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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
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Mensaje 15

EL CRECIMIENTO EN VIDA Y SUS RESULTADOS

(1)

  Lectura bíblica: 1 P. 2:1-4, 6-8

UN CUADRO DE LA VIDA DE IGLESIA

  El capítulo uno de 1 Pedro constituye en sí mismo una sección de este libro. Esta sección revela claramente que el Dios Triuno opera en Sus escogidos a fin de llevar a cabo Su economía y hacer que ellos participen plenamente de Él, de modo que puedan disfrutarle como gracia. Cuando los escogidos de Dios disfrutan al Dios Triuno como gracia, experimentan paz. Por lo tanto, la paz viene como resultado del disfrute de la gracia. El primer asunto que se aborda en el capítulo uno es la operación que lleva a cabo el Dios Triuno en Sus elegidos, la cual hace posible que ellos le disfruten como gracia a fin de que experimenten paz.

  El capítulo uno también nos revela que la operación del Dios Triuno lleva a cabo una salvación completa. En primer lugar vemos que Dios opera en pro de Su economía y que dicha operación redunda en la plena salvación que Dios nos otorga. La plena salvación incluye la obra regeneradora del Padre, la obra redentora del Hijo y la obra santificadora del Espíritu. Ésta es la plena salvación realizada por la operación del Dios Triuno.

  La plena salvación que el Dios Triuno efectúa para nosotros, da por resultado dos asuntos: una santa manera de vivir que expresa a Dios así como el amor fraternal no fingido que se muestra para con todos los santos. Estos dos asuntos, la santa manera de vivir y el amor fraternal no fingido, son un cuadro de la vida de iglesia genuina. En la verdadera vida de iglesia vemos, por una parte, la expresión de Dios; y por otra, que los hermanos se aman unos a otros con un amor no fingido. Por lo tanto, la santidad y el amor son el resultado de la salvación plena que la operación del Dios Triuno realiza en Sus elegidos. Esto es un resumen claro y completo del capítulo uno.

  El primer capítulo de 1 Pedro es una unidad completa en sí mismo. Si tenemos una visión general de este capítulo, lo apreciaremos mucho. Puedo testificar que en estos días he podido apreciar los escritos de Pedro mucho más que antes. Espero que todos los santos lleguen a apreciar a Pedro tanto como aprecian a Pablo. Asimismo, espero que todos lleguemos a valorar mucho el capítulo uno de 1 Pedro y los tres asuntos principales que allí se revelan, a saber, la operación del Dios Triuno en favor de Su economía, la plena salvación que la operación del Dios Triuno realiza en Sus elegidos y el resultado de dicha salvación, que consiste en una santa manera de vivir que expresa a Dios y un amor fraternal no fingido que se muestra para con los creyentes. En la vida de iglesia debemos llevar una vida que exprese a nuestro Dios santo y que muestre amor hacia todos los hermanos.

  En la vida de iglesia tenemos una familia muy numerosa. Nuestro Padre nos regeneró, y todos Sus hijos son nuestros hermanos y hermanas. La familia de la iglesia es universal. Ésta es la iglesia que no está dividida en denominaciones. En la familia universal de la iglesia no existe discriminación alguna. Incluso podríamos decir que ésta es la verdadera iglesia católica. Nosotros, por supuesto, no tenemos nada que ver con la Iglesia Católica Romana, pero sí somos católicos en el sentido puro de la palabra. Aun más, en nuestra localidad tenemos la expresión práctica de esta iglesia católica genuina, una iglesia donde expresamos al Padre santo y amamos a todos los santos.

DESECHAR CINCO COSAS NEGATIVAS

  En 2:1 Pedro añade: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresías, envidias y toda maledicencia”. La exhortación contenida en 2:1-10 se basa en lo que se revela en el capítulo uno, donde se resaltan tres obras principales que el Dios Triuno efectúa en los creyentes: la obra regeneradora del Padre (vs. 3, 23), la obra redentora del Hijo (vs. 2, 18-19) y la obra santificadora del Espíritu (v. 2). Por estas obras, los creyentes pueden ser un pueblo santo que lleva una vida santa (vs. 15-16). Con base en esto, Pedro exhorta a los creyentes a crecer en vida (2:2) para que sean edificados como casa espiritual (v. 5).

