ha cambiado la naturaleza de ellos, de modo que también sean vivientes y permanezcan para siempre.

  En el versículo 23, el término griego traducido “palabra” es lógos y se refiere a la palabra constante; mientras que aquí, en el versículo 25, el término griego traducido “palabra” es réma (se usa dos veces) y se refiere a la palabra que es dada en un momento específico. Cuando el lógos nos es hablado, éste se convierte en réma.

  En el versículo 25 es la palabra del Señor la que permanece para siempre. El término “Señor” se refiere a Dios, quien es mencionado en el versículo 23. Esto indica que el Señor Jesús es Dios.

  En el versículo 25 Pedro habla de “la palabra que os ha sido anunciada como evangelio”. La palabra anunciada por los apóstoles es el evangelio que regenera a los creyentes.

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