  Aunque el capítulo uno es una unidad completa en sí mismo, Pedro, basándose en sus experiencias, todavía tiene más que decirnos. Por consiguiente, usando el capítulo uno como base, él hace la exhortación que se halla en el capítulo dos. Él comienza diciéndoles a los santos que desechen toda malicia, todo engaño, hipocresías, envidias y toda maledicencia. De entre centenares de cosas pecaminosas que Pedro pudo haber mencionado, él escogió cinco: la malicia, el engaño, la hipocresía, la envidia y la maledicencia. Quisiera pedirles que dediquen algún tiempo para considerar estos asuntos.

  Según la secuencia de estos cinco asuntos, la malicia es la raíz, la fuente, y la maledicencia es la expresión. Si en nosotros hay malicia, la cual es la raíz, tarde o temprano habrá maledicencia, que es la expresión de la malicia. El proceso de desarrollo de la malicia, el cual da por resultado la maledicencia, incluye el engaño, la hipocresía y la envidia, los cuales son tres peldaños que conducen de la malicia a la maledicencia. Si hay engaño, también habrá hipocresía, y si hay hipocresía, también habrá envidias. Por consiguiente, la raíz es la malicia, el proceso de desarrollo incluye el engaño, la hipocresía y la envidia, y la expresión final es la maledicencia.

  Ni siquiera un versículo como 2:1 debiera leerse con ligereza. No debemos pasar ningún versículo por alto sin estudiarlo con la debida seriedad; más bien, debemos estudiar cada versículo con miras a conocer las profundidades del mismo, pues esto sería nuestra meta y expectación. De hecho, las profundidades de la Palabra son la realidad de la misma. Esta realidad es la verdad. Si estudiamos detenidamente el versículo 1, veremos la raíz, el proceso de desarrollo y la expresión. A la luz de este versículo vemos que debe ser desarraigada de nosotros toda malicia.

DESEAR LA LECHE DE LA PALABRA DADA SIN ENGAÑO

  El versículo 2 dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación”. Al nacer por medio de la regeneración (1:3, 23), los creyentes llegan a ser niños que pueden crecer en vida al ser nutridos por la leche espiritual, a fin de seguir experimentando la salvación con miras al edificio de Dios.

  La expresión “sin engaño”, hallada en el versículo 2, no quiere decir “no adulterada”, lo cual estaría en contraste con enseñanzas menos puras; más bien, esta expresión está en contraste con la palabra “engaño” mencionada en el versículo 1. La leche dada sin engaño es leche que se da sin ningún propósito encubierto, sin ninguna otra meta que la de nutrir el alma.

  La palabra griega traducida “de la palabra” es logikós. Esta misma palabra, traducida “racional” en Romanos 12:1, es un adjetivo derivado del sustantivo lógos que significa “palabra”, y por ende, aquí se tradujo “de la palabra”. La palabra griega logikós es un término relativo a la mente (en contraste con el cuerpo), al raciocinio, y por consiguiente, también puede traducirse racional, lógico o razonable. La leche de la palabra no es leche para el cuerpo, sino leche para el alma, para el ser interior del hombre. Es transmitida mediante la palabra de Dios para nutrir nuestro hombre interior por medio del entendimiento de nuestra mente racional, y es asimilada por nuestras facultades mentales.

  Según la gramática, el versículo 1 es una cláusula que modifica al sujeto del versículo 2. Como hemos señalado, la expresión “sin engaño” del versículo 2 está en contraste con la palabra “engaño” del versículo 1. Es posible que la Versión Recobro sea la única en usar las palabras “la leche ... dada sin engaño” en el versículo 2. Otras versiones usan las expresiones “la leche ... pura” o “la leche ... no adulterada”. Es probable que Pedro hubiera usado las palabras “sin engaño” también con el sentido de pura y no adulterada; sin embargo, el propósito de Pedro aquí era mostrarnos un contraste entre la frase “sin engaño” y el “engaño” que procede de la malicia.

  ¿Qué es lo único que nos puede ayudar a desechar todo engaño? El alimento contenido en la leche de la palabra dada sin engaño, es un antibiótico que elimina el engaño. La Palabra de Dios contiene un alimento que es leche para nuestro ser interior. Así como nuestro cuerpo físico se alimenta con leche, así también nuestro ser interior, nuestra alma, necesita ser nutrida con la leche de la palabra dada sin engaño. Esta leche contiene un elemento que es capaz de eliminar el engaño; por ende, es una leche que no tiene engaño.

  En 2:1 y 2, Pedro nos dice que, como niños recién nacidos, debemos desechar todo engaño, y que también debemos desear la leche de la palabra dada sin engaño. El propósito por el cual debemos desechar la raíz maligna de la malicia es que anhelemos, deseemos, la leche de la palabra. Creo que Pedro escribió esto no según la doctrina, sino basado en sus experiencias espirituales. Si no poseemos la debida experiencia, no podremos entender lo que Pedro quiso decir.

  Si uno está lleno de malicia, engaño, hipocresías, envidias y maledicencia, no tendrá apetito alguno por la Palabra; no tendrá hambre ni sed de la Palabra de Dios; no tendrá anhelo ni deseo alguno de beber la leche pura de la Palabra. Si queremos tener hambre y sed de la palabra de Dios, esto es, si deseamos tener deseos de beber la leche que está en la palabra, debemos aborrecer la malicia y abstenernos de hablar mal de otros.

  Supongamos que durante un largo periodo de tiempo, quizás más de un año, un hermano ha venido dando cabida a la malicia. Debido a ello, no le caen bien ciertos hermanos, especialmente los ancianos. Puesto que está lleno de malicia y también de engaño, de hipocresías y de envidias, espontáneamente empieza a hablar mal de los demás. Tal vez hable mal de los hermanos y de las hermanas, tanto de los jóvenes como de los que tienen más edad. Su maledicencia proviene de la malicia que hay en él. Ciertamente, un hermano en tales condiciones no tendrá apetito alguno por la Palabra. Por experiencia sé que él no tendrá ni hambre ni sed del alimento contenido en la Palabra de Dios.

  Sin embargo, supongamos que un día este hermano recibe misericordia de parte del Señor y se da cuenta de su pecaminosidad. Al comprender que necesita a Cristo como su ofrenda por el pecado y como su ofrenda por la transgresión, él se arrepiente, confiesa sus pecados y ora: “¡Oh Señor, perdóname! Por mucho tiempo he estado dando cabida a la malicia, y he hablado mal de otros. Señor, esto me muestra que el pecado está en mí. Señor, a pesar de que he sido regenerado, el pecado todavía está en mí, debido a que mi naturaleza caída es pecaminosa. ¡Oh Señor, te necesito como mi ofrenda por el pecado! ¡Te tomo como mi ofrenda por el pecado y te aplico como tal! ¡Oh, que la sangre de la ofrenda por el pecado me limpie, Señor! Me doy cuenta de que hablar mal de los hermanos y hermanas es una ofensa, una transgresión. ¡Señor, he cometido muchas transgresiones! Perdóname y límpiame. Te tomo no sólo como mi ofrenda por el pecado, sino también como mi ofrenda por las transgresiones. Señor, quiero disfrutarte todo el día”.

  Si el hermano ora de esta manera, pronto comenzará a sentir apetito por la leche de la palabra. Deseará acudir a la Palabra para nutrirse de ella. Acudirá a la Biblia no para obtener conocimiento doctrinal, sino para beber de la leche nutritiva. Espontáneamente, mientras lee la Biblia, beberá de la leche de la palabra de Dios dada sin engaño. Finalmente, esta leche entrará en su ser y obrará como un antibiótico que matará el germen de la malicia. Además, este hermano empezará a amar a todos los santos. Quizás diga: “Oh, amo a los hermanos y a las hermanas. Amo a todos los ancianos. Todos los santos son buenos, y todos ellos son mejores que yo”.

UN ENTENDIMIENTO BASADO EN LA EXPERIENCIA

  Este entendimiento acerca de los versículos 1 y 2 proviene de la experiencia. Pedro escribió estos versículos basándose en su experiencia. Es también mediante la experiencia que yo he llegado a entender los escritos de Pedro. Hace más de cincuenta años, cuando leí este pasaje de la Palabra, no pude entenderlo, porque carecía de la debida experiencia. Pero a través de los años he adquirido mucha más experiencia espiritual, y por eso ahora entiendo lo que Pedro dice. Creo que muchos santos también, conforme a su experiencia, tienen este entendimiento de 2:1 y 2.

  Nunca debiéramos leer la Palabra de una manera natural o a la ligera. Sin embargo, muchos cristianos leen la Biblia de una manera natural y pasan por alto muchos detalles. Pero si nos adentramos en las profundidades de la Palabra, seremos alumbrados, sentiremos aprecio por muchas cosas y tendremos palabras para expresar lo que vemos.

UN CRECIMIENTO GENUINO

  Según lo que dice Pedro en el versículo 2, debemos desear la leche de la palabra dada sin engaño, para que podamos crecer por ella. El crecimiento es algo que está relacionado con vida y tiene lugar en la esfera de la vida. Mediante la regeneración recibimos la vida divina, y ahora necesitamos crecer en esta vida y con ella alimentándonos con la leche que nos suministra la Palabra de Dios.

  Debemos desear la leche de la palabra dada sin engaño para recibir no sólo un antibiótico espiritual, sino también el alimento que nos hace crecer. La leche de la palabra dada sin engaño nos alimenta, y en virtud de este alimento, crecemos.

  Muchos cristianos piensan que crecer equivale a adquirir más conocimiento. Después de que un nuevo creyente ha sido bautizado, quizás otros le aconsejen asistir a algún tipo de estudio bíblico. Tal vez el consejo que reciba sea el de adquirir más conocimiento. Sin embargo, es posible que no escuche nada que le ayude a comprender que por medio de la regeneración él recibió la vida divina y que su necesidad ahora es crecer en vida. Tal vez la ayuda que reciba sólo consista en aprender las historias que se narran en los Evangelios y después las historias del Antiguo Testamento. Quizás él adquiera con el tiempo más conocimiento de la Biblia, y algunos piensen que eso es equivalente al crecimiento. Sin embargo, dicho concepto de crecimiento es completamente contrario al Nuevo Testamento. Según el Nuevo Testamento, el crecimiento es el verdadero aumento de la medida de la vida divina. El conocimiento no nos ayuda a que la medida de la vida divina aumente en nosotros.

  ¿Cómo crecen los niños? Ellos crecen en virtud del alimento que reciben. Si un niño tiene una dieta saludable y a diario se le da comida nutritiva, crecerá con el tiempo. Este crecimiento se debe a toda la comida que ingirió. Finalmente, cuando llegue a ser adulto, su ser se compondrá de todo lo que ha comido. Quizás al nacer sólo haya pesado seis libras; pero ahora que es adulto, es un hombre de 180 libras. Eso significa que él ha experimentado el verdadero crecimiento en vida, el crecimiento que resulta de haber ingerido alimentos saludables, de haberlos digerido y asimilado, de modo que éstos llegan a ser los elementos constitutivos de su ser, sus células, las mismas fibras de su ser. Esto ejemplifica lo que realmente es el crecimiento en vida.

  Debemos desear la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella experimentemos el verdadero crecimiento en vida. El verdadero crecimiento es el aumento de la medida de la vida divina. Si estamos creciendo en vida, eso significa que el elemento de la vida divina está incrementándose en nosotros y, con el tiempo, experimentaremos un aumento en nuestra estatura espiritual (Ef. 4:13).

